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Compromiso

Compromiso

Por Julián Schvindlerman

  

A diez años del 9/11 – 09/11

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La respuesta estadounidense al más grave atentado en la historia universal del terrorismo quedó esencialmente expresada en dos vectores de consecución simultánea: the war on terror (la guerra contra el terror) y the war of ideas (la guerra de las ideas).

Manifestación de la primera fueron las intervenciones militares en Afganistán y en Irak, las operaciones anti-terroristas en tierras remotas, la reorganización de la estructura de inteligencia, la creación de un marco jurídico adecuado para llevar adelante el combate y, por sobre todo, el reconocimiento de que lo ocurrido había sido efectivamente un acto de guerra. En un reciente documental emitido por el canal de National Geographic, el ex presidente George W. Bush afirmó: “Con el primer avión se pensó que era un accidente. Con el segundo, que era un ataque. Con el tercero, que era una guerra”. Esto podrá lucir obvio hoy, una década posterior al hecho. Pero en aquél entonces requirió un esfuerzo general comprender -y aceptar- que las guerras del siglo XXI ya no serían primordialmente interestatales sino entre estados-nación y actores sub-estatales. Que, a diferencia de la Segunda Guerra Mundial o de la Guerra Fría, esta vez no habría un Berlín y un Moscú a los cuales responder directamente. La agresión islamista del 9/11 no había emanado del gobierno de un estado soberano, sino de una agrupación dentro de una comunidad religiosa global y demandaba una respuesta no convencional.

La guerra contra el terror aún permanece inconclusa, la presencia norteamericana en Afganistán e Irak, prolongada, y los recursos que ella insume son enormes (“no podemos ignorar el costo de la guerra” decía poco tiempo atrás el presidente Barack Obama al contemplar los quinientos treinta mil millones de dólares que su país gasta en defensa anualmente). Pero ella no estuvo exenta de sus propios triunfos. La eliminación de Osama Bin-Laden en Pakistán, y la de su segundo al mando al poco tiempo, marcó un punto de inflexión extraordinario en la lucha contra el jihadismo. El derrocamiento del régimen Talibán en Afganistán y de Saddam Hussein en Irak han sido victorias militares importantes, aún cuando la era posterior a esos gobiernos haya resultado complicada. La exportación del combate a países lejanos ha sido otro logro crucial, que da cuenta de un hecho increíble: en la década transcurrida desde el 9/11 no ha habido otro atentado terrorista islámico de envergadura en suelo norteamericano. Ello estaba lejos de ser una certeza en las semanas inmediatas posteriores al derrumbe de las Torres Gemelas.

La guerra de las ideas consistió principalmente en librar una lucha ideológica contra el fundamentalismo islámico y quedó contenida en la denominada Agenda de la Libertad. El presidente Bush la explicitó en éstos términos en un discurso ante la nación en el año 2005: “Es política de los Estados Unidos de América buscar y apoyar el crecimiento de movimientos democráticos e instituciones en toda nación y cultura, con el fin último de terminar con la tiranía en nuestro mundo”. La base conceptual de esta noción se hallaba en la filosofía kantiana. En un ensayo publicado en 1795 titulado La Paz Perpetua, el filósofo alemán argumentaba que las democracias propenden a la paz y las tiranías, a la guerra. Immanuel Kant lo expresaba en términos de repúblicas y monarquías y la precisión de su visión quedó confirmada en los siguientes doscientos años. Según el profesor R. J. Rummel, desde comienzos del siglo XIX hasta fines del XX hubo 198 guerras entre dictaduras, 155 guerras entre dictaduras y democracias, y ni una sola guerra entre democracias. A su vez, durante el siglo pasado 170 millones de personas fueron muertas en situaciones de no-beligerancia, y el 99% de estas muertes fueron provocadas por regímenes totalitarios. Ante esta evidencia agobiante, la Administración Bush decidió promover democracia en el Oriente Medio con el fin último de dar lugar a entidades más pacíficas y estables. Años después, presenciando revueltas pro-democráticas en múltiples países de la zona, el presidente Obama abrazaría el legado de su predecesor. En un discurso pronunciado en mayo del corriente, él aseguró: “Será la política de los Estados Unidos de América promover la reforma a lo largo de la región, y apoyar las transiciones hacia la democracia”.

Al igual que la guerra contra el terror, esta lucha aún no ha terminado. El Islam radical todavía reúne millones de adeptos y el desprecio colectivo de muchos árabes y musulmanes a la idea de la democracia es tangible. Pero es igualmente claro que muchos otros millones de árabes y musulmanes anhelan vivir en libertad y auto-gobernados, como las revueltas populares en Túnez, Egipto, Libia, Yemen, Siria, Irán, Bahrein y otras partes han probado. La transformación política y cultural del Medio Oriente que estamos presenciando es inédita y sus consecuencias, potencialmente enormes. Pero ya ha dejado su primera certeza: los rebeldes de Trípoli, los activistas del Cairo y los manifestantes de Damasco no están en las calles apoyando el mensaje de la Jihad, sino el de la libertad.

Diez años atrás, el Islam fundamentalista desafió a los Estados Unidos y al mundo libre de manera inesperadamente feroz. La respuesta norteamericana fue militar contra el jihadista, e ideológica contra la cultura de la cual surgió. Este aniversario nos encuentra con ambas contiendas todavía en curso. Los tiempos de una y otra no serán los mismos. Pero al final del camino, la victoria militar llegará y los valores de la democracia y de la libertad prevalecerán.

Roma y Jerusalem - Reseñas

Revista Amijai – 09/2011

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Sobre «Roma y Jerusalem. La política vaticana hacia el estado judío» de Julián Schvindlerman
Por Silvia Plager
Escritora. Sus últimas obras son El cuarto violeta, La rabina, Las damas ocultas del Greco.

Balzac pedía de la novela que fuera como un espejo que se pasea por el camino. Si bien el libro de Julián Schvindlerman es de ensayo, podría decirse que toma la idea para transformarla en un espejo que se pasea por el largo camino del antisemitismo. Esa reconstrucción del pasado, a través de documentación incuestionable- si se contemplan las fuentes que aparecen al final de las diferentes partes y en la introducción, titulada “Los papas y los judíos en la historia”- nos aportan la evidencia de un plan orquestado a través de los siglos para eliminar a un pueblo que sin intenciones catequizadoras, al saberse elegido por Dios, sentó las bases de lo que después la Iglesia llamaría Antiguo Testamento. Pero como aclara el autor en el prefacio, el enfoque de Roma y Jerusalem no es religioso sino político, aunque resulta evidente, mientras avanzamos en la lectura, que la religión fue una de las tantas máscaras adoptadas por aquellos que alentarían asesinatos y persecuciones durante épocas diversas.

Después de reveladoras y atrapantes cincuenta páginas, arribamos al primer capítulo, “El nacionalismo judío”. En sus primeras líneas se instruye al lector acerca del término sionismo, acuñado en 1885 por el escritor vienés Nathan Birnbaum, en alusión a Sión, uno de los nombres bíblicos de Jerusalem. Por más que hayamos abrevado en el tema, encontraremos datos que nos harán reflexionar acerca de las conductas -detalladas minuciosamente- de muchos líderes que conspiraban en contra de la posibilidad del establecimiento de los judíos en el territorio de sus ancestros por distintas conveniencias políticas. Las alianzas para lograr ese propósito se desnudan en este volumen que con nombres y fechas clarifica hechos que la prensa, generalmente cautiva de prejuicios antisemitas, mezquinó. El segundo capítulo, “La reacción de la Santa Sede” ha sido investigado por Julián Schvindlerman en sus múltiples facetas, una de tantas, el caso Dreyfus, sobre el que el diario del vaticano se expidió para relacionarlo con la masonería y el judaísmo surgidos conjuntamente para combatir y destruir el cristianismo en el mundo, según su peculiar visión.

En el capítulo siguiente, “El Vaticano y el Holocausto”, se revisa la actitud de la Iglesia, de los dirigentes políticos y de las masas durante la Segunda Guerra Mundial. Para muestra baste este párrafo extraído del sermón de veintiséis páginas pronunciado por el papa Pío XII la Nochebuena de 1942, en el que, después de un largo silencio se refirió al Holocausto con solo veintisiete palabras en las que mencionó a cientos de miles de personas que a causa de su nacionalidad o raza han sido condenadas a la muerte o a la extinción progresiva. Habló de cientos de miles en lugar de millones, aclara Schvindlerman, sin mencionar explícitamente a los judíos ni a los nazis. “La política hacia los judíos en la posguerra” (título del capítulo cuarto) cambió, pero surgían gestos constantes que conservaban en su esencia el germen de la judeofobia. Paradigmático fue el convento ubicado en Auschwitz. “Construir un convento sobre las tumbas invisibles de Auschwitz es errado y ofensivo”, dijo Elie Wiesel. No fue una protesta que prosperó de inmediato, pero finalmente y a pesar de la oposición del gobierno polaco, por decisión del papa Karol Wojtila, desplazaron el monasterio de las monjas carmelitas a 500 metros del campo de concentración.

De “La dimensión política” -que abre la tercera parte a la que hemos arribado en atenta complicidad con el autor, cuya indagación inteligente no ofrece fisuras- llegamos a la entrega final, “La dimensión religiosa”, asociada con la anterior, ya que “para el pueblo judío, la libertad espiritual ha estado históricamente ligada a la libertad política”. Del epílogo, acertadamente titulado “La victoria póstuma de Herzl”, rescato la imagen de Juan Pablo II, en el instante de introducir una plegaria en el Muro de Los lamentos. Como Marcos Aguinis , opino que las páginas de Roma y Jerusalem: la política vaticana hacia el estado judío informan, sorprenden y enseñan.

Comunidades, Comunidades - 2011

Comunidades

Por Julián Schvindlerman

  

Israel – y los Palestinos- bajo ataque – 31/08/11

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Los bríos que muchos cronistas suelen poner en sus reportes de prensa para suavizar la agresión palestina contra Israel son legendarios. Pero el modo en que la última respuesta militar del ejército israelí fue retratada por varias agencias de noticias internacionales merece una distinción especial en la categoría de distorsión periodística. Un compendio de AP, Reuters, EFE y DPA publicado por un diario argentino decía así: Un primer ataque contra el barrio de Zeitun, en el este de la ciudad de Gaza, dejó un muerto, Mohammed Enaya, y un herido, indicó Adham Abu Salmiya, de los servicios de urgencia de Hamas, en el poder en la Franja de Gaza. Al anochecer, otro palestino, Saber Abed, de 25 años, murió en un ataque aéreo en el norte del territorio palestino, según Salmiya. La tercera víctima murió unas dos horas antes en otro ataque similar en la localidad de Bet Lahiye, cuando circulaba en una moto. Según trascendió, dos de las víctimas, entre ellas Saber Abed, eran miembros de los Comités de Resistencia Popular (CRP), un grupo radical de Gaza».

Dado que la fuente de la noticia era el propio Hamas, es sorprendente que el dato de que «dos de las víctimas» eran terroristas haya sido incorporado al reporte en primer lugar. Al fin de cuentas, parece que Israel no ha hecho de la caza aérea de motociclistas gazatíes un deporte militar después de todo.

Ésta fue la reacción militar inicial a atentados terroristas múltiples acontecidos en Israel en un lapso breve que dejó ocho muertos y más de cuarenta heridos. Terroristas se infiltraron al país, ametrallaron a un micro de línea, lanzaron misiles antitanque contra dos automóviles privados, explotaron con una mina un jeep militar y se tirotearon con soldado israelíes. A esto se sumó fuego de mortero desde Gaza, el que se extendió por días. El Consejo de Seguridad de las Naciones Unidas permaneció mudo. Quien habló fue la Autoridad Palestina… para reprochar a Israel. El presidente Mahmmoud Abbas pidió a la ONU que «detenga la agresión israelí» y el principal negociador palestino Saeb Erakat advirtió a las autoridades israelíes de no buscar un «pretexto para la agresión» o aplicar medidas de «castigo colectivo». En cuanto a los atentados múltiples no provocados por acción militar israelí alguna, planeados desde un territorio autogobernado por los palestinos, perpetrados por extremistas surgidos desde una zona desocupada por Israel, ni una palabra.

Apenas días antes de estos hechos, unos diez mil palestinos fueron maltratados sin que ellos hubieran efectuado el menor ataque, sólo que por ser el malhechor un gobernante árabe el asunto no mereció gran consternación periodística, mucho menos una condena mundial importante. El fin de semana del 13-14 de agosto, Bashar al-Assad mandó tropas y buques de guerra a atacar el campamento de refugiados palestino próximo al puerto de Latakia provocando un éxodo, desaparición o muerte de unos diez mil residentes. La Autoridad Palestina exclamó que ello era «inaceptable», la OLP dijo que eran «crímenes contra la humanidad» y los medios masivos de comunicación informaron al respecto. Pero no hubo ni punto de comparación entre la manera en que fue globalmente presentada o censurada la represión siria contra refugiados indefensos en Latakia y la respuesta defensiva israelí contra terroristas en Gaza.

Tal como cuando Kuwait y Arabia Saudita expulsaron en masa a cientos de miles de trabajadores palestinos a inicios de los años noventa en represalia por el apoyo que Yasser Arafat dio a Saddam Hussein durante la Guerra del Golfo de 1991, o como cuando cientos de palestinos resultaron muertos en los choques entre las fuerzas de Hamas y Fatah durante la toma de poder de la Franja de Gaza en el 2007 (miembros de Fatah fueron arrojados, maniatados, desde las azoteas de los edificios por hombres de Hamas), las agencias de noticias internacionales y los simpatizantes usuales de la penuria palestina estuvieron mayormente ausentes.

La doble vara moral ha retornado. No es que se hubiese marchado del todo previamente, pero con todos los líos de un mundo árabe encolerizado había decantado, momentáneamente al menos, la impresión de cierta baja en el nivel de obsesión global con las vicisitudes del conflicto palestino-israelí, y con ella surgido la tenue esperanza de que alguna proporción y sentido común finalmente emergerían. Fue apenas una ilusión. Tal como los incidentes de Latakia y Gaza han demostrado, las treguas que la prensa mundial da a Israel en la arena de la opinión pública son tan efímeras como las que Hamas da en el campo de batalla.

Comunidades, Comunidades - 2011

Comunidades

Por Julián Schvindlerman

  

Turquía, entre la identidad y la política – 17/08/11

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Cuando la cúpula castrense de una nación que limita con Irán, Irak y Siria, y que constituye la segunda fuerza militar de la OTAN, renuncia en masa abruptamente, no se requiere ser un experto para advertir que algo inédito y con repercusiones potencialmente graves para ella misma y toda la región está en juego. Tal fue el caso cuando, a fines de julio, presentaron simultáneamente su dimisión el Jefe del Estado Mayor Conjunto y los comandantes del Ejército, la Fuerza Aérea y la Marina en Turquía.

El hecho fue de alto impacto, pero el modo en que renunciaron los militares fue -si es que podemos usar la palabra en este contexto- delicado: ellos esperaron a que den las seis de la tarde del día viernes, una vez que los mercados financieros habían cerrado, para efectuar el anuncio, y se aseguraron de que sus reemplazantes estuvieran listos antes de la apertura de los mercados el día lunes. Aún así, la lira turca cayó. El motivo ostensible de la dramática determinación tiene raíces en el denominado Caso Ergenekon, como se conoce al acontecimiento del 2007 bajo el cual el gobierno arrestó a unos doscientos cincuenta militares luego de acusarlos de complotar para derrocar a las autoridades civiles. Todos los generales de cuatro estrellas de la Fuerza Aérea y alrededor de la mitad de los almirantes de la Marina fueron implicados en el supuesto plan de golpe de estado. A cuatro años de iniciados los procesos, todavía no se ha emitido veredicto alguno.

Es cierto que en el pasado los militares han llevado a cabo tres golpes de estado (desde 1960) y que provocaron la renuncia de otro gobierno, de tinte islamista, en 1997. Pero en las circunstancias recientes daría la impresión de que las acusaciones no tienen fundamento real y que estarían enmarcadas en las tensiones cívico-castrenses que han estado aumentando desde el 2002, cuando el actual gobierno islámico tomó democráticamente el poder. Desde entonces el descrédito de las Fuerzas Armadas ha sido intenso: cayó de un 90% de apoyo popular a un 60% en menos de una década. Tradicionalmente, los militares eran vistos como los guardianes del secularismo y de la democracia turca; hoy están siendo presentados ante la sociedad como una amenaza al orden institucional. Como ha informado Soner Cagaptay en CNN Global Public Square, junto con la acusación de ser golpistas se les endilgó la intención de explotar las mezquitas de Estambul con el fin de propiciar una gran crisis política.

Las relaciones entre los dirigentes del gobernante Partido de la Justicia y el Desarrollo» y la cúpula castrense nunca fueron dóciles. En los años noventa, cuando Recep Tayyip Erdogan estaba todavía lejos de convertirse en el premier contemporáneo, fue arrestado por haber leído un poema islámico públicamente. Poco tiempo atrás, un reconocido general turco dos veces eligió no saludar a la esposa del presidente Abdullah Gul, presumiblemente por vestir ella un velo islámico. Estas disputas ilustran acerca de una lucha por el destino cultural del país en la que los turcos definirán si prefieren preservar el legado laico del fundador de la República Turca, Kemal Ataturk, o si lo descartan a favor de un populismo islamista que en estos últimos años ha estado alejando a Ankara de Occidente y llevándola cada vez más firmemente hacia el Oriente. «Lo que estamos presenciando ahora», opinaba un editorial del Jerusalem Post, «es un repudio de la idea esencial de la revolución de Ataturk: que la modernización exitosa sólo podría ocurrir si fuese acompañada de secularismo». Efectivamente, al haber puesto en el banquillo de los acusados a los protectores legendarios del laicisismo turco, en un sentido simbólico, el gobierno ha llevado a juicio a la propia herencia política kemalista.

Envalentonado por la tercera victoria electoral consecutiva (con cómodo margen porcentual) del pasado mes de junio, Erdogan esgrime su musculatura política bajo la luz caliente del sol oriental. Los militares, acosados y humillados, se hacen a un lado. El ciudadano medio turco contempla, asombrado, el espectáculo. Y el resto del mundo vigila con ansiedad el derrotero de una nación que supo ser un gran imperio y que hoy está negociando consigo misma, pujando por dar forma, al perfil de su propia identidad.

Mundo Israelita

Mundo Israelita

Por Julián Schvindlerman

  

La falsa pipa de la paz de Irán – 12/08/11

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Los ánimos cambian rápido en Teherán. En octubre del año pasado, el gobierno iraní presentó una dura carta a las Naciones Unidas en respuesta a la solicitud argentina de juzgar a los oficiales iraníes acusados de perpetrar el atentado contra la AMIA en la cual acusaba a Buenos Aires de cooperar con grupos terroristas -“en particular con la conocida Organización Muyahidin Jalq” (¿¡conocida por quién, además de Ahmadinejad!?)- decía que la comunidad musulmana “continúa aislada y discriminada en la Argentina ”, pedía que las autoridades desistan “de reiterar las improcedentes hipótesis y lugares comunes inventados”, e instaba a que se protegiesen “los derechos fundamentales” de los iraníes acusados. Unos nueves meses más tarde, el gobierno-ayatollah ofreció a la Argentina participar en un “diálogo constructivo” y extendió la cooperación para “aclarar las circunstancias” de un atentado que la fiscalía nacional atribuyó al propio Irán. La propuesta era tan transparentemente falsa y provocativa que AMIA y DAIA emitieron un comunicado conjunto afirmando, correctamente, que las declaraciones iraníes “no resultan creíbles”.

Pero la cancillería argentina no pareció opinar lo mismo. El Palacio San Martín emitió un comunicado definiendo al pronunciamiento iraní como “inédito y muy positivo”. Tal actitud refuerza las sospechas acerca de la existencia de un posible canal de cooperación entre la Argentina K y el Irán de Ahmadinejad, inicialmente denunciado por Pepe Eliaschev en el periódico Perfil. En marzo de este año, el periodista publicó una nota titulada “Argentina negocia con Irán dejar de lado la investigación de los atentados” en la que aseguraba que el estado nacional estaba dispuesto a abandonar la causa AMIA a cambio de mayores negocios comerciales con la república islámica. Durante largos días el gobierno eligió mantenerse en silencio, lo cuál resultaba extraño a la luz de la gravedad de la denuncia, para finalmente dejar en boca del canciller Héctor Timerman la desmentida oficial: “No hay ninguna evidencia de que la Argentina haya cambiado su curso de acción”. Esto no fue expresado formalmente en un comunicado escrito, sino manifestado espontáneamente en el marco de una conferencia de prensa en Israel a modo de respuesta a una pregunta local. El asunto fue dado por terminado.

Si Irán está realmente dispuesto a cooperar, sin embargo, hay varias cosas que puede hacer. Desarticular las fuentes de financiamiento ilícito de Hezbollah en la Triple Frontera puede ser un buen comienzo. Desistir de su proselitismo religioso entre indígenas en México y Venezuela puede ser un segundo paso adecuado. Regresar al Líbano y a su país a las múltiples células terroristas chiítas distribuidas en América Latina, frenar la construcción de un sistema misilístico en Venezuela y abandonar sus esfuerzos por obtener uranio boliviano y venezolano podría ayudar. Para completar sus muestras de buena fe, bien haría en poner a disposición de la justicia argentina a sus ciudadanos bajo pedido de captura mundial de INTERPOL. Recién entonces podremos afirmar, como ya ha hecho el Palacio San Martín, que los gestos iraníes son inéditos y positivos.

Hasta que ello ocurra no podremos sino ver a la propuesta iraní -en la notable observación de Shimon Samuels del Centro Simon Wiesenthal- como el equivalente a un ofrecimiento de Al-Qaeda a los Estados Unidos de América para cooperar en la investigación de los atentados del 11 de septiembre.

Compromiso

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Por Julián Schvindlerman

  

El ocaso de un líder, y de un proyecto – 08/11

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“[Debemos] revisarnos nosotros, empezando por el liderazgo de mí mismo”. La frase, transmitida por la televisión estatal venezolana el viernes 29 de julio, pertenece a Hugo Chávez. Confrontado a su propia mortalidad, el presidente de la República Bolivariana de Venezuela decidió renovar su atuendo, sus slógans y las lecturas de algunos pronunciamientos de los padres del Cristianismo. “¿Por qué tenemos que andar todo el tiempo con camisa roja?” preguntó retóricamente el día de su cumpleaños número 57 al mostrarse con una camisa amarilla, por motivos espirituales, según dejó saber. “Esa gente que se viste ropa interior roja es sospechosa”, agregó. El lema “Patria socialista o muerte”, hasta entonces usado insistentemente, será cambiado por “Patria socialista y victoria”, anunció. Chávez añadió que la cita bíblica atribuida al apóstol San Pablo -“me consumiré gustosamente al servicio del pueblo sufriente”- demanda asignarle otro sentido pues “consumirse es acabarse y yo no me voy a consumir y mucho menos gustosamente”. Mostrándose ante las cámaras con los signos de la quimioterapia, Chávez declaró: “Este es my new look”.

Estrambótico como siempre, en los que parecen ser sus tiempos finales de liderazgo político el presidente venezolano parece estar dispuesto al cambio. Pero se requerirán modificaciones más que ornamentales si él espera salvar a su país del legado de su propia revolución. Según la Comisión Económica para América Latina y el Caribe de las Naciones Unidas (CEPAL), el año pasado la economía venezolana se contrajo el 1,6%, mientras que las economías latinoamericanas crecieron, en promedio, el 6%. Venezuela tiene uno de los índices más altos de inflación regional, si no el más alto: 23,6% anual. Tal como ha publicado el diario La Nación, la escasez de alimentos, estimada en el 18%, alcanza a productos básicos como la leche en polvo, el aceite de maíz, el azúcar, la carne y el pollo. Habiendo sido en el pasado el quinto exportador mundial de café, Venezuela hoy debe importar café de Nicaragua. Casi el 7% de la población no tiene vivienda, en tanto que el servicio eléctrico es deplorable. Cuando Chávez llegó al poder en 1998 hubo 4.550 homicidios; una década después el guarismo era de 14.589 según el Observatorio de Violencia Venezolano. El gobierno ya no publica estadísticas sobre el crimen.

En el área de la salud la situación es especialmente calamitosa. Conforme ha informado Mary Anastasia O´Grady en las páginas del Wall Street Journal, en las clínicas privadas el costo de los servicios hospitalarios crece un 39,7% anualmente, los costos de los servicios médicos y paramédicos crecen un 21,5% y los costos de los remedios y de los equipos médicos lo hacen al 17,4%. En los hospitales donde los precios no pueden ser aumentados, la calidad y el servicio han caído, resultando en faltantes desde aspirinas hasta pastillas para el colesterol. Con sueldos promedio de 325 dólares mensuales, los doctores que pueden abandonar el país lo hacen; la Federación Médica Venezolana reportó que hay 130.000 pacientes en espera parar ser operados en hospitales públicos. Este cuadro podría explicar la razón por la que Chávez eligió viajar a Cuba para ser atendido médicamente.

La isla comunista tiene la reputación de ser un paraíso de la salud. Con 73.000 médicos con licencia, posee la mejor tasa de médico por paciente en el mundo (1/170). Sin embargo, puede que Hugo Chávez tampoco confié demasiado en el sistema de su amigo Fidel Castro. Como ha observado O´Grady, su cirujano es español.

Junto al deterioro en la salud física del presidente se advierte un deterioro en la salud institucional del país, y ello puede verse de manera particular en la situación de su comunidad judía. Diariamente son hostigados los judíos en la prensa oficial y semioficial venezolana. El padecimiento es continuo y el tipo de retórica pública que deben escuchar puede verse en apenas dos citas de años dispares: en la Navidad del 2005 Chávez aseguró, elípticamente, que “algunas minorías, entre ellas los descendientes de los asesinos de Cristo, se han apoderado de las riquezas de este mundo”, y en junio de 2011 proclamó, ya sin ambigüedades, “¡Maldito eres, Estado de Israel!”. Una de las sinagogas fue profanada y una institución central que oficia a la vez de escuela y de club deportivo fue dos veces allanada bajo pretexto. En poco más de una década de gobierno, Chávez logró que alrededor de la mitad de la comunidad judía emigrara.

Hugo Chávez está enfermo, y Venezuela también. La salud del presidente está siendo debidamente atendida. Ya es hora de que también esa hermosa nación reciba la oportunidad de recuperarse.

Comunidades, Comunidades - 2011

Comunidades

Por Julián Schvindlerman

  

Hezbollah en América Latina – 03/08/11

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El 19 de julio de 1994, el vuelo 901 de Alas Chiricanas partió desde la localidad de Colón hacia la Ciudad de Panamá con veintiún personas a bordo. Nunca arribó a destino. Un sujeto llamado Jammal Lya explotó una bomba en pleno vuelo provocando la muerte a todos los pasajeros y la tripulación, entre los que se hallaban doce miembros de la comunidad judía local. Su cuerpo fue el único no reclamado y una agrupación desconocida, Ansar Allah, clamó la autoría del atentado. Oficiales del Departamento de Estado de los Estados Unidos de América oportunamente dejaron trascender sus sospechas de que esta agrupación era o bien un subgrupo, o bien un seudónimo, del movimiento terrorista libanés Hezbollah.

Por haber ocurrido un día después del atentado contra la sede de la comunidad judía de la Argentina, AMIA, en el cuál fueron muertas ochenta y cinco personas y cientos, heridas, este hecho brutal no cosechó la atención debida fuera de Panamá y Centroamérica. Pero marcó la tercera instancia sangrienta de terror islamista en Latinoamérica, después del atentado contra la embajada de Israel en Buenos Aires, en 1992.

Desde entonces han sido varios los señalamientos de oficiales, académicos especializados y medios de prensa a propósito de la inquietante presencia de integrantes de Hezbollah en la región. A principios del corriente mes de julio, Roger Noriega, ex subsecretario de estado para América Latina dijo en referencia a Hezbollah ante la Cámara de Representantes de Estados Unidos que se pueden identificar ochenta células operativas en doce países de la región». El pasado abril, la revista Veja informó acerca de la presencia de unos veinte miembros de grupos extremistas musulmanes en Brasil. Según la publicación, integrantes de Al-Qaeda, Hamas y Hezbollah operan en suelo brasilero, desde donde recaudan dinero, difunden propaganda, reclutan militantes y planean atentados. El propio procurador general de Brasil ha advertido que «sin que nadie lo perciba, está surgiendo una generación de extremistas islámicos en el país». En el 2006, el Departamento del Tesoro denunció una red de recaudación de fondos para Hezbollah en la zona de la Triple Frontera que comparten la Argentina, Brasil y Paraguay, así como en el norte de Chile. Años atrás, el Comando Sur del Ejército estadounidense informó que Hezbollah recaudaba al menos trescientos millones de dólares anualmente en Latinoamérica.

El arresto, el año pasado en Tijuana, de Jameel Nasr, presunto responsable de las operaciones de Hezbollah en México, generó a su vez interrogantes referidos al posible nexo entre la agrupación libanesa y los carteles de la droga mexicanos, hábiles infiltradotes de la frontera con el vecino del norte. La isla Margarita en Venezuela ha sido señalada por expertos como una base de actividades de Hezbollah. El patrón de esta agrupación, la república iraní, se siente tan cómodo en la zona que su Ministro de Defensa, bajo pedido de captura internacional por parte de INTERPOL debido a su involucramiento en el atentado contra la AMIA, se permitió visitar el mes pasado Bolivia en viaje oficial. El presidente Mahmoud Ahmadinejad ha visitado al menos cinco países de la región en los últimos años y ha recibido a contrapartes suyos en Teherán.

Los esfuerzos del grupo terrorista libanés por introducirse en Latinoamérica pueden verse también en el acuerdo firmado con el estado español en 2004 para la difusión satelital de la programación de su canal de televisión, Al Manar, a toda América Latina. Bajo fuertes presiones internacionales, España posteriormente canceló tales transmisiones. A comienzos de 2009 fue celebrado en el Líbano el «Foro Internacional de Beirut para la Resistencia, Antiimperialismo, Solidaridad entre Pueblos y Alternativas», que reunió a cientos de delegados, entre ellos de Latinoamérica. Este encuentro, organizado por Hezbollah, lucía orientado a reforzar el «Primer Congreso Internacional de Literatura Latinoamericana» del año 2007 auspiciado por el gobierno iraní.

Irán y Hezbollah han estado activos en América Latina por varios años. A la luz de esta realidad y de la peligrosidad que sus actividades aquí acarrean es llamativa, tal como ha planteado un editorial de la publicación estadounidense en español Revista de Medio Oriente, la escasa atención pública que el tema está recibiendo. Mientras que la Argentina y Panamá acaban de conmemorar un nuevo aniversario de los atentados impunes, cabe esperar que el resto de las naciones latinoamericanas adviertan que la luz de alerta está al rojo vivo.

Libertad Digital, Libertad Digital - 2011

Libertad Digital

Por Julián Schvindlerman

  

«Liova corre hacia el poder» la utopia de Trotsky – 28/07/11

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Sobre la vida de León Trotsky se han realizado varias películas, escrito múltiples biografías y publicado una innumerable cantidad de artículos y ensayos.

Arquitecto de la revolución bolchevique, constructor del Ejército Rojo, agente subversivo junto a Vladímir Lenin y profeta trágico exiliado por Iósif Stalin, polemista encendido, viajante global errante, escritor apasionado, idealista y amante, luchador infatigable, víctima de la intriga y del asesinato… Mucho en él ha concitado la atención de legiones de seguidores, contrincantes, observadores, historiadores y narradores.

Marcos Aguinis ha dedicado su más reciente novela a este personaje; nos ha legado un retrato atrapante de los primeros años, la juventud y la temprana madurez de Liova –tal era su apodo infantil–. A lo largo más de cuatrocientas páginas, Aguinis nos invita a conocer al niño curioso, al adolescente inquieto, al joven idealista, y nos introduce –como solamente un gran novelista puede– en los sentimientos, las disquisiciones, las aspiraciones y las contradicciones de este Trotsky en construcción. Así, seremos testigos de sus odiseas, padeceremos sus temores, nos embriagaremos con sus ilusiones y –si nos dejamos llevar por la pluma maestra del narrador– incluso simpatizaremos con quien ejercerá, más adelante, una influencia decisiva en el devenir, extraordinario y dramático, del siglo XX.

Las consecuencias históricas de las ideas y las ambiciones de Trotsky, así como el cumplimiento de su trágico destino –un comunista español al servicio del NKVD lo mató clavándole un piolet en la cabeza–, quedarán para un futuro libro. En estas páginas hallaremos al revolucionario naciente, sus viajes y peripecias, sus encuentros con otras personalidades de la época –desde Rosa Luxemburgo a Máximo Gorki–; y hasta la revelación por qué cambió su nombre, Lev Davidovich Bronstein, por el que le hizo célebre: León Trotsky.

Esto es una novela, así que estamos hablando de una obra de ficción. Pero una ficción sustentada en el rigor histórico que caracteriza los textos de Aguinis. Aguinis conoce la historia posterior al momento en que su relato se detiene, y precisamente ese conocimiento le permite condimentar la narración con pizcas de sabiduría retrospectiva y reflexión intelectual. En las páginas finales hace decir a Trotsky: «La revolución es grande, pero no ha terminado con los imbéciles». El libro está por finalizar, y con él, el sueño cumplido del personaje central. La pesadilla que se sucederá queda insinuada y el lector, en complicidad con el autor, sabe como terminará.

En «Liova corre hacia el poder«, Aguinis logra un relato estimulante e instructivo, dotado de un equilibrio preciso entre la erudición que caracteriza a sus ensayos políticos con la seducción narrativa tan típica de sus novelas. Liova corre hacia el poder se suma así a una bibliografía fecunda que ya hace tiempo consagró a Aguinis en el panorama de las Letras latinoamericanas.