Por Julián Schvindlerman
Mundo Israelita – noviembre 2021
El próximo 24 de diciembre habrá elecciones nacionales en Libia por primera vez en su historia, y los candidatos comenzaron a anunciarse. Hace poco, el pueblo libro se enteró de que el mismísimo Saif al-Islam Gadafi se estará postulando a la presidencia del país. Hacía más de seis años que no se lo veía en público, tras haber sido secuestrado -presuntamente por miembros de la tribu Zinten- en 2011 y liberado unos años después. El famoso hijo de Muhamar Gadafi reemergió con nuevo look tribal: barba canosa y atuendo marrón tradicional. Todavía pesan sobre él una orden de arresto de la Corte Penal Internacional y una condena a muerte emitida por fiscales libios por crímenes de lesa humanidad.
Saif al-Islam es el hijo mayor de la segunda esposa de Gadafi, Safia Farkash. Educado en arquitectura e ingeniería en la Universidad al-Fateh de Trípoli y en administración de negocios en la Escuela Internacional de Negocios de Viena, el siempre sonriente Saif encantó a las audiencias internacionales ávidas de visualizar una nueva Libia en el siglo XXI. Palabras tales como “democracia”, “imperio de la ley” y “transparencia” eran frecuentes en sus discursos. “Los viejos tiempos han terminado” declaró en el Foro de Davos en 2005. En 2002 publicó bajo su propio sello editorial su tesis de maestría, “Libia y el siglo XXI” la que tomaba como marco teórico de referencia ideas de Michael Porter y citaba al Libro Verde de Muhamar Gadafi.
Con ánimo reformista, estimuló a su padre a lanzar una campaña pública contra la tortura, con afiches de condena en las calles del país, e invitando a quienes la habían padecido a registrar una queja. También ofreció a los disidentes exiliados a que regresaran a casa e inició contactos con los islamistas otrora perseguidos. Provocó una controversia al doctorarse en filosofía política en la London School of Economics bajo acusaciones de no haber sido el autor de su tesis y realizar una donación material jugosa poco después, lo que terminó con la dimisión del decano. También financió las campañas políticas del extremista austríaco Jörg Haider y declaró que Libia había aportado a la campaña del francés Nicolas Sarkozy. Cuando en 2009, en coincidencia con el 40 aniversario del golpe que llevó a Gadafi al poder, el gobierno británico liberó al terrorista juzgado por el atentado de Lockerbie, Abdelbaset al-Megrahi, Saif al-islam lo acompañó de regreso a Libia.
Nunca abandonó sus excentricidades. Hizo trasladar a sus dos tigres blancos, Barney y Fredo, al zoológico de Viena para poder visitarlos durante sus estudios y de regreso en Libia solía gozar de su compañía durante las entrevistas periodísticas. En cierta ocasión uno de los animales salió de su jaula y Saif “salió disparado como el infierno” en palabras de un amigo. Cuando Fredo murió, lo hizo embalsamar. Dado a las artes, en 2002 montó una gran carpa a la entrada del Royal Albert Hall en Londres para exhibir sus obras, oficiando él mismo de guía, vestido con traje blanco y zapatos de piel de leopardo. Un crítico observó que “su sentimentalismo es solamente excedido por su incapacidad técnica” pero aparentemente eso no hizo mella en este artista convencido.
Además de Saif al-Islam, Gadafi tuvo otros ocho hijos. El mayor, Mohammed, y el menor, Saif al-Arab, mantuvieron un perfil bajo alejados de la mirada de los medios de comunicación. Saadi se dio a conocer como jugador de fútbol en el club italiano Juventus, del que el estado libio era dueño parcial; fue suspendido bajo sospechas de dopaje. Gastó cien millones de dólares en proyectos fílmicos, entre ellos la remake de la película alemana “El experimento”. Se hizo fama de “fiestero bisexual y empresario diletante”, según una caracterización, y se rumoreó que había sido extorsionado por la mafia italiana a la luz de unas fotografías de índole sexual. Aisha, apodada la Claudia Schiffer del Norte de África, se graduó de abogada y formó parte de la defensoría de Saddam Hussein en el juicio del 2006 que culminó en su ejecución. También defendió al periodista iraquí que arrojó un zapato contra el presidente George W. Bush y al grupo terrorista irlandés IRA. Seducida por la moda y las extravagancias, se hizo hacer un sofá de oro con la forma de una sirenita a su semejanza. Khamis ingresó a la policía, recibió entrenamiento en Rusia y estuvo a cargo de la seguridad personal de su padre y del complejo presidencial de Bab Al-Aziziya.
Hannibal, conocido como “el capitán” por haber tomado cursos en la academia naval, estuvo rodeado de algunas polémicas. En Italia, en 2001, tuvo una trifulca a la entrada de una discoteca la cual concluyó cuando fue rociado con un matafuego por la policía. En Francia, en 2004, fue arrestado por conducir a 140 km/h en los Campos Elíseos. Su esposa cierta vez contrató un jet privado sólo para transportar a su perro desde el Líbano a Libia. En 2008 fue arrestado en Suiza junto con su esposa embarazada por golpear a sus sirvientes con perchas. Su padre reaccionó con furia: ordenó el retiro de cuatro mil millones de dólares de cuentas suizas, expulsó a diplomáticos helvéticos de Libia, arrestó bajo falsas acusaciones a un empresario suizo, forzó el cierre de negocios suizos en Libia e interrumpió las exportaciones de petróleo a Berna. Además presentó formalmente una propuesta en las Naciones Unidas pidiendo que Suiza fuese dividida y asimilada territorialmente entre sus vecinos.
Todos los hijos de Gadafi se enriquecieron tremendamente con la apertura económica global de Libia. Mohamed controlaba el mercado de las comunicaciones y presidía el Comité Olímpico y el Automóvil Club Libio. Hannibal tenía en sus manos el transporte marítimo. Saadi atendía el sector deportivo, de la construcción y los alquileres de autos. Moatassim, Khamis y Aisha dirigían sus propios negocios millonarios. “Libia no era tanto una nación como un próspero negocio familiar” comentó Jon Lee Anderson en Crónicas de un país que ya no existe: Libia, de Gadafi al colapso. Para enojo de las masas (y de su propio padre) solían organizar fiestas grandiosas, llenas de música, glamour y champagne. Sus fotos en yates en el mar del Caribe rodeados de modelos o sus contrataciones de figuras estelares del rock&pop como Beyoncé para sus celebraciones personales, o Nicole Kidman para las fotos de ocasión, sólo fomentaban desprecio y resentimientos en la población libia. No obstante, Gadafi declaró saber mantenerlos a raya: “Mis hijos son como una bolsa de ratas, cuando se salen de la línea, yo tan sólo sacudo la bolsa”.
La revueltas árabes del 2011 desafiaron al clan Gadafi. Para sorpresa de muchos, el hijo sofisticado y reformista, Saif al-Islam, respaldó a su padre y a la represión. Al principio intentó persuadir a Muhamar de que el ánimo social estaba caldeado y de que él debía hacer algo al respecto, llegando a partir enojado hacia Austria cuando su padre lo desoyó. A su regreso intentó influir sobre personalidades prominentes allegadas al Coronel. Pero en la hora crucial, Saif se mostró como un verdadero Gadafi. “Pelearemos hasta el último hombre y mujer y bala” declaró con gestos amenazantes. “No perderemos a Libia… Viviremos en Libia y moriremos en Libia”. Muchos en la comunidad internacional estaban consternados. A decir de un observador, de haber sido un compensador de la locura de su padre, Saif se había convertido en su réplica.
Con el derrocamiento de Gadafi, la bolsa de ratas cayó al suelo. Saadi huyó a Níger. Aisha, Mohamed y Hannibal se refugiaron en Argelia. Saif al-Arab murió en un ataque aéreo de la OTAN. Khamis murió en combate. Moatassim fue ultimado junto a su padre. Saif al-Islam halló cobijo en Bani Walid pero fue eventualmente atrapado por milicianos y pasó varios años en cautiverio. Por un largo período no fue visto en público y su paradero era desconocido. Ahora ha resurgido, con la ambición de recuperar el trono que por décadas ocupó su padre; el legendario perro rabioso del Medio Oriente.
Autor de Escape hacia la utopía: el Libro Rojo de Mao y el Libro Verde de Gadafi (Biblos)