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Payasos en la onu – 29/04/2009

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Uno debe remontarse al año 1974 cuando el terrorista palestino Yasser Arafat fue invitado a disertar ante la Asamblea General de las Naciones Unidas para recordar un escándalo de similar envergadura como el ocurrido la semana última en Ginebra. Al invitar oficialmente al presidente iraní Mahmoud Ahmadinejad a orar en la inauguración de la Conferencia Mundial de la ONU contra el Racismo, la Discriminación Racial, la Xenofobia e Intolerancia Relacionada, esta institución supranacional ha dejado una vez más en evidencia su caducidad moral. El espectáculo de un tirano racista negador del Holocausto dando un discurso en el marco de una cumbre de la ONU contra el racismo marcó un precedente memorable. El momento iconográfico por excelencia de este drama quedó capturado en las imágenes de tres estudiantes franco-judíos disfrazados de payasos arrojando narices postizas rojas al podio del orador. Ninguna crítica intelectual podría superar en efectividad e impacto visual el retrato plasmado por esos intrépidos jóvenes: la ONU como farsa circense.

El presidente iraní fue el único jefe de estado en viajar a Ginebra para la ocasión. Arribó con una comitiva de 180 delegados que el gobierno suizo albergó en alrededor de cuarenta habitaciones de hotel. Fue recibido por el presidente suizo Hans-Rudolf Merz, quién defendió posteriormente su decisión, y por el Secretario-General de la ONU Ban Ki-moon, quién aseguró haber instado al iraní a la moderación. Ahmadinejad calificó a Israel de régimen racista, cruel y opresivo», afirmó que era «una nación entera [creada] con el pretexto del sufrimiento judío», e instó a «erradicar este bárbaro racismo». Eso decepcionó a Ki-moon, pero la vocera de la ONU Marie Heuze afirmó que el presidente iraní había moderado su discurso. Según ella ha dicho a Associated Press, la parte relevante del discurso oficial en farsi decía: «Luego de la Segunda Guerra Mundial, ellos recurrieron a la agresión militar para destituir a una nación entera sobre el pretexto del sufrimiento judío y la cuestión dudosa y ambigua del Holocausto». Heuze señaló que Ahmadinejad omitió decir «dudosa y ambigua» y en su lugar refirió al «abuso de la cuestión del Holocausto». Que atento, ciertamente. ¿Qué haríamos sin la asistencia indispensable de los oficiales de la ONU? Este evento dividió a los países del mundo en dos categorías morales: aquellos que decidieron boicotearlo y aquellos que decidieron participar del mismo. En el primer grupo se destacó Canadá, la primera nación en hacer pública su no-participación. Le siguieron Israel, y después, Estados Unidos. Se sumaron Italia, Polonia, Australia, Nueva Zelanda, y Alemania; una vez que Ahmadinejad anunció que asistiría como Jefe de Estado. La República Checa se retiró de la toda la conferencia luego del discurso del líder iraní. Entre quienes permanecieron en la conferencia quedaron subdivididos en dos grupos a su vez: aquellas naciones que se retiraron de la sala ante la diatriba de Ahmadinejad, y aquellas que optaron por quedarse en el recinto. Muchos países europeos pertenecen al primer subgrupo; las naciones latinoamericanas, africanas, árabes y musulmanas se encontraron en el segundo.

La conferencia -denominada «Durban II» por ser un seguimiento de la primera y previa conferencia de la ONU contra el racismo que devino en un linchamiento moral de Israel, acaecida en Sudáfrica en 2001- costó u$s 5.3 millones. El comité preparador del encuentro fue presidido por Libia y estuvo compuesto por Pakistán, Cuba, Rusia y el propio Irán, entre otros. Según UN Watch, cerca de u$s 1.6 millones fueron aportados por países donantes, entre ellos Rusia (u$s 600.000), Arabia Saudita (u$s 150.000), Irán (u$s 40.000), China (u$s 20.000), Kuwait (cifra indeterminada) más una contribución simbólica de la OLP (u$s 1.700). Los restantes u$s 3.7 millones fueron tomado del presupuesto regular de la Oficina del Alto Comisionado para los Derechos Humanos, lo que significa que incluso los países que la boicotearon pero aportan a las arcas de la ONU indirectamente han financiado esta reunión. Washington, que es el más grande contribuyente a la ONU (22% de todo su presupuesto), había retenido el importe proporcional para esta conferencia.

Esta nueva extravagancia de las Naciones Unidas sólo sirvió para socavar aún más la pobre imagen internacional de ella misma, denostar a un estado-miembro, ofender a (algunas) naciones libres, regalar publicidad a un negador del Holocausto, y encubrir los reales abusos humanitarios que acontecen urbi et orbi. «En una conferencia que prometió revisar la conducta de los países sobre el racismo», indicó Hillel Neuer de UN Watch en testimonio ante la Conferencia de Revisión de Durban, «¿Puede alguien decirme quién ha sido monitoreado?» Esta cumbre fue copada íntegramente por los opresores. Para ser oídas, las víctimas de los abusadores y activistas de derechos humanos debieron asistir a un foro paralelo organizado por unas cuarenta organizaciones humanitarias, fuera del marco de la ONU. Allí pudieron hablar el sobreviviente de la Shoá Elie Wiesel, el ex disidente soviético Natan Sharansky, el activista Saad Edin Ibrahim (encarcelado durante tres años por el gobierno egipcio), Kristyiana Valcheva y Ashraf El-Hajoj (enfermera búlgara y médico palestino respectivamente, arrestados y torturados por el régimen libio bajo cargos falsos), Ahmad Batebi (pasó nueve años en cárceles iraníes por haber mostrado a la prensa internacional la remera ensangrentada de un amigo en una manifestación en Teherán), Ester Mujawayo (sobreviviente del genocidio contra los tutsis en Rwanda), Gibreil Hamid (darfuriana sobreviviente del genocidio sudanés), Soe Aung (opositora a la junta de Burma), y José Catillo (ex prisionero político en Cuba) entre muchos otros.

El mismo día que comenzó la conferencia de la ONU en Ginebra, el escritor Gerd Honsik fue llevado a juicio en Viena por negar públicamente el Holocausto. En febrero, la Argentina expulsó al obispo británico Williamson por el mismo motivo. Sin embargo, ni Austria ni Argentina boicotearon Durban II, y esta última ni siquiera abandonó la sala cuando habló el presidente iraní. Seguramente, ni Honsik ni Williamson negocian con estas dos naciones en volúmenes de millones de dólares, como la República Islámica de Irán lo hace. Pero por el bien de la consistencia más elemental, Austria, la Argentina y el resto del mundo libre deberían repudiar a Ahmadinejad con la misma determinación con la que sancionan a sátrapas de similar calibre. Si negar el Holocausto es un delito moral en Viena y en Buenos Aires, no debiera dejar de serlo en Ginebra o en Teherán.

Originalmente publicado en Libertad Digital