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Comunidades, Comunidades - 2005

Comunidades

Por Julián Schvindlerman

  

Newsweek, Amnesty y unas retracciones – 15/06/05

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La denominada “Teoría del Caos” postula que el leve aleteo de una mariposa en algún rincón remoto de África puede generar una secuencia de eventos naturales que culminen con un terremoto devastador en California. O a la inversa. Digamos, que un artículo periodístico irresponsable en Norteamérica puede propiciar una reacción en cadena que resulte en manifestaciones, profanaciones y la muerte de 17 personas en el mundo islámico.

Tal fue el tristemente célebre caso del scoop de Newsweek que falsamente acusó al ejército estadounidense de profanar el Corán con el objeto de intimidar a los musulmanes detenidos en Guantánamo, Cuba. Posteriormente, los editores de la revista se retractaron y se disculparon, pero el daño –a la imagen de EE.UU. en el mundo musulmán principalmente- ya estaba hecho, y los muchos propagandistas en su núcleo podrán de ahora en más explotar el mito creado –“los yanquis imperialistas profanan el Islam”- por un largo tiempo en una zona del planeta altamente inclinada a la teoría conspirativa y la demonización colectiva.

Tal como Charles Krauthammer ha indicado en el Washington Post, dichos informes de abusos en Guantánamo emanan primordialmente de las investigaciones internas que el propio Pentágono lleva adelante. De 13 casos en estudio sobre posible manipulación del Corán, el ejército norteamericano ha confirmado cinco instancias, de las cuáles dos fueron consideradas accidentales. Según las reglas del Departamento de Defensa norteamericano, el Corán debe ser transportado por ambas manos de los soldados, los que deben además usar guantes durante el acto. Conforme a directivas militares, los prisioneros musulmanes deben tener acceso a su texto sagrado, a gozar de tiempo para rezar y se les debe respetar sus leyes alimenticias religiosas. Que una publicación reputada y bien informada como Newsweek cediera a la tentación de publicar una noticia tan incendiaria basándose exclusivamente en una sola fuente, encima anónima, y sin presentar ningún tipo de documentación respaldatoria, más aún cuando el acto estaría en contradicción con la política oficial del ejército respecto al trato de detenidos foráneos, constituye no solo un acto de irresponsabilidad periodística, sino –y de manera más relevante aún- se erige como un ejemplo más de la penosa tendenciosidad ideológica que satura a los medios masivos de comunicación internacionales.

Errar es humano, pecar también. Pero cuando los errores y los pecados son recurrentes, entonces advertimos que estamos frente a un problema más profundo que el del simple error bienintencionado. Newsweek es parte y parcela del establishment mediático liberal (léase progresista) norteamericano, ese segmento intelectual profundamente desconfiado de las políticas del gobierno, siempre sospechoso de las prácticas del ejército, y, puntualmente,  muy escéptico de los motivos de la intervención en Irak. Es decir, parte de una prensa condicionada por su propia naturaleza ideológica a creer más en los alegatos de los detenidos musulmanes que en las versiones de sus propios generales. Por definición, la prensa ha de ser desconfiada…pero no selectivamente desconfiada. Debería cuestionar tanto las afirmaciones de los políticos locales como las aseveraciones de los enemigos externos. En tiempos de guerra, uno supondría que de existir un desbalance, éste sería a favor de los responsables de la defensa nacional. Que, contrariamente, el desajuste favorezca a los enemigos del estado, es un claro indicador de hasta que niveles la prensa liberal norteamericana está alienada del sentir popular y, de hecho, del sentido común más elemental.

Como producto de esta obsesión progresista con todos los males norteamericanos, señala Claudia Rosett del Wall Street Journal, el mundo está muy familiarizado con los nombres de Guantánamo y Abu Ghraib, a pesar de que en sus celdas los abusos a los derechos humanos sean pocos y excepcionales. En contraste, difícilmente alguien en Occidente conozca el nombre de una prisión en las naciones islámicas. Esto es -para expresarlo caritativamente- llamativo, dado que es en países musulmanes donde se encuentran la mayor cantidad de regímenes despóticos del globo, en cuyas tierras se llevan a cabo el 80% de las ejecuciones mundiales, cuyas cárceles encierran a 2/3 de todos los prisioneros políticos del planeta, y donde las violaciones a los derechos humanos -dentro y fuera de las prisiones- son habituales y graves. ¿Puede alguien dar el nombre de una cárcel en Sudán, donde se practica la amputación cruzada (p/ej: mano derecha y pie izquierdo)? ¿O en Arabia Saudita, donde acontecen decapitaciones? ¿O en Nigeria, donde las mujeres adúlteras son lapidadas a muerte? ¿O en la Autoridad Palestina, donde se fusila sin juicio previo a sospechosos de colaborar con Israel?

En el Irak de hoy en día, las mezquitas (y con ellas los varios Coranes que están adentro) estallan en mil pedazos en medio de una cruenta lucha entre musulmanes shiítas y sunnitas, y apenas si oímos una protesta por ello en Occidente. En reacción a la noticia escandalosa divulgada por Newsweek, musulmanes salieron a las calles, se mataron entre sí y quemaron mezquitas en Afganistán, y tampoco oímos una queja por aquí. El mismo día, un terrorista-suicida hizo explotar un santuario islámico en Pakistán, y en Occidente no se oyó ni una sola lamentación sobre la profanación del Islam. Naturalmente, nada de esto excusa los abusos reales que han acontecido o pudieran acontecer a futuro en prisiones norteamericanas. Tan solo brinda un poco de perspectiva para que puedan dotarse de mejor juicio quienes se rehúsan a distinguir, en las aptas palabras de Natán Sharansky, “entre las democracias donde a veces hay serias violaciones a los derechos humanos y las dictaduras donde los derechos humanos son inexistentes”.

A propósito, hablando del sentido de la proporción. ¿Sabe como definió al centro de detención de Guantánamo la secretaria-general de Amnesty International al presentar en conferencia de prensa el nuevo reporte de la organización sobre el estado de los derechos humanos en el mundo? Como el “gulag de nuestros tiempos”. Recordemos que por los miles de campamentos de concentración que conformaron el gulag soviético pasaron más de veinte millones de prisioneros políticos condenados a trabajos forzosos. Eso si, menos de dos semanas después, Amnesty se retractó.

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Por Julián Schvindlerman

  

La cooperación sur-sur entre Árabes y Sudamericanos – 01/06/05

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En el marco de una Sudamérica que ha virado hacia la izquierda y el populismo y que ha abrazado nuevamente la pancarta setentista, antiyanqui y nacionalista, es decir, con una Sudamérica decidida a residir en el Tercer Mundo por un largo rato más, es apenas llamativo entonces que surgiera un espacio de diálogo con el mundo árabe bajo la consigna del “desarrollo de la cooperación sur-sur”, tal como lleva por título uno de los párrafos de la Declaración de la Cumbre Árabe-Sudamericana emitida a mediados del mes de mayo, con ecos de la famosa teoría de “Centro y Periferia” de Sunkel y Paz según la cual el subdesarrollo es función del lugar que le toca jugar a los países tercermundistas en el injusto sistema económico mundial y nunca debido a las decisiones erradas, pésimas políticas públicas, corrupción oficial, ausencia de visión estratégica, falta de compromiso nacional a  largo plazo y otros males que vienen plagando a las sociedades de numerosos países sudamericanos desde hace un largo tiempo.

No es que haya algo negativo per se en el hecho de que dos bloques regionales “periféricos” o “en vías de desarrollo” -para ser politically correct en el uso del lenguaje- decidan reunirse en Brasilia para “fortalecer las relaciones birregionales, ampliar la cooperación y establecer una asociación para promover el desarrollo, la paz y la justicia internacional”, tal como destaca el primer párrafo de la mencionada Declaración, sino que Sudamérica, junto con, o a cambio de, todos los beneficios comerciales y de otra índole que espera percibir, deberá también pagar un precio político en ciertas áreas, algunas de las cuales han quedado plasmadas en el texto consensuado de la cumbre, el que fuera precedido por catorce borradores, lo que nos da una idea de cuanta negociación diplomática previa acompañó al mentado evento.

Al evaluar el texto de la declaración por su contenido, podemos asumir que algo similar a lo que acontece en el foro de las Naciones Unidas debe haber sucedido en materia de tira y afloja diplomático, donde Sudamérica termina dando la luz verde (sea por apoyo o abstención) a resoluciones iniciadas por los árabes, radicales en su origen y levemente moderadas luego en el transcurso del regateo con Europa, Sudamérica u otros. Y así, nos encontramos con un manifiesto final que ilustra a propósito de las concesiones políticas sudamericanas al permitir la introducción del conflicto que las naciones árabes tienen con Israel en el espacio de un encuentro de cooperación árabe-sudamericano.

En un texto de doce páginas, no son proporcionalmente muchos los párrafos referidos a Israel, pero los pocos que existen son lo suficientemente problemáticos como para ameritar observación. En ellos se alude al programa nuclear israelí, a la construcción de asentamientos, a la valla de seguridad, al terrorismo, al futuro estado palestino y a sus fronteras finales. Como es usual, la distinguida retórica diplomática encubre la verdadera intencionalidad política: los llamados a la paz regional son en realidad formulados bajo el prisma de las demandas árabes, las condenas al terrorismo son en realidad justificaciones del mismo, la defensa de la soberanía de los estados son en realidad exculpaciones de crímenes atroces, etc. Veamos algunos ejemplos.

En el punto 2.8, la Declaración final pide por una “paz justa, duradera y completa” en el Medio Oriente; terminología tradicionalmente utilizada por los países árabes en la ONU al bregar por la obliteración de Israel. Insta a la “creación del Estado Palestino independiente con base en las fronteras de 1967”; algo que Israel opone, aunque afortunadamente se agrega a continuación un llamado a la coexistencia pacífica. Se exige “la retirada de Israel de todos los territorios árabes ocupados”; algo que se aparta sustancialmente del texto de la resolución 242 del Consejo de Seguridad de la ONU (más conocida como “tierras por paz”) que deliberadamente omitió el uso del vocablo “todos” en antelación a la palabra “territorios”. El punto 2.9 expresa “inquietud” (léase correctamente: no condena) por la violencia, ataques militares y actos terroristas en el Oriente Medio, nivelando así la agresión terrorista con la defensa militar. El punto 2.16 enfatiza “la importancia de combatir al terrorismo en todas sus formas y manifestaciones”; una clarísima alusión a la defensa israelí, la que, según el parecer árabe, es el genuino acto de terror. El punto 2.17 limpia de toda responsabilidad al pueblo palestino por su agresión, donde los signatarios  “reafirman el rechazo a la ocupación extranjera y reconocen el derecho de los estados y pueblos a resistir a la ocupación extranjera…”  y continúa con este agregado, asumimos,  bajo presión sudamericana, “…de acuerdo con los principios de la legalidad internacional y de conformidad con el Derecho Internacional Humanitario”, una frase que le permitió al canciller brasileño posteriormente decir que cada cual podría interpretar este punto como quisiera.

La Declaración además se opone a las sanciones que Estados Unidos ha impuesto sobre Siria, sutilmente condena la invasión a Irak, expresa apoyo a Somalia y aplaude algunas medidas que el gobierno de Sudán -acusado de orquestar un genocidio contra su propia población- ha tomado últimamente. Emiratos Árabes Unidos ganó apoyo en su disputa territorial con Irán. Perú y Qatar obtuvieron apoyo para sus candidaturas para asientos no permanentes en el Consejo de Seguridad. Por su parte, la Argentina recibió apoyo en su reclamo por las Islas Malvinas.

¿Y que sobre las omisiones? Todo texto político es elocuente tanto por sus inclusiones como por sus exclusiones. Tratándose, como era el caso, de fomentar el acercamiento birregional, es tan solo natural que la promoción de la democracia -esa palabra prohibida en las sedes de gobierno del mundo árabe- quedara fuera de la agenda de preocupaciones de estas docenas de naciones separadas por un océano pero reunidas con el noble propósito de promover, entre otros dignos ideales, la justicia y la paz internacional. Finalizada la cumbre y rubricado el mensaje de un mundo más libre, más pacífico y más justo, los delegados regresaron a sus países: los sudamericanos a atender sus varios problemas, y los árabes a atender los propios. Entre ellos, indudablemente, el de perpetuar sus gobiernos despóticos ahora bajo el guiño de la complacencia sudamericana.

La cooperación Sur-Sur ha sido afianzada.

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Por Julián Schvindlerman

  

Inquietud en el Pacífico – 18/05/05

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Asia en estos momentos no está en calma. Varias disputas regionales –la nuclearización de Corea del Norte, el acoso chino a Taiwán, la tensión chino-japonesa debido a su pasado, discrepancias territoriales entre el Japón, la China y Corea del Sur, el choque entre distintos regímenes políticos, competencia comercial, etc -le quitan la paz a ella y la tranquilidad al resto del mundo. Ciertamente, una mirada superficial por los actuales campos de la controversia asiática nos da una somera idea del potencial de conflicto que yace bajo la capa de admiración universal por la promesa económica regional.

La República Popular China ocupa un lugar central en esta compleja telaraña de problemas. Debido a su tremendo tamaño geográfico y poblacional, a su creciente militarización, a su poder de veto en el Consejo de Seguridad de la ONU, al impacto que sus productos ejercen en la economía global y al magnetismo para inversiones extranjeras que detenta su mercado, entre otros factores, la China es cada vez más regularmente vislumbrada como una próxima superpotencia mundial. La influencia china en la economía global ha sido tema de debate desde hace ya un largo tiempo; ahora se ha sumado un nuevo foco de atención en el impacto futuro sobre el sistema político internacional que conllevaría el despertar de este Gulliver oriental.

El híbrido modelo chino -que combina un sistema político comunista con un sistema económico liberal- oculta numerosos resentimientos domésticos nacidos de las grandes disparidades entre ricos y pobres (el 60% de la población, unas 800 millones de personas, vive en zonas rurales con menos de un dólar por día), la corrupción esparcida, y el abuso partidario, los que conforman el caldo de cultivo propicio para el estallido social. La estabilidad política china lejos está de ser asegurada por su dramático crecimiento económico. Externamente, China enfrenta traspiés en su relación con sus vecinos Japón, Corea del Norte y Taiwán, y debido a todo ello también con los Estados Unidos (a los que debemos sumar otras desavenencias propias de la relación bilateral).

EE.UU. no está conforme con el papel jugado por Pekín en el diálogo nuclear multilateral con Corea del Norte- país dictatorial que trafica armas, dólares falsos y drogas- y al que la China exporta gran parte del consumo energético y alimenticio. China teme que el colapso del régimen de Kim Jung II podría fomentar un éxodo masivo de refugiados hacia su frontera, razón por la cuál se opone a la imposición de sanciones internacionales, así como también por la preocupación del precedente sentado que podría a futuro ser aplicado contra Pekín. La reciente adopción de la legislatura china de una ley anti-secesionista que amenaza con el uso de la fuerza militar a Taiwán si la isla democrática fuera a declarar su independencia, ha irritado no solamente a los EE.UU. sino que ha dañado la iniciativa europea de levantar el embargo militar que pesa sobre la China desde que el régimen comunista reprimiera violentamente una manifestación pro-democrática en la Plaza Tiananmen en 1989.

Sus roces con el Japón han quedado en manifiesto recientemente a la luz de una controversia supuestamente generada por el revisionismo histórico japonés acerca de su rol como invasor en las décadas del 1930 y 1940, aunque la propia China también ha adoptado una narrativa auto-exculpadora de sus propios excesos históricos. Además de pelear por el pasado, ambas naciones mantienen en el presente una disputa territorial por unas islas y unas zonas económicas exclusivas en el océano pacífico. Pero es en torno al futuro –comercial primordialmente- donde la relación sino-nipona es especialmente compleja, con instancias tanto de competencia como de cooperación. Por ejemplo, el año pasado la China desplazó al Japón de su lugar como segundo importador de petróleo del mundo, luego de EE.UU., a la vez que se transformó en el principal socio comercial del Japón, a expensas de EE.UU. Lo que es indudable, tal como notara la revista británica The Economist, es que “en tanto ambos países se han hecho más ricos, más poderosos y más importantes como socios comerciales, así se han convertido en rivales naturales por la primacía dentro de su región”.

En efecto, Asia no está en calma. Aunque en rigor a la verdad, rara vez lo ha estado. Es solo que en un ambiente global ya de por sí saturado de amenazas a la paz y a la seguridad, el aporte de inestabilidad del lejano continente asiático –con sus ingredientes nucleares, totalitarios, nacionalistas, y competitivos- luce depresivamente familiar.

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Por Julián Schvindlerman

  

La estrategia democrática del Hamas – 04/05/05

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La afirmación irónica del poeta Mario Benedetti que “después de todo y pese a todo los viejos verdes son los únicos ardientemente ecologistas” solo puede tener cabida en el humor occidental. Pues en el Oriente Medio, y especialmente en Cisjordania y Gaza, las revoluciones verdes poco tienen que ver con la ecología y mucho con el florecer islámico tipificado en el verde de la bandera del movimiento fundamentalista Hamas; agrupación que, de resultar exitosa la que parece vislumbrarse como su nueva estrategia democrática, podría efectivamente tomar el poder político en las zonas autónomas palestinas en un futuro no muy lejano.

Desde la asunción de Mahmoud Abbas como presidente de la Autoridad Palestina (AP), el Hamas ha accedido a un cese de fuego temporario con Israel, ha negociado su incorporación, aunque de manera condicional, a los rangos de la Organización para la Liberación de Palestina (OLP), ha participado -y ganado- en elecciones municipales, y ha anunciado su intención de competir –por primera vez desde el surgimiento del autogobierno palestino- en elecciones generales legislativas. El Hamas goza de importante apoyo popular y luce dispuesto a transformarlo en un activo político mediante su participación en las próximas elecciones palestinas estipuladas para el 17 de julio. Estas acontecerán apenas tres días previos a la fecha determinada por el gobierno israelí para iniciar el programa de desconexión territorial; un tema que a todas luces será central en el debate electoral  palestino en el que el Hamas presentará dicha retirada como una victoria de la “resistencia islámica” y se posicionará en ventaja respecto de Fatah. Aún si el gobierno israelí fuera a postergar la implementación del programa unas pocas semanas, como se venía discutiendo, ese desarrollo permanecerá como un asunto primordial en el escenario palestino.

Muchos observadores internacionales han visto con agrado este desplazamiento del Hamas hacia la arena política y lo han interpretado como una transición efectiva de la guerra santa hacia la participación democrática. Otros han advertido que solo se trata de un cambio político táctico sin abandono de la meta estratégico-teológica de establecer un régimen islámico desde el Río Jordán al Mar Mediterráneo. En el marco de una política asertiva pro-democracia en la región, sustentada por una administración norteamericana sólida en principios y puesta en marcha de sus creencias y proyectos políticos globales, el liderazgo del Hamás debe haber concluido que es más prudente capitalizar el nuevo contexto regional que confrontarlo directamente. Y así como tres décadas atrás la OLP adoptó en El Cairo el “Plan por Fases” para la destrucción del estado judío en etapas, ahora también el Hamas puede haber incorporado la noción del gradualismo en su propio programa islamista.

Al comprender que el Hamas es una amenaza no solo para Israel sino para el futuro palestino, el presidente Abbas ha llamado a la agrupación musulmana a deponer las armas luego de las próximas elecciones parlamentarias: “Cuando un movimiento o milicia se transforma en un partido político, yo diría que entonces no habría necesidad para ellos de poseer armas”. Mahmoud Zahar, líder del Hamas en Gaza, respondió que su agrupación no se desarmará. Sumando a esto la caracterización del período de relativa calma actual como un “descanso del guerrero” que hiciera el líder exiliado del Hamas Khaled Mashal, y la continua utilización de los términos “resistencia” y “jihad” por parte de altos líderes de la agrupación islámica, y considerando la verdadera cosmovisión religiosa de este movimiento fundamentalista, podemos razonablemente asumir que el Hamas no ha renunciado definitivamente al terrorismo como método ni a su misión  teocrática como objetivo.

Según un estudio escrito por el analista militar Jonathan Halevi para el Proyecto Jerusalém para la Democracia en el Medio Oriente, a través de su participación en el proceso electoral palestino, el Hamas espera cosechar  elogios diplomáticos y frutos políticos. En febrero, Al-Hayat al-Jadeeda citó a Javier Solana, responsable de la política exterior europea, indicando que la UE reconsideraría su actitud frente al Hamas si las negociaciones con la AP eran fructíferas. Al mes siguiente, Al-Sharq al Awsat informó que Francia y España estaban actuando para remover al Hamas de la lista de agrupaciones terroristas de la Unión Europea. El precedente existe: recordemos que el Hizbullah no figura en los listados de movimientos terroristas de la UE precisamente porque algunos de sus países-miembro la consideran un partido político dada su representación en el parlamento libanés, independientemente de su violencia terrorista. Asimismo, eventuales contactos israelíes con un gobierno palestino que incluyera ministros del Hamas darían la señal de un supuesto reconocimiento israelí hacia el movimiento islamista, proveyéndole aún de mayor legitimidad internacional.

Para contrarrestar este desarrollo, el analista político David Makovsky sugiere en la edición actual de la revista Foreign Affairs una estrategia económico-política consistente en atacar el punto fuerte del Hamas. Dos semanas después de la victoria presidencial de Abbas, el Hamas ganó las elecciones municipales en gran medida gracias a sus actividades sociales como dador de asistencia médica y educativa no provistas por la AP. En consecuencia, la AP debería cubrir ese espacio ahora copado por el Hamas como proveedor de tales servicios sociales y además demostrar que la no-violencia acarrea beneficios económicos. Los países árabes del Golfo –que en los últimos dos años han obtenido decenas de miles de millones de dólares extra en beneficio petrolero, por encima de sus habituales miles de millones que reciben anualmente- deberían tener un rol más activo en el campo de la filantropía fraternal y facilitar el trabajo del liderazgo palestino. Y el mundo árabe en su conjunto bien podría desligitimizar el terrorismo suicida mediante claras condenas públicas  de esa práctica aberrante que ellos mismos están sufriendo. Esto contribuiría sustancialmente a neutralizar al Hamas como una fuerza política emergente.

Más allá de los incentivos económicos, no podemos descartar el papel de la ideología en las preferencias palestinas y advertir la magnitud del evento potencial. Según Halevi, una victoria del Hamas en las elecciones legislativas del próximo julio podría marcar una histórica toma de poder por parte del Hamas del movimiento nacionalista palestino. Si esto llegara a suceder, posiblemente hasta Benedetti fuera a perder su sentido del humor.

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Por Julián Schvindlerman

  

Un papa excepcional – 19/04/05

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De toda la profusa y conmovedora manifestación de congoja universal por la partida de Juan Pablo II, y de todo el consiguiente tributo laudatorio que colmó las páginas de los periódicos, las ondas radiales, los sitios de internet y las pantallas de televisión internacionales, el réquiem más inesperado lo encontré en las declaraciones provenientes de sectores progresistas que aplaudieron la trayectoria del difunto Papa muy a pesar de su  conservadurismo doctrinario y férrea defensa de valores y principios ortodoxos anatema para el progresismo, tales como su oposición al comunismo, al homosexualismo, a las relaciones sexuales premaritales, al uso del preservativo como método preventivo del SIDA, al aborto, al sacerdocio femenino, y al divorcio, entre otros. Así advertimos el impacto espiritual que el último Papa ha ejercido sobre el corazón de los hombres.

Cualquiera sea el caso, lo cierto es que Juan Pablo II ha sido un Papa excepcional: excepcionalmente bueno para los judíos y en esto una notable excepción en la historia vaticana. A contrapelo de las enseñanzas del odio y del desprecio al judío que emanaron de los púlpitos eclesiásticos y fueron propagados desde sus campanarios, más marcadamente durante el medioevo, Juan Pablo II en 1992 proclamó que el antisemitismo era un pecado contra D´s y contra el hombre. En contraste con la política vaticana durante la Segunda Guerra Mundial -que en plena Shoa pidió a EE.UU. que impidiera el establecimiento de un hogar nacional judío en Palestina- Juan Pablo II estableció relaciones diplomáticas entre el Vaticano y el Estado de Israel a fines de 1993, visitó Jerusalém, rindió homenaje en Yad Vashem, e institucionalizó la ceremonia de recordación del Holocausto en el Vaticano.

Juan Pablo II fue un pionero en el acercamiento católico al pueblo judío. Fue el primer Santo Pontífice en viajar a Auschwitz, el primer Papa en visitar una sinagoga en la historia de la Iglesia Católica, y el primero en referirse a los judíos como los “hermanos mayores”. Abrazó el espíritu de la declaración Nostra Aetate con genuina devoción y pronunció sendos pedidos de disculpas al pueblo judío por los horrores inflingidos durante siglos de judeofobia clerical. El hecho de que estas disculpas fueran efectuadas en nombre de “los hijos e hijas de la Iglesia”, eludiendo de esta forma responsabilidad institucional por los pecados históricos de los Papados, despertó un escepticismo entendible en las comunidades judías las que no obstante no dejaron de recibir con agrado mesurado el gesto vaticano. 

Su afecto personal hacia los judíos puede verse en la cita en su testamento del Gran Rabino de Roma. Su respeto religioso hacia los judíos puede apreciarse en un hecho de su historia personal. Al finalizar la guerra, siendo él un joven cura, aconsejó a una mujer católica en Polonia la búsqueda de los padres del niño judío que éstos habían dejado en sus manos para salvarle la vida, en lugar de proceder con el bautismo y conversión del niño al catolicismo. Esto ocurrió al mismo tiempo en que el Papa Pío XII –notorio por su pecaminoso silencio frente al genocidio judío durante la Shoa- dio órdenes en Francia de mantener a los niños judíos -bautizados o no- que se encontraban en los conventos y monasterios y no facilitar su reunión con familiares. Semanas atrás recobró ímpetu el proceso de beatificación de Pío XII, proceso que, según algunas fuentes judías relacionadas con el diálogo interreligioso, Juan Pablo II ayudó a demorar.

Este récord convierte por lejos a Juan Pablo II en el Papa más amigable que el pueblo judío haya alguna vez tenido en más de mil quinientos años de historia católica. Pero no todo podía ser tan perfecto, y la diplomacia vaticana hacia el Medio Oriente atinadamente ilustra tal imperfección.   

Juan Pablo II recibió diez veces a Yasser Arafat desde 1982, época en la que era aún legendario por sus credenciales terroristas. Cuando el famoso palestino murió, el representante papal Joaquín Navarro Valls rezó por la paz “del difunto ilustre”. Juan Pablo II se opuso a la barrera de seguridad israelí conforme a la noción de que “la Tierra Santa no necesita murallas, sino puentes”. Bajo la capitanía de este Papa, el Vaticano fue un fuerte crítico de la intervención estadounidense en Irak. En esos tensos momentos mundiales de la preguerra, Juan Pablo II personalmente bendijo al canciller iraquí Tariq Azíz, al poner sus manos sobre la cabeza de éste y decir “D´s bendiga a Irak”. Finalizada la guerra, y con Sadam Hussein apresado, el cardenal vaticano Renato Martino expresó indignación por el aspecto despeinado y piojoso del derrocado líder iraquí; una indignación aparentemente ausente respecto del trato opresor que Sadam dio a su propio pueblo. Por lo cuál, y tal como acotara el reconocido comentarista y religioso Shmuley Boteach, “El resultado de tan desubicado afecto es que en tanto él abandona este mundo ampliamente amado y admirado, deja detrás de sí un planeta en donde son soldados norteamericanos, luchando y muriendo por la democracia, quienes más están haciendo por crear el Paraíso en la Tierra que los prelados y pastores de Juan Pablo”.

Naturalmente, desavenencias políticas no pueden, ni deberían, ensombrecer la trayectoria  formidablemente filojudía de Juan Pablo II. Su partida no puede sino evocar los sentimientos más nobles hacia su persona y la empatía más sincera con la grey católica en estos momentos de duelo espiritual.

El Vaticano ingresa en una nueva etapa, y también lo hacen las relaciones judeo-católicas. La Iglesia Católica –que representa a más de mil millones de devotos que equivalen al 50% de los cristianos y el 17% de la población mundial- enfrenta desafíos globales importantes: desde la pérdida de influencia y número en Europa hasta la competencia religiosa de otras sectas en Latinoamérica, desde los dilemas que presentan los avances científicos en el campo de la clonación y otros hasta el auge del Islam militante. Habiendo Juan Pablo II dedicado tanta energía y atención a la construcción del diálogo con los judíos, no sería descabellado suponer que el nuevo Papa orientará mayores esfuerzos hacia el mundo islámico, especialmente en tiempos en los que el Islam fundamentalista y el Cristianismo parecen estar reencontrándose en el campo de la confrontación.

Mirando hacia el pasado, vemos en Juan Pablo II un Papa excepcional. Al mirar hacia el futuro, no nos queda mas que esperar que no vaya a ser ese el caso por siempre.

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Por Julián Schvindlerman

  

Francia y el partido de Dios – 30/03/05

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“Recuperar de nuevo los nombres de las cosas,
llamarle pan al pan, vino llamarle al vino,
al sobaco…sobaco, miserable al destino
y al que mata llamarle de una vez asesino.”

Joaquín Sabina

Tiempo atrás, enfrentado a la temible amenaza de la religiosidad de niñas musulmanas en Francia, el gobierno de Jacques Chirac recurrió a la totalidad de la fuerza del estado galo, movilizó a legisladores y ciudadanos, y logró proteger el sagrado principio del laicisismo del avance arrollador del velo islámico. Desde hace ya un tiempo hasta el presente y por el futuro cercano, toda niña islámica que ose adherir a su Fe personal y cubrirse la cabeza en deferencia ortodoxa, queda automáticamente excluida de la enseñanza en escuelas públicas en el país de la libertad, la igualdad y la fraternidad. Hay ciertos temas que los franceses se toman muy en serio, y el laicisimo evidentemente es uno de ellos.

Igual de evidente resulta el hecho de que el terrorismo no lo es. La penosa actitud de Francia de rechazar la caracterización del Hizbullah (o Partido de Dios) como una agrupación terrorista ilustra sobre el peculiar sentido de la proporción gala. Un simple atuendo religioso parece despertar fuertemente el sentido de la autodefensa francesa más que las acciones de un movimiento fundamentalista shiíta que perpetra actos de terror, fomenta la incitación racial, exporta ideología extremista, participa de emprendimientos criminales, y boicotea el diálogo palestino-israelí que la propia Francia estimula activamente.

Absurdamente, Francia defiende su postura afirmando que el Hizbullah es una facción política en el mapa libanés, ejemplificado en los delegados que tiene ante el parlamento de esa nación y el apoyo popular del que goza. El postulado tendría gollete si no fuera por el detalle de que esta “facción política” posee miles de misiles que apuntan a Israel -estado al que además declara querer destrozar- por el apoyo que brinda a las agrupaciones terroristas palestinas, y por su involucramiento en el terrorismo internacional. Tal como el Jerusalem Post sugirió, siguiendo esta línea de razonamiento Al-Qaeda debería dejar de ser considerada una organización terrorista al instante en que fuera a establecer un partido político en algún lugar del mundo. Parecería que el estado galo quisiera diluir la frontera que separa a un legítimo partido político de un violento movimiento fundamentalista.

Claramente, Francia no está siendo ridícula sino cínica. Por un lado emite rimbombantes pronunciamientos sobre la necesidad de la paz y la estabilidad regional, y por el otro excusa flagrantemente a una agrupación radical decidida a aniquilar todo atisbo de paz y estabilidad regional. Este es el típico dualismo político que le ha permitido a Francia en el pasado condenar el terrorismo y al mismo tiempo recibir con alfombra roja a Yasser Arafat al Palais d´Orsay, protestar a Israel en 1981 por inutilizar el reactor atómico de los iraquíes que los mismos franceses les habían vendido, o pintar la insignia libia sobre los Maguen David que adornaban el escuadrón de jets Mirage que Francia había construido para los israelíes pero que entregó a Gaddafi luego de imponer un embargo militar sobre el estado judío en 1967.

Recientemente, Francia privó de su onda satelital al canal televisivo del Hizbullah, Al-Manar, sobre la (correcta) identificación del radicalismo e incitación que saturaba su contenido. Esta medida positiva, desafortunadamente, no ha sido seguida del siguiente paso lógico: identificar al llamado “Partido de Dios” como la agrupación fundamentalista que es y así ubicarla en los listados de grupos terroristas de la Unión Europa; algo que requiere el consenso de los 25 países-miembro.

Si Francia aspira a obtener un papel relevante en las renovadas negociaciones de paz entre palestinos e israelíes, si pretende recomponer las dañadas relaciones diplomáticas con los Estados Unidos, y si desea recuperar el espíritu democrático y libertario que otrora legó al mundo libre, entonces ella debería poder distinguir un partido político de un movimiento terrorista y llamarlo a este último por su nombre. Como primer paso, y para hallar inspiración, quizás el premier Chirac pueda empezar a escuchar las canciones del español Joaquín Sabina. 

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Por Julián Schvindlerman

  

¿Hacia un oriente medio democrático? – 16/03/05

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En la Casa Blanca deben estar festejando, y con buenas razones. La política exterior estadounidense para el Medio Oriente cimentada en la promoción de la libertad y la democracia ha recogido importantes logros, manifestados en las exitosas elecciones presidenciales en Afganistán, Irak, y las zonas autónomas palestinas, elecciones municipales en Arabia Saudita, un inesperado anuncio egipcio de adopción del multipartidismo para las próximas elecciones, y una súbita reacción popular anti-ocupación siria y pro-democracia en El Líbano.

Ninguno de estos desarrollos deben ser minimizados. En una región históricamente desconocedora de sistemas de gobierno que no sean despotismos, imbuida de una profunda aversión anti-occidental, y altamente proclive a la fantasía política y a la autoindulgencia colectiva, es poco menos que milagroso el surgimiento de un –por ahora incipiente- despertar democrático integrador de valores y prácticas occidentales. Con la excepción israelí y turca, ambas naciones no-árabes, el Medio Oriente árabe había permanecido alarmantemente ajeno a la ola democratizadora mundial de los años noventa. Hasta ahora.

Demás estar decir que esta tendencia (si es que ya podemos usar el término) es resultado directo de la filosofía neoconservadora en Norteamérica así como de la fortaleza de las convicciones del presidente George W. Bush y de la firmeza con las que las ha aplicado a su política exterior. Las elites intelectuales del mundo libre habían universalmente caricaturizado a este idealista-realista de ser excesivamente parroquial, insufriblemente simplista, y peligrosamente arrogante. Sus nociones libertarias fueron repudiadas como parte de un ambicioso plan de Pax Americana global, sus discursos basados en sus principios y la claridad moral fueron reducidos a la extravagancia de un cowboy tejano ignorante, su insistencia en la necesidad de reforma política como preludio a la estabilidad regional fue descartada como algo fútil. Y sin embargo, en apenas poco más de tres años, empiezan a gestarse los primeros pimpollos de lo que el activista en derechos humanos egipcio Saad Eddin Ibrahim llamó la “primavera árabe de la libertad”.

Tan solo esperemos que a esta primavera democrática no le siga un invierno autoritario o fundamentalista. Claro que hay motivos de sobra para celebrar, pero con prudencia. Pues la democracia es una condición necesaria, pero insuficiente, para el advenimiento de la paz. Deberíamos estar alertas a tres aspectos que hacen al contenido, a las formas y las consecuencias.

En torno al contenido, tal como nos recuerda el escritor Carlos Alberto Montaner, mal empleada, la democracia puede ser autodestructiva, como cuando los italianos y los alemanes eligieron a Hitler y Mussolini respectivamente el siglo pasado. O, si no está acompañada de progreso social y económico, puede reavivar la nostalgia autoritaria de los gobernados. Ausente, a su vez, un verdadero estado de derecho, la democracia es una farsa. Pero si bien la democracia es un sistema de gobierno imperfecto, aún sigue siendo preferible a una dictadura. Winston Churchil famosamente captó esta verdad obvia al decir que la democracia era el peor de los sistemas, a excepción de todos los demás.

En lo que a formas concierne, deberíamos estar atentos a no confundir democracias verdaderas con falsas democracias en las que los adornos de la libertad ensombrecen las realidades del despotismo: elecciones libres pero ausencia total de una genuina cultura democrática, o de una vibrante sociedad civil, o de irrestricta libertad de expresión religiosa, política y sexual. No sea cosa que a posteriori la filosofía que avala la actual política democratizadora sea vituperada sobre la base de una deficiente implementación, en líneas similares al debate latinoamericano contemporáneo acerca del fracaso del modelo de libremercado como postulado económico cuando en realidad hubo una mala aplicación práctica del mismo en el terreno estos últimos 15 años.

Y en cuanto a las consecuencias, en la escena del Medio Oriente esto significa el riesgo del ascenso del islamismo al poder. Estuvo por ocurrir en Argelia en 1992, y aconteció luego en Turquía y Bangladesh. Tal como el comentarista Daniel Pipes señaló, en Irak las elecciones están llevando al poder a un islamista pro-iraní. Las elecciones en Arabia Saudita presenciaron un triunfo de los islamistas. El repliegue sirio de El Líbano bien podría resultar en un fortalecimiento del movimiento fundamentalista shiíta Hizbullah. En Egipto, los islamistas también podrían prevalecer en elecciones verdaderamente libres. Este escenario inquietante hace tiempo viene siendo debatido en foros internacionales y no hay demasiado espacio para las conclusiones fáciles. Pero de una cosa podemos estar seguros: la realidad global que produjo un Medio Oriente plagado de dictaduras ha sido bastante nefasta para la paz y la seguridad.

Ha llegado el tiempo de promover a escala mesooriental un sistema de gobierno benigno, imperfecto pero infinitamente más justo y libre que el totalitarismo pernicioso. La promoción de la democracia en el Oriente Medio no es un emprendimiento libre de riesgos. Pero tales riesgos lucen a priori menores que los riesgos que emanan de las dictaduras. Y en el análisis final, la promoción de la democracia es una misión política y moral más en consonancia con los valores del Occidente libre que lo que la tolerancia hacia el totalitarismo lo es. 

Comunidades, Comunidades - 2005

Comunidades

Por Julián Schvindlerman

  

Asesinato en Beirut – 02/03/05

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En una clásica novela policial, la pregunta inmediata que surgiría luego del brutal atentado que cegó la vida del político y empresario Rafik Hariri es: ¿Quién se beneficia de esta muerte? La respuesta obvia es, Siria. Hariri era una prominente figura libanesa, un hombre muy conectado financiera y políticamente con las elites de su país, de la región y de varios países del mundo, y un fuerte opositor a la presencia siria en su país. La asociación del régimen sirio con la muerte de Hariri es tan obvia que ha llevado a algunos analistas a preguntarse por qué habría Bashar Assad de ordenar el asesinato de un personaje tan respetado mundialmente cuya muerte inevitablemente pondría a Siria en la pole position de los sospechosos usuales.

Los motivos son muchos según Gary Gambill, un analista político de Freedom House. En primer lugar, uno de los pocos actores que podrían efectuar algo tan políticamente osado en territorio libanés sin temor a ser castigados por los patrones sirios, son justamente los propios sirios. El Líbano es además una zona muy castigada por asesinatos políticos atribuidos a agentes sirios en el pasado: el líder druso Kamal Jumblatt, los presidentes Bashir Gemayel y Rene Mouawad, y el mufti Asan Khaled entre los más prominentes, así como un intento de asesinato el pasado octubre contra el ex ministro de economía y comercio Marwan Hamadeh. La cantidad de explosivos empleados indica una clara intención de garantizar la muerte de Hariri (no tan solo enviar un mensaje) y el transporte de los mismos en una capital custodiada por policías entrenados para detectar coches-bomba y repleta de agentes secretos sirios sugiere connivencia del más alto nivel.

Pero por sobre todo, el contexto político. A fines de 2004, en una rara muestra de comunión política libanesa, varios movimientos políticos que integran la oposición a la ocupación siria del Líbano se reunieron en el hotel Bristol en Beirut y emitieron una declaración de denuncia de la forzada reforma constitucional mediante la cuál Siria extendió el mandato del gobierno-títere de Emil Lahoud el previo agosto. Según el experto Robert Rabil, esto marcó la primera vez desde la independencia libanesa en 1943 en que drusos, sunitas, maronitas, izquierdistas y otras sectas libanesas (salvo los shiítas, aliados sirios) formaran un bloque político intra-comunal similar al que estableció el pacto nacional de 1943. En febrero del presente año, un nuevo encuentro del bloque opositor en el hotel Bristol exigió la retirada total de las tropas y agentes sirios. Hariri, quién había renunciado a su cargo ministerial en el gobierno en protesta por la injerencia siria y había mantenido cierto perfil bajo, se había sumado a esta iniciativa, algo que alteraba fuertemente la balanza de fuerzas políticas en la arena libanesa.

Otros desarrollos inquietantes para los sirios en la escena internacional completaban un cuadro peligroso para sus intereses. En una extraña instancia de cooperación diplomática franco-estadounidense, en septiembre del año pasado el Consejo de Seguridad de las Naciones Unidas adoptó la Resolución 1559 que exige la retirada siria del Líbano. A fines de 2003, la administración Bush había adoptado the Syrian Accountability Act que impone sanciones económicas sobre Damasco. En su discurso del “Estado de la Unión”, el presidente Bush había pronunciado sendas advertencias al gobierno de Assad por su conducta; la que incluye participación en el mercado mundial de la droga,  patrocinio del terrorismo internacional, procuración de armamento no convencional, apoyo a insurgentes iraquíes, retención de activos del gobierno de Saddam Hussein en bancos sirios, y la ocupación del país vecino. (Asimismo, EE.UU. e Israel han estado presionando a la Unión Europea para que incluya a la agrupación fundamentalista Hizbullah, apoyada por Irán y Siria, a su lista de movimientos terroristas). Viendo el cierne de amenazas al orden político impuesto en El Líbano, Damasco decidió actuar de la manera usual: con la violencia política.

Pero el tiro salió por la culata. EE.UU. retiró a su embajador de Damasco y, nuevamente junto a Francia, generó una petición solicitando a la secretaría de la ONU que investigue el atentado contra Hariri. La comunidad internacional reaccionó consternada e incluso la prensa progresista criticó duramente al régimen sirio. Que todo el espectro político libanés (a excepción de los aliados sirios, los shiítas del Hizbullah y del grupo Amal) haya puesto su condena en las puertas de Siria –en lugar de Israel, como suele ser el caso frente a cualquier inconveniente árabe- es todo un indicador de hasta que niveles ha llegado el hartazgo popular con la interferencia siria en los asuntos domésticos del Líbano.

Un momento político especial ha surgido para que la familia de las naciones derribe una de las ocupaciones más brutales del Medio Oriente. Por el bien de los libaneses, de la estabilidad regional y de los más altos valores de la libertad, esperemos que esto pronto suceda.

Comunidades, Comunidades - 2005

Comunidades

Por Julián Schvindlerman

  

De la rabia a la razon – 12/01/05

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Para todo aquél que aún no haya leído los últimos dos libros de Oriana Fallaci -La Rabia y El Orgullo (2002) y La Fuerza de la Razón (2004) – me remito a un breve y enfático consejo: no pase un minuto más de su existencia sin leerlos. Ambos libros son fundamentales para comprender los desafíos políticos, religiosos, culturales e ideológicos de la realidad contemporánea; para entender la necesidad de reaccionar frente a los mismos; para advertir que aún existen intelectuales sensatos y valientes en este mundo; y para renovar el animo decaído frente a tanta idiotez, hipocresía, mediocridad y cobardía colectivas, vastamente esparcidas entre los países occidentales y muy especialmente en los círculos en los que habitan los bien pensant, esos seres moralmente devaluados instigadores de la dictadura de lo politically correct.

En ambos libros Fallaci embiste contra los enemigos usuales: el Islam radical, la Europa complaciente, la izquierda fundamentalista, la Iglesia Católica, la clase política italiana, y los millones y millones de espectadores no-pensantes que, cual autómatas, fagocitan todas y cada una de las porquerías que en forma de clichés la intelligentsia ininterrumpidamente arroja al mercado persa de ideologías caducas en que nuestro planeta se ha transformado.

Con La Rabia y El Orgullo, Fallaci había roto un silencio auto-impuesto de una década de duración. Los eventos del 11-S sacudieron a la periodista italiana; ella tenía algo importante que decir, y lo dijo sin vueltas: Bin-Laden es la cumbre de la montaña, pero el problema para occidente es toda la montaña. «Esa montaña que no se mueve desde hace mil cuatrocientos años, desde hace mil cuatrocientos años no sale de las profundidades de su ceguera, no abre las puertas a las conquistas realizadas por la civilización, no quiere saber nada de libertad ni de justicia ni de democracia ni de progreso». Y que la guerra que el Islam había lanzado contra Occidente, más que bélica era cultural, un ataque al alma de la civilización occidental, un golpe al corazón de los principios más nobles y liberadores que la humanidad había gestado y cobijado con tanto esfuerzo a lo largo de los siglos. Y una vez hecha su denuncia, finalizaba de manera contundente: «Stop. Lo que tenía que decir lo he dicho. La rabia y el orgullo me lo han ordenado, la conciencia limpia y la edad me lo han permitido. Ahora basta. Punto y basta».

Afortunada mente para sus lectores, fue un punto y seguido. En su nuevo libro, La Fuerza de la Razón, la autora -más sosegada pero no menos aguda- expone de manera fehaciente la naturaleza violenta del Islam, la historia de guerras santas y cruzadas con las que se enredó con Europa a lo largo de varios siglos, la invasión no beligerante pero muy física en la actualidad mediante la inmigración al continente, la ofensiva cultural de los nuevos inmigrantes, y -una perla informativa terriblemente perturbadora- la cooperación voluntaria del establishment europeo en transformar a Europa en Eurabia, es decir, en lo que ella llama «una colonia del Islam».

Sobre este punto, Fallaci cita un documento europeo rescatado originalmente de los archivos polvorientos por Bat Ye’or, una autoridad respecto del Islam y las minorías, denominado «Resolución de Estrasburgo», adoptada décadas atrás por la Asociación Parlamentaria para la Cooperación Euro-Árabe. Allí se declara la  disposición  europea  a  exportar tecnología al mundo árabe a cambio de petróleo y «reservas de mano de obra árabe» (léase musulmana). Dice que se les   debe respetar   sus    derechos fundamentales  y  que  «deberán  ser equivalentes a los de los ciudadanos nacionales». Habla de «la necesidad de crear por medio de la prensa y demás medios   de   información   un   clima favorable  a los  inmigrantes y  a sus familias» y que se ha de «exaltar a través de la prensa y del mundo académico la contribución dada por la cultura árabe al desarrollo europeo». También elabora sobre el derecho de los inmigrantes musulmanes a «exportar a Europa su cultura» y a «propagarla y difundirla». A  la  luz de  lo cual el  crecimiento demográfico islámico en el seno de Europa es apenas sorprendente, tal como lo es la atmósfera apologética frente al radicalismo de muchos de esos inmigrantes, o la actitud benévola de los medios y la academia en torno al Islam, o la proclividad a condenar a Israel por cualquier motivo o a cuestionar el proyecto democratizador estadounidense en el Medio Oriente, etc., etc.

En suma, de cómo Europa se ha vendido al Islam, de cómo se ha convertido en una «provincia donde el Corán es el nuevo Das Kapital, Mahoma el nuevo Karl Marx, (y) Ben Laden el nuevo Lenin…». Para Fallaci, el vínculo entre el Islam y la izquierda europea es muy coherente, dado que esta última ya ha dejado de ser laica para pasar a ser «confesional» y «eclesiástica», de «unaideología que se acoge a la Verdad Absoluta», donde como en el Islam, de una parte están «los fieles» y de la otra «los infieles», que «nunca reconoce sus culpas y sus errores» y que «no acepta que pienses de una forma diferente, y si piensas de una forma diferente te desprecia, te denigra, te procesa, te castiga, y si el Corán, o sea, el Partido, ordena fusilarte, te fusila».

En su nuevo libro, hay también espacio para criticar a la «filoslámica ONU», «la Europa de los banqueros que han inventado la farsa de la Unión Europea, de los Papas que han inventado la fábula del Ecumenismo, de los facinerosos que han inventado la mentira del Pacifismo de los hipócritas que han inventado e fraude del Humanitarismo» y mucho más. Yo paro aquí. Ud., hágame caso. Lea el resto en las páginas de estas dos auténticas gemas que son los dos más recientes libros de la valiente florentina.

Comunidades, Comunidades - 2004

Comunidades

Por Julián Schvindlerman

  

Los Israelíes no minimizan el dolor Palestino – 29/12/04

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Nuestro columnista Julián Schvindlerman viajó a Venezuela a dar una serie de charlas en ámbitos académicos y universitarios vinculadas a la temática del Medio Oriente. A continuación publicamos un reportaje que le hiciera el Diario Tal Cual de Venezuela, uno de los más importantes del país.

TC: Algunos han dicho que la muerte de Arafat representa una oportunidad para la paz en Medio Oriente; sin embargo, usted ha escrito que esta ausencia abre paso a “escenarios sombríos”.
JS: La partida de Arafat favorece la posibilidad del surgimiento de un liderazgo nuevo, más inclinado a la negociación política y menos aferrado a las doctrinas que han guiado al movimiento nacionalista palestino. La oportunidad está marcada por el hecho de que Arafat había sido ya identificado como un obstáculo para la paz. Esto dio lugar a que emergieran nuevos líderes, con los que Israel entendió que podía hablar más. Está principalmente la figura de Mahmud Abbas (también conocido como Abu Mazen), que tuvo que renunciar al puesto de primer ministro porque Arafat lo trababa y no lo dejaba instrumentalizar políticas más contemporalizadoras. Pero Abu Mazen escribió una tesis doctoral en ruso donde minimiza el genocidio judío en la Segunda Guerra Mundial. Entonces, quizás una buena prueba de que cambió su mentalidad o disposición política a la negociación es exigirle que públicamente lo repudie. Los israelíes nunca minimizan el dolor palestino.

TC: Israel y Estados Unidos trataron de disminuir o desplazar a Arafat sin éxito. Al final, tenían que buscarlo para bajar tensiones y conseguir a un interlocutor válido ante los palestinos. Ahora que ya no está, ¿no lo echarán de menos ante la previsible insurgencia de grupos radicales?
JS: Ese es uno de los riesgos que tiene la escena palestina que, ante la ausencia de un líder que ha sido radical pero que al menos negoció, se opte por el fundamentalismo islámico que ni siquiera reconoce a Israel. Por otro lado, es mejor las cartas sobre la mesa y las cosas claras. Hamas declara que quiere destruir a Israel, entonces, si sube ya el estado judío sabe que está frente a un enemigo declarado. En este sentido, creo que la decisión es en última instancia de los palestinos. La esperanza sería que aparezca alguno que tenga chance real, peso político y apoyo popular para poder instrumentalizar políticas de negociación efectivas entre las partes.

TC: ¿Negociará Israel con facciones que, aún siendo catalogadas como extremistas, resulten vencedoras en los comicios palestinos?
JS: Este es un campo que pertenece más a la teoría académica; es decir, dar democracia en todos lados y qué hacer con los resultados. Creo de todas maneras que debería haber democracia, porque la alternativa sería un líder medio puesto por quién: ¿Israel? ¿EEUU? ¿Europa? No tiene chance de supervivencia. A la larga va a terminar cayendo. Y la falta de legitimidad representativa en el mundo árabe es un problema serio. En todo caso, permanentemente va a haber inestabilidad en la zona si no hay un apoyo del pueblo, lo que no quiere decir que el apoyo popular sea garantía de nada. No habrá dilema porque Israel no negociará con quienes no quieren hacerlo.

TC: ¿Cuál es la naturaleza de la paz posible en las condiciones actuales de Medio Oriente?
JS: Lo que sugiero es administrar el conflicto. Concentrémonos en minimizar la tragedia, en terminar con la pérdida de vidas humanas en los dos bandos. ¿Cómo hacer esto? En primer lugar la valla de seguridad es necesaria porque logra una retirada israelí, y pone una frontera que puede ser temporal, no política, pero que al menos en materia de seguridad funciona y permite a los palestinos gestar su autogobierno. O bien, lo bilateral que es la Hoja de Ruta – plan de paz propuesto por EEUU- y tratar de recomponer por ese lado. Pero, conceptualmente, intentar resolver un conflicto tan difícil como éste, donde están entremezclados intereses económicos, religiosos, políticos, culturales y sociales parece que es pedir mucho en este momento.

TC: ¿Debe formularse un nuevo plan, que incluya los requerimientos del liderazgo palestino electo?
JS: Eso existe en la Hoja de Ruta, un acuerdo que está suscrito por la ONU, Rusia, EEUU, la Unión Europea y que palestinos e israelíes han aceptado con ciertas reservas. En este sentido, ya hay un rector. Existe un gran documento, que no es fácil negociar a veces con tantas partes involucradas, y por eso creo que es la posibilidad más directa y clara de poder implementar algo. La Hoja de Ruta está armada casi de manera secuencial y el primer paso palestino es dejar de incitar y matar israelíes, lo cual es lógico desde todo punto de vista porque uno no se puede sentar a negociar mientras le están disparando.

TC: Analistas han dicho que luego de la salida intempestiva de un partido minoritario de la coalición que apoya a Ariel Sharon, su gobierno puede tambalearse y que, por ende, estaría en peligro la retirada de las fuerzas israelíes de la Franja de Gaza en 2005. ¿Ambos supuestos podrían cumplirse? ¿Cómo evalúa el estado de la democracia israelí?
JS: La institución democrática se mantiene, lo que hay es un rearmado de la coalición oficial. La democracia, al contrario, se está afianzando en el sentido de que este es un ejemplo clarísimo de cómo un gobierno no puede llevar adelante una política sin el consenso popular, sin el apoyo de los partidarios de la oposición. Ahora se está hablando inclusive de una coalición de unidad entre el Likud, el laborismo y un par de partidos religiosos para dar suficiencia de diputados en el parlamento, poder pasar adelante con las resoluciones y adoptar las que se necesiten.

TC: Sharon fue duramente criticado por su plan de retirada, incluso dentro de las filas de su partido Likud, y en su momento fue acusado de corrupción. ¿Considera que su liderazgo aún está vigente y en capacidad de llevar a Israel hacia las negociaciones de paz?
JS: Bueno, ha sido dañado pero no en el sentido que nos imaginamos. Tradicionalmente ha portado una imagen internacional negativa y en Israel es considerado un gran líder por su contribución al Estado, pero también tiene fama de problemático. Cuando estalla la Intifada, el pueblo israelí le vuelve a pedir a Sharon que venga a hacerse cargo del Gobierno porque su fama más legendaria es la de saber lidiar con el terrorismo palestino y tenía esta imagen de duro. Sin embargo, la realidad es que las medidas que tomó no fueron distintas a las ejecutadas por sus predecesores inmediatos. En el área política sucede una cosa que es totalmente a la inversa. Aunque políticamente es un hombre de ala dura, ha venido demostrando una flexibilidad ideológica muy importante. Es él quien está persuadiendo a los partidos de la derecha sobre la necesidad de retirarse de los territorios, lo que es un planteamiento político originado en la izquierda.

TC: Sin embargo, medidas como la construcción del muro de seguridad reafirman la mala imagen de Sharon, quien parece querer arrinconar al pueblo palestino.
JS: Acá hay algo mucho más fundamental que es la agresión armada no provocada y lanzada por los palestinos contra los israelíes. Esta valla de seguridad es necesaria para proteger vidas. Ahora, la valla de seguridad no pone un gueto a los palestinos, pues no es para marginarlos a ellos sino para proteger a los israelíes. De hecho, la resonancia psicológica que tiene la noción de la valla en Israel es enorme porque los judíos sí fueron puestos en guetos históricamente. No es que Israel es un estado apartheid. Este proceso (de paz) trató de integrar a los dos pueblos. Hay un montón de proyectos conjuntos, de zonas industriales creadas. Pero hay una realidad bélica concreta que no se puede ignorar. Es así de simple.

Entrevistaron Pedro Pablo Peñaloza y Alejandro Hinds.