Varios

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Por Julián Schvindlerman

  

El centenario de la Universidad Hebrea de Jerusalem – 01/25

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El 27 de marzo de 1925, uno de los fundadores de la Universidad Hebrea de Jerusalem, Albert Einstein, escribió en The New Palestine un artículo titulado “La misión de nuestra Universidad”. Allí anotó:

“Una universidad es un sitio en el cual la universalidad del espíritu humano se pone de manifiesto. La ciencia y la investigación reconocen a la verdad como su exclusivo objetivo […] Yo estoy convencido de que […] con el correr del tiempo esta institución habrá de demostrar con absoluta claridad los logros que el espíritu judío es capaz de alcanzar […] nuestra universidad podrá desarrollarse velozmente convirtiéndose en un gran centro espiritual que evoque el respeto por la raza humana culta de todo el mundo”.

En el siguiente siglo, esta universidad -que inicialmente contaba apenas un puñado de profesores y estudiantes- será continuamente calificada como una de las mejores universidades del mundo y del país, y legará siete premios Nobel a la humanidad: uno en Física (David Gross), dos en Economía (Daniel Kahneman y Robert Aumann) y cuatro en Química (Aarón Ciechanover, Avram Hershko, Roger Kornberg y Ada Yonat); verificando el anhelo y pronóstico de Einstein, él mismo Premio Nobel en Física.

Pero nótese que Einstein la definió como “un gran centro espiritual”, una caracterización que trasciende lo nocionalmente académico. Para este destacado científico y pensador, la vitalidad de una universidad radicaría no meramente en sus proezas académicas (que de por cierto, la UHJ alcanzó) sino esencialmente por su “espiritualidad”, un atributo inusual para un centro de estudios laico como lo es esta universidad que contó entre otros fundadores al padre del psicoanálisis Sigmund Freud, al filósofo Martin Buber y al químico Jaim Weizmann. No obstante, la idea de crear una universidad para el pueblo judío había surgido de un rabino y doctor en matemáticas, Tzvi Herman Shapira. Y esa integración entre la religión y las ciencias exactas que él encarnaba es un indicio apto a la referencia de Einstein. En su artículo, él también refirió al “espíritu humano” y al “espíritu judío”, alusiones al ánimo, al brío con que las personas que la conformaran la empujarían hacia su máximo esplendor. Einstein imaginó una misión trascendental para esta universidad, una misión elevada que irradiara saber y valores a toda la humanidad… desde la ciudad santa de Jeruslem.

Como orgulloso graduado de la Universidad Hebrea de Jerusalem, es para mí una alegría enorme unirme a la celebración de su primer centenario. Siempre recordaré con afecto y gratitud eternos mis años de estudiante en su campus del Monte Scopus, donde la diversidad cultural y el conocimiento científico interactuaban y se potenciaban con vitalidad, dando forma a un asombroso ecosistema humano e intelectual. Ésto, acompañado por las bellísimas vistas de su entorno geográfico sin par: hacia el Oeste, la magnífica Jerusalem, hacia el Este, la sobrecogedora Judea y Samaria. Antigüedad y modernidad con sólo girar la mirada mientras uno se encuentra posicionado en una universidad de vanguardia y excelencia que porta su propia historia singular. Un centro de altos estudios en una de las más hermosas colinas de Jerusalem, el corazón espiritual del pueblo judío.

Desconozco si Albert Einstein pensó en esto cuando escribió cien años atrás que la Universidad Hebrea de Jerusalem sería un centro espiritual, pero a mí me pareció sentirlo así allá.