Varios

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Por Julián Schvindlerman

  

Israel a los sesenta – 01/08

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Revista de Amigos de la Universidad de Tel Aviv en Argentina

Hay algo muy peculiar a propósito de la genialidad judía. La medición de excelencia humana más reconocida, el Premio Nobel, así lo demuestra. Durante la primera mitad del siglo XX, el 14% de los premiados en literatura, química, física y medicina/psiclogía fueron judíos. Esto, en una época de intensas persecuciones y fuertes restricciones sociales y legales para la judería mundial, y por sobre todo, en un período en el que 1/3 del pueblo judío fuese exterminado en Europa por el régimen nazi. Durante la segunda mitad del siglo último, en el marco de una atmósfera de mayor apertura, los judíos conformaron el 29% de todos los premiados por el Comité Nobel. En lo que va del nuevo milenio, los judíos han obtenido el 32% de las prestigiosas distinciones. El mérito luce extravagante a la luz de que los judíos representan el 0.2% de la población mundial. (Charles Murray, “Jewish Genius”, Commentary, April 2007).

En consecuencia, es entendible que el Estado de Israel sea la maravillosa realidad que es. Junte Ud. todo el talento judío en un espacio reducido y déles a sus habitantes la oportunidad de expresar toda su creatividad en el marco de la independencia estatal y la libre autodeterminación nacional, y encontrará un resultado espectacular. En síntesis, esta es la historia de Israel; la genialidad judía aplicada a la construcción nacional.

Cuando a finales del siglo XIX, Theodor Herzl imaginó al estado judío, concibió al mismo como un refugio físico para su pueblo, pero también como un centro de producción económica, espiritual, científica y cultural. Y vaya si éste ha sido el caso. Aún antes de constituirse el estado, la comunidad judía establecida en Palestina ya había creado los cimientos para el desarrollo nacional en tantas áreas que han hecho del Israel actual un modelo ejemplar. La Escuela Mikve Israel, fundada en 1870, marca la génesis de la investigación agrícola israelí, la que es luego potenciada con la Estación Agrícola de 1921, que eventualmente se convertiría en la Organización de Investigación Agrícola; hoy el más grande centro de investigación y desarrollo israelí en este campo. La Estación Hebrea de Salud fue creada a comienzos del siglo XX para promover la investigación médica, tal como lo fuera la fundación de los Laboratorios del Mar Muerto de la década de 1930, orientado a la investigación industrial. En 1924 fue establecido en Haifa el Instituto de Tecnología de Israel, más conocido simplemente como Technion. Al año siguiente fue inaugurada la Universidad Hebrea de Jerusalem, y en Rehovoth, en 1934 fue creado el Instituto de Ciencia Weizmann (inicialmente bajo el nombre de Instituto Sieff). Luego del nacimiento del Estado de Israel, otras cuatro universidades fueron creadas: la Universidad Bar-Ilán (1955 en Ramat Gan), la Universidad de Tel-Aviv (establecida en 1956, es hoy la más grande de las universidades israelíes), la Universidad de Haifa (1963) y la Universidad Ben-Gurión del Negev (1967 en Beer Sheva). En 1948, apenas 1600 estudiantes estaban enrolados en las universidades entones existentes. Hoy, alrededor de 125.000 alumnos conforman la red universitaria israelí, y otros 100.000 estudian en institutos terciarios.

No menos impresionante ha sido la promoción cultural, que en materia musical por ejemplo, ha tenido de la mano de Arturo Toscanini la presentación del primer concierto de la Orquesta Filarmónica Palestina (rebautizada como Orquesta Filarmónica de Israel) en la ciudad de Tel-Aviv en 1936. Desde entonces, Israel ha brindado al mundo musical figuras descollantes de la talla de Itzjak Perlman, Shlomo Mintz, Pinjas Zuckerman, y Daniel Barenboim, entre otros. Hoy Israel cuenta con numerosas orquestas sinfónicas y de cámara en Jerusalem, Haifa, Holon, Ramat Gan, Beer Sheva, Netanya y Rishon Lezion, entre otras ciudades. La Academia de Música Samuel Rubin (fundada en 1945 e integrada a la UTA en 1966) es otro ejemplo de la calidad artística que es usual hallar en Israel. En la actualidad, concursos internacionales de arpa y piano, así como un festival de jazz en Eilat, son polos de interés mundial. No son muchas las naciones que establecen museos antes de alcanzar la independencia, y ciertamente la creación del Museo de Arte de Tel-Aviv en 1932 marca un hito cultural singular. En la actualidad hay cerca de 200 museos de diverso tamaño en la Tierra de Israel. En materia turística, el crecimiento ha sido fenomenal: mientras que en 1950, 33.000 turistas visitaron Israel, para fines de los años noventa (antes de que la segunda intifada palestina dañara apreciablemente al sector), más de 2.5 millones lo habían hecho. Esto representa, tal como indica la cancillería israelí, 76 veces la cantidad de visitantes foráneos comparativamente al momento del nacimiento del estado. (En ese período, la población judía israelí creció casi 10 veces, de 600.000 a 5.5 millones aproximadamente).

Los logros económicos de Israel han sido también extraordinarios, evidenciados en el ingreso dentro de sus primeros cincuenta años de vida, al ranking de los 25 países con el más alto ingreso nacional per cápita y su pertenencia al grupo de naciones con una de las más altas tasas de crecimiento económico. Para cualquier nación ello sería una proeza digna de elogio, pero para un estado asediado desde su mismísimo nacimiento, que ha debido enfrentar un boicot económico de todo un bloque regional, que ha tenido que librar guerras y sacrificar preciosas vidas humanas de su pequeña población (solamente durante la Guerra de la Independencia de 1948, Israel perdió el 1% de su gente), y que se ha visto obligada a orientar sumas astronómicas de su presupuesto nacional al área de la defensa (equivalente al 10% durante las primeras dos décadas, al 25% a partir de 1967, y que llegó al insólito guarismo del 45% durante la Guerra de Iom Kipur en 1973), para un país que ha tenido que absorber a más de 2.5 millones de inmigrantes en seis décadas (cuatro veces el número de pobladores judíos al momento del establecimiento de la patria), para un país que después de 400 años de gobierno otomano encontró una tierra desolada y una hostilidad vecinal manifiesta; para una nación que se ha topado con semejantes desafíos, esto no es menos que un milagro.

El estado de Israel mantiene relaciones diplomáticas con unas 162 naciones sobre un total de 192 acreditadas ante la ONU, varias de ellas naciones árabes, aunque aún esta lejos de alcanzar el ideal de la paz y su existencia sigue siendo cuestionada. Internamente, la distribución de la riqueza nacional no es todo lo equitativa que debiera ser, y la gama de problemas sociales que aquejan al estado no es despreciable. Israel, por supuesto, no es una tarea completada; la construcción continúa. Empero los diversos frentes internos y externos irresueltos, el balance a sus seis décadas de vida es reconfortante.

Para una pequeña nación que comenzó su emprendimiento nacional secando pantanos en el desierto a fines del siglo XIX, y que ha ingresado al siglo XXI con satélites propios en el espacio, algún crédito debemos reconocerle. Vayan, pues, las mejores salutaciones para Israel en este nuevo aniversario.