Comunidades, Comunidades - 2005

Comunidades

Por Julián Schvindlerman

  

La cooperación sur-sur entre Árabes y Sudamericanos – 01/06/05

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En el marco de una Sudamérica que ha virado hacia la izquierda y el populismo y que ha abrazado nuevamente la pancarta setentista, antiyanqui y nacionalista, es decir, con una Sudamérica decidida a residir en el Tercer Mundo por un largo rato más, es apenas llamativo entonces que surgiera un espacio de diálogo con el mundo árabe bajo la consigna del “desarrollo de la cooperación sur-sur”, tal como lleva por título uno de los párrafos de la Declaración de la Cumbre Árabe-Sudamericana emitida a mediados del mes de mayo, con ecos de la famosa teoría de “Centro y Periferia” de Sunkel y Paz según la cual el subdesarrollo es función del lugar que le toca jugar a los países tercermundistas en el injusto sistema económico mundial y nunca debido a las decisiones erradas, pésimas políticas públicas, corrupción oficial, ausencia de visión estratégica, falta de compromiso nacional a  largo plazo y otros males que vienen plagando a las sociedades de numerosos países sudamericanos desde hace un largo tiempo.

No es que haya algo negativo per se en el hecho de que dos bloques regionales “periféricos” o “en vías de desarrollo” -para ser politically correct en el uso del lenguaje- decidan reunirse en Brasilia para “fortalecer las relaciones birregionales, ampliar la cooperación y establecer una asociación para promover el desarrollo, la paz y la justicia internacional”, tal como destaca el primer párrafo de la mencionada Declaración, sino que Sudamérica, junto con, o a cambio de, todos los beneficios comerciales y de otra índole que espera percibir, deberá también pagar un precio político en ciertas áreas, algunas de las cuales han quedado plasmadas en el texto consensuado de la cumbre, el que fuera precedido por catorce borradores, lo que nos da una idea de cuanta negociación diplomática previa acompañó al mentado evento.

Al evaluar el texto de la declaración por su contenido, podemos asumir que algo similar a lo que acontece en el foro de las Naciones Unidas debe haber sucedido en materia de tira y afloja diplomático, donde Sudamérica termina dando la luz verde (sea por apoyo o abstención) a resoluciones iniciadas por los árabes, radicales en su origen y levemente moderadas luego en el transcurso del regateo con Europa, Sudamérica u otros. Y así, nos encontramos con un manifiesto final que ilustra a propósito de las concesiones políticas sudamericanas al permitir la introducción del conflicto que las naciones árabes tienen con Israel en el espacio de un encuentro de cooperación árabe-sudamericano.

En un texto de doce páginas, no son proporcionalmente muchos los párrafos referidos a Israel, pero los pocos que existen son lo suficientemente problemáticos como para ameritar observación. En ellos se alude al programa nuclear israelí, a la construcción de asentamientos, a la valla de seguridad, al terrorismo, al futuro estado palestino y a sus fronteras finales. Como es usual, la distinguida retórica diplomática encubre la verdadera intencionalidad política: los llamados a la paz regional son en realidad formulados bajo el prisma de las demandas árabes, las condenas al terrorismo son en realidad justificaciones del mismo, la defensa de la soberanía de los estados son en realidad exculpaciones de crímenes atroces, etc. Veamos algunos ejemplos.

En el punto 2.8, la Declaración final pide por una “paz justa, duradera y completa” en el Medio Oriente; terminología tradicionalmente utilizada por los países árabes en la ONU al bregar por la obliteración de Israel. Insta a la “creación del Estado Palestino independiente con base en las fronteras de 1967”; algo que Israel opone, aunque afortunadamente se agrega a continuación un llamado a la coexistencia pacífica. Se exige “la retirada de Israel de todos los territorios árabes ocupados”; algo que se aparta sustancialmente del texto de la resolución 242 del Consejo de Seguridad de la ONU (más conocida como “tierras por paz”) que deliberadamente omitió el uso del vocablo “todos” en antelación a la palabra “territorios”. El punto 2.9 expresa “inquietud” (léase correctamente: no condena) por la violencia, ataques militares y actos terroristas en el Oriente Medio, nivelando así la agresión terrorista con la defensa militar. El punto 2.16 enfatiza “la importancia de combatir al terrorismo en todas sus formas y manifestaciones”; una clarísima alusión a la defensa israelí, la que, según el parecer árabe, es el genuino acto de terror. El punto 2.17 limpia de toda responsabilidad al pueblo palestino por su agresión, donde los signatarios  “reafirman el rechazo a la ocupación extranjera y reconocen el derecho de los estados y pueblos a resistir a la ocupación extranjera…”  y continúa con este agregado, asumimos,  bajo presión sudamericana, “…de acuerdo con los principios de la legalidad internacional y de conformidad con el Derecho Internacional Humanitario”, una frase que le permitió al canciller brasileño posteriormente decir que cada cual podría interpretar este punto como quisiera.

La Declaración además se opone a las sanciones que Estados Unidos ha impuesto sobre Siria, sutilmente condena la invasión a Irak, expresa apoyo a Somalia y aplaude algunas medidas que el gobierno de Sudán -acusado de orquestar un genocidio contra su propia población- ha tomado últimamente. Emiratos Árabes Unidos ganó apoyo en su disputa territorial con Irán. Perú y Qatar obtuvieron apoyo para sus candidaturas para asientos no permanentes en el Consejo de Seguridad. Por su parte, la Argentina recibió apoyo en su reclamo por las Islas Malvinas.

¿Y que sobre las omisiones? Todo texto político es elocuente tanto por sus inclusiones como por sus exclusiones. Tratándose, como era el caso, de fomentar el acercamiento birregional, es tan solo natural que la promoción de la democracia -esa palabra prohibida en las sedes de gobierno del mundo árabe- quedara fuera de la agenda de preocupaciones de estas docenas de naciones separadas por un océano pero reunidas con el noble propósito de promover, entre otros dignos ideales, la justicia y la paz internacional. Finalizada la cumbre y rubricado el mensaje de un mundo más libre, más pacífico y más justo, los delegados regresaron a sus países: los sudamericanos a atender sus varios problemas, y los árabes a atender los propios. Entre ellos, indudablemente, el de perpetuar sus gobiernos despóticos ahora bajo el guiño de la complacencia sudamericana.

La cooperación Sur-Sur ha sido afianzada.