Compromiso

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Por Julián Schvindlerman

  

Salam Fayyad y el fin de una época – 12/11

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Cuando nació, cerca de Tulkarem en 1952, Cisjordania estaba bajo gobierno jordano. En su temprana adultez eligió el Líbano para cursar sus estudios de ingeniería en la Universidad Americana de Beirut. Una vez graduado, viajó a los Estados Unidos a obtener una maestría en contabilidad por la Universidad Saint Edward y un doctorado en economía por la Universidad de Texas. Tras recibir la ciudadanía estadounidense, Salam Fayyad se incorporó a la Reserva Federal de Saint Louis pero preservó su vínculo con Jordania mediante su papel de docente de la Universidad de Yarmouk.

El mismo año en que se sumó como funcionario al Banco Mundial en Washington D.C., estalló la intifada palestina de 1987. En 1995, con el levantamiento palestino terminado y una era de negociación inaugurada entre Israel y la OLP, Fayyad fue designado representante del Fondo Monetario Internacional en las zonas administradas por la Autoridad Palestina. Asentado en Jerusalem Este, trabajó para esta institución global unos seis años para tomar luego, en 2001, un puesto en el Banco Árabe de Cisjordania.

Fayyad ha tenido una conexión remota con el nacionalismo palestino, que data de sus tiempos mozos cuando estuvo relacionado a la OLP. Pero esencialmente él es una figura independiente. En el 2005, año de la retirada unilateral israelí de la Franja de Gaza, junto a la activista y política Hanan Ashrawi y otros notables palestinos, fundó un partido político llamado “La Tercera Vía” que buscaba ofrecer una alternativa a la población palestina, entonces dividida -básicamente- entre Fatah y Hamas. La lógica del establecimiento partidario era simple: Fatah estaba contaminada de corrupción y nepotismo, Hamas era prisionera de su violencia y extremismo; una tercera vía era necesaria. En rigor, había varios partidos independientes que ofrecían justamente ese mensaje de excepcionalidad a la calle palestina, entre otros “La Iniciativa Nacional Palestina” de Mustafá Barghouti y Haider Abdel Shafi, dos pesos pesados de la política local.

Pero las elecciones legislativas del 2006 dieron apenas el 2.4% de los votos a la agrupación de Fayyad. El gran perdedor, sin embargo, fue Fatah, que encogió abismalmente ante la victoria estelar y completamente legítima de Hamas. Al año siguiente, una cruenta lucha interna se sucedería entre los dos colosos del nacionalismo palestino. Al cabo de un tiempo violento, el movimiento integrista Hamas quedaría con el control total de Gaza. El presidente Mahmoud Abbas proclamó un gobierno de emergencia con Fayyad como premier. Fue un acto de subsistencia inconstitucional que removía al ejecutivo de la injerencia del parlamento, en manos de Hamas, cuyo líder Ismael Hanyeh se consideraba el primer ministro legítimo. Palestina quedaría partida geográficamente en dos sub-entidades gobernadas separadamente por dos enemigos políticos históricos.

En este escenario, la comunidad internacional apostó por Cisjordania. Ansiosa ante el posible descenso de Gaza al islamismo, decidió reforzar su apoyo material y político a la facción palestina más moderada. La Gaza de Hamas quedó bajo el paraguas de la protección iraní, creció militarmente y se empobreció económicamente. Bajo la capitanía de Fayyad, la economía cisjordana floreció: carreteras, escuelas y hospitales fueron construidos, árboles fueron plantados, la transparencia administrativa emergió y la asistencia mundial continuó fluyendo hacia Ramallah. El milagro palestino parecía, finalmente, haber advenido.

Pronto surgió un nuevo obstáculo al progreso palestino, y quizás desde el lugar más inesperado. Cuando el primer ministro Fayyad parecía haber asegurado la estabilidad en Cisjordania, el presidente Abbas repudió el diálogo con Israel y adoptó una política -tanto interna como externa- agresiva. Tres decisiones suyas del 2011 resultaron ser claves para crear un cortocircuito político con su premier. Una de ellas fue negociar un gobierno de unidad nacional con Hamas. Otra, promover el reconocimiento global del estado palestino en las Naciones Unidas. Una tercera fue purgar del gobierno a oficiales leales a Fayyad. Las tres iniciativas desafiaron la confianza de Washington y Bruselas, principales patrocinadores diplomáticos y económicos de la Autoridad Palestina.

Hoy la familia de las naciones contempla, azorada, como Abbas jaquea galantemente los logros del tecnócrata desideologizado, mientras se empecina inexplicablemente en hacer de Palestina -en la observación del editor español Mario Noya – el país del Nunca Jamás.