Comunidades, Comunidades - 2005

Comunidades

Por Julián Schvindlerman

  

Bush en la Argentina – 16/11/05

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Tiene razón Carlos Alberto Montaner al decir que “la izquierda hoy es sólo circo y violencia callejera”. Los destrozos a pedradas o con bombas incendiarias contra locales de McDonald´s, Burger King, Bank Boston, Citibank y Blockbuster en la capital federal y el interior del país, y los saqueos a comercios en Mar del Plata, ilustran a propósito de la violencia urbana de los inadaptados que conforman el cóctel de militantes izquierdistas, antinorteamericanos y antiglobalistas. Y en cuanto al circo en que se ha transformado la izquierda contemporánea basta con recordar la patética “anti-cumbre” marplatense en la que 45.000 eufóricos activistas se reunieron para corear gastados eslóganes contra los sospechosos usuales -Estados Unidos, su presidente, el imperialismo, y el capitalismo- a la vez que celebrar las virtudes del socialismo, cuyos modelos vietnamita, norcoreano, soviético y cubano, uno asume, deben ser para estos dinosaurios del siglo XX, modelos de virtud.

La famosa “anti-cumbre” reunió a lo más destacado del zoológico izquierdista latinoamericano. Primeramente a Diego Armando Maradona, cuya evolución de futbolista a drogadicto a conductor televisivo y ahora a activista político, parece haberle dotado de la madurez filosófica para generar profundas reflexiones del tipo “Bush es una basura humana”. En segundo término a Hugo Chávez, el charlatán presidente venezolano que sometió a sus fans a un discurso de casi dos horas y media repleto de citas de José Martí, Karl Marx, Mao Tse Tung, Rosa Luxemburgo, Eva Perón, Simón Bolívar, Noam Chomsky y Mario Benedetti. No podían faltar el líder cocalero boliviano Evo Morales -quien en el pasado afirmó que “Estados Unidos quiere convertir a Chile en el Israel de América Latina”- ni la madre de Plaza de Mayo Hebe de Bonafini, quien en el 2001 aplaudió los atentados contra el World Trade Center. Acompañó al florido elenco el diputado peronista Miguel Bonasso, el presidente del parlamento cubano Ricardo Alarcón, el cantante Silvio Rodríguez, el cineasta bosnio Emir Kusturika, y el premio Nobel de la Paz Adolfo Pérez Esquivel; este último quizás para recordarnos que los intelectuales bien educados también pueden ser políticamente extremistas.

Claro que el desprecio a Bush y al Tío Sam no es una novedad por estos pagos. Entre las  manifestaciones más histéricas del pasado reciente cabe destacar la actitud del juez brasilero Julier Sebastiao da Silva de considerar “absolutamente brutal” y “peor que los horrores cometidos por los nazis” la decisión de las autoridades norteamericanas de fotografiar y tomar las huellas dactilares de visitantes foráneos en los aeropuertos por cuestiones de seguridad; y la afirmación del académico argentino Sebastián Dozo Moreno, publicada dentro de una columna de opinión en La Nación, de que “Bush, por su pasión bélica y planes espaciales, parecería estar bajo la nefasta y poderosa influencia del planeta de la guerra” luego de que el presidente estadounidense anunciara el objetivo espacial de poner un astronauta en Marte. Esta perdida total del sentido de la proporción a la hora de juzgar a Estados Unidos, la encontramos también cuando de alabar a Cuba se trata. Dos ejemplos coloridos a colación podrían ser esta aseveración del “historiador” Diego Maradona respecto de Fidel Castro: “es el mejor presidente de los últimos cien años” -por encima, desde ya, de Winston Churchill, Ronald Reagan, Margaret Tatcher, Mijail Gorvachov, y David Ben-Gurión entre otros- y una solicitada publicada tiempo atrás en Página12, titulada “Judíos con Cuba”, en la que se denunciaba a “las fuerzas hegemónicas mundiales” que amenazaban al régimen castrista y en la que para anunciar su apoyo a la única dictadura del continente americano, los firmantes no hallaron nada más adecuado que declarar orgullosamente su identidad judía.

El comentarista Rosendo Fraga nos regaló hace poco el dato deprimente de que todo el volumen económico de América Latina no llega al del estado de California. Mientras tanto,  todo lo que es capaz de hacer el movimiento izquierdista es aglomerarse en la ciudad feliz para aplaudir el colectivismo estalinista y el totalitarismo castrista. Por ahora, aunque cada vez en menor grado, esta izquierda bananera es marginal en la política regional. Si llegara a dejar de serlo, podemos olvidarnos de California y contentarnos con que fuéramos a estar a la par de Somalia.