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The Times of Israel, The Times of Israel – 2025

The Times of Israel

Por Julián Schvindlerman

  

Where Missiles Fall, Science Sprouts: The Story of a Promising Discovery – 21/11/25

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By Julian Schvindlerman
The Times of Israel – 21/11/2025

https://blogs.timesofisrael.com/where-missiles-fall-science-sprouts-the-story-of-a-promising-discovery

At a time when the “12-day war” between Iran and Israel last June dominated the headlines, something remarkable happened in Rehovot: amidst the wreckage of a laboratory destroyed by an Iranian ballistic missile, a group of scientists continued working to give us all a more hopeful future. As recently reported by The Times of Israel, a team led by Israeli professor Ido Amit and comprised of scientists from Germany, Switzerland, and New Zealand, in cooperation with others, decided not to be defeated by an attack that wiped out years of work overnight.

The laboratory was devastated after the Iranian attack: broken tubes, unusable equipment, irretrievable samples. More than 70% of the materials were lost. But the researchers’ reaction was not one of resignation, but rather an almost obstinate energy to carry on. Several of them were not Israeli and chose to remain in a country at war, traumatized, polarized, and under large-scale attack. With a heavy heart, they surveyed the devastation wrought on their laboratory, reunited in the following weeks, and set about rebuilding. This is not a metaphor: they literally picked up what was left and, with what survived, started again.

What is remarkable is that in the midst of this chaos, they not only resumed their research but took it to such a level that it ended up being published in Cell, one of the world’s most prestigious scientific journals. And they did so just five months after the attack.

What they discovered was quite impressive. As reported, they identified a way to “re-educate” the immune system so that it can once again detect and fight tumors that normally deceive it. In certain cancers, some cells of the immune system -macrophages-side with the tumor, help it grow, and block treatments. The team at the Weizmann Institute designed molecules, called MiTEs, that block these “corrupt” macrophages and, at the same time, activate natural killer cells and T lymphocytes, the true cancer fighters. Simply put, they identified how to turn off the tumor’s accomplices and activate those that should be fighting it.

The results in animal models were astonishing: a marked reduction in tumors and, in many cases, complete remission. And when they tested this approach on samples from real patients, the signs were also very promising. If all goes well, this could become one of the most important developments in immunotherapy.

To think that this hopeful advance was nearly wiped out by a deliberate attack from a regime that targeted a scientific and medical research center gives you goosebumps. Not a barrack, not a military base: a laboratory where people dedicate their lives to trying to cure diseases like cancer. That act speaks volumes about the kind of evil the Iranian regime exports and how it understands its place in the world. The destruction of a research laboratory is also an attempt to destroy knowledge, the future, life itself.

In contrast, the Israeli team’s feat serves as a reminder of another way of understanding power: the power of science and the vocation of service. There is something profoundly symbolic in the fact that, while some were launching missiles in one part of the Middle East, others were designing molecules in another corner that could save millions of lives.

And therein lies the paradox of this story: Israel, a small country in territory but immense in medical and technological innovation, contributes to the scientific development of all humanity; and Iran, under a theocratic regime that prioritizes aggression over life, attempts to erase that contribution with violence. The moral distance between these two societal projects is evident.

If this episode teaches us anything, it is that knowledge is stronger than destruction, but also more fragile than we believe. It depends on specific individuals, on their tenacity, on their capacity to start again even when everything is in ruins. And in this case, it depended on researchers who decided their work was worth more than fear. So, kol-ha-kavod to the exemplary team at the Weizmann Institute of Science’s Center for Immunotherapy Research: Professor Ido Amit, PhD candidate Michelle von Locquenghien, Dr. Pascale Zwicky, and Dr. Ken Xie.

While the Israeli Air Force and Mossad defended the nation in the area of ​​national security, this handful of scientists responded to the Ayatollah regime with innovation, resilience, talent, and exceptional courage. And in so doing, they gifted us with a splendid, vital triumph over evil.

Version en Español:

Donde caen misiles, brota la ciencia: la historia de un descubrimiento prometedor

En tiempos en que “la guerra de los 12 días” entre Irán e Israel del junio último ocupaba todos los titulares, algo llamativo ocurrió en Rejovot: entre los restos de un laboratorio destruido por un misil iraní, un grupo de científicos siguió trabajando para que todos nosotros tengamos un futuro más esperanzador. Según reportó recientemente The Times of Israel, en equipo liderado por el profesor israelí Ido Amit e integrado por científicos de Alemania, Suiza y Nueva Zelanda, en cooperación con otros más, decidió no dejarse vencer por un ataque que borró de un día para otro años de trabajo.

El laboratorio quedó devastado tras el ataque iraní: tubos rotos, equipos inutilizados, muestras irrecuperables. Más del 70 % de los materiales, perdido. Pero la reacción de los investigadores no fue de resignación, sino de una energía casi obstinada por seguir adelante. Varios de ellos no eran israelíes y eligieron permanecer en un país en guerra, traumado, polarizado y bajo ataque a gran escala. Contemplaron con pena la devastación ocasionada en su laboratorio, se reunieron las semanas siguientes y se pusieron a reconstruir. No es una metáfora: literalmente levantaron lo que quedaba y, con lo que sobrevivió, recomenzaron.

Lo notable es que en medio de ese caos, no solo retomaron la investigación, sino que la llevaron a un nivel tal que terminó siendo publicada en Cell, una de las revistas científicas más prestigiosas del mundo. Y lo hicieron apenas cinco meses después de la agresión.

Lo que descubrieron fue bastante impresionante. Tal como fue informado, identificaron una forma de “reeducar” al sistema inmunológico para que vuelva a detectar y combatir tumores que normalmente lo engañan. En ciertos cánceres, algunas células del sistema inmune -los macrófagos- se ponen del lado del tumor, lo ayudan a crecer y bloquean los tratamientos. El equipo del instituto Weizmann diseñó unas moléculas, llamadas MiTEs, que bloquean a esos macrófagos “corruptos” y, al mismo tiempo, despiertan a las células natural killer y a los linfocitos T, los verdaderos combatientes contra el cáncer. En términos simples: identificaron cómo apagar a los cómplices del tumor y encender a quienes deberían estar luchando.

Los resultados en modelos animales fueron sorprendentes: reducción marcada de tumores y, en muchos casos, remisión completa. Y cuando probaron este enfoque en muestras de pacientes reales, las señales también fueron muy prometedoras. Si todo va bien, esto podría convertirse en uno de los desarrollos más importantes en inmunoterapia.

Pero incluso este avance tan esperanzador tiene un trasfondo que podría haber sido muy doloroso: fue casi anulado por un ataque intencional de un régimen que eligió como blanco un centro de investigación científico-médico. No un cuartel, no una base militar: un laboratorio donde trabajan personas que se pasan la vida intentando curar enfermedades como el cáncer. Ese gesto dice mucho del tipo de mal que exporta el régimen iraní y de cómo entiende su lugar en el mundo. La destrucción de un laboratorio de investigación es también un intento de destruir conocimiento, futuro, vida.

Frente a eso, la hazaña del equipo israelí sirve como recordatorio de otra forma de entender el poder: el poder de la ciencia y de la vocación de servicio. Hay algo profundamente simbólico en que, mientras desde un lugar del Medio Oriente unos lanzaban misiles, en otro rincón otros diseñaban moléculas que podrían salvar millones de vidas.

Y ahí aparece la paradoja que deja esta historia: Israel, un país pequeño en territorio pero inmenso en innovación médica y tecnológica, aporta al desarrollo científico de toda la humanidad; e Irán, bajo un régimen teocrático que prioriza la agresión por sobre la vida, intenta borrar ese aporte con violencia. La distancia moral entre ambos proyectos de sociedad es evidente.

Si algo enseña este episodio es que el conocimiento es más fuerte que la destrucción, pero también más frágil de lo que creemos. Depende de personas concretas, de su tenacidad, de su capacidad de volver a empezar incluso cuando todo está en ruinas. Y, en este caso, dependió de investigadores que decidieron que su trabajo valía más que el miedo. Así es que kol ha kavod al equipo ejemplar del Centro de Investigación en Inmunoterapia del Instituto Weizmann de Ciencias: el profesor Ido Amit, la doctoranda Michelle von Locquenghien, la Dra. Pascale Zwicky y el Dr. Ken Xie.

Mientras la Fuerza Aérea y el Mossad israelí defendieron a la nación en el área de la seguridad nacional, este puñado de científicos respondió al régimen ayatolá con innovación, resiliencia, talento y un coraje excepcional. Y nos obsequió de este modo un espléndido triunfo vital sobre el Mal.

Perfil, Perfil – 2025

Perfil

Por Julián Schvindlerman

  

A 60 años de la conclusión del Concilio Vaticano II: Nostra Aetate – 15/11/25

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Por Julián Schvindlerman
Perfil – 15/11/2025

https://www.perfil.com/noticias/elobservador/a-60-anos-de-la-conclusion-del-concilio-vaticano-ii-nostra-aetate.phtml

Génesis de la declaración. El pasado 28 de octubre marcó seis décadas desde la promulgación de Nostra Aetate, la más revolucionaria declaración católica sobre los judíos. Durante siglos, el maltrato, el desprecio e incluso la persecución en tierras cristianas fue la norma de la existencia judía a la sombra de la Iglesia católica.

Pero, a partir de 1965, una vez que Nostra Aetate fue publicada, el diálogo, el respeto y la coexistencia signaron el vínculo judeo-católico moderno. Su publicación, sin embargo, debió sortear una fuerte oposición palestina, árabe e islámica; así como intentos de sabotaje de los sectores católicos ultraconservadores dentro de la Iglesia. Ambas corrientes lograron acotar la magnitud del pronunciamiento, pero fracasaron en torpedearlo. El papado prevaleció: logró preparar –y sostener en el tiempo– una declaración transformadora y fundamental a propósito de su relación con el pueblo judío.

Convocado por Juan XXIII en 1959, el vigésimo primer concilio ecuménico de la Iglesia católica es comúnmente conocido como el Concilio Vaticano II. Debido al impacto que ha tenido dentro y fuera del catolicismo, se lo considera uno de los concilios más importantes de la historia de la Iglesia. El concilio sesionó durante cuatro años en cuatro sesiones: octubre-diciembre 1962, septiembre-diciembre 1963, septiembre-noviembre 1964 y septiembre-diciembre 1965. El borrador del pronunciamiento sobre el judaísmo (que emergió en 1962) debió atravesar unas cuantas revisiones antes de ser finalmente aprobado durante la última sesión del concilio, y su versión final resultó ser mucho menos enfáticamente projudía que su versión original. Ello fue el resultado parcial de la oposición decidida de naciones y prelados árabes y musulmanes al tratamiento exclusivo de la relación con los judíos como tema de agenda y a su temor de que el acercamiento del papado al pueblo judío derivara en el establecimiento de relaciones diplomáticas con Israel.

La oposición palestina, árabe e islámica. El primer concilio ecuménico católico del siglo XX no tardó en quedar envuelto en las intrigas del Oriente Medio. Enterados de la existencia de un documento católico que lidiaba exclusivamente con los judíos, los Estados árabes lanzaron una campaña de presión y desprestigio orientada a socavar el acercamiento entre estas religiones. Sumado a su antagonismo tradicional contra Israel y los judíos, los árabes temían que una exoneración del crimen del deicidio debilitara los cimientos de la condena a deambular en el exilio.

Uno de los primeros indicios surgió cuando el cardenal Augustín Bea escribió un artículo en 1962 para Civiltá Cattolica, titulado “¿Son los judíos culpables de deicidio y están por siempre condenados?”. Preocupado por la posible reacción árabe, el secretario de Estado intercedió para evitar su publicación. En su lugar, Bea debió presentar el artículo, empleando un seudónimo, al jornal jesuita alemán Stimmen der Zeit.

En diciembre de 1962, antes de que finalizara la primera sesión del concilio, un tracto judeófobo de 900 páginas titulado Il comploto contro la Chiesa (“El complot contra la Iglesia”), basado en archivos nazis, fue distribuido anónimamente entre todos los padres conciliares. Este decía que había una quinta columna judía dentro del clero católico y justificaba los actos nazis contra los hebreos. Las investigaciones de los servicios secretos de Italia e Israel detectaron que la organización que había diseminado el panfleto era financiada por un gobierno árabe.

Cuando la segunda sesión, en 1963, debatió el pronunciamiento sobre los judíos, los prelados árabes-cristianos protestaron. El patriarca cóptico de Alexandria amenazó con que si ese documento era aprobado “deberemos enfrentar la música de las naciones árabes”. Sus colegas ejercieron presiones sobre los obispos para que el documento no fuese aprobado.

En Damasco, el premier sirio censuró el borrador de la declaración e instó a líderes de las comunidades católicas locales a que pidieran al papa que no exonerara a los judíos del crimen del deicidio. Otras intervenciones diplomáticas fueron efectuadas directamente ante el papa, como por parte del presidente de Indonesia.

En un intento por paliar las aprehensiones árabes e islámicas, la Santa Sede decidió incluir la declaración sobre los judíos dentro de un pronunciamiento más amplio sobre la actitud de la Iglesia católica hacia las religiones no cristianas en general. De esta forma, el así denominado “documento judío” se convirtió en el párrafo IV de la “Declaración sobre la relación de la Iglesia con las religiones no cristianas”.

El propósito inicial de abordar las relaciones judeo-católicas de manera exclusiva había sido desvirtuado. Originalmente adjuntado al documento ecuménico, ahora había sido apartado y rodeado de pronunciamientos sobre otras religiones tales como el budismo, el hinduismo, tradiciones nativas y, por supuesto, el islam. Aun así, las protestas y las difamaciones continuaron. Hubo manifestaciones en el Oriente Medio, amenazas a la integridad de las comunidades cristianas de la región, y otros varios panfletos fueron esparcidos en Roma alertando acerca de la supuesta infiltración de la Iglesia.

Durante la sesión de 1964 el pronunciamiento sobre los judíos fue debatido nuevamente, y una vez más hubo una reacción en el Oriente Medio. La Liga Árabe instruyó a sus representantes en Roma para que se pusieran en contacto con obispos y les advirtieran de los riesgos políticos del “documento judío”, mientras que la prensa árabe comentaba que el tema sería tratado en una conferencia de naciones no alineadas en El Cairo a realizarse en esos tiempos.

Cuando los padres conciliares aprobaron preliminarmente un texto que condenaba la discriminación antijudía y declaraba que era errado considerar al pueblo judío deicida, el canciller de Jordania afirmó que ello estimularía a Israel a “continuar su política agresiva”.

Diez miembros cristianos del Parlamento jordano enviaron un mensaje al papa en el que definían el pronunciamiento como una “puñalada en el corazón del cristianismo”. El gobierno de la República Árabe Unida publicó un libro titulado El Israel espurio para denunciar presuntas maniobras en el Vaticano. El Ministerio de Cultura y Guía Nacional encargó traducciones a varios idiomas extranjeros y una circulación internacional, e instruyó para que se preparara una película titulada Los Judíos y Jesús, cuyo propósito era evitar una exoneración del crimen del deicidio. Fueron publicados libros en los que se acusaba desde complotar junto a Rolf Hochhuth para difamar a Pío XII y así “aterrorizar al Vaticano” hasta matar cristianos en Roma, Libia y Chipre.

En 1965 el patriarca Melkita de Antíoco emitió un comunicado en el que decía que “ciertamente permanece sobre la frente del pueblo judío, en tanto está alejado de Cristo Redentor, la marca de la vergüenza”. El alcalde musulmán de la Jerusalén jordana anunció que, por común acuerdo de las comunidades católicas, ortodoxas y protestantes, las campanas de la Iglesia del Santo Sepulcro doblarían en señal de protesta por el favor vaticano al “documento judío”. Aun cuando el concilio había concluido, la Organización para la Liberación de Palestina (OLP) hizo su propio aporte antisionista con la publicación del libro Nosotros, el Vaticano e Israel, en junio de 1966.

La supervivencia de Nostra Aetate. A pesar de la ola de objeciones de las naciones musulmanas, prelados árabes y la OLP (así como de disidentes católicos ultraconservadores dentro de la Iglesia), en la votación final en 1965, solo 88 votaron en contra de entre 2.312 padres conciliares. Nostra Aetate, publicada en octubre de 1965, fue un documento religioso importante en sí mismo, pero no menos importante lo fue por el proceso de revisión histórica y teológica que se puso en marcha en todo el mundo cristiano, propiciando cambios en la doctrina y en la actitud de toda la Iglesia hacia los judíos. A seis décadas de su promulgación, mantiene su plena vigencia.

Clarín

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Por Julián Schvindlerman

  

¿Hacia una transformación geopolítica del Medio Oriente? – 16/10/25

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Por Julián Schvindlerman

“Esto tardó 3000 años en llegar a este punto. ¿Pueden creerlo?” dijo el presidente estadounidense Donald Trump al anunciar el cese de fuego en Gaza. En su mirada, el choque religioso milenario entre el islam y el judaísmo -no meramente la dimensión política contemporánea de este conflicto- acaba de concluir. “Y se va a mantener”, aseguró.

En rigor, el islam nació hace 1400 años, Hamas no ha renunciado a su objetivo mesiánico de aniquilar a Israel y que el cese de fuego se vaya a mantener es algo incierto. No obstante, más allá de la exageración -que es un clásico en la verborragia de Trump- es cierto que hubo un cambio crucial en el teatro bélico y geopolítico regional. Potencialmente, este pacto de rehenes y de cese del fuego podría significar una redefinición estratégica del Medio Oriente, algo que algunos analistas ya llaman “el momento Yalta de la región”.

¿Cómo se llegó a este punto? La guerra comenzó tras los ataques atroces del 7 de octubre de 2023, que dejaron a Israel en estado de shock. Su respuesta fue una campaña militar de dos años que sucedió a las más acotadas del 2008-2009, 2012, 2014 y los enfrentamientos de 2021. Esta guerra estallada en octubre de 2023 fue la más larga de la historia de Israel. También la más sombría. Y se extendió a varios frentes.

El ejército israelí invadió Gaza (de donde se había retirado en 2005), destruyó la red de túneles de Hamas y eliminó a sus líderes. En su frontera norte logró algo que parecía imposible: neutralizó a Hezbolá en el Líbano mediante una operación de inteligencia excepcional. A esto se sumaron ataques conjuntos de Estados Unidos e Israel contra instalaciones nucleares iraníes y lanzaderas de misiles balísticos. Israel también hizo represalias contra los Houtíes en Yemen y demolió buena parte de la infraestructura militar de Siria tras el colapso del régimen Assad. Asimismo, al atacar a Hamas en Catar, forzó a Doha a recalcular su posicionamiento ambiguo en el tablero regional.

Este fin (o pausa) en la guerra no se explica solamente por una mediación diplomática, sino por una relativa derrota palestina en el campo de batalla. Una medida de esto la señaló el editor del Times of Israel David Horowitz: el 7 octubre de 2023 el movimiento jihadista palestino lanzó cerca de 5000 misiles, el 7 octubre de 2024 sólo 14, y este 7 de octubre, apenas un patético misil. Hamas comprendió además que ya no tenía vías de escape: ni Hezbolá, ni Irán, ni Catar, ni Turquía podían rescatarlo. El cese del fuego fue, en realidad, una capitulación negociada.

Aquí se ve el rol central de Donald Trump. A diferencia de la Administración Biden, que había intentado moderar a Israel y frenar su ofensiva militar, el presidente republicano respaldó la continuación del combate hasta la rendición de Hamas. Su doctrina fue simple: presionar al grupo terrorista, no al país aliado.

Esa presión combinó tres elementos: amenazas creíbles a Hamas, negociaciones duras con Catar, Turquía y Egipto e incentivos a los estados árabes para participar en la reconstrucción de la posguerra. El resultado está a la vista: la liberación de los rehenes israelíes vivos, la permanencia del ejército israelí en más de la mitad de Gaza, la requerida desmilitarización de Hamas y su exclusión política en la posguerra, y la creación de una fuerza árabe de estabilización, respaldada por Washington.

Al viajar a Egipto a presentar formalmente su nuevo plan de paz, Trump profetizó el amanecer histórico de un nuevo Medio Oriente. Aunque la frase suena grandilocuente, refleja una convicción: el conflicto Hamas-Israel no se resolvería con apaciguamiento (como Europa proponía) ni con contención (como Joe Biden deseaba), sino con una victoria rotunda (como Israel concibió). Esto último no se alcanzó plenamente: Hamas aún retiene cadáveres de israelíes secuestrados y ostenta poder público mediante la ejecución de opositores internos. Sin embargo, es solo un fragmento de la máquina militar que supo ser.

La equiparación de la fase actual con la Conferencia de Yalta de 1945, donde se rediseñó el orden mundial tras la Segunda Guerra, tiene sentido ilustrativo: estamos frente a un reajuste de poder regional. Tres desarrollos militares lo hicieron posible: la derrota parcial de Hamas en Gaza; el desmantelamiento de Hezbolá y la progresiva recuperación del control del Líbano por su propio ejército; y los ataques a Irán, que dañaron su programa nuclear e interrumpieron su expansión imperial.

Estos hechos provocaron una reconfiguración apreciable: el eje radical del islam político quedó debilitado, el bloque pragmático árabe emergió como actor relevante y se reabrió la posibilidad de expandir los Acuerdos de Abraham. Pero hay que recordar que Yalta también tuvo su lado oscuro. El exceso de influencia soviética condenó a Europa oriental a medio siglo de tiranía. Si el nuevo orden de posguerra carece de equilibrio, podría ocurrir que se sustituya una dictadura jihadista por un gobierno palestino ineficaz, una reocupación israelí problemática o un tutelaje extranjero perpetuo. En tales escenarios resultará difícil imaginar una situación de paz.

En definitiva, el desenlace de la guerra Israel-Hamas representa al momento una victoria simbólica para Israel, pero todavía no una paz realizable como se viene publicitando. Israel emerge sin dudas como la nueva potencia militar regional, pero los riesgos para el Medio Oriente no desaparecerán si Hamas sobrevive políticamente, Hezbolá se recupera militarmente, los Houtíes no son aplacados, Irán activa su venganza o una combinación de todo ello.

El éxito estratégico de este acuerdo dependerá también de si los vencedores y sus aliados lograrán convertir este momento político en un proyecto de estabilidad realista. No obstante, un hecho positivo se destaca: la narrativa de sangre y fuego que Teherán y Hamas insertaron en el Medio Oriente dos años atrás, hoy se está consumiendo ante el horizonte posible de una normalización regional.