Año 4 – Nro 28
Israel tuvo dos frentes casi simultáneos con el pueblo palestino: una contienda militar con Hamas desde la Franja de Gaza y una contienda diplomática con la Autoridad Palestina asentada en Cisjordania. En rápida sucesión, ambos desafiaron al estado judío.
La situación en la frontera con la Franja de Gaza padecía un deterioro creciente y prolongado. Durante los meses previos al estallido de la guerra, habían sido lanzados contra Israel ochocientos cohetes desde ese territorio controlado por el Movimiento de Resistencia Islámico, Hamas. Desde la retirada unilateral israelí de la Franja en el 2005 y hasta el 2012, unos seis mil cohetes habían sido disparados contra Israel. En la década previa a esta última confrontación, alrededor de diez mil cohetes salieron disparados desde Gaza hacia poblados Israelíes. La situación era intolerable y, sin embargo, los israelíes la toleraron por demasiado tiempo. Finalmente, cayó la gota que colmó el vaso y el ejército respondió.
La fuerza aérea israelí rápidamente destruyó muchos de los depósitos de misiles Fajr de largo alcance. El objetivo militar era especialmente crítico pues estos misiles provistos por Irán llegan a Jerusalem y Tel-Aviv y cubren a la mitad de la población israelí. Removerlos de escena al inicio mismo de la contienda bélica fue estratégicamente sabio.
Hubo un contraste fuerte en la conducta bélica de las partes. Aún cuando hubo muchas incursiones aéreas, dirigidas a los terroristas pero que afectaron también a población civil, Israel hizo el esfuerzo de minimizar las bajas civiles palestinas, esfuerzo que se vio complicado cuando Hamas deliberadamente ubicó a sus militantes y lanzaderas en medio de centros civiles. La agrupación palestina gobernadora de Gaza cometió así dos crímenes de guerra: atacar a población civil (israelí) protegiéndose con población civil (palestina).
Del lado israelí descolló un novedoso elemento de protección de población indefensa. Un sistema de alarmas alerta a la ciudadanía cada vez que un cohete está volando hacia un centro urbano, refugios antibomba fueron construidos y, por sobre todo, un eficiente sistema de defensa antiaérea fue montado. Conocido como Cúpula de Hierro, tuvo un éxito operativo del 85% logrando detener a cuatrocientos veintiún cohetes y misiles palestinos. Si bien su performance fue notable, debe ser comprendido que esa tasa de éxito significa que un 15% de cohetes efectivamente aterriza en Israel. Eso quiere decir que de cada cien misiles lanzados desde Gaza, quince llegarán a destino, poniendo en juego las vidas de los ciudadanos del país.
Al cabo de un tiempo intervino la comunidad internacional, forzando una tregua sobre las partes. Eso privó a Israel de cumplir por completo con sus objetivos militares y dejó al agresor Hamas -y su arsenal- en pie. Como Hamas tiene una agenda genocida, es improbable que ésta haya sido la última confrontación entre las partes.
El gran perdedor, políticamente, empero no se encontraba ni en Jerusalem ni en Gaza, sino en Ramallah. En la misma medida en que Hamas aumentaba su popularidad, la Autoridad Palestina la perdía. En ese contexto, el presidente Mahmoud Abbas dio rienda libre a una iniciativa preexistente y postuló a “Palestina” ante las Naciones Unidas como estado observador no-miembro. La iniciativa prosperó y marcó un triunfo político para un liderazgo palestino superado por los hechos. Si bien la inclusión de Palestina en la ONU generó un gran tumulto periodístico y diplomático, en rigor la movida no creó ningún estado-nación nuevo; apenas significó la elevación del rango protocolar de la Organización para la Liberación de Palestina (OLP) dentro del sistema de la ONU.
Fuera del cosmos de la ONU , Palestina sigue siendo Palestina. Jerusalem está en manos de los israelíes, Gaza bajo el control de un movimiento opositor, los refugiados permanecen en su lugar, la economía de la entidad continúa siendo altamente dependiente de la economía de su vecino y su viabilidad, funcional a las donaciones internacionales. El imperativo de llegar a la paz entre ambos pueblos por medio del diálogo y la conciliación sigue tan vigente como siempre.
Por su parte, la Asamblea General de las Naciones Unidas, que acogió a Palestina con tanto entusiasmo, mostró una vez más su parcialidad anti-israelí al adoptar durante su reunión anual más de veinte resoluciones contra Israel y apenas cuatro contra el resto del mundo combinado. Una selectividad y una desproporción que traicionan los principios constituyentes del propio foro multilateral. Israel es el único estado miembro de la ONU -sobre una constelación de ciento noventa y tres naciones- privado de membresía completa en cualquiera de los grupos regionales del organismo. Tradicionalmente el estado judío ha sufrido marginación y hostigamiento en la ONU , en tanto que la OLP ha sido su niña mimada. Apenas sorprende que Mahmod Abbas haya buscado -y conseguido- rédito político en su seno.
Fatah y Hamas son enemigos históricos. El pasado noviembre, no obstante, la dinámica de su competencia nacionalista precipitó dos amenazas concretas y sucesivas contra la seguridad y la política del estado de Israel.