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Comunidades, Comunidades - 2008

Comunidades

Por Julián Schvindlerman

  

¿Malentendidos de traducción? – 20/08/2008

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Así comenzaba la crítica del libro La limpieza étnica de Palestina, por Illán Pappé, publicada en adncultura el 9 del corriente: El historiador israelí Illán Pappé ha logrado ponerle un punto final a una de las polémicas más sensibles y persistentes de la historia moderna.

La Limpieza étnica de Palestina, que hace referencia a hechos ocurridos entre 1947-49, cauteriza un tema del cual dependen desde hace más de sesenta años tanto la identidad palestina como la israelí. Para los primeros fue el ´Desastre´, la Nakba, un componente fundamental de representación nacional; para los segundos, la guerra de la independencia, con acontecimientos considerados casi como ´secretos de estado´ y hasta ahora silenciados y negados». Como es sabido, Pappé pertenece a la camada de los llamados nuevos historiadores, quienes en la opinión de quién hizo la reseña de este libro, Andrés Criscaut, «han sabido analizar de una manera mucho más crítica y fundamentada» la historia del conflicto. Según el crítico, el texto de Pappé «combina rigor académico y claridad periodística», «rebate los argumentos de que los árabes de Palestina huyeron por voluntad propia», y «desarticula también el mito de que en 1948 un pequeño ejército israelí tuvo que enfrentar una aplastante coalición de ejércitos árabes». En la visión de Criscaut, «Este libro puede ser valorado como una suerte de J´accuse del conflicto. Su aporte es clave…».

Quienes no estén lo suficientemente familiarizados con la ideología de Pappé -como seguramente será el caso de la vasta mayoría de los lectores argentinos de adncultura- no tendrán manera de saber que él es un profesor radical antiisraelí, ampliamente repudiado en Israel y en las comunidades judías de la diáspora. Su desprecio por el estado judío es de tal magnitud, que ha sido uno de los instigadores del boicot académico británico contra universidades israelíes; sistema educativo del que él mismo fue parte hasta hace poco como profesor de la Universidad de Haifa. Nada de esto podremos saber a partir de la crítica de Andrés Criscaut, cuyas palabras elogiosas cubren de legitimidad periodística a este autor extremista y a su nueva entrega pro-palestina. La referencia al J´accuse marca una nueva instancia de lo que ya es tendencia entre los antiisraelíes: emplear la historia judía contra los propios judíos. Así, hoy los israelíes son nazis, los palestinos David e Israel Goliat, y ahora Pappé el nuevo Zolá que expone la verdad.

Pocos meses atrás había llegado a la Argentina la versión castellana del libro Contra Israel, del investigador judío canadiense Yaakov Rabkin, que detalla la historia del antisionismo ortodoxo; el libro también fue positivamente reseñado. La obra de Noam Chomsky es regularmente traducida al español y también presentada con buenas luces en los medios, sin la más mínima referencia a su visión de judío auto-odiante. Él y sus camaradas radicales habitualmente son presentados como referentes de opinión por periodistas locales que rara vez brindan una perspectiva neutral que permita evaluar objetivamente la obra de estos escritores. Daniel Barenboim, otra figura mimada del periodismo argentino, es cotidianamente caracterizado como un moderado sensato, cuando en realidad él también es un extremista cuyo pacifismo consiste en abrazar acríticamente la narrativa palestina. Su socio para la paz era el igualmente amado Edward Said; opositor de Yasser Arafat por haber firmado un acuerdo de paz con Israel. En esta atmósfera, lo más centrado que podemos aspirar a leer en el campo de las traducciones foráneas referidas a este tema, es a Amos Oz, A.B.Yehoshua, Shimon Peres o a Shlomo Ben-Amí; todos ellos exponentes del sionismo de izquierda. En 1993 fueron publicados casi simultáneamente en idioma inglés los libros El Nuevo Medio Oriente de Shimon Peres y Un lugar entre las Naciones de Binyamín Netanyahu. Sólo uno de ellos fue traducido al español. Adivine cual.

Bienvenido el interés literario argentino en la historia y la actualidad del conflicto palestino-israelí. Lástima que la ecuanimidad editorial no esté presente entre muchos de los editores y reseñadores argentinos. Su falta de esfuerzo en alcanzar cierto equilibrio ideológico al seleccionar obras para publicación local es lamentable, en tanto priva al público lector de puntos de vista disímiles definitivamente necesarios para conformar un entendimiento desapasionado de este espinoso asunto. Dudo que esto se sustente en los gustos de los lectores, a los que presuntamente las editoriales deben amoldarse, puesto que casi nunca se les ha brindado la oportunidad de decidir por sí mismos al respecto. Más bien, esto pareciera reflejar las preferencias políticas de los mismos editores.

Ante este cuadro, no menos desafortunada es la ausencia de respuesta comunitaria. De la dirigencia rara vez oímos algún reclamo en este sentido que no sea un email privado enviado a un grupo reducido de amigos por algún dirigente indignado. Institucionalmente, nada. Asimismo, el nulo protagonismo en este campo de la Embajada de Israel es legendario. Incluso la inigualable ocasión que brinda año tras año la Feria del Libro es sistemáticamente desperdiciada sobre la base de que sólo deben promoverse libros «culturales»; es decir, no políticos. Otros stands realizan una lectura más flexible de lo cultural, y de esta forma podemos encontrar en dicha feria libros de nacionalistas árabes y escritores occidentales pro-palestinos. Por caso, durante la última exposición -a metros del stand israelí- se exhibió un libro (acompañado de un video) a propósito del «Muro» de seguridad con un sesgo muy marcado. Lo más vinculado a este tema que se podría encontrar en el stand de la Embajada de Israel sería un libro sobre tendencias vanguardistas en la fotografía telaviviense. Afortunadamente, pueden encontrarse libros más caritativos en el stand de la AMIA de manera regular.

Me permito realizar esta crítica de espíritu constructivo, como alguien que cree haber hecho su aporte personal en esta área. La publicación en el año 2002 de mi libro Tierras por Paz, Tierras por Guerra, pretendió justamente servir de contrapunto a la avalancha de material anti-israelí que circulaba y aún circula en el mercado editorial argentino. El impacto que tuvo en las comunidades judías de aquí y de la región se debió en parte a su excepcionalidad: aún hoy sigue siendo uno de los pocos referentes en lengua hispana sobre el conflicto del Medio Oriente con un ángulo distinto del habitual. En esta coyuntura, seguirá siendo una rara avis literaria. Mientras se sostenga la mixtura compuesta por la parcialidad de algunos y la indiferencia de otros, mucho me temo que La limpieza étnica de Palestina de Illán Pappé no será lo último que veremos de autores antiisralíes publicado por estos pagos.

Comunidades, Comunidades - 2008

Comunidades

Por Julián Schvindlerman

  

Las lecciones politicas de Batman – 06/08/2008

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La última entrega cinematográfica de la saga Batman ofrece refrescantes referencias políticas relativas a la guerra contra el terrorismo. Acostumbrados como estamos al auto-castigo flagelante de la comunidad artística Hollywoodense, El Caballero de la Noche» brinda una saludable excepción de refinada sofisticación. Se trata de un blockbuster y no de un ensayo político, desde ya, pero aún desde ese lugar el film es políticamente instructivo a la vez que maravillosamente entretenido.

Los habitantes de Ciudad Gótica están amenazados por un personaje siniestro de aspecto estrafalario y diabólicamente creativo en sus complots (impecable composición póstuma de Heath Ledger del personaje del «Guasón»). Su vocación por hacer el mal y las divulgaciones televisadas de los asesinatos de sus rehenes tienen un paralelo evidente con Osama Bin-Laden y las decapitaciones de sus seguidores fundamentalistas. Viéndolo por televisión, Batman se pregunta en voz alta cuál será su motivación. Así pretende entenderlo y diseñar un curso de acción. Es en la respuesta de su leal mayordomo donde encontramos una de las más claras afirmaciones del film. Éste lo disuade diciéndole que, sencillamente, «Hay gente que sólo desea ver el mundo arder». Ello constituye un ataque al corazón del dogma progresista multicultural: no todos deseamos las mismas cosas ni compartimos un lenguaje moral común. El punto está reforzado en otras escenas de la película, como cuando El Guasón explica a sus víctimas los supuestos orígenes de la cicatriz que cruza su rostro en forma de sonrisa perversa. A un hombre le dice que se debe a la agresividad paterna; a una mujer, que él mismo se la hizo en prueba de amor a la esposa que lo traicionó. Es recién en el segundo caso que advertimos que El Guasón miente y que la compasión que pudimos haber sentido por su trauma personal es irrelevante. Es recién entonces que comprendemos que las «causas» invocadas de su resentimiento eran superfluas, y que tal como las causas generalmente atribuidas al comportamiento de los terroristas de nuestra contemporaneidad, éstas son meras excusas que encubren una inclinación interna por el mal.

El film está repleto de simbolismos. La confusión reinante entre víctimas y victimarios podemos verla retratada en una situación de toma de rehenes. Secuaces del Guasón se hallan apostados próximos a grandes ventanales en un edificio sumido en la oscuridad que contiene a un grupo de rehenes secuestrados. La policía quiere abatirlos con francotiradores, pero nuestro héroe Batman señala que «nada es tan simple con El Guasón», y al acercarse, descubre que los secuaces eran en realidad los rehenes disfrazados y maniatados mientras que los malvados vestían como médicos. Desconozco si era la intención de los productores, pero una lección posible sería: cuidado con las lecturas superficiales de la realidad. En otro momento del film, Batman recurre a un sistema de escuchas ilegales para detectar el escondite de su Némesis. Una vez logrado ello, destruye el sistema. Clara alusión a las protestas demócratas contrarias a las medidas antiterroristas de la administración Bush. El film parece estar sugiriendo que ante amenazas a la seguridad colectiva es necesario restringir temporalmente las libertades civiles para garantizarlas a largo plazo.

Una de las escenas más impactantes del film ocurre cuando El Guasón informa a los tripulantes y pasajeros de dos barcos próximos en altamar que ambos están cargados de explosivos. Cada tripulación tiene en sus manos el detonador de la carga explosiva del otro barco. Les da diez minutos para tomar la decisión: él desea ver como los pasajeros de uno de los barcos provoca la explosión del otro para salvar su pellejo. En uno de los barcos, se efectúa una votación (tributo a la democracia estadounidense) y se decide por mayoría hacer estallar al otro barco. Pero nadie se atreve a pulsar el botón. Nadie parece dispuesto a cargar con tamaña responsabilidad. En el otro barco, un hombre fornido, tatuado, rapado y con un ojo de vidrio se dirige hacia el capitán del barco y le exige el detonador con estas palabras: «Haré lo que Ud. debió haber hecho hace diez minutos». Acto seguido, arroja el detonador por la borda. Maestra manipulación psicológica; estábamos seguros que detonaría la bomba ajena. Pero no. La solidaridad prima. Triunfa la unión y pierde el Guasón, a quién Batman -enfrascado en ese mismo instante en una lucha con éste- dice: «No todos son como vos». Sin ser ingenua, la película defiende el optimismo. Existe el mal, ciertamente, pero también existe el bien.

«Batman: El Caballero de la Noche» es un film de ficción y no caeremos en el exceso interpretativo. No obstante resulta claro que incluye observaciones filosóficas, moralejas políticas, y referencias culturales pertinentes a la actualidad. El film no es perfecto; podemos encontrar aquí y allá elementos que seguramente reprobaremos. Pero visto en su conjunto, nos recuerda que la lucha contra el mal requiere de líderes dispuestos a confrontar a los enemigos de la humanidad con los únicos códigos que éstos entienden. Algo que, por esta vez, parece ser visto más claramente en Hollywood que en otras partes.

Comunidades, Comunidades - 2008

Comunidades

Por Julián Schvindlerman

  

Cuando la diplomacia falla – 23/07/08

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Durante el año 2007, el partido gobernante y las fuerzas de seguridad en Zimbawe cometieron abusos contra partidos opositores y sus seguidores y obstruyeron sus actividades» conforme al Informe País sobre Prácticas de Derechos Humanos del Departamento de Estado norteamericano. El gobierno, cuya corrupción está «esparcida», incurrió en «amplio y sistemático abuso de los derechos humanos». Entre las violaciones a los derechos humanos de los zimbwaneses que las autoridades cometieron, el informe detalla «asesinatos ilegales y secuestros políticamente motivados», «violencia y discriminación contra la mujer», «tráfico de mujeres y niños» y «trabajo infantil». Además, las «fuerzas de seguridad torturaron a miembros de la oposición, líderes estudiantiles y activistas de la sociedad civil», «el gobierno continuó empleando leyes represivas para suprimir libertades de expresión, de prensa, de asociación, libertad académica, de asamblea y movimiento», y las «fuerzas de seguridad actuaron con impunidad, arrestaron y detuvieron arbitrariamente a la oposición, miembros de la sociedad civil, trabajadores, periodistas, manifestantes y líderes religiosos».

Esto ocurrió el año pasado, tal como en años anteriores. Este año, la política tiránica del dictador Robert Mugabe se sostuvo, y durante las últimas elecciones reprimió de tal manera a sus opositores que hasta la ONU intervino. El viernes 11 de julio, el Consejo de Seguridad se reunió para votar un paquete de sanciones promovido por Estados Unidos. Washington pretendía que la ONU impusiera un embargo de armas y limitaciones financieras a la vez que restringiera el movimiento internacional de oficiales del gobierno. Eso no sucedió. Rusia y China vetaron la iniciativa alegando que ello equivalía a una intromisión foránea en los asuntos internos del país. Libia y Vietnam coincidieron, y también votaron en contra. Otro tanto hizo Sudáfrica, invocando la solidaridad regional. Gracias a estas naciones, Mugabe podrá seguir masacrando a sus súbditos con total impunidad.

Al lunes siguiente, en un acontecimiento paralelo, el fiscal de la Corte Penal Internacional (CPI), el argentino Luis Moreno Ocampo, presentó cargos de genocidio contra el presidente sudanés Omar al-Bashir. Ocampo lo acusó de planificar la obliteración de las tribus africanas en Darfur mediante una campaña de asesinatos, violaciones, y deportaciones. Más de trescientas mil personas fueron muertas, más de dos millones y medio han sido desplazadas internamente, y casi un cuarto de millón de refugiados huyeron a Chad desde el año 2003 solamente. Tal como Mugabe, sólo que en el año 2000, Bashir fue reelecto en unas elecciones oficialmente fraguadas. El descargo del fiscal Moreno Ocampo marcó la primera vez que un jefe de estado en ejercicio es acusado por la Corte Penal Internacional, pero, según Associated Press, «Es improbable que Al-Bashir sea enviado a la Haya prontamente. Sudán rechaza la jurisdicción de la corte y se rehúsa a arrestar sospechosos». A su vez, a los jueces de la CPI les tomará «meses» -según ha estimado el propio fiscal- tomar la decisión de aceptar o denegar el pedido.

Apelar a otros órganos de la ONU no tendrá sentido: allí están Rusia y China para garantizar la inmunidad a los peores dictadores del globo. Además, tal como informaran las agencias ANSA, EFE, DPA y Reuters, Egipto, Irán y la Liga Árabe «rechazaron enérgicamente» la decisión de la CPI, mientras que el secretario-general Ban Ki-Moon «dialogó telefónicamente con Al-Bashir, a quién le aseguró que no influyó en la decisión de la CPI». Sea en Zimbawe, Teherán, en su momento Bagdad, Burma, o Darfur, la ONU está constitucionalmente incapacitada de actuar. Salvo, desde ya, que se trate de condenar alguna acción estadounidense o israelí, ocasión en la que ella inmediatamente esgrime notable celeridad. Y si bien en este caso puntual la CPI pudo operar a instancias del Consejo de Seguridad, el hecho de que esto sea una novedad es un comentario muy elocuente a propósito de su pobre accionar. A través de la Corte Penal Internacional, la ONU ha imputado en el pasado a quienes cometieron crímenes de guerra y contra la humanidad en Ruanda, Liberia y Bosnia, pero solamente una vez que el genocidio ya había sido cometido y los responsables abandonado sus cargos. Tal el caso de los jerarcas de Ruanda, el liberiano Charles Taylor, y el serbio Slodovan Milosevic. Si bien el castigo de tales crímenes es importante, la prevención y detención del crimen en ejecución es crucial. Y en esta área, el accionar de la ONU ha sido legendariamente decepcionante.

Para aquellos de nosotros que no tenemos demasiada fe en las bondades diplomáticas de las Naciones Unidas, estos hechos apenas sorprenden. Tenemos ante nosotros la dolorosa evidencia de que por años ella toleró el ilegal desarrollo nuclear iraní, los excesos criminales de Zimbawe, el genocidio de Sudán, y la represión de la junta militar de Burma. Sabemos con absoluta seguridad que si de la ONU dependiera, Saddam aún hoy sería soberano en Irak, el régimen Talibán seguiría intacto en Afganistán, y Milosevich continuaría matando a mansalva mientras que Bosnia y Kosovo permanecerían ensangrentadas. Para aquellos de nosotros que creemos en la necesidad de la ocasional intervención política y militar decidida para atenuar el sufrimiento humano allí donde la diplomacia ha fracasado, estas son obviedades. Para aquellos que repudian este curso de acción, ello es una cuestión de principios y no lucen dispuestos a reconocer que hay instancias en las que la diplomacia fracasa. No advierten que la insistencia en un método de probada inutilidad en determinadas situaciones contribuye al desamparo de las víctimas.

La agonía de Sudán, la tragedia de Burma, la amenaza de Teherán, y el terror de Zimbawe, son serios y reales. Igualmente serias y reales debieran ser las respuestas de la comunidad internacional.

Publicado originalmente en Libertad Digital (España)

Libertad Digital, Libertad Digital - 2008

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Por Julián Schvindlerman

  

Cuando la diplomacia falla – 21/07/08

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Según un informe del Departamento de Estado norteamericano, en 2007 las fuerzas opositoras zimbabuenses y sus militantes fueron objeto de abusos por parte del partido gobernante y las fuerzas de seguridad. El corruptísimo Gobierno de Robert Mugabe, dice también el referido documento, atentó sistemáticamente contra los derechos humanos.

El informe del Departamento de Estado denuncia que el Gobierno zimbabuense cometió «asesinatos ilegales y secuestros de tinte político», discriminó a las mujeres y ejerció la violencia contra ellas, estuvo implicado en el tráfico de mujeres y niños… Las fuerzas represivas «torturaron a miembros de la oposición, líderes estudiantiles y activistas de la sociedad civil» y perpetraron detenciones arbitrarias, y el Ejecutivo promulgó leyes que tenían por objeto suprimir las libertades civiles (expresión, prensa, asociación, reunión, etcétera).

Esto, por lo que hace al año pasado… y a tantos otros. Por lo que hace a 2008, el acoso del dictador Mugabe a la oposición ha llegado a tal punto que hasta la ONU ha prestado atención a lo que está pasando en el país africano. Así, el pasado día 11 el Consejo de Seguridad se reunió para estudiar la adopción de un paquete de sanciones. Washington pretendía que se impusiera a Harare un embargo de armas y restricciones financieras, y que se limitara el movimiento de los jerarcas mugabistas, pero no lo consiguió: Moscú y Pekín hicieron valer su derecho de veto, alegando que tales medidas representaban una injerencia en los asuntos domésticos de un país. Libia y Vietnam compartían el punto de vista de Rusia y China y también votaron en contra. Otro tanto hizo Sudáfrica, que invocó para ello la solidaridad regional. Gracias a los gobernantes de estos países, Mugabe podrá seguir masacrando a sus súbditos con total impunidad.

Pocos días después, el fiscal de la Corte Penal Internacional (CPI), el argentino Luis Moreno Ocampo, presentó cargos de genocidio contra el presidente de Sudán, Omar al Bashir, a quien acusó de planear la aniquilación de las tribus de Darfur mediante una campaña de asesinatos, violaciones y deportaciones.

Darfur: más de 300.000 muertos, más de dos millones y medio de desplazados, casi un millón de refugiados en el Chad.

Al igual que Mugabe, Bashir fue reelegido (en el año 2000) en unas elecciones fraudulentas. Ahora se ha convertido en el primer jefe de Estado en ejercicio en ser acusado ante la CPI; pero, según Associated Press, es «improbable» que sea enviado a La Haya en un futuro próximo, dado que Jartum no reconoce la competencia de la CPI. Por otra parte, a los jueces les tomará «meses», según el propio fiscal, tomar una decisión al respecto.

Apelar a otros órganos de la ONU no tendría sentido: ahí están Rusia y China para garantizar la inmunidad a los peores dictadores del globo. Además, tal y como informaron las agencias ANSA, EFE, DPA y Reuters, Egipto, Irán y la Liga Árabe han rechazado «enérgicamente» la decisión de la CPI, mientras que el secretario general de Naciones Unidas, Ban Ki Moon, ha dicho al propio Bashir, en conversación telefónica, que no ha influido en la decisión de la Corte.

Sea en Zimbabue, Irán, Irak, Birmania o Darfur, la ONU se muestra incapaz de actuar, salvo cuando se trata de condenar a EEUU o a Israel. Y si bien en este caso puntual la CPI pudo operar a instancias del Consejo de Seguridad, el hecho de que esto sea una novedad dice mucho de su pobre desempeño. A través de la CPI, la ONU ha imputado en el pasado a quienes cometieron crímenes de guerra y contra la Humanidad en Ruanda, Liberia y Bosnia, pero sólo cuando los genocidios ya se habían perpetrado y sus responsables ya habían abandonado sus cargos. Aunque el castigo de tales crímenes es importante, la prevención y la detención de los mismos mientras se están produciendo es crucial. En este punto, el historial de la ONU es harto decepcionante.

Estos hechos apenas sorprenden a quienes no tenemos demasiada fe en las bondades diplomáticas de la ONU, que lleva años tolerando el desarrollo ilegal del programa nuclear iraní, los excesos criminales de Mugabe, el genocidio de las tribus de Darfur y la represión de la junta militar birmana. Sabemos con absoluta seguridad que, si de la ONU dependiera, Sadam aún sería soberano en Irak, Afganistán seguiría bajo el yugo talibán y Milosevic, matando a mansalva.

Algunos creemos que hay veces que es necesario intervenir política y militarmente para atenuar el sufrimiento humano allí donde la diplomacia ha fracasado. Otros, en cambio, no están dispuestos a reconocer que hay ocasiones en que la diplomacia fracasa. No advierten que la insistencia en un método de probada inutilidad en determinadas situaciones contribuye al desamparo de las víctimas.

La agonía de Sudán, la tragedia de Birmania, las amenazas de Irán y el terror que practica Mugabe están ahí y son asuntos de enorme importancia. Las respuestas de la comunidad internacional deberían ser igual de reales e importantes.

Comunidades, Comunidades - 2008

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Por Julián Schvindlerman

  

Impunidad en La Meca – 09/07/08

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El mes de junio comenzó y finalizó con dos eventos que prueban, irrefutablemente, la poca seriedad con la que el mundo esta tomando las amenazas asociadas al régimen iraní.

A finales de mes se realizó en Berlín la Tercera Conferencia Transatlántica; un foro internacional en el que se debatió acerca de sistemas de defensa anti-misiles. El evento fue patrocinado por los ministerios de finanzas y relaciones exteriores de Alemania, así como por diversas organizaciones no-gubernamentales. La reunión, según Yediot Ahronot, rápidamente se transformó en un evento salvaje anti-israelí con comentarios de voceros sirios, libaneses y saudíes que atacaron a Israel». Posiblemente no hubiera trascendido de no ser por el discurso del delegado iraní, quién -en suelo Alemán- instó a la cancelación del «proyecto sionista» al que definió como un «plan fallido» que «creó solamente violencia y atrocidades». El disertante era Mohammad Javad Ardashir Larijani, ex vice-ministro de relaciones exteriores, actual miembro del Comité de Derechos Humanos de Irán (¡!) y hermano de Alí Larijani, ex negociador nuclear y ahora vocero del parlamento. Al finalizar la reunión, las oficinas gubernamentales involucradas comenzaron a culparse unas a otras y a aducir que fue la otra la que patrocinó el evento. Incluso para los burócratas alemanes un llamado a la obliteración del estado judío pronunciado en un edificio ubicado cerca del Museo del Holocausto de Berlín parece haber sido demasiado. Pero aún sin la polémica suscitada por Larijani, es dable preguntarnos que hacía un representante oficial iraní allí en primer lugar. ¿Acaso no había afirmado Angela Merkel -meses atrás en un conmovedor mensaje pronunciado en el parlamento israelí- que Alemania estaba con los israelíes para la preservación de su seguridad? ¿Acaso no se había ella solidarizado con el pueblo de Israel? ¿Acaso no había remarcado que Alemania no olvidaría las lecciones de la Shoá? Músicos alemanes viajaron a tocar música clásica a Teherán, empresarios alemanes continúan comerciando con Irán, y oficiales alemanes invitan a iraníes negadores del Holocausto a su país. Va a ser difícil volver a creer en las palabras de la Canciller alemana.

A principios de mes se llevó a cabo en La Meca la Conferencia Internacional Islámica por el Diálogo; un encuentro de naciones musulmanas convocado por la Casa de Saúd para unificar criterios en vistas al encuentro interreligioso a celebrarse en Madrid el mes siguiente con cristianos y judíos. El «diálogo» era el tema del encuentro. Sus cuatro sesiones de trabajo referían al mismo: «Raíces Islámicas del Diálogo», «Aproximaciones y Controles del Diálogo», «Con Quién Dialogamos» y «Áreas de Diálogo». Además se invitaba a los participantes a debatir a propósito de «mecanismos de diálogo». En su discurso de apertura, el rey Abdullah dijo a los 500 delegados de medio centenar de naciones musulmanas que «somos una voz de justicia y valores y humanidad…de coexistencia y de un diálogo justo y racional». Un indicio de qué exactamente pasa por diálogo racional en el mundo musulmán en la actualidad lo dio el representante iraní. Según el diario paquistaní en inglés The Nation, el enviado de Irán «habló de la agresión descarnada que acontece en Palestina, El Líbano, Irak, y Afganistán mientras que culpó a Washington y Tel-Aviv de tratar de destruir la paz global». La agencia de noticias oficial de la República Islámica de Irán (IRNA) informó que «él expresó preocupación por la situación peligrosa en los territorios ocupados palestinos, al decir que Palestina es una ventana al mundo de la opresión…él criticó el intento estadounidense de firmar un acuerdo de seguridad a largo plazo con Irak para esclavizar al pueblo iraquí por un largo período». La agencia Reuters reportó que el comunicado final del evento llamó a la unidad islámica para «alivianar los efectos del fanatismo». Al menos ahora sabemos qué no pasa por fanatismo en esa región.

Este encuentro tuvo una derivación internacional que llegó a la Argentina. Sucede que los invitados iraníes del rey saudita eran Akbar Hashemi Rafsanjani (quien pronunció las palabras arriba referidas) y Mohsen Rezai. Estos dos caballeros del diálogo interreligioso son buscados por la justicia argentina por su participación en el atentado contra la AMIA en 1994, y el segundo de ellos tiene sobre sí emitida una «circular roja» por INTERPOL. Eso significa que el debía ser arrestado si pisara suelo foráneo. Ryhad sabía ello: es miembro de INTERPOL desde 1956. No podemos saber como votó Arabia Saudita en noviembre del año pasado cuando la Asamblea General de esa institución policial reunida en Marruecos adoptó la decisión de emitir los pedidos máximos de búsqueda y captura, pues la votación fue secreta y anónima. Pero es evidente que al gobierno saudita le importó poco esa determinación. En el marco de pretender enmendar lazos con Irán, Ryhad ha invitado al presidente-aspirante-a-genocida iraní Mahmmoud Ahmadinejad por primera vez a un encuentro de los países del Golfo, también por primera vez invitó a un presidente iraní a participar de la peregrinación anual a la Meca, y en esta reunión sentó al enviado de Irán a su izquierda; un honor usualmente reservado para los amigos. Enterada de la situación, la oficina del fiscal Alberto Nisman rápidamente alertó a los cuartesles generales de INTERPOL en París y otro tanto hizo la cancillería argentina con su embajada en Ryhad. De todos modos los iraníes dejaron el país sin inconvenientes.

La desfachatez saudita de invitar a sujetos bajo pedidos de captura internacional y la arrogancia iraní de enviarlos al extranjero, han puesto en ridículo a INTERPOL, a la Argentina, y al resto de las naciones que les importe castigar a los perpetradores de actos de terror. La impunidad con la que estos dos regímenes han ofendido a la conciencia pública y al sentido de la justicia es escandalosa. Se va a necesitar algo más que una carta de protesta si se pretende penalizar esta mala conducta. Y amonestar este comportamiento es imperativo para evitar un contagio incontrolable. La reputación internacional de INTERPOL y de la República Argentina está en juego. ¿Qué utilidad tendrán futuras circulares rojas ante este precedente violatorio? ¿Cuánta efectividad tendrán nuevos discursos ante la ONU como el que Nestor Kirchner dio aseverando que «las 102 víctimas que dejaron los ataques nos imponen el mandato moral de perseguir, encontrar y condenar a los culpables»? A nueve meses del discurso argentino en la ONU y a siete meses de la publicación de las circulares rojas por parte de INTERPOL, un fugitivo internacional viajó libremente por el mundo sin ser arrestado. En vísperas de un nuevo aniversario de aquél trágico acontecimiento, una gran oportunidad para hacer justicia se perdió.

Varios

Varios

Por Julián Schvindlerman

  

Israel, o ese pequeño gran milagro – 07/08

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Revista de la Fundación de Amigos Argentinos de la Universidad Hebrea de Jerusalem

El presidente Shimon Peres aptamente ha señalado que, imposibilitada de crecer geográficamente, Israel ha crecido intelectualmente. Basta para confirmar ello una somera observación de los desarrollos israelíes en los campos de la academia, la ciencia, el arte, la cultura, la economía y la ecología para comprobar el punto, o advertir la más de media docena de premios Nobel que este país de población diminuta y corta vida estatal ha generado. El comentarista Carlos Alberto Montaner, conmovido por los éxitos del estado judío, ha sugerido que se lo reconozca como el “tigre semita”, en equiparación a los “tigres asiáticos”  por Taiwán, Singapur, Corea del Sur y Hong Kong, al “tigre anglo” por Nueva Zelanda, al “tigre celta” por Irlanda, y al “tigre latino” por nuestro más cercano Chile. La trascendencia en el tiempo y en la historia de Israel ha llevado a la historiadora Barbara Tuchman a observar que Israel “es la única nación en el mundo que se autogobierna en el mismo territorio, bajo el mismo nombre, y con la misma religión y el mismo idioma que hace 3000 años”. Pasado y presente unidos y potenciados en una atmósfera de creatividad sorprendente.

Ejercitando la mitzvá del “Tikún Olam”, Israel ofrece asistencia humanitaria allí donde es requerida. Sus equipos de rescate se han dirigido a la Argentina, luego del atentado contra la embajada israelí en 1992 y la AMIA en 1994, y a Kenya y a Tanzania en 1998 cuando explotaron las embajadas de Estados Unidos en esos países. Sus unidades de socorro viajaron a México en 1995, a Armenia en 1998, y a Turquía en 1999 ante los terremotos que allí se produjeron. Refugiados ruandeses en 1994 y albaneses en 1999 fueron asistidos por personal israelí, en tanto que médicos israelíes se desplazaron a Angola en 1996 a contener un brote de malaria, y regularmente visitan África, Asia y Latinoamérica. Cuando un ciclón azotó Myanmar meses atrás, provocando más de 120.000 muertos y desplazados, socorristas israelíes se hicieron presentes. Al poco tiempo, un avión con medicinas, ropas y carpas fue enviado desde Tel-Aviv hacia China luego de ésta fuera sacudida por un fuerte terremoto. En 1958- cuando Israel apenas tenía una década de vida independiente- fue establecido el Centro de Cooperación Internacional conocido como MASHAV, destinado a la capacitación de recursos humanos en otros países. Desde su creación, más de 200.000 hombres y mujeres han tomado parte en los cursos de capacitación profesional suministrados en Israel y en el extranjero, y más de 10.000 asesores han sido enviados para cooperar con sus contrapartes a unos 140 países.

Esto ha sido realizado en un contexto de guerras, terrorismo, boicots económicos, condenas diplomáticas, hostigamiento mediático, y marginación política. Así, la generosidad y la genialidad israelí sobresalen no solamente por sus alcances  extraordinarios -meritorios en sí mismos- sino por la destreza con que éstas se han manifestado bajo las más desafiantes de las circunstancias. El país será pequeño, pero el milagro es ciertamente grande.

Comunidades, Comunidades - 2008

Comunidades

Por Julián Schvindlerman

  

Barack obama y el voto Judío – 25/06/08

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Según una encuesta reciente del Pew Research Center, que ha entrevistado a más de 24.000 personas en 24 países, el candidato presidencial demócrata Barack Obama goza de mayor confianza mundial que su contrincante republicano John McCain. De todos los países encuestados en varios continentes, el republicano se impuso al demócrata solamente en Jordania, y por un margen estrechísimo. Esto trae a la memoria aquella famosa frase de Fontanarrosa El mundo ha vivido equivocado».

Equivocado o no, así son las cosas. Pero, como preguntaría una típica bobe, ¿es ello bueno para los judíos? A juzgar por las preferencias de aquellos judíos que votarán en estas elecciones, parece que Obama es ciertamente muy bueno para ellos. Conforme a una encuesta de Gallup del mes pasado, el 61% de los judíos estadounidenses está a favor de Obama y solo el 32% de ellos está a favor de McCain. El dato no es llamativo a la luz de los patrones de votación de los judíos norteamericanos, quienes en los últimos cuatro ciclos electorales han votado por el Partido Demócrata con apoyo del 78%. Pero es un dato curioso al contrastarlo con la baja simpatía existente hacia Israel entre los votantes demócratas en oposición a la alta consideración que tiene el estado judío entre los votantes republicanos. Según una encuesta realizada por los reconocidos expertos en opinión pública Stanley Greenberg (demócrata) y Neil Newhouse (republicano) para The Israel Project, entre quienes votan a McCain, el 78% se expresó a favor de Israel y apenas el 4% a favor de los palestinos. Entre quienes votan por Obama, los guarismos se ubican, respectivamente, en 46% y 14%. El pro-israelismo se mantiene, aunque las cifras y la brecha entre ellas son apreciablemente menores. En lo relativo al status de Jerusalem, el 72% de los republicanos se manifestó en pos de una capital indivisa, y el 18% por una compartida. Entre los demócratas, el 47% se manifestó a favor de una capital compartida, y el 30% en pos de una indivisa. Asimismo, el 48% de los demócratas se expresó a favor de la noción de que Israel debe suministrar asistencia humanitaria a Gaza, y el 37% opinó lo opuesto. Entre los republicanos, el 58% dijo que Israel no estaba obligada a ayudar a Gaza, mientras que un 34% opinó que sí lo estaba. Aún en aquellos temas en que ambos votantes parecen estar de acuerdo, el apoyo a Israel continúa siendo más fuerte entre los republicanos. Israel tiene derecho a emplear puestos militares en cruces fronterizos para el 87% de los republicanos y el 72% de los demócratas. Pero es en el área de la lucha contra el terrorismo donde más claramente se ven las diferencias entre unos y otros simpatizantes. En tanto que el 38% de quienes votan a McCain ubicó al terrorismo como un asunto prioritario, solamente el 6% de los seguidores de Obama lo hizo.

Estos resultados imponen un obvio interrogante: si es entre los republicanos donde encontramos mayor identificación con las realidades de Israel, ¿cómo entender entonces el voto judío, asumiendo que el lazo diáspora-Israel es aún vigente? La pauta quizás esté en el último dato arriba presentado. A los demócratas les importa muy poco el terrorismo (6%) y mucho más les preocupan temas sociales, económicos, religiosos, culturales y otras cuestiones en las que la ideología demócrata atrae más a la comunidad judía en virtud de su mayor apertura. En su conjunto, la comunidad judía norteamericana es liberal (lo que aquí llamamos «progresista») y aún cuando a sus miembros les preocupe la relación de su país con el estado judío, su cosmovisión ideológica colorea su preferencia política. Esto se sostiene a pesar de la consistente trayectoria pública pro-israelí de McCain y de la zigzagueante retórica de Obama así como de sus inquietantes asociaciones políticas y controvertidas relaciones personales.

Desde una óptica judía, Obama -tan solo por ser lo que es, negro y medio musulmán- genera escepticismo. No por prejuicio, sino por precedente. Existen millones de musulmanes que odian a los judíos, muchos de ellos forman parte de movimientos dedicados al hostigamiento terrorista de Israel, estados musulmanes apadrinan a estos grupos, y el único país del globo que está llamando abiertamente a la obliteración del estado judío es una nación islámica. La comunidad negra en Estados Unidos no ha sido tradicionalmente simpatizante ni de Israel ni de los judíos. Honrosas excepciones al margen, este es el caso. Y en particular, los vínculos personales de Barack Obama han despertado fundadas aprehensiones. Durante veinte años, Obama asistió a la Iglesia de la Comunidad de la Trinidad Unida cuyo pastor, Jeremiah Wright Jr., congració con un premio a la trayectoria al judeófobo Louis Farrakhan; con quién además viajó a Libia a visitar a Qaddafi. El propio pastor sermoneó contra Israel y los judíos, y también contra Estados Unidos al que acusó de promover el SIDA entre los negros y planear los ataques del 11 de septiembre de 2001. También pidió a Ds que destruya su nación. ¿La reacción de Obama? Primero negó que hubiera un problema, luego desmintió las declaraciones incendiarias del pastor, posteriormente criticó algunas de las frases sin cuestionar al propio Wright, más tarde repudió al reverendo y a sus dichos, y finalmente abandonó la iglesia. Obama se fue ajustando a la indignación popular; no censuró al reverendo a partir de sus convicciones. Aún cuando el candidato demócrata no comulgue con estas nociones extremas, él mismo ha reconocido en sus libros que Wright ha sido un guía espiritual y modelo para él.

En el plano político, sus pasados y actuales asesores de política exterior tienen un largo historial pro-palestino. Un consultor ocasional, según la propia admisión, es Zbigniew Brzezinski, ex asesor de seguridad nacional de Jimmy Carter (hoy plenamente al servicio de la causa anti-israelí) que defendió un libro sobre la influencia negativa del «lobby judío», está a favor de la idea de dialogar con Hamas, y acusó a Israel de matar civiles rehenes durante la última guerra en El Líbano. Recientemente, Obama designó a Daniel Kurtzer como asesor para el Medio Oriente. Ex embajador de Clinton ante Israel, es conocido por sus inclinaciones izquierdistas y por favorecer la presión estadounidense sobre Jerusalem. Cuestionó a Clinton por haber culpado a Arafat por el fracaso del encuentro de Camp David en el año 2000. Un asesor hasta hace poco tiempo atrás fue Robert Malley, diplomático de la era Carter y a su vez asesor especial en asuntos árabes e israelíes del ex presidente Bill Clinton, firme defensor de los palestinos, y co-autor de un manifiesto anti-israelí junto con Hussein Agha, ex asesor de Yasser Arafat. Otra ex asesora es Samantha Power, quién acusó a Israel de cometer un genocidio contra los palestinos. También está Susan Rice, asesora internacional de John Kerry, quién sugirió en el 2004 que Jimmy Carter y James Baker (ex secretario de estado republicano famoso por su anti-israelismo) fuesen designados negociadores del conflicto palestino-israelí. Dada la escasa experiencia internacional de Obama, necesariamente deberá depender del criterio de sus asesores.

Además debemos lidiar con las cambiantes declaraciones y posiciones del mismo Obama. Él se manifestó a favor de entablar diálogo con Irán y Siria. Durante su reciente discurso ante el AIPAC, tuvo palabras duras contra Hamas e Irán, a punto tal que el régimen iraní las consideró «inaceptables» y Hamas retiró su previo apoyo a Obama (¡eso solo ya era atemorizante!). Poco tiempo atrás, fue uno de los 22 senadores que se opuso a la designación de las Guardias Revolucionarias Iraníes como una organización terrorista. Ha tenido expresiones públicas pro-israelíes, tales como las vertidas durante una entrevista con el Atlantic Monthly: «la idea de un estado judío seguro es fundamentalmente una idea justa, y una idea necesaria, dada no solamente la historia mundial sino la existencia activa del antisemitismo, [y] la vulnerabilidad potencial que el pueblo judío aún podría experimentar». Pero sus retracciones le han quitado credibilidad a su postura. Su declaración de que «nadie ha sufrido más que el pueblo palestino» fue posteriormente explicada sobre la base de que en realidad había querido decir que «nadie ha sufrido más que el pueblo palestino del fracaso del liderazgo palestino en reconocer a Israel, renunciar a la violencia, y ponerse serio respecto de negociar la paz y la seguridad para la región». Ante una audiencia de unas 7000 personas en la conferencia de AIPAC dijo que «Jerusalem permanecerá la capital de Israel, y debe permanecer unida». Al día siguiente, sus asesores debieron aclarar que «Jerusalem es un tema de estatus final, lo que significa que debe ser negociado entre las partes». Estas idas y venidas se han dado también en otras áreas, dejando al público norteamericano preguntándose quién es realmente Barack Obama y que es lo que de veras piensa.

La mayoría de los demócratas lo aman, los judíos estadounidenses lo apoyan, y los pueblos del mundo lo prefieren. Aún así, a la luz de su historia la pregunta de la bobe sigue vigente. Y la respuesta a ella sigue siendo incierta.

Libertad Digital, Libertad Digital - 2008

Libertad Digital

Por Julián Schvindlerman

  

Contactos con Siria – 16/06/08

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«Son jóvenes, son sexies, sus papis les han legado un país». Así, en clave irónica, comentaba años atrás la revista Slate el ascenso al poder de Abdulá de Jordania, Mohamed de Marruecos y Bachar Assad. En aquel entonces tenían, respectivamente, 38, 36 y 34 años, y se les veía como unos profesionales formados en prestigiosas universidades occidentales que disfrutaban de la globalización.

El benjamín de la terna recibió especial atención. Orientado a la oftalmología, casado con una compatriota nacida en Gran Bretaña y aficionado a la internet, Bachar Assad –al igual que Mohamed y Abdulá– no lucía como el típico heredero a un trono árabe. Eran muchos los que albergaban expectativas muy optimistas sobre su persona. A sus ojos, se trataba, indudablemente, de un demócrata.

Los primeros nubarrones surgieron cuando aún no llevaba un año en el poder. Con motivo de una visita del papa Juan Pablo II a Damasco, Bachar afirmó que los israelíes trataban de «matar» los principios de todas las religiones «con la misma mentalidad con que traicionaron a Jesucristo y de la misma forma que intentaron matar al profeta Mahoma».

La Siria de Bachar es como la de Hafez, un Estado policial. La Siria de Bachar es el único país árabe suní aliado con los chiíes que detentan el poder en la República Islámica de Irán. La Siria de Bachar hace las veces de sede de las agrupaciones más radicales de la esfera palestina. La Siria de Bachar patrocina el terrorismo en Irak, Gaza y el Líbano. La Siria de Bachar fue pillada in fraganti construyendo centrales atómicas. Parece que Bachar navegaba en internet por los sitios equivocados.

Ahora, parece que el hijo de Hafez está cambiando. Ha permitido que se establecieran contactos secretos (en Turquía) con los asesinos de Cristo. A fin de cuentas, puede que los optimistas tuvieran razón. Quizá la vocación pacifista del gobernante sirio haya estado oculta durante todo este tiempo tras varias capas de falsa hostilidad.

Ciertamente, en el pasado los sirios han jugado cínicamente la baza de las negociaciones con Israel para mejorar su imagen internacional. Lo hicieron, por ejemplo, en 2003, cuando EEUU les presionaba fuertemente por facilitar el tránsito de yihadistas hacia Irak. También lo hicieron el año pasado, cuando el Consejo de Seguridad les instó a abandonar el Líbano. También recurrieron a ella cuando, luego del asesinato de Rafiq Hariri, Washington retiró a su embajador de Damasco.

Pero ¿no merece la paz una oportunidad? ¿Y que podría ser mejor para alcanzarla que tener soldados sirios e iraníes apostados en los Altos del Golán?

Haciendo gala de un magistral sentido de la oportunidad, la Administración Olmert anunció los contactos el mismo día en que se firmó el Acuerdo de Doha, por el que el Gobierno de Fuad Siniora aceptó la consolidación del poder político de Hezbolá en el Líbano. Se trata de una pequeña palmada en el hombro a los sirios justo cuando están siendo investigados por un tribunal de las Naciones Unidas por su implicación en una docena de crímenes políticos perpetrados en Beirut, de un espaldarazo a un régimen que acaba de terminar de edificar sobre el terreno que bombardeó Israel porque albergaba unas instalaciones nucleares clandestinas. Qué menos podía esperarse de un político que, para gobernar el Estado judío, cree necesario tener un Rolex en la muñeca y un Montecristo en la boca, que fue lapidado por la Comisión Winograd, cuyo índice de popularidad es ínfimo y que ha de hacer frente a cinco investigaciones criminales. Para los políticos, la perpetuación en el poder es un mandato biológico, y si para ello hay que incurrir en gastos que rocen lo nacionalmente irresponsable, pues bueno, el juego es así.

Siria está atravesando un momento político delicado. Durante los próximos meses estará operativo el tribunal internacional encargado de investigar el asesinato, en Beirut, de Hariri. El asesinato de Imad Mughniyeh en Damasco, el pasado febrero, fue un episodio bochornoso para el régimen sirio, si es que no estuvo implicado en él… La incursión israelí de septiembre de 2007 puso de manifiesto la impotencia siria a la hora de hacer frente a un ataque externo. El Encuentro Árabe de Damasco, celebrado en abril, fue un fiasco total y no sirvió sino para aislar aún más al régimen de Assad en el mundo árabe-suní. Etcétera. Puede que Israel haya considerado que, precisamente por la debilidad siria, ha llegado la hora de hablar. Si es ése el caso, Jerusalén debe tener presente que su acercamiento a Siria descansa sobre unas estructuras de arena que se esfumarán en cuanto cambien los vientos políticos de la región.

La expectativa de apartar a Siria de Irán, Hamás y Hezbolá es razonable, pero la esperanza de lograrlo ahora no es realista. Y es que, sencillamente, la paz con Israel no es una prioridad para Assad. Para éste priman la supervivencia de su régimen, el retorno al Líbano y poner freno a las investigaciones sobre la implicación siria en varios de los asesinatos políticos que se han registrado de un tiempo a esta parte en Beirut. Por lo que hace al Golán, Bachar reclama la soberanía siria «hasta Tiberíades».

Israel debe explorar los senderos que conduzcan a la estabilidad, pero sin dejarse engañar por Estados parias que sólo se valen de la paz para ganar puntos ante Washington y Bruselas.

La Siria de Bachar es como es, por mucho que el dictador navegue por la internet.

Publicada originalmente en Comunidades

Comunidades, Comunidades - 2008

Comunidades

Por Julián Schvindlerman

  

Contacto en Siria – 11/06/08

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Son jóvenes, son sexy, están dirigiendo el país de papi». Así, en clave irónica, comentaba años atrás la revista virtual Slate el ascenso al poder del rey Abdullah de Jordania, del rey Mohammed de Marruecos, y el del presidente Bashar Assad entre los años 1999 y 2000. En aquél entonces, ellos tenían, respectivamente, 38, 36 y 34 años de edad, eran profesionales educados en prestigiosas universidades occidentales, hijos de la globalización y del high-tech, y bon vivants. El benjamín de esta tríada recibió especial atención. Orientado hacia la oftalmología, con una esposa siria nacida en Gran Bretaña, y celebrado amante de la internet, Bashar Assad -tal como sus colegas antes mencionados- no lucía como el típico heredero al trono árabe de la región. Las expectativas optimistas abundaban. Se le atribuía gustar de la música de Phil Collins. Indudablemente, un demócrata.

Los primeros quiebres de la visión magnánima surgieron a menos de un año de que tomara las riendas del poder. En ocasión de una visita del Papa Juan Pablo II a Damasco, Bashar exclamó que los israelíes «tratan de matar los principios de todas las religiones con la misma mentalidad con la que traicionaron a Jesucristo y de la misma forma que trataron de matar al profeta Mahoma». En la actualidad, Siria sigue siendo un estado policial, es el único país árabe sunita aliado a Teherán, es sede de las agrupaciones más radicales de la esfera palestina, patrocina terrorismo en Irak, Gaza y El Líbano, está profundamente involucrada en asesinatos políticos en este último país, y fue detectada in flagrante delicto construyendo centrales atómicas. Parece que Bashar navegaba por los sitios equivocados de internet.

Ahora, sin embargo, Assad hijo parece estar cambiado: ha permitido contactos secretos en Turquía con los asesinos de Jesús. Al fin de cuentas, puede que los optimistas tuvieran razón. Oculta tras capas engañosas de falsa hostilidad, yazca quizás la vocación pacifista del gobernador sirio. Es cierto que en el pasado los sirios han cínicamente empleado la carta de las negociaciones con Israel para retocar su imagen internacional. Lo han hecho durante el 2003 cuando estaban bajo presión estadounidense por facilitar el paso de insurgentes jihadistas hacia Irak. También lo hicieron al año siguiente cuando el Consejo de Seguridad de la ONU instó a Siria a abandonar El Líbano. Y otra vez más, luego de que Washington retirara a su embajador de Damasco después del asesinato de Rafiq Hariri. Pero al fin de cuentas, ¿no merece la paz una oportunidad? ¿Y que podría ser mejor que tener soldados sirios e iraníes apostados en los Altos del Golán para alcanzarla?

Haciendo gala de un magistral sentido de la oportunidad, la Administración Olmert anunció los contactos el mismo día en que se firmó el Acuerdo de Doha en el que el gobierno de Fouad Siniora debió aceptar la consolidación del poder político del Hizbullah en El Líbano. Una pequeña palmada en el hombro a los sirios, cuando están siendo investigados por un tribunal de las Naciones Unidas por una docena de crímenes políticos en Beirut. Una leve manta de legitimidad para un régimen que acaba de terminar de edificar sobre el sitio bombardeado por aviones israelíes para ocultar sus instalaciones nucleares clandestinas. Proviniendo de un político que cree que es necesario tener un Rólex en la muñeca y un Montecristo en la boca para gobernar al estado judío, que tiene cinco investigaciones criminales pendientes sobre sus hombros, que fue dilapidado por el Informe Winograd, y cuyo ráting de aprobación popular es ínfimo, no era menos lo que podíamos esperar. La perpetuación en el poder es un mandato biológico para los políticos. Y si ello requiere gestos que rocen con lo nacionalmente irresponsable, bueno, es todo parte del juego.

Siria está atravesando un momento político vulnerable. Durante los próximos meses estará operativo el tribunal internacional investigador del asesinato de Hariri en Beirut. El asesinato de Imad Mughniyeh en Damasco el pasado febrero fue un bochorno para el régimen sirio; asumiendo que éste no haya estado implicado en esa muerte. La incursión israelí de septiembre de 2007 expuso la impotencia siria para dar respuesta militar a una ofensa foránea. El Encuentro Árabe de abril último por primera vez aconteció en Damasco y resultó ser un fiasco total para el gobierno de Assad; lejos de emerger vindicado, su país quedó aislado en la órbita árabe-sunita. Puede que Israel haya considerado que es, precisamente, este estado de debilidad el que debe ser aprovechado para cooptar a los sirios. Si ese es el caso, Jerusalem debe tener presente que el acercamiento sirio se apoyaría en estructuras de arena que se esfumarán con el primer giro de los vientos políticos de la región.

La expectativa de apartar a Siria del eje con Irán y de su apoyo al Hamas y al Hizbullah es razonable, pero la esperanza de lograr ello en este instante no es realista. La paz con Israel sencillamente no es una prioridad para Assad. Priman la supervivencia del régimen, el reingreso al Líbano, y detener las investigaciones por sus varios crímenes en Beirut. Israel siempre debe explorar los senderos que conduzcan hacia la estabilidad, pero atenta a no dejarse engañar por estados-pariah que sólo pretenden ganar puntos ante Washington y Bruselas usando la promesa de la paz.

Esto es cierto aún cuando sus líderes naveguen en la internet.

Libertad Digital, Libertad Digital - 2008

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Por Julián Schvindlerman

  

¿Debe Israel proveer servicios a Gaza? – 02/06/08

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Existe la impresión generalizada de que la Franja de Gaza vive al borde de una crisis humanitaria por la decisión israelí de reducir el suministro de electricidad y combustible, y de que Israel tiene una obligación jurídica y moral de garantizar esas provisiones. Dejando de lado el hecho de que la Franja ha estado al borde de una crisis humanitaria desde el establecimiento de la Autoridad Palestina (1994), se trata de una manera de ver las cosas desacertada.

La ley internacional no obliga a Israel a proveer a Gaza de combustible y electricidad, tampoco de mercancías o de cualquier tipo de servicio. Y no existe ley moral alguna que obligue a un Estado sometido a ataque a suministrar asistencia de cualquier tipo a la entidad que le está atacando.

A juicio de Abraham Bell, profesor de Derecho en la Universidad Bar Ilán, el artículo 23 del IV Convenio de Ginebra permite a Estados como Israel cortar el suministro de combustible y electricidad a territorios como Gaza. Israel sólo debería permitir el paso de alimentos, ropas y medicinas que tengan por destinatarios a menores de 15 años y a mujeres embarazadas o que estén dando a luz. Por otro lado, Israel estaría obligado a no interferir en los envíos de terceros, pero no a ejercer de proveedor. El artículo 70 del Primer Protocolo Adicional de la Convención de Ginebra de 1977 amplía los requerimientos relacionados con las provisiones esenciales, pero entre los bienes y servicios cuya circulación ha de ser permitida no se cuentan el combustible y la electricidad.

Bell destaca que el hecho de que se dependa del suministro extranjero no implica la existencia de obligación legal alguna relacionada con el mantenimiento del mismo. Por decirlo pronto: Arabia Saudita no está obligada a proveer de petróleo a Europa, ni Occidente está obligado a suministrar ayuda alimenticia a Somalia o a Darfur. Tampoco una administración militar previa crea obligaciones legales. Así, sobre Egipto no ha recaído obligación alguna por haber ocupado Gaza durante casi veinte años; tampoco sobre las Naciones Unidas con respecto a Irak y Libia, países a los que en su día impuso zonas de exclusión aérea.

El artículo 23 del IV Convenio de Ginebra hace referencia al suministro de ciertos bienes y servicios a la población civil del enemigo, pero esto no es aplicable al caso que nos ocupa porque ni Israel ni Gaza son signatarios de dicho documento ni la Franja es un territorio ocupado. Con todo, aun si el Convenio obligara a Israel, el Estado judío estaría cumpliendo con la legalidad internacional, pues el derecho consuetudinario permite el control del material humanitario para comprobar que no se pone a disposición de la economía o los esfuerzos militares del enemigo, lo cual ha sucedido en numerosas ocasiones. Recordemos que, en febrero, Hamás se hizo con 14 camiones de la Cruz Roja repletos de ayuda humanitaria, y que en abril atacó un convoy de camiones que transportaban combustible para la UNRWA, la agencia de asistencia a los refugiados palestinos. «Hamás está destinando el combustible a los vehículos de sus líderes y fuerzas de seguridad», declaró entonces un palestino de Gaza al Jerusalem Post, mientras que un oficial palestino de Ramalá afirmó: «Hamás está robando o bloqueando la mayor parte de las provisiones de combustible».

Por todo ello, Israel no está incumpliendo con la ley internacional al reducir o interrumpir el suministro a la Franja.

La exigencia moral impuesta a Israel –objetivo de los cohetes Qassam que lanzan los terroristas desde Gaza– es, por lo demás, absurda. Ningún Estado debe procurar servicios o mercancías a una entidad agresora. Por otro lado, el pueblo palestino no puede pretender ser inmune a las consecuencias derivadas de las decisiones adoptadas por el Gobierno que ha elegido, menos aún cuando numerosas encuestas de opinión reflejan un apoyo sustantivo de los habitantes de la Franja a Hamás, algo que se condice con la atmósfera general: según una encuesta publicada este mes por la Universidad de Maryland y Zogby Internacional y efectuada entre unas 4.000 personas en Egipto, Jordania, Líbano, Marruecos, Emiratos Árabes Unidos y Arabia Saudita, la mayoría de los árabes prefiere a Hamás antes que a Al Fatah. Además, las manifestaciones en apoyo al terrorismo de Hamás dan cuenta de una población encantada con el asesinato de israelíes.

Luego del atentado contra una yeshivá de Jerusalén el pasado marzo, las calles de Gaza se llenaron de palestinos alborozados (algunos hasta regalaron caramelos), mientras que otros fueron a dar gracias a las mezquitas. Lo mismo sucedió en febrero, luego de un atentado suicida perpetrado en Dimona: hubo conductores que hicieron sonar las bocinas de sus coches en señal de júbilo, y jóvenes que repartieron flores y golosinas. También se registraron expresiones públicas palestinas de apoyo a Hezbolá durante su última guerra contra Israel, así como a Sadam Husein cuando, en la primera Guerra del Golfo, lanzó 39 misiles Scud contra el Estado judío. Otro tanto ocurría durante la llamada Segunda Intifada cuando los grupos terroristas palestinos perpetraban atentados suicidas.

Así las cosas, resulta inadecuado cargar responsabilidad moral alguna a Israel por las necesidades humanitarias de un pueblo que exulta cuando se derrama sangre israelí.

Al centrar su atención en las infundadas exigencias morales y legales que se hacen a Israel, la comunidad internacional está pasando por alto la manera de proceder de Hamás, que busca acentuar la crisis humanitaria en Gaza para sacar tajada política. Hamás no sólo ha atacado camiones que llevaban alimentos y combustible a Gaza, es que ha llegado a atentar contra la terminal de Nahal Oz, de donde sale combustible para los palestinos. «Se hicieron con el control del combustible y dispararon contra la terminal para torpedear el suministro a la Franja», admitió en abril Mojahed Salam, titular de la agencia de combustible de la Autoridad Palestina. Al agudizar la crisis humanitaria, Hamás busca, cruelmente, aumentar la presión mundial sobre Israel.

Asistimos, pues, una vez más, a un clásico de clásicos en el conflicto palestino-israelí: a Israel se le acusa de cometer atropellos inexistentes, en tanto que al liderazgo palestino se le perdonan delitos que sí comete. La adjudicación de responsabilidad por la crisis humanitaria de Gaza es moralmente relevante y prácticamente útil, en tanto permitirá –al menos a quienes estén dispuestos a admitir la realidad– identificar sus causas verdaderas y poder remediarlas con efectividad.

Publicada originalmente en Comunidades