Todas las entradas de: adminJS2021

La Ilustración Liberal

La Ilustración Liberal

Por Julián Schvindlerman

  

Apariencia y realidad en el mercader de Venecia – Verano-Otoño 2015

Imprimir

Por Julián Schvindlerman
Artículo publicado en La Ilustración Liberal (España)

En los poco más de cuatrocientos años desde que fue escrita, la obra de William Shakespeare El mercader de Venecia ha generado gran interés popular y ácido debate intelectual. Durante siglos, y sin muestras de agotamiento, ha gozado de la atracción masiva y perene que sólo los grandes clásicos logran exhibir. Según John Gross, autor de Shylock: A Legend and Its Legacy, el drama fue producido más de cien veces solamente en Nueva York en el siglo XIX. Entre 1918 y 1939, hubo nueve performances diferentes en Stratford-on-Avon, diez en el West End de Londres y otras diez en el Old Civic. Fue una exhibición permanente en escuelas inglesas mientras que en las secundarias estadounidenses, durante las últimas dos décadas del siglo XIX fue, junto a Julio César, el texto literario más frecuentemente estudiado. A su vez, fue el primer drama de Shakespeare en ser llevado a escena en lengua armenia, el primero en ser producido en su totalidad en mandarín, y el primero también en japonés. En Bélgica, hasta 1950, hubo más del doble de exhibiciones en flamenco que de cualquier otra obra shakespereana. Hubo, asimismo, puestas en escena del mercader de Venecia en Yidish, y el propio Estado de Israel la ha patrocinado.

Comencemos por el argumento. El joven Bassiano desea desposar a la bella aristócrata Porcia, para lo cual necesita dinero. El rico mercader Antonio, solvente pero provisoriamente sin liquidez, se ofrece en garante ante Shylock para que éste dé el monto al pretendiente. El judío acepta prestar el dinero sin cobrar intereses, pero exige como garantía de pago en caso de incumplimiento una libra de carne del cuerpo de Antonio, quien acepta el extraño trato voluntariamente. Inesperadamente, una tormenta hunde la flota del mercader, éste no puede saldar su deuda con el prestamista judío, quien lo lleva a juicio ante la corte de Venecia para la ejecución de la garantía. Venecia está en un dilema, pues aceptar el reclamo jurídico del judío implica castigar duramente al cristiano, pero desechar el planteo del judío pondrá en riesgo la credibilidad jurídica y comercial de Venecia como centro de comercio mundial, pues las leyes han de ser cumplidas. Y no hay personaje alguno en toda la obra que desconozca la razón legal del planteo de Shylock: Antonio accedió en su libre albedrío a dar una libra de su carne si no respondía oportuna y económicamente ante el prestamista. A pesar de lo cual, por medio de ardides e interpretaciones forzosas de la ley, un juez consigue exonerar a Antonio del cumplimiento del contrato y penaliza a Shylock duramente: el judío es desposeído de sus bienes y obligado a convertirse al cristianismo.

Aunque Antonio es el mercader del título, ha sido indudablemente Shylock, el usurero judío, el personaje que más atención -y polémica- ha concitado. Muchos críticos han declarado a la obra ser abiertamente antijudía, dada la ostensible caracterización negativa del personaje judío; otros se han pronunciado más benignamente sobre ella, al apreciar las sutilezas de la dialéctica Shakespereana y ver apenas un reflejo del sentimiento cristiano popular de la época. Para cuando el gran dramaturgo inglés escribe este drama, en Inglaterra no había judíos, pues habían sido expulsados cuatro siglos antes. De modo que lo que Shakespeare conoce de los judíos es lo que decanta de la cultura cristiana en la que él vive, una cultura que ofrecía una mirada escéptica y hostil hacia el pueblo hebreo. Así, veremos un judío que lucra con el dinero, un capitalista cruel que se muestra inmisericorde con su deudor gentil, un ciudadano que se aparta de la sociedad cristiana dentro de la cual vive, y que es, conforme otros personajes lo declaran, “inhumano” y “diabólico”.

Por ejemplo, cuando Shylock es invitado a comer con otros cristianos, responde: “Me parece bien comprar con vosotros, vender con vosotros, hablar con vosotros, pasearme con vosotros y así sucesivamente; pero no quiero comer con vosotros, beber con vosotros, ni orar con vosotros”. El judío se muestra rencoroso contra los cristianos, en la figura de Antonio: “Le odio porque es cristiano, pero mucho más todavía porque, en su baja simplicidad, presta dinero gratis y hace así descender la tasa de la usura en Venecia”. A su vez, Antonio es anunciado en boca de su amigo Bassiano como “la persona en quien más que en ninguna otra que alienta en Italia aparece el antiguo honor romano”, mientras que Shylock es tipificado por los cristianos de la peor manera posible. Dice Salanio: “Déjame decir muy aprisa amén, no sea que el diablo destruya el efecto de mi plegaria, porque ahí lo tienes que llega bajo la figura de un judío”. Apunta sobre Shylock el Duque de Venecia, que es “un enemigo de piedra, un miserable inhumano, incapaz de piedad, cuyo corazón vacío está seco de la más pequeña gota de clemencia”. Le achaca Graciano: “No es en tu suela, sino en tu alma, áspero judío, donde sacas filo a tu cuchillo. Ningún metal, ni aun el hacha del verdugo, corta la mitad de tu malicia aguzada”. Pero, por sobre todo, la reedición de la acusación del crimen ritual -falacia que sostenía que los judíos debían emplear sangre cristiana para la cocción de sus comidas- es el elemento más agresivo que emerge del relato como prueba de su dimensión antisemita. Al hacer que el judío Shylock exija una libra de carne del cuerpo de un cristiano, aún bajo la cobertura de la ley, Shakespeare parecería estar cediendo ante los más virulentos y deplorables estereotipos antijudíos de todos los tiempos. (Irónicamente, como ha señalado Charles Marowitz, autor de Recycling Shakespeare, el único relato fáctico de la “libra de carne” fue escrito por el historiador católico Gregorio Leti en su Biografía del Papa Sixto V, y en este informe era un comerciante cristiano quien amenazaba a un prestamista judío “con el corte de una libra de la carne de cualquier parte del cuerpo del judío que éste quisiera”).

Y sin embargo, y a pesar de esto, también puede argumentarse que El mercader de Venecia no es un drama antijudío. Más aún todavía, este articulista cree que la obra es fundamentalmente filojudía. Es dable aducir que en el texto, que oscila continuamente entre lo real y lo aparente, Shakespeare retrata malamente no al judío, sino al modo en que éste es tratado por la cristiandad de su tiempo. Shylock, después de todo, es la única víctima del drama, quien (ingenuamente) en cierto momento declara: “¿Qué sentencia he de temer, no habiendo hecho mal alguno?”. Es el judío, esto no puede negarse, el único de todos los personajes que pide por el imperio irrestricto de la ley, y lo hace múltiples veces, siendo una de ellas de una expresión locuaz reveladora. Dirigiéndose a Antonio, pronuncia: “Quiero que las condiciones de mi pagaré se cumplan; he jurado que serían ejecutadas. Me has llamado perro cuando no tenías razón ninguna para hacerlo; pero, puesto que soy un perro, ten cuidado con mis dientes”. Shylock reiterará incontables veces el valor de la legalidad. Ante los ruegos de Antonio, responde: “Quiero que se cumplan las condiciones de mi pagaré; no quiero escucharte… No me sigas; no quiero discursos; quiero el cumplimiento del pagaré”. Ya en la corte, Shylock insiste: “Exijo la ley, la ejecución de la cláusula penal y lo convenido en mi documento”; “Juro por mi alma que no hay lengua humana que tenga bastante elocuencia para cambiar mi voluntad. Me atengo al contenido de mi contrato”. Cuando Graciano le suplica agresivamente, el judío replica: “En tanto que tus invectivas no borren la firma de mi pagaré, no harás, hablando tan alto, otra cosa que lesionar tus pulmones… aguardo aquí la ejecución de la ley”.

Al comprender que la ley da la razón a Shylock, tanto el duque como el juez demandan clemencia por parte del judío. “Judío, todos esperamos de ti una respuesta generosa” afirma el duque; “Entonces el judío debe mostrarse misericordioso” sostiene el juez. En su desesperación al comprender que Antonio morirá si Shylock triunfa, Bassanio pide -escandalosamente- por la abrogación de la ley: “Os suplico por una sola vez que hagáis flaquear la ley ante vuestra autoridad; haced un pequeño mal para realizar un gran bien y doblegad la obstinación de este diablo cruel”.

Así será al fin de cuentas. El bárbaro judío no podía ganarle al benevolente cristiano. En su obstinada, si bien cruenta, persecución de la justicia, será el judío quien padecerá los escarnios de una lectura retorcida de la ley que lo privará de su legítimo derecho y lo despojará de todo bien material y espiritual. El atrevimiento hebreo de reclamar igualdad ante la ley será severamente castigado. Su lugar de segundón en la sociedad cristiana, consagrado.

Para comprender cómo es eso posible en la trama, debemos retornar al argumento. El juez aduce que la implementación de la garantía exige por parte de Shylock la extracción de exactamente una libra de carne, y nada más. Le ofrece al judío la ejecución de la cláusula contractual pero le exige que ni una gota de sangre cristiana sea derramada y que ni un gramo más o menos que una precisa libra de carne sea extirpada del cuerpo de Antonio. Shylock ha sido encerrado, acepta renunciar a su derecho. En un notable ensayo titulado La ley, la modernidad y el judío: notas sobre “El mercader de Venecia”, el historiador Arnoldo Siperman observa que esta es una “forma taimada de negarle en lo sustancial lo que se le concede en lo formal… Concede bajo una condición imposible. En otras palabras, desestima el requerimiento diciendo aviesamente que lo admite”. Consciente de su ardid, el juez afirma: “Aguarda, judío; la ley tiene todavía otra cuenta contigo” y le condena por haber querido asesinar a un cristiano y deja en manos del duque la posibilidad del perdón, quien se la cede a Antonio, quien exige de Shylock su conversión al cristianismo. El judío queda así erradicado existencialmente de la sociedad gentil. “¿Estáis satisfecho, judío? ¿Qué dices, pues?” le increpa el juez. “Estoy satisfecho” responde lacónicamente Shylock, humillado.

Interesantemente, el juez, en rigor, no es tal. Es la bella Porcia disfrazada de varón quien simula ser un juez de reputación. Con astucia argumental, y con la connivencia de los presentes, da vuelta la situación. Ella proviene de Belmonte, una imaginaria ciudad italiana en la que no habitan judíos, a diferencia de Venecia. Una suerte de utopía cristiana jundenrein que encarna lo más amable de la urbe gentil en oposición a la caótica y comercial Venecia, con sus judíos y sus contratos. Pero más poderosamente aún, Shakespeare ubica su drama en Venecia, la ciudad de fama universal por su legendario carnaval; la festividad del disfraz, del truco, de lo aparente, de lo irreal. Siperman la tipifica como “una enorme escenografía, en la que juegan la mentira y el engaño”, en tanto que el crítico Robert Alter, en un apasionante artículo en la revista Commentary, ve a Shylock como un hombre auténtico “en un mundo cómico que celebra lo multifacético y una conjura juguetona con las apariencias”. En un indicio de dónde está parado el propio autor de la obra, hace decir a Antonio al comienzo del drama: “No tengo al mundo más que por lo que es, Graciano: un teatro donde cada cual debe representar su papel…”.

Tal como en el carnaval de Venecia, donde lo absurdo enmascara a lo verdadero, el drama de Shakespeare encubre con insidiosas frases antisemitas la realidad de la anomalía judía en la Europa medieval. Señala con sutileza las atrocidades perpetradas contra el judío y expone sin miramientos los vicios de una sociedad injusta con quien no es gentil. Apela incluso al humor para burlarse del afán cristiano en bautizar a los hebreos, como pone en boca de Launcelot, el sirviente goy de Shylock: “Este furor de hacer cristianos hará subir el precio de los cochinos; si nos ponemos a convertirnos en comedores de puercos, muy pronto no será posible, aun a precio fabuloso, hacer un asado a la parrilla”. Y contiene en sus páginas el alegato conmovedor de un judío acosado, alegato que constituye una humanización extraordinaria del judío en una Europa cristiana acostumbrada a demonizarlo. Dice Shylock para la posteridad:

“Soy un judío. ¿Es que un judío no tiene ojos? ¿Es que un judío no tiene manos, órganos, proporciones, sentidos, afectos, pasiones? ¿Es que no está nutrido de los mismos alimentos, herido por las mismas armas, sujeto a las mismas enfermedades, curado por los mismos medios, calentado y enfriado por el mismo verano y por el mismo invierno que un cristiano? Si nos pincháis, ¿no sangramos? Si nos cosquilleáis, ¿no nos reímos? Si nos envenenáis, ¿no nos morimos? Y si nos ultrajáis, ¿no nos vengaremos? Si nos parecemos en todo lo demás, nos pareceremos también en eso”.

Un dramaturgo cristiano que escriba semejantes palabras en la Inglaterra de fines del siglo XVI puede haber sido muchas cosas: empático, brillante, inteligente, creativo, sensible, atemporal y más. Antisemita, seguro que no.

Libertad Digital, Libertad Digital - 2015

Libertad Digital

Por Julián Schvindlerman

  

Barenboim no es Charlie – 18/01/15

Imprimir

Cada tanto, el telón se corre antes de tiempo, las luces se encienden anticipadamente, caen las máscaras, y el actor queda expuesto por lo que es, a la vista de todos. Semejante momento ocurrió días atrás en España con Daniel Barenboim en escena.

A una semana del bestial ataque contra Charlie Hebdo y un mercado kosher en Paris, el director se hallaba en Madrid presto a dar un concierto con su interreligiosa West-Eastern Divan Orchestra. Durante una conferencia de prensa previa en la Caixa Forum, con el trasfondo palpable del jihadismo global, eludió olímpicamente abordar el tema que mantuvo en vilo al mundo entero. Cuando una periodista le preguntó si él adhería al eslogan Je suis Charlie, el maestro se mostró extrañado y respondió: “No entremos en ese tema porque es muy complejo”. Luego habló de la libertad de prensa, de que no se debe matar por no coincidir con el otro y otros clichés típicos suyos. Lo que quedó claro es que este hombre universal, ampliamente adulado por su presunto pacifismo y multiculturalismo, se negó a solidarizarse con las víctimas francesas del episodio de terrorismo islámico que shockeó a la opinión pública mundial hasta sus cimientos, provocando una manifestación multitudinaria histórica en la capital francesa con la presencia de decenas de líderes internacionales así como expresiones de solidaridad desde Antofagasta hasta Melbourne y con una toma de posición popular que se cristalizó en una edición simbólica millonaria de un nuevo número del semanario satírico agotada en cuestión de horas.

La apelación a la “complejidad” del caso fue una cobertura para el escapismo moral de Barenboim. El conflicto palestino-israelí -con sus múltiples facetas religiosas, políticas, históricas, geográficas- no es menos complejo que un incidente terrorista atroz, y, sin embargo, el músico universal continuamente vierte opiniones al respecto. Interpretar las óperas de Richard Wagner en Israel es un tema complejo que concierne a la relación del compositor alemán con el antisemitismo de su tiempo, la exaltación que los nazis hicieron de su obra y a las dimensiones culturales y emocionales que su música tiene en el estado judío. Empero, Barenboim insistentemente aborda ese tema en sus actividades. La relación de la diáspora judía con el estado de Israel es ciertamente un asunto de alta complejidad que toca con aspectos de identidad, pertenencia y nacionalismo. No obstante, Barenboim opinó sobre ello durante su conferencia: lo hizo para criticar al Primer Ministro Binyamín Netanyahu por haber sugerido a los judíos franceses que emigraran a Israel y por afirmar que este país era su hogar. “Esa es una declaración antisemita”, fustigó el hasta hacía un instante excesivamente prudente músico, “porque [eso] es lo que dicen los antisemitas: que los judíos son diferentes, que nunca van a ser franceses o alemanes o argentinos”. Para Francia, en cambio, tuvo halagos: “El gobierno como el pueblo francés reconocen la importancia de los judíos en Francia”.

El maestro pareció perder noción del contexto actual y de la historia reciente. Francia cuenta con la comunidad judía más grande en la diáspora fuera de los Estados Unidos, casi medio millón de almas. Pero por cada judío hay diez musulmanes en Francia, y de éstos, el 27% de los menores de 24 años apoyan al ISIS según una encuesta del 2013 citada en la revista Commentary. De su seno han surgido fanáticos judeófobos que han atacado miles de veces a la grey hebrea allí esta última década. En 2006, un grupúsculo autodenominado “la banda de los bárbaros”, integrado por inmigrantes musulmanes norafricanos, secuestró al joven judío Ilán Halimi. Durante más de tres semanas lo retuvieron cautivo; torturándolo, golpeándolo, arrojándole ácido, quemándolo y apuñalándolo hasta matarlo. En 2012, Mohammed Mera, un musulmán francés de ascendencia argelina, asesinó a tiros al rabino Jonathan Sandler, dos hijos suyos y otro niño en una escuela hebrea en Toulouse. El mismo año, un islamista arrojó una granada contra un mercado judío en Sarcelles. En julio del 2014, una banda de musulmanes africanos atacó la sinagoga parisina Don Isaac Abravanel con hachas, palos y cuchillos. Al grito de “Alá es grande” y “muerte a los judíos”, durante horas intentaron ingresar al recinto que contenía a doscientos feligreses aterrados, hasta que la seguridad de la comunidad y la policía estatal lograron dispersarlos. Sólo durante julio y agosto del año pasado hubo ocho intentos de incendiar o destruir sinagogas en Paris. Asimismo, acontecieron profanaciones de cementerios judíos e insultos públicos a los judíos, a quienes las autoridades recomendaron ocultar signos visibles de su identidad en la vía pública. El último mes del año, en la localidad de Creteil, una mujer judía de diecinueve años fue violada por ser judía durante un atraco a una librería hebrea; un mes antes un hombre judío de setenta años fue atacado a golpes en otro episodio antisemita. No es por nada que Francia se ha convertido en la nación de la que más judíos están emigrando a Israel.

Nada de esto parece incumbir al célebre conductor de orquesta, para quien el premier israelí es un antisemita, Francia valora a sus judíos y los nueve periodistas, tres policías y cuatro ciudadanos judíos asesinados por islamistas en la capital del país no son dignos de su solidaridad.

No, Barenboim no es Charlie. Pero no lo es en un sentido diferente. Charlie Hebdo desafió, denunció y ridiculizó al fanatismo islámico de un modo que el músico con pasaporte palestino e israelí jamás haría. Al igual que el compositor, el semanario ofendió a los judíos. A diferencia suya, Charlie adoptó una postura crítica del fundamentalismo islámico. Quizás eso sea demasiado “complejo” para Barenboim.  

Televisivas

Debate en NTN24 (TV Colombia) – 13/01/15

Imprimir

Canal: NTN24 (TV COLOMBIA)
Tema: Los atentados en Francia y sus repercusiones (13/01/15)
Programa: La Noche
Conduce: Jason Calderón


Panelistas:
Desde EE.UU.: Justin Thomas, vocero Departamento de Estado
Desde EE.UU.: Joseph Hage, experto en asuntos del Medio Oriente
Desde España: José Gil Carré, especialista en terrorismo islámico
Desde Argentina: Julián Schvindlerman, analista político internacional

Video 1
Video 2
Video 3
Video 4
Libertad Digital, Libertad Digital - 2015

Libertad Digital

Por Julián Schvindlerman

  

¿Todos somos Charlie Hebdo? – 09/01/15

Imprimir

Para la época en que las oficinas del semanario satírico Charlie Hebdo fueron atacadas en el centro de París por islamistas franceses, otros islamistas del Medio Oriente ocasionaron la muerte a treinta cadetes de policía en Yemen, a una veintena de feligreses en Irak y a ciento treinta niños en Pakistán, mientras islamistas en la Franja de Gaza y en Cisjordania agredieron con violencia a civiles y soldados israelíes. Las mujeres, los homosexuales, los librepensadores y las minorías kurdas, yasidis, bahais y cristianas viven bajo el acecho constante de los fanáticos en la vasta extensión del Dar-al-Islam.

Antes de que doce periodistas y caricaturistas franceses fueran ejecutados a quemarropa en su lugar de trabajo por haber dibujado al profeta del islam, otros editores, cineastas, intelectuales, escritores y figuras religiosas habían sido puestos en la mira del islam radical. En el 2004 Theo Van Gogh fue apuñalado en la vía pública por haber hecho una película sobre el maltrato femenino en el islam. Tras la publicación en el 2005 por parte del diario dinamarqués Jyllens Posten de una docena de caricaturas sobre Mahoma, islamistas intentaron matar al dibujante en tanto que la embajada danesa en el Líbano fue incendiada y la de Islamabad, bombardeada. Luego de dar un discurso en la localidad alemana de Ratisbona, en el que Benedicto XVI denunció la violencia que anida en el islam, cristianos fueron matados en el Medio Oriente y un edicto asesino fue emitido contra el Papa. Estos hechos fueron precedidos y sucedidos por otras amenazas lanzadas contra el británico Salman Rushdie, la somalí Ayan Hirsi Alí, la italiana Oriana Fallaci y la española Pilar Rahola, entre otros, por haber alertado contra el fundamentalismo islámico.

En Pakistán, Irán, Arabia Saudita y otras naciones musulmanas, la blasfemia y la apostasía son castigadas con la pena de muerte. En Pakistán, el gobernador provincial que intentó abolir las leyes contra la blasfemia fue ultimado por su propio guardaespaldas, en 2011. El pasado septiembre, en Irán, jóvenes que se filmaron bailando al son del video Happy de Pharrell Williams fueron arrestados, condenados a 91 latigazos y a un año de cárcel. Incluso en Egipto unos jóvenes que realizaron un video casero sobre Mahoma y lo subieron a Youtube fueron condenados a muerte en ausencia, en 2012. Clérigos musulmanes en Paris, Berlín, Londres y Estocolmo han pronunciado prédicas antioccidentales virulentas en sus mezquitas.

A lo largo de su historia, Charlie Hebdo publicó caricaturas lesivas contra la clase política francesa, Jesús, el Vaticano, el judaísmo, Michael Jackson y el islam. Tras la muerte de Jackson, se mostró en portada un esqueleto del cantante con la leyenda “Michael Jackson es blanco finalmente”. Ni uno sólo de sus fans empuñó por ello un arma contra la junta editorial. Cierta vez dibujó a la Virgen María pariendo a un Jesús con cara de cerdo. Ningún cristiano complotó para matar al dibujante. Sólo cuando el seminario satírico osó publicar algo ofensivo para el islam quedó expuesto a la sanción violenta. Los periodistas de Charlie Hebdo pagaron con sus vidas la defensa de la libertad. Por pararse ante ese islam fanatizado que está sembrando caos y penuria por el mundo entero y gritarle en su rostro: ¡basta!

La génesis de este desenlace atroz yace en el 2005, cuando Jyllens Posten publicó las famosas caricaturas sobre Mahoma. Ello no causó gran consternación sino hasta después de que una comitiva de imanes daneses viajó al Medio Oriente a mostrar esas doce -y otras desvinculadas- caricaturas. Entonces la ira estalló. En medio de la convulsión desatada, con musulmanes ofendidos esparciendo violencia y los progres de siempre gritando “¡islamofobia!” y acusando a la publicación danesa de ser xenófoba, un hombre valiente en Francia comprendió lo que estaba en juego y decidió reproducir esas caricaturas: Jacques Lefranc del diario France Soir. Fue inmediatamente despedido. En solidaridad con este editor, el entonces director de Charlie Hebdo, Philippe Val, publicó también esas caricaturas. En su portada se mostraba a Mahoma que decía “Es difícil ser amado por idiotas”. Val invitó a otros medios franceses a reproducir esos dibujos. L´Express lo hizo enteramente. Algunas publicaciones, parcialmente. Otras, nada.

Al día siguiente, la Gran Mezquita de Paris y la Unión de Organizaciones Islámicas de Francia actuaron judicialmente para que la revista no llegara a los kioskos. Fracasaron. Al cabo de la publicación, estos grupos musulmanes franceses iniciaron acciones legales contra Philippe Val, bajo cargos de racismo. El entonces presidente francés Jacques Chirac batalló a favor de la comunidad musulmana e incluso puso a su servicio a su abogado personal, Francis Szpiner. Por el contrario, Nicolas Sarkozy y Fancois Hollande salieron en defensa de Charlie Hebdo, así como intelectuales cristianos, judíos y musulmanes. La justicia falló a favor de la libertad de expresión.

El 7 de enero pasado, terroristas islámicos buscaron quebrar ese fallo a tiros. Asesinaron a doce periodistas irreverentes que pagaron con sus vidas su acto de defensa de la libertad de expresión. Una vida por cada caricatura. La manera honrosa de custodiar su legado será perpetuarlo. Todos aquellos editores de medios del mundo libre deberían reproducir esas -ahora icónicas- doce caricaturas de la discordia inmediatamente. Sólo así la frase “todos somos Charlie Hebdo” trascenderá los confines del mero eslogan.

Artículo publicado originalmente en Infobae  

Infobae, Infobae - 2015

Infobae

Por Julián Schvindlerman

  

¿Todos somos Charlie Hebdo? – 09/01/15

Imprimir

Para la época en que las oficinas del semanario satírico Charlie Hebdo fueron atacadas en el centro de París por islamistas franceses, otros islamistas del Medio Oriente ocasionaron la muerte a treinta cadetes de policía en Yemen, a una veintena de feligreses en Irak y a ciento treinta niños en Pakistán, mientras islamistas en la Franja de Gaza y en Cisjordania agredieron con violencia a civiles y soldados israelíes. Las mujeres, los homosexuales, los librepensadores y las minorías kurdas, yasidis, bahais y cristianas viven bajo el acecho constante de los fanáticos en la vasta extensión del Dar-al-Islam.

Antes de que doce periodistas y caricaturistas franceses fueran ejecutados a quemarropa en su lugar de trabajo por haber dibujado al profeta del islam, otros editores, cineastas, intelectuales, escritores y figuras religiosas habían sido puestos en la mira del islam radical. En el 2004 Theo Van Gogh fue apuñalado en la vía pública por haber hecho una película sobre el maltrato femenino en el islam. Tras la publicación en el 2005 por parte del diario dinamarqués Jyllens Posten de una docena de caricaturas sobre Mahoma, islamistas intentaron matar al dibujante en tanto que la embajada danesa en el Líbano fue incendiada y la de Islamabad, bombardeada. Luego de dar un discurso en la localidad alemana de Ratisbona, en el que Benedicto XVI denunció la violencia que anida en el islam, cristianos fueron matados en el Medio Oriente y un edicto asesino fue emitido contra el Papa. Estos hechos fueron precedidos y sucedidos por otras amenazas lanzadas contra el británico Salman Rushdie, la somalí Ayan Hirsi Alí, la italiana Oriana Fallaci y la española Pilar Rahola, entre otros, por haber alertado contra el fundamentalismo islámico.

En Pakistán, Irán, Arabia Saudita y otras naciones musulmanas, la blasfemia y la apostasía son castigadas con la pena de muerte. En Pakistán, el gobernador provincial que intentó abolir las leyes contra la blasfemia fue ultimado por su propio guardaespaldas, en 2011. El pasado septiembre, en Irán, jóvenes que se filmaron bailando al son del video Happy de Pharrell Williams fueron arrestados, condenados a 91 latigazos y a un año de cárcel. Incluso en Egipto unos jóvenes que realizaron un video casero sobre Mahoma y lo subieron a Youtube fueron condenados a muerte en ausencia, en 2012. Clérigos musulmanes en Paris, Berlín, Londres y Estocolmo han pronunciado prédicas antioccidentales virulentas en sus mezquitas.

A lo largo de su historia, Charlie Hebdo publicó caricaturas lesivas contra la clase política francesa, Jesús, el Vaticano, el judaísmo, Michael Jackson y el islam. Tras la muerte de Jackson, se mostró en portada un esqueleto del cantante con la leyenda “Michael Jackson es blanco finalmente”. Ni uno sólo de sus fans empuñó por ello un arma contra la junta editorial. Cierta vez dibujó a la Virgen María pariendo a un Jesús con cara de cerdo. Ningún cristiano complotó para matar al dibujante. Sólo cuando el seminario satírico osó publicar algo ofensivo para el islam quedó expuesto a la sanción violenta. Los periodistas de Charlie Hebdo pagaron con sus vidas la defensa de la libertad. Por pararse ante ese islam fanatizado que está sembrando caos y penuria por el mundo entero y gritarle en su rostro: ¡basta!

La génesis de este desenlace atroz yace en el 2005, cuando Jyllens Posten publicó las famosas caricaturas sobre Mahoma. Ello no causó gran consternación sino hasta después de que una comitiva de imanes daneses viajó al Medio Oriente a mostrar esas doce -y otras desvinculadas- caricaturas. Entonces la ira estalló. En medio de la convulsión desatada, con musulmanes ofendidos esparciendo violencia y los progres de siempre gritando “¡islamofobia!” y acusando a la publicación danesa de ser xenófoba, un hombre valiente en Francia comprendió lo que estaba en juego y decidió reproducir esas caricaturas: Jacques Lefranc del diario France Soir. Fue inmediatamente despedido. En solidaridad con este editor, el entonces director de Charlie Hebdo, Philippe Val, publicó también esas caricaturas. En su portada se mostraba a Mahoma que decía “Es difícil ser amado por idiotas”. Val invitó a otros medios franceses a reproducir esos dibujos. L´Express lo hizo enteramente. Algunas publicaciones, parcialmente. Otras, nada.

Al día siguiente, la Gran Mezquita de Paris y la Unión de Organizaciones Islámicas de Francia actuaron judicialmente para que la revista no llegara a los kioskos. Fracasaron. Al cabo de la publicación, estos grupos musulmanes franceses iniciaron acciones legales contra Philippe Val, bajo cargos de racismo. El entonces presidente francés Jacques Chirac batalló a favor de la comunidad musulmana e incluso puso a su servicio a su abogado personal, Francis Szpiner. Por el contrario, Nicolas Sarkozy y Fancois Hollande salieron en defensa de Charlie Hebdo, así como intelectuales cristianos, judíos y musulmanes. La justicia falló a favor de la libertad de expresión.

El 7 de enero pasado, terroristas islámicos buscaron quebrar ese fallo a tiros. Asesinaron a doce periodistas irreverentes que pagaron con sus vidas su acto de defensa de la libertad de expresión. Una vida por cada caricatura. La manera honrosa de custodiar su legado será perpetuarlo. Todos aquellos editores de medios del mundo libre deberían reproducir esas -ahora icónicas- doce caricaturas de la discordia inmediatamente. Sólo así la frase “todos somos Charlie Hebdo” trascenderá los confines del mero eslogan.

Infobae, Infobae - 2015

Infobae

Por Julián Schvindlerman

  

Frenar el avance de ISIS y las elecciones en Israel, claves para el futuro del medio oriente – 04/01/15

Imprimir

Por Fernando Gaon

Infobae consultó a varios expertos en la conflictiva zona, que en el 2014 registró una cifra récord de 90 mil muertos, en su mayoría víctimas de la guerra civil en Siria. Desafíos de la amenaza yidahista.

Un año termina y otro comienza, y en Medio Oriente mucho podría ocurrir de un año para otro. Tan así, que a cuatro años de iniciada la «Primavera Árabe», la esperada ola de democratización entre los países musulmanes fue barrida por guerras civiles y un fuerte resurgimiento islamista. Desde luego, son muchos los interrogantes que rodean a las temáticas relacionadas con esta controversial región. Para intentar esclarecer el panorama, Infobae consultó a varios expertos para que compartieran brevemente sus opiniones sobre la situación actual y sus pronósticos para el 2015.

Raymond Ibrahim
Especialista norteamericano en islam y Medio Oriente

-¿Cuáles son los prospectos para 2015?
Las cosas probablemente permanecerán en el statu quo; escucharemos de ataques o victorias esporádicas por parte de Estados Unidos contra el Estado Islámico, pero tan pronto como han aparecido estas noticias, de repente escucharemos cómo los yihadistas han adquirido una posición ventajosa.
-En términos generales, ¿cómo evalúa la situación de las minorías religiosas en Medio Oriente?
¿Mejorará o empeorará la situación en 2015?
Basándonos en tendencias recientes, hay que decir que las cosas seguirán para peor. Hay que acordarse que hace un siglo, casi el 25% de Medio Oriente era todavía cristiano. Hoy, solamente algo como el 2% lo es. La razón detrás de esto es la extendida discriminación a lo que hay que sumarle, en años recientes, la persecución de lleno, un subproducto de la radicalización islámica. Hay que tener en cuenta que en el siglo VII, cuando el islam llegó al escenario, la abrumadora mayoría de África del norte y el sudoeste de Asia –el Medio Oriente– era cristiano. Durante el curso de los siglos el número de cristianos fue disminuyendo y, a menos que se produzca un milagro inesperado, el número continuará disminuyendo. En naciones como Marruecos, Argelia y Libia virtualmente ya no quedan cristianos.
-Mirando hacia atrás, ¿cómo evaluaría a la «Primavera Árabe»? ¿Podemos esperar desenlaces positivos en 2015? ¿Piensa que el Estado Islámico (ISIS) será derrotado?
El Estado Islámico podría ser derrotado – tanto como al-Qaeda fue supuestamente derrotada – pero eso no significa que la ideología detrás de dichos grupos sea derrotada. En tanto esa ideología siga viva, también lo estará la yihad.

Daniel Pipes
Historiador norteamericano y fundador del Middle East Forum


-¿Cómo describiría la situación contemporánea de los movimientos islamistas?
En 2012 parecía que los islamistas podrían superar sus tantas divergencias internas. Sean sectarias, políticas o tácticas, o mismo las actitudes desiguales en relación a la modernidad, parecía que los islamistas podrían cooperar. Las diferencias entre los grupos islamistas eran reales pero secundarias porque -así como lo dije entonces- todos los islamistas patean para el mismo lado; apuntan hacia la completa y severa aplicación de la ley islámica, la sharia. La cooperación persiste de manera pequeña, pero en los últimos meses los islamistas se han lanzado abruptamente los unos contra los otros sobre el pescuezo de los demás. Los islamistas aún constituyen un solo movimiento que comparte objetivos utópicos y supremacistas similares, pero también tienen diferente personal, afiliaciones étnicas, métodos, y filosofías. Las hostilidades intestinas entre los islamistas han estallado en muchos países de mayoría musulmana. Como reflejo de patrones profundos de Medio Oriente, la disensión entre los islamistas les impide trabajar juntos. A la par que el movimiento surge, y sus miembros se acercan al poder y pasan a gobernar, sus grietas se hacen cada vez más divisivas. Las rivalidades que se tapan cuando los islamistas languidecen en la oposición emergen una vez que ostentan poder.
-¿Qué posibilidades hay entonces de que logren superar sus diferencias en el 2015?
Ninguna si esta tendencia continúa. Si sigue así el movimiento islamista estará condenado al fracaso. Es una cuestión de tiempo. Al igual que el fascismo y el comunismo, el islamismo es una amenaza a nuestra civilización, que a pesar de infligir un daño inmenso, nunca es imperante. Esta realidad ofrece motivo para ser optimismo, pero no para la complacencia.

Dlawer Ala’Aldeen
Ex ministro de Educación del Kurdistán iraquí y fundador del Middle East Research Institute (MERI)


-¿Cuáles son en su los principales desafíos que enfrentará la región kurda de Irak en el 2015?
La región kurda de Irak se enfrentó a su año más difícil en 2014. Debió confrontar con una amenaza existencial proveniente del ISIS, y sufrió -y continúa sufriendo- una crisis financiera debido a las políticas centralistas de Bagdad, opuestas a la autonomía regional de Kurdistán. El 2015 será totalmente diferente. El ISIS será contenido y su amenaza a Kurdistán se verá minimizada. El KRG [Gobierno Regional de Kurdistán] será mejor apoyado internacionalmente, mejor equipado y entrenado militarmente, y mejor financiado. Las relaciones con Bagdad ya han cambiado y mejorarán a lo largo del 2015. El KRG se hará cada vez más independiente económicamente, y su curva de crecimiento poco a poco se recuperará. Creo que el Kurdistán Iraquí alcanzó un hito en 2014 y que nunca mirará hacia atrás. Lamentablemente, lo mismo no puede ser dicho de Bagdad, que aún se enfrenta a desafíos enormes. El nuevo Gobierno de [Haider] al-Abadi tendrá un tiempo difícil reconstruyendo a un ejército roto o liberando territorios sunitas del ISIS. El presupuesto de Irak sufrió golpes gigantes por la guerra con el ISIS, y sumado esto a la pobre gestión del Gobierno pasado y la caída en los precios del petróleo, Irak permanecerá débil y relativamente disfuncional debido a la naturaleza de la dinámica de poderes. Importantemente, la guerra contra el ISIS mantendrá a Irak ocupado por los próximos años. Liberar las principales ciudades sunitas, como Mosúl, no será fácil o no podrá ser sin sufrir importantes bajas. Este esfuerzo requiere de la cooperación de la población local, que todavía tiene que ver soluciones políticas alternativas. Incluso si es expulsado de las ciudades, el ISIS puede cambiar sus tácticas y recurrir a una guerra partisana en Irak. También seguirá teniendo sus fortalezas en Siria por un tiempo, debido principalmente a la falta de una fuerza terrestre anti-ISIS creíble – otra que la compuesta por los kurdos que son una pequeña minoría. Lo cierto es que los poderes internacionales y regionales han fallado en encontrar una estrategia clara para lidiar con el ISIS y Siria.
Militantes de ISIS apuntan a soldados iraquíes capturados en una base de Tikrit, Irak
-Regionalmente hablando, ¿cómo serán las dinámicas entre los poderes regionales?
Predecir cómo podrían cambiar las relaciones entre Irán, Turquía y los Estados del Golfo árabe es difícil. Pero deberíamos estar listos para las sorpresas, particularmente en las posiciones turcas. Los ejes del cambio pasarán por: la guerra contra el ISIS, el futuro del régimen de al-Assad, las negociaciones nucleares con Irán y las elecciones en Turquía. Estados Unidos está tratando de progresar en este paisaje complejo, pero por ahora no hay señales de que haya una visión clara para esto.

Erwin Viera
Consultor argentino sobre Medio Oriente


-¿Cuál es la situación y el principal desafío regional?
Con advenimiento de la «Primavera» árabe que resultó no serlo tanto, el desafío regional es el reto a la noción de un Estado Nación árabe, jaqueado por diversas entidades subestatales (kurdos, conflicto sunnitas vs chiítas) y súperestatales (Estado panislámico), que amenazan con el colapso a los Estados árabes, especialmente a aquellos creados tras el fin del Imperio otomano.
-¿Y el desafío en la arena palestina?
La Autoridad Palestina dirigida por Fatah sufre de un creciente problema de legitimidad entre los mismos palestinos, en parte debido a su imagen como partido corrupto, y su ineficacia e ineficiencia en la gestión pública. Hamás y la Yihad Islámica han sabido aprovechar estos agravios, y más allá de los acuerdos temporales, existe una profunda enemistad con Fatah. Si Israel termina su presencia militar en Cisjordania, Hamás y los elementos islamistas, disfrutando de una popularidad y superioridad militar sobre Fatah, son capaces de tomar las riendas del Gobierno y promover una guerra asimétrica de larga data.

Eli Cohen
Abogado y columnista español


-¿Cuál será el foco de atención en Medio Oriente en 2015?
Seguirá siendo el avance del Estado Islámico y el desarrollo de la guerra civil siria, hechos cruciales para el futuro de la región.
-¿Qué sucederá si Benjamín Netanyahu pierde las próximas elecciones en mayo?
Si hay un cambio de color en el gobierno israelí y gana la coalición formada por Isaac Herzog [del partido laborista] y Tzipi Livni [centrista], todo apunta a un nuevo impulso del proceso de paz, seguramente presentado una lista de condiciones más corta que la de Netanyahu.

Julián Schvindlerman
Analista político internacional argentino


-¿Cuál es el panorama que depara 2015 a israelíes y palestinos?
El nuevo año inicia con pocas probabilidades de paz y altas de más guerra. La última confrontación Hamás-Israel demostró que la comunidad internacional aprende muy poco acerca de la dinámica, ideología, objetivos y motivación del Hamás y su lucha contra Israel. El 2014 marcó la tercera instancia en que este grupo fundamentalista agrede al Estado judío, usa las treguas para rearmarse, aprende de sus errores y planifica la siguiente agresión. A poco de finalizada esa contienda, Hamás retomó la construcción de túneles, el entrenamiento de sus cuadros y relanzó su alianza con Irán mientras mantuvo en los márgenes a la Autoridad Palestina, que se suponía tomaría control de las fronteras de Gaza. Estos desarrollos no han despertado demasiada consternación o siquiera atención mundial, ciertamente no en los medios masivos de comunicación y, a juzgar por las recientes declaraciones favorables al estado palestino en varios parlamentos europeos, tampoco en el ámbito político. Con la misión genocida del Hamás intacta y la indiferencia internacional presente, podría ser sólo cuestión de tiempo hasta la próxima confrontación.

Página Siete (Bolivia)

Página Siete (Bolivia)

Por Julián Schvindlerman

  

Los desafíos estratégicos de un estado Palestino – 02/01/15

Imprimir

Desde la firma de los Acuerdos de Oslo, los palestinos reclaman un estado independiente en las fronteras previas a 1967, lo que equivale a decir en las fronteras trazadas por las líneas de cese de fuego al fin de la guerra de la independencia de Israel, en 1949. Dejando de lado las opiniones ideológicas y las consideraciones históricas, desde un punto de vista estrictamente militar tales fronteras presentan riesgos de seguridad que todo observador honesto no puede desconocer. Denominadas por el ex canciller israelí Abba Eban “fronteras Auschwitz”, ella encapsulan el máximo riesgo geográfico del país: su falta de profundidad estratégica.

Las dimensiones de Israel son inconcebiblemente pequeñas. En su línea directa más estrecha, apenas catorce kilómetros separan a Cisjordania de la costa mediterránea israelí. El Margen Occidental está a tres kilómetros del aeropuerto internacional del país y a pocos de su parlamento. El triángulo Jerusalem-Haifa-Tel Aviv -área que reúne al 70% de la población y al 80% de la infraestructura económica del país-, está a minutos de distancia de ciudades palestinas. Un jet de guerra puede cubrir el trecho que separa al río Jordán del mar Mediterráneo en tres minutos. Esa es la distancia entre Jordania e Israel, Cisjordania está entre ellas. En otras palabras, Israel carece de profundidad territorial defensiva. No dispone del espacio geográfico mínimo para repeler una agresión terrestre. En octubre de 1973, los israelíes fueron sorprendidos por el ataque sirio y egipcio durante la Guerra del Iom Kipur, cuyas tropas avanzaron treinta kilómetros antes de ser frenadas por el ejército israelí. Si este mismo ataque hubiera arrancado desde las fronteras de 1967, en vez de las de 1973, y si las formaciones árabes se hubieran adentrado en territorio israelí la misma extensión, entonces la nación judía hubiera dejado de existir.

Hasta los años noventa, era tradicional en Israel ver a un potencial estado palestino en Cisjordania como un riesgo militar intolerable. El Acuerdo de Oslo modificó los parámetros ideológicos en la sociedad israelí, pero desde una óptica estratégica este sigue siendo el caso. Aún en la era de los misiles, los que sobrevuelan vastas extensiones terrestres y dan en su objetivo con precisión, la posesión de territorio defensivo sigue siendo crucial. Las guerras, al fin de cuentas, se siguen ganando con tropas en el terreno. Por eso los kurdos y los rebeldes sirios y el gobierno iraquí esperan presencia en el terreno de soldados estadounidenses para que den combate a los jihadistas del Estado Islámico. Las bombas desde el aire ayudan, sin lugar a dudas, pero la derrota enemiga sigue estando marcada por el simbolismo de la bandera plantada en tierra conquistada. Estados Unidos es la potencia líder en misiles balísticos, y aun así controla docenas de bases militares en zonas clave a lo largo y ancho del mundo.

Antaño, en tiempos de Saddam Hussein, el escenario de una alianza palestino-iraquí inquietaba a los militares israelíes. Hoy ese riesgo se ha disuelto, pero fue reemplazado por otro peor: una posible alianza palestino-iraní. Mil quinientos kilómetros separan a Irán de Israel, y sin embargo Teherán posee fronteras militares con el estado judío: en Gaza por medio del grupo islamista sunita Hamas y en el sur del Líbano por medio del movimiento islamista chiíta Hezbollah. Aún si el estado palestino eventual fuese pacífico y un aliado confiable de Israel (un gran “si”), nada asegura que no podrá sucumbir a fuerzas radicales agresivas, tal como ya ha acontecido en porciones de Siria e Irak con el Estado Islámico, en el sur del Líbano con Hezbollah y en la propia Gaza con Hamas. La denominada primavera árabe ha probado con aterradora persuasión que líderes históricos pueden ser velozmente reemplazados por un nuevo orden de poder. ¿Quién puede garantizar a los israelíes que el septuagenario Mahmoud Abbas o su sucesor seguirán estando en el gobierno permanentemente? Ningún interlocutor sincero realmente puede. De ahí que las consideraciones de seguridad sigan siendo relevantes para el análisis defensivo israelí.

Por supuesto que los palestinos tienen derecho a alcanzar su independencia, y a tener su propio estado, y a dar forma a su singular destino como una nación soberana. Y es igualmente válido que sus simpatizantes internacionales apoyen su causa, y pidan por ellos, y los respalden. Pero en algún punto sería saludable que unos y otros dejasen por un instante de lado los eslóganes a propósito de la indispensabilidad de las fronteras de 1967 y considerasen, aunque más no sea como posibilidad remota, que las preocupaciones de seguridad asociadas a un estado palestino son para Israel legítimas y muy, muy reales.

Libertad Digital, Libertad Digital - 2014

Libertad Digital

Por Julián Schvindlerman

  

Ziad Abu Ein y la varita mágica de Oslo – 17/12/14

Imprimir

La sola mención de su nombre congeló la atmósfera de aquella reunión que manteníamos, una colega norteamericana y yo, con un alto oficial de la Autoridad Palestina (AP) en la Franja de Gaza a fines de los años noventa.

Estábamos cursando estudios de posgrado en Israel cuando a ella le surgió la posibilidad de entrevistar a un cuadro de Fatah, algo necesario para la monografía sobre el nacionalismo palestino que estaba escribiendo; y como el asunto me interesaba, y además creía que una dama occidental no debía adentrarse sola en esos territorios inhóspitos, me ofrecí a acompañarla. Recuerdo que el chofer que nos llevó desde la frontera gazatí hacia la oficina pública se declaró simpatizante de Hamás y atribuyó su cojera a la represión israelí durante la intifada. El oficial de la AP nos cubrió de retórica antisionista y victimización palestina y nos contó que su ceguera parcial se debía a una operación israelí en la Europa de antaño. Mientras escuchaba pasivamente las preguntas de mi compañera y las respuestas del palestino, pensé que sólo los alucinantes Acuerdos de Oslo podían haber facilitado un encuentro de ese tipo.

Al cabo de un buen rato, comencé a perder la paciencia con ese rol autoimpuesto de hacerme el extranjero ingenuo. Cada nueva afirmación mentirosa agregaba una capa de irritabilidad, que finalmente eclosionó de la forma más imprudente. “¿Por qué no nos habla de cómo la ONU protegió a Ziad Abu Ein?”, le interrumpí en cierto momento de su virtual soliloquio propagandístico. Su cuerpo se puso tieso, su mirada se heló, el aire se puso cortante. Los asistentes se miraron entre sí. El clima de cordialidad se había esfumado. Con la entrevista abruptamente finalizada, nos volvimos a Israel. Mientras el chofer adepto a Hamás nos transportaba en un vehículo –que si mal no recuerdo era una cortesía del oficialismo palestino para con nosotros–, yo procuraba mirar todo lo que podía por la ventana. Sabía que esa primera visita a la Franja sería con seguridad la última.

La reciente muerte súbita de Ziad Abu Ein tras un altercado con soldados israelíes trajo a mi mente este recuerdo de otros tiempos. Flor de carrerita había hecho. Comenzó militando en el Consejo Revolucionario de Fatah, la organización terrorista liderada por Abu Nidal, una de las facciones más radicales del movimiento palestino. En 1979 perpetró un atentado en Tiberias, atacó a un grupo de jóvenes que estaban celebrando una festividad judía en el centro de la ciudad: Boaz Lahav y David Lankri, de 16 años, murieron, y otros 36 resultaron heridos. Abu Ein huyó entonces a Estados Unidos, desde donde fue extraditado a Israel en 1982. Por cierto, el Consejo Económico y Social de las Naciones Unidas protestó, mientras que la Asamblea General de la ONU adoptó una resolución de condena contra Washington por haber accedido a la extradición y solicitó su puesta en libertad.

En Israel, Abu Ein fue enjuiciado y sentenciado a cadena perpetua. En 1985 la Comisión de Derechos Humanos de la ONU condenó al Estado judío por el apresamiento de Abu Ein y exigió su liberación. Ese mismo año fue intercambiado por israelíes que estaban en manos del Frente Popular para la Liberación de Palestina.

Con el advenimiento de la era Oslo, Ziad Abu Ein tuvo diversos cargos oficiales en la estructura del Gobierno palestino, hasta alcanzar el rango de ministro.
Independientemente de cuál haya sido la verdadera razón de su fallecimiento, tuvo un final acorde a su vida de resistente antiisraelí: murió enfrentando a las “tropas de la ocupación”. Ya tendrá un lugar asegurado en el panteón de los mártires palestinos.

Ziad Abu Ein no fue el único terrorista legitimado por los Acuerdos de Oslo, con su osada propuesta de que hombres y mujeres que por décadas se dedicaron al asesinato a sangre fría de niños judíos podían transformarse en pacifistas. Mohamed Dahlán fue arrestado once veces por los israelíes y deportado a Túnez en 1988 por sus actividades violentas antes de que la magia de Oslo lo convirtiera en jefe de Seguridad Preventiva en Gaza. Yibril Rayub fue sentenciado a 18 años de prisión por haber arrojado una granada contra un micro israelí en 1968; deportado a Túnez al inicio de la primera intifada, en 1992 diseñó un plan para asesinar al entonces ministro israelí de Vivienda, Ariel Sharón. Oslo mediante, ascendió a jefe de Seguridad Preventiva de Cisjordania. En 1972, Amín al Hindi integró el equipo que planeó la matanza de atletas israelíes en las Olimpíadas de Múnich del mismo año; tocado por la varita de Oslo, a partir de 1994 se desempeñó como titular de la inteligencia militar palestina. Y, por supuesto, hay que mencionar a Yaser Arafat, terrorista de categoría mundial hasta 1993 y –tal el encantamiento de Oslo– presidente palestino y Nobel de la Paz al año siguiente.

Todo esto puede ofrecer un indicio de por qué fracasó el proceso de paz.  

Comunidades, Comunidades - 2014

Comunidades

Por Julián Schvindlerman

  

Ziad Abu Ein y la varita mágica de Oslo – 17/12/14

Imprimir

La sola mención de su nombre congeló la atmósfera de aquella reunión que manteníamos, una colega norteamericana y yo, con un alto oficial de la Autoridad Palestina (AP) en la Franja de Gaza a fines de los años noventa.

Estábamos cursando estudios de posgrado en Israel cuando a ella le surgió la posibilidad de entrevistar a un cuadro de Fatah, algo necesario para la monografía sobre el nacionalismo palestino que estaba escribiendo; y como el asunto me interesaba, y además creía que una dama occidental no debía adentrarse sola en esos territorios inhóspitos, me ofrecí a acompañarla. Recuerdo que el chofer que nos llevó desde la frontera gazatí hacia la oficina pública se declaró simpatizante de Hamás y atribuyó su cojera a la represión israelí durante la intifada. El oficial de la AP nos cubrió de retórica antisionista y victimización palestina y nos contó que su ceguera parcial se debía a una operación israelí en la Europa de antaño. Mientras escuchaba pasivamente las preguntas de mi compañera y las respuestas del palestino, pensé que sólo los alucinantes Acuerdos de Oslo podían haber facilitado un encuentro de ese tipo.

Al cabo de un buen rato, comencé a perder la paciencia con ese rol autoimpuesto de hacerme el extranjero ingenuo. Cada nueva afirmación mentirosa agregaba una capa de irritabilidad, que finalmente eclosionó de la forma más imprudente. ¿Por qué no nos habla de cómo la ONU protegió a Ziad Abu Ein?», le interrumpí en cierto momento de su virtual soliloquio propagandístico. Su cuerpo se puso tieso, su mirada se heló, el aire se puso cortante. Los asistentes se miraron entre sí. El clima de cordialidad se había esfumado. Con la entrevista abruptamente finalizada, nos volvimos a Israel. Mientras el chofer adepto a Hamás nos transportaba en un vehículo -que si mal no recuerdo era una cortesía del oficialismo palestino para con nosotros-, yo procuraba mirar todo lo que podía por la ventana. Sabía que esa primera visita a la Franja sería con seguridad la última.

La reciente muerte súbita de Ziad Abu Ein tras un altercado con soldados israelíes trajo a mi mente este recuerdo de otros tiempos. Flor de carrerita había hecho. Comenzó militando en el Consejo Revolucionario de Fatah, la organización terrorista liderada por Abu Nidal, una de las facciones más radicales del movimiento palestino. En 1979 perpetró un atentado en Tiberias, atacó a un grupo de jóvenes que estaban celebrando una festividad judía en el centro de la ciudad: Boaz Lahav y David Lankri, de 16 años, murieron, y otros 36 resultaron heridos. Abu Ein huyó entonces a Estados Unidos, desde donde fue extraditado a Israel en 1982. Por cierto, el Consejo Económico y Social de las Naciones Unidas protestó, mientras que la Asamblea General de la ONU adoptó una resolución de condena contra Washington por haber accedido a la extradición y solicitó su puesta en libertad.

En Israel, Abu Ein fue enjuiciado y sentenciado a cadena perpetua. En 1985 la Comisión de Derechos Humanos de la ONU condenó al Estado judío por el apresamiento de Abu Ein y exigió su liberación. Ese mismo año fue intercambiado por israelíes que estaban en manos del Frente Popular para la Liberación de Palestina.

Con el advenimiento de la era Oslo, Ziad Abu Ein tuvo diversos cargos oficiales en la estructura del Gobierno palestino, hasta alcanzar el rango de ministro.

Independientemente de cuál haya sido la verdadera razón de su fallecimiento, tuvo un final acorde a su vida de resistente antiisraelí: murió enfrentando a las «tropas de la ocupación». Ya tendrá un lugar asegurado en el panteón de los mártires palestinos.

Ziad Abu Ein no fue el único terrorista legitimado por los Acuerdos de Oslo, con su osada propuesta de que hombres y mujeres que por décadas se dedicaron al asesinato a sangre fría de niños judíos podían transformarse en pacifistas. Mohamed Dahlán fue arrestado once veces por los israelíes y deportado a Túnez en 1988 por sus actividades violentas antes de que la magia de Oslo lo convirtiera en jefe de Seguridad Preventiva en Gaza. Yibril Rayub fue sentenciado a 18 años de prisión por haber arrojado una granada contra un micro israelí en 1968; deportado a Túnez al inicio de la primera intifada, en 1992 diseñó un plan para asesinar al entonces ministro israelí de Vivienda, Ariel Sharón. Oslo mediante, ascendió a jefe de Seguridad Preventiva de Cisjordania. En 1972, Amín al Hindi integró el equipo que planeó la matanza de atletas israelíes en las Olimpíadas de Múnich del mismo año; tocado por la varita de Oslo, a partir de 1994 se desempeñó como titular de la inteligencia militar palestina. Y, por supuesto, hay que mencionar a Yaser Arafat, terrorista de categoría mundial hasta 1993 y -tal el encantamiento de Oslo- presidente palestino y Nobel de la Paz al año siguiente.

Todo esto puede ofrecer un indicio de por qué fracasó el proceso de paz.