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Infobae – 26/12/07

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Medio: Infobae.com
Fecha: 26/12/2007

Duración: 4′ 00″

Sinopsis de la entrevista a propósito de la cuestión Maradona-Irán (publicada en Infobae.com):

El analista Julián Schvindlerman habló en diálogo con Infobae.com sobre las declaraciones del ex jugador de fútbol y su eventual viaje a Irán.

El analista Julián Schvindlerman destacó la posibilidad de una campaña de relaciones públicas de Irán en la Argentina y dijo que “la visita puede haber sido iniciada por Luis D’Elía que es el operador político de los iraníes” en la Argentina.

Señaló como una “idea descabellada” la intención de Diego Maradona de querer visitar a “un gobierno que reprime ferozmente su propia población” y que es una situación que lo pone en contradicción con su postura de abrazar al pueblo iraní. “Tendría que denunciarlo no apoyarlo”, sentenció porque en realidad hay que condenar a quienes reprimen.

“Es muy triste que se relacione con sospechosos de haber asesinados a sus hermanos en la Argentina”, dijo Schvindlerman y destacó que “Irán ha fomentado el asesinato de ciudadanos argentinos” en el marco del atentado de la AMIA y que ello está siendo investigado por la justicia argentina.

Con respecto al por qué desde Irán se estaría generando esta campaña, el escritor dijo que “podrían estar interesados en generar apoyo popular”, debido a la cuestionada situación internacional por la que atraviesa Irán. “El apoyo de una persona tan popular como Maradona sería un boom para Irán”, expresó.

Pero esgrimió que Maradona “es futbolista, no es intelectual, no es un pensador y por tanto sus virtudes están en sus pies no en un cerebro”, por lo que “quizás él no está entendiendo realmente lo que sucede en el marco de una coyuntura internacional muy compleja”.

Y destacó: “Ha confundido los tantos y termina apoyando a quienes no debería”. Además, señaló que es posible que Maradona no revierta su postura de acercamiento hacia Irán.

“Si el está siendo como suponemos usado por una campaña y si se da cuenta es posible que tome distancia, pero si se siente afín al régimen iraní, porque es muy cercano a Hugo Chávez en Venezuela y a Fidel Castro en Cuba, creo que en este sentido habrá que ver cómo lo vive”, explicó y remarcó como importante la reunión del ex futbolista con familiares de víctimas y directivos de la comunidad judía.

Comunidades, Comunidades - 2007

Comunidades

Por Julián Schvindlerman

  

Una estimación desafortunada – 19/12/07

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A principios del corriente mes de diciembre fue publicado el “Estimado de Inteligencia Nacional” (NIE, según sus siglas en inglés) sobre Irán que ha causado una fuerte conmoción diplomática. Las afirmaciones vertidas en ese documento han efectivamente significado una reversión de 180 grados en la política iraní de la actual Casa Blanca, han dañado apreciablemente los esfuerzos de aliados clave de Estados Unidos -tales como Israel, Francia y Gran Bretaña- de evitar la procuración nuclear iraní, han seriamente debilitado el prospecto de mayores sanciones internacionales contra la república islámica, han removido (por el momento) de la mesa la opción militar de Washington, y han puesto en tela de juicio la credibilidad de aquellos líderes -dentro y fuera de Estados Unidos- que durante los últimos cuatro años han estado alertando acerca de los peligros de un Irán nuclear. ¿Cómo no habría el régimen en Irán de definirlo como una “gran victoria”? Tristemente, todo esto fue provocado por un informe de inteligencia altamente defectuoso.

¿Qué dice este NIE? Titulado “Irán: Capacidades e Intenciones Nucleares”, afirma -en su primer párrafo y con un grado de “alta confianza”- que Teherán ha “detenido su programa de armas nucleares” en el año 2003 “primariamente en respuesta al creciente escrutinio internacional”. Sin embargo, el mismo informe sostiene, también con un grado de “alta confianza”, que “entidades militares iraníes estaban trabajando bajo dirección gubernamental para desarrollar armas nucleares”. En una nota al pie, el reporte indica que “por ´programa de armas nucleares´ queremos decir el trabajo armamentístico y de desarrollo de armas nucleares de Irán…no nos referimos al trabajo civil declarado relacionado a la conversión y enriquecimiento de uranio”. Ahora bien, el enriquecimiento de uranio a escala industrial (con 3000 centrifugadoras, como hace Irán) trasciende el uso civil de la energía atómica, y la superación de ese obstáculo técnico es el paso crítico de todo el proceso de manufactura nuclear para la obtención de la bomba atómica. Es por ello que el enriquecimiento de uranio ha sido el foco de la atención mundial y el motivo por el que resoluciones reprobatorias de Irán han sido adoptadas por el Consejo de Seguridad de las Naciones Unidas. Llamativamente, la segunda oración del NIE sostiene que “Nosotros también evaluamos con confianza moderada a alta que Teherán como mínimo mantiene abierta la opción de desarrollar armas nucleares”. Y la frase final del reporte asevera: “Nosotros evaluamos con alta confianza que Irán posee la capacidad científica, técnica e industrial para eventualmente producir armas nucleares si decide hacerlo”. En otras palabras, la información que el NIE brinda sobre el programa de enriquecimiento de uranio iraní es inconsistente con la aseveración de que Teherán ha abandonado su interés en la producción de armas nucleares, la que, en todo caso, el informe reconoce que Teherán podrá “eventualmente” hacer.

No solo ello, el actual informe de inteligencia contradice a un previo NIE del 2005 que sostuvo -también con un grado de “alta confianza”- que “Irán actualmente está decidida a desarrollar armas nucleares” y que éste era el caso “a pesar de sus obligaciones internacionales y la presión internacional”. Esta evaluación corresponde al año 2005. Pero el actual NIE sostiene que Irán detuvo su programa nuclear en el 2003 -dos años antes de este informe- y que lo hizo debido a la presión internacional, cosa que el NIE del 2005 enfáticamente negó fuera el caso. Evidentemente, uno de los dos estimados de inteligencia nacional está equivocado. Como si fuera poca la confusión reinante, en una fecha tan reciente como el 11 de enero de 2007, el reporte “Evaluación Anual de Amenaza” del Director de Inteligencia Nacional sostuvo que el régimen iraní “está decidido a desarrollar armas nucleares” en desprecio de sus obligaciones internacionales, y agregaba que Teherán “continúa la búsqueda de uranio enriquecido y ha mostrado más interés en trabar las negociaciones que en alcanzar un solución diplomática aceptable”. El actual NIE afirma evaluar “con moderada confianza” que “Teherán no ha relanzado su programa de armas nucleares para mediados del 2007, pero no sabemos si actualmente intenta desarrollar armas nucleares” (mi énfasis). Vale decir, la opinión de la comunidad de inteligencia norteamericana hoy es que Irán no relanzó su programa nuclear, lo que está en abierta contradicción con una evaluación de apenas diez meses atrás. La síntesis de todo este meollo la podemos hallar en una oración del último Estimado de Inteligencia Nacional, resaltada por mi en itálicas más arriba y que amerita repetición: “no sabemos si [Irán] actualmente intenta desarrollar armas nucleares”. Fin del debate.

Las estimaciones de las agencias de inteligencia no son infalibles. Tal como varios historiadores han señalado últimamente, la propia CIA desestimó las intenciones soviéticas de ubicar misiles balísticos en Cuba, evaluó incorrectamente el programa de armas de destrucción masivas de Irak, subestimó los avances atómicos de Libia y Corea del Norte, fracasó en detectar los preparativos de un test nuclear de la India, no advirtió el progreso nuclear iraní hasta que éste fuera denunciado por opositores al régimen en agosto del 2002, y respecto de las actuales intenciones o avances de este régimen teocrático se contradice de una manera tan escandalosa que pone en serias dudas a todo el proceso de evaluación de estas agencias. Pero el daño ya está hecho. Más allá de la esperanza de los editores del New York Times (“El nuevo reporte no es un argumento para que nadie baje la guardia respecto de las ambiciones nucleares de Irán”), lo cierto es que ello es probablemente lo que sucederá. Ahora más que nunca será difícil persuadir a Moscú y a Pekín de la necesidad de nuevas sanciones, o requerir a la Unión Europea la imposición de trabas financieras a las operaciones de los ayatollahs, o convencer a la opinión pública del posible escenario de una ataque militar. Israel, por su parte, ha quedado considerablemente aislada para enfrentar la muy real amenaza nuclear iraní.

El trasfondo político de este affair es la influencia de ex oficiales del Departamento de Estado críticos de la política exterior de la Administración Bush en la redacción del presente NIE. Aparentemente, sectores de la comunidad de inteligencia y diplomática han guiado las conclusiones y fomentado la publicación de este NIE con el propósito de anular la opción militar. Si éste ha sido el caso, entonces el presidente Bush deberá poner su casa en orden. Lo contrario sería permitir a oficiales renegados conducir la política exterior norteamericana. En cualquier período de la historia de una nación, ello sería inadmisible. En las urgentes circunstancias actuales, ello resulta decididamente inconcebible.

Comunidades, Comunidades - 2007

Comunidades

Por Julián Schvindlerman

  

Annapolis 1947 – 05/12/07

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“Annapolis” -tal como se ha identificado sencillamente a la reunión diplomática de alto nivel acontecida en la capital del estado de Maryland la semana pasada- ha expuesto con devastadora claridad la imposibilidad de alcanzar una paz real y duradera entre los israelíes y los árabes en general, y con los palestinos en particular. Aunque el evento fue concebido con el propósito de relanzar las tratativas de paz entre las partes y fue diseñado de manera que mostrara apoyo mundial al proyecto de la paz mesooriental, éste terminó dejando en evidencia -formalidades al margen- ya no la mera reticencia sino el contundente repudio árabe y palestino al reconocimiento del derecho a la existencia al Estado de Israel.

La Organización para la Conferencia Islámica tiene 57 estados-miembro. La Liga Árabe posee 22. A Annapolis enviaron delegaciones solamente 19 naciones árabes y/o musulmanas. Las naciones islámicas no árabes que participaron fueron Turquía, Indonesia, Malasia y Pakistán. Los países árabes presentes fueron Arabia Saudita, Argelia, Bahrein, Egipto, Emiratos Árabes Unidos, Jordania, El Líbano, Mauritania, Marruecos, Omán, Qatar, Sudán, Siria, Túnez, y Yemen. Ni un solo canciller árabe accedió a reunirse con la ministra de relaciones exteriores de Israel. Tampoco le fueron concedidos encuentros públicos al primer ministro israelí por parte de algún delegado árabe, debiendo contentarse éste solo con el intercambio de saludos con cuatro representantes (de Qatar, Bahrein, Marruecos y Pakistán) luego del discurso del israelí; discurso en el que, cabe recordar, Olmert instó al mundo árabe a entablar relaciones diplomáticas con el estado judío. El canciller saudita había anunciado públicamente que no estrecharía su mano con ningún israelí (“No estamos dispuestos a ser parte de una presentación teatral”, acotó el príncipe Saúd al-Faisal). Planes de una posible escala en Nordáfrica por parte de Tzipi Livni en su viaje de regreso a Israel debieron ser  descartados.

Durante las semanas previas de intensa actividad preparatoria de la “cumbre”- posteriormente rebautizada como “encuentro” para significar el inicio, en lugar del fin, de las negociaciones- la prensa controlada del mundo árabe había estado publicando caricaturas fuertemente hostiles a Israel. No solamente en Siria o en la Franja de Gaza podían verse dibujos ofensivos, sino también en Arabia Saudita, los Emiratos Árabes Unidos, Omán, Qatar, e incluso en Jordania y Egipto; los únicos dos países de la órbita árabe que poseen tratados de paz formales con el estado judío. Diez días antes de Annapolis, las naciones musulmanas promovieron (y lograron) una iniciativa en Ginebra para que Israel sea anualmente condenada en las sesiones del supuestamente reformado Consejo de Derechos Humanos de las Naciones Unidas, al haber introducido como asunto permanente de la agenda del CDH la censura de Israel. Al día siguiente de la finalización del encuentro en Maryland, unos pocos cientos de kilómetros más al norte, en Nueva York, la ONU conmemoró, como cada 29 de noviembre, el “Día Internacional de Solidaridad con el Pueblo Palestino”, en el que árabes y musulmanes reprueban la Resolución 181 que recomendó el establecimiento de un estado judío y uno árabe, evento que religiosamente culmina con la adopción de una serie de resoluciones anti-israelíes en la Asamblea General.

A la luz de lo cuál nos vemos obligados a tomar con escepticismo la participación árabe e islámica en este encuentro. Ir a Annapolis a hablar de paz mientras lideran campañas de ostracismo diplomático en Nueva York y Ginebra, e incitan a las masas con estereotipos anti-israelíes en sus propios países, no es obviamente la manera más convincente de persuadir a terceros respecto de su declarado pacifismo. La noción de convocar al mundo árabe a Annapolis descansaba sobre la premisa de que el apoyo colectivo de éste al proceso de paz facilitaría la flexibilidad palestina en materia de negociación. Resulta muy claro que su conducta no ha ayudado a que este objetivo fuera alcanzado.

En cuanto a los propios palestinos, ellos se han llevado igual crédito que los árabes en el rubro intransigencia. Su obstinada determinación de no reconocer a Israel como un estado judío estuvo hecha a medida para que Annapolis resulte un fiasco. “Israel puede definirse a sí misma como guste, pero los palestinos no la reconocerán como un estado judío” aseveró Salam Fayad, el primer ministro palestino. “Los palestinos nunca reconocerán la identidad judía de Israel” aseveró Saeb Erakat, jefe del departamento de negociaciones de la OLP.  “Esto es absolutamente rechazado” dijo Ahmed Qurei, el principal negociador palestino. “Este tema no está en la mesa” indicó Yasser Abed Rabbo, secretario-general del comité ejecutivo de la OLP. Por su parte, la comunidad árabe de Nazareth instó a la Autoridad Palestina a no reconocer a Israel como un estado judío. (Estas citas fueron recopiladas por el comentarista estadounidense Daniel Pipes). Esto sugiere que los palestinos pretenden  resolver los problemas territoriales de 1967 sin aceptar las realidades fácticas de 1948, algo que fue reafirmado en el discurso del premier Mahmoud Abbas, cuando éste realizó dos menciones específicas a la “Nakba”, el término árabe para “catástrofe”, vocablo con que se alude en el discurso árabe a la creación de Israel. Los sirios, a su vez, en un editorial publicado en el periódico estatal Teshreen, anunciaron que viajaban a Annapolis a “frustrar el plan de Olmert de forzar a los países árabes a reconocer a Israel como un estado judío”. Atento a que la naturaleza judía del estado israelí sigue siendo cuestionada, el presidente Bush, anfitrión del encuentro, prometió en su discurso que Estados Unidos seguiría comprometido con Israel como una “patria para el pueblo judío” y preocupado por “la seguridad de Israel como un estado judío”.

Simbólicamente, el encuentro de Annapolis finalizó un día antes del sesenta aniversario de la resolución para la partición de Palestina, mediante la cuál la familia de las naciones expresó su disposición al establecimiento de un “estado judío” (tal el término exacto del texto de la resolución, el que es repetido unas treinta veces) y otro árabe. Aunque la resolución en ningún lugar habla de un “estado palestino”, hoy Israel lo reconoce como futura realidad y de hecho sus delegados fueron a Maryland -y antes a Oslo y a Camp David- dispuestos a  facilitar la creación del mismo. A sesenta años de aquél crucial momento diplomático en el que las bases fueron sentadas para el establecimiento de dos estados, uno judío y el otro árabe, los interlocutores árabes y palestinos continúan estancados en las trincheras de la historia, aferrados tercamente a sus dogmas nacionalistas, y psicológicamente incapacitados de abandonar su cuestionamiento existencialista al estado de Israel. 

Annapolis 2007 nos ha brindado un atípico momento de claridad conceptual: a los árabes y a los palestinos 1967 les fastidia, pero es 1948 lo que realmente les duele.

Originalmente publicado en Libertad Digital

Varios

Varios

Por Julián Schvindlerman

  

Premio Scopus 2007 a Pilar Rahola: Una muy merecida distinción – 12/07

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Revista de la Fundación de Amigos Argentinos de la Universidad Hebrea de Jerusalem

La conocí en Estados Unidos cinco años atrás. Había viajado a Washington para participar de un congreso en el que, dada la lengua madre compartida, me pidieron que la recibiera. De lejos, ya se percibía su porte y su elegancia. De cerca, su afectuosa personalidad. Y después de haberla oído disertar, quedaba asentada su brillantez intelectual. Ella ya era famosa en su España natal. Desde entonces, su nombre comenzó a ser oído con creciente regularidad de este lado del Océano Atlántico. Razones no faltaban.

Pilar Rahola es una rara avis que descolla -precisamente- por su atipicidad: es intelectualmente sagaz, personalmente cálida, y moralmente valiente; atributos no siempre presentes en una sola persona. Madre, esposa, periodista, política, activista, diputada, filóloga, escritora, disertante, y tanto más, ha sabido expresar su capacidad en tantas y tan diversas áreas, y lo ha hecho de una manera tan singular, que uno no puede menos que experimentar una sensación de empequeñecimiento personal ante su obra profusa, plasmada en varios libros y numerosos artículos, conferencias y entrevistas en diversos países. Cualquiera que haya estado en contacto con ella -sea a través de la pantalla de un televisor, en una atestada sala de conferencias, o en un afable almuerzo personal- no puede permanecer indiferente ante su magnética personalidad, su elocuente forma de hablar, su solidez ideológica, su solvencia intelectual, su integridad moral, y la unión siempre presente en su discurso entre el sentido común y la coherencia racional.

Apenas sorprende, entonces, que tan destacada mujer haya sido premiada, reconocida y honrada copiosamente en campos tan variados como el del comercio, la imagen, el periodismo, el activismo humanitario, por su defensa de los derechos de los animales, por su lucha en pos de la igualdad de la mujer, por sus esfuerzos de conscientización pública relativos a la adopción, y por su campaña intelectual contra el antisemitismo y la difamación del Estado de Israel. El Premio Scoups, recientemente otorgado en Buenos Aires a Pilar Rahola por la Universidad Hebrea de Jerusalem, ha agregado un merecido laurel más a la trayectoria de esta catalana infatigable. Y vaya laurel, proviniéndo, como ha sido el caso, de una universidad de excelencia que en los últimos seis años ha legado al mundo nada menos que seis premios Nobel.

De interés particular para las comunidades judías ha sido su epopeya personal en contra de lo que Pilar Rahola denomina la “criminalización de Israel”. Algunas de sus exposiciones y escritos ya se han convertido en clásicos en el género de la denuncia política. Sus locuaces ponencias y sus persuasivos artículos han estado respaldados por la idiosincracia de la interlocutora y la oportunidad de la reacción: una mujer surgida de los cuadros de la izquierda española -de esa España católica que supo estimular el florecer de la cultura judía ibérica para luego expulsar a todos sus judíos y readmitirlos recién cinco siglos después- en un momento en que casi toda la Europa “progresista” había hecho de la demonización de Israel su canon más sacrosanto y de la exaltación de la falsedad su fetiche más adorado. Cuanto más masivo el oscurantismo colectivo, más visible el destello de la valía individual. Y así, Pilar Rahola en España (tal como Oriana Fallaci autoexiliada de su Italia, en Nueva York), tomó partido por la verdad y en contra de la distorsión en momentos en los que, tal como ella misma ha escrito, lo más cómodo para un intelectual era condenar al estado judío. Que no lo hace solamente por los judíos ni por Israel, dice. Sino por Europa misma, por el futuro de sus hijos, y por el bien de la humanidad. Sus detractores marginales jamás lo entenderán. Quienes la conocemos, sabemos que dice la verdad.

Esta nota, lo reconozco, puede adolecer de cierta subjetividad. Además de nuestro vínculo profesional, me une a Pilar Rahola una bella amistad. Pero escribo estas líneas con la firme convicción y la plena certeza de que son muchos los hombres y las mujeres de nuestro tiempo que sabrán reconocer en lo aquí descrito la fidelidad a la verdad y a los hechos que han hecho de esta pujante española una mujer, una intelectual y una luchadora ejemplar.

Libertad Digital, Libertad Digital - 2007

Libertad Digital

Por Julián Schvindlerman

  

Annapolis, 1947 – 03/12/07

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Annapolis ha mostrado con devastadora claridad que la paz entre israelíes y árabes es imposible. Aunque el objetivo de la cumbre era relanzar las negociaciones entre las partes con el respaldo de la sociedad internacional, los árabes –empezando por los palestinos– volvieron a poner de manifiesto que repudian el derecho de Israel a existir.

La Organización para la Conferencia Islámica tiene 57 Estados miembro, y la Liga Árabe 22. A Annapolis enviaron delegaciones 15 países árabes (Arabia Saudí, Argelia, Bahrein, Egipto, Emiratos Árabes Unidos, Jordania, el Líbano, Mauritania, Marruecos, Omán, Qatar, Sudán, Siria, Túnez, y el Yemen) y sólo cuatro países islámicos no árabes (Turquía, Indonesia, Malasia y Pakistán). Ni un solo canciller árabe accedió a reunirse con la ministra israelí de Exteriores, Tzipi Livni. Ningún delegado árabe mantuvo encuentro alguno con el primer ministro israelí, Ehud Olmert, que hubo de conformarse con un mero intercambio de saludos con los representantes de Qatar, Bahrein, Marruecos y Pakistán luego de haber pronunciado su discurso, en el que, por cierto, instó al mundo árabe a entablar relaciones diplomáticas con el Estado judío. El canciller saudí había anunciado públicamente que no estrecharía la mano de ningún israelí («No estamos dispuestos a ser parte de una presentación teatral», afirmó el príncipe Saúd al Faisal), y Livni hubo de desistir de hacer una escala en el norte de África durante su viaje de regreso a Israel.

En las semanas previas a la celebración de la cumbre, que posteriormente pasó a ser considerada un encuentro (para así dar a entender que se trataba del principio de las negociaciones, no de su final), la prensa del mundo árabe abundó en la publicación de caricaturas fuertemente hostiles a Israel. No sólo en Siria o en la Franja de Gaza pudieron verse dibujos ofensivos, también en Arabia Saudí, los Emiratos Árabes Unidos, Omán, Qatar; incluso en Jordania y Egipto, los dos únicos países árabes que han firmado acuerdos formales de paz con el Estado judío.

Diez días antes de Annapolis, las naciones islámicas emprendieron una exitosa campaña para que Israel sea condenado anualmente en las sesiones del supuestamente reformado Consejo de Derechos Humanos de las Naciones Unidas.

Un día después de Annapolis, la ONU conmemoró, como cada 29 de noviembre, el Día Internacional de Solidaridad con el Pueblo Palestino, en el que árabes y musulmanes reprueban la Resolución 181, que recomendó (1947) el establecimiento de un Estado judío y otro árabe en Palestina, y que siempre termina con la adopción, por parte de la Asamblea General, de una serie de resoluciones anti-israelíes.

A la luz de todo lo anterior, no es de extrañar que contemplemos con escepticismo la participación de árabes y musulmanes en encuentros como el de Annapolis. Ir a Maryland a hablar de paz mientras se lanzan campañas anti-israelíes en Nueva York y Ginebra y se incita a las masas contra el Estado judío no parece muy congruente, y pone en entredicho el declarado pacifismo de quienes así actúan.

Tras la idea de convocar al mundo árabe subyacía la premisa de que el apoyo colectivo de éste al proceso de paz facilitaría la asunción, por parte palestina, de unas posiciones más flexibles. A la vista está que las cosas han sido bien distintas.

Por lo que hace a los palestinos, se han mostrado tan intransigentes como los demás árabes. Su obstinada determinación de no reconocer a Israel como Estado judío hacía de Annapolis un fracaso anunciado. «Israel puede definirse a sí misma como guste, pero los palestinos no lo reconocerán como Estado judío», aseveró Salam Fayad, el primer ministro palestino. «Los palestinos nunca reconocerán la identidad judía de Israel», declaró, por su parte, Saeb Erekat, jefe del departamento de negociaciones de la OLP. «Este tema no está en la mesa», afirmó Yaser Abed Rabbo, secretario general del comité ejecutivo de la OLP. (Debo todas estas citas a Daniel Pipes, que asimismo ha dado cuenta del llamamiento de la comunidad árabe de Nazaret a la Autoridad Palestina para que no reconozca a Israel como Estado judío).

Da la impresión de que los palestinos pretenden resolver los problemas territoriales de 1967 sin antes aceptar las realidades fácticas de 1948. Así, el presidente de la AP, Mahmud Abbás, aludió por dos veces en su discurso de Annapolis a la Nakba, término con que se hace referencia en el mundo árabe a la creación de Israel y que literalmente quiere decir catástrofe.

Antes de enviar sus delegados a la cumbre, Siria hizo saber, a través de un editorial del periódico oficial Teshreen, que su intención era «frustrar el plan de Olmert de forzar a los países árabes a reconocer a Israel como Estado judío». En cuanto a Bush, prometió durante su discurso que EEUU seguiría comprometido con la idea de Israel como «patria para el pueblo judío» y preocupado por «la seguridad de Israel como Estado judío».

Curiosamente, la cumbre de Annapolis finalizó la víspera del 60º aniversario de la Resolución 181, mediante la cual la familia de las naciones expresó su disposición al establecimiento de «un Estado judío» (esta expresión aparece unas treinta veces en el texto) y otro árabe. Aunque la 181 no habla de «Estado palestino» alguno, a día de hoy Israel reconoce que se trata de una realidad futura, y de hecho sus delegados acudieron a Maryland –y antes a Oslo, y a Camp David– dispuestos a facilitar su creación.

Sesenta años después de la redacción de ese documento diplomático que sentó las bases para el establecimiento de dos Estados, uno judío y el otro árabe, en la zona, los interlocutores árabes y palestinos continúan estancados en las trincheras de la historia, aferrados tercamente a sus dogmas nacionalistas y psicológicamente incapacitados para dejar de cuestionar la existencia del Estado de Israel.

Annapolis 2007 nos ha brindado un atípico momento de claridad conceptual: a los árabes y a los palestinos les duele el 67, pero más les duele el 48. Mucho más.

Comunidades, Comunidades - 2007

Comunidades

Por Julián Schvindlerman

  

El-Baradei e Irán – 21/11/07

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La relación entre la comunidad internacional y la República Islámica de Irán parece seguir el movimiento de la Sonata No.7 del compositor ruso Sergei Prokofiev: ha comenzado con un allegro inquieto, ha continuado bajo un andante caloroso y posiblemente finalizará con un precipitato. Primero hubo conmoción ante la noticia de su plan atómico, luego intensa diplomacia, y ahora nos encaminamos cada vez más certeramente a un brusco final.

No son muchos los miembros de la familia de las naciones que se toman seriamente el prospecto de un Irán nuclear. Ciertamente no lo hacen Holanda y la India, países que exportan el 40% del combustible que los iraníes consumen. Tampoco las muchas firmas alemanas que continúan operando en Irán, ni las empresas suizas, italianas, austriacas y españolas que aún mantienen negocios con Teherán. Claramente no lo hace la Unión Europea en su conjunto, cuyo volumen de negocios representa para los iraníes el 40% de su comercio exterior, aunque para la UE equivale solamente al 1% de su cartera foránea. Definitivamente no lo hacen China y Rusia, quienes asisten tecnológicamente a Teherán y simultáneamente obstruyen en el Consejo de Seguridad de las Naciones Unidas las potenciales sanciones. Y muy evidentemente, tampoco lo hace el responsable número uno en materia de seguridad atómica internacional, el Sr. Mohamed El-Baradei, director-general de la Organización Internacional de Energía Atómica (OIEA), cuya negligencia ha sido duramente criticada por los israelíes.

“Las reiteradas afirmaciones de El-Baradei, negando incongruentemente que Irán esté buscando y progresando hacia la adquisición de armas nucleares, son difíciles de explicar”, según Gerald Steinberg, titular del departamento de estudios políticos de la Universidad Bar-Ilán. En una breve monografía al respecto, este académico afirma que el funcionario egipcio que lidera la OIEA “ha perdido credibilidad y está encubriendo amplias violaciones del Tratado de No Proliferación Nuclear” por parte de Irán. Allí explica que por más de tres años, los reportes trimestrales de la OIEA sobre Irán contenían detalles de las violaciones, de las obstrucciones a las visitas de los inspectores, de importantes inconsistencias entre las declaraciones oficiales y los resultados de tests y muestras tomadas de las varias instalaciones, así como otras formas de incumplimiento, y que sin embargo y absurdamente, cada reporte firmado por el propio director-general, concluía que la evidencia no demostraba de manera suficiente que la república islámica estuviera procurando fabricar armas nucleares. Eventualmente, incluso Moscú y Pekín aceptaron la “sobrecogedora naturaleza de la evidencia”, rechazaron las afirmaciones de El-Baradei, e identificaron a Irán como una nación incumplidora del Tratado de No Proliferación Nuclear en septiembre de 2005. La junta de gobernadores de la OIEA, reunida en noviembre del mismo año, no obstante pospuso el envío del dossier iraní al Consejo de Seguridad para dar más tiempo a las negociaciones. Esta postergación favoreció a los iraníes. Solo en febrero de 2006 pudo obtener Estados Unidos el apoyo de los principales miembros de la OIEA, y lograr que el tema fuese derivado al Consejo de Seguridad. Desde entonces, las evaluaciones de El-Baradei relativas a la cuestión nuclear iraní -que, como señala Steinberg, forman la base para las consideraciones de nuevas sanciones en el Consejo de Seguridad- continúan negando los esfuerzos de los ayatollas en cruzar el umbral nuclear.

El 9 del corriente, un día después de que Mahmoud Ahmadinejad anunciara que su país disponía de 3000 centrifugadoras para el enriquecimiento de uranio (es decir, el nivel crítico y final para construir bombas nucleares), Shaul Mofaz, responsable del diálogo estratégico con Washington por el asunto iraní y ex ministro de defensa de Israel, acusó al funcionario egipcio de poner en peligro a la paz mundial al cerrar los ojos ante el plan iraní y pidió su destitución, definiendo la conducta de éste de “lenta e irresponsable”. El-Baradei, que no había alertado respecto de ningún programa no-convencional sirio, había no obstante criticado públicamente a Israel por su incursión en el territorio de Bashar al-Assad donde presuntamente destruyó un reactor atómico de construcción norcoreana. Que en el año 2005 la administración Bush se haya opuesto a la reelección para un tercer mandato de El-Baradei como director-general del organismo internacional (dada la oposición del mismo a la guerra en Irak, por lo que fue premiado con el Nobel de la Paz) y que el régimen de Ahmadinejad se haya mostrado poco tiempo atrás dispuesto a negociar con el egipcio, sea quizás el indicador más claro de lo inadecuado que es El-Baradei para monitorear el programa nuclear iraní. Sencillamente, él parece ser el hombre equivocado, en el lugar equivocado, en el momento equivocado.

Ante la incompetencia del director-general de la OIEA, ante el obstruccionismo chino-ruso, y ante la imprudencia europea (con excepción de París y Londres en este momento), se cierra cada vez más la ventana de oportunidad de detener a Irán antes de que se convierta en una nación nuclear. Ni siquiera la actual Casa Blanca parece estar uniendo su retórica condenatoria con sus actos en el terreno. Jerusalem es especialmente sensible a este cuadro de situación, a la luz de las aspiraciones eliminacionistas de los iraníes. Diversas figuras relevantes del ejército israelí han alertado últimamente a propósito de la gravedad del asunto e insinuado que el próximo año será el último del que disponga la comunidad internacional para evitar que Irán sea nuclear. Con el trasfondo de la operación Osirak en 1981 y de la reciente incursión en Siria por parte de fuerzas israelíes, quizás el mundo dé por descontado que, una vez más, la acción decisiva será efectuada por Israel. Llegado el caso, que duda cabe, no serán pocos los que condenen públicamente a Israel; aunque lo aplaudan secretamente. Y habrá, también, quienes protestarán por el unilateralismo espartano de Israel y lamentarán que el sistema mundial de monitoreo nuclear haya perdido credibilidad. Las quejas estarán dirigidas hacia quién haya finalmente removido de la preocupación internacional una gran amenaza a la paz y a la seguridad, y en el olvido quedarán los actos de quienes permitieron -a través de la incompetencia y la irresponsabilidad- la conformación de semejante amenaza en primer lugar.

Artículo originalmente publicado en Libertad Digital

Libertad Digital, Libertad Digital - 2007

Libertad Digital

Por Julián Schvindlerman

  

El-Baradei y los Ayatolas – 19/11/07

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La relación entre la comunidad internacional y la República Islámica de Irán parece seguir el movimiento de la Sonata nº 7 de Sergei Prokofiev: comenzó con un allegro inquieto, continuó bajo un andante caloroso y posiblemente finalizará con un precipitato. Primero hubo conmoción ante la noticia del plan atómico iraní; luego, intensa diplomacia; y ahora nos encaminamos a un brusco final.

No son muchos los miembros de la familia de las naciones que se toman en serio el escenario derivado de un Irán nuclearizado. Ciertamente, no lo hacen Holanda y la India, países que exportan el 40% del combustible que consumen los iraníes. Tampoco las muchas compañías alemanas que continúan operando en Irán, ni las firmas suizas, italianas, austriacas y españolas que aún mantienen negocios con Teherán. Claramente, no lo hace la UE en su conjunto, cuyo volumen de negocios representa para los iraníes el 40% de su comercio exterior, aunque para aquélla equivale solamente al 1% de su cartera foránea. Definitivamente, no lo hacen China y Rusia, que asisten tecnológicamente a Teherán y simultáneamente obstruyen en el Consejo de Seguridad de la ONU la adopción de sanciones contra el régimen de los ayatolás. Y, muy evidentemente, tampoco lo hace el responsable número uno en materia de seguridad atómica internacional, el Sr. Mohamed el Baradei, director general de la Organización Internacional para la Energía Atómica (OIEA), cuya negligencia ha sido duramente criticada por los israelíes.

«Las reiteradas afirmaciones de El Baradei, que ha negado, con gran incongruecia, que Irán esté buscando armas nucleares y obteniendo progresos en la materia, son difíciles de explicar», ha declarado Gerald Steinberg, titular del Departamento de Estudios Políticos de la Universidad de Bar Ilán. En una breve monografía, este académico afirma que el funcionario egipcio que está al frente de la OIEA «ha perdido credibilidad y está encubriendo amplias violaciones del Tratado de No Proliferación Nuclear (por parte de Irán)».

Steinberg explica que, por más de tres años, los reportes trimestrales de la OIEA sobre Irán dieron cuenta de las obstrucciones a las visitas de los inspectores, de importantes inconsistencias entre las declaraciones oficiales y los resultados de las muestras recogidas en las propias instalaciones, etcétera, pero que, absurdamente, cada reporte firmado por Baradei concluía que las evidencias no demostraban suficientemente que la república islámica estuviera tratando de fabricar armas nucleares.

De hecho, incluso Moscú y Pekín aceptaron la «sobrecogedora naturaleza de la evidencia», rechazaron las afirmaciones de El Baradei e identificaron a Irán como una nación incumplidora del Tratado de No Proliferación Nuclear (septiembre de 2005). La Junta de Gobernadores de la OIEA, reunida en noviembre del mismo año, decidió no obstante posponer el envío del dossier iraní al Consejo de Seguridad para dar más tiempo a los negociadores.

Esta postergación favoreció a los iraníes. Sólo en febrero de 2006 pudo obtener Estados Unidos el apoyo de los principales miembros de la OIEA para que el asunto fuese derivado al Consejo de Seguridad. Desde entonces, las evaluaciones de El Baradei relativas a la cuestión nuclear iraní –que, como señala Steinberg, forman la base para la consideración de nuevas sanciones por parte del Consejo de Seguridad– continúan negando que los ayatolás estén empeñados en cruzar el umbral nuclear.

El 9 del corriente, un día después de que Mahmud Ahmadineyad anunciara que su país disponía de 3.000 centrifugadoras para el enriquecimiento de uranio (es decir, el nivel crítico y final para construir bombas nucleares), Shaul Mofaz, responsable del diálogo estratégico con Washington por el asunto iraní y ex ministro de Defensa de Israel, acusó al funcionario egipcio de poner en peligro la paz mundial con su postura de cerrar los ojos ante el plan de Teherán y pidió su destitución, habida cuenta de su conducta «lenta e irresponsable».

El Baradei, que no había alertado respecto de que el régimen de Bachar al Assad contara con algún programa no convencional, ha criticado públicamente a Israel por su reciente incursión en territorio sirio, donde al parecer destruyó un reactor atómico de construcción norcoreana.

Que en el año 2005 la Administración Bush se opusiera a que El Baradei disfrutara de un tercer mandato al frente de la OIEA (dada su oposición a la guerra en Irak, lo que, por otra parte, le valió el Nobel de la Paz) y que el régimen de Ahmadineyad se haya mostrado poco tiempo atrás dispuesto a negociar con él son quizá los indicadores más claros de lo inadecuado que es este personaje para monitorear el programa nuclear iraní. Sencillamente, parece ser el hombre equivocado, en el lugar equivocado, en el momento equivocado.

Dados la incompetencia del director general de la OIEA, el obstruccionismo de China y Rusia y la imprudencia europea (excepción hecha de París y Londres), cada vez resulta más difícil detener a Irán antes de que se convierta en una nación nuclear. Ni siquiera la actual Casa Blanca parece estar uniendo su retórica condenatoria con sus actos sobre el terreno.

Jerusalén es especialmente sensible a este panorama, a la luz de las aspiraciones eliminacionistas de los iraníes. Diversas figuras relevantes del Ejército israelí han alertado últimamente de la gravedad de la situación, e insinuado que el próximo año será el último del que disponga la comunidad internacional para evitar que Irán sea nuclear. Con el trasfondo de la operación Osirak (1981) y de la reciente incursión en Siria, quizá el mundo dé por descontado que, una vez más, la acción decisiva correrá por cuenta de Israel.

Llegado el caso, qué duda cabe, no serán pocos los que condenen públicamente a Israel, aunque le aplaudan secretamente. Y habrá, también, quienes protesten por el unilateralismo espartano de Israel y lamenten la pérdida de credibilidad del sistema mundial de monitoreo nuclear. Las quejas se dirigirán hacia quien haya finalmente removido de la preocupación internacional una gran amenaza para la paz y la seguridad, y en el olvido quedarán los actos de quienes permitieron, con su incompetencia e irresponsabilidad, que aquélla cobrara cuerpo.

Comunidades, Comunidades - 2007

Comunidades

Por Julián Schvindlerman

  

Sobre autos y mujeres en Arabia Saudita – 07/11/07

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Para una sociedad que se opuso a la radio y a la televisión y que abolió la esclavitud apenas siete años antes de que el hombre llegara a la luna, el reciente establecimiento de la “Liga de Demandantes del Derecho de la Mujer a Manejar Autos en Arabia Saudita” ha naturalmente generado repercusiones sociales.

A finales de septiembre, alrededor de 1100 mujeres saudíes han firmado una petición dirigida al Rey Abdullah exigiendo se les reconozca el derecho a manejar autos en el reino islámico. Entre las razones invocadas hay apelaciones a la tradición y a la historia (en el pasado, las mujeres saudíes podían desplazarse libremente en camellos y caballos, que no eran sino los medios de transporte de antaño), al sentido económico (cada vez resulta más oneroso para la clase media sostener un chofer particular que lleve de aquí para allá a las mujeres de la familia), y a la conciencia social (en el marco de un reclamo de mayor igualdad entre hombres y mujeres). La última vez que algo así fue intentado, terminó en fracaso. En 1990, aprovechando la presencia en tierra saudí de varios periodistas extranjeros que cubrían los desarrollos de la Guerra del Golfo, mujeres subieron a los autos de sus maridos o padres y manejaron a lo largo y ancho de Ryhad. Muchas de ellas terminaron en prisión, otras perdieron sus trabajos, y algunas fueron temporalmente expulsadas del país. Esta vez, si bien la iniciativa ha encontrado resistencias, ella ocurre en una atmósfera de mayor apertura y permisividad, en tanto la monarquía musulmana halla cada vez más difícil evadirse de la modernidad.

Los últimos dos años y medio han sido testigos de un acalorado debate en la sociedad saudí a propósito de este tema, desde que en mayo de 2005 dos miembros del Consejo de la Shura elevaron la idea -radical en la Arabia Saudita del siglo XXI- de que las mujeres deberían poder manejar. Periódicos han comenzado a publicar notas relativas a la posible aceptación y consecuentes implicancias del manejo femenino, programas televisivos han presentado paneles de debate al respecto, y al menos una organización patrocinada por el gobierno está abocada a la investigación de los efectos sobre la vida familiar y la sociedad de semejante cambio social. Los opositores alegan que ello fomentará la corrupción moral de la población, que las mujeres al volante provocarán accidentes viales, y que tal libertad las llevará a que salgan más de sus hogares, se maquillen y descubran sus caras, todo lo que derivará en que los hombres pierdan poderes de custodia sobre sus mujeres. “Si una mujer maneja”, sintetizó quizás inadvertidamente el Dr. Sleiman Al-Eid, titular del Departamento de Cultura Islámica de la Universidad Rey Saúd, “ella tendrá un cierto grado de independencia”.

El temor a la independencia femenina sea quizás el núcleo del asunto. Tal como el escritor Martin Amis ha señalado, al misógino musulmán “la libertad femenina le da pánico, porque el patriarcado les permite conservar los últimos vestigios de poder frente a su impotencia en el escenario mundial. Así que protegen su última pequeña fortaleza, llenos de pánico ante las mujeres, casándose con ellas cuando son niñas y todavía no logran asustarlos. Es todo un tema de impotencia masculina.”

Y así, las mujeres en Arabia Saudita son masivamente oprimidas y discriminadas. Su acceso a la educación universitaria es restringido a ciertas carreras y deben además estudiar en instituciones exclusivas para mujeres. Pueden trabajar solo en ciertos sectores de la economía, sus salarios son menores que los de sus colegas masculinos, y sus lugares de trabajo están apartados de los de los hombres. Lo mismo ocurre en los restaurantes y colectivos. Ellas jamás eligen con quien casarse y pueden divorciarse solamente si el marido lo consiente, en cuyo caso pierden automáticamente la custodia de sus hijos. Ellas no pueden ejercer la abogacía y sus testimonios ante la corte valen la mitad del de un hombre. No pueden deambular libremente por la vía pública; deben siempre estar acompañadas por un pariente masculino o sus esposos, y obligatoriamente deben vestir la abaya, un ropaje que las cubre de pies a cabeza. Espacios públicos tales como parques, zoológicos, museos y bibliotecas son reservados para el disfrute de los hombres “con solo limitado tiempo asignado para las visitas de las mujeres” según un informe de la ONG Freedom House. Las mezquitas, las calles y la mayoría de los ministerios son territorio masculino. Los policías de la Comisión para la Promoción de la Virtud y la Preservación del Vicio se toman tan seriamente su trabajo, que a comienzos del año 2002, cuando un incendio fustigó una escuela de mujeres con 800 alumnas adentro y las puertas estaban cerradas con llave para garantizar la separación de los sexos, éstos impidieron salir del edificio en llamas a las escolares que huían desesperadas del fuego por no tener cubiertas todas las partes de sus cuerpos. Muchas de ellas murieron en la estampida que generó la huida, otras carbonizadas por la terquedad criminal de los puritanos islamistas. Tal la realidad social para la mujer saudí.

En este contexto, entonces, el surgimiento de un movimiento liderado por mujeres bregando por los derechos de las mujeres en la nación a la que Caroline Glick definió como el “epicentro de la misoginia del totalitarismo islámico”, es a todas luces un desarrollo fenomenalmente novel. Si éste alcanzará la transformación social que desea o simplemente quedará acotado al plano del debate público pasajero, resta por verse. Pero con su sola aparición en escena, la “Liga de Demandantes del Derecho de la Mujer a Manejar Autos en Arabia Saudita” prueba la existencia de fisuras en las murallas anti-modernistas y fanáticamente machistas del feudo de Ryhad.

Libertad Digital, Libertad Digital - 2007

Libertad Digital

Por Julián Schvindlerman

  

Jerusalem y el Islam – 06/11/07

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En marcado contraste con los insistentes reclamos árabes sobre Jerusalem, los musulmanes han históricamente confinado a la ciudad a los rincones más apartados de sus anhelos. Jerusalem ha sido tan marginal para el Islam que en el Corán no es mencionada ni siquiera una sola vez. Al rezar le dan la espalda: incluso estando en Jerusalem, los musulmanes rezan orientados hacia la Meca. En 700 años de gobierno árabe, Jerusalem no sólo no fue jamás ungida como capital, o al menos convertida en centro cultural de importancia, sino que fue considerada una ciudad menor. El interés musulmán en controlar Jerusalem está basado fundamentalmente en negar el control de la ciudad a terceros, en el caso actual, al pueblo judío, más que en afirmar el propio nexo. Durante los últimos 13 siglos, Jerusalem ha sólo esporádicamente sido de importancia el establishment musulmán, y tal interés errático estuvo basado en consideraciones políticas, no religiosas. La historia testimonia esta aseveración.

Jerusalem en la historia temprana y media del Islam:

En el año 622 de la EC, Mahoma abandona Meca por Medina, y en un intento de ganar adeptos judíos a la naciente religión, incorpora varios de los ritos y prácticas religiosas judías, entre las que se encuentran rezar en orientación al Monte del Templo en Jerusalem. Luego del rechazo judío a las prédicas mahometanas, el profeta musulmán sustituye Jerusalem por la Meca como foco de las plegarias.

Al siglo siguiente de la muerte del profeta, la dinastía Umayyad, que controlaba Jerusalem y estaba enfrentada con un liderazgo disidente en Meca, decidió elevar el status de Jerusalem para contrarrestar el poder de Arabia. Las virtudes de la ciudad comenzaron a ser destacadas en la literatura, en tanto que los «hadiths» (dichos y hechos del profeta) positivos a Jerusalem cobraron mayor relevancia. A finales del siglo VII, el Domo de la Roca fue construido sobre las ruinas del Gran Templo judío. Al siglo siguiente, los umayyads contruyeron una mezquita en Jerusalem, nuevamente sobre el Monte del Templo, y la llamaron la «mezquita alejada», también conocida como «al-Masjid-al-Aqsa», o simplemente «Al-Aqsa».

El nombre poseía un simbolismo muy especial. Al describir el viaje nocturno de Mahoma, el Corán dice: «Gloria a [Allah] quien tomó a su sirviente en un viaje nocturno desde la mezquita sagrada hacia la mezquita alejada». El Dr. Martin Kramer y otros entendidos en el tema sostienen que la «mezquita sagrada» existía en Meca, en tanto que la «mezquita alejada» apelaba a un lugar celestial, no terrenal. Pero incluso si aludía a un lugar terrestre, no podría ser en Palestina dado que dicha área recibía el nombre en el Corán de «la tierra más cercana».

En la actualidad los musulmanes aducen que Al-Aqsa es la mezquita referida en su texto sagrado como la «mezquita alejada». Una aseveración curiosa, dado que no había mezquita alguna en Jerusalem durante la vida de Mahoma. Jerusalem fue capturada por el califa Omar en el año 638, seis años después de la muerte del profeta islámico. Ochenta años después de la muerte de Mahoma, Abd el-Whad construyó la mezquita de Al-Aqsa. En consecuencia, es históricamente obvio que el profeta musulmán no pudo haber tenido esta mezquita en mente al compilar el Corán dado que la misma no existió por las siguientes 8 décadas posteriores a su muerte. Con lo cual, tal como acotó el Dr. Daniel Pipes, ¡así es como una mezquita construida con posterioridad a la revelación del Corán es retroactivamente insertada en los versos originales del Corán para validar un reclamo ulterior!

Con el colapso de la dinastía Umayyad en el año 750, Jerusalem perdió su brillantez. Durante los siguientes 350 años al ocaso político de la dinastía Umayyad, Jerusalem perdió relevancia religiosa en el mundo musulmán. Las loas literarias a Jerusalem disminuyeron, las construcciones se detuvieron, y las otrora gloriosas edificaciones incluso se desplomaron (el Domo de la Roca se derrumbó en 1016). Fue solamente a partir de la conquista de Jerusalem por los cruzados en 1099 que los musulmanes comenzaron a reafirmar la importancia de la ciudad. En el contexto de los preparativos para la captura de Jerusalem en 1150, hadiths y libros alabando las virtudes de Jerusalem reemergieron. Así como Saladino reconquistó la ciudad, el interés islámico en Jerusalem retornó a su posición de previa pasividad, a punto tal que uno de los nietos del propio Saladino cedió temporariamente la ciudad al emperador Federico II a cambio de asistencia militar a su hermano. La noción de que Jerusalem estaba nuevamente en manos infieles despertó fuertes reacciones y en el siglo XIII Jerusalem fue recapturada por luchadores musulmanes. Por los siguientes siete siglos, Jerusalem cayó en la irrelevancia habitual bajo la administración musulmana.

Jerusalem en la Historia Moderna del Islam

Bajo el imperio otomano la ciudad cayó en tal desatención que los varios viajeros que visitaron el área la describieron con penuria. En 1850 Gustav Flaubert encontró que la ciudad tenía «ruinas por todas partes». En 1867, Mark Twain escribió que la ciudad «ha perdido toda su grandeza antigua, y se ha convertido en una aldea paupérrima». Ya en 1795, el aristócrata Charles-Joseph de Ligne la había caracterizado como el petit trou horrible (el pequeño agujero horrible). Los renovados esfuerzos judíos en regresar a su capital, y estando ésta a partir de 1917 bajo control infiel (el Mandato Británico), despertaron, una vez más, la pasión musulmana por Jerusalem. Se comenzaron a recolectar fondos para restaurar el Domo de la Roca, líderes árabes comenzaron a visitar la ciudad, rezos en Al-Aqsa ganaron ímpetu y apasionados discursos sobre la santidad de Jerusalem para el Islam emergieron con vigor.

Luego de la guerra de 1948 Jerusalem cayó en manos musulmanas. Durante esta guerra, Jordania, una nación árabe, lanzó morteros contra la Ciudad Vieja de Jerusalem, convirtiéndose así en «el primer país en la era moderna en bombardear la ciudad santa», tal como señaló el profesor Yehuda Blum. (Bajo la administración jordana, los israelíes-incluyendo a los judíos y también a los árabes, fueran éstos cristianos o musulmanes- tenían prohibido acceder a sus lugares sacros en Jerusalem oriental. Cincuenta y ocho sinagogas de la Ciudad Vieja fueron profandas o destruidas, algunas de más de siete siglos de antigüedad. En el proceso, cientos de libros de rezos judíos fueron quemados. Asimismo, cerca de 50.000 lápidas del cementerio antiguo judío del Monte de los Olivos fueron removidas para ser usadas en proyectos de construcción, entre otros, letrinas. Algunas zonas dentro del cementerio fueron transformadas en estacionamientos y estaciones de servicio. Fue solamente a partir de la reunificación de la ciudad, luego de la conquista israelí en 1967, que la libertad de culto y el respeto a los lugares sacros de todas las religiones fue garantizada).

Al poco tiempo de estar bajo gobierno jordano, Jerusalem nuevamente perdió su esplendor en el Islam. Pipes nos explica que los hashemitas invirtieron energías en promover Ammán, su capital, y no Jerusalem, como el centro político-administrativo de su reinado. Instituciones oficiales árabes importantes, tales como el Alto Comité Arabe, fueron cerradas, mientras que otras, tales como el Tesoro de la Waqf, mudadas a Ammán. Actividades elementales tales como obtener un crédito bancario, suscribirse al servicio telefónico, o registrar un paquete postal demandaban un viaje a Ammán. La radio jordana difundía los sermones de los viernes no desde la mezquita de Al-Aqsa sino desde una pequeña mezquita de Ammán. (Incidentalmente, estos sermones eran censurados por las autoridades jordanas, una restricción que Israel rescindió al reunificar la ciudad en 1967). Las residencias de la familia real, así como la primera universidad jordana, fueron establecidas en Ammán, no en Jerusalem. La economía jerosolimitana se estancó, miles de árabes la abandonaron, y la ciudad se transformó en una localidad provincial de menor importancia. El propio rey Hussein muy ocasionalmente visitó la ciudad sacra, una actitud imitada por otros dignatarios árabes: entre 1948 y 1967 ningún líder árabe visitó Jerusalem. Ni tampoco en la Carta Nacional Palestina, el documento fundante de la OLP de 1964, podía hallarse una mención a Jerusalem.

Por supuesto, todo esto cambió significativamente a partir de 1967, año en que Jerusalem pasó a estar en su totalidad en manos israelíes. A partir de entonces, los árabes comenzaron a «extrañar» a Jerusalem. Menciones a la misma fueron incluidas en documentos oficiales de la OLP, y «fotos del Domo de la Roca aparecieron por todas partes, desde la oficina de Yasser Arafat hasta la verdulería de la esquina», en palabras de Pipes. La Liga Árabe adoptó numerosas resoluciones sobre Jerusalem. El Domo de la Roca halló su lugar en las monedas y billetes iraníes, desde la revolución islámica. El Ayatollah Khomeini declaró al último día viernes del Ramadán como el «día de Jerusalem». En años recientes, con Jerusalem sobre la mesa de negociaciones entre palestinos e israelíes, varios gobernantes árabes expresaron públicamente sus deseos de rezar en la ciudad santa antes de morir, declararon emotivamente cuán trascendente es para ellos, etcétera, etcétera.

Conclusión

El argumento árabe-musulmán, tan en voga en la actualidad, de que Jerusalem es la tercera ciudad santa, luego de Meca y Medina, para el Islam, debe entenderse en el contexto de las líneas precedentes. La centralidad de Jerusalem para los líderes musulmanes es una fábula.  Como con casi todas las fábulas árabes modernas, goza de enorme aceptación mundial, pero fábula es.

Bibliografía

La reseña histórica aquí presentada está basada en «If I Forget Thee: Does Jerusalem Really Matter to Islam?», The New Republic, 28/4/97, escrita por el Dr. Daniel Pipes; en una nota por el mismo autor, «Whose Jerusalem», The Jerusalem Post, 19/7/00; «The Temples of Jerusalem», por el Dr. Martin Kramer, Peace Watch No. 277, 18/9/00, The Washington Institute for Near East Policy; así como en una sinópisis armada por el Dr. Kedar de la Universidad Bar-Ilán, «How Did Jerusalem Come to be so Holy to Moslems? (Why and when was the myth of al-Aqsa created)», distribuída por email en octubre de 2000.

Artículo originalmente publicado en Keter

Televisivas

El innovador y su entorno – 11/07

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Este video formó parte de la muestra «El innovador y su entorno: la contribución judía al mundo de las ideas» organizado por el CIDISEF, la Comunidad Bene Mizrah y la Fundación Hadar que fuera exhibido en el Jardín Botanico a finales de 2007.

El mismo incluye comentarios, por órden de aparición, de: Gustavo Perednik, María Kodama, Julián Schvindlerman, Carlos Escude, Guillermo J. Etcheverry, Pablo Jacovskis y Mario E. Cohen

Parte 1 – Duración: 8′ 00″
Parte 2 – Duración: 7′ 16″