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Infobae, Infobae - 2015

Infobae

Por Julián Schvindlerman

  

¿Arte o delirio? – 24/08/15

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La escena pertenece a la serie del súper-agente 86. Maxwell Smart está contemplando una obra de arte en un museo, un cuadro completamente blanco salvo por un diminuto punto negro. Con aires de conocedor, ofrece a su acompañante una interpretación sesuda a propósito de la representación simbólica de este puntito, tomándolo como una cruda manifestación de la soledad existencial del hombre en la vastedad del universo. Su ponencia queda interrumpida cuando el puntito sale volando del cuadro. Con su vuelo, el insecto deja en ridículo a Smart y su lectura pseudo-intelectual. ¿Pero dónde está el absurdo realmente? ¿En el análisis forzado del crítico, en el artista que pintó un cuadro enteramente de blanco o en el museo que le dio lugar?

Esta pregunta viene a colación de una exhibición que acaba de ser inaugurada en el Museo Emilio Caraffa en Córdoba. Tres salas enteras fueron asignadas a la artista Dolores Cáceres para la presentación de su obra: tres salas blancas vacías. Según informó Clarín, el piso es blanco, las paredes son blancas, el techo es blanco, los bancos en medio de las salas fueron pintados de blanco, también se cubrió con un vinilo blanco el piso de acceso a las salas, que es de madera. La exposición denominada #SinLímite567 consiste en 450 metros cuadrados de nada. El catálogo de la muestra contiene doce páginas en blanco que reproducen los 120 metros lineales de muros blancos de la exhibición. “El espectador lógicamente se pregunta qué es esto, hasta que entiende que la muestra es preguntarse ´qué es esto´ y ´qué es arte´” señala la autora, quien cita como precursores del género a Yves Klein, quien en 1958 montó en Paris una muestra vacía, y al músico John Cage, cuya composición 4´33” consiste en cuatro minutos y treinta y tres segundos de… silencio. Cáceres podría también haber mencionado a Martin Creed, ganador del premio Turner (algo así como el Oscar del arte en Gran Bretaña) en 2001 con su obra The lights going on and off: una sala vacía en la que las luces se prendían y apagaban continuamente.

Desde que Marcel Duchamp en 1917 llamó obra de arte a un mingitorio -en 2004, quinientos curadores, artistas y críticos británicos la consideraron la obra del siglo XX- el arte moderno se hizo sinónimo de transgresor, vanguardista, rupturista… y también de bizarro, incomprensible, ridículo. La belleza está en los ojos de quien la mire, claro. Los hermanos Jack y Dinos Chapman alcanzaron gran fama con su obra Muerte que muestra a dos muñecos inflables practicando sexo oral. Fue premiada. Chris Ofili retrató en su obra La Santísima Virgen María a una María negra con aceites, resinas y estiércol de elefante y la rodeó de pequeñas mariposas que contenían imágenes de genitales femeninos. Causó una gran sensación. La artista conceptual Keri Smith publicó un libro titulado Acaba este libro en el que convoca al lector a derramar café sobre sus páginas, agujerearlas y arrojarlo desde cierta altura. Es una autora bestseller. En La imposibilidad física de la muerte en alguien vivo, Damien Hirst célebremente ofreció el cadáver de un tiburón de más de cuatro metros suspendido en aldehído fórmico y consiguió venderlo por más de diez millones de dólares. (Tiempo después Hirst recibió un llamado telefónico del comprador, preocupado por la descomposición del animal, y debió reemplazarlo). Andy Warhol se hizo icónico -y rico- pintando latas de sopa Campbell. También realizó una simpática serigrafía del dictador chino Mao Zedong, un asesino de masas, obra que es adorada por sus cultores. Pero quizás su creación más extraordinaria -desde el punto de vista de lo disonante entre realidad y representación- haya sido la pintura de un billete de un dólar que se vendió este año por más de treinta y dos millones de dólares.

Y luego están los artistas que, traspasando los límites de lo exótico, van por lo extremo. En Paris, la argentina Marta Minujin invitó a un colega, hacha en mano y máscara de verdugo en el rostro, a que destruya sus obras mientras ella liberaba a cientos de conejos y palomas entre los presentes; luego roció con gasolina los restos de la masacre e incendió todo. El chileno Francisco Tapia se tatuó en la espalda el símbolo del gobierno de turno y dejó su cuerpo al desnudo para que el público le diese latigazos con un cable coaxial en la bienal del Museo de Bellas Artes de Santiago. El francés Pierre Pinoncelli se cortó un dedo de su mano con un hacha durante un festival artístico en Colombia y lo donó al Museo de Arte Moderno de Cali. La oreja mutilada del holandés Vincent Van Gogh, obsequiada a una prostituta, es legendaria. El torero y pintor estadounidense residente en España, John Fulton, empleaba para sus pinturas la sangre de los toros que él mismo mataba. El neoyorkino Vincent Castiglia durante una década usó su propia sangre en sus obras. Anteriormente, el argentino Alberto Greco llevó esa técnica al límite: anunció que se iba a suicidar en Barcelona, se cortó las venas y con su propia sangre escribió en su mano “Fin” y sobre la pared “Esta es mi mejor obra”. Si estos artistas radicales se hicieran ver por un psiquiatra terminarían en un sanatorio. Como se hacen ver por críticos culturales, terminan en los museos.

En algún momento de su historia, lo que los legos comúnmente llamamos “arte” dejó de serlo. Hoy la escena está saturada de esnobs que se auto-proclaman creadores vanguardistas apelando al estruendo, al shock, a lo insólito. Tienen derecho a definirse como quieran y sus seguidores pueden elegir admirarlos por sus extravagancias. El resto, los no-sofisticados, tenemos derecho a reaccionar a nuestro modo ante lo que ellos llaman “arte provocador”. Ciertamente, lo que sea que hacen es provocador, pero no estoy seguro de que pueda ser llamado arte.

Comunidades, Comunidades - 2015

Comunidades

Por Julián Schvindlerman

  

Para la prensa Española sólo hay extremistas Israelíes – 19/08/15

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En su más reciente reporte, titulado Diferencias: víctimas, victimarios y calificativos» escrito por Marcelo Wio, la organización Revista de Medio Oriente ha analizado la reacción de la prensa española en torno al brutal atentado perpetrado contra una familia palestina en Cisjordania. El estudio muestra la parcialidad con la que los medios masivos de comunicación han cubierto este caso, que se inscriba ya en un patrón visible de tendenciosidad antiisraelí.

El reporte se centra en la amplia cobertura mediática del asesinato del niño palestino Ali Saad Dawabsha, de un año y medio de edad, y de sus familiares. Los medios dieron amplia cobertura al suceso. Por ejemplo, estos son algunos de los artículos que contiene el reporte de Revista de Medio Oriente:

«Un niño palestino muere abrasado en un ataque de colonos israelíes», en el diario El País (1/8/2015). Aunque luego el texto decía: «Un niño palestino de año y medio murió carbonizado en la madrugada de este viernes cuando varios desconocidos, supuestamente colonos, incendiaron su vivienda…». (Énfasis agregado).

«Presuntos colonos judíos incendian dos casas y matan a un bebé palestino en Cisjordania», en el Periódico, (31/8/2015). (Énfasis agregado).

«Un bebé palestino muere después de que dos presuntos extremistas israelíes atacaran su casa», El Mundo (31/7/2015). (Énfasis agregado).

«EE.UU. condena el asesinato de un bebé palestino en un ataque de colonos judíos», agencia española de noticias Efe (31/7/2015), que a continuación decía: «… asesinato de un bebé palestino en un ataque de supuestos extremistas colonos judíos…». (Énfasis agregado).

Es decir, aun cuando sus propios informes indicaban que se desconocía la identidad de los perpetradores, los editores de diarios y agencias de noticias españolas titulaban como si conocieran la identidad de los agresores.

Luego el analista Wio se pregunta qué ha ocurrido en casos en los que el niño asesinado era israelí y ofrece: «Una rápida búsqueda en Google arrojó escasos resultados respecto del asesinato el 11 de marzo de 2011 de miembros de la familia Fogel, en la localidad de Itamar». Ehud Fogel (36), su esposa Ruth (35) y sus hijos Yoav (11), Elad (4) y Hadas (tres meses) fueron asesinados en su casa a manos de los palestinos Amjad Ajmed Awad (19) y Hakim Mazen Awad (18).

Wio da el ejemplo del diario El Mundo que titulaba de la siguiente manera la noticia de la detención de los culpables, poco más de un mes después del crimen (17/4/2011): «Dos palestinos detenidos por el asesinato de una familia israelí en Cisjordania».

En este caso, no se recurría a la palabra «extremista» para definir a los perpetradores, aunque a continuación el texto indicara que: «Según los servicios secretos israelíes (Shabak), los dos palestinos no mostraron arrepentimiento por el ataque y revelaron que decidieron matar también a Hadas, de tres meses, «porque lloraba’ y temían ser descubiertos. «Queríamos matar judíos. Fuimos a Itamar para hacer una acción de martirio’, confesó Amjad Ajmed Awad».

Revista de Medio Oriente buscó en la hemeroteca digital de El País una mención al arresto de los culpables de dicho atentado para comparar su tratamiento respecto de la noticia del ataque a la familia palestina; pero sólo halló una breve mención al suceso el día 13 de marzo de 2011.

En el caso de la agencia española de noticias Efe, el informe de Revista de Medio Oriente advirtió que no mencionaba a los niños en su titular: «Cinco muertos en un ataque palestino a una colonia judía en Cisjordania». Y posteriormente, a raíz del arresto de los palestinos que se declararon culpables del crimen, la agencia publicaba: «Dos palestinos arrestados por el presunto asesinato de una familia judía».

Wio señala que tampoco aquí había «extremismos» o «ultranacionalismos», ni la palabra «musulmanes», aunque uno de los perpetradores declaró, como ya se indicara: «Queríamos matar judíos. Fuimos a Itamar para hacer una acción de martirio».

«Al parecer», concluye el reporte, «existe una prontitud para etiquetar a unos, y una renuencia o resistencia a hacerlo con otros; lo que sugeriría que las caracterizaciones de ´ultra´, ´extremistas´ y ´radicales´ están reservadas para los judíos/israelíes. Los palestinos son, simplemente, ´palestinos´».

Una vez más, buena parte de la prensa española expone su rencor contra Israel, dañando así su profesionalismo y objetividad (además de la imagen mundial del estado judío, desde ya). Hace largo tiempo que demasiados editores han abandonado todo rigor para hacer cabildeo pro-palestino (strictu sensu, antiisraelí) en sus reportes periodísticos. El corolario de esta particular expresión de sesgo anti-profesional ese claro: si sólo hay fanáticos de un lado de la frontera, es entonces evidente cual parte es la culpable por la ausencia de la paz. El círculo queda así recuadrado y listo para ir a imprenta.

Originalmente publicado en El Medio.com

Varios

Varios

Por Julián Schvindlerman

  

Para la prensa española sólo hay extremistas israelíes – 12/08/15

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EL Medio.com – España – 12/08/15

En su más reciente reporte, titulado “Diferencias: víctimas, victimarios y calificativos” escrito por Marcelo Wio, la organización Revista de Medio Oriente ha analizado la reacción de la prensa española en torno al brutal atentado perpetrado contra una familia palestina en Cisjordania. El estudio muestra la parcialidad con la que los medios masivos de comunicación han cubierto este caso, que se inscriba ya en un patrón visible de tendenciosidad antiisraelí.

El reporte se centra en la amplia cobertura mediática del asesinato del niño palestino Ali Saad Dawabsha, de un año y medio de edad, y de sus familiares. Los medios dieron amplia cobertura al suceso. Por ejemplo, estos son algunos de los artículos que contiene el reporte de Revista de Medio Oriente:

“Un niño palestino muere abrasado en un ataque de colonos israelíes”, en el diario El País (1/8/2015). Aunque luego el texto decía: “Un niño palestino de año y medio murió carbonizado en la madrugada de este viernes cuando varios desconocidos, supuestamente colonos, incendiaron su vivienda…”. (Énfasis agregado).

“Presuntos colonos judíos incendian dos casas y matan a un bebé palestino en Cisjordania”, en el Periódico, (31/8/2015). (Énfasis agregado).

“Un bebé palestino muere después de que dos presuntos extremistas israelíes atacaran su casa”, El Mundo (31/7/2015). (Énfasis agregado).
“EE.UU. condena el asesinato de un bebé palestino en un ataque de colonos judíos”, agencia española de noticias Efe (31/7/2015), que a continuación decía: “… asesinato de un bebé palestino en un ataque de supuestos extremistas colonos judíos…”. (Énfasis agregado).

Es decir, aun cuando sus propios informes indicaban que se desconocía la identidad de los perpetradores, los editores de diarios y agencias de noticias españolas titulaban como si conocieran la identidad de los agresores.

Luego el analista Wio se pregunta qué ha ocurrido en casos en los que el niño asesinado era israelí y ofrece: “Una rápida búsqueda en Google arrojó escasos resultados respecto del asesinato el 11 de marzo de 2011 de miembros de la familia Fogel, en la localidad de Itamar”. Ehud Fogel (36), su esposa Ruth (35) y sus hijos Yoav (11), Elad (4) y Hadas (tres meses) fueron asesinados en su casa a manos de los palestinos Amjad Ajmed Awad (19) y Hakim Mazen Awad (18).

Wio da el ejemplo del diario El Mundo que titulaba de la siguiente manera la noticia de la detención de los culpables, poco más de un mes después del crimen (17/4/2011): “Dos palestinos detenidos por el asesinato de una familia israelí en Cisjordania”.

En este caso, no se recurría a la palabra “extremista” para definir a los perpetradores, aunque a continuación el texto indicara que: “Según los servicios secretos israelíes (Shabak), los dos palestinos no mostraron arrepentimiento por el ataque y revelaron que decidieron matar también a Hadas, de tres meses, ‘porque lloraba’ y temían ser descubiertos. ‘Queríamos matar judíos. Fuimos a Itamar para hacer una acción de martirio’, confesó Amjad Ajmed Awad”.

Revista de Medio Oriente buscó en la hemeroteca digital de El País una mención al arresto de los culpables de dicho atentado para comparar su tratamiento respecto de la noticia del ataque a la familia palestina; pero sólo halló una breve mención al suceso el día 13 de marzo de 2011.

En el caso de la agencia española de noticias Efe, el informe de Revista de Medio Oriente advirtió que no mencionaba a los niños en su titular: “Cinco muertos en un ataque palestino a una colonia judía en Cisjordania”. Y posteriormente, a raíz del arresto de los palestinos que se declararon culpables del crimen, la agencia publicaba: “Dos palestinos arrestados por el presunto asesinato de una familia judía”.

Wio señala que tampoco aquí había “extremismos” o “ultranacionalismos”, ni la palabra “musulmanes”, aunque uno de los perpetradores declaró, como ya se indicara: “Queríamos matar judíos. Fuimos a Itamar para hacer una acción de martirio”.

“Al parecer”, concluye el reporte, “existe una prontitud para etiquetar a unos, y una renuencia o resistencia a hacerlo con otros; lo que sugeriría que las caracterizaciones de ´ultra´, ´extremistas´ y ´radicales´ están reservadas para los judíos/israelíes. Los palestinos son, simplemente, ´palestinos´”.

Una vez más, buena parte de la prensa española expone su rencor contra Israel, dañando así su profesionalismo y objetividad (además de la imagen mundial del estado judío, desde ya). Hace largo tiempo que demasiados editores han abandonado todo rigor para hacer cabildeo pro-palestino (strictu sensu, antiisraelí) en sus reportes periodísticos. El corolario de esta particular expresión de sesgo anti-profesional ese claro: si sólo hay fanáticos de un lado de la frontera, es entonces evidente cual parte es la culpable por la ausencia de la paz. El círculo queda así recuadrado y listo para ir a imprenta.

Comunidades, Comunidades - 2015

Comunidades

Por Julián Schvindlerman

  

Jonathan Pollard: demasiado poco, demasiado tarde – 05/08/15

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Poco tiempo atrás, Washington denunció que el Mossad había espiado las conversaciones nucleares de Irán con las potencias. Eso era inadmisible, sostuvo la opinión ilustrada, los aliados no deberían tratarse de esa forma. Pero, ¿cómo se había enterado Estados Unidos de que Israel lo había espiado? Pues la CIA había intervenido teléfonos de los israelíes y así advirtió el caso. Otra que hizo un papelón fue Dilma Rousseff, cuando puso el grito en el cielo al ser informada -cortesía de Edward Snowden- de que Washington la espiaba y armó una pequeña escena de típica sobre-exageración sudamericana, llegando a postergar con solemnidad diplomática un inminente viaje a la Casa Blanca. (Debilitada tras el escándalo del Petrolao, indecorosamente debió tragarse el orgullo y viajar al Norte a hacer las paces). Más allá del berrinche, lo cierto es que Brasil sigue teniendo su propio servicio secreto y un presupuesto anual para pagar salarios a sus propios espías. Snowden también encierra una contradicción: este adalid de la denuncia contra el espionaje universal se refugió en la Rusia de Vladimir Putin; un ex jerarca de la KGB de fama legendaria por espiar -antes y ahora- incesantemente a empresarios, periodistas, opositores políticos y activistas de derechos humanos.

Para algunos será una novedad llamativa, pero pronunciémosla igualmente: los países espían. Siempre lo han hecho. El espionaje contra enemigos -y entre aliados- es usual. El lío se arma cuando los topos son apresados. Pero la actividad es cotidiana.

Este preámbulo viene a colación del anuncio de una próxima liberación de un famoso analista naval estadounidense que espió a favor de Israel en los años ochenta del siglo pasado. Jonathan Pollard pasó información sensible a Jerusalem (fundamentalmente sobre las capacidades militares de los árabes, los rusos y los paquistaníes en manos de EE.UU.), fue detectado, arrestado, juzgado y condenado. Él violó la ley norteamericana y traicionó a su patria, de manera que fue razonable y justo que Estados Unidos le hiciera pagar por ello. No tan razonable o justa fue la condena a cadena perpetua, sobre todo considerando que sus actividades a) buscaron beneficiar a Israel más que dañar a EE.UU., b) fueron a favor de una nación aliada, y c) no pusieron en riesgo las vidas de activos norteamericanos, como sí ocurrió con el notorio Aldrich Ames, el espía americano pro-soviético de esa misma época condenado a perpetua. Robert Kim, otro analista naval que espió a favor de Corea del Sur, otro aliado de Washington, fue condenado a sólo siete años.

Pollard siempre ha sido una carta en la manga de los presidentes norteamericanos -que la han usado para tentar a los gobiernos israelíes hacia la realización de ciertas concesiones indeseadas-, una causa nacional para muchos israelíes -que han clamado por su liberación y han nombrado una plaza de su capital en su honor-, y un foco de tensión en la relación bilateral. Aparentemente, su próxima excarcelación estaría vinculada a una regla norteamericana que concede la libertad condicional al cabo de treinta años de cárcel, salvo situaciones excepcionales. La Casa Blanca aseguró que este desarrollo no está vinculado al acuerdo nuclear de las potencias con Irán, pero la coincidencia temporal es muy llamativa, máxime teniendo en cuenta el uso y abuso del affair Pollard a lo largo de los años.

Aún si fuera un hueso arrojado por la Administración Obama, no tendrá el menor efecto en apaciguar los nervios de los israelíes. El acuerdo nuclear es realmente un muy mal acuerdo que para cuando expire dentro de unos quince años dejará al país persa económicamente próspero (las sanciones se levantarán), militarmente poderoso (los embargos caerán) y con el camino despejado para retomar sus aspiraciones nucleares sin restricciones. Para balancear militarmente a Irán ante las naciones árabes sunitas, Washington ofreció dotar de más armas convencionales a estas últimas. Lo que significa un incremento en la militarización del Medio Oriente. La lógica es intrigante puesto que, como ha notado Bret Stephens, con el fin de evitar que el Oriente Medio se convierta en un lugar muy peligroso en el futuro, [parece ser] necesario permitir que se convierta en un lugar muy peligroso ahora». Mientras tanto, atento a la observación de David Makovsky, Israel está cada vez más rodeada ya no por estados, sino en gran medida por actores no-estatales como Hezbolá en el Líbano, Jabhat al-Nusra en Siria, Hamas en Gaza y Ansar Beit al-Maqdis (una filial de ISIS) en el desierto del Sinaí egipcio, cuyo comportamiento es menos predecible y mucho más violento que el de los estados convencionales. Nada de esto será modificado por la liberación de Jonathan Pollard.

Desde el punto de vista humanitario, bienvenida su puesta en libertad. Desde el punto de vista geoestratégico, sin embargo, Israel necesitará algo más que gestos vacuos de su gran aliado para lidiar con el empoderamiento de una amenaza existencial que Washington acaba de agrandar.

Varios

Varios

Por Julián Schvindlerman

  

El pacto con Irán: peor imposible – 04/08/15

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El Diario de Hoy (El Salvador)

Urbi et orbi, reina el ánimo celebratorio por el histórico pacto alcanzado entre la potencias e Irán. Ha sido anunciado por sus entusiastas defensores como el triunfo de la diplomacia y como el acuerdo que ha puesto fin a las amenazas nucleares de la nación persa. En medio de la euforia un detalle está pasando desapercibido. Si el pacto es tan fabuloso, entonces, ¿por qué motivo los países más directamente amenazados por Irán en el Medio Oriente no se han sumado a la fiesta? ¿Por qué el mundo sunita -desde Marruecos hasta Turquía- se muestra preocupado? ¿Por qué estados enemigos entre sí y ambos aliados de Washington, como Israel y Arabia Saudita, están profundamente alarmados? Si el pacto es tan efectivo en contener las ambiciones atómicas de Irán, ¿por qué ha debido el presidente Barack Obama anunciar inmediatamente tras su firma que enviará en breve a su Secretario de Estado al Golfo Pérsico y a su Secretario de Defensa a Israel, en ambos casos a calmar ansiedades locales?

Este acuerdo es problemático tanto en su contenido como en aquellos temas que ha dejado de lado. Sobre esto último: el fervor revolucionario-terrorista del régimen ayatolá no fue negociado. Vale decir, Irán podrá seguir patrocinando militar y políticamente a grupos fundamentalistas en el Líbano, Gaza, Yemen y otras partes a la par que retorna como un socio legitimado al concierto de las naciones. También podrá seguir reprimiendo a su población con impunidad: según cifras de las Naciones Unidas, Irán tiene la tasa de ejecuciones más alta del Medio Oriente y la segunda a nivel global. La situación podría empeorar, pues este acuerdo no ha impuesto restricción humanitaria alguna al respecto.

No menos grave es lo que sí está contenido en el acuerdo. Ciertamente, impone serias limitaciones en múltiples áreas y por varios años sobre el proyecto nuclear de Irán. No obstante, adolece de falencias peligrosas. Según sus términos, al cabo de cinco años el embargo de armas convencionales que pesa sobre Irán será levantado. Tres años después correrá igual suerte el embargo sobre su programa de misiles balísticos intercontinentales; cuya utilidad principal es transportar cabezas nucleares a larga distancia. Pasados los diez años, las restricciones sobre su programa nuclear comenzarán a decaer. En cuestión de pocos meses de entrada en vigencia el pacto, las sanciones económicas y financieras -que costó muchísimo construir, en capital diplomático, durante largos años- serán dejadas sin efecto si Teherán honra lo pactado. Algunos dudan, legítimamente, de la futura fidelidad contractual persa. Pero, ¿por qué no habría Teherán de atenerse a lo firmado, si el resultado de cumplir el acuerdo redundará en un Irán económicamente próspero (las sanciones se levantarán), militarmente poderoso (los embargos caerán) y con el camino abierto para retomar sus aspiraciones nucleares a la fecha de expiración del contrato? Esta es la falla más trágica del acuerdo: lejos de trabar el sendero de Irán hacia lo bomba, puede terminar facilitándolo.

Sólo el tiempo arrojará el veredicto final sobre este pacto de alto riesgo. Pero bien vale recordar un precedente inquietante. En 1994, Estados Unidos negoció con Corea del Norte un acuerdo nuclear. Hoy, Pyongyang es una potencia atómica. Este fiasco no necesariamente deba repetirse. Pero la chance de que algo similar ocurra con Irán, es real.

Compromiso

Compromiso

Por Julián Schvindlerman

  

Refugiados del siglo XXI – 08/15

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Año 7. No. 59

Tiempo atrás, la triste fotografía de Aylan Kurdi, un niño sirio-kurdo de tres años de edad ahogado a la orilla de Turquía, provocó un gran shock, un espasmo de conciencia internacional y aceleró los planes europeos para dar respuesta a una ola de inmigrantes-desplazados como no se ha visto desde la Segunda Guerra Mundial. Esta vez, esta masa humana desplazada nació de los conflictos del Medio Oriente, especialmente de Siria e Irak, países en los que el accionar violento del ISIS, la represión del régimen Assad y la expansión de caos y terror ha impactado de lleno en las poblaciones civiles locales. Sumado a eso está el endémico problema de desocupación y el legendario despotismo en tierras árabes y africanas. En lo que va del año, conforme informó la Organización Mundial para las Migraciones, más de 600.000 desplazados arribaron a Europa; más de tres mil de ellos murieron en el mar Mediterráneo al intentar llegar a sus costas.
Ankara fue en parte responsable de la tragedia del niño sirio-kurdo ahogado y de sus demás parientes. La familia había pedido asilo en Canadá por medio de una pariente, la ONU se negó a registrar a la familia como refugiados en tanto que el gobierno turco no les concedió visados de salida (ya que no tenían pasaportes), entonces la solicitud de asilo en Canadá no pudo prosperar. Sin opciones legales, la familia hizo lo que decenas de miles de refugiados en Turquía han hecho: abordó un precario barco en dirección a la isla griega de Kos. El barco se hundió a unos treinta minutos después de que se puso en marcha. Aylan, su hermano Ghalib, su madre Rehan, y muchos otros se ahogaron.
“En esencia”, observó Tarek Fatah, del Congreso Musulmán de Canadá, en The Toronto Sun, “es la historia de una familia kurda que huyó de un país árabe después de un ataque islamista y se refugió en la frontera con Turquía, un país conocido por su hostilidad hacia su propia población kurda”. En palabras de la tía del niño en Vancouver, quien pidió asilo en nombre de su familia, el tratamiento que recibieron en Turquía fue «horrible». Pero en lugar de apuntar a los responsables más visibles en este drama -el régimen de Assad en Siria, los turcos, ISIS, Arabia Saudita y Qatar- la opinión pública castigó a Canadá y a Europa.
Ciertamente, en medio de este maremoto humanitario tardó bastante en surgir una pregunta evidente: ¿por qué no fueron asilados los desplazados en los países del golfo árabe? Esto cobraba sentido pues estos están entre los países más ricos del orbe, algunos de ellos gozan de una gran extensión territorial y todos ellos son próximos a las zonas de conflicto. Es raro que la opinión pública mundial haya presionado a los europeos a encontrar la manera de dar respuesta a esta crisis y haya esperado casi nada de los propios árabes, que son en última instancia los creadores de esta crisis grave.
Un mes y medio después de la tragedia de la familia Kurdi, el horror se repitió cuando una barcaza de madera con treinta y nueve refugiados a bordo chocó contra otro barco. Como resultado murieron siete personas, entre ellas cuatro niños. La fotografía de un buzo sacando del agua el cuerpo de una chica ahogada potenció la sensibilidad global acerca del padecimiento de estos emigrados, de los cuales, según el Alto Comisionado de las Naciones Unidas para los Refugiados (ACNUR), el 68% son hombres, el 13% mujeres y el 19% son niños. El 54% de ellos tiene nacionalidad siria.
En cuanto a estos refugiados sirios puntualmente, Federico Gaón señalaba en Infobae que no tendrían barreras idiomáticas en el Golfo y si bien es cierto que el alto conservadurismo de las sociedades de esos países podría complicar su integración, sería menos traumática que en una Europa culturalmente arreligiosa. En Turquía ya hay casi 2 millones de refugiados sirios. El Líbano alberga a 1,1 millones de desplazados, cifra que representa un 25 % de la población total del país. Jordania da lugar a casi seiscientos treinta mil desplazados, que representan casi el 8 % del total de la población. Tras ofrecer esos datos, sugería este periodista que Ankara, Beirut y Amán tienen derecho a esperar que las naciones árabes del Golfo Pérsico asuman su parte de responsabilidad.
La mayor parte de los refugiados están huyendo de situaciones de terror en todo el norte de África y Oriente Medio, pero sobre todo de la guerra civil siria que está ahora en su quinto año. La inacción europea y estadounidense ante la crisis siria terminó pasando factura a Occidente. El resultado de no actuar a tiempo, ha sido la peor catástrofe humanitaria del siglo XXI. Lo que comenzó como un levantamiento contra Bashar al-Assad se ha convertido en una guerra civil cada vez más virulenta que ha convocado la intervención de Rusia e Irán en el terreno. Facciones islámicas radicales se han multiplicado y el ISIS halló un refugio desde el cual propagarse. Más de doscientos mil sirios han sido asesinados y millones desplazados dentro del país o en campamentos en los países vecinos. “Así se ve el mundo cuando Occidente abandona su responsabilidad de mantener el orden mundial” lamentó The Wall Street Journal.
Una conclusión política obvia es que mientras que la intervención tiene riesgos, también los tiene la inacción. “La diferencia es que en situaciones de intervención, Occidente puede dar forma a los acontecimientos, usualmente para mejor, en lugar de limitarse a hacer frente a las consecuencias de no hacer nada” decían los editores del WSJ. La marea humana de la guerra de Siria está ahora inundando las costas de Europa, forzándola a aceptar refugiados, entre los cuales, sin duda alguna, ISIS intentará infiltrar terroristas, lo que empeorará la situación de seguridad continental.
La mirada humanista no admitirá otra consideración que la compasiva. La lectura geopolítica de esta emigración de masas trasciende esas demandas de compasión, que son fáciles de pronunciar pero que tienen implicancias sobre los países anfitriones. Tal como apuntaba Natalio Steiner en un editorial en Comunidades:

“Nada se les puede reprochar a las personas que buscan huir de su país azotado por las tragedias de la guerra, las hambrunas y la falta de futuro pero tampoco se le puede pedir a Europa -que tiene sus responsabilidades coloniales en la hecatombe- [que] se haga cargo casi en forma exclusiva del tema, dado que la masiva y simultánea llegada de tal masa de migrantes generará la fragmentación social, cultural y religiosa de los países anfitriones y en 50 años Europa se transformará en Eurabia, tal como lo pronosticara la fallecida periodista, Oriana Fallaci… No se trata de oponerse a la recepción de víctimas. Los judíos hemos sido víctimas de las persecuciones, pero tampoco se puede caer en la ingenuidad de pensar que el tema debe ser resuelto sólo por el mundo desarrollado”.

Esto cobra especial sentido al considerar que actualmente hay sesenta millones de desplazados en el planeta, un tercio de los cuales son refugiados que huyen de situaciones de violencia.
El filósofo Fernando Savater buscó balancear la responsabilidad de proteger a exiliados perseguidos con la legítima razón de negarse a ver a Europa desbordada por una inmigración descomunal y culturalmente diferente. Él sugería distinguir entre aquellos que huyen de una situación de persecución o guerra, de aquellos que emigran por razones de bienestar económico, y postulaba que a los primeros debe acogerse, más a los segundos se les debe instar a permanecer en sus naciones para fomentar un proceso transformador que, con su propio esfuerzo y talento, los europeos ya hicieron, y los árabes y africanos aún deben realizar. Savater alegaba que sin una resolución raigal en el lugar de origen -cuyo caos, inestabilidad, corrupción y represión expulsan continuamente a los nativos de África y Medio Oriente-, sencillamente el éxodo nunca terminará y en algún punto Europa deberá bajar la barrera. Alemania -la nación más abierta a recibir a estos inmigrantes- por caso, ya ha comenzado a discernir entre los exiliados políticos y los emigrantes económicos.
“Esta crisis”, sintetizaba el historiador Walter Russell Mead, “es resultado de la insuficiencia del Oriente Medio para lidiar con la modernidad y del fracaso de Europa para defender sus ideales”. Según observaba este académico, estamos presenciando una crisis de dos civilizaciones, pues tanto el Medio Oriente como Europa enfrentan problemas culturales y políticos profundos que no pueden resolver. “La intersección de sus fracasos y deficiencias ha hecho esta crisis mucho más destructiva y peligrosa de lo que debía ser, y lleva consigo el riesgo de una mayor inestabilidad y más guerra en una espiral cada vez mayor” sentenció.
Ante la realidad desgarradora de estos desdichados que huyen del estancamiento económico, de la persecución religiosa y del asfixio político, la conciencia pública mundial se ha conmovido y la familia de las naciones ha reaccionado. Es de esperar que se consensue una solución urgentemente pues, con todo lo impactante que el panorama se ha mostrado, cabe tener presente que, en palabras de Russell Mead, esta puede ser “la primera crisis migratoria del siglo XXI, pero es poco probable que sea la última”.

ABC Color (Paraguay)

ABC Color (Paraguay)

Por Julián Schvindlerman

  

El pacto con Irán: peor imposible – 25/07/15

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Urbi et orbi, reina el ánimo celebratorio por el histórico pacto alcanzado entre la potencias e Irán. Ha sido anunciado por sus entusiastas defensores como el triunfo de la diplomacia y como el acuerdo que ha puesto fin a las amenazas nucleares de la nación persa. En medio de la euforia un detalle está pasando desapercibido. Si el pacto es tan fabuloso, entonces, ¿por qué motivo los países más directamente amenazados por Irán en el Medio Oriente no se han sumado a la fiesta? ¿Por qué el mundo sunita -desde Marruecos hasta Turquía- se muestra preocupado? ¿Por qué estados enemigos entre sí y ambos aliados de Washington, como Israel y Arabia Saudita, están profundamente alarmados? Si el pacto es tan efectivo en contener las ambiciones atómicas de Irán, ¿por qué ha debido el presidente Barack Obama anunciar inmediatamente tras su firma que enviará en breve a su Secretario de Estado al Golfo Pérsico y a su Secretario de Defensa a Israel, en ambos casos a calmar ansiedades locales?

Este acuerdo es problemático tanto en su contenido como en aquellos temas que ha dejado de lado. Sobre esto último: el fervor revolucionario-terrorista del régimen ayatolá no fue negociado. Vale decir, Irán podrá seguir patrocinando militar y políticamente a grupos fundamentalistas en el Líbano, Gaza, Yemen y otras partes a la par que retorna como un socio legitimado al concierto de las naciones. También podrá seguir reprimiendo a su población con impunidad: según cifras de las Naciones Unidas, Irán tiene la tasa de ejecuciones más alta del Medio Oriente y la segunda a nivel global. La situación podría empeorar, pues este acuerdo no ha impuesto restricción humanitaria alguna al respecto.

No menos grave es lo que sí está contenido en el acuerdo. Ciertamente, impone serias limitaciones en múltiples áreas y por varios años sobre el proyecto nuclear de Irán. No obstante, adolece de falencias peligrosas. Según sus términos, al cabo de cinco años el embargo de armas convencionales que pesa sobre Irán será levantado. Tres años después correrá igual suerte el embargo sobre su programa de misiles balísticos intercontinentales; cuya utilidad principal es transportar cabezas nucleares a larga distancia. Pasados los diez años, las restricciones sobre su programa nuclear comenzarán a decaer. En cuestión de pocos meses de entrada en vigencia el pacto, las sanciones económicas y financieras -que costó muchísimo construir, en capital diplomático, durante largos años- serán dejadas sin efecto si Teherán honra lo pactado. Algunos dudan, legítimamente, de la futura fidelidad contractual persa. Pero, ¿por qué no habría Teherán de atenerse a lo firmado, si el resultado de cumplir el acuerdo redundará en un Irán económicamente próspero (las sanciones se levantarán), militarmente poderoso (los embargos caerán) y con el camino abierto para retomar sus aspiraciones nucleares a la fecha de expiración del contrato? Esta es la falla más trágica del acuerdo: lejos de trabar el sendero de Irán hacia lo bomba, puede terminar facilitándolo.

Sólo el tiempo arrojará el veredicto final sobre este pacto de alto riesgo. Pero bien vale recordar un precedente inquietante. En 1994, Estados Unidos negoció con Corea del Norte un acuerdo nuclear. Hoy, Pyongyang es una potencia atómica. Este fiasco no necesariamente deba repetirse. Pero la chance de que algo similar ocurra con Irán, es real.

Página Siete (Bolivia)

Página Siete (Bolivia)

Por Julián Schvindlerman

  

El pacto con Irán: peor imposible – 24/07/15

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Urbi et orbi, reina el ánimo celebratorio por el histórico pacto alcanzado entre la potencias e Irán. Ha sido anunciado por sus entusiastas defensores como el triunfo de la diplomacia y como el acuerdo que ha puesto fin a las amenazas nucleares de la nación persa. En medio de la euforia un detalle está pasando desapercibido. Si el pacto es tan fabuloso, entonces, ¿por qué motivo los países más directamente amenazados por Irán en el Medio Oriente no se han sumado a la fiesta? ¿Por qué el mundo sunita -desde Marruecos hasta Turquía- se muestra preocupado? ¿Por qué estados enemigos entre sí y ambos aliados de Washington, como Israel y Arabia Saudita, están profundamente alarmados? Si el pacto es tan efectivo en contener las ambiciones atómicas de Irán, ¿por qué ha debido el presidente Barack Obama anunciar inmediatamente tras su firma que enviará en breve a su Secretario de Estado al Golfo Pérsico y a su Secretario de Defensa a Israel, en ambos casos a calmar ansiedades locales?

Este acuerdo es problemático tanto en su contenido como en aquellos temas que ha dejado de lado. Sobre esto último: el fervor revolucionario-terrorista del régimen ayatolá no fue negociado. Vale decir, Irán podrá seguir patrocinando militar y políticamente a grupos fundamentalistas en el Líbano, Gaza, Yemen y otras partes a la par que retorna como un socio legitimado al concierto de las naciones. También podrá seguir reprimiendo a su población con impunidad: según cifras de las Naciones Unidas, Irán tiene la tasa de ejecuciones más alta del Medio Oriente y la segunda a nivel global. La situación podría empeorar, pues este acuerdo no ha impuesto restricción humanitaria alguna al respecto.

No menos grave es lo que sí está contenido en el acuerdo. Ciertamente, impone serias limitaciones en múltiples áreas y por varios años sobre el proyecto nuclear de Irán. No obstante, adolece de falencias peligrosas. Según sus términos, al cabo de cinco años el embargo de armas convencionales que pesa sobre Irán será levantado. Tres años después correrá igual suerte el embargo sobre su programa de misiles balísticos intercontinentales; cuya utilidad principal es transportar cabezas nucleares a larga distancia. Pasados los diez años, las restricciones sobre su programa nuclear comenzarán a decaer. En cuestión de pocos meses de entrada en vigencia el pacto, las sanciones económicas y financieras -que costó muchísimo construir, en capital diplomático, durante largos años- serán dejadas sin efecto si Teherán honra lo pactado. Algunos dudan, legítimamente, de la futura fidelidad contractual persa. Pero, ¿por qué no habría Teherán de atenerse a lo firmado, si el resultado de cumplir el acuerdo redundará en un Irán económicamente próspero (las sanciones se levantarán), militarmente poderoso (los embargos caerán) y con el camino abierto para retomar sus aspiraciones nucleares a la fecha de expiración del contrato? Esta es la falla más trágica del acuerdo: lejos de trabar el sendero de Irán hacia lo bomba, puede terminar facilitándolo.

Sólo el tiempo arrojará el veredicto final sobre este pacto de alto riesgo. Pero bien vale recordar un precedente inquietante. En 1994, Estados Unidos negoció con Corea del Norte un acuerdo nuclear. Hoy, Pyongyang es una potencia atómica. Este fiasco no necesariamente deba repetirse. Pero la chance de que algo similar ocurra con Irán, es real.

Comunidades, Comunidades - 2015

Comunidades

Por Julián Schvindlerman

  

Romantizar con los ayatolas – 23/07/15

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El Pacto Nuclear alcanzado entre el P5+1 e Irán ha sido una victoria geopolítica de Teherán, un logro comercial de Europa y un triunfo personal de Barack Obama.

Prácticamente desde el primer día en funciones, el presidente estadounidense trabajó en pos de acercar posiciones con el régimen Ayatola. Obama envió cartas al Líder Supremo Alí Khameini, las que fueron respondidas hoscamente o ignoradas. Subió videos a You Tube en los que saludó a los iraníes por el año nuevo persa; pero hizo la vista gorda cuando el pueblo se levantó contra el régimen opresor en el marco de un fraude electoral, en 2009. El nadir de esta excitación presidencial llegó en diciembre de 2014 cuando, durante una entrevista con Steve Inskeep de la National Public Radio, deseó buenaventura a Irán en su política de expansión regional: Uno tiene que entender cuáles son sus legítimas necesidades y preocupaciones» dijo Obama, y sugirió que un acuerdo nuclear ayudaría a que Irán se convierta en «una potencia regional de gran éxito que también se atenga a las normas internacionales». Esto, aseguró el presidente, «sería bueno para todo el mundo. Eso sería bueno para los Estados Unidos, sería bueno para la región, y sobre todo, sería bueno para el pueblo iraní». Ese mismo mes, en otra entrevista, esta vez con la revista The Atlantic, Obama minimizó la magnitud del antisemitismo del gobierno iraní (que, entre otras, ha negado el Holocausto y llamado a la obliteración de Israel), alegando que no era más que una «herramienta organizacional» que no guiaba las consideraciones estratégicas de la nación persa.

El Consejo de Seguridad Nacional, según indica el sitio oficial de la Casa Blanca, «es el principal foro del presidente para examinar las cuestiones de seguridad y política exterior con sus principales asesores de seguridad nacional y funcionarios del gabinete». La directora del escritorio iraní en el CSN es Sahar Nowrouzzadeh, quien trabajó en el Consejo Nacional Americano Iraní, ONG fundada en 1999 por Trita Parsi, mujer cercana al gobierno Ayatola. Según sus críticos locales, el CNAI ha defendido desde antes de que Obama llegue a la Casa Blanca el acercamiento a Irán y el levantamiento de las sanciones internacionales. Obsesionados con el «lobby judío», a muchos se les parece haber pasado por alto la existencia de un lobby iraní en Washington y las influencias que puede haber tenido en la gestación de esta nueva política hacia Irán.

El asesoramiento político de la señorita Nowrouzzadeh puede haber sido cuestionable, pero sin dudas es legal y legítimo. Después de todo, si un diario presumiblemente independiente como el New York Times organiza viajes turísticos anuales a la República Islámica de Irán -bajo el exótico nombre de «Cuentos de Persia», a $6.995 dólares por persona y tiene como guía a Elaine Sciolino, su ex corresponsal en Teherán- entonces ya nada debe sorprendernos. Por largo tiempo ha existido en Estados Unidos una opinión pro-iraní en ciertos círculos; con el ascenso de Barack Obama al poder, esas opiniones «han migrado a la Casa Blanca y forman la base de la política estadounidense en los más altos círculos del poder» indica el experto en asuntos iraníes Sohrab Ahmari.

Adivinanza: ¿Quién dijo hace poco: «Incluso con tus enemigos, incluso con tus adversarios, yo creo que tienes que tener la capacidad de ponerte de vez en cuando en sus zapatos»? Opciones: Nowrouzzadeh, Parsi, Sciolino, Obama. Respuesta: sí, el excelentísimo señor presidente.

La capacidad empática de Barack Obama no puede menospreciarse. Irán está gobernado por una claque de clérigos fanáticos cuyo lema fundamental es «¡Muerte a América!», que tilda a Estados Unidos de «Gran Satán» y cuya bandera, en la que reemplaza a sus estrellas por calaveras, está dibujada al pie de la entrada de varias oficinas gubernamentales para ser pisoteadas por los funcionarios persas. Teherán ha patrocinado a grupos terroristas y milicias chiíes hostiles a los intereses de Washington en la Franja de Gaza, el Líbano, Yemen, Bahrein, Siria e Irak; hoy en día tiene injustamente encarcelados a ciudadanos norteamericanos-iraníes en su suelo; y ha estado matando a norteamericanos desde 1983, cuando hizo estallar las barracas de los marines y la embajada americana en Beirut. Comprender al «otro» siempre fue un clásico de la mentalidad progresista, aunque Obama ha llevado eso al límite.

No obstante y en honor a la verdad, ese don también ha calado por momentos entre los conservadores. En 1986, con la esperanza de doblegar la intransigencia de los ayatolas y lograr la liberación de rehenes estadounidenses retenidos en el Líbano, la Administración Reagan envió una misión bizarra a Teherán, liderada por el ex asesor de seguridad nacional Robert McFarlane. Al llegar, disfrazados como miembros de la tripulación y con pasaportes irlandeses falsos, la delegación fue arrestada por las autoridades locales. La agencia de noticias oficial iraní IRNA informó que los americanos llevaban una biblia firmada por Ronald Reagan y una torta con forma de llave, como un símbolo de la inminente apertura de relaciones diplomáticas. Al cabo de cinco días, los americanos fueron echados del país por órdenes del ayatola Ruhola Khomeini. La operación fue un chasco y cuando trascendió posteriormente desató un escándalo en la opinión pública norteamericana. Irán no modificó su política terrorista-revolucionaria entonces, ni por los siguientes treinta años. En cuanto al extravagante obsequio, informó el 5 de noviembre de 1986 The Chicago Tribune, «guardias revolucionarios hambrientos se comieron la torta».

Esta nota fue inicialmente publicada en Infobae

Infobae, Infobae - 2015

Infobae

Por Julián Schvindlerman

  

Romantizar con los Ayatolas – 17/07/15

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El Pacto Nuclear alcanzado entre el P5+1 e Irán ha sido una victoria geopolítica de Teherán, un logro comercial de Europa y un triunfo personal de Barack Obama.

Prácticamente desde el primer día en funciones, el presidente estadounidense trabajó en pos de acercar posiciones con el régimen Ayatola. Obama envió cartas al Líder Supremo Alí Khameini, las que fueron respondidas hoscamente o ignoradas. Subió videos a You Tube en los que saludó a los iraníes por el año nuevo persa; pero hizo la vista gorda cuando el pueblo se levantó contra el régimen opresor en el marco de un fraude electoral, en 2009. El nadir de esta excitación presidencial llegó en diciembre de 2014 cuando, durante una entrevista con Steve Inskeep de la National Public Radio, deseó buenaventura a Irán en su política de expansión regional: “Uno tiene que entender cuáles son sus legítimas necesidades y preocupaciones” dijo Obama, y sugirió que un acuerdo nuclear ayudaría a que Irán se convierta en «una potencia regional de gran éxito que también se atenga a las normas internacionales». Esto, aseguró el presidente, «sería bueno para todo el mundo. Eso sería bueno para los Estados Unidos, sería bueno para la región, y sobre todo, sería bueno para el pueblo iraní». Ese mismo mes, en otra entrevista, esta vez con la revista The Atlantic, Obama minimizó la magnitud del antisemitismo del gobierno iraní (que, entre otras, ha negado el Holocausto y llamado a la obliteración de Israel), alegando que no era más que una “herramienta organizacional” que no guiaba las consideraciones estratégicas de la nación persa.

El Consejo de Seguridad Nacional, según indica el sitio oficial de la Casa Blanca, “es el principal foro del presidente para examinar las cuestiones de seguridad y política exterior con sus principales asesores de seguridad nacional y funcionarios del gabinete”. La directora del escritorio iraní en el CSN es Sahar Nowrouzzadeh, quien trabajó en el Consejo Nacional Americano Iraní, ONG fundada en 1999 por Trita Parsi, mujer cercana al gobierno Ayatola. Según sus críticos locales, el CNAI ha defendido desde antes de que Obama llegue a la Casa Blanca el acercamiento a Irán y el levantamiento de las sanciones internacionales. Obsesionados con el “lobby judío”, a muchos se les parece haber pasado por alto la existencia de un lobby iraní en Washington y las influencias que puede haber tenido en la gestación de esta nueva política hacia Irán.

El asesoramiento político de la señorita Nowrouzzadeh puede haber sido cuestionable, pero sin dudas es legal y legítimo. Después de todo, si un diario presumiblemente independiente como el New York Times organiza viajes turísticos anuales a la República Islámica de Irán -bajo el exótico nombre de “Cuentos de Persia”, a $6.995 dólares por persona y tiene como guía a Elaine Sciolino, su ex corresponsal en Teherán- entonces ya nada debe sorprendernos. Por largo tiempo ha existido en Estados Unidos una opinión pro-iraní en ciertos círculos; con el ascenso de Barack Obama al poder, esas opiniones “han migrado a la Casa Blanca y forman la base de la política estadounidense en los más altos círculos del poder” indica el experto en asuntos iraníes Sohrab Ahmari.

Adivinanza: ¿Quién dijo hace poco: “Incluso con tus enemigos, incluso con tus adversarios, yo creo que tienes que tener la capacidad de ponerte de vez en cuando en sus zapatos”? Opciones: Nowrouzzadeh, Parsi, Sciolino, Obama. Respuesta: sí, el excelentísimo señor presidente.

La capacidad empática de Barack Obama no puede menospreciarse. Irán está gobernado por una claque de clérigos fanáticos cuyo lema fundamental es “¡Muerte a América!”, que tilda a Estados Unidos de “Gran Satán” y cuya bandera, en la que reemplaza a sus estrellas por calaveras, está dibujada al pie de la entrada de varias oficinas gubernamentales para ser pisoteadas por los funcionarios persas. Teherán ha patrocinado a grupos terroristas y milicias chiíes hostiles a los intereses de Washington en la Franja de Gaza, el Líbano, Yemen, Bahrein, Siria e Irak; hoy en día tiene injustamente encarcelados a ciudadanos norteamericanos-iraníes en su suelo; y ha estado matando a norteamericanos desde 1983, cuando hizo estallar las barracas de los marines y la embajada americana en Beirut. Comprender al “otro” siempre fue un clásico de la mentalidad progresista, aunque Obama ha llevado eso al límite.

No obstante y en honor a la verdad, ese don también ha calado por momentos entre los conservadores. En 1986, con la esperanza de doblegar la intransigencia de los ayatolas y lograr la liberación de rehenes estadounidenses retenidos en el Líbano, la Administración Reagan envió una misión bizarra a Teherán, liderada por el ex asesor de seguridad nacional Robert McFarlane. Al llegar, disfrazados como miembros de la tripulación y con pasaportes irlandeses falsos, la delegación fue arrestada por las autoridades locales. La agencia de noticias oficial iraní IRNA informó que los americanos llevaban una biblia firmada por Ronald Reagan y una torta con forma de llave, como un símbolo de la inminente apertura de relaciones diplomáticas. Al cabo de cinco días, los americanos fueron echados del país por órdenes del ayatola Ruhola Khomeini. La operación fue un chasco y cuando trascendió posteriormente desató un escándalo en la opinión pública norteamericana. Irán no modificó su política terrorista-revolucionaria entonces, ni por los siguientes treinta años. En cuanto al extravagante obsequio, informó el 5 de noviembre de 1986 The Chicago Tribune, “guardias revolucionarios hambrientos se comieron la torta”.