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La Nación (Costa Rica)

La Nación (Costa Rica)

Por Julián Schvindlerman

  

El bicentenario de Richard Wagner – 08/09/13

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Richard Wagner (1813-1883) fue un músico extraordinario, un esnob revolucionario, un creador de inmenso talento colmado de paradojas y un antisemita legendario. Un hombre que trabajó con judíos, se benefició de su filantropía y los odió como pocos. Un reaccionario que detestó a la aristocracia y militó en su contra, y a la vez recibió el apoyo de reyes y personalidades del establishment . Durante gran parte de su carrera fue un paria político, perseguido por las autoridades, con prohibición de ingresar a partes de su Alemania natal e incapacitado, incluso, de ver la representación de sus propias obras, donde fuera que la orden policial imperial estuviera vigente. Y al mismo tiempo fue un artista aclamado.

Opiniones encontradas. Tal fue su naturaleza que, incluso, la misma persona podía albergar opiniones encontradas sobre él en diferentes momentos de su vida. La primera impresión que de él tuvo Friedrich Nietzsche fue óptima: “Cuando ayer conocí a Richard Wagner, sentí un deleite de un sabor tan peculiar que ya no soy exactamente quien era antes”. Pero al final de sus días escribió dos ensayos hostiles afirmando: “Sostengo que Wagner es perjudicial” y “Mi vivencia más importante fue una convalecencia. Wagner es tan solo una de mis enfermedades”. En un libro titulado En búsqueda de Wagner, escrito a fines de la década de 1930, que es una exploración de las raíces ideológicas del nazismo, Theodor Adorno postuló que el antisemitismo de Wagner no era un atributo idiosincrático de su personalidad, sino una característica de toda su obra artística. Sin embargo, unas décadas después, Adorno desarrolló cierto aprecio por el compositor y en una serie de ensayos breves escritos en los años cincuenta y sesenta buscó rehabilitarlo. Thomas Mann inicialmente se refirió a Wagner como “la fuente de la experiencia más fértil y profunda de mi juventud” para terminar despreciándolo como “ese gnomo resoplado de la Sajonia con su talento colosal y personalidad lamentable”.

Ensayos y cartas. A diferencia de otros compositores, escribió sobre la música mientras componía música. Y, además de haber compuesto una obra monumental, Wagner escribió una considerable cantidad de ensayos políticos y artísticos, redactó unas diez mil cartas y dictó una autobiografía de alrededor de un millar de páginas. Uno de sus textos más famosos fue El judaísmo en la música, en el cual protestaba contra la “influencia judaica en la música”, afirmaba que el judaísmo era “la mala conciencia de nuestra civilización moderna”, alegaba que los judíos eran incapaces de crear artísticamente y clamaba por su total aniquilación. Su arenga era radical aún en una coyuntura en la que el antisemitismo estaba esparcido. Wagner fue también un nacionalista que exaltó la identidad alemana, basó sus óperas en el pasado legendario e histórico de Alemania y se preocupó por el futuro colectivo de su país.

Referente racista. La combinación intensa de nacionalismo y antisemitismo hicieron de él un referente para los racistas de su tiempo y por venir. Su influenciase notó en obras súper xenófobas como Los cimientos del siglo XIX, de Houston Stewart Chamberlain; Ensayo sobre la inequidad de las razas humanas,de Josef Arthur de Gobineau, y Mein Kampf, de Adolf Hitler, quien mencionó al compositor en su texto y de quien dijo orgullosamente: “Los trabajos de Wagner son la encarnación de todo a lo que el nacionalsocialismo aspira”. El ministro de Propaganda nazi, Josef Goebbels, consagró una de las obras de Wagner como la ópera oficial del régimen: “De todos los dramas musicales, DieMeistersinger se destaca como el más alemán. Es simplemente la encarnación de nuestra identidad nacional”.

En su tiempo Wagner fue un revolucionario. Cuando ocurrieron las revueltas de 1830 en París, las apoyó desde Leipzig: “Este día marcó para mí el comienzo de la historia, y yo naturalmente me encomié con corazón y alma a la revolución”. Cuando las revueltas estallaron en Dresdeen 1848, Wagner proclamó: “¡Dejen que sus antorchas quemen brillantemente!… ¡Dejen que reduzcan todo al polvo y las cenizas!”.

Habiendo puesto sus esperanzas revolucionarias en 1852, una vez arribado ese año sin cambio político real se negó a reconocerlo y fechó sus cartas “32 de diciembre de 1851” y así sucesivamente. “Durante la mitad de su vida”, observó Nietzsche con ironía, “Wagner creyó en la revolución como solo un francés podía hacerlo”.

Varios

Varios

Por Julián Schvindlerman

  

La peculiar judeofobia de Richard Wagner – 09/13

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Artículo publicado en Revista Amijai

La relación de Richard Wagner con los judíos permanece como una de las paradojas más fuertes de su personalidad. El compositor alemán los detestó intensamente y manifestó su desprecio por los hebreos especialmente a través de un ensayo de su autoría titulado El judaísmo en la música, publicado por vez primera en 1850 con un seudónimo y posteriormente reditado en 1869 con su propia firma. En sus páginas, Wagner clamaba por la completa aniquilación de los judíos. Aún en un contexto de teorías raciales y rampante antisemitismo, su arenga antijudía fue tan extrema que con justicia ubicó a Wagner como uno de los más grandes enemigos en la historia del pueblo judío. Extrañamente, empero, el compositor alemán supo cultivar lazos personales y profesionales fructíferos con muchos judíos, conforme han documentado varios autores y especialmente Milton Brener.En Paris Wagner conoció a uno de sus primeros amigos judíos, Samuel Lehrs. Era un académico dedicado a la filología y a la filosofía de quién Wagner se beneficiaría enormemente. Su apellido familiar era Kaufman pero sus padres lo habían cambiado al convertirse al cristianismo. Lo que Lehrs no puedo darle al músico alemán en patrocinio material -era pobrísimo- se lo ofreció en enriquecimiento intelectual: el interés por la poesía medieval clásica, la filosofía y el material base de sus obras Tannähuser y Lohengrin. Cuando Lehrs falleció, Wagner, acongojado, escribió a un amigo en común: “este hombre valiente, maravilloso y tan desafortunado será para mí eternamente inolvidable”. Al dictar su autobiografía a su segunda esposa, Wagner caracterizó su vínculo con Lehrs como “una de las amistades más hermosas de mi vida”.Fue asimismo en la capital francesa donde Wagner se relacionó con otro judío, Giacomo Meyerbeer, el compositor de óperas más destacado de Francia en aquél entonces. Su nombre real era Jacob Beer pero lo modificó al convertirse al cristianismo antes de emigrar a Paris. Wagner lo contactó por medio de una epístola introductoria en la que aseguró que él no podía negar que “fueron sus trabajos los que sugirieron esta nueva dirección para mí… No puedo dejar de agregar que en usted yo veo la personificación perfecta de la tarea que enfrenta el artista alemán, una tarea que usted ha resuelto por medio de haber absorbido con maestría los méritos de las escuelas italiana y francesa para dar validez universal a los productos de tal genio”. Tres años después, dos mujeres judías, madre e hija, conocidas de Meyerbeer, redactaron una carta de presentación a Wagner para entregar a éste. A partir de entonces, el famoso compositor ayudó al joven aprendiz a abrirse un camino en el mundo de la música: logró que un teatro parisino aceptara presentar Rienzi y que el director de la Ópera de Berlín aceptase tocar Der Fliegende Holländer. El teatro parisino quebró y Rienzi no pudo ser realizada, el director de la Ópera de Berlín fue remplazado y el nuevo no mostró interés en mantener el compromiso del anterior en relación a Der Fliegende Holländer, pero claramente ello no quita de la historia la realidad de la asistencia de Meyerbeer. Wagner reconoció ello al definir a Meyerbeer como su “gran amigo y protector”.Durante su travesía parisina, Wagner se relacionó a su vez con Jacques Halévy, un compositor judío que mantenía una vida sentimental paralela: tenía una esposa judía, una amante cristiana, e hijos de ambas. Halévy contrató a Wagner para que lo asistiera en la composición pianística de un segmento de su ópera Reine de Chypre. Wagner se sintió fuertemente atraído por el arte de su mentor hebreo y declaró que su excelencia “justifica la participación de todos los judíos en nuestras preocupaciones artísticas”. En 1842 publicó un ensayo de veinticinco páginas en la Gazette Musicale en el cual aplaudía la obra de Halévy: “Juro que nunca antes he escuchado música dramática que me ha transportado tan completamente a cierto alcance de la historia”. Al referirse a la ópera de Halévy La Juive, Wagner dijo que “quienquiera que pueda apreciar la solidez, la dignidad de la música alemana, para él la influencia ejercida por parte de una de las ramas más importantes del autor de La Juive no parecerá uno de sus más pequeños título de gloria”. Tildó a las composiciones de Halévy como el “pathos de la tragedia lírica elevada”.Durante su período en Viena, Wagner trabó amistad con Karl Tausig, un sobresaliente pianista judío polaco que desde los catorce años era alumno de Liszt. Éste último, a pesar de su antisemitismo declarado, tuvo a varios alumnos judíos y de Tausig hizo un preferido; de él dijo que tenía “dedos de acero” y que su técnica era infalible. Al igual que Liszt, Wagner quedó encantado con el joven talento y cultivó incluso una cálida amistad con él.Otro amigo cercano suyo fue Heinrich Porges, un judío checo que estudió leyes y filosofía en la Universidad de Praga, eligió abocarse a la música clásica, tuvo como maestros a Liszt, Bülow y Cornelius, y fue corresponsal en Praga del Nuevo Jornal de Música unos diez años después de que éste mismo medio publicara el texto judeófobo wagneriano en sus páginas. Porges a su vez coeditó con Hans von Wolzogen el Bayreuth Blätter, una gacetilla dedicada exclusivamente a Wagner y su obra. Junto con Tausig y Cornelius, Porges propuso a Wagner la realización de un concierto suyo en Praga. Al día siguiente de la performance, Porges pagó unos dos mil marcos y Wagner le dijo jocosamente que “este era el primer dinero que alguna vez yo había ganado por medio de mis propias gestiones”. Ese dinero le permitió trasladarse a San Petersburgo para dar cinco conciertos y otros más en Moscú por los que percibió doce mil marcos. En Breslav fue organizada otra representación wagneriana por Leopold Damrosch, un director musical judío. La audiencia de este último concierto estuvo llena de judíos. Asimismo, Wagner fue amigo del tenor judío Angelo Neumann, quién llegó a ser el administrador del Teatro de la Ópera de Leipzig, se hizo empresario y promovió la obra wagneriana por doquier.Pero fue en su relación con Josef Rubinstein, un joven judío oriundo de Rusia, donde más cabalmente quedó evidenciada la dualidad emocional de Wagner hacia los judíos. Rubinstein tomó la iniciativa de escribir al compositor alemán ofreciendo ponerse a su servicio artístico. El pianista ruso traía consigo una buena reputación. A los dieciocho años había dado su primer concierto y a los veintidós había sido nombrado pianista personal de la Gran Princesa Elena de Rusia. La misma tarde en que arribó a la casa de los Wagner, les dio un concierto de piano que los dejó asombrados. “Es como si la música fuese realmente escuchada por primera vez” anotó su esposa Cósima en su diario. Richard lo designó como uno de sus cuatro copiadores y permaneció relacionado a los Wagner por los siguientes diez años.Cuando los Wagner quedaban satisfechos con las ejecuciones pianísticas del joven asistente, lo expresaban con alabanzas a su profesión. Pero cada vez que su performance les resultaba inadecuada, atribuían la falla a su religión. Así, Cósima caracterizó de “muy hermosamente y delicadamente” tocada la Sonata opus 111 de Beethoven que Rubinstein les ofreció en noviembre de 1874. Al mes siguiente, Rubinstein tocó otra pieza de Beethoven que no complació a Wagner, y éste acotó: “Los judíos no tienen sentimiento folklórico y en consecuencia no pueden amar ni reconocer la calidad en Beethoven”. En otra oportunidad, Cósima indica que su marido estaba “complacido con el talento de Josef Rubinstein” y que éste tocó para ellos waltzes de Strauss para su “gran disfrute”. De modo similar, Cósima describió como “espléndido” un concierto del pianista judío y en otro momento confesó que “Rubinstein provee un goce enorme con su ejecución de piano”. Pero cuando no le satisfizo anotó: “Los ensayos de piano terminaron con el completo descarte de Herr Rubinstein quién una vez más exhibió todas las características sombrías de su raza”. Con cierto candor, Wagner expresó su sentir hacia Rubinstein a mediados de 1876 al terminar un ensayo. En presencia de varios artistas, el compositor empezó agradeciendo a Rubinstein y finalizó así: “Si nosotros nunca nos acercamos más a nivel humano, la falta no es mía sino suya. Usted es miembro de una raza extranjera por la que no tenemos simpatía”.Con todo, el judío que de modo más prominente calzó en el espacio wagneriano fue Hermann Levi, al ser el elegido del compositor para dirigir su obra Parsifal (la cuál, llamativamente, es considerada una de sus obras más cristianas). Levi fue un director de orquesta notable, destacado incluso en un continente y un siglo repleto de conductores importantes. Wagner había causado una profunda impresión en el joven director desde aquella primera vez en que éste había asistido a una performance de Tristan und Isolde en la Ópera de Berlín: “Mi éxtasis me mantuvo cantando en mi interior hasta la mitad de la noche, y cuando desperté a la mañana siguiente supe que mi vida había cambiado. Una nueva época había empezado: Wagner era mi dios, y yo quería convertirme en su profeta”. Una declaración impresionante si uno considera que provenía de un descendiente de rabinos. Wagner se refirió a Levi como su “más apreciado amigo” y, cuando crecía la oposición de su entorno a que un judío dirigiese una obra suya en Bayreuth, se atribuye a Wagner haber dicho “no Levi, no Parsifal”.A la luz de sus lazos estrechos con muchos judíos, del patrocinio material que éstos le brindaron, del estímulo intelectual que le dieron, de la amistad sincera que le confirieron, de la admiración que le profesaron, y de los sentimientos afectuosos que el propio Wagner mostró hacia éstos durante su vida, resulta casi imposible leer Judaísmo en la Música y creer que la misma persona es su autor.
Wagner nunca logró despojarse de la tensión interna que en él vivía, empujándolo en direcciones opuestas por su admiración artística hacia sus colegas judíos y su desprecio ideológico hacia éstos. Wagner padecía una disonancia cognitiva entre su trato con los judíos y su imagen de ellos, una visión fracturada en su cerebro entre la ficción y la realidad de la existencia judía, y un sentir contradictorio en su corazón ocasionalmente hinchado por el afecto hacia los hebreos y mayormente corroído por el odio a éstos. “Mi vida es una mar de contradicciones”, él mismo admitió, “de la cual sólo espero emerger mediante la muerte”.Pero no fue así. A su muerte, los debates acerca de su persona se multiplicaron. En el año del bicentenario de su nacimiento las polémicas que desde siempre lo rodearon siguen enteramente vigentes.
Varios

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Por Julián Schvindlerman

  

¿Es bueno o malo que Estados Unidos intervenga e Siria? – 03/09/13

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Entrevista publicada en El Comercio (Perú)

El diario El Comercio (Perú) ha consultado a cuatro internacionalistas su postura respecto de la ‘intervención limitada’ que el presidente Obama ha planteado en Siria. Abajo mi comentario.

Todas las perspectivas pueden verse en la nota cliqueando el link.
http://elcomercio.pe/actualidad/1625793/noticia-bueno-malo-que-estados-unidos-intervenga-siria?ft=grid

La acción militar ayudará, dependiendo de cómo se haga. EE.UU. y el mundo libre no pueden tolerar una masacre con armas químicas como la que ha llevado en Siria y no reaccionar de modo efectivo. No se usan (estas armas) desde tiempos de Saddam Hussein, y antes, en la II Guerra Mundial. Esto es muy grave y debe haber una reacción. La mera condena, la retórica, no son efectivas. Por eso se piensa en un castigo militar, que apunta a evitar una vez más el uso de estas armas y de un carácter punitorio por una conducta aberrante.

No obstante, si hay un ataque militar debería buscarse el derrocamiento del régimen. Lo que no debe suceder es que haya una acción militar que sea muy limitada o simbólica que no tenga la utilidad buscada. Barack Obama debe cumplir con su advertencia, cuando dijo que el uso de armas químicas es cruzar la línea roja y esto ameritaba intervenir Siria. Ya la cantidad de muertos, 100 mil, antes de las armas químicas, ameritaban una intervención. La misma ONU dijo que esto era peor que la masacre de Ruanda. En momentos en que el Consejo de Seguridad está bloqueado por Rusia y China, necesariamente se debe actuar fuera de este marco: pero es crucial que no solo EE.UU., sino Europa, la Liga Árabe, Turquía están de acuerdo. Precedentes como el de Kosovo, Iraq, Libia, demuestran que se puede hacer.

En cuanto a los riesgos: no creo que Rusia ni China vayan a confrontar una coalición anti-Siria. Podremos ver protestas, embargo a la zona pero nada militar. Con Irán sí hay un riesgo de ataque contra Israel a pesar de que esta nación no está involucrada en el conflicto. Sin embargo, Irán también tiene que pensarlo seriamente al defender a Siria. Puede dar una excusa a Israel para que lo ataque. Israel podría responder y aprovechar para liquidar el programa nuclear iraní, por ejemplo. Hay precedentes: hace años Israel incursionó en territorio sirio para romper un reactor atómico, atacó un convoy de armas que iba a cruzar Siria para llegar a Hezbolá en el Líbano. Siria no respondió nunca estos ataques. ¿Por qué? Por que atacar a Israel trae sus riesgos.

Mundo Israelita

Mundo Israelita

Por Julián Schvindlerman

  

¿Otro proceso de paz? – 30/08/13

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Es difícil comprender las motivaciones de la Casa Blanca en invertir esfuerzos diplomáticos considerables en relanzar el proceso de paz entre israelíes y palestinos en este preciso momento.

El Medio Oriente está en llamas. Siria adolece una guerra civil de cien mil muertos, de tal gravedad que las Naciones Unidas han dicho que la magnitud de sus atrocidades han superado al genocidio de Ruanda; el símbolo de las matanzas de los años noventa. Armas químicas fueron usadas en su territorio y jihadistas de la región se están aglutinando allí. Rusia, Irán, Arabia Saudita y Turquía entre otras naciones están entrometidas. Israel ha cruzado fuego con el ejército sirio en los Altos del Golán. Egipto está agonizando, con dos presidentes derrocados en poco más de dos años, un movimiento islamista expandido y a la vez masivamente reprimido, y una junta militar golpista una vez más ejerciendo el poder. El Sinaí se ha transformado en tierra de terroristas e Israel debió realizar una operación militar para contener las agresiones que de esa zona han emanado. El Líbano y Jordania han sido afectados por la onda expansiva violenta desde Damasco y están presionados por las grandes cantidades de refugiados albergados. En Túnez, asesinatos políticos bajo el sello islamista han puesto en jaque a la coalición gobernante y Libia todavía batalla por evitar que las milicias armadas aumenten su poder. El fundamentalismo islámico se ha propagado e Irán continúa desafiando a la paz regional.

Vale decir, el Medio Oriente está -por decir lo mínimo- inestable. Lo único que ha estado relativamente estable ha sido Israel/Palestina. Dejando de lado la última contienda con Hamas desde Gaza, las relaciones de Fatah en Cisjordania con Israel han estado quietas. Sí, siempre hay reclamos y hubo una ofensiva política en la ONU. Pero eso fue básicamente todo. La Administración Demócrata ha elegido mayormente desentenderse de muchas de las situaciones del mundo árabe que realmente han demandado su urgente atención y, sin embargo, ha decidido inmiscuirse en prácticamente la única área que no ofrecía una amenaza actual a la estabilidad regional: el conflicto palestino-israelí. El gobierno de Barack Obama eligió irse de Irak y de Afganistán, no entrar a Siria, liderar desde la retaguardia en Libia (es decir, no liderar) y mirar para el otro costado frente al programa nuclear de Irán, pero cargó todas sus fichas en el tablero palestino-israelí, un asunto que además ha mostrado ser resistente a una solución. El enigma no es menor.

Por lo que a las partes refiere, sabemos que no tenían mucho interés en reunirse.

El premier Netanyahu ha sido tradicionalmente escéptico de las posibilidades de éxito en esta área y no desea que su país sea arrastrado a una negociación agotadora, fútil e interminable. Ya se ha intentado por dos décadas y a lo largo de ese lapso temporal hubo intifadas, terrorismo y confrontación política: de todo menos paz. Antes, Jordania y Egipto, en tanto socios de la paz de Israel y patrones políticos de la Autoridad Palestina, podían influir, y de hecho lo hacían, sobre las partes para avanzar las negociaciones. Hoy ninguna de estas naciones puede oficiar de garante de la paz; están demasiado introspectivas, justificadamente. Cuando los israelíes miran a su alrededor ven grandes transformaciones geopolíticas y nubarrones de incertidumbre. Aún si hacen las concesiones que se les exige, se preguntan: ¿estará Abbas o un sucesor confiable presto a garantizar la paz conseguida? Su mandato terminó en el 2005 y carece del carisma y popularidad de su problemático predecesor y está tan desinteresado en retomar el diálogo que pone precondiciones complicadas para sentarse a negociar en primer lugar. Y aún si triunfara el proyecto de la paz entre Israel y la AP, restaría lidiar con la hostil Gaza, que ha de ser, presuntamente, parte del futuro estado palestino. Palestina tampoco está en orden.

A muchos israelíes les resulta extraño que, dado que solamente ellos pueden dar a los palestinos el estado que anhelan, estos últimos eleven exigencias irrealizables para apenas dar inicio a las tratativas de paz. Les llama la atención estar viendo siempre los mismos rostros durante dos décadas de negociación: Mahmoud Abbas, Hanan Ashrawi, Saeb Erakat, Jibril Rajoub, etc. Y no sólo las mismas caras sino las mismas posiciones intransigentes. ¿Es que acaso han cambiado en algo las posiciones palestinas sobre Jerusalem, los asentamientos, las fronteras de 1967, el derecho al retorno y la naturaleza judía de Israel? Estos últimos veinte años no han flexibilizado uno sólo de los reclamos históricos del nacionalismo palestino. Del lado israelí hubo líderes negociadores que surgieron de diversos costados ideológicos: Shimon Peres, Itzjak Rabín, Ehud Olmert, Ariel Sharon, Ehud Barak, Binyamín Netanyahu. Y la sociedad se ha hecho centrista: posturas que antes repudiaba hoy son de consenso social: un estado palestino que viva en paz y seguridad junto a su pequeña nación. La cuestión de Jerusalem y la disposición final de sus fronteras así como el destino de los asentamientos son temas de continuo debate social allí. ¿Dónde está -de hecho dónde alguna vez ha estado- el mismo debate del lado palestino?

La paz es maravillosa. Pero forzar un proceso de paz cuando no hay chances genuinas de que sea exitoso puede tener consecuencias indeseadas, incluso violentas, que no podemos ignorar. A veinte años de Oslo y habiendo ocurrido todo lo que ocurrió, ya simplemente no podemos dejar, una vez más, que las ilusiones y el optimismo cancelen al realismo y la objetividad.

Comunidades, Comunidades - 2013

Comunidades

Por Julián Schvindlerman

  

Mis veinte años en Comunidades – 28/08/13

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Dos décadas atrás, en mis tiempos de estudiante universitario en la Facultad de Ciencias Económicas de la Universidad de Buenos Aires -carrera que en retrospectiva vería como un error de juventud y que corregiría con un posgrado especializado en asuntos mesoorientales años más tarde en el extranjero- me tomó por sorpresa, como a tantos otros, el anuncio del Acuerdo de Oslo entre el Estado de Israel y la Organización para la Liberación de Palestina. A mis veintidós años no tenía una conciencia política sólida y mi conocimiento de los asuntos del Medio Oriente y de la historia de Israel eran limitados. Había visitado Israel en el marco de un plan para jóvenes y había recibido una educación primaria en escuela hebrea. El hogar familiar respiraba una atmósfera de identificación con el destino del pueblo judío y el de Israel. Estaba imbuido de las lecturas de autores notables como Leon Uris, Howard Fast, Elie Wiesel, Sholem Aleijem y otros que habían contribuido a moldear un cierto modo de ver las cosas y dotado un sentido de preocupación por el devenir del pueblo judío y las vicisitudes del estado judío. Pero carecía de una formación académica solvente y de una experiencia profesional o personal tal que permitiera una evaluación política o meta-histórica de los acontecimientos.

Sin embargo, la intuición se hizo escuchar y claramente se expresó por el lado del escepticismo. ¿Por qué estaban los israelíes negociando, y así validando, a terroristas sangrientos que tanto dolor les habían causado? ¿Podían ser tan crédulos de la palabra de quienes hasta el día anterior habían estado clamando por, y operando en pos de, su aniquilación? ¿Qué esperaban obtener de un acuerdo que, en mi parecer, era incorregiblemente inmoral? Incentivado por interrogantes de este tipo me senté frente a un ordenador (o quizás máquina de escribir) y me dejé llevar por mis ideas, trasladándolas al papel en forma de una alerta de que el acuerdo era un gran error histórico de Israel. Al completarlo, algo importante para mi futura carrera profesional había ocurrido: había escrito mi primer artículo sobre relaciones internacionales. En mi casa se recibía el periódico Comunidades así es que resultó lógico que pensara en aquél medio para hacer llegar mi breve e indignado manifiesto. Sus editores, Natalio Steiner y Alberto Rotenberg, aceptaron publicarlo. Fue el inicio de una relación que -felizmente- se extendería por muchos años. Los editores se tomaron la libertad de modificar el título, el cual quedó como un signo de pregunta: ¿Concesiones a quién?». Fue la primera y única vez que un título mío fue alterado en sus páginas. Ambos merecen el reconocimiento de haber dado lugar al texto de un joven desconocido, motivado e inquietado por los enormes sucesos de aquél entonces.

Conocemos la historia y cómo terminaron las cosas. Lo que comenzó con un apretón de manos de alto simbolismo en los jardines de la Casa Blanca y que fue acompañado por el entusiasmo de masas de judíos y gentiles, encandilados por una era de paz que creían divisar, concluyó abruptamente en una confrontación brutal. Veinte años después no hay nada para celebrar. La imagen internacional de Israel es pésima, y de hecho, peor de lo que era a inicios de los años noventa. Sus esfuerzos por la paz, aún a costa de grandes riesgos para su seguridad y para la cohesión de su sociedad, no han sido cabalmente apreciados por sus vecinos ni por la comunidad internacional. Israel es visto como un estado opresor y los palestinos, como un pueblo víctima. Equiparaciones de Israel con el Tercer Reich, el Apartheid y el colonialismo son frecuentes, aún en foros respetados. Las entregas territoriales que el país hizo desde entonces sólo le trajeron complicaciones e incluso contiendas bélicas. Cada acto de terror palestino en las ciudades de Israel no ha fomentado una mayor simpatía por la nación atacada y, paradójicamente, ha aumentado el estatus de víctima del pueblo palestino en la mirada mundial. Cada medida defensiva de Israel sólo ha generado rechazo universal. Dos décadas atrás, algunos líderes israelíes con el apoyo de importantes sectores de la población, aseguraron que riesgos debían tomarse en aras de la paz. Los riesgos fueron tomados y la paz no ha arribado. Incluso los más ardientes defensores de Oslo pueden ver hoy que las consecuencias de estrechar la mano a Yasser Arafat han sido fatales.

Veinte años después de la firma del Acuerdo de Oslo un nuevo esfuerzo se está realizando por la paz en Israel y en Palestina. Y una vez más ha sido inaugurado del modo equivocado: poniendo en libertad a asesinos de inocentes. Difícilmente un proceso de paz que requiere la liberación de terroristas pueda llegar a buen puerto. Una vez más se reincide en la equivocación de asumir que sólo Israel es la parte obligada a la realización de concesiones: nótese que Israel es presionada a dar muestras de buena voluntad para apenas lograr que la Autoridad Palestina se avenga a negociar. Y otra vez se está ignorando el crucial tema de la educación popular: mientras la incitación antijudía y antisionista en las zonas palestinas continúe impune no habrá la más remota chance para la paz.

¿Quién sabe? Quizás esta vez sí funcione. Pero algo me dice que, en el mediano plazo al menos, eso no sucederá. Ahora no se trata de una mirada intuitiva hacia el futuro. Veinte años de acontecimientos nos pueden educar.

La Razón (España)

La Razón (España)

Por Julián Schvindlerman

  

El nivel infernal del conflicto Sirio – 22/08/13

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A casi un año exacto desde que el presidente estadounidense, Barack Obama, advirtiera contra el uso de armas químicas al Gobierno sirio, y tres días después de la llegada al país árabe del primer equipo inspector de Naciones Unidas para la investigación del uso de tales armas no convencionales, una nueva y grave instancia de presunto empleo de armamento químico ha surgido. La oposición ha acusado al Gobierno de Bachar al Asad de haber masacrado a más de un millar de personas por medio de gas venenoso y diversos canales de televisión saudíes y qataríes han mostrado imágenes espeluznantes de las supuestas víctimas.

El régimen sirio niega enfáticamente las acusaciones y Rusia, su único aliado en el Consejo de Seguridad de la ONU, asegura que todo el asunto es una maniobra de propaganda destinada a consternar a la opinión pública mundial, a sabotear una planeada conferencia diplomática prevista próximamente en Ginebra, y a presionar a las potencias hacia el camino de la intervención militar. La Unión Europea y Estados Unidos han reaccionado con igual dosis de indignación y cautela, conscientes de que no podrán tolerar tamaña atrocidad y ansiosos por determinar la veracidad de las acusaciones. Por haber ocurrido los ataques en una zona virtualmente vedada a la Prensa internacional y en consecuencia de difícil acceso para confirmar la autenticidad de los hechos, en el momento de escribir estas líneas no puede evaluarse el panorama en su totalidad.

La credibilidad de las partes no ayuda a la tarea del esclarecimiento. El Gobierno integra a una tiranía atroz y gran parte de la oposición, a grupos yihadistas. En medio de tanta confusión, no obstante, es cada vez más claro que política y humanitariamente la crisis siria ha descendido a un nivel infernal.

Televisivas

Voice of America News – VOA (TV de Estados Unidos) – 16/08/13

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Programa: Foro Interamericano
Conducción: Patricia Dalmasy
Canal: Voice of América (TV de Estados Unidos)
Fecha: 16/08/2013
Tema: Los resultados electorales en la Argentina

Panelistas:
Desde Washington: Lino Gutiérrez, ex embajador de los Estados Unidos en la Argentina
Desde Buenos Aires: Francisco Resnicoff, analista del CIPPEC
Desde Buenos Aires: Julián Schvindlerman, comentarista poítico

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