Danas (Serbia)

Danas (Serbia)

Por Julián Schvindlerman

  

El ascenso de los grupos ultra derechistas es inquietante – 23/09/18

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Entrevistó Vladimir Matkovic

-La carta escondida es su primera novela, o como usted dice novela biográfica. ¿Qué le inspiró a escribirla?

-Fui invitado a hacerlo por la principal protagonista. Recibí un llamado de una mujer que quería que yo narrase su historia familiar en clave de novela. Como soy ensayista e historiador, y no había escrito una novela hasta entonces, me reuní con ella con suma prudencia. La conocí, escuché su historia y me convencí que debía escribir sobre eso. Leila, como la he dado en llamar en mi novela, es hija de un matrimonio mixto entre un musulmán libanés y una judía lituana, ella nació en Uruguay. De manera que eso sólo ya ofrecía una buena base a para la ficción, pero la historia tiene mucho más de agregados, variantes personales y una gran cantidad de matices emocionales. También escribí sobre la generación previa, la que se fugó de la Europa nazi, por el lado de la madre, la que abandonó el Líbano para forjarse una vida mejor en América Latina, por el lado del padre. Una epopeya de emigrados que salieron, presionados o por libre decisión, a buscar su propio refugio en el mundo.

-En el libro vemos como el padre Fawwaz y su hija Leila especialmente exploran su propia identidad. Él se convierte en judaísmo, y ella descubre sus raíces árabes, en ese contexto, ¿cree que hay el espacio para el diálogo entre dos culturas, especialmente al saber que durante toda historia, las relaciones entre judíos y árabes eran correctas hasta 1948?

-Árabes y judíos han convivido en el Medio Oriente por siglos, así como en otros países de la diáspora. Esa convivencia fue positiva al compararla con la más complicada vinculación del Cristianismo con el Judaísmo, en Europa durante la Edad Media especialmente. Pero hay que reconocer que los judíos, al igual que los cristianos, tenían el estatus de “minoría tolerada” en las tierras donde el Islam gobernaba. No existió nunca la plena igualdad de derechos civiles, políticos o religiosos entre judíos, cristianos y musulmanes en el Medio Oriente en siglos previos. El nacimiento del moderno estado de Israel en 1948 potenció, pero no creó, las tensiones preexistentes entre árabes y judíos. Es cierto que adicionó el componente político que había estado ausente con anterioridad.

-En el libro usted menciona algunos puntos comunes importantes en torno a la memoria colectiva israelí, como es la historia personal de Eli Cohen, el espía israelí a quien los sirios capturaron y ejecutaron, o la vida en los Kibutzim. ¿Cómo ve usted todas complejidades de la sociedad moderna israelí, que es por un lado marcada con libertades de todo tipo y por otro lado marcada con la fe?

-Israel puede ser definida como una democracia religiosa. Hay libertad de credo para todas las minorías, desde ya, pero es claro que el judaísmo tiene un espacio preponderante. Loskibutzim, como se conocieron a las granjas colectivas pioneras de inicios del siglo XX en Palestina, eran de extracción socialista y laica, como el sionismo político en general, pero ambos estaban imbuidos de la historia religiosa judía: el Retorno de los Exilios, la Reconstrucción de Jerusalem, la conexión entre Tierra y Pueblo. Esta interacción entre secularismo y religión convive en la vida cotidiana social, política y cultural de Israel. También hay tensiones entre laicos y ultra-ortodoxos, pero la coexistencia, si bien por momentos es difícil, prospera.

-¿Actualmente en Israel se debate sobre la ley de Estado nacional judío, ¿qué piensa sobre este tema?

-Israel se define a sí mismo como un estado judío y democrático. Existen 15 leyes básicas que rubrican la dimensión democrática del país, ahora se agregó una nueva ley básica que asegura el carácter judío del estado. Esta nueva ley básica no deroga ninguna previa ley, de manera que la igualdad y respeto a las minorías no judías del país siguen resguardadas. La propia Declaración de la Independencia proclama los lineamientos de paz e igualdad que han guiado el destino de la nación. Si el juego democrático lo requiere a futuro, será derogada por medio de una votación. O no. En cualquier caso, la democracia israelí no está en riesgo. Israel acaba de anunciar lo que ya estaba estipulado en la Resolución 181 de las Naciones Unidas (1947) que dio cobijo jurídico al establecimiento del país: que Israel es un estado judío.

-En el libo también usted se refiere al antisemitismo en América latina. ¿Cómo es vivir en Argentina como judío, si sabemos que Argentina y algunos otros países de América Latina fueron refugio seguro para los criminales nazis?

-Sudamérica especialmente fue muy generosa con criminales de guerra nazis fugados de Europa tras la conclusión de la guerra. Mengele, Eichmann, Priebke y tantos otros asesinos escaparon hacia un destino seguro aquí. Fueron protegidos por gobiernos pro fascistas como el de Juan Domingo Perón y aun es una herida abierta para los judíos y los humanistas de la región. El Vaticano también los asistió con una ruta de escape, bajo el liderazgo de Pío XII, un Papa muy cuestionado por no haber hablado en público a favor de las víctimas judías de los nazis durante el Holocausto. En la actualidad, las cosas han cambiado y los gobiernos sudamericanos combaten legalmente el antisemitismo y la negación del Holocausto, como también lo hace en el plano moral el Vaticano.

-Uno de sus libros trata acerca de las relaciones del Vaticano y la Iglesia Católica con los judíos, ¿puede el papel de Jorge Mario Bergoglio, como primer Papa latinoamericano ser crucial para el dialogo?

-Francisco ha tenido amigos judíos en la Argentina desde antes de ser consagrado pontífice. Se ha vinculado con rabinos, ha hecho programas de televisión con ellos y ha escrito libros a cuatro manos con ellos. Él tiene una simpatía evidente por el pueblo judío y ha promovido los lazos con el judaísmo desde su rol de Santo Padre. Al igual que Benedicto XVI y Juan Pablo II ha continuado con la senda trazada por Juan XXIII en el Concilio Vaticano II, que ha reseteado las relaciones de la Iglesia Católica con el pueblo judío. La política hacia Israel, como una relación entre dos estados soberanos, sin embargo, es otra cosa. En esta área en general la Santa Sede ha sido pro palestina. Hay que recordar que Roma estableció lazos diplomáticos con Israel recién en 1994, fue así uno de los últimos estados occidentales en hacerlo. Aquí también el Papa Francisco ha continuado con la tradición vaticana.

-Usted también escribió un libro sobre Richard Wagner y su antisemitismo. Cuéntenos al respecto.

-Richard Wagner fue un compositor de música sublime y un antisemita ardiente al mismo tiempo. Es una contradicción simbólica que lo acompañó toda su vida, y tras su muerte, generó adhesiones y rechazos por igual. Muchos músicos judíos lo adoran y han querido instalar su obra en el estado de Israel. Sobrevivientes del Holocausto, historiadores y el público en general tienden a repudiarlo. Ergo, persiste un acalorado debate en el estado judío acerca de la representación pública de sus óperas allí. No hay ley alguna que prohíba a Wagner en Israel. Una democracia no puede hacer tal cosa con liviandad. Sí existe una tradición asentada de no permitir que las radios, televisión u orquestas estatales promuevan su música. Pues chocan dos símbolos: Wagner como símbolo cultural del nazismo y un gran antisemita él mismo, y los símbolos culturales del estado judío como son sus orquestas estatales. A nivel privado, quien quiera escuchar a Wagner en Israel puede hacerlo con libertad y los músicos israelíes que quieran tocar sus óperas pueden hacerlo en Viena, Bayreuth o donde quieran. Sólo se les pide que si su orquesta recibe auspicio público no lo hagan en Israel.

-El ascenso de los grupos ultra derechistas en Alemania es evidente. ¿Qué opina usted sobre esa tendencia actual?

-El ascenso de los grupos ultra derechistas en Alemania es un desarrollo inquietante que puede explicarse como espejo del fracaso de los gobiernos tradicionales en dar una respuesta efectiva a los desafíos de la inmigración masiva proveniente de África y el Medio Oriente. Años atrás, Angela Merkel abrió las fronteras del país a una masa de emigrados que en buena medida no se ha adaptado al multiculturalismo alemán, eso ha creado una presión demográfica, social y cultural muy fuerte, y una parte de la población germana reaccionó dando su apoyo a movimientos anti globalización, nacionalistas e incluso racistas. No todas las expresiones políticas de derecha en Alemania son neonazis, sólo una parte de ellas lo son, pero el ascenso de este segmento radical a la escena política es atemorizante, especialmente en un país que se comprometió con el “nunca más” a los extremismos.

-Los serbios aquí se ven a sí mismos como víctimas, y se comparan con los judíos. ¿Cómo analiza usted esas comparaciones de otros pueblos en general, que por sus razones comparan su sufrimiento con la Shoa de los judíos?

-Los judíos no reclamamos la exclusividad del sufrimiento humano, sabemos que otros pueblos han padecido atrocidades indescriptibles. Incluso durante la Segunda Guerra Mundial fueron perseguidos, encarcelados y asesinados gitanos, homosexuales, prisioneros de guerra cristianos, minusválidos y opositores alemanes, entre otras víctimas. Tan sólo buscamos ser cuidadosos en no universalizar el genocidio judío en manos de los nazis por considerar que tuvo una dimensión particular de saña con el pueblo judío. Fue contra los judíos que Hitler montó la Solución Final y fueron los judíos el foco de sus obsesiones. En su frenesí destructivo arrasó con muchos otros también. La Shoa fue algo único, y uno puede denunciar otros genocidios sin necesidad de compararlos con ella.