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Varios

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Por Julián Schvindlerman

  

Los cruciales momentos que atraviesan Siria y su dictador Bashar Al Assad – 04/02/12

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Una sangrienta guerra civil podría devenir en este país la situación no se resuelve pronto, coinciden analistas
Artículo publicado en El Comercio (Perú)

Por Daniel Meza

La situación de Siria se agrava día a día. Después de Libia, es uno de los países donde más sangre se ha derramado a causa de los disturbios y represión contra opositores al régimen de su mandatario, Bashar al Assad. Alrededor de 6.000 han muerto por los enfrentamientos que empezaron hace diez meses, según estimaciones de la ONU. Anoche se dio la peor masacre desde el inicio de las protestas: 200 personas fueron asesinadas en bombardeos, informaron grupos opositores.

Causa escalofríos el hecho de que dentro de esos miles mencionados, se encuentren alrededor de 400 niños, según la Unicef. Es difícil saber cuál será el desenlace de este capítulo de terror a casi un año de iniciados los primeros conatos de rebeldía en esta nación árabe, y si en algo coinciden los analistas, es que la situación debe resolverse pronto para evitar un final con más sangre. Como van las cosas, ni un magnicidio quedaría descartado.

¿QUIÉN ES BASHAR AL ASSAD?

El presidente sirio gobierna desde que falleció su padre Hafez al Assad en el 2000, quien a su vez estuvo al mando por casi 30 años (desde 1971). Doctor de profesión y posteriormente preparado como militar por su padre, ascendió grado a grado hasta llegar a coronel. Una vez muerto el Assad más viejo, Bashar fue elegido como presidente siendo candidato único por el Partido Árabe Socialista Baaz, haciéndose reelegir mediante referéndum en el 2007. Durante su mandato, ha sido criticado constantemente por corrupción y violaciones de derechos humanos contra sus rivales, un continuismo de lo que ya hacía su padre. Frente al mundo, ha sido un crítico de las políticas de Estados Unidos e Israel.

LA SITUACIÓN TENSA QUE ATRAVIESA EL PAÍS

“Es difícil cuantificar el apoyo o desprecio que hay hacia Assad en Siria. Hubo deserciones por parte de soldados y otros mandos castrenses y la oposición popular es enorme. Los Assad pertenecen a la minoría alauita, de extracción chiita, que gobierna a una nación mayoritariamente sunita (75%). Eso exacerba el desprecio hacia el régimen”, indica a elcomercio.pe el analista especializado en temas de medio oriente Julián Schvindlerman. En contraste, el internacionalista Ramiro Escobar sostiene a este medio online que “pese a la fuerte oposición, existe una gran porción de sirios, que incluyen a los alauitas (chiitas), e incluso cristianos, drusos y kurdos que prefieren la permanencia de Assad en el poder” que les permiten convivir en cierta armonía. “Sondeos fiables” recientemente citados por la BBC dicen que Assad goza de un respaldo del 50%.

Frente al exterior, desde el año pasado países de Occidente (EE.UU. y la Unión Europea) y la Liga Árabe han cercado a Damasco de sanciones, bloqueando a sus principales entidades bancarias y perjudicando así duramente la economía siria.

EL PLANTEAMIENTO DE LA ONU Y LA LIGA ÁRABE

Un Consejo de Seguridad partido. Entramos en terreno movedizo. La Liga Árabe quiere que Assad deje el poder, retire las tropas de las calles y ceda el liderazgo al vicepresidente, de modo que dé lugar a un gobierno de unidad nacional con los opositores. Los miembros del Consejo de Seguridad apoyan mayoritariamente este planteamiento (EE.UU. Francia, Gran Bretaña de un lado). No obstante, Rusia y China están en contra. Para el Kremlim, el Consejo de Seguridad —encargado de la paz y la seguridad internacionales— no debe inmiscuirse en el conflicto interno en Siria ni imponer medidas para un eventual acuerdo porque no tiene el mandato para eso.

Las razones de Moscú. Si Rusia arguye que es mejor que los trapos sucios se laven dentro de casa, una razón de peso por la que apoya a su aliada Siria, para Schvindlerman es que “le vende armamento cuantioso a Damasco y no quiere perder el negocio por la adopción de sanciones o embargos”. Escobar indica que “esta relación se remonta a cuando Rusia era la URSS, tiempos en que inició sus vínculos con Hafez al Assad, el padre de Bashar. Estos vínculos jamás se rompieron”.

Los Estados Unidos de siempre. Ernesto Gómez Abascal, periodista y ex embajador de Cuba en varios países de Medio Oriente, considera (sin dejar de rechazar la represión en Siria) que “esta es una guerra que persigue claros objetivos políticos y geoestratégicos por la posición ideológica antiimperialista de Damasco que comparte con Líbano e Irán. “EE.UU. y sus aliados quieren ir con todo, y quienes se comprometen con ellos tendrán que someterse después. Deben producirse las transformaciones, pero a la vez luchar contra la intervención extranjera”, advierte Abascal en una columna de opinión.

¿CUÁL SERÁ EL DESENLACE?

“Hay varios escenarios: uno es el de la intervención militar limitada, otro el del derrocamiento por golpe interno, otro que Assad abandone el poder y el país, y otro que Siria caiga en una guerra civil prolongada”, sostiene Schvindlerman. Escobar coincide, y agrega que mientras el Consejo de Seguridad no llegue a un acuerdo en cuanto a pedirle a Assad que deje el poder, la violencia y la represión continuará. “La situación podría agravarse si Al Assad se empeña en quedarse en el poder. Esto generaría una crisis humanitaria grave y en consecuencia, una guerra civil”, indicó el analista.

Compromiso

Compromiso

Por Julián Schvindlerman

  

Sobre piratas y corsarios Judíos – 02/12

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Año 4 – Nro 19

Visualice al típico pirata del Caribe del siglo XVII: parche en el ojo, espada en una mano y botella de ron en la otra, buque mercenario, bandera de calaveras. Agréguele ahora estos elementos a la imagen: una Estrella de David en la bandera flameante, “Mazal Tov” al nombre grabado en la madera de la embarcación y comida kosher a bordo. ¿Difícil de creer, cierto? Pues bien, la piratería hebrea existió y dejó una huella distintiva no solamente en la historia judía sino en la historia universal de la piratería misma.

Los primeros antecedentes podemos hallarlos incluso hasta más de dos mil años atrás. Según José Chocrón Cohén ha señalado en un artículo escrito para el Centro de Estudios Sefaradíes de Caracas, “en el siglo I antes de la era común hay evidencia de judíos que combatieron con piratas”. El legendario historiador Flavio Josefo relató ataques de marineros hebreos contra barcos romanos desde el puerto de Yaffo. Josefo da cuenta de un debate oral acaecido en Damasco en el año 63 antes de la era común entre dos líderes judíos llamados Hircano y Aristóbulo, quienes en un esfuerzo por persuadir a Pompeyo de ser alguno de ellos declarado rey de los de su pueblo, uno acusó al otro de llevar adelante “piratería en el mar”. Conforme ha escrito Cohén, en el siglo VI de la era común sacerdotes cristianos testimoniaron acerca de piratas judíos en la costa del norte del continente africano. Un documento clerical de ese siglo cuenta que el obispo Sinesio fue capturado por piratas hebreos en represalia por encarcelamientos que éste ordenaba y dice que los piratas judíos se abstenían de navegar el día de shabat. El propio Maimónides en el sigo XII afirmó, en una carta enviada a su hermano, que judíos y musulmanes compartían barcos piratas.

Pero la época de mayor apogeo de la piratería judía parece haber ocurrido durante los siglos XVI y XIX. A comienzos de 1492, los reyes católicos de España ordenaron la conversión forzosa o expulsión de los judíos residentes en tierras bajo su gobierno. Diversos historiadores han notado la coincidencia curiosa de la fecha en la cual zarparon los buques de Cristóbal Colón hacia lo que sería el nuevo mundo con la fecha tope para la partida de los judíos españoles según el edicto de expulsión. El famoso y difunto cazador de nazis Simon Wiesenthal, en un libro de su autoría titulado Operación Nuevo Mundo, señaló la presencia de hebreos en la flotilla del explorador genovés y ponderó incluso las posibles raíces judías del mismísimo Colón. En cualquier caso, motivados por la sed de venganza contra la corona española, varios judíos expulsados surcaron los mares en embarcaciones que llevaron por nombre “Reina Esther”, “Escudo de Abraham” y “Profeta Samuel”, atacando barcos españoles en el marco de alianzas políticas con potencias europeas enemigas de España. En una nota publicada en la revista Guesharim, Ernesto Antebi , tomando información de las actas de la comunidad hebrea de Amsterdam Mikve Israel, cita el que posiblemente sea uno de los sermones más insólitos de la historia de la prédica rabínica: el sermón de Ioshua de Córdoba, rabino de la comunidad hebrea de la isla caribeña de Curazao, pronunciado en 1753, en el cual éste advierte a su congregación sobre como evitar atracos piratas en alta mar entre buques judíos y predica sobre la necesidad de solidaridad fraterna cuando un barco español atacaba a una embarcación hebrea.

Si hemos de ser rigurosos, debiéramos distinguir entre pirata y corsario pues el papel de uno y otro en aquellos tiempos no era idéntico. El corsario recibía ese nombre en virtud de un acuerdo que el navegante entablaba con un gobierno con el fin de capturar y saquear embarcaciones de bandera hostil a ese gobierno. El corsario estaba así facultado a actuar solamente contra los buques de naciones determinadas y, una vez obtenido el botín, estaba obligado a repartirlo con el gobierno que le otorgó la llamada “patente de corso”. El pirata, por el contrario, no tenía relación contractual alguna con estado alguno, atacaba indiscriminadamente y se guardaba el tesoro tomado para sí. Unos y otros, sin embargo, aterrorizaron los mares y forjaron leyendas reales y fantásticas.

Un aporte decisivo y original al estudio de la piratería judía lo hizo el periodista estadounidense Edward Kritzler en su obra Los Piratas Judíos del Caribe. En sus páginas retrata las aventuras y desventuras de célebres piratas, corsarios y bucaneros hebreos cuyas hazañas han legado un capítulo colorido -heroico y trágico a la vez- a la historia judía.

Así sabemos de Sinan Reis, corsario judeo-turco, almirante de la flota turca y aliado del conocido Barbarroja, quién en 1538 combatió a la flota conjunta de la Liga Santa (compuesta por los Estados Pontificios, el Sacro Imperio Romano Germánico, la República de Venecia y la Orden de Malta) en la batalla de Preveza que dio al Imperio Otomano control sobre el Mediterráneo por más de treinta años. Simón Fernández fue un corsario judeo-español escapado de la Inquisición que colaboró con el pirata galés John Callis acosando a barcos españoles y franceses, lo cual le valió el permiso británico para usar sus puertos. Junto al pirata y corsario inglés Walter Raleigh navegó hacia las Indias Occidentales, América del Norte y el Océano Pacífico. Yaacov Curiel descendía de una familia de judíos conversos al Cristianismo y llegó a ser capitán de la flota naval española. Capturado por los agentes inquisitoriales y rescatado por sus propios marineros marranos, pasó a atacar embarcaciones españolas en el Mar del Caribe hasta su retiro cabalístico en la Tierra Santa. David Abrabanel fue un temido corsario judeo-holandés al servicio de los británicos que tenía un linaje familiar notable. Conocido como “Capitán Davis”, cuyo barco se llamó “Jerusalem” y aparentemente observaba el shabat, asedió a los barcos españoles durante una década. Su familia entera había perecido en un ataque español en alta mar cuando él era un adolescente. Samuel Pallache -antes de ganarse el apodo de “Pirata Rabino” por descender de rabinos y dedicarse a la piratería- había sido embajador de Marruecos en Madrid. Fue corsario de los holandeses (reclutó marranos a su tripulación) y comerciante global. Otro destacado corsario fue Moisés Cohen Henriques, judeo-portugués al servicio de Amsterdam cuyas travesías los llevaron a Cuba y a Brasil para terminar siendo asesor del pirata más famoso de todos los tiempos, Henry Morgan. En 1628 perpetró el mayor acto de la piratería mundial cuando capturó la flota de plata española. Y por último pero sin que ello agote el listado, cabe mencionar a los hermanos Pierre y Jean Lafitte, judíos cuyos antepasados habían huido de España a Francia y se convirtieron en dos de los más afamados corsarios de fines de siglo XVIII e inicios del XIX. Bajo la égida de Francia y desde los pantanos de Louisiana, atacaban a los buques ingleses que navegaban por el Golfo de México. En 1812, en la batalla de New Orleans, Jean luchó victoriosamente junto a Andrew Jackson, futuro presidente de los Estados Unidos, y terminó sus días de corsario en Yucatán, México.

Si todo esto le parece demasiado increíble, haga un viajecito a Curazao. Diríjase al antiguo cementerio judío y deténgase frente a la tumba de Lea Jana Schneur, esposa de un pirata judío. Si mira atentamente, verá grabada en la lápida que lleva su nombre, la calavera y los huesos cruzados.

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Por Julián Schvindlerman

  

El sentido del humor de página 12 – 27/01/12

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Artículo publicado en Kol Amijai

Gustavo Sala es un idiota. O un provocador. O un antisemita. O, lo más probable, todo ello.

Y Página12 es responsable por la publicación, que sólo fue posible por la cultura periodística que reina en ese diario pretendidamente progresista. ¿Cómo se explica que ninguno de sus editores haya considerado objetable esa tira cómica?

Un diario cuyo presidente se apellida Sokolowickz, su director se apellida Tiffenberg, sus más destacados columnistas incluyen apellidos como Verbitzky, Kollman y Gelman, uno pensaría, está inmunizado ante la judeofobia. Pero como ya ha sido notado, la identidad religiosa del ofensor no es relevante al evaluar la ofensa.

No digo que ellos sean solidariamente responsables de la aberración. Tan sólo afirmo que la existencia de judíos en Página12 no la hace impermeable al antisemitismo.

El hecho es extremo en dos sentidos. Primeramente, en el contenido: tan burdamente judeofóbico, ese antisemitismo de caricatura barata, de humor borrego, de pésimo gusto que habíamos pensado ya no tenía cabida en la sociedad civilizada, y menos especialmente en un medio de comunicación respetado, progresista, preocupado por los derechos humanos. Segundo, en el sentido de la oportunidad: publicada en las vísperas del 70 aniversario de la conferencia de Wansee y a una semana del Día Internacional del Holocausto, la tira tuvo el propósito deliberado de insultar a la comunidad judía en un momento de sensibilidad colectiva.

El problema no es, sin embargo, Gustavo Sala, sino Página12. En esta historia, el dibujante es apenas una anécdota. El verdadero escándalo está en la decisión editorial del diario de divulgar voluntariamente ese mensaje odioso, de abrir sus páginas, y así legitimar, a un antisemita. Como Leo Pinsker dijo en 1882 -antes del estalinismo, del fascismo, de la Shoá- el antisemitismo es incurable. Pero la batalla contra la aceptación social del antisemitismo debe continuar. Por eso, emitir comunicados institucionales y mandar cartas de lectores personales es importante, pero en este caso, insuficiente. La comunidad judía argentina no debiera satisfacerse con la disculpa pública del diario o del autor. En un caso tan extremo, pedir la renuncia del “humorista” es necesario.

La tira pudo perfectamente haber aparecido en el diario palestino Al-Hayat al Jadeeda, o en el diario saudita Al-Nadwa, o en el diario de Dubai Al-Itihad, o en el diario sirio A-Thawara. Y eso, lamentablemente, lo dejaríamos pasar.

Pero salió en un diario argentino, occidental, del mundo libre. Y en el mundo libre estas manifestaciones abyectas de antisemitismo ya no son toleradas. Ni deben serlo. Para lo cuál la condena a esta tira cómica -a su autor y a su publicador- deben ser implacables.

La tira cómica confirma la encuesta reciente de ADL/DAIA acerca del nivel de antisemitismo en la Argentina, donde, extrañamente, el 49% de los encuestados dijo que los judíos hablan “demasiado” de lo que les pasó en el Holocausto. Parece que los antisemitas sí tienen derecho a hablar, y a mofarse, del tema.

Como estoy a favor de la libertad de expresión pero no de la libertad de ofender, concluyo con unas palabras que recuerdo haber leído años atrás de la pluma de un académico israelí que criticaba la obra de un colega en estos términos, que aplico libremente al caso presente.

Esta tira nunca debió haber sido concebida. Una vez concebida no debió haber sido dibujada. Una vez dibujada no debió haber sido publicada. Y una vez publicada, debió haber sido arrojada directamente al tacho de basura.

Abajo la tira cómica de Gustavo Sala, Una aventura de David Gueto, el DJ de los campos de concentración en »fieSSta». Publicado por Página12 el 19/1/12.

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Por Julián Schvindlerman

  

Manual de educación para el antisemitismo

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Libro pésimo: Carla Fibla y Fadi N. Skaik, Resistiendo en Gaza, Península, Barcelona, 2010, 271 páginas.
Por Carmen Pulín Ferrer
La Ilustración Liberal (España) – Nº 47 Primavera (boreal) 2011

http://www.ilustracionliberal.com/47/manual-de-educacion-para-el-antisemitismo-carmen-pulin-ferrer.html

En un número reciente de esta revista, un excelente artículo de Julián Schvindlerman analizaba el fenómeno del nuevo antisemitismo. Una de las conclusiones a las que se llegaba en dicho artículo era que el actual antisionismo no es sino la judeofobia de siempre, puesta al día en cuanto a argumentos y presentación con una capa de progresía y un toque de solidaridad, tolerancia y buena conciencia. El libro Resistiendo en Gaza. Historias palestinas sirve perfectamente como ejemplo ilustrativo.

Esta obra, escrita por la periodista Carla Fibla (corresponsal de la cadena SER en Israel) y el traductor palestino Fadi N. Skaik, es un completo catálogo de todos los argumentos y clichés que emplea ese antisionismo analizado por Schvindlerman: el Gobierno israelí es nazi; Israel practica el apartheid y ha convertido Gaza en un gueto o un campo de concentración; Israel es culpable de genocidio, etcétera. Tampoco faltan las habituales manipulaciones: de datos históricos (sobre todo los referidos a la creación del Estado de Israel), de cifras, de hechos y, claro está, del lenguaje. En este último apartado los ejemplos son particularmente abundantes: Hamás «capturó» al soldado israelí Gilad Shalit, pero las Fuerzas de Defensa Israelíes «secuestran» a los palestinos; Hamás no es una organización terrorista, sino un «movimiento de resistencia islamista»; los terroristas, en general, parecen no existir para los autores, pues siempre se habla de «milicianos», «luchadores» o «defensores miembros de la lucha armada». En todo el libro sólo se menciona una vez la palabra «suicida», y se emplea el término «mártires» como sinónimo de «víctimas» (palestinas).

El análisis de los postulados de las campañas BDS (Boicot, Desinversión y Sanciones) y PSCABI (Estudiantes Palestinos para el Boicot Académico de Israel, por sus siglas en inglés), aquí presentados, resulta especialmente significativo por dos motivos: Fadi N. Skaik, coautor del libro, es también miembro activo de la primera de dichas campañas, y en la última parte de la obra queda claro que tanto él como Carla Fibla comparten (en gran medida, al menos) la postura de las mencionadas organizaciones y las medidas que proponen. Los activistas Haidar Eid (catedrático de la Universidad Al Aqsa) y Mohamed Abu Abdu (estudiante recién licenciado) afirman que Israel aplica una política de apartheid y, por tanto, debe ser tratado por la comunidad internacional como lo fue Sudáfrica en las décadas de 1970 y 1980. Desde BDS y PSCABI promueven el aislamiento académico internacional de Israel y el boicot a todos sus productos e instituciones, en aras de la paz y la justicia, ya que Israel no sólo discrimina, sino que ha emprendido «una limpieza étnica que no ha acabado», transformando Gaza en «el mayor campo de concentración sobre la faz de la Tierra».

Semejantes manifestaciones no constituyen, según ellos, un ataque contra los ciudadanos israelíes ni contra los judíos. El enemigo, el culpable de todo, es el Estado de Israel. Nadie aquí es antijudío, sino antisionista, que, según nos explican, es algo muy distinto: los objetivos de su campaña de boicot no son los individuos, pese a que la mayoría de los israelíes esté involucrada en la guerra contra los palestinos, sino las organizaciones (encabezadas por «el Gobierno más fascista de la historia del país») y los intelectuales sionistas, divulgadores de un ideología racista y discriminadora. Sin embargo, no parece que esas afirmaciones sean muy consistentes con la siguiente frase, pronunciada por Eid:

Hay que lograr que cada israelí sienta el aislamiento, que se sienta excluido vaya a donde vaya.

En cuanto a la solución que proponen para el conflicto, pasa por la creación de un Estado único «laico, secular y democrático». La solución de los dos Estados, pese a que el mundo quiera creer lo contrario, ha sido ya liquidada por Israel con la Operación Plomo Fundido.

Los testimonios de habitantes de Gaza como Eid y Abu Abdu constituyen la parte principal del libro, las «Historias palestinas» del título. Se presentan 24 casos: madres, estudiantes, grupos de rap, empresarios, miembros de ONG… Son testimonios diferentes entre sí, pero que presentan una serie de opiniones casi unánimes: el bloqueo es un castigo colectivo impuesto por Israel a la población de Gaza por haber votado a Hamás (la «formación política» que incomoda a Occidente); los israelíes dispensan un trato inhumano a los palestinos; la paz con Israel es muy difícil o directamente imposible; los occidentales no se implican suficientemente; Hamás ha logrado traer el orden y la seguridad a Gaza, etcétera.

Con una estructura distinta, en forma de pregunta-respuesta, aparecen cinco testimonios más: de representantes de Hamás, Fatah, Yihad Islámica, Salafiya Yihadiya y de un clérigo salafista. En ningún caso se les presenta como miembros de organizaciones terroristas o vinculadas al terrorismo; las preguntas formuladas no puede decirse que sean incómodas (a los salafistas ni siquiera se les pregunta acerca de Israel); las repuestas a las mismas no son comentadas ni cuestionadas, como sí ocurría en el caso de los 24 testimonios anteriores.

Fibla y Skaik se muestran satisfechos con esta parte del libro. Afirman haber alcanzado su objetivo: realizar un análisis exhaustivo de la vida en Gaza, compartiendo las actividades cotidianas de sus habitantes, y presentar un testimonio fiel de lo ocurrido en la Franja entre los años 1948 y 2009. Para completar su análisis, presentan una narración de la Operación Plomo Fundido (27 de diciembre de 2008 – 18 de enero de 2009) y la visión que, en su opinión, tienen de Gaza los israelíes y la comunidad internacional.

Las conclusiones que alcanzan los autores en estos apartados quedan claras: el Estado de Israel es una fuerza ocupante, dominadora y opresora que ha creado miles de refugiados y que, para conservar un territorio injustamente arrebatado a sus legítimos dueños, emplea la violencia más extrema y desproporcionada, de la que los palestinos no pueden defenderse más que con los muy limitados medios a su alcance. El mundo occidental contempla con indiferencia estos acontecimientos o, en el mejor de los casos, reacciona con tibieza, permitiendo que Israel quede siempre impune, incluso tras la Operación Plomo Fundido: una masacre en la que perecieron mujeres, niños y ancianos, y que arrasó el ya devastado territorio de Gaza. La Franja sufre la ira de un vecino poderoso y cruel que no permitirá jamás a sus habitantes, mientras no se plieguen a sus exigencias, tener un futuro de paz y prosperidad.

Tan brillantes y fundadas conclusiones, por supuesto, no debería alterarlas la información que se omite respecto a la situación de Gaza, como que, pese al bloqueo, los mercados están relativamente bien abastecidos. Dicho bloqueo pretende únicamente impedir la entrada de armamento, materiales o financiación para los terroristas de Hamás; diariamente, tras ser inspeccionados por las autoridades fronterizas, en la Franja entran camiones con miles de toneladas de suministros de todo tipo, incluyendo materiales con los que, en la misma época en que se escribía el libro, se construía allí una piscina olímpica y un centro comercial (ambos inaugurados pocos meses después). Tampoco hay por qué mencionar, al parecer, el número de misiles y cohetes lanzados desde Gaza sobre el territorio israelí en los años previos al bloqueo: 10.000 en ocho años. Sin embargo, sí se citan con entusiasmo las conclusiones del Informe Goldstein y las manifestaciones de personas como Amira Hass, Ilan Pappé o Gideon Levy, conocidos judíos antiisraelíes, que son presentados como voces «independientes» que se atreven a criticar el apartheid que ejerce el Estado de Israel, o que han logrado descubrir archivos secretos que revelan la política de matanzas y destrucción que acompañó a la creación de Israel en 1948.

En la primera frase del prólogo, escrito por Maruja Torres, se afirma que este libro ha sido escrito «con la cabeza fría y el corazón caliente». Tal vez la señora Torres no tenga demasiado claros esos conceptos, pues la frialdad y la ecuanimidad brillan por su ausencia en esta obra. De entrada, afirmar que el libro se ha escrito por «justicia informativa», para poder contrarrestar la «poderosa fuerza de la propaganda» israelí, que ha hecho que el caso de Gaza sea prácticamente abandonado por todos los medios de comunicación, resulta grotesco. Dicha «propaganda israelí» no ha podido evitar que la abrumadora mayoría de los medios occidentales (incluidos los españoles) aborde cualquier información sobre Gaza con una actitud siempre crítica hacia el Estado de Israel, al que, por ejemplo, se acusa de «uso desproporcionado de la fuerza», en el mejor de los casos, o de «genocidio», en los más extremos.

Criticar a Israel no implica directamente ser judeófobo. La propia sociedad israelí, como cualquier democracia sana, es muy crítica con sus dirigentes. Es cuando la crítica se vuelve desproporcionada, empleando términos como nazismo, Holocausto o apartheid para calificar la política del Estado israelí; cuando cualquier acción de Israel, del signo que sea, es censurada; cuando se disculpan o justifican los defectos y errores de cualquier país u organización, excepto los israelíes; es entonces que nos topamos con la judeofobia, en la que claramente incurre este libro, un perfecto manual de Educación para el Antijudaísmo.

Infobae, Infobae - 2012

Infobae

Por Julián Schvindlerman

  

Aniversario de la vileza y la destrucción – 26/01/12

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Este Día Internacional de Recordación del Holocausto tiene la singularidad de acaecer un año que reúne dos aniversarios de representación simbólica contrapuesta. El 2012 marca el 70 aniversario de la realización de la Conferencia de Wannsee, donde se selló el destino mortal de millones de judíos, y el 100 aniversario del nacimiento de Raoul Wallenberg, un aristócrata sueco que salvó a decenas de miles de judíos del plan genocida nazi. Si Wannsee evoca lo más siniestro y oscuro de la condición humana, Wallenberg evoca lo más heroico y elevado.

El 20 de enero de 1942, en una reunión que duró menos de noventa minutos, quince jerarcas nazis instrumentaron el plan de exterminio de la judería europea. El encuentro tuvo lugar en una bella mansión señorial en las afueras de Berlín, expropiada por los nazis a una adinerada familia judía alemana, en la localidad de Wannsee. Convocados por Reinhard Heydrich, jefe de la Oficina Principal de Seguridad del Reich, y con Adolf Eichmann, jefe de la Oficina de Asuntos Judíos y Evacuación, a cargo de la redacción de los protocolos del encuentro, asistieron Alfred Meyer, Georg Leibbrandt, Wilhelm Stuckart, Roland Freisler, Josef Bühler, Gerhard Klopfer, Karl Eberhard Schöngarth, Rudolf Lange, Martin Luther, Friedrick Kritzinger, Otto Hofmann, Erich Neumann y Heinrich Müller. Estos oficiales nazis determinaron el programa de asesinato industrial de los judíos de Europa. No inventaron la “Solución Final” al denominado “Problema Judío” -siete meses antes habían comenzado los fusilamientos masivos de judíos en el Este y un mes y medio antes habían comenzado los gaseamientos de judíos en Polonia- sino que administraron los detalles de su implementación. Al finalizar las deliberaciones, los nazis brindaron con coñac. Treinta ejemplares del protocolo del genocidio planificado fueron entregados a los partícipes pero solamente una copia sobrevivió a la guerra: la número dieciséis. Fue hallada en 1947.

El 4 de agosto de 1912 nació en Suecia Raoul Wallenberg en el seno de una destacada familia que dio a la nación diplomáticos, banqueros, estadistas y filántropos. Estudió arquitectura en los Estados Unidos y trabajó en Sudáfrica y Palestina, donde se relacionó con judíos escapados de Europa. A mediados de 1944, Wallenberg viajó a Budapest designado primer secretario de la misión diplomática sueca. Era su responsabilidad montar una red de rescate de la judería húngara, a lo que se avocó con cuerpo y alma. Por medio de recursos diplomáticos y ardides poco convencionales, como la presión y el soborno, desarrolló un programa de salvataje excepcional -reclutó a cientos de asistentes judíos, compró casas que fueron empleadas como refugios, repartió medicinas y alimentos, expidió miles de pasaportes protectores- que al cabo de unos pocos meses había rescatado de la muerte inminente a más de veinte mil judíos, según estimaciones conservadoras. Incluso judíos que se hallaban dentro de los trenes a punto de partir hacia los campos de concentración y judíos que formaban parte de las “marchas de la muerte” pudieron ser salvados por la acción decidida de prácticamente un solo individuo. En enero de 1945, Wallenberg fue arrestado en Hungría y desapareció en el sistema penitenciario soviético. Luego de la guerra, un monumento en su honor fue erigido en Budapest, pero el gobierno comunista lo hizo retirar antes de su dedicación. En Israel fue reconocido como un Justo entre las Naciones. Vivió apenas treinta y dos años, pero alcanzó la inmortalidad.

Durante los seis años que duró la Segunda Guerra Mundial, los nazis exterminaron a seis millones de judíos y también a gitanos, homosexuales, discapacitados y prisioneros de guerra. Ello fue posible por la eficiencia genocida de los nazis y la complicidad, activa y pasiva, de muchos otros. En contraste a la indiferencia, la colaboración o la cobardía de éstos, hubo miríadas de hombres y mujeres que con su bravura dignificaron la valía humana y santificaron a la vida misma. Cuanto más oscura la época, mayor el destello de su gesta. En esta fecha sagrada, Wannsee y Wallenberg son aptos y opuestos recordatorios de la capacidad humana para la vileza y la destrucción, y de la posibilidad humana de la nobleza y la redención.

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Décimo aniversario de guantánamo bay – 18/01/2012

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Cuando era candidato presidencial, Barack Obama edificó gran parte de su perfil como un opositor firme a la arquitectura de defensa del presidente George W. Bush diseñada luego de los atentados del 9/11. Ni bien se ubicó en la Casa Blanca como el nuevo presidente de los Estados Unidos de América, Obama ordenó el cierre de la cárcel norteamericana de Guantánamo, ubicada en Cuba, en un plazo de un año, y anunció que los juicios a los allí detenidos pasarían de la jurisdicción militar a la civil. Dos años más tarde, firmó una orden ejecutiva que permitió la detención indefinida de los sospechosos encarcelados en Guantánamo; luego validó la vigencia de los tribunales militares.

Obama y el Partido Demócrata creyeron ser capaces de poder resolver la tensión permanente entre justicia y seguridad nacional que afrontan las democracias en tiempos de guerra. Su noción de que los combatientes enemigos sospechosos de terrorismo debían recibir la misma protección jurídica que los ciudadanos norteamericanos bajo la constitución nacional terminó chocando con las limitaciones que, tarde o temprano, la realidad política impone a los más nobles ideales. En enero de 2010, fue procesado en los Estados Unidos bajo cargos de intento de homicidio el nigeriano Umar Farouk Abdulmutallab, quién había fracasado en hacer estallar explosivos a bordo de un vuelo de Northwest Airlines en la Navidad del 2009. La Administración Demócrata decidió juzgarlo en una corte civil, lo que significó darle el derecho a permanecer en silencio durante el interrogatorio y el beneficio de un abogado. De allí en más, el estado se vio forzado a negociar información sensible a cambio de concesiones en la penalidad eventual.

Un año después, la Casa Blanca cambió radicalmente de actitud. En septiembre de 2011, un avión militar no tripulado sobrevoló Yemen y disparó un misil contra un automóvil que transportaba a jihadistas, entre ellos a Anwar al-Awlaki, uno de los más altos líderes de Al-Qaeda. Awlaki había sido uno de los entrenadores de Abdulmutallab. A diferencia de éste, era ciudadano americano. Eso significó que Barack Obama autorizó la eliminación violenta de un compatriota sin detención ni juicio previo, ni siquiera en un tribunal militar en Guantánamo. Para entonces resultaba evidente que el presidente Obama miraba al mundo de modo diferente que el candidato Obama. De hecho, el actual presidente amplió el uso de aviones militares no tripulados contra terroristas islamistas en Pakistán, Afganistán, Somalia y Yemen. Según un estudio de la New America Foundation, desde que Obama asumió el poder, hubo doscientos cuarenta ataques de este tipo que mataron a mil trescientas personas sospechosas de terrorismo solamente en Pakistán. Durante todo el mandato del presidente Bush hubo cuarenta y cuatro ataques de este tipo en Pakistán que mataron a unos cuatrocientos presuntos islamistas.

Esto no fue fruto de un abandono de principios, sino de un reconocimiento de que preservar ciertos valores en tiempos de guerra suele ser desafiante para las democracias. Guantánamo no es un ideal de la democracia, es apenas una herramienta necesaria en la lucha contra el terror. Su permanencia es testimonio de que en las guerras, las elecciones suelen ser entre lo malo y lo peor.

Originalmente publicada en El Telégrafo (Ecuador)

Georges méliès y los judíos – 29/02/2012″

El Telégrafo (Ecuador)

El Telégrafo (Ecuador)

Por Julián Schvindlerman

  

Irán busca respaldo político – 12/01/12

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El relieve político de esta gira es evidente a la luz del momento de aislamiento iraní en la constelación global.

El mandatario iraní, Mahmud Ahmadineyad, hizo su primer viaje a Ecuador en 2007, con ocasión de la asunción presidencial de Rafael Correa. Al año siguiente, el presidente ecuatoriano visitó Irán, y al poco tiempo se abrieron embajadas respectivas. A partir de entonces muchos acuerdos de cooperación fueron firmados. Esta visita busca reforzar la alianza entre ambos países, en el marco de un viaje regional que incluye también a Cuba, Nicaragua y Venezuela. El relieve político de esta gira es evidente a la luz del momento de aislamiento iraní en la constelación global.

Irán busca respaldo político y Ecuador estará dispuesto a darlo. Cabe recordar que Quito junto con La Habana fueron los únicos dos países que votaron a favor del programa nuclear de Irán en la reunión de la Junta de Gobernadores de la Agencia Internacional de Energía Atómica el pasado mes de noviembre. Apenas un año antes de la primera visita oficial de Correa a Teherán (la cual ocurrió en 2008), el intercambio comercial bilateral era de unos pocos miles de dólares anuales, desde entonces ha crecido, pero todavía se mantiene a niveles modestos. En la actualidad, los dos países tienen convenios firmados en el área de las inversiones, el comercio, la agricultura, la industria, la salud, la educación, el transporte y la energía.

El Telégrafo (Ecuador)

El Telégrafo (Ecuador)

Por Julián Schvindlerman

  

Esta cárcel no es un ideal de democracia – 11/01/12

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Cuando era candidato presidencial, Barack Obama edificó gran parte de su perfil como un opositor firme a la arquitectura de defensa del presidente George W. Bush diseñada luego de los atentados del 9/11. Ni bien se ubicó en la Casa Blanca, Obama ordenó el cierre de la cárcel de Guantánamo, ubicada en Cuba, en el plazo de un año, y anunció que los juicios a los detenidos pasarían de la jurisdicción militar a la civil.

Dos años más tarde firmó una orden ejecutiva que permitió la detención indefinida de los sospechosos encarcelados en Guantánamo; luego validó la vigencia de los tribunales militares. Obama y el Partido Demócrata creyeron ser capaces de poder resolver la tensión permanente entre justicia y seguridad que afrontan las democracias en tiempos de guerra.

Su noción de que los combatientes enemigos sospechosos de terrorismo debían recibir la misma protección jurídica que los ciudadanos norteamericanos bajo la Constitución nacional terminó chocando con las limitaciones que, tarde o temprano, la realidad política impone a los más nobles ideales.

En enero de 2010, fue procesado en EE.UU. bajo cargos de intento de homicidio el nigeriano Umar Farouk Abdulmutallab, quien había fracasado en hacer estallar explosivos en un vuelo de Northwest Airlines en 2009. La Administración Demócrata decidió juzgarlo en una corte civil, lo que significó darle el derecho a permanecer en silencio durante el interrogatorio y el beneficio de un abogado.

De allí en más, el Estado se vio forzado a negociar información sensible a cambio de concesiones en la penalidad eventual. Un año después, la Casa Blanca cambió radicalmente de actitud.

En septiembre de 2011, un avión militar no tripulado sobrevoló Yemen y disparó un misil contra un automóvil que transportaba a jihadistas, entre ellos a Anwar al-Awlaki, uno de los más altos líderes de Al-Qaeda. Awlaki había sido uno de los entrenadores de Abdulmutallab. A diferencia de éste, era ciudadano americano.

Eso significó que Obama autorizó la eliminación violenta de un compatriota sin detención ni juicio previo, ni siquiera en un tribunal militar en Guantánamo. Para entonces resultaba evidente que el presidente miraba al mundo de modo diferente que el candidato Obama. De hecho, amplió el uso de aviones militares no tripulados contra terroristas en Pakistán, Afganistán, Somalia y Yemen.

Según un estudio de la New America Foundation, desde que Obama asumió el poder, hubo 240 ataques de este tipo que mataron a 1.300 personas sospechosas de terrorismo solo en Pakistán. Durante todo el mandato de Bush hubo 44 ataques de este tipo en el mismo país.

Esto no fue fruto de un abandono de principios, sino de un reconocimiento de que preservar ciertos valores en tiempos de guerra suele ser desafiante para las democracias. Guantánamo no es un ideal de la democracia, es apenas una herramienta necesaria en la lucha contra el terror. Su permanencia es testimonio de que en las guerras, las elecciones suelen ser entre lo malo y lo peor.

Comunidades, Comunidades - 2012

Comunidades

Por Julián Schvindlerman

  

El vaticano en Dar Al-Islam – 04/01/12

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Durante la nochebuena pasada, dos iglesias fueron atacadas en Nigeria por una agrupación fanática musulmana llamada Boko Haram (que significa la educación no-islámica es pecado») y provocó la muerte a cerca de cuarenta feligreses cristianos. Al día siguiente, desde Roma, el Papa dio su tradicional mensaje de Navidad Urbi et Orbi sin mencionar esos atentados salvajes.

Benedicto XVI pidió por «el auxilio divino» para los pueblos del Cuerno de África, deseó que se concediese «consuelo» a la población del sureste asiático «especialmente de Tailandia y Filipinas», instó a la «reanudación del diálogo entre israelíes y palestinos», bregó por el fin de la violencia en Siria «donde ya se ha derramado tanta sangre», rezó por «la plena reconciliación y la estabilidad» en Irak y Afganistán, se esperanzó con «las perspectivas de diálogo y colaboración en Myanmar», clamó por la «estabilidad política en los países de la región africana de los Grandes Lagos» y pidió por «los derechos de todos los ciudadanos» de Sudán del Sur. Sobre las atrocidades acaecidas en Nigeria apenas unas horas antes, nada. De hecho, la única referencia a la situación de toda la cristiandad en la zona fue expresada con típica ambigüedad, cuando llamó a dar «un renovado vigor a la construcción del bien común en todos los sectores de la sociedad en los países del norte de África y Oriente Medio».

La sala de prensa vaticana explicó que el discurso del Sumo Pontífice había sido preparado con anterioridad a los atentados y emitió un comunicado en el cual condenaba el «odio ciego, crueldad y absurdo» de tales ataques. Aún cuando el discurso papal ya estuviera redactado, es extraño que no se hubiera podido agregar una breve mención a tan graves acontecimientos en un momento tan solemne. Después de todo, Benedicto XVI finalizó su mensaje navideño saludando en sesenta y cinco idiomas diferentes a la grey católica global. ¿No podía haber habido lugar para una expresión de condena pontificia a los atentados contra iglesias en Nigeria en el momento de mayor atención del catolicismo mundial sobre Roma? Un comunicado de prensa oficial carece del peso de un pronunciamiento papal y seguramente atento a ello el Sumo Pontífice refirió al hecho al día siguiente, en ocasión de su Ángelus.

«He recibido con profunda tristeza la noticia de los atentados que, nuevamente este año en el día del nacimiento de Jesús, llevaron el luto y el dolor a algunas iglesias de Nigeria» dijo el Papa. «En este momento», agregó, «quiero repetir una vez más con fuerza: la violencia es un camino que conduce sólo al dolor, a la destrucción y a la muerte; el respeto, la reconciliación y el amor son el camino para alcanzar la paz». Que esto haya sido manifestado en respuesta a un acto de terrorismo islámico que cegó la vida de docenas de cristianos es ilustrativo de lo que puede pasar como una condena enérgica en círculos vaticanos. Es testimonio, también, de la timidez con la que la Santa Sede ha abrazado la defensa de sus feligreses bajo amenaza en Dar al-Islam.

Donde sea que se mire en la vasta expansión del dominio musulmán, el panorama para los cristianos es desalentador. Las minorías católicas en Egipto, Irak, Irán, Pakistán, Arabia Saudita y Cisjordania y Gaza, entre otros lugares, padecen la discriminación y el desprecio en el mejor de los casos, y el acoso y la muerte en el peor. En un clima de creciente hostigamiento, muchos cristianos optaron por partir. Desde principios del siglo XX a comienzos del siglo XXI el porcentaje de cristianos sobre el total de la población cayó en Turquía del 32% al 0.2%, en Irán del 15% al 2%, en Siria del 40% al 10%, en Irak del 35% al 5% y en Tierra Santa del 20% al 2%.

Ante lo cual uno esperaría oír incesantes protestas vaticanas y reclamos persistentes ante las autoridades musulmanas por el bienestar de su feligresía. Desafortunadamente, las denuncias pontificias han sido mayormente tenues y ocasionales, casi diseñadas para no tener el menor impacto en la realidad. Benedicto XVI tuvo su momento de valentía personal cuando llamó la atención, años atrás en Ratisbona, al peligro del Islam radical. Pero las violentas reacciones musulmanas y las patéticas lamentaciones occidentales que se sucedieron motivaron un cambio en la actitud del Papa. Abandonado por unos y castigado por otros, el Sumo Pontífice desistió de su osadía y adoptó una actitud apaciguadora más en sintonía con la praxis diplomática de la Santa Sede. Los recientes atentados en Nigeria, última expresión de un largo historial de intolerancia anticristiana regional, prueban que esta política de apaciguamiento no ha dado frutos.

Durante la Segunda Guerra Mundial, el Papado falló en defender públicamente a los judíos europeos sentenciados a un genocidio progresivo en manos de los nazis. Esa fue su gran falencia moral del siglo pasado. Conforme ha observado Giulio Meotti de Il Foglio, su actual sumisión al Islam político y su timidez en defender al catolicismo mesooriental van camino de convertirse en su gran fracaso moral del nuevo siglo.