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Comunidades, Comunidades – 2024

Comunidades

Por Julián Schvindlerman

  

La confusión antisemita de Lula da Silva – 04/24

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Lula cree que Israel mató a doce millones de personas en pocos meses. ¿Cómo no iba a acusarla de ser genocida?

Por Julián Schvindlerman
Comunidades – abril 2024

En los últimos tiempos, el presidente de Brasil, Luiz Inácio Lula da Silva, efectuó dos declaraciones que, al relacionarlas, ponen en evidencia su ignorancia, su sesgo político y, al fin de cuentas, su antisemitismo. Vayamos por partes.

Durante una visita a Etiopía el pasado mes de febrero, en el marco de una conferencia de la Unión Africana, Lula aseveró: “Lo que está sucediendo en la Franja de Gaza no es una guerra, es un genocidio”. Por imposible que parezca, logró ampliar esa exageración difamatoria: “Lo que está sucediendo en la Franja de Gaza con el pueblo palestino no ha sucedido en ningún otro momento de la historia. En realidad, sucedió: cuando Hitler decidió matar a los judíos”.

Esas afirmaciones descabelladas fueron inmorales: usó la peor tragedia que padeció el pueblo judío en la modernidad en su contra. Ello fue extremadamente perverso. Y extremadamente banal. Por ello, Lula fue acusado de ser un antisemita; justificadamente. La negación del Holocausto y sus derivados -la minimización, la relativización y la banalización- son formas modernas de antisemitismo. Y lo de Lula no fue un furcio. Fue una declaración política intencional.

El líder petista se enfocó sólo en la respuesta militar de Israel, sin ninguna consideración al hecho de que Hamas intentó hacer su propio microgenocidio contra los judíos el 7 de octubre último cuando invadió el territorio soberano de Israel -no zonas disputadas, que igual hubiera estado injustificado- durante una festividad religiosa judía, para violar, masacrar, incendiar, mutilar y asesinar sin piedad. Es desconcertante que Lula haya descalificado la acción defensiva de una democracia asediada por un grupo jihadista protogenocida.

Unos meses después, el presidente brasileño incurrió en otra grosa exageración difamatoria. Al disertar en una conferencia gubernamental sobre los derechos de los niños y adolescentes en Brasilia, el referente izquierdista afirmó que “12.3 millones de niños murieron en la Franja de Gaza y en Israel a causa de la guerra”. La población combinada de Israel y Gaza es de alrededor de 11 millones. The Jewish Chronicle notó que la cifra citada por Lula es aproximadamente 375 veces el número de muertes en Gaza, según información suministrada por el Ministerio de Salud dirigido por Hamás, que no distingue entre combatientes y no combatientes, ni tiene en cuenta las muertes palestinas ocasionadas por cohetes defectuosos de la milicia.

Esta aseveración infundada es ilustrativa de un punto crucial, no obstante. Si Lula cree que Israel mató a doce millones de personas en pocos meses. ¿Cómo no iba a acusarla de ser genocida?

Pero esto no es un malentendido. Es profunda ignorancia al servicio de una causa política. La historia reciente de Lula expone su ideología periférica. Defendió a Putin y su guerra caprichosa contra los ucranianos. Recibió buques militares iraníes en Río de Janeiro. Visitó Teherán y recibió a líderes iraníes en su país, a pesar de que es un país sancionado por su promoción de terrorismo y por su programa nuclear ilegal. Incluso cuando Interpol votó la emisión de alertas rojas contra los perpetradores del atentado a la AMIA en una asamblea en Marruecos en 2007, el Brasil de Lula se abstuvo. Tras el reciente ataque sin precedentes del régimen ayatolá contra Israel, con más de trescientos drones armados y misiles crucero y balísticos, Lula no se sumó al coro internacional de condenas a Teherán, lo que llevó a su propio embajador en Israel a cuestionar su silencio.

En ocasión de un viaje a Israel y las zonas palestinas, visitó la tumba de Yasser Arafat, pero se negó a ir a la tumba de Theodor Herzl; es decir, fue a la tumba del líder del nacionalismo palestino, pero se negó a ir a la tumba del líder del sionismo político. Definió al dictador Hugo Chávez, notorio antisemita él mismo que además hundió a Venezuela en la miseria, como el mejor presidente en los últimos cien años, y el antiguo gremialista fue compinche del tirano antiisraelí de Cuba, Fidel Castro. Hace poco, incluso en el marco de toda la controversia que causó la gira sudamericana de Roger Waters debido a su público y virulento antisemitismo, Lula lo recibió con la mayor hospitalidad. “#WishYouWereHere” (“ojalá estuvieras aquí”), posteó el presidente de Brasil en la previa al encuentro, la foto y al abrazo, haciendo referencia a la conocida canción de la banda Pink Floyd.

Lula 3.0 muestra a un líder latinoamericano que retorna a su origen sindical radical, a su izquierdismo de trinchera latina, a su consigna antioccidental, ideológicamente cómodo en el Sur Global, a gusto en compañía de tiranos de fama mundial como Putin, Xi, Raisi y Abbas. A ese espacio político él pertenece ahora y bien ha hecho el gobierno de Israel en declararlo persona non-grata.

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Por Julián Schvindlerman

  

El duelo entre Irán e Israel – 20/04/24

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Por Julián Schvindlerman
Perfil – 20/4/2024

https://www.perfil.com/noticias/internacional/el-duelo-entre-iran-e-israel.phtml

El sábado pasado marcó una oscilación geopolítica histórica en el Medio Oriente, cuando la República islámica de Irán llevó a cabo su primer ataque militar directo contra territorio israelí desde la revolución islámica de 1979. La ofensiva no fue menor: Teherán lanzó 170 drones cargados de explosivos, unos 120 misiles balísticos y alrededor de 30 misiles crucero. Fue uno de los mayores ataques aéreos combinados contra un país en la historia reciente, creando una angustiante espera de su población al arribo de sesenta toneladas de explosivos que volaron alrededor de 1500 kilómetros de distancia durante horas para golpear a un país del tamaño de Tucumán.

El gobierno ayatolá quiso vengar previas acciones dirigidas de Israel, abrumar las defensas del país, destruir su base aérea en Nevatim (que alberga su flota de aviones de combate F-35) y testear la reacción regional e internacional, entre otros objetivos aparentes. Fue una agresión sin precedentes que ocasionó una defensa colectiva también sin precedentes.

Militarmente, el 99% de los drones y misiles fueron obstruidos, la gran mayoría de ellos fuera del espacio aéreo de Israel. Los pocos que lograron caer en suelo israelí tuvieron un impacto muy acotado: dañaron parcialmente una base militar, no lograron causar víctimas mortales e hirieron, lamentablemente, a una niña árabe.

Diplomáticamente, la agresión iraní reunió al lado de Israel a Estados Unidos, Reino Unido, Francia, Jordania, Arabia Saudita, Emiratos Árabes Unidos y, en cierto modo, Catar. Pilotos israelíes, jordanos, ingleses, franceses y estadounidenses defendieron a Israel; Arabia Saudita y EAU proveyeron inteligencia y Ryhad habilitó su espacio aéreo para la defensa de Israel; en tanto que fue una base norteamericana ubicada en Catar (patrocinador de Hamas y socio de Irán) desde donde este inédito operativo de defensa militar fue coordinado. Aun con el trasfondo de las tensiones desatadas por la guerra en Gaza, naciones árabes se ubicaron del lado del estado judío frente a Teherán.

De modo que tanto en las esferas de la diplomacia como de la defensa militar, este ataque resultó ser un fiasco para el régimen de Irán.

Con su osadía, Irán abrió un portal a la posibilidad de que Israel ataque su programa nuclear y seriamente degrade, o finalmente elimine, esa amenaza existencial. Jerusalem en lo inmediato eligió no hacerlo. Cinco días después del ataque iraní, aviones de combate israelíes lanzaron tres misiles desde afuera de los cielos iraníes contra un sitio de radares anti-aéreos próximo a Isfahán, que es parte del sistema protector de la instalación nuclear de Natanz. Los misiles impactaron en su objetivo, burlando al renombrado sistema defensivo S-300 provisto por Rusia a Teherán. El mensaje dado fue que Israel tiene la capacidad operativa, la fortaleza militar y la voluntad política de golpear dentro de Irán. “Si los informes son exactos”, observó Bradley Browman, experto de la estadounidense Fundación para la Defensa de las Democracias, “Israel hizo con tres misiles lo que Irán no pudo hacer con más de 300 misiles y drones”.

La ponderación para Israel no era tanto si, sino cómo, responder. No castigar al gobierno fanático ayatolá, que había estado alardeando de su gesta y amenazando a Israel con una acción aún mayor si ella decidiese efectuar una represalia, no era viable. Hubiera lucido casi inconcebible que una nación atacada de semejante manera permaneciese quieta posteriormente. Ello erosionaría mortalmente el poder de disuasión que es indispensable para la supervivencia en esa región (y que ya demostró estar debilitado con el ataque sádico de Hamas del 7 de octubre último y los siguientes bombardeos del Hezbolá libanés y de los Houtíes yemenitas). El antecedente de 1991, cuando Saddam Hussein lanzó misiles Scud contra Israel y no respondió bajo las presiones de Washington, que quería preservar la coalición árabe-occidental formada para contener a Irak, es válido pero lejano. Este realmente es otro Medio Oriente y otra es la coyuntura global actual, con China y Rusia respaldando retóricamente la embestida de Irán e integrando un peligroso eje de potencias revanchistas antioccidental.

A la vez, el eficaz escudo defensivo integrado por aliados indispensables e importantes de Israel, tanto occidentales como orientales, dio un margen de elasticidad a Jerusalem mientras estudiaba su respuesta. Una corriente de pensamiento planteó que un modo de prevalecer en esta confrontación para Israel sería asegurar que sus nuevas alianzas se sostengan mientras las de Irán colapsan. El pasado octubre, en la comunidad de analistas políticos se consideró mucho la idea de que la invasión palestina obedecía al interés iraní de frustrar una posible normalización Jerusalem-Ryhad. La impresionante defensa colectiva internacional que se ha desplegado días atrás, dejó al gobierno de Irán privado de esta aspiración en este momento. Si Israel capitalizase diplomáticamente esta nueva constelación geopolítica, cimentando sus lazos con los países árabes sunitas moderados que acaban de demostrar públicamente que temen más a los ayatolás de lo que desprecian al gobierno de Israel, esa podría emerger como una respuesta de diplomacia estratégica complementaria a su reacción militar.

Es crucial entender que uno de los objetivos perseguidos por los iraníes al lanzar su último desafío al estado judío fue disuadirlo de persistir en su campaña de ataques selectivos dentro y fuera de Irán, que Jerusalem ha estado empujando por varios años y tocó un pico a inicios de abril pasado cuando eliminó a generales iraníes reunidos en Damasco. Esta campaña se cristalizó con la eliminación de figuras claves del programa nuclear persa, la liquidación de altos mandos militares revolucionarios, de enlaces terroristas, con la destrucción de depósitos y rutas de suministros de armas a sus milicias chiítas aliadas, e incluso con el sabotaje a una de sus instalaciones de centrifugadoras nucleares. El comandante de las Guardias Revolucionarias de Irán, Hossein Salami, dijo claramente que una nueva ecuación había sido creada, donde cada golpe israelí a los intereses iraníes en la región daría lugar a una acción directa contra el “ente sionista”, como ocurrió el sábado último. Obviamente, Israel no puede consentir esta realidad que quiere imponer Irán.

Comprender la probable intención central de la agresión iraní puede ayudar a esclarecer el dilema. Por extraño que parezca, la clave podría estar en la lúcida lectura de un psicólogo clínico israelí, y no de un estratega militar. El doctor Irwin J. Mansdorf, miembro del Centro de Asuntos Públicos de Jerusalem, se especializa en psicología política y este es su diagnóstico de la situación:

“La cuestión de la disuasión ignora el hecho de que el ataque iraní fue diseñado específicamente, desde su punto de vista, para crear disuasión contra Israel: para disuadir a Israel de futuros ataques contra figuras y activos iraníes. La verdadera pregunta es si el ataque iraní tendrá éxito en su propósito y reducirá la probabilidad de un futuro comportamiento militar israelí. Psicológicamente, la disuasión se mide por el comportamiento posterior. Las continuas acciones israelíes dirigidas contra Irán dentro y fuera de Irán serán evidencia de que Irán no logró alcanzar la disuasión con su ataque actual”.

En otras palabras, insistir con -e incluso potenciar- la campaña, abierta y encubierta, que Israel viene implementando por años contra activos, intereses y figuras del régimen ayatolá, luce imperativo. La respuesta mesurada pero simbólicamente contundente de Israel, que básicamente fue una demostración de fuerza en suelo iraní calibrada para no desatar una contra-respuesta bélica mayor por parte de Irán, sostuvo el equilibro de poderes. Ahora será necesario que la familia de las naciones imponga renovadas sanciones globales contra el programa nuclear de Irán, castigue económica y diplomáticamente a Teherán por su conducta incivilizada tradicional, y auspicie la consolidación de una alianza israelí-árabe-occidental cuya robustez militar y perdurabilidad política contenga los maliciosos designios de los ayatolás. Quizás así se pueda evitar una guerra total y alcanzar un grado satisfactorio de estabilidad regional.

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Por Julián Schvindlerman

  

La inmoralidad de Lula – 24/02/24

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Julián Schvindlerman. Analista político, periodista y miembro del Foro Argentino contra el Antisemitismo.

Las afirmaciones descabelladas del presidente de Brasil, Lula Da Silva, en las que comparó a la guerra entre Israel y Hamas con el genocidio nazi, constituyen una banalización del Holocausto. Sus declaraciones son inmorales: usa la peor tragedia que padeció el pueblo judío en la modernidad en su contra. En este sentido, hay algo extremadamente perverso en sus declaraciones.

La negación del Holocausto y sus derivados, que son la minimización, la relativización y la banalización, son formas modernas de antisemitismo. Sumado a otros ejemplos que ahora voy a mencionar, la conducta de Lula lo muestra como un hombre que ha abrazado la causa del antisionismo de una manera muy clara.

Vayamos por partes. Primeramente: la negación del Holocausto adquiere distintas formas. Una es la negación directa, como cuando alguien dice que Auschwitz es una mentira. Otra manera de minimizarlo sería decir, como hace el presidente de la Autoridad Palestina, que el Holocausto existió, pero que no murieron tantos judíos. O como hacen algunos negadores de la derecha neonazi cuando dicen Auschwitz estuvo en funcionamiento, pero no hubo cámaras de gas. Y la banalización es cuando acusan a quien sea de nazi.

Lula se enfoca en la respuesta militar de Israel, sin ninguna consideración al hecho de que Hamas intentó hacer un microgenocidio contra judíos el 7 de octubre cuando entró al territorio soberano de Israel, y no a zonas disputadas, que igual hubiera estado injustificado, en donde violó, masacró, incendió, mutiló y mató.

Es sorprendente [Lula condene] la respuesta de una democracia a un grupo terrorista sin ningún tipo de prurito moral, que incluso expone a los civiles palestinos al fuego israelí para salvarse, mientras ellos se cubren en los túneles que construyeron con el dinero donado del mundo para el bienestar de la población gazatí.

Las frases de Lula se pueden analizar viendo que Brasil es parte de los Brics, (Brasil, Rusia, Sudáfrica, China y la India). Salvo por Bombay, el resto son todos países del bloque antioccidental: totalmente en contra de la hegemonía de la superpotencia norteamericana.

Lula ha sido protagonista de otras situaciones que hablan de su ideología. Recibió buques militares iraníes en Río de Janeiro. Defendió a Putin y su masacre inconcebible sobre los ucranianos. Visitó Irán y recibió a líderes iraníes en su país, a pesar de que es un país sancionado por su promoción de terrorismo y por su programa nuclear ilegal. 

Incluso cuando Interpol votó la emisión de alertas rojas contra los perpetradores del atentado a la AMIA, una iniciativa promovida por la Argentina en manos del liderazgo del fiscal Alberto Nisman, y que la policía internacional validó en una asamblea en Marruecos en 2007, el Brasil de Lula se abstuvo. 

Lula visitó la tumba de Arafat, pero se negó a ir a la tumba de Herzl; es decir, fue a la tumba del líder del nacionalismo palestino, pero se negó a ir a la tumba del líder del sionismo político. Definió a Chávez como el mejor presidente en los últimos cien años. Y hace poco, incluso en el marco de toda la controversia que causó Roger Waters con su antisemitismo virulento y público, Lula lo recibió.

El perfil de Lula muestra a un líder que retorna a su origen sindical radical y con sus declaraciones da testimonio a este radicalismo que cruza la línea del antisemitismo de manera muy clara.

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Por Julián Schvindlerman

  

El sionismo ambivalente de Joe Biden – 17/03/24

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https://www.infobae.com/opinion/2024/03/17/el-sionismo-ambivalente-de-joe-biden/
Columna de Julián Schvindlerman en Infobae

El presidente de Estados Unidos está supeditando el destino de esta contienda crucial, así como la alianza especial con Israel, a su campaña electoral doméstica

“No creo que haya que ser judío para ser sionista, y yo soy sionista” –Joseph R. Biden Jr., 18 de octubre de 2023.

La frase fue pronunciada por el presidente norteamericano durante una reunión con el gabinete israelí en ocasión de su visita de solidaridad con el estado judío tras la masacre perpetrada por el movimiento terrorista palestino Hamas el 7 de octubre pasado. Fue el primer presidente de Estados Unidos en viajar a Israel durante una guerra. En un discurso público ese mismo día, Biden declaró: “Vengo a Israel con un solo mensaje: no están solos. Ustedes no están solos. Mientras Estados Unidos permanezca en pie (y así será por siempre) no dejaremos que ustedes estén solos”, tildó a Hamas de haber desatado “pura maldad sobre el mundo” y proclamó:

“El Estado de Israel nació para ser un lugar seguro para el pueblo judío del mundo. Por eso nació. Durante mucho tiempo he dicho: si Israel no existiera, tendríamos que inventarlo. Y aunque hoy no lo parezca, Israel debe volver a ser un lugar seguro para el pueblo judío. Y les prometo: haremos todo lo que esté a nuestro alcance para asegurarnos de que así sea”.

Tremendas palabras. ¿Pero lo ha estado haciendo? En parte sí, en parte no. Envió a sus secretarios de Defensa y de Estado a Israel, desplazó portaaviones al Medio Oriente, advirtió indirectamente a Irán contra alguna tentación de atacar a Jerusalem unilateralmente, respondió (limitadamente) a los ataques de misiles de los houtíes en Yemen, proveyó a Israel de armamento crítico y le dio cobertura diplomática en el siempre hostil foro de las Naciones Unidas. A la vez, advirtió de entrada por los civiles palestinos, reclamó la provisión de ayuda humanitaria y para comienzos de diciembre ya estaba exigiendo -por medio de Anthony Blinken- al gobierno de Israel que debía concluir su operación militar en Gaza “para fin de año”; como si las guerras pudiesen ser gestionadas con un cronómetro.

Últimamente parece haber escalado retóricamente, tanto a nivel personal como a través de su vicepresidenta o secretario de estado. Su Administración ha tachado a la respuesta militar de Israel de ser “exagerada”. Reclamó a Israel que no desplazara a los civiles palestinos dentro de la Franja (mientras que no cuestionó a Egipto el cierre de su frontera con Gaza) obligando así a la población civil a permanecer encerrada en una zona de guerra. Durante un mes entero pidió que Israel alcance un acuerdo con Hamas por los rehenes a cambio de un cese (¿temporario o final?) de fuego antes del inicio de la festividad religiosa islámica del Ramadán: “Tiene que haber un alto el fuego debido al Ramadán”. Culpó sólo a Israel por las dificultades en la distribución de asistencia humanitaria: “Vamos a insistir en que Israel facilite más camiones y más rutas para que cada vez más personas reciban la ayuda que necesitan. No hay excusas”. Luego puso en marcha un ostentoso operativo aéreo de entrega de alimentos a la población de Gaza y anunció que construiría un muelle en sus costas para llevar más ayuda.

En ocasión de su reciente discurso del Estado de la Unión, el presidente estadounidense aseguró que “la única solución real” al conflicto palestino-israelí “es una solución de dos estados” y advirtió a Israel que sus planes de invadir Rafah -el último bastión de Hamas, donde se encuentran sus batallones sobrevivientes así como los rehenes- era una “línea roja” que más le valía a Israel no cruzar; aunque matizó, contradictoriamente, con que no abandonaría a la nación hebrea. De qué modo considera Biden se puede conciliar el objetivo que él mismo ha respaldado de eliminar a Hamas con la noción de dejar a su liderazgo y grandes cantidades de combatientes intactos en Rafah, así como en posesión de más de cien israelíes secuestrados, es un misterio.

Desde el inicio del 2024, su gobierno adoptó sucesivas medidas contrarias a los intereses de Israel: aplicó sanciones contra algunos israelíes residentes en Cisjordania, hizo saber que podría iniciar investigaciones sobre las tácticas de guerra del ejército israelí, insinuó que podría haber restricciones a las provisiones de armas y amenazó con reconocer unilateralmente a un futuro estado palestino. La vicepresidente Kamala Harris dijo: “Necesitamos una solución de dos Estados y, francamente, hemos estado trabajando todos los días desde el 8 de octubre con ese fin” (énfasis agregado). Su secretario de Estado explícitamente exigió a Jerusalem iniciar un “camino irreversible y con plazos determinados hacia un estado palestino” en tanto que publicitó reiteradas veces su visión de que Gaza sería gobernada por una “Autoridad Palestina revitalizada”, lo que sea que eso signifique. ¿Realmente cree esta Casa Blanca que la mejor respuesta al salvajismo palestino del 7 de octubre es recompensarlo con un estado independiente ganado por medio de la comisión de una masacre?

Finalmente, la Administración Demócrata apuntó contra el Primer Ministro Binyamin Netanyahu. La vicepresidenta Harris afirmó que “es importante distinguir y no confundir al gobierno israelí con el pueblo israelí”, filtraciones de prensa informaron que Biden tachó de “imbécil” a Netanyahu, días atrás afirmó que Bibi estaba “dañando más que ayudando a Israel”, y un micrófono encendido expuso al presidente Biden diciendo que él y el premier israelí necesitaban un “momento de llegada de Jesús”; una expresión extraña que supuestamente implicaría una reunión bruscamente honesta. ¿Se ha pronunciado de esta forma alguna vez Biden en relación a Mahmmoud Abbas, Ebrahím Raisi o Nicolás Maduro? Ante la seguidilla de reprimendas, Netanyahu respondió en genérico:

“No puedes decir que apoyas el derecho de Israel a defenderse y luego oponerte a Israel cuando ejerce ese derecho. No puedes decir que apoyas el objetivo de Israel de destruir a Hamas y luego oponerte a Israel cuando toma las medidas necesarias para lograr ese objetivo. No puedes decir que te opones a la estrategia de Hamas de utilizar civiles como escudos humanos y luego culpar a Israel por las bajas civiles que son resultado de esta estrategia de Hamas”.

Tradicionalmente, las administraciones demócratas estadounidenses no se han llevado genial con las coaliciones formadas por el Likud en Israel. Con altibajos a lo largo de su carrera política, Biden ha demostrado ser mayormente un aliado de Israel y además él personifica al sector centrista, moderado y filosionista del actual Partido Demócrata cuya contracara es un espacio radicalizado y fuertemente hostil a Israel, con exponentes como Ilhan Omar, Rashida Tlaib o Bernie Sanders. Los roces con un aliado en guerra y las diferentes visiones e intereses de una superpotencia mundial respecto de los de una potencia regional, pueden ser inevitables. Menos comprensibles resultan las presiones públicas y las agresiones intencionales hacia el actual gobierno israelí, la obstinada insistencia en reiterar políticas ya probadamente fallidas y querer forzar esas ideas en el peor momento posible -psicológica y políticamente- a una nación traumada, herida y luchando por su supervivencia.

Queda el sabor amargo de deducir que el presidente Joe Biden está supeditando el destino de esta contienda crucial, así como la alianza especial con Israel, a su campaña electoral doméstica; al buscar apaciguar a los segmentos críticos de Israel entre su masa de votantes. La última vez que condicionó una decisión estratégica de política exterior a una consideración política interna fue al retirar caóticamente a las tropas de Afganistán, con la consigna declarada de que esa era una diplomacia pensada para la clase media. Ya sabemos cómo terminó.

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Por Julián Schvindlerman

  

Hamas-Unrwa: un equipo encubierto – 03/02/24

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La agencia de la ONU para ayudar a los gazatíes tiene 1.200 empleados conectados a Hamas o a la Jihad Islámica y 6 mil poseen familiares que mantienen lazos con grupos terroristas.

El escándalo es de envergadura: empleados de una agencia de las Naciones Unidas participaron del ataque de Hamás contra Israel el 7 de octubre pasado.

Según un informe de la inteligencia israelí presentado a países donantes de Unrwa (United Nations Reliefs and Works Agency for Palestine Refugees in the Near East, traducido al español Agencia de Naciones Unidas para los Refugiados de Palestina en Oriente Próximo) y replicado en importantes medios de prensa, de los 12.000 empleados del organismo, doce jugaron un papel en la masacre. 

De ellos, unos 1.200 están conectados al Movimiento de Resistencia Islámico Hamás o a la Jihad Islámica Palestina, y cerca de 6 mil tienen parientes cercanos que mantienen lazos oficiales con grupos terroristas de la Franja de Gaza. Conforme indicó el reporte israelí, empleados de Unrwa integraron la horda de atacantes que asesinaron y secuestraron israelíes, obtuvieron armas para los terroristas y asistieron en la logística de la operación. Uno de ellos, incluso se sacó una foto con una rehén en Gaza. 

En rápida sucesión, Estados Unidos, Reino Unido, Alemania, Canadá, Australia, Finlandia, Italia, Francia, Japón, Austria, Estonia, Países Bajos y Rumania anunciaron suspensiones de financiación a la agencia. 

Esta información sintoniza con un informe de enero de 2024 de UN Watch, una ONG suiza dedicada a monitorear al sistema de las Naciones Unidas, que expuso que treinta empleados de Unrwa celebraron la masacre del 7 de octubre y apoyaron el terrorismo de Hamás en un grupo de Telegram, que reúne a tres mil maestros de esta agencia de la ONU. 

UN Watch los identificó por su nombre y presentó las citas referidas a los israelíes, tales como “mátenlos uno por uno”, “no dejen (vivo) a ninguno atrás”, “Oh, Alá, pártelos al medio”, “Oh, cuánto odio a los judíos”, “El tiempo de Israel se acabó”, así como alabanzas para los jihadistas, del tipo “Que Alá los proteja y guíe su puntería”. 

Desde 2015, UN Watch ha expuesto más de 150 páginas de Facebook del personal de la Unrwa con contenido antisemita. El involucramiento del staff armoniza con un reporte de noviembre de 2023 de Impact-se, una organización con sedes en Inglaterra e Israel, que analiza la educación en todo el mundo, que concluyó que el plan de estudios que se imparte en las escuelas de Unrwa es profundamente antisionista, judeófobo y filojihadista. 

Antes del ataque de Hamás, Impact-se identificó a más de cien empleados de la Unrwa que promovían odio y violencia contra los israelíes en las redes sociales. Tras la incursión sangrienta, recopiló declaraciones de más de una docena de sus empleados que aplaudieron las atrocidades. 

El inicio. Unrwa fue creada para atender las necesidades de cerca de 700 mil palestinos convertidos en refugiados, por la agresión árabe contra Israel en 1948. Actualmente se ocupa de cuidar a toda su descendencia: más de cinco millones de palestinos en la Franja de Gaza, Cisjordania y Jerusalén oriental, así como en el Líbano, Jordania y Siria. La vasta mayoría de su staff, que ronda los treinta mil empleados, es palestina y proporciona educación a casi 545 mil niños en sus escuelas. El daño educativo que este plantel está ocasionando no puede minimizarse y, de hecho, Israel lleva un largo tiempo alertando sobre el contenido odioso de estos planes de estudio.

Aunque toda esta información puede resultar perturbadora, no debería sorprender a quien haya estado prestando atención a la conducta de esta agencia de la ONU durante las últimas décadas. Unrwa sigue las directrices de la lista consolidada de grupos e individuos terroristas del Consejo de Seguridad de las Naciones Unidas, que no designa a Hamás como organización terrorista. Esto le ha permitido a la agencia contratar personal indeseable. 

En 2017 la ONU se vio forzada a echar al líder del sindicato de Unrwa luego de que Israel denunció que él había sido incorporado al liderazgo top de Hamás. Ya se probó que combatientes de Hamás han disparado cohetes desde instalaciones de la Unrwa, donde además han almacenado armas y han ubicado túneles debajo de ellas.

Esta situación, ya deplorable, expone también una conexión inquietante entre esta agencia problemática de la ONU con los procedimientos por la causa de genocidio que inició Sudáfrica contra Israel en la Corte Internacional de Justicia en La Haya. Tal como observó Naftali Balanson, director de operaciones de NGO Monitor, un think tank israelí que observa globalmente el sesgo de las ONGs, trece notas al pie de página en la petición de Sudáfrica citan a Unrwa como fuente de apoyo para su afirmación de que los israelíes están cometiendo un genocidio contra los palestinos en Gaza. En otras palabras, parte de la argumentación legal sudafricana se basa en propaganda suministrada por Hamás. 

Unrwa dijo que al menos 152 empleados suyos murieron en esta guerra. El Ministerio de Salud de Gaza provee las cifras que indican la cantidad de muertos totales allí (sin distinguir entre combatientes y civiles), y que también constituye información de base para la acusación sudafricana. Como ambas instituciones son controladas por Hamás, extraoficialmente en el primer caso y oficialmente en el segundo, emerge un interrogante válido acerca de este juicio infundado.

La imagen de la agencia de socorro de las Naciones Unidas para los refugiados palestinos está hecha trizas. Al haber aceptado la Corte Internacional de Justicia como admisible el planteo acusatorio sudafricano, la ONU va camino a estropear su credibilidad institucional aún más todavía.

Seúl

Pilatos en el Vaticano – 28/01/24

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La equidistancia del papa francisco entre israel y hamás disminuye su condición de estadista

Por Julián Schvindlerman

https://seul.ar/papa-francisco-hamas/

A mediados de diciembre, el portal de noticias del Vaticano, Vatican News, publicó una nota titulada “Gaza: israelíes atacan la parroquia La Sagrada Familia”. La fuente de la noticia había sido un comunicado del Patriarcado Latino de Jerusalén, que responsabilizó a francotiradores israelíes por la muerte de dos mujeres: “Se les disparó a sangre fría”. Durante el Ángelus del día siguiente en la Plaza de San Pedro, el Papa Francisco dio eco a esta acusación, absteniéndose de nombrar a los perpetradores: “Sigo recibiendo noticias muy graves y dolorosas de Gaza. Civiles desarmados están siendo bombardeados y tiroteados. Y esto ha ocurrido hasta dentro del recinto parroquial de la Sagrada Familia, donde no hay terroristas, sino familias, niños, enfermos y discapacitados, monjas. […] Algunos dicen: «Es el terrorismo, es la guerra». Sí, es guerra, es terrorismo”.

El ejército israelí respondió aclarando que terroristas de Hamas habían lanzado una granada contra las tropas de las Fuerzas de Defensa Israelíes “desde las cercanías de la iglesia”, y que en respuesta dispararon contra personas que guiaban a los milicianos de Hamás hacia los objetivos israelíes. Y aseguró: “Las FDI sólo atacan a los terroristas y la infraestructura terrorista y no a los civiles, sin importar su religión. Las FDI toman amplias medidas para evitar daños a los civiles no involucrados, mientras luchan contra una organización terrorista que hace todo lo posible para poner a los civiles en riesgo, incluido el uso de civiles y lugares sagrados como escudos humanos para sus actividades terroristas”.

A pesar de la naturaleza confusa de la situación –y de la imposibilidad material de que el Patriarcado Latino de Jerusalén hubiera podido saber con certeza el origen de los disparos–, al igual que con la previa falsa acusación del presunto ataque israelí contra el hospital palestino Al-Ahli, la noticia quedó instalada como cierta. “Los israelíes han abierto fuego contra los cristianos de Gaza”, afirmaba sin dudarlo la primera línea de la nota de Vatican News.

Diez días más tarde, la agrupación chiíta libanesa Hezbolá disparó un misil guiado contra la iglesia greco-católica Santa María en Iqrit, en el norte de Israel. Un anciano feligrés cristiano resultó herido, lo que motivó que soldados israelíes fueran a rescatarlo. Entonces Hezbolá lanzó un segundo misil, que hirió a nueve de ellos. Orgullosamente, la milicia pro-iraní posteó un video del incidente. Aunque esta vez no había dudas acerca de la identidad del atacante ni de la intencionalidad de la agresión contra un sitio sagrado del cristianismo, no hubo reacciones indignadas significativas por parte de oficiales católicos.

Esta doble vara tipifica la respuesta vaticana a la guerra Israel-Hamás (más Hezbolá) en estos meses. Ya la primerísima reacción oficial católica a la incursión ultraviolenta de Hamás al territorio israelí había sido un fracaso moral. El mismo 7 de octubre, el Patriarcado Latino de Jerusalén (que integra la Iglesia Católica) emitió un comunicado donde no condenaba las atrocidades de Hamás y las ponía en pie de igualdad con la incipiente respuesta israelí. Declaraba:

El ciclo de violencia que ha matado a numerosos palestinos e israelíes en los últimos meses ha estallado esta mañana, sábado 7 de octubre de 2023. Asistimos a una explosión repentina de violencia que es muy preocupante por su extensión e intensidad. La operación lanzada desde Gaza y la reacción del ejército israelí nos están devolviendo al peor período de nuestra historia reciente. Las demasiadas víctimas y tragedias que tienen que afrontar tanto los palestinos como las familias israelíes crearán más odio y división y destruirán cada vez más cualquier perspectiva de estabilidad […] Hacemos un llamado a la comunidad internacional, a los líderes religiosos de la región y del mundo, a hacer todos los esfuerzos posibles para ayudar a desescalar la situación, restaurar la calma y trabajar para garantizar los derechos fundamentales de los pueblos en la región.

Tildar a la situación apenas de “preocupante”, definir a la invasión jihadista palestina como “operación”, no llamar por su nombre a la agrupación terrorista palestina, no condenar las masacres, hablar de “ciclo de violencia”, pedir “calma” y reclamar por “los derechos fundamentales de los pueblos de la región” –una obvia mención al nacionalismo palestino– el día mismo del ataque escalofriante, fue poco menos que asombroso. (Para la procesión navideña en Belén, dos meses y medio después, el Patriarca Latino de Jerusalén, Pierbatista Pizzaballa, vistió una kefya palestina sobre su atuendo religioso).

El 13 de octubre, el secretario de Estado vaticano, cardenal Pietro Parolin caracterizó al golpe del movimiento integrista palestino de ser “inhumano” y afirmó que “es el derecho de aquellos agredidos defenderse”, aunque matizó: “Pero aun la legítima defensa debe respetar los parámetros de la proporcionalidad”. También llamó al diálogo entre las partes para “evitar un baño de sangre, tal como está sucediendo en Gaza, donde muchas víctimas civiles inocentes fueron provocadas por los ataques del ejército israelí”.

UN FALSO EQUILIBRIO

¿Y qué sobre el Sumo Pontífice, cuyo mensaje es seguido por cerca de más de mil millones de fieles globalmente? El Papa Francisco respondió a la invasión del territorio soberano de Israel y la consecuente matanza de alrededor de 1.200 israelíes con discursos pacifistas y condenas genéricas a las guerras. Al final de su audiencia semanal, el 11 de octubre, el Santo Padre dijo que “quien es atacado tiene derecho a defenderse, pero estoy muy preocupado por el asedio total bajo el cual viven los palestinos en Gaza”. En general, pidió por la liberación de los rehenes israelíes y extranjeros capturados por los terroristas palestinos y balanceó esos exhortos con llamados humanitarios a favor de los civiles gazatíes. No condenó explícitamente a Hamás ni sus acciones durante los primeros tres meses posteriores a aquél fatídico 7 de octubre, y prefirió hacer alusiones vagas; cuando repudió con claridad, lo hizo sin nombrar a Hamás. En este plazo, insinuó que Israel cometía crímenes de guerra y que respondió “al terror con terror”. El Papa Francisco mantuvo una tensa llamada telefónica con el presidente israelí Isaac Herzog el mismo mes del ataque, dado que según informó el Washington Post “el Papa estaba calificando su campaña en Gaza como un acto de terrorismo”. Asimismo, clamó por un cese de fuego repetidas veces, algo que desde la perspectiva israelí equivalía a otorgar la victoria a Hamás.

A fines de octubre hizo un rezo por la paz que no incorporó una condena al terrorismo palestino, eligiendo en su lugar atenerse a meditaciones espirituales del tipo “María […], Reina de la paz, sufres con nosotros y por nosotros, al ver a tantos de tus hijos abatidos por los conflictos, angustiados por las guerras que desgarran el mundo”. Fiel a su visión personal de la ecuanimidad, Francisco recibió a mediados de noviembre en Roma, en continuado, a familiares de israelíes secuestrados y a familiares de gazatíes. “Recemos por el pueblo palestino, recemos por el pueblo israelí”, entonó el Papa argentino, “para que llegue la paz”. En declaraciones públicas posteriores, dijo: “Hemos ido más allá de las guerras. Esto no es una guerra. Esto es terrorismo”; frase que fue interpretada como una crítica dura a Israel. Una pequeña controversia se gestó ante los trascendidos –afirmados por la delegación palestina y negados por el Vaticano– de que el Sumo Pontífice había tildado de “genocidio” lo que estaba ocurriendo en la Franja de Gaza. Los ángelus pronunciados todos los domingos en la plaza de San Pedro sirvieron de ocasión para que el Papa se exprese sobre la continua guerra Hamás-Israel. Todos fueron humanistas, pero políticamente ambiguos.

Recién el 8 de enero, en ocasión de su tradicional saludo de Año Nuevo al cuerpo diplomático acreditado ante la Santa Sede, Francisco pronunció uno de sus mensajes más contundentes. A diferencia de los ángelus, dirigidos a la feligresía católica, aquí la audiencia era la comunidad diplomática, y las palabras del Papa sonaron más enfáticas. El Sumo Pontífice instó una vez más a la liberación de los rehenes, pidió por un cese de fuego –“incluso en el Líbano”–, expresó su preocupación por los sucesos “en Israel y Palestina” y disparó munición gruesa, políticamente hablando. Por un lado, condenó sin miramientos las atrocidades de Hamás como nunca antes lo había hecho:

Todos nos hemos quedado conmocionados por el ataque terrorista contra la población de Israel del pasado 7 de octubre, en el que fueron heridos, torturados y asesinados de manera atroz tantos inocentes y en que muchos otros fueron tomados como rehenes. Repito mi condena por esa acción y por cualquier forma de terrorismo y extremismo.

Cabe notar la categorización de “terrorista” a la agresión de Hamás, aun cuando, una vez más, eligió no nombrarlo explícitamente, y “mi condena por esa acción”. A continuación, el Santo Padre responsabilizó al movimiento palestino por las consecuencias padecidas por los gazatíes como resultado de su invasión:

No es este el modo en el que se pueden resolver las controversias entre los pueblos, es más, las hacen más difíciles, causando sufrimiento a todos. De hecho, lo que provocó fue una fuerte respuesta militar israelí en Gaza que ha traído la muerte de decenas de miles de palestinos, en su mayoría civiles, entre ellos muchos niños, adolescentes y jóvenes, y ha provocado una situación humanitaria gravísima con sufrimientos inimaginables.

Como era de esperar a la luz de los equilibrios que persigue la diplomacia vaticana, Francisco se aseguró de incluir este dardo a Israel:

Por otra parte, las guerras modernas ya no se desarrollan sólo en los campos de batalla delimitados, ni afectan solamente a los soldados. En un contexto en el que ya no parece observarse una distinción entre los objetivos militares y civiles, no hay conflicto que no termine de algún modo por golpear indiscriminadamente a la población civil. Los sucesos de Ucrania y Gaza son una prueba evidente de esto. No debemos olvidarnos de que las violaciones graves del derecho internacional humanitario son crímenes de guerra.

Vale decir: el ataque de Hamás contra civiles fue un acto “terrorista”, pero Israel comete “crímenes de guerra”; aun cuando en realidad nunca ponga en la mira a civiles deliberadamente. La equivalencia moral quedó establecida. “Incluso cuando se trata de ejercer el derecho a la legítima defensa”, afirmó además el Papa, “es esencial atenerse a un uso proporcionado de la fuerza”. Francisco solicitó a la comunidad internacional que “promueva con determinación la solución de dos Estados, uno israelí y uno palestino, así como también un estatuto especial internacionalmente garantizado para la Ciudad de Jerusalén”. Esto último se excedió de los contornos de la guerra en curso e incursionó en una larga aspiración diplomática vaticana a propósito del estatus de la ciudad santa.

LA TRAMPA DEL HIPER-PACIFISMO

El Vaticano incluye a la Iglesia Católica, que lidera espiritualmente, y a la Santa Sede, que lo hace política y diplomáticamente. Ambas son gobernadas por el Sumo Pontífice, que es simultáneamente el líder religioso y político supremo de ambas instituciones. El Papa tiene gran influencia en los asuntos globales y en la opinión pública, especialmente la católica. El Vaticano podrá no tener un solo tanque o jet militar, pero el Papa trata de igual a igual a los líderes de las grandes potencias del mundo y Roma es un muy importante centro diplomático. La palabra del Papa importa.

Es entendible que como autoridad religiosa Francisco haya impartido mensajes morales, centrados en la tragedia humanitaria de la guerra. Pero él también es una autoridad política, y sus pronunciamientos fueron decepcionantes en este campo. El Papa protestó contra la guerra en sí misma sin reconocer que Hamás era el responsable primario de haberla iniciado. No denunció la práctica conocida de Hamás de incrustar su arsenal militar y combatientes en la infraestructura civil de Gaza, sea en hospitales, escuelas, mezquitas, hogares y oficinas de la ONU. No denunció el yihadismo de Hamás como un componente crucial de una ideología religiosa supremacista, ni pidió combatirla. No instó a Hamás a que desista de proseguir con esta confrontación, limitándose a pedir por la liberación de los secuestrados. Estos llamamientos hubieran balanceado un poco sus reiteradas exhortaciones por los civiles gazatíes (por cuyo destino Israel es principalmente responsabilizado) y por un cese de fuego (que militarmente sólo beneficiaría a Hamás).

Francisco ha hecho gala de un pacifismo a rajatabla, llegando a protestar contra “los fabricantes de armas”, lo cual dejó en evidencia una comprensión limitada de la realidad geopolítica regional: del rol de la República Islámica de Irán, del papel que juega la ideología fundamentalista en el Medio Oriente, de los intereses de varios actores regionales y potencias mundiales. Su expectativa de nulas bajas colaterales, además de irrealista en el marco de una guerra –de cualquier guerra–, equivale a exigirle la rendición a Israel, que fue la nación agredida. Aquello de que “lo que se construye sobre escombros nunca será una verdadera victoria”, que declaró el Papa, tiene precedentes históricos que lo desmienten: la transformación democrática de Japón, Alemania e Italia tras la Segunda Guerra Mundial. Para peor, su híper-pacifismo está en contradicción con la doctrina de la guerra justa enunciada por San Agustín en el siglo IV y que fue una piedra basal de las leyes modernas de la guerra. Andrea Tornielli, director editorial de los medios vaticanos, confirmó este punto en un editorial del 24 de noviembre en L’Osservatore Romano:

Durante más de un siglo, la Santa Sede, con un crescendo de pronunciamientos determinado por el agravamiento de las amenazas bélicas y el uso de armas cada vez más sofisticadas y destructivas, declara con fuerza su “no” a la guerra. Del llamamiento profético de Benedicto XV contra “la inútil masacre” de la Gran Guerra hasta las repetidas palabras en cada ocasión del Papa Francisco sobre la guerra como una derrota para la humanidad, el magisterio de los Obispos de Roma ha clarificado y profundizado que no existen “guerras justas”.

Según esta mirada pontifica, entonces, no habría justicia en la guerra de defensa y de necesidad que Israel se vio obligada a librar tras un ataque no provocado de dimensiones horrorosas que incluyó asesinatos en masa, violaciones grupales, decapitaciones, mutilaciones, incendios de personas vivas y secuestros masivos, perpetrado por un enemigo imbuido de una aspiración religiosa de exterminio. Dar respuesta a esta guerra santa de siglo XXI, ¿no sería una guerra justa? Para nada, cree Francisco, puesto que “la guerra es en sí misma un crimen contra la humanidad”, tal como afirmó durante su ángelus del 14 de enero.

Con sus sermones humanistas en torno a la confrontación entre Hamás e Israel, Francisco puede estar honrando su misión como líder religioso. No obstante, está al mismo tiempo disminuyendo su estirpe de estadista. Su pacifismo puede ser loable, pero poco afectará la dinámica compleja que hoy vincula en una lucha de supervivencia a una democracia liberal con una milicia integrista genocida.