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Comunidades, Comunidades - 2016

Comunidades

Por Julián Schvindlerman

  

Últimas palabras memorables – 20/07/16

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En un capítulo de su delicioso libro La felicidad de los pececillos, Simon Leys reúne unas pocas frases finales de famosos personajes de la historia, ofreciendo un breve y divertido mosaico de la originalidad humana. Especial nota merece la acotación última de la condesa de Vercellis, de cuya muerte fue testigo Jean-Jacques Rousseau, quien relató:

Cuando dejó de hablar, ya en los estertores de la agonía, soltó una ruidosa ventosidad.

Bueno -dijo volviéndose- mujer que se pede no está muerta. Éstas fueron sus últimas palabras». O las de Pancho Villa que, ante la inminencia de su ejecución, suplicó a un periodista ¡Escriba usted que he dicho algo! Agrega Leys: «Pero éste, en lugar de inventar, como es su costumbre, se limitó a referir esta falta de inspiración en toda su desnudez.

¡Como para fiarse de los periodistas!». Brendan Behan, despistado escritor irlandés y militante del IRA encarcelado por ocho años, le dijo a la monja que le refrescaba la frente en su lecho de muerte: Gracias, hermana, ojalá que sus hijos lleguen a obispos. El poeta chileno Vicente Huidobro fue menos amable con la pintora Henriette Petit, que lloraba a su lado: ¡Cara de poto!

A la recopilación de Leys podemos adicionar otras varias palabras finales simpáticas, ingenuas, sabias, contundentes, excéntricas e incluso graciosas. Todas ellas para el recuerdo.

El diseñador italiano Rodolfo Valentino sorprendió a los médicos que lo atendían: De verdad: ¿tengo pinta de marica? Richard Hilton, dueño de la cadena de hoteles Hilton, hasta su último aliento dio instrucciones a sus empleados: ¡Hay que meter la cortina de la

ducha por dentro! Algunos lamentaron no haber podido completar sus misiones, como Marcelino Menéndez Pelayo -¡Qué pena morir, cuando me queda tanto por leer!- u Honoré de Balzac -Ocho horas con fiebre. ¡Me habría dado tiempo a escribir un libro!-.

Otros se apenaron por lo que no hicieron – Hace mucho que no bebo champán (Antón Chejov)- o hicieron sin los resultados esperados – He arado en el mar (Simón Bolívar). Aún otros se contradijeron entre sí, por decirlo de algún modo: Más luz suspiró Goethe,

mientras que Theodore Roosevelt pidió Apaguen la luz. Los hubo descuidados como el roquero Terry Kath, que dijo a su acompañante No te preocupes, no está cargada al apretar el gatillo de la pistola que apuntó contra su cabeza, y expeditivos como Thomas Mann: ¿Dónde están mis gafas?

Hubo quienes murieron como vivieron. Cobardemente, como el dictador libio Muammar Gadafi, gritando a la multitud que lo apresó en su escondite en Sirte ¡No me disparen! ¡No me disparen! Valientemente, como Iosef Trumpeldor, exclamando tras recibir el disparo que acabó con su vida en la fortaleza de Tel Jai No importa, es bueno morir por la patria. Y alegremente, como el bufón Francesillo de Zúñiga, quien consoló a su esposa así: No pasa nada, señora, absolutamente nada. Solo que acaban de matar a vuestro marido.

También quedaron para la posteridad las palabras finales dirigidas por los condenados a sus verdugos. Pardonnez-moi, Monsieur dijo con delicadeza María Antonieta al pisar por accidente el pie de su ejecutor, mientras que Ana Bolena, antes de ser decapitada, acotó No le dará ningún trabajo: tengo el cuello muy fino. El humorista y actor español fusilado en la Guerra Civil, Pedro Muñoz Seca, tomó su hora final con liviandad. Dijo a los soldados que le apuntaban: Me temo que ustedes no tienen intención de incluirme en su círculo de amistades. Cherokee Bill, legendario forajido del Salvaje Oeste, se disgustó cuando el ajusticiador le preguntó si quería decir algo al público congregado, antes de ser ahorcado:

¡Maldita sea, no! ¡He venido aquí a que me cuelguen, no a dar un discurso! El teólogo inglés Thomas More se mostró irónico al subir al cadalso: ¿Puede ayudarme a subir?

Porque para bajar, ya sabré valérmelas por mí mismo. El emperador de México Maximiliano de Habsburgo largó una queja resignada cuando otro condenado al pelotón de fusilamiento le preguntó si conocía la señal de la ejecución: No sé, es la primera vez que me ejecutan.

Y para il gran finale, Karl Marx. Al preguntarle su amo de llaves por sus últimas palabras,

respondió con impaciencia doctrinaria: ¡Vamos, fuera! ¡Las últimas palabras son para los idiotas que no han dicho lo suficiente!.

Libertad Digital, Libertad Digital - 2016

Libertad Digital

Por Julián Schvindlerman

  

Advenimiento y apogeo del Islam político – 19/07/16

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No fue el único pensador islamista, de por cierto, aunque sí uno de los más influyentes. Para algunos historiadores ha sido el teórico más sobresaliente del islamismo en su período de gestación el siglo pasado. Sayyd Qutb puede ser visto como el padrino intelectual del fundamentalismo islámico sunita y el ideólogo más prominente de la Hermandad Musulmana hasta su muerte, cuando el régimen de Gamal Abdel Nasser lo ejecutó, en 1966. Su primer contacto con el Tío Sam fue revelador. En 1948 había sido enviado a los Estados Unidos por el Ministerio de Educación de Egipto a estudiar métodos pedagógicos. Estudió en la Universidad de Stanford y obtuvo una maestría de una universidad de Colorado. Al regresar escribió un ensayo que fue publicado en 1951, La América que he visto: en la escala de los valores humanos. El texto de menos de veinte páginas presentaba las impresiones que Qutb se llevó de su visita. Es un ensayo canónico para los radicales sunitas.

“A pesar de su conocimiento avanzado y trabajo superlativo”, opinó Qutb, “el americano parece ser tan primitivo en su enfoque sobre la vida y sus aspectos humanitarios que es insondable al observador”. Misterioso o no, Qutb sin embargo pudo afirmar que “¡un primitivismo que nos recuerda uno de esos días cuando el hombre vivía en junglas y cuevas!”. Para él, los americanos padecen una inclinación innata hacia la violencia. “No puedo concebir cómo esta ilusión extraña de que los americanos aman la paz se arraigó en el mundo, especialmente en el Oriente”. Y agregaba: “De por cierto, el americano es por su propia naturaleza un guerrero que ama el combate. La idea del combate y la guerra corre con fuerza en su sangre”.

Este musulmán puritano halló objetable la femineidad de la mujer estadounidense: “La chica americana es consciente de la capacidad seductora de su cuerpo. Sabe que yace en su rostro, y en ojos expresivos, y en labios sedientos. Ella sabe que la seducción yace en pechos redondos, y en nalgas llenas, y en muslos torneados, en piernas largas y ella muestra todo esto y no lo oculta”. También desaprobó la música americana: “El jazz es su música elegida. Esta es la música que el salvaje bosquimano creó para satisfacer sus necesidades primitivas”. “En cuanto a sus comidas”, anotó Qutb, “eso también es muy extraño” y reprobó además su sentido del gusto: “cualquier cosa que requiera un toque de elegancia no es para los americanos, ¡ni siquiera los cortes de pelo!”.
Qutb concluía con una distinción valorativa: “Todo esto no significa que los americanos sean una nación carente de virtud… Más bien, significa que las virtudes de Estados Unidos son las virtudes de la producción y la organización, y no aquellas de la moralidad humana y social”.

El comentarista Bret Stephens notó que los EE.UU. que Qutb encontró tan ofensivo todavía tenía que descubrir a Elvis Presley, la revista Playboy, la píldora anticonceptiva, la liberación femenina, los derechos de los homosexuales, Madonna y Lady Gaga. Su pensamiento ofrece una ventana al radicalismo que alentó la ideología de lo que damos en llamar el islam político.

Esa estructura intelectual se enmarcaba en una coyuntura histórica determinada. Con el desmoronamiento progresivo del Imperio Otomano desde inicios del siglo XX y el ingreso al Medio Oriente de las potencias europeas (occidentales y cristianas), los islamistas locales no solamente vieron caer a un imperio islámico que gobernó la región por seiscientos años, sino que también presenciaron, espantados, lo que uno de ellos llamó la Westoxication (mezcla de las palabras “Occidente” con “intoxicación”, en inglés): la contaminación de las tierras del islam con nociones ajenas a ella como la democracia, la tolerancia religiosa, las libertades civiles, el capitalismo, el secularismo y el individualismo, entre otros conceptos y valores. Fue en buena medida en reacción a esta invasión cultural, este choque entre tradición y modernidad, lo que facilitó el advenimiento de un pensamiento político islámico puritano en aquél entonces, sobre el trasfondo de otros conceptos arraigados en la teología musulmana tales como de Dar-al-islam, Dar-al-harb y Yihad. La posterior urbanización y desorientación de masas jóvenes y su captación por un discurso extremista, el triunfo del fundamentalismo islámico chií en la revolución iraní en 1979 y la ulterior derrota de la URSS en Afganistán en 1989, fueron desarrollos que ayudaron a su consolidación.

Tan fuerte fue su cosmovisión anti-occidental, que empujó a los árabes-musulmanes de la región a aliarse con el nazismo primero y, tras su caída, con la Unión Soviética. Vale decir, con los máximos enemigos del Occidente liberal en el siglo XX.

Cuando Moscú invadió Afganistán, una nación musulmana, los islamistas hallaron una alianza extraña e improbable con Washington, enemigo acérrimo de los soviets en el marco de la guerra fría, pero eso no significó un abandono de la yihad anti-americana, apenas una postergación momentánea frente un nuevo orden de prioridades. Bernard Lewis, la máxima autoridad mundial sobre el islam, señaló que ante todo los islamistas darían combate a la superpotencia más peligrosa y luego, inshalá, a la más débil. Y desde la perspectiva de los islamistas, las postrimerías del siglo último parecían darles la razón. Confirmada la debilidad yanqui a la luz de las tibias respuestas a los atentados contra el World Trade Center en Nueva York y contra las tropas estadounidenses en Mogadiscio en 1993, contra la oficina militar de Estados Unidos en Riad en 1995, contra las embajadas estadounidenses en Kenia y Tanzania en 1998, contra el USS Cole en Yemen en 2000, se envalentonaron. Después de todo, esa seguidilla de ataques apenas evocó protestas vacías y el lanzamiento de misiles a lugares remotos y deshabitados del Medio Oriente.

Así lo explicó Lewis: “La primera fase de la yihad era echar a los infieles de las tierras del Islam; la segunda etapa llevar la guerra al campo enemigo, y los ataques del 9/11 fueron claramente destinados a ser el pistoletazo de salida de esta etapa”. Y vaya pistoletazo. Con franquicias, Al-Qaeda sigue en pie de combate y de ella ha emergido una facción particularmente feroz que consideró las acciones terroristas de Ben-Laden demasiado suaves: el ISIS, hoy comandado por Abu Bakr al-Bagdadi.

Este académico de la Universidad de Princeton cumplió cien años este año. Históricamente, el haber sido testigo del surgimiento del fundamentalismo islámico el siglo pasado y de su apogeo en el actual, no le debe haber dado mucha causa para celebrar. Pero el lapso de vida de los humanos es trascendido por la dimensión de la Historia, la cual con seguridad verá el colapso de esta ideología extremista. 

La Prensa (Nicaragua)

La Prensa (Nicaragua)

Por Julián Schvindlerman

  

El lenguaje higienizado de la administración Obama – 27/06/16

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Los esfuerzos de la Administración Demócrata en ocultar la naturaleza islamista del ataque terrorista en Orlando han llegado a su nadir. Tras haber eludido emplear los términos “islam radical” o “fundamentalismo islámico” y tras haber buscado desviar la conversación política hacia el control de armas, la homofobia y el odio a los musulmanes, el gobierno decidió censurar las referencias a la yihad y al islam de las transcripciones oficiales del diálogo entre el terrorista y el operador del 911 que publicaron el FBI y el Departamento de Justicia. Así, las invocaciones a Alá en árabe fueron silenciadas -al emitir la transcripción sólo en versión impresa y sin audio- en tanto que las exclamaciones de lealtad al ISIS y a su líder fueron editadas. La transcripción no usó la palabra “Alá”, como seguramente hizo Mateen, especialmente si se expresó en lengua árabe, sino “Dios”, lo cual es literalmente correcto pero engañoso.

Cayó en cabeza de la Fiscal General Loretta Lynch anunciar que el gobierno estaba por divulgar una transcripción censurada. Mantuvo este diálogo revelador en el popular programa “Meet the Press” de NBC:

“Lynch: Lo que estamos anunciando mañana es que el FBI está emitiendo una transcripción parcial de las llamadas del asesino en cumplimiento de la ley, desde el interior del club. Estas son las llamadas con el equipo negociador de Orlando…”.
Anfitrión Chuck Todd: ¿Incluyendo la parte de negociación de rehenes?
Lynch: Sí, será principalmente una transcripción parcial de sus llamadas con los negociadores de rehenes.
Todd: ¿Usted dice parcial, qué ha de quedar al margen?
Lynch: Lo que no vamos a hacer es anunciar nuevas promesas de este hombre de lealtad a los grupos terroristas, y continuar su propaganda.
Todd: ¿No vamos a oírlo hablar de esas cosas?
Lynch: Vamos a oírlo hablar de algunas de esas cosas, pero no vamos a escucharlo hacer sus afirmaciones de lealtad. No será de audio, será una transcripción impresa…”.

Una vez divulgada la transcripción oficial, como era de esperar, ardió Troya. Resultaba demasiado obvio que el gobierno pretendía seguir minimizando el relieve islamista del atentado, esta vez actuando de censor al recortar aquellas partes ideológicamente desagradables de la perorata del terrorista, es decir, aquellos segmentos que desafiaran la narrativa oficial sobre lo acontecido. Para aquietar la polémica, el FBI y el Departamento de Justicia recapitularon y accedieron a publicar la transcripción fiel del diálogo entre Omar Mir Sidiqqi Mateen y un operador del 911 la noche del ataque:

“02:35 am: tirador en contacto con un operador del 911 desde el interior de Pulse. La llamada duró aproximadamente 50 segundos, los detalles de los cuales se exponen a continuación:
(OD) Telefonista de la policía de Orlando
(OM) Omar Mateen
OD: Emergencia 911, esto está siendo grabado.
OM: En el nombre de Dios, el Misericordioso, el Compasivo [árabe]
OD: ¿Qué?
OM: Alabado sea Dios, y oraciones, así como la paz sea con el profeta de Dios [árabe]. Yo quiero hacerle saber, estoy en Orlando y yo hice los disparos.
OD: ¿Cuál es su nombre?
OM: Mi nombre es Prometo lealtad a Abu Bakr al-Baghdadi del Estado Islámico.
OD: Ok, ¿Cuál es su nombre?
OM: Prometo lealtad a Abu Bakr al-Baghdadi que Dios lo proteja [árabe], en nombre del Estado Islámico.
OD: Muy bien, ¿dónde está?
OM: En Orlando.
OD: ¿Dónde en Orlando?
[Fin de la llamada]”.

Nótese que tanto la Fiscal General como el FBI y el Departamento de Justicia eludieron emplear la palabra “terrorista” usando en su lugar “asesino” y “tirador”. Al justificar la censura inicial, un comunicado conjunto del FBI y el Departamento de Justicia, arguyó que “no queremos proporcionar al asesino y organizaciones terroristas una plataforma de publicidad para la propaganda de odio”. Pero en rigor, al suprimir la dimensión islamista del ataque para acomodarlo a su versión política de los hechos, quien estaba haciendo propaganda era la propia Administración Obama.

Página Siete (Bolivia)

Página Siete (Bolivia)

Por Julián Schvindlerman

  

El lenguaje higienizado de la administración Obama – 26/06/16

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Los esfuerzos de la Administración Demócrata en ocultar la naturaleza islamista del ataque terrorista en Orlando han llegado a su nadir. Tras haber eludido emplear los términos “islam radical” o “fundamentalismo islámico” y tras haber buscado desviar la conversación política hacia el control de armas, la homofobia y el odio a los musulmanes, el gobierno decidió censurar las referencias a la yihad y al islam de las transcripciones oficiales del diálogo entre el terrorista y el operador del 911 que publicaron el FBI y el Departamento de Justicia. Así, las invocaciones a Alá en árabe fueron silenciadas -al emitir la transcripción sólo en versión impresa y sin audio- en tanto que las exclamaciones de lealtad al ISIS y a su líder fueron editadas. La transcripción no usó la palabra “Alá”, como seguramente hizo Mateen, especialmente si se expresó en lengua árabe, sino “Dios”, lo cual es literalmente correcto pero engañoso.

Cayó en cabeza de la Fiscal General Loretta Lynch anunciar que el gobierno estaba por divulgar una transcripción censurada. Mantuvo este diálogo revelador en el popular programa “Meet the Press” de NBC:

“Lynch: Lo que estamos anunciando mañana es que el FBI está emitiendo una transcripción parcial de las llamadas del asesino en cumplimiento de la ley, desde el interior del club. Estas son las llamadas con el equipo negociador de Orlando…”.
Anfitrión Chuck Todd: ¿Incluyendo la parte de negociación de rehenes?
Lynch: Sí, será principalmente una transcripción parcial de sus llamadas con los negociadores de rehenes.
Todd: ¿Usted dice parcial, qué ha de quedar al margen?
Lynch: Lo que no vamos a hacer es anunciar nuevas promesas de este hombre de lealtad a los grupos terroristas, y continuar su propaganda.
Todd: ¿No vamos a oírlo hablar de esas cosas?
Lynch: Vamos a oírlo hablar de algunas de esas cosas, pero no vamos a escucharlo hacer sus afirmaciones de lealtad. No será de audio, será una transcripción impresa…”.

Una vez divulgada la transcripción oficial, como era de esperar, ardió Troya. Resultaba demasiado obvio que el gobierno pretendía seguir minimizando el relieve islamista del atentado, esta vez actuando de censor al recortar aquellas partes ideológicamente desagradables de la perorata del terrorista, es decir, aquellos segmentos que desafiaran la narrativa oficial sobre lo acontecido. Para aquietar la polémica, el FBI y el Departamento de Justicia recapitularon y accedieron a publicar la transcripción fiel del diálogo entre Omar Mir Sidiqqi Mateen y un operador del 911 la noche del ataque:

“02:35 am: tirador en contacto con un operador del 911 desde el interior de Pulse. La llamada duró aproximadamente 50 segundos, los detalles de los cuales se exponen a continuación:
(OD) Telefonista de la policía de Orlando
(OM) Omar Mateen
OD: Emergencia 911, esto está siendo grabado.
OM: En el nombre de Dios, el Misericordioso, el Compasivo [árabe]
OD: ¿Qué?
OM: Alabado sea Dios, y oraciones, así como la paz sea con el profeta de Dios [árabe]. Yo quiero hacerle saber, estoy en Orlando y yo hice los disparos.
OD: ¿Cuál es su nombre?
OM: Mi nombre es Prometo lealtad a Abu Bakr al-Baghdadi del Estado Islámico.
OD: Ok, ¿Cuál es su nombre?
OM: Prometo lealtad a Abu Bakr al-Baghdadi que Dios lo proteja [árabe], en nombre del Estado Islámico.
OD: Muy bien, ¿dónde está?
OM: En Orlando.
OD: ¿Dónde en Orlando?
[Fin de la llamada]”.

Nótese que tanto la Fiscal General como el FBI y el Departamento de Justicia eludieron emplear la palabra “terrorista” usando en su lugar “asesino” y “tirador”. Al justificar la censura inicial, un comunicado conjunto del FBI y el Departamento de Justicia, arguyó que “no queremos proporcionar al asesino y organizaciones terroristas una plataforma de publicidad para la propaganda de odio”. Pero en rigor, al suprimir la dimensión islamista del ataque para acomodarlo a su versión política de los hechos, quien estaba haciendo propaganda era la propia Administración Obama.

Mundo Israelita

Mundo Israelita

Por Julián Schvindlerman

  

Algo raro sucedió en la ONU – 24/06/16

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Que Israel ha sido por décadas la gran obsesión del sistema de las Naciones Unidas es apenas una novedad. Prácticamente no ha habido departamento, foro, organismo, institución, comité, división u oficina que no haya lidiado en algún momento de su historia con la cuestión israelí. Usualmente uno diría la cuestión palestino-israelí, pero en rigor los palestinos no han sido más que una excusa para castigar al estado judío, un vehículo útil para censurar a Israel. Así, UNESCO, el Consejo de Derechos Humanos, la Asamblea General, ECOSOC y otros entes de la ONU han prestado atención desproporcionada a Israel a expensas de atender otras áreas de urgencia humanitaria, política o económica en el planeta.

Un reporte de la Organización Mundial de la Salud del pasado mes de mayo ofreció un ejemplo típico. Titulado “Condiciones sanitarias en el territorio palestino ocupado, Jerusalén Este incluida, y el Golán sirio: borrador de decisión propuesto por la delegación de Kuwait, en nombre del Grupo Árabe, y Palestina”, demandó una «evaluación de campo” concerniente a los «incidentes de retrasos o denegación del servicio de ambulancia» y el «acceso de los presos palestinos a unos servicios sanitarios adecuados». Por supuesto que el reporte no hizo mención al hecho de que tanto la esposa como el cuñado del presidente de la Autoridad Palestina Mahmud Abbas, así como la hermana, la hija y la nieta de Ismail Haniyeh, el líder de Hamás en Gaza, recibieron tratamiento médico en hospitales israelíes. No lo hizo porque ello hubiera socavado el objetivo implícito de todo el emprendimiento: sancionar al estado judío. El reporte fue aprobado por 107 votos a favor, 8 en contra, 8 abstenciones y 58 ausencias.

Aunque este hecho fue tradicional en la tediosa y odiosa relación de la ONU con Israel, esta vez ocurrió algo diferente, observado por el perspicaz analista de Medio Oriente Daniel Pipes. Este PhD de Harvard investigó el contenido de la votación de esta medida y halló que quienes la apoyaron fueron principalmente naciones europeas y que las naciones musulmanas mayormente se ausentaron. Los únicos dos países europeos que se ausentaron fueron San Marino y Bosnia-Herzegovina, cuya mitad de la población es musulmana. Mientras que países con mayorías o abrumadoras mayorías de población musulmana se ausentaron de la votación -países como Burkina Faso, Chad, Costa de Marfil, Eritrea, Etiopía, Gabón, Gambia, Kirguistán, Libia, Mozambique, Sierra Leona, Sudán, Tayikistán, Tanzania, Togo y Turkmenistán- la amplia mayoría de las naciones europeas votaron contra Israel: Albania, Andorra, Austria, Bielorrusia, Bélgica, Bulgaria, Croacia, Chipre, República Checa, Dinamarca, Estonia, Finlandia, Francia, Alemania, Grecia, Hungría, Islandia, Irlanda, Italia, Letonia, Lituania, Luxemburgo, Macedonia, Malta, Moldavia, Mónaco, Montenegro, Países Bajos, Noruega, Polonia, Portugal, Rumanía, Rusia, Serbia, Eslovaquia, Eslovenia, España, Suecia, Suiza y Reino Unido.

Tal como Pipes lo presentó, Islandia (prácticamente sin musulmanes) votó a favor de la enmienda contra Israel, en tanto que no lo hizo Turkmenistán (donde los musulmanes superan el 90% de la población). Chipre y Grecia votaron contra Israel, mientras que Libia, históricamente hostil, se ausentó de la votación. Alemania, con su pasado complejo con el pueblo judío, votó en contra del estado judío, mientras que Tayikistán, aliado del régimen iraní, se ausentó. Dinamarca, con una historia más noble hacia los judíos, votó contra Israel, pero no Sudán, gobernado por un islamista. Rusia, que acaba de celebrar los 25 años de relaciones diplomáticas con Israel, votó en su contra, mientras que Chad, que cortó lazos con Israel a inicios de los años setenta, no votó.

Esto empujó al Dr. Pipes a concluir que el rechazo contemporáneo a Israel puede estar convirtiéndose predominantemente en una obsesión occidental, y puntualmente de los sectores progresistas en su seno. En sus palabras: “Los ataques violentos contra Israel siguen siendo cosa no de izquierdistas sino de musulmanes, y el islamismo, no el socialismo, permanece como la ideología anti-sionista imperante. Pero estos cambios apuntan a un enfrentamiento de las relaciones de Israel con Occidente y a unas más cálidas del primero con sus vecinos”.

El punto de Pipes se ve reforzado al notar que Egipto y Arabia Saudita tienen cada vez más estrechos lazos de seguridad con Israel a la par que el Partido Laborista en Gran Bretaña y el Partido Demócrata en Estados Unidos albergan de manera creciente sentimientos negativos sobre el estado judío. O al contemplar la decisión de la Unión Europea de etiquetar a todos los productos israelíes fabricados al otro lado de la Línea Verde mientras que no hace lo mismo frente a la ocupación china del Tíbet, en la que actualmente hay 7.5 millones de colonos chinos -enviados por Pekín como política de estado-, cifra que ya supera a la población tibetana nativa de seis millones. O al presenciar los boicots que hacen universidades occidentales contra académicos israelíes, a la par que no muestran reparo alguno en vincularse con profesores de Siria o Irán. O al ver a militantes argentinos protestando frente al Teatro Colón en ocasión de la visita de la Orquesta Filarmónica de Israel pero jamás verlos manifestarse contra orquestas rusas por la ocupación postsoviética de Crimea.

Algo raro sucedió en la ONU el pasado mes de mayo. El futuro dirá si fue un episodio aislado o el puntapié de una posible nueva dinámica en la relación de ese foro -y por añadidura del mundo- con Israel.

Comunidades, Comunidades - 2016

Comunidades

Por Julián Schvindlerman

  

Cuando Oriana Fallaci entrevistó a Muhammad Alí – 22/06/16

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Eran dos pesos pesados, cada cual en lo suyo. Ambos estaban en el apogeo de sus carreras. Y se enfrentaron en el cuadrilátero en mayo de 1966. De un lado del ring, el boxeador Cassius Marcellus Clay, del otro la periodista Oriana Fallaci. De haber sido una pelea física, el estadounidense hubiera prevalecido. Al tratarse de una lucha intelectual, la italiana ganó. Por knock-out.

-“Muhammad, ¿ha leído usted algún libro?”
-“¿Un libro? ¿Qué libro?”
-“Un libro cualquiera”
-“Yo no leo libros, nunca he leído libros…”

Fallaci atacó a la yugular. Y lo hizo porque las respuestas de Alí, y sobre todo sus actitudes -eructos delante de ella incluidos- la estaban fastidiando.

-“Muhammad, qué opina usted de la humildad”
-“La… ¿Qué?”

Si alguna vez lo vio como “un payaso simpático, alegre e inofensivo” ahora ya no alberga ilusiones sobre Alí, “símbolo de todo lo que hay que rechazar, romper en mil pedazos”. No. No hay química entre ellos. Al convertirse al islam y ser cooptado por la Nación del Islam -un grupo radical y violento de negros seguidores del extremista Malcolm X- Clay pasó a ser Muhammad Alí, comenzó a despreciar a Israel y a los judíos y a decir cosas tales como que “Alá que es un dios mucho más antiguo que vuestro Jehová o que vuestro Jesús” y que “yo no pertenezco a los Estados Unidos, yo pertenezco a Alá que tiene pensadas grandes cosas para mí”.

-“¿Cuáles Muhammad?”
-“Puede que me convierta en el amo de un territorio independiente o puede que en el amo de algún estado africano, puede que en alguno de esos que necesitan un líder y si piensan que necesitan un líder por qué no elegir a Muhammad que es el mejor, es fuerte y valiente y guapo y religioso y me llamarán para que sea su amo. Porque a mí qué me importan América y los americanos y vosotros los blancos, yo soy musulmán”.

Muy musulmán y muy devoto. Pero pragmático al punto de admitir que “el paraíso yo no lo quiero en el cielo cuando sea viejo, yo lo quiero en la tierra mientras sea joven” tras una recitación interminable de los gustos extravagantes que se quiere dar: poseer “un avión de seiscientos mil dólares”, “un yate de doscientos mil dólares”, “una limusina en cada ciudad de América” y una casa como de las que ha visto “en las colinas de Los Ángeles”. Estaba bien encaminado hacia el materialismo, y lo sabía. “Los médicos y los ingenieros tienen que trabajar todos los días durante su vida” dirá, pero en su oficio “con un solo puñetazo se gana un millón de dólares al año”.

Revela, a su vez, con un realismo perturbador, el conocimiento de sus propias limitaciones: “Como cuando me llamaron a las filas del ejército y me hicieron un examen de cultura general y me preguntaron si un hombre tiene siete vacas y cada vaca da cinco galones de leche y se pierden tres cuartos de leche ¿cuánta leche queda? Yo qué sé. Yo no quiero aprender porque me importa un bledo si las vacas dan leche o no la dan, si el cubo tiene un agujero o no lo tiene, eso le importará al dueño de las vacas no a mí, yo soy el campeón del mundo entero y si las vacas pierden leche peor para ellas”. Fallaci cuenta que más bien fue rechazado por no saber responder preguntas elementales del tipo “si encuentras una carta con el sello puesto, ¿qué harías?”.

Uno puede imaginar lo que ha de haber sentido la periodista italiana al escucharlo justificar su divorcio de una mujer moderna que, tras su conversión, Alí criticó por vestir “como los salvajes como las vacas como los perros como usted que es un escándalo”. O al oírlo proclamar que ama más al líder de Nación del Islam que a su propia madre.

-“¿Más que a su madre, Muhammad?”.
-“Sí, mucho más que a mi madre porque mi madre es cristiana y Elijah Mohammad es musulmán…”

Faltaban todavía unos cuantos años para que Fallaci, sentada frente al ayatolá Ruholá Khomeini, con un velo sobre sus cabellos, le espetara indignada “voy a quitarme ahora mismo este estúpido trapo medieval. Ya está. Quitado” y que éste, algunas preguntas más tarde, diera por terminada la entrevista con un “Y basta de charlas. Váyase, fuera”. Pero ya en 1966 Fallaci era una progresista consumada y al cabo de dos días junto a Alí -“héroe equivocado de nuestra equivocada época”- su “crónica amarga” llegó a su fin de manera abrupta y violenta, con el micrófono volando por los aires, gritos, amontonamientos de negros fieles a Malcolm X y “un confuso cuadro pop-art que me aturde sólo con recordarlo”. La periodista italiana debe abrirse paso entre todos ellos mientras discute con Alí y sus admiradores le gritan que durante cuatrocientos años ella ha comerciado con asiáticos negros, que encarceló a los de su pueblo, que había ido allí a conocer el resultado del combate y ganar en las apuestas. Huye.

El pasado 4 de junio falleció Muhammad Alí. Lástima que la italiana indomable ya no esté con nosotros. Hubiera escrito el obituario perfecto.

Comunidades, Comunidades - 2016

Comunidades

Por Julián Schvindlerman

  

Obama y la palabra prohibida – 22/06/16

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¿Por qué no puede el Presidente de los Estados Unidos admitir que el terrorismo islámico es islámico? ¿Por qué usó el atentado en San Bernardino para sermonear sobre la islamofobia y el de Orlando para condenar la homofobia, pero ninguno para denunciar por su nombre al islamismo? ¿Y por qué se niega Barack Obama a pronunciar La Palabra Prohibida -fundamentalismo islámico- toda vez que un musulmán asesina a civiles invocando las virtudes de la yihad?

Obama tiene a La Palabra Prohibida atragantada en su ideología. Él es tan preso de la corrección política que es incapaz de definir con claridad qué enemigo enfrenta su nación. Omar Mir Saddiqi Mateen, un estadounidense-musulmán de ascendencia afgana, masacró a casi medio centenar de homosexuales en una discoteca en suelo americano. Telefoneó a la policía para declarar su adhesión al Estado Islámico. Posteó en su Facebook: “Ahora saboreen la venganza de Estado Islámico” y “Quizás Alá me acepte”. Fue el peor ataque islamista dentro de los Estados Unidos desde el 9/11 y ocurrió en un contexto donde el ISIS está arrojando a homosexuales desde azoteas y apenas un mes después de que el responsable del grupo para ataques internacionales, Abu Mohammed al-Adnani, pidiera a sus seguidores que matasen infieles en los Estados Unidos durante el Ramadán. Pero el Presidente Obama cree que la sociedad debe debatir ahora acerca del control de armas o el odio a los gays o la estigmatización de los musulmanes (todos temas importantes sin duda alguna) antes que sobre del islam político (que es el asunto troncal aquí).

Universalmente cuestionado por su reticencia anormal a pronunciar La Palabra Prohibida, Obama respondió con indignación: “¿Qué lograría exactamente al utilizar esa etiqueta? ¿Qué cambiaría exactamente? ¿Llevaría a EI a matar a menos norteamericanos?… No hay magia en la frase ´islam radical´. Es un mensaje político. No es una estrategia”. Bueno, aunque Obama no lo comprenda, las palabras importan. El pueblo americano tiene derecho a saber precisamente quién lo está atacando y lo menos que se puede pedir al líder de la nación -y del mundo libre- es que se exprese con claridad al respecto. ¿Tuvo algún inconveniente Dwight Eisenhower en llamar nazis a los nazis? ¿Evidenció algún prurito Ronald Reagan en denominar comunistas a los comunistas? La falta de rigor conceptual de este presidente no es un asunto semántico. Es un asunto de filosofía política de primer orden. Y tiene consecuencias reales en nuestro mundo.

Obama es un negador, o bien un minimizador, de la amenaza yihadista. Cuando el ISIS comenzó a publicitar las decapitaciones de enemigos capturados, la asesora principal de la Casa Blanca Valerie Jarret le trasladó al Presidente el impacto que eso podría estar teniendo en la sociedad americana. “No vendrán aquí a cortar nuestras cabezas” le respondió distendidamente Obama. En su ya icónico ensayo en The Atlantic, Jeffrey Goldberg relató que Obama “con frecuencia recuerda a su personal que el terrorismo toma muchas menos vidas en EE.UU. que la portación de armas, los accidentes automovilísticos y los tropiezos en las bañeras”. Observadores memoriosos han recordado que un día antes de que el ISIS matara a 130 personas en Paris, Obama se jactó de que este grupo “está contenido”; que un día antes de que una pareja de musulmanes acribillara a tiros a estadounidenses en la localidad californiana de San Bernardino, Obama declaró ante un periodista que “el pueblo americano debería tener la confianza de que, ya sabes, vamos a ser capaces de defendernos y asegurarnos de que, ya sabes, tendremos unas buenas vacaciones y seguiremos con nuestras vidas”; y que poco antes de que los hombres de Abu Bakr al-Baghdadi se apoderasen de vastas extensiones en Irak y Siria, Obama dijo que frenarlos no era “algo en lo que hay que meterse” porque ellos no representan “una amenaza directa para nosotros”. Dígale eso a las 49 víctimas de Orlando, Sr. Presiente.

La reticencia de Barack Obama en señalar al enemigo islamista y de actuar de manera decidida en su contra -después de todo, ¿Para qué combatirlo si más gente muere en las bañeras? ¿Para qué nombrarlo si no es más que una etiqueta?- ha tenido su impacto en la realidad. Un reciente documental emitido en PBS atribuye en buena medida a la inacción del presidente la asombrosa expansión del ISIS, que bajo su mirada creció hasta contar 40 grupos afiliados en 16 países. Un estudio de la Rand Corporation revela que entre 2010 y 2013 el número de yihadistas en el orbe se duplicó y que el número de grupos yihadistas trepó un 58%. Una investigación de la Universidad Estatal de Indiana detectó 38 casos de “lobos solitarios” (no exclusivamente islamistas) en EE.UU. entre 1940 y 2001, otros doce durante la presidencia de George W. Bush y más de cincuenta desde que Obama llegó a la Casa Blanca.

Pero a no inquietarse, que, tal como el Presidente de los Estados Unidos ha postulado en el 2013, “Esta guerra, como todas las guerras, debe terminar. Eso es lo que la historia recomienda. Eso es lo que nuestra democracia demanda”. Sólo falta que ISIS tome nota.

Comunidades, Comunidades - 2016

Comunidades

Por Julián Schvindlerman

  

Cuando Oriana Fallaci entrevistó a Muhammad Alí – 22/06/16

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Eran dos pesos pesados, cada cual en lo suyo. Ambos estaban en el apogeo de sus carreras. Y se enfrentaron en el cuadrilátero en mayo de 1966. De un lado del ring, el boxeador Cassius Marcellus Clay, del otro la periodista Oriana Fallaci. De haber sido una pelea física, el estadounidense hubiera prevalecido. Al tratarse de una lucha intelectual, la italiana ganó. Por knock-out.

-Muhammad, ¿ha leído usted algún libro?»

-«¿Un libro? ¿Qué libro?»

-«Un libro cualquiera»

-«Yo no leo libros, nunca he leído libros «

Fallaci atacó a la yugular. Y lo hizo porque las respuestas de Alí, y sobre todo sus actitudes -eructos delante de ella incluidos- la estaban fastidiando.

-«Muhammad, qué opina usted de la humildad»

-«La ¿Qué?»

Si alguna vez lo vio como «un payaso simpático, alegre e inofensivo» ahora ya no alberga ilusiones sobre Alí, «símbolo de todo lo que hay que rechazar, romper en mil pedazos». No. No hay química entre ellos. Al convertirse al islam y ser cooptado por la Nación del Islam -un grupo radical y violento de negros seguidores del extremista Malcolm X- Clay pasó a ser Muhammad Alí, comenzó a despreciar a Israel y a los judíos y a decir cosas tales como que «Alá que es un dios mucho más antiguo que vuestro Jehová o que vuestro Jesús» y que «yo no pertenezco a los Estados Unidos, yo pertenezco a Alá que tiene pensadas grandes cosas para mí».

-«¿Cuáles Muhammad?»

-«Puede que me convierta en el amo de un territorio independiente o puede que en el amo de algún estado africano, puede que en alguno de esos que necesitan un líder y si piensan que necesitan un líder por qué no elegir a Muhammad que es el mejor, es fuerte y valiente y guapo y religioso y me llamarán para que sea su amo. Porque a mí qué me importan América y los americanos y vosotros los blancos, yo soy musulmán».

Muy musulmán y muy devoto. Pero pragmático al punto de admitir que «el paraíso yo no lo quiero en el cielo cuando sea viejo, yo lo quiero en la tierra mientras sea joven» tras una recitación interminable de los gustos extravagantes que se quiere dar: poseer «un avión de seiscientos mil dólares», «un yate de doscientos mil dólares», «una limusina en cada ciudad de América» y una casa como de las que ha visto «en las colinas de Los Ángeles». Estaba bien encaminado hacia el materialismo, y lo sabía. «Los médicos y los ingenieros tienen que trabajar todos los días durante su vida» dirá, pero en su oficio «con un solo puñetazo se gana un millón de dólares al año».

Revela, a su vez, con un realismo perturbador, el conocimiento de sus propias limitaciones: «Como cuando me llamaron a las filas del ejército y me hicieron un examen de cultura general y me preguntaron si un hombre tiene siete vacas y cada vaca da cinco galones de leche y se pierden tres cuartos de leche ¿cuánta leche queda? Yo qué sé. Yo no quiero aprender porque me importa un bledo si las vacas dan leche o no la dan, si el cubo tiene un agujero o no lo tiene, eso le importará al dueño de las vacas no a mí, yo soy el campeón del mundo entero y si las vacas pierden leche peor para ellas». Fallaci cuenta que más bien fue rechazado por no saber responder preguntas elementales del tipo «si encuentras una carta con el sello puesto, ¿qué harías?».

Uno puede imaginar lo que ha de haber sentido la periodista italiana al escucharlo justificar su divorcio de una mujer moderna que, tras su conversión, Alí criticó por vestir «como los salvajes como las vacas como los perros como usted que es un escándalo». O al oírlo proclamar que ama más al líder de Nación del Islam que a su propia madre.

-«¿Más que a su madre, Muhammad?».

-«Sí, mucho más que a mi madre porque mi madre es cristiana y Elijah Mohammad es musulmán «

Faltaban todavía unos cuantos años para que Fallaci, sentada frente al ayatolá Ruholá Khomeini, con un velo sobre sus cabellos, le espetara indignada «voy a quitarme ahora mismo este estúpido trapo medieval. Ya está. Quitado» y que éste, algunas preguntas más tarde, diera por terminada la entrevista con un «Y basta de charlas. Váyase, fuera». Pero ya en 1966 Fallaci era una progresista consumada y al cabo de dos días junto a Alí -«héroe equivocado de nuestra equivocada época»- su «crónica amarga» llegó a su fin de manera abrupta y violenta, con el micrófono volando por los aires, gritos, amontonamientos de negros fieles a Malcolm X y «un confuso cuadro pop-art que me aturde sólo con recordarlo». La periodista italiana debe abrirse paso entre todos ellos mientras discute con Alí y sus admiradores le gritan que durante cuatrocientos años ella ha comerciado con asiáticos negros, que encarceló a los de su pueblo, que había ido allí a conocer el resultado del combate y ganar en las apuestas. Huye.

El pasado 4 de junio falleció Muhammad Alí. Lástima que la italiana indomable ya no esté con nosotros. Hubiera escrito el obituario perfecto.