Programa: Zoom a la Noticia
Conducción: Hassan Nassar
Canal: NTN24 (de Colombia para América Latina y USA)
Fecha: 14/07/2011
Todas las entradas de: adminJS2021
Perfil
Por Julián Schvindlerman
  La diatriba de Fito Páez, epifenómeno de un padecimiento intelectual – 14/07/11
En ocasiones, he tenido problemas con las posiciones ideológicas de algunos de mis artistas favoritos. Aprecio las canciones de Joaquín Sabina, me entretienen su desfachatez personal (“cada vez que me confieso me doy la absolución”), su ateísmo poético (“y yo que nunca tuve más religión que un cuerpo de mujer”) y su sabiduría callejera (“miente, como mienten los boleros”) pero lamento que pueda a veces ser un obtuso intelectualmente, como cuando, entrevistado por Diego Armando Maradona -otro del que mejor no hablar en este sentido- acerca del huracán Katrina, acotó que éste entró en los Estados Unidos pero que se detuvo en las costas de Cuba por que allí gobierna Fidel Castro.
Pablo Neruda me encanta y a la vez me desconcierta que pueda pasar de su exquisitamente romántico De veinte poemas de amor y una canción desesperada a su exaltada adoración del Partido Comunista (“metal inalterable”, “fortaleza del hombre”), a su alabanza a Stalin (“alza, limpia, construye, fortifica, preserva, mira, protege, alimenta”) -aunque, admitía, “también castiga”- pero aún cuando los crímenes atroces del líder soviético se hicieron visibles y el poeta chileno reconocía “ayer se murió la verdad”, podía de todas formas subrayar que a los comunistas “un minuto de sombra no nos ciega, con ninguna agonía moriremos”.
El cine de Woody Allen me parece fantástico, si bien debo confesar que he arribado tardíamente -y no completamente convencido todavía- a su club de fans, y encuentro genialidad hasta en su humor más elemental, como en este diálogo del film Bananas:
Fielding: “Te quiero, te quiero”.
Nancy: “Oh, dilo en francés. Oh, por favor, dilo en francés”.
Fielding: “No sé francés”.
Nancy: “Oh, por favor… ¡por favor!”
Fielding: ¿Qué te parece en hebreo?
No obstante hallo repulsiva su intolerancia hacia quien piensa diferente políticamente (el Partido Republicano, el Tea Party) y ofensiva la caricatura que por momentos ha hecho de la historia judía.
Afortunadamente, jamás fui un seguidor de Fito Páez. Nunca compré sus discos, ni fui a sus conciertos, ni observé con interés su devenir. De modo que no cayó ningún ídolo cuando leí su columna de opinión en el oficialista Página12 el martes pasado en la cuál incurrió -en la impresión de Luis Gregorich- en una “salvaje declaración antidemocrática y discriminadora”. Molesto con los resultados de los comicios municipales y legislativos porteños, el cantante rosarino dedicó una letanía de insultos a “La mitad”, tal como tituló a su nota, de los capitalinos que votaron por Mauricio Macri. Esa mitad “repugna”, “da asco”, “le gusta tener el bolsillo lleno”. Por el modo en que votó, aseguró Páez, la sociedad padece de un “efecto manicomio”. Pero su mayor encono lo reservó para los políticos victoriosos a quienes tildó de “jauría de ineptos e incapaces” y de ser “simplones escondiéndose detrás de la máscara siniestra de las fuerzas ocultas inmanentes de la Argentina”. Ni que Biondini hubiera triunfado.
Agregó su enojo el director de la Biblioteca Nacional, Horacio González, opositor abochornado a la presencia de Mario Vargas Llosa en la reciente Feria del Libro Internacional de Buenos Aires, aseverando que en la capital federal reina “una ideología tacaña, particularista, defensiva y egoísta”. Y a su vez, el filósofo ultra-K, Ricardo Forster, sentenció: “El macrismo es una variante porteña del cualunquismo, aquel movimiento surgido de las clases bajas italianas que apoyaron al fascismo mussoliniano”. Vaya fascismo el de Macri que, al ubicar a Sergio Bergman al tope de su lista, acaba de legar la primera instancia en la historia legislativa de la República Argentina en la cual un rabino es electo como diputado. O bien ya sucedió esto en la Italia de Mussolini y sus leyes raciales favorecían a los judíos, o la afirmación de Forster, además de absurda, es difamatoria.
La insensatez política de algunos intelectuales ha sido notoria y su imbecilidad moral, legendaria. La simpatía de Gertrude Stein por Adolf Hitler, la pasión de Jean-Paul Sartre por los terroristas palestinos, el cariño de Gabriel García Márquez por la Cuba de Fidel Castro, entre otros muchos más, dan cuenta de una vocación ilimitada común hacia la intolerancia y la irracionalidad por parte de sendos pensadores. Las reacciones emocionales y las afirmaciones desproporcionadas del campo intelectual K ante los resultados de las últimas elecciones porteñas reflejan las hipocresías insufribles tan típicas de la izquierda-caviar que canta al unísono la marcha peronista con su perpetuo “combate al Capital” mientras una de sus punteras políticas veranea en Punta del Este, su Ministro de Economía maneja una Harley-Davidson y su Presidenta viste Prada.
Esta es la otra mitad de la sociedad, hemos de suponer si ha de tener algún sentido lógico el razonamiento de Fito Páez, a la que presuntamente no le gusta tener el bolsillo lleno.
Varios
Por Julián Schvindlerman
  Revueltas mesoorientales – 12/07/11
Breve resumen de la conferencia “Medio Oriente en transformación” dictada por JS el 06/07/2011
Observatorio Político Nacional – Universidad Autónoma Gabriel René Moreno (Santa Cruz de la Sierra – Bolivia)
¿Quién hubiera imaginado que el suicidio a lo bonzo de un tunecino desesperado dispararía revueltas en una docena de países árabes, provocaría la caída de dos gobiernos y una intervención militar mundial en un tercero? ¿Quién hubiera concebido, apenas poco tiempo atrás, que manifestaciones populares en el Medio Oriente se verían libres de las consignas anti-norteamericanas y anti-israelíes tan típicas y que se enfocarían en su lugar en los propios monarcas y presidentes vitalicios? ¿Quién hubiera anticipado que luego de décadas de fallidos y apasionados proyectos -panarabismo o islamismo- los habitantes incursionarían en un inédito (y todavía incierto) activismo democrático?
“Las grandes revoluciones que nos sorprenden a primera vista deben haber estado precedidas por una revolución calma y secreta en el espíritu de la época…” escribió Hegel, “… especialmente imperceptible a los contemporáneos, y tan difícil de discernir como de describir en palabras”. Hegel veía en la falta de familiaridad con ese aspecto espiritual de la revolución “lo que hace que los cambios resultantes sean asombrosos”. Y decididamente asombrosos han sido los resultados, por el momento, de estas movilizaciones árabes. Revolución es una palabra demasiado grande para lo que estamos presenciando: no se percibe una ideología unificadora de las masas, ni líderes nítidamente identificables, ni una visión, o si quiera una propuesta, abarcadora de qué nuevo estadio se aspira a alcanzar.
Pero ciertamente estamos ante unas revueltas significativas contra la represión política, el subdesarrollo económico, la postergación social y a favor de la libertad, la prosperidad y la democracia. El Medio Oriente árabe es una de las zonas más corruptas, inestables, violentas y a la vez poblacionalmente joven del planeta. La edad promedio es de veintiséis años. Por demasiado tiempo, sus gobernantes eludieron realizar reformas políticas y económicas y culpar de todos los males internos a fuerzas externas. El “imperio americano” y el “ente sionista” han sido los blancos preferidos de autócratas ineficaces e incapaces de brindar soluciones reales a las necesidades de sus pueblos. China ofrece un contrapunto interesante. Pekín sostuvo un sistema político dictatorial donde la elite miembro del Partido Comunista gobierna con mano de hierro a más mil millones de personas que aún desconocen la brisa de la libertad. Pero económicamente, China adoptó reformas importantes que le han dado un crecimiento apreciable.
Las naciones latinoamericanas ofrecen el contrapunto inverso. Cada nación es singular, pero en términos generales podemos ver que la región, aún cuando ha hecho esfuerzos económicos diversos, todavía tiene brechas sociales escandalosamente amplias. Sin embargo, América Latina hizo una transición de la tiranía a la democracia de manera generalmente pacífica y bastante exitosa. Pero los gobernantes árabes eligieron ni reformarse política ni económicamente, ni dieron señales de hacerlo en el futuro cercano. “Para millones de personas que concluyeron que sus sueños de vidas mejores expirarían incumplidos”, observó el autor Zachary Karabell, “nada podía ser peor que el presente”. Las masas árabes ya no están dispuestas a consumir la retórica oficial.
“No permitiremos que estos cristianos vengan por nuestro petróleo” bramó Muhamar Gaddafi ante la inminencia de la intervención internacional. Pero los opositores pidieron por asistencia externa para dar combate al régimen de todos modos. En Yemen, el presidente Alí Abdullah Saleh aparentemente permitió a grupos afiliados a Al-Qaeda tomar posesión de una fábrica de municiones, la que fue rápidamente explotada, en un intento de sugerir que si él se va, los fundamentalistas ingresarán. Après moi le déluge, lo mismo que enunció Hosni Mubarak al presentarse como el único líder posible para Egipto… por treinta años. Y en Irán, único bastión chiíta no árabe de la región, los ayatollahs ya no saben que hacer retóricamente para justificar su apoyo a los rebeldes árabes que desafían a sus enemigos sunitas históricos y simultáneamente reprimir manifestaciones democráticas en su propia nación, sin caer en contradicciones insalvables.
Se ha dicho de las guerras que se sabe siempre como comienzan pero nunca como terminan. Una definición en la que caben perfectamente los acontecimientos actuales del Medio Oriente. No obstante la incertidumbre del destino de esta realidad, la determinación colectiva de los árabes de comenzar a mirar dentro de sus sociedades y dejar de obsesionarse con los sospechosos usuales externos es un desarrollo tan inesperado políticamente, como necesario culturalmente.
Comunidades
Por Julián Schvindlerman
  La indignación por Palestina de Stéphane Hessel – 06/07/11
El semianarquista nonagenario franco-alemán Stéphane Hessel tiene muchos motivos para estar indignado. Como sobreviviente del Holocausto, debe causarle indignación contemplar la supervivencia del neonazismo, incluso en Francia y en Alemania. Como uno de los redactores de la Declaración Universal de los Derechos Humanos, debe indignarlo seriamente la persistente y ubicua violación de esos derechos en grandes porciones del globo. Como ex embajador de Francia ante las Naciones Unidas en Ginebra, debe hallar indignante la degradación institucional de ese foro multilateral. Y sin embargo, no hallaremos demasiadas referencias a esas cuestiones en su panfleto ¡Indígnate!, el cual movilizó a más de un millón de jóvenes en España, Grecia y otras partes de Europa. Actualmente mi principal indignación», anuncia el autor del ahora universalmente famoso texto, «concierne a Palestina, la franja de Gaza, Cisjordania».
Para Hessel, es «absolutamente necesario» leer el informe Goldsonte; aunque hemos de asumir que no la desmentida del propio juez sudafricano que declaró poco tiempo atrás que de haber sabido entonces lo que sabe hoy, seguramente hubiera escrito un informe diferente. El redactor se reserva importantes juicios de valor sobre el comportamiento de los israelíes («La fuente de mi indignación es el llamamiento lanzado por los israelíes valientes de la diáspora: ustedes, nuestros antepasados, vengan a ver a donde han llevado nuestros dirigentes a este país, olvidando lo valores humanos fundamentales del judaísmo»), y de los judíos («Que los propios judíos puedan perpetrar crímenes de guerra es insoportable»), mostrando cierta confusión en los términos: son los judíos los que residen en la diáspora y los israelíes, en Israel. Para un descendiente de padre judío, el equívoco es llamativo; la pretendida lección de ética, penosa.
Pero el rigor fáctico y la moderación valorativa no son el fuerte de Hessel. Gaza, en su visión, es «una prisión a cielo abierto», los palestinos fueron «expulsados de sus tierras por Israel» en 1948 y Hamas «no ha podido evitar que se lancen cohetes a los pueblos israelíes». No ha podido evitar, nótese. Por los gazatíes no siente otra cosa que admiración: «… su patriotismo, su amor por el mar y las playas, su constante preocupación por el bienestar de sus hijos, innumerables y risueños…». Claramente, Hessel parece no haber visitado los innumerables y poco risueños campamentos de entrenamiento infantiles que Hamas ha montado para el adoctrinamiento terrorista de los niños gazatíes, como muestra de su constante preocupación por el bienestar de sus hijos.
A lo largo del texto, el autor se manifiesta contrario a la violencia y titula a una sección «La no violencia, el camino que debemos aprender a seguir», y aún a otra «Por una insurrección pacífica». Sanciona a Jean-Paul Sartre por haber apoyado a terroristas durante la guerra de Argelia y durante la toma de rehenes israelíes en las olimpíadas de Munich. «Evidentemente pienso que el terrorismo es inaceptable» afirma Hessel. Pero estas consideraciones no pueden extenderse a la Gaza actual: «… hay que admitir que, cuando un pueblo está ocupado con medios militares infinitamente superiores, la reacción popular no puede ser únicamente no violenta», puesto que «podemos explicar estos actos [de terror] por la exasperación de los gazatíes». Si esto luce como un doble estándar es porque lo es. Y para que no queden dudas acerca del posicionamiento de Hessel, él elabora sobre el punto de esta forma: «En la noción de exasperación, hay que comprender la violencia como una lamentable conclusión de situaciones inaceptables para aquellos que las sufren». Con todo, estas justificaciones lucen innecesarias. No por ser moralmente inconcebibles, sino porque desafían la propia lógica argumental de Hessel, quién, en un párrafo agregado a la edición en español, agradece a la juventud española el «apoyo que ha dado a la causa palestina, que se muestra cada vez más partidaria de una resistencia no violenta».
Hessel está tan orgulloso de su propalestinismo que, en la solapa del texto publicado recientemente por la editorial Planeta en la Argentina, se destaca su categoría de «Defensor de la causa palestina». Que este sea un atributo merecedor de mención en una biografía de autor es todo un comentario sobre el estatus casi icónico que esta postura ideológica ha alcanzado. Eso sólo ya es suficiente para que el panfleto ¡Indígnate! cause justificada indignación.
Varios
Por Julián Schvindlerman
  La declaración unilateral de un estado palestino será simbólica – 07/11
Entrevista de J.S con revista Shalom (Chile)
Por Gabriela Arditi Karlik
Durante un té con limón y en voz moderada debido al desgaste de su garganta, conversamos desde esclarecimiento hasta judeofobia, jihadismo, el levantamiento en los países árabes y el conflicto en el Medio Oriente.
¿Es la intención de Israel de lograr la paz su motor más potente de esclarecimiento?
– No creo. Pienso que es un componente indispensable pero porque Israel realmente desea la paz. Si además se lo ve como un estado pacifista; mejor. La hasbará (esclarecimiento) consiste en explicar las políticas de Israel, que son percibidas como problemáticas, y a veces no tienen que ver con la paz sino con su seguridad. Desde el día de su nacimiento Israel ha anhelado la paz y no siempre tuvo buena imagen.
El gran logro de los palestinos de transformarse en la única víctima del conflicto en el Medio Oriente ¿se debe básicamente a su trabajo mediático?
– Hay muchos factores. El papel de la prensa es indispensable no tanto porque los palestinos sean hábiles en el manejo de los medios de comunicación sino porque la prensa es más proclive a la posición palestina. El origen de esto es una cultura progresista de fijar a Israel en el papel de Goliat y a los palestinos en el de David. Más allá de la “inconducta” palestina, todo es visto bajo el prisma del opresor y el oprimido. Aún así debemos admitir que los palestinos han sido también mucho más efectivos que los israelíes en la presentación de su causa. Los altos voceros palestinos no han tenido escrúpulos en mostrar imágenes crudas, mientras que Israel no ha llevado el conflicto al amarillismo ni ha expuesto a las víctimas de los atentados palestinos.
DESPRECIO ACEPTADO
Cuando se compara a Israel con la Sudáfrica del apartheid o la Alemania nazi, ¿estamos hablando exclusivamente de ignorancia?
– No. Acá hay dos niveles: el que promueve la difamación es generalmente un antisemita y el que la recibe es usualmente un ignorante. No obstante, hemos visto a intelectuales muy destacados siendo antisemitas. Desde mi perspectiva el propagador tiene una agenda política que busca difamar a Israel. Históricamente ha habido acusaciones descabelladas contra los judíos. En la antigüedad eran creídas y hoy en día también se creen porque el antisemitismo se acomoda al lenguaje de la época.
¿Por qué la izquierda política a nivel mundial se ha alineado con el antiamericanismo, el anti-sionismo y el antisemitismo?
– Tradicionalmente la derecha quedó más asociada al antisemitismo por la integración del catolicismo con el nacionalismo. Pero uno suele olvidar que existió el comunismo estalinista… la izquierda radical tiende a tener un odio profundo a la libertad. Por eso odia a los Estados Unidos, la democracia más sólida del mundo, y a Israel, la única del Medio Oriente. Se mezcla, además, el hecho que vivimos en un mundo donde es políticamente correcto despreciar a los Estados Unidos e Israel. América Latina habla de democracia pero a Fidel Castro lo tratan como un dios…
El reemplazo del término “antisemitismo” por “judeofobia” ¿se debe a diferencias entre ambos conceptos?
– En rigor sí. Judeofobia es más preciso. La fobia, psicológicamente, sugiere miedo, pero sociológicamente significa odio. El término“judeofobia” fue acuñado por Leo Pinsker, un judío, mientras que “antisemitismo” fue acuñado por un judeófobo, Wilhelm Marr. “Antisemitismo” sugiere que hay un movimiento que se opone al “semitismo”, y no hay tal cosa.
Volviendo al tema de la ignorancia, ¿qué factores circundan la judeofobia?
– Su origen tiene miles de años pero el cristianismo fue un gran propagador. La Iglesia creó un marco en que el desprecio al judío era aceptado. En los años del Holocausto ya había existido un trabajo pernicioso. Los genocidios, como el de Hitler contra los judíos, quien asesinó a seis millones en seis años, son sólo posibles si existe previamente un genocidio intelectual del pueblo, que precede al genocidio físico. Por eso me preocupa la imagen de difamación de Israel, porque se le asigna al pueblo judío las peores etiquetas del Siglo XX. No afirmo que estamos en 1938 pero sí que hay una resonancia desagradable en la retórica de masas antisemitas de esa época.
¿Cómo ha ido evolucionando la judeofobia desde la postguerra y la creación del Estado de Israel?
-Es el mismo fenómeno camaleónico que se adapta a las coyunturas diversas. Después de la Segunda Guerra Mundial ser antisemita era inconcebible. Hitler le dio un mal nombre y esto duró un tiempo hasta la creación del Estado de Israel. La judeofobia del mundo está ahora orientada hacia dicho país. Es decir: el antisemitismo orientado al judío es políticamente incorrecto. Si uno se declara antisemita hay leyes que lo condenan. Pero se refocalizó esa “incorrección” hacia el desprecio del Estado judío, al punto que hoy se intenta expulsarlo de la familia de las naciones.
¿Cuán preocupante es la judeofobia actual?
– Al parecer las comunidades que visito en América Latina están alertas y conscientes. Esas son las que me invitaron: aquellas en las cuales hay un reconocimiento que hay que educar. Me preocupan más bien los Judíos que no sé si son del todo conscientes del momento que le toca vivir a nuestro pueblo.
¿Hasta qué punto? ¿Podría haber otro Holocausto?
– Yehuda Bauer dice “Lo que pasó una vez, puede pasar dos veces”. Y las cosas suceden más que nada Debido a una combinación de factores. Entonces, es posible, si bien no me lo imagino ni en Europa ni en el mundo libre, pero no hay ningún secreto en la intención de los islamistas. La figura de Hitler fue adorada en muchos sectores de las comunidadesárabes y hubo colaboración de éstas con los nazis. Esto es crítico para entender la disposición psicológica de la región hacia Israel.
BRONCA REPRIMIDA
A corto plazo ¿qué acciones se pueden esperar de Al Qaeda, Hamás y la Jihad Islámica?
– Especialmente Al Qaeda va a estar orientada a darle el mensaje a los occidentales (primero a los Estados Unidos) que siguen vivos y con la capacidad de continuar dando batallas. Otro mensaje, esta vez a los jihadistas mismos, es que no han sido afectados por la decapitación de la organización. Se mató al símbolo de la jihad y al responsable de miles de víctimas en el mundo. Pero va a haber sucesores. Esto no es el fin ni de Al Quaeda ni del jihadismo. Tanto Hamás como la OLP prueban que uno puede matar a los líderes y la organización subsiste, pero el combate contra los líderes es inevitable pues eso demora la planificación de atentados; los obliga a estar más a la defensiva.
¿Qué elementos se conjugaron para el levantamiento en los países árabes?
– Básicamente que entró en erupción una bronca reprimida acumulada por décadas y que con la coyuntura de la era de la información, donde es más difícil suprimir el conocimiento, terminó por estallar. En realidad fue una secuencia; no todo al mismo tiempo. Comenzó con un joven tunecino que se suicidó a lo bonzo. Las revoluciones, por definición, nos sorprenden cuando hacen erupción porque uno no advierte lo que se está cultivando secretamente. Es una reacción popular espontánea por la libertad política y económica que se negó a
una población de edad promedio 26 años.
¿Tiene beneficios para Israel este intento de democratización?
– Sí. Estos intentos tienen oportunidades y desafíos. Una de las oportunidades es que si surgen gobiernos más democráticos, es bueno para Israel. Pero si surge mayor caos o gobiernos más radicales u hostiles a Israel, es malo. Hoy no lo sabemos. La caída de Siria, a priori es bueno. La caída de Egipto es un problema porque se perdió un garante de la paz regional. Las democracias no guerrean entre sí. Las dictaduras sí. A mayor democracia, mayor posibilidad de estabilidad regional.
EDUCACIÓN: FACTOR CRUCIAL
El acuerdo firmado entre Hamás y Fatah ¿significa que Mahmoud Abbas optó por la paz con Hamás en vez de con Israel?
– Sí. Eso lo destacó muy bien Benjamín Netanyahu. El problema de la Autoridad Palestina es que en el marco de Las revueltas hubo un esfuerzo de Hamás y Fatah de evitar quedar expuestos a ellas, lo cual tiene un propósito extra: lograr la declaración del Estado palestino libre, soberano e independiente, por parte de la Asamblea General de la ONU en septiembre. Y para eso, Cisjordania y Gaza necesitaban estar unificadas.
Desde otra perspectiva, ¿podría este acuerdo generar una oportunidad para Israel si los palestinos, en vez de limar sus rencillas internas, las intensifican?
– Acá no hay oportunidad ninguna para la paz. La división de Hamás y Fatah era una oportunidad al ver los palestinos la diferencia de calidad de vida entre Cisjoradnia y Gaza. Lamentablemente Hamás agrupa al fundamentalismo terrorista islámico. Esto no puede ni remotamente contribuir a la paz. Ni siquiera al proceso de paz. ¿La lección de las movilizaciones árabes? Israel vio cómo en tres semanas de revueltas en Egipto, tres décadas de acuerdos de paz hoy son discutidas, y se pregunta si Mahmoud Abbas o su sucesor va a proteger un acuerdo de paz que va a implicar concesiones territoriales y en el área de la seguridad por parte de Israel.
¿Qué consecuencias tendría la amenaza de los palestinos de declarar unilateralmente su Estado ante la Asamblea General de la ONU si Occidente ha puesto como condición la realización de elecciones presidenciales, las cuales tendrán lugar en 2012?
– Va a ser completamente contraproducente. Será simbólica; no real. En 1988 Yasser Arafat declaró la independencia de los palestinos desde Argelia con una serie de símbolos y esto no cambió ni un milímetro la realidad del pueblo en los territorios disputados. Mahmoud Abbas quiere un Estado sin negociar con Israel; no quiere tierras por paz sino tierras sin paz. Esto porque quizás él no sea tan moderado o porque no puede traicionar el legado de Arafat quien no quiso conceder la paz. Va a ser inútil porque no va a cambiar la realidad y la necesidad de los palestinos en Cisjordania y Gaza. Lo que sí va a crear es una enorme presión mundial sobre Israel. Hay iniciativas orientadas a dañar a Israel más que a proteger los intereses de los palestinos.
Los grupos terroristas islámicos no están sólo en contra de Israel sino del mundo judío. ¿Es una ilusión la paz entre Israel y sus vecinos?
– En la medida en que gobiernen los fundamentalistas islámicos, sí, pero si gobiernan los sectores más moderados, puede ser posible. El asunto es que el liderazgo palestino, la intelectualidad y la cultura misma, van a tener que adoptar la postura que adoptó Israel, que es la de la paz. Tiene que haber, antes que nada, un cambio en el currículo educativo que promueva la aceptación de Israel. El factor educativo es básico para evaluar los avances del proyecto de la paz.
Su último libro es “Roma y Jerusalem: la Política Vaticana Hacia el Estado Judío”. ¿Es hoy el Vaticano amigo de Israel?
– No es ni amigo ni enemigo. Tienen una relación cordial y positiva. También tienen desavenencias, entendidas en el contexto de la perspectiva histórica de siglos de hostilidad cristiana hacia los judíos y de indisposición vaticana a reconocer el Estado de Israel durante sus primeros 45 años de vida soberana. No se puede hablar de amistad. Son dos Estados; y tras ellos hay dos religiones.
Libertad Digital
Por Julián Schvindlerman
  La indignación por Palestina de Stéphane Hessel – 04/07/11
El semianarquista nonagenario franco-alemán Stéphane Hessel tiene muchos motivos para estar indignado. Como sobreviviente del Holocausto, debe de causarle indignación contemplar la supervivencia del neonazismo, incluso en Francia y Alemania. Como uno de los redactores de la Declaración Universal de los Derechos Humanos, debe de indignarle seriamente la persistente violación de esos derechos en grandes porciones del globo. Como exembajador de Francia ante las Naciones Unidas, debe de hallar indignante la degradación de ese foro multilateral. Y sin embargo no hallaremos demasiadas referencias a esas cuestiones en su panfleto ¡Indígnate!, que movilizó a más de un millón de jóvenes en España, Grecia y otras partes de Europa. «Actualmente mi principal indignación», anuncia el autor del ahora universalmente famoso texto, «concierne a Palestina, la franja de Gaza, Cisjordania».
Para Hessel, es «absolutamente necesario» leer el informe Goldstone; aunque hemos de asumir que no la retractación del propio juez sudafricano, que declaró hace poco que, de haber sabido entonces lo que sabe hoy, seguramente hubiera escrito un texto diferente.
El rigor y la moderación no son el fuerte de Hessel. Gaza, en su visión, es «una prisión a cielo abierto»; los palestinos fueron «expulsados de sus tierras por Israel» en 1948, y Hamás «no ha podido evitar que se lancen cohetes a los pueblos israelíes». No ha podido evitar, nótese. Por los gazatíes no siente otra cosa que admiración: «Su patriotismo, su amor por el mar y las playas, su constante preocupación por el bienestar de sus hijos, innumerables y risueños…». Claramente, Hessel no ha visitado los innumerables y poco simpáticos campamentos infantiles de Hamás, en los que se somete a los niños a adoctrinamiento terrorista.
Hessel se manifiesta contrario a la violencia; de hecho, titula a una sección «La no violencia, el camino que debemos aprender a seguir», y otra «Por una insurrección pacífica». Critica a Jean-Paul Sartre por haber apoyado el terrorismo durante la guerra de Argelia y en las Olimpiadas de Munich. «Evidentemente pienso que el terrorismo es inaceptable», afirma Hessel. Pero estas consideraciones no pueden extenderse a la Gaza actual: «Hay que admitir que, cuando un pueblo está ocupado con medios militares infinitamente superiores, la reacción popular no puede ser únicamente no violenta (…) podemos explicar estos actos [de terror] por la exasperación de los gazatíes».
Si esto parece una muestra de doble rasero… es porque se trata de una muestra de doble rasero. Para que no queden dudas acerca de su postura, comenta: «En la noción de exasperación, hay que comprender la violencia como una lamentable conclusión de situaciones inaceptables para aquellos que las sufren». Con todo, estas justificaciones lucen innecesarias. No por ser moralmente inconcebibles, sino porque desafían la propia lógica argumental de Hessel, quien, en un párrafo agregado a la edición en español, agradece a la juventud española
el apoyo que ha dado a la causa palestina, que se muestra cada vez más partidaria de una resistencia no violenta.
Hessel está tan orgulloso de su propalestinismo que, en la solapa del texto publicado recientemente por la editorial Planeta en la Argentina, se destaca su categoría de «defensor de la causa palestina». Que este sea un atributo merecedor de mención en una biografía es todo un comentario sobre el estatus casi icónico que esa posición ideológica ha alcanzado. Eso sólo ya sería suficiente para que el panfleto ¡Indígnate! causase justificada indignación.
Comunidades
Por Julián Schvindlerman
  La épica de Israel – 22/06/11
La Ilustración Liberal, prestigiosa publicación española, ha planteado la pregunta Que significa Israel para mí» a una docena de autores de Israel y el mundo de habla hispana. Aquí la respuesta abreviada del autor.
La saga de Israel comenzó cuando un príncipe egipcio y hebreo desafió a la autoridad gobernante al reclamar libertad para sus hermanos esclavizados, con las palabras «Deja salir a mi pueblo». Como se estipuló desde el cielo que ningún esclavo podría ingresar a la Tierra Prometida -de modo que sólo una generación de mujeres y hombres libres forjaran la nueva nación- Moisés apenas pudo contemplar la tierra de la emancipación desde la distancia. Más de tres mil años después, aquella pequeña nación fundada bajo las inclemencias del desierto, los anhelos de la libertad y las promesas divinas todavía brilla bajo el mismo sol que lo vio todo desde su mismísima génesis.
El misterio de la supervivencia judía ha intrigado a filósofos e historiadores por largo tiempo. En 1899 el escritor estadounidense Mark Twain reflexionaba: «Todas las cosas son mortales menos el judío: todas las demás fuerzas pasan, pero él permanece. ¿Cuál es el secreto de su inmortalidad?». El siglo previo, el filósofo suizo Jean-Jacques Rousseau, había expresado similar asombro: «Los judíos nos presentan un espectáculo sorprendente: las leyes de Numa, Licurgo y Solón están muertas; las mucho más antiguas de Moisés aún están vivas. Atenas, Esparta y Roma han perecido y sus pueblos se han desvanecido de la tierra; aunque destruida, Sión no ha perdido a sus hijos». A su vez, durante la segunda mitad del siglo XX, el poeta y escritor argentino Jorge Luis Borges celebraba con estas palabras el surgimiento del estado judío: «¿Qué otra cosa eras, Israel, sino esa nostalgia, sino esa voluntad de salvar, entre las inconstantes formas del tiempo, tu viejo libro mágico, tus liturgias, tu soledad con Dios? No así. La más antigua de las naciones es también la más joven».
El destino de Israel es el destino del pueblo judío y el enigma de ambos es único. De haber vivido lo suficiente para presenciar el establecimiento del estado judío en su tierra ancestral a mediados del siglo último, seguramente Twain y Rousseau hubieran estado igualmente sorprendidos con el acontecer increíble de ese pequeño país surgido en un Medio Oriente decidido a extirparlo cuando las cenizas del Holocausto europeo, arrastradas por los vientos de la historia, aún no habían dejado de caer sobre su tierra fecunda. Asediado militarmente desde su nacimiento, acosado por boicots económicos por parte de toda una región, privado de recursos naturales propios, desafiado diplomática y moralmente de manera constante incluso por países de Occidente; es difícil imaginar a muchos países sobrevivir y más aún, progresar, en semejante entorno. Y sin embargo, la historia del Israel moderno es una historia de superación y crecimiento formidables.
Al visualizar las amenazas y los obstáculos que los pioneros sionistas debieron enfrentar, siempre he encontrado loable su espíritu constructor, su afán creador y su inventiva original para sortear desafíos reales. Pero nunca dejaré de admirar su vocación colectiva para dar forma, en medio de guerras interminables, a una sociedad intelectualmente inquieta y culturalmente rica. Theodor Herzl, el fundador del sionismo político, había comprendido que la tierras, las fronteras, los asentamientos, el ejército… todo ello constituía la base material de un estado, pero que era la idea de un estado –la utopía que albergaba los sueños y las aspiraciones, los anhelos y las ambiciones de sus pobladores- el elemento crucial que lo sostendría en el tiempo. Y así, ya en 1936 aconteció en Tel-Aviv el primer concierto de la Orquesta Filarmónica Palestina bajo la batuta de Arturo Toscanini. En una fecha tan temprana como 1932 había sido fundado en esa misma ciudad un museo de arte, y para esa misma época se establecieron los laboratorios del Mar Muerto. En la década que va entre 1924 y 1934, fueron establecidos tres institutos científicos y universidades. Todo ello precedió al nacimiento del estado, en 1948. Desde entonces su progreso no ha parado.
Viajé por primera vez el país cuando era niño, junto con mi pequeña hermana y mis padres. Durante nuestra visita al Muro de los Lamentos, vimos rezar a hombres ortodoxos custodiados por jóvenes soldados. Recuerdo una apreciación de mi padre, quien, al ver ese cuadro hermoso, dijo: «El religioso no podría rezar allí si no fuera por la protección que le brinda el soldado. Pero la presencia del soldado no tendría sentido alguno allí si no estuviera rezando el ortodoxo». Esta unión entre lo místico y lo moderno, entre la tradición y el pragmatismo, entre lo mundano y lo espiritual, aún con todas las tensiones que ella genera, dota al estado judío de una singularidad muy especial. Después de todo, si a Moisés le fuese concedido hoy el permiso de ingresar a la Tierra Prometida, se toparía con israelíes que hablan su mismo idioma, que tienen su misma religión y que habitan el mismo territorio al cual él llevó a sus antepasados hace tres mil años. Y eso es decididamente maravilloso.
Varios
Por Julián Schvindlerman
  Entrevista con La Palabra Israelita (Chile) – 10/06/11
En el marco de la visita de J.S. a Chile por el programa Hasbará Public Diplomacy (10/06/2011)
De tu experiencia profesional, ¿qué te ha marcado más?
Mi experiencia en Suiza fue muy desafiante y especial. Me hallaba, figurativamente, y tal como me había anticipado quien me contrató, en la línea frontal de la batalla. En ese entonces era director ejecutivo adjunto de United Nations Watch y debí asistir a múltiples sesiones de la ONU en Ginebra donde la demonización de Israel era cotidiana y donde los valores más básicos y el sentido común eran regularmente violentados. Mis conferencias en casi toda América Latina han sido de modo similar estimulantes, al permitirme conocer muchas naciones y comunidades, y sus realidades. Participar en debates televisivos también ha sido, por momentos, una experiencia intensa. Pero escribir es lo que más me apasiona.
Cuéntanos un poco sobre tu nuevo libro, «Roma y Jerusalem: la política vaticana hacia el Estado judío».
La obra aborda una relación singular como es la que une a cristianos con judíos, aunque se centra en la política del Vaticano hacia Israel. Presenta una introducción de la génesis del vínculo pero se focaliza en la segunda mitad del siglo XIX en adelante, desde el advenimiento del Sionismo hasta la creación del Estado de Israel, llegando a la actualidad. Es un ensayo político e histórico que no entra en las cuestiones de dogma y fe. Su eje investigativo es la diplomacia de la Santa Sede hacia el Estado judío a lo largo del tiempo.
¿Cómo fue el proceso entre «Tierras por Paz, Tierras por Guerra» y «Roma y Jerusalem: la política vaticana hacia el Estado judío»?
.Ambos libros tratan aspectos modernos de la historia judía, pero en relación a dos credos diferentes en un sentido amplio, el Islam en un caso, el Catolicismo en el otro. Me importan los asuntos contemporáneos, las cuestiones que nos afectan hoy, y por eso mi motivación a elegir temáticas comprometidas con nuestra realidad circundante. A la vez, el trasfondo histórico de las cosas es esencial para entender nuestro presente y prepararnos mejor para el futuro. Igualmente, creo que temas menos candentes, pero de todos modos interesantes, pueden ser abordados de manera creativa, y es legítimo que cada autor escriba sobre lo que más le motive.
Entrevistó Dafna Rosenberg
Mundo Israelita – 10/06/11
Critica literaria de «Roma y Jerusalem: La política vaticana hacia el estado judío«
Por Martha Wolff
El 6 de mayo pasado junto al autor, en la 37º Feria Internacional del Libro en Buenos Aires, presenté la última obra del Lic. Julián Schvindlerman, destacado analista de Política Internacional y de Medio Oriente.
Su primer libro “Tierras por Paz, Tierras por Guerra” marcó el comienzo de su camino como escritor, además de tener un su haber centenares de artículos publicados en nuestro país e internacionalmente como así también su reconocida participación en medios de comunicación en los que con sus comentarios ha dejado trazado su personal y autorizada opinión. Es por todo este antecedente, más el haber contado con su valiosos aporte de columnista en dos de mis programas en Radio Jai y Radio Universidad de Belgrano y conocer su seriedad profesional, que acepté ser la comentarista de su libro en ese ámbito.
“Roma y Jerusalem” es la síntesis en poco más de quinientas páginas de la historia del antisemitismo y del antisionismo cristiano, del dogma católico transformado en poder político y del arrepentimiento de tanto odio fomentado a través de veinte siglos hasta el reconocimiento de los judíos como hermanos por la Iglesia. En esta apretada síntesis quiero describir el circular recorrido histórico que sigue el autor para enfrentar un tema que -al menos en nuestra cultura latinoamericana- antes de este libro era considerado tabú abordarlo.
Julián Schvindlerman toma como eje central de su tratado al enfoque histórico que es irrebatible y juega con el enfoque religioso (basado en documentos de la Iglesia y una rica bibliografía) que deviene político, para ejercer su poder y manejar ese poder político para gobernar y educar según sus intereses tanto a su feligresía como a sus instituciones.
En el correr de las páginas, gracias al trabajo de investigación del autor y su intercaladopuntual de hechos y publicaciones en cada tramo, el lector se transforma de lector a crítico por la claridad conceptual de su análisis al concatenarlos desde la aparición de Cristo, que es meridiano de este conflicto, hasta la invocación de parte del Papa Juan Pablo II en el siglo XX, cuando en nombre del mismo pide perdón a los judíos.
El abordaje de Schvindlerman es de una claridad absoluta sobre un tema tan oscuro y hasta se podría decir prohibitivo, pues decir la verdad hace caer una cortina de miedo y prejuicios que ha costado millones de vidas y verdades adulteradas para establecer una verdad absoluta. La Iglesia construyó a medida que su poder aumentaba un lenguaje semántico que obedecía a ese poder y usó como chivo expiatorio al judío como asesino de Cristo, infiel, perturbador, prestamista, asesino, diferente, conquistador del mundo, parásito, infiel, bolchevique, secular, liberal, etc… atributos de desprecio y desplazamiento histórico y dispersión de un pueblo condenado por no haber reconocido en Jesús la llegada del Mesías.
El leer detenidamente esta obra como si fuera un libro de estudio ofrece la posibilidad de informarse y formase para debatir en cualquier lugar los hechos como fueron y no como nos fueron contados. Este libro es, en su afán investigativo, equiparable a una disección de un cadáver al estilo Leonardo Da Vinci, quien iba a las morgues a explorar cadáveres para estudiar su anatomía y a abrir los vientres de las mujeres embarazadas muertas para saber más sobre el origen de la vida.
Debo confesar que me he enriquecido con este texto que guarda una cualidad extraordinaria y es la simultaneidad con la que Schvindlerman escribió este libro. Él agrega al conflicto de la Iglesia con los judíos, desde el siglo II hasta la Revolución Francesa de 1789 y el nacimiento del sionismo político hasta la creación del Estado de Israel, todos los acontecimientos paralelos que surgieron y dieron como consecuencia graves hechos en perjuicio de los judíos que atrasaron su emancipación hasta considerarse a sí mismos como un pueblo sin tierra, como una minoría y con el derecho a imitar la emancipación que eligieron otros pueblos para convertirse en naciones.
La sumatoria del odio, los prejuicios, las condenas, las discriminaciones, los asesinatos, etc. que sufrieron los judíos, organizados directa o indirectamente por la Iglesia, condujo al Holocausto o Shoá y ese mismo odio y sus terribles consecuencias son las que hicieron replantearse a la Iglesia sobre su responsabilidad.
El intercalar documento y análisis más dato histórico deja al autor mostrar lo no siempre evidente. En 1965 con Nostra Aetate por primera vez en la historia la Iglesia reconoce a los judíos como sus hermanos y en 1993 firma el Acuerdo Fundamental con el Estado de Israel. Este viaje termina de reafirmarse cuando el Papa Juan Pablo II en el año 2000 visita Israel y reza en el Muro de los Lamentos. El lector recorre el viaje vertiginoso a través de las páginas del libro. Los judíos cuando viajamos a Israel y llegamos a Jerusalem vamos al Muro para poner plegarias entre sus grietas. Esa imagen, sólo que con el Papa, es tapa del libro, abrió una esperanza de reconciliación y paz entre judíos y católicos.
En Roma está el Vaticano que es un estado independiente y soberano recreado como tal en el siglo XX y también Israel, en Medio Oriente, nació en ese mismo siglo como estado libre y soberano y ambos son pequeñas naciones donde convive lo religioso con lo político. A pesar de que han rivalizado es innegable que el dato histórico guarda la única verdad, y esto es una contribución cierta del autor.
Leer este libro y comentarlo fue un alivio para mi ignorancia y me dio una vez más la posibilidad de valorar a un escritor de esta envergadura y responsabilidad literaria.
Comunidades
Por Julián Schvindlerman
  El discurso de Barack Obama – 08/06/11
El discurso del presidente estadounidense sobre Oriente Medio, pronunciado a mediados de mayo último, duró aproximadamente 45 minutos, de los cuales poco más de 10 fueron dedicados al conflicto palestino-israelí. No obstante, fue este segmento el que más atención recibió. El mismo contuvo elementos positivos y negativos desde cualquier perspectiva que se lo mire y puede ser elogiado por su esfuerzo en balancear las preocupaciones y reclamos de ambas partes. A la vez, los aspectos problemáticos del discurso son reales y dieron lugar a un público contrapunto entre Washington y Jerusalem. Vayamos por partes.
El presidente Obama fue inequívoco respecto de ciertas posturas palestinas: esfuerzos para deslegitimar a Israel fracasarán. Acciones simbólicas para aislar a Israel en las Naciones Unidas en septiembre no crearán un estado independiente. Los líderes palestinos no conseguirán la paz o la prosperidad si Hamas insiste en un sendero de terrorismo y rechazo. Y los palestinos nunca realizarán su independencia negando el derecho de Israel a existir». Agregó que el estado palestino deberá ser desmilitarizado y cuestionó el acuerdo de unión nacional entre Fatah y Hamas. Nada para objetar, mucho para aplaudir. Asimismo, fue claro a propósito de un asunto crucial: «una paz duradera abarcará a dos estados para dos pueblos: Israel como un estado judío y la patria para el pueblo judío, y el estado de Palestina como la patria del pueblo palestino…». Esta definición automáticamente excluye la realización del «derecho al retorno» palestino (en rigor, es un reclamo, no un derecho) dentro de Israel, pero un repudio más explícito hubiera sido atinado.
«En cuanto a Israel», dijo Obama, «nuestra amistad está arraigada profundamente en una historia compartida y en valores compartidos. Nuestro compromiso con la seguridad de Israel es inquebrantable… Pero precisamente por nuestra amistad, es importante que digamos la verdad: el status quo es insostenible, e Israel también debe actuar con firmeza para hacer avanzar una paz duradera». Esta referencia al «también» es llamativa y constituye una equivalencia injusta. Desde los Acuerdos de Oslo en 1993, ha habido seis primeros ministros en Israel -Rabin, Netanyahu, Barak, Sharon, Olmert y nuevamente Netanyahu- todos los cuales han hecho importantes esfuerzos por la paz. Rabin rescató a la OLP de la extinción inminente y la erigió como un socio respetable de la paz ante el mundo entero, Barak ofreció concesiones inéditas en Camp David, Sharon retiró a Israel de Gaza, Olmert reiteró y reforzó las ofertas territoriales y las concesiones políticas, y Netanyahu se manifestó a favor de un estado palestino e incluso congeló la construcción de asentamientos por un período de casi un año. ¿Y el liderazgo palestino? Estrictamente consistió en dos personas: el mítico Yasser Arafat, quien pasó a la historia palestina como el Saladino inclaudicable y a la historia universal como el hombre que desperdició la mejor oportunidad para lograr la paz; y Mahmoud Abbas, quien, si bien luce más moderado políticamente que Arafat, en el análisis final no se apartó ni un milímetro de los reclamos nacionalistas maximalistas de su predecesor y llegó, incluso y poco tiempo atrás, a oponerse a la negociación directa con los israelíes y a condicionar las tratativas a la satisfacción de sus reclamos. A diferencia de Arafat no lanzó (¿todavía?) una Intifada, pero incorporó al movimiento fundamentalista Hamas al gobierno y está intentando obtener un estado palestino por medio de la imposición de la ONU, en vez de la negociación con Israel.
Las más polémica de las afirmaciones de Obama, empero, refirió a las fronteras entre Israel y el futuro estado palestino: «Nosotros creemos que las fronteras de Israel y Palestina debieran estar basadas en las líneas de 1967 con intercambios mutuamente acordados…». Está ha sido una premisa diplomática de negociación presente por algún tiempo pero nunca antes un presidente estadounidense la había oficializado como objetivo de la política exterior norteamericana ni la había respaldado públicamente. Es cierto que Obama la presentó como un parámetro y no como el destino último, y habló de intercambios negociados, pero claramente explicitó la forma final que las fronteras, a grandes rasgos y en su visión, deberán tener. Estas líneas fueron definidas décadas atrás por un canciller laborista, Abba Eban, como las «fronteras Auschwitz», y por el premier del Likud, Benjamin Netanyahu, como «fronteras indefendibles». Para una nación que se vio atacada luego de evacuar zonas previamente ocupadas, tanto desde El Líbano como desde la Franja de Gaza, y que ve como su acuerdo de paz con Egipto de tres décadas pasó a ser cuestionado luego de pocas semanas de revueltas por el 54% de los egipcios (encuesta de Pew Global Research de abril pasado), la insistencia en la dimensión territorial de la disputa luce extraña.
Al exacerbar las aprehensiones de Israel y al potenciar la intransigencia palestina, Barack Obama terminará saboteando aquello mismo que desea estimular.