«La idea de un Estado judío desafió al Vaticano»
La cuestión: ¿Cómo fue la reacción inicial que tuvo el Vaticano ante el nacimiento de Israel?
La respuesta: Roma y Jerusalem
La relación entre cristianos y judíos nunca fue fácil. Menos aún la que tuvo el Vaticano con el nuevo Estado de Israel. En el libro Roma y Jerusalem (Debate, 520 pesos uruguayos) Julián Schvindlerman hace un pormenorizado racconto de cómo la Santa Sede reaccionó a lo largo de la historia ante los judíos, y la nula aceptación que tenía la idea de un estado sionista entre las más altas cúpulas del papado. Lo hace basándose en declaraciones públicas papales y también recortes de los medios oficiales del Vaticano que reflejan lo difícil que fue llegar a la diplomacia de hoy.
EXTRACTOS:
La idea de un Estado judío desafió al Vaticano psicológica, teológica y políticamente. En la época del advenimiento del sionismo político, L`Osservatore Romano todavía publicaba noticias acerca de presuntos crímenes rituales judíos. Que el órgano vaticano hiciera ello sin tapujos no era menos reflejo de la cultura política reinante en el catolicismo en esos tiempos que resultado de un modo usual de ver a los judíos a través de centurias de política clerical hostil. La noción de que el pueblo judío tenía derecho a la autodeterminación -o derecho alguno a cualquier cosa, sin ir más lejos- era anatema para el entendimiento católico del papel del judío en la historia, y aceptar algo diferente demandaba un ajuste emocional exigente. Por surgir (inevitablemente) en el contexto de emergentes nacionalismos y en una atmósfera de creciente secularismo, liberalismo y modernismo, y por beneficiarse de todas esas mismas corrientes cuestionadoras del orden clerical establecido, el sionism o estaba destinado a irritar al Papado. (…)
Pero no todo fue negativo. Las décadas siguientes al fin de la Segunda Guerra Mundial presenciaron un cambio fundamental en la actitud del papado hacia el pueblo judío. Juan XXIII merece el crédito por haberlo propiciado y Juan Pablo II por haberlo consolidado. Hechos impensados poco tiempo atrás pasaron a ser recurrentes. Los papas visitaron campos de concentración y sinagogas, se dio un concierto en memoria del Holocausto en la propia ciudad del Vaticano y el antisemitismo fue duramente condenado. (…)
Pero el símbolo más significativo del nuevo enfoque vaticano hacia el pueblo judío ha sido el reconocimiento del Estado de Israel. Las primeras dos visitas papales acaecidas antes y después de tal reconocimiento ilustraron el contraste. Cuando Pablo VI visitó el país en 1964, el gobierno debió desplazarse a la Galilea para darle la bienvenida. Durante su corta estadía, el Papa en ningún momento nombró explícitamente a «Israel» o al «Estado judío», evitó reunirse con el Gran Rabino, y pronunció discursos en los que defendió a Pío XII y refirió a la teoría del desplazamiento. Cuando Juan Pablo II visitó Israel en el año 2000, lo hizo a una nación con la cual él mismo había entablado relaciones diplomáticas. Una vez allí, rezó en Jerusalem, se reunió con los dos principales rabinos, fue a Yad Vashem, e introdujo una plegaria en las piedras del Muro de los Lamentos (…). El viaje de Benedicto XVI del año 2009 reforzó la realidad del vínculo Vaticano-Israel. (…) Por supuesto llegar a este punto no ha sido sencillo. (…)
Conforme ha observado el primer embajador israelí en la Santa Sede, el reconocimiento temprano a Israel podría haber sido para la Iglesia Católica una oportunidad histórica de rectificar -aunque sea parcialmente- su pasado de hostilidad hacia los judíos y su silencio durante la Shoá, pero Roma eligió ver las cosas de un modo diferente. Sólo después que la OLP consintió en reconocer formalmente a Israel, la Santa Sede decidió hacer lo mismo. Para entonces el Estado de Israel había cumplido cuarenta y cinco años de vida soberana. En diciembre de 1993 el Acuerdo Fundamental fue firmado entre las partes y en junio de 1994 Israel y la Santa Sede intercambiaron embajadores. Al cabo de noventa años, la búsqueda de reconocimiento vaticano por parte del sionismo llegaba a su fin. Herzl obtenía así una victoria póstuma. Se abría un nuevo horizonte en las relaciones entre ambos Estados, y al mismo tiempo se cerraba un primer capítulo de la política vaticana hacia una nación de la que acertadamente se ha dicho que posee demasiada poca geografía para tanta historia.
EL EXPERTO
No es la primera vez que Schvindlerman escribe sobre sionismo. El analista internacional es autor de «Tierras por paz, tierras por guerra» y ha publicado columnas en Clarín y La Nación, entre otros.