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Infobae

Por Julián Schvindlerman

  

El imparable Netanyahu – 10/04/19

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Con una ventaja de alrededor de catorce mil votos sobre el partido Azul y Blanco de su contrincante Benny Gantz, el Likud, aunque en paridad de bancas en el Parlamento con este otro partido, está mejor posicionado para formar una coalición de gobierno. Entrando así a su quinto mandato, Netanyahu superará al fundador de la Patria, el legendario David Ben-Gurion, como el premier más longevo en el gobierno. A Ariel Sharon le decían la topadora. ¿Cómo categorizar a un político que no para de triunfar democráticamente? Sus seguidores tienen el apelativo: Bibi melej Israel (Bibi rey de Israel), que surge del parafraseo de una tradicional canción hebrea sobre el Rey David. Y sí, Netanyahu acaba de ser coronado una vez más como la más descollante y totémica figura política nacional del Israel contemporáneo.

En sus sesenta y nueve años de edad, Netanyahu parece haber concentrado varias vidas en una. Fue soldado, comando de elite, diplomático, consultor económico, escritor, parlamentario, líder de la oposición y político multitask: Primer Ministro, Ministro de Defensa, Ministro de Relaciones Exteriores, Ministro de Hacienda y Ministro de Comunicación. Fue un excepcionalmente elocuente embajador ante las Naciones Unidas (un foro particularmente hostil a Israel), a la par -sino superando- al fantásticamente dotado Abba Eban. Supo usar su poder de oratoria como político y diplomático para defender a su país en el ámbito de las relaciones públicas, como supo defenderlo antaño en el campo de batalla como soldado y comando militar. Al igual que Winston Churchill previamente, Netanyahu también «llevó la lengua inglesa a la guerra», sólo que para servir a su pequeña nación asediada en el espacio de la prensa internacional.

Hijo de un prominente historiador especializado en la inquisición española, hermano menor del ultimado líder de la operación de rescate de rehenes secuestrados en Entebbe, formado en Harvard y el MIT, Netanyahu se destacó inicialmente por sus credenciales de experto antiterrorista. Tras su rol de editor de un libro en 1987, Terrorism: How the West Can Win, se animó como autor en 1996 con Fighting Terrorism: How Democracies Can Defeat Domestic and International Terrorism, que lo consagró como una autoridad en la materia. Su claridad moral y conceptual puede verse en esta cita suya:

«Por su propia naturaleza, el método inhumano elegido por los terroristas para obtener su fin descalifica el fin desde el principio como uno merecedor de apoyo moral… No es solamente que el fin de los terroristas no justifica los medios que eligen; su elección de medios indica cuáles son sus verdaderos fines. Lejos de ser luchadores por la libertad, los terroristas son precursores de la tiranía».

Más sobre las elecciones en Israel: Por qué ganó Neyanyahu

Si con estas obras se asentó como una autoridad respetada en la lucha contra el terrorismo, fue sin embargo con el libro publicado entre ellos que Netanyahu emergió como un auténtico abogado intelectual de Israel. A lo largo de las más de 450 páginas que conforman A Place Among the Nations: Israel and the World (1993), Netanyahu presentó el caso a favor de su país con fundamento histórico y lógica demoledora, ofreciendo una respuesta cabal a la propaganda árabe-palestina y a la crítica progresista occidental. Vaya otra cita de ejemplo:

«El pueblo judío ha debido lidiar con la difamación por generaciones. Pero la escala de las calumnias de este siglo contra él y contra Israel, su alcance, efectividad y consecuencias devastadoras, han excedido por mucho cualquier cosa vista antes. Con todo, estoy convencido de que estas difamaciones pueden ser refutadas y que la batalla por la verdad puede ser ganada; que gente abierta de mente puede ver la diferencia entre las calumnias interminables elevadas contra el estado judío y la verdad no barnizada, cuando los hechos son presentados ante ellos».

Publicado el mismo año que Shimon Peres sacaba a la luz su obra coescrita con Arye Naor, The New Middle East, el texto de Netanyahu se convertiría en el antídoto realista a las fantasías contenidas en el libro de Peres, que bregaba por un Israel aceptado en un Medio Oriente económicamente integrado y políticamente pacificado. Con el advenimiento de la era Oslo ese mismo año -los célebres acuerdos con la OLP de Yasser Arafat, las expectativas de paz en el aire, el frenesí de optimismo globalizado- Netanyahu pareció quedar confinado al papel del profeta que clama en el desierto. A contramano del éxtasis promovido por el Laborismo, él insistió en denunciar las falacias en las que ese pacto polémico se apoyaba. Cuando la intifada palestina del año 2000 sepultó con violencia la paz prometida en Oslo, Netanyahu fue ideológicamente vindicado, aunque su consagración política debió aguardar otros nueve años. En el 2009 fue electo por segunda vez como Primer Ministro, y desde entonces fue reelegido ininterrumpidamente.

Durante esta última década suya en el poder Israel creció económicamente, se consolidó como una potencia tecnológica de vanguardia, sus relaciones diplomáticas (particularmente con el mundo árabe sunita, América Latina y Europa Oriental) se expandieron y el país fue defendido con vigor ante enemigos islamistas implacables como Irán, Hezbolá y Hamas, así como el no-islamista Siria. Debido a su cercanía con Donald Trump o no, lo cierto es que bajo su gobierno Estados Unidos salió del Pacto Nuclear con Irán, desplazó su embajada hacia Jerusalen, reconoció la soberanía israelí sobre los estratégicos Altos del Golán, repudió a la virulentamente antisionista UNESCO y empujó hacia los márgenes de la diplomacia mundial la causa nacional palestina. Incluso el habitualmente poco simpático Vladimir Putin tuvo una cortesía política con Netanyahu en plena campaña electoral, al facilitar el hallazgo de un soldado israelí desaparecido casi cuatro décadas atrás en El Líbano. Asimismo, el flamante presidente de Brasil Jaír Bolsonaro hizo su aporte al visitar junto a Netanyahu el Muro de los Lamentos pocos días atrás, a contramano de la tradición diplomática usual de negar lo evidente. Y muy recientemente, un satélite israelí ingresó a la órbita lunar, lo que encamina al pequeño estado judío hacia la puerta del selecto club de potencias espaciales.

«Incluso la fuerza combinada de tres ex jefes de las Fuerzas de Defensa de Israel no es rival para un primer ministro que ahora se dirige a su quinto mandato» escribía en la madrugada israelí David Horovitz, editor en jefe del Times of Israel. Superviviente político nato, con una cintura admirable y una visión estratégica sin par, Netanyahu acaba de triunfar.

Una vez más.

Mundo Israelita

Mundo Israelita

Por Julián Schvindlerman

  

El KKL: 118 años mejorando a Israel – 04/19

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Fundado en 1901, durante el Quinto Congreso Sionista en Basilea, cuando el proyecto de un estado judío estaba todavía en edificación, el KKL (Keren Kayemet le Israel) se abocó a la compra de tierras a efendis árabes con el fin de ganar un lugar para la realización del sionismo en su tierra ancestral. En efecto, a contramano de lo que postula la propaganda habitual, el KKL es una prueba concreta de la legítima actividad de los sionistas que no usurparon, sino que adquirieron en transacciones comerciales legales, la tierra sobre la cual establecer el Hogar Nacional Judío. Con el nacimiento del Estado de Israel, sus logros han sido enormes. Ha plantado más de 245 millones de árboles, ha creado 230 reservorios de agua, ha tornado habitable para la vivienda humana 280 mil hectáreas, ha preparado 100 mil hectáreas para el cultivo, ha construido alrededor de 7 mil kilómetros de caminos y ha establecido más de 800 centros de turismo y recreación. Con 46 oficinas de representación en el mundo, ha globalizado su sublime labor.

Su aporte al bienestar medio ambiental ha sido tan extraordinario que hasta la usualmente hostil ONU le ha concedido el estatus de ONG por sus contribuciones, en 2004. Cada día honra con su accionar el mandato hebreo de Tikun Olam, mejorando el hábitat en Israel y ayudando al país a ser un espacio más amigable ambientalmente.

Tuve la oportunidad de presenciar vívidamente sus gestiones, y sus resultados, durante una reciente visita a Israel, invitado por sus autoridades. El plan de recorrido se hizo al estilo israelí. Es decir, con el ethos de la tzavá. Un día ida y vuelta al norte, un día ida y vuelta al sur, un día ida y vuelta al centro y un día para un evento especial. El país es pequeño pero como hay mucho para visitar -el KKL lleva casi 120 años trabajando allí- la noche debe ser generosa y ceder varias de sus horas al día, lo cual es compensado con una hotelería de lujo, una generosa alimentación y una hospitalidad humana de excepción. Cuando llega el shabat, uno experimenta la súbita necesidad de agradecer a Dios que concedió al pueblo judío un día de descanso (¡y al KKL por respetarlo!).

Poniéndonos serios, de veras que sorprende la tarea que ha emprendido exitosamente esta organización. Por dar sólo un ejemplo de los varios que uno podría traer. Cerca de la frontera con Gaza, donde malhechores palestinos al servicio de Hamas han estado lanzando barriletes y globos incendiarios -quemando así en apenas seis meses 4 mil hectáreas de tierras arduamente laboradas por los israelíes por décadas, que pudieron vencer a las inclemencias del desierto y hacer florecer plantas- el KKL se hizo presente para restaurar la tierra carbonizada. Según estimaciones de los expertos del KKL, miles de árboles, algunos de los cuales tenían más de 60 años, plantados por los primeros pobladores judíos de la zona, sucumbieron a los incendios del último verano boreal. “Tuvimos incendios de horizonte a horizonte en la periferia de Gaza”, dijo Kobi Suffer, el director regional de la zona costera sur de la Autoridad de Parques y Naturaleza de Israel.

Históricamente, el área alrededor de Gaza era conocida como «las tierras baldías de Israel». El suelo, formado por el cieno transportado por el viento del Sahara, era considerado como demasiado pobre para la agricultura, por lo que los árabes-palestinos vendieron la tierra a los judíos a partir de las décadas de 1920 y 1930. El suelo, lleno de sedimentos, sella la corteza y no permite que la lluvia penetre, creando inundaciones repentinas que erosionan aún más su capa superior. Conforme explicó tiempo atrás a la prensa Talila Livshutz, la coordinadora comunitaria para el distrito sur del KKL, cuando los primeros pioneros judíos llegaron para construir los asentamientos de la zona de Eshkol próxima a Gaza, plantaron bosques de pinos y eucaliptos, para crear una zona de amortiguamiento verde alrededor de sus ciudades por seguridad, y también para recordar los bosques europeos que habían dejado atrás.

La plantación de árboles a lo largo de arroyos reduce la erosión causada por inundaciones repentinas, lo que permite que se acumule más suelo de calidad. Hoy en día, el área es una de las principales cuencas agrícolas de Israel, el resultado del riego por goteo (fabulosa proeza israelí) y una serie de enfoques agrícolas innovadores. Poco tiempo atrás, la prensa israelí informaba azorada un fenómeno natural de excepción: los incendios habían exterminado raíces invasivas que, al desaparecer, dieron lugar al nacimiento de miles de bellas flores rojas, conocidas como Kalaniot. (Nada que agradecer al Hamas por ello, desde ya). Actualmente, debido en buena medida a la tarea llevada a cabo por el KKL, gran parte del daño causado por los incendios no es evidente.

Este único ejemplo nos ayuda a entender la dimensión del emprendimiento ambiental que promueve el KKL. También fomenta desarrollos en el campo de la educación, el reasentamiento de los israelíes evacuados de Gaza en 2005, la promoción de un uso eficiente del agua, la integración a la sociedad de jóvenes provenientes de entornos familiares difíciles en Nazaret Ilit, la construcción de invernaderos de vanguardia, y tantísimos otros proyectos que mejoran la calidad de vida a la población israelí. Cuando cumpla 120 años de vida en 2021, el KKL podrá celebrar la ocasión con un muy bien ganado orgullo institucional; con la paradoja feliz de que, a pesar de ser el cumpleañero, es el KKL quien ha dado a Israel un regalo fenomenal.

The Jerusalem Center for Public Affairs Blog (Israel)

The Jerusalem Center for Public Affairs Blog (Israel)

Por Julián Schvindlerman

  

The Vatican secret archive and Pius XII – 24/03/19

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By Julian Schvindlerman
The Jerusalem Center for Public Affairs Blog (Israel) – 24/03/19
http://jcpa.org/article/the-vatican-secret-archive-and-pius-xii/


 (Más abajo versión en español)

On March 4, while addressing 75 officials of the Vatican´s Secret Archive office, Pope Francis
declared that the Church “is not afraid of history,” on the contrary, “she loves it, and desires to
love it more and better, as God loves it.” In coincidence with the 80th Anniversary of Eugenio
Pacelli´s election to the throne of Saint Peter, he informed that within a year the Vatican will open
to researchers the secret files related to Pius XII´s pontificate. “With the same confidence as my
predecessors, I open and entrust this documentary heritage to researchers,” he said. In justifying
his historical decision, Francisco assured:
“I have assumed this decision after hearing the opinion of my closest collaborators, with a serene
and confident mind, sure that serious and objective historical research will be able to evaluate, in
the proper light and with appropriate criticism, the praiseworthy moments of the Pontiff and,
without any doubt, also moments of serious difficulties, of tormented decisions, of human and
Christian prudence, which to some might have seemed to be reticence, and which instead were
attempts, humanly also very hard-fought, to keep the flame of humanitarian initiatives lit during
periods of more intense darkness and cruelty, of hidden but active diplomacy, of hope in possible
good openings of hearts.” 1
For decades, historians have been asking the Vatican to open these archives. To the extent that
the Pope's initiative will be complete -and not selectively edited in order to shed light exclusively
on the positive aspects of the pontificate of Pius XII- this step taken by Francis deserves to be
applauded and considered a historical turning point. However, there are grounds for skepticism,
because Rome has been trying for several years to beatify Eugenio Pacelli, to the chagrin of the
world Jewish community and the community of Holocaust experts. By attempting to absolve Pius
XII, in fact, Rome seeks to obtain its own absolution. It should be noted that Pacelli´s successors –
John XXIII (1958-1963), Paul VI (1963-1978) and John Paul II (1978-2005)- were already canonized.
Monsignor Sergio Pagano, Prefect of the Vatican Secret Archive, published an article in
L'Osservatore Romano the day the Pope made his announcement that might illustrate the
Vatican's intention:
“In that sad and terrible scenario, both before the last war and during its tragic course, and after it,
it stands out with its own connotations the great figure of Pius XII, too superficially judged and
criticized for some aspects of his pontificate, which now, thanks also to the recent opening wished
with confidence by Pope Francis, I believe that it can be found among historians someone who
knows how to investigate it, now without prejudice, but also with the help of new documents, in
all his realism and wealth.” 2

His appeal to find “among historians someone who knows how to investigate it, now without
prejudice” could well refer to the incident involving John Cornwell, a researcher at Jesus College of
the University of Cambridge and author of the 1999 celebrated book Hitler's Pope: The Secret
History of Pius XII. This historian benefited from access to reserved portions of the Vatican archive
concerning Eugenio Pacelli given his “benevolent spirit” -as he himself characterized it- around the
figure of the Pope. He began his investigation with the aim of discarding, once and for all, “the
black legend” that casts a shadow over this pontiff. Instead, the Vatican sources left him exposed
to a very different truth. “By the middle of 1997, nearing the end of my research, I found myself in
a state that I can only describe as moral shock,” Cornwell wrote in the preface to his work, “the
material I had gathered, taking the more extensive view of Pacelli's life, amounted not to an
exoneration, but to a wider indictment.” 3
The process of beatification of Pius XII began in 1964 in the midst of an internal conflict between
progressives and conservatives. The Second Vatican Council was at work, and the progressives
wanted to canonize John XXIII through an act of acclamation. Pope Paul VI decided to present for
consideration to the Congregation for the Causes of Saints the controversial Pius XII along with the
proposed John XXIII. The Jesuits were assigned the first of the processes and the Franciscans the
second, and priests Peter Gumpel and Paolo Molinari were appointed to lead each case,
respectively. Father Gumpel declared at the time: “After having studied all the depositions of all
the witnesses in Pius XII´s cause, I can say that very rarely have I found evidence so persuasive of
heroic virtue… the cause is going forward, and the prospects of Pius's beatification are excellent.” 4
In September 2000, before one hundred thousand pilgrims gathered in St. Peter's Square, John
Paul II beatified both John XXIII and Pius IX. The Jewish community applauded the beatification of
the former and lamented the beatification of the latter. During his long pontificate (1846-1878),
Pius IX confined the Jews to the ghetto of Rome, publicly referred to them as “Hebrew dogs,” and
approved the kidnapping of the Jewish boy Edgardo Mortara.
At the beginning of the 1960s, Pope Paul VI formed a team of priests from various countries with
the purpose of selecting for publication diplomatic documents of the war period in possession of
the Holy See. The project was intended to counteract the accusations regarding the silence of the
Pope during the Second World War, and consequently it was defensive in nature. The result of this
initiative was the publication, between 1965 and 1981, of Actes et Documents du Saint Siège
Relatifs à la périod de la Seconde Guerre Mondiale, composed of eleven volumes of documents
published in the original language, with commentaries in French. 5
In 1986, John Paul II visited the Rome synagogue. During his eighty minute-long speech he had the
delicacy not to explicitly name Pacelli and recalled the suffering of Rome´s Jews, but ignored the
public silence of Pius XII while they were sent to Auschwitz. In response to the words of the Pope,
Giacomo Saban, president of the Italian Jewish community, acknowledged the transcendental
gesture of the pontiff but could not help note that “What was happening on one bank of the Tiber
could not have been not known on the other bank of the river, nor could what was happening in
other parts of the European continent.” 6

In March 1998, the Vatican published Noi Ricordiamo: Una Riflessione Sulla Shoah, a long-awaited
pronouncement on the Holocaust, in which it defended the policy of Pius XII between 1939-1945,
claiming that he had saved hundreds of thousands of Jewish lives, either by personal intervention
or by delegation of duties. 7 That figure was severely disputed by academics specializing in
Holocaust studies.
In 1999, the Holy See set up a historic commission composed of six renowned academics (three
Jews and three Catholics) to determine the truth about her role during World War II. Previously,
John Paul II had expanded the opening period of the secret archives that run until 1891, up to
1922. Yet the relevant period remained inaccessible to researchers. This project did not prosper.
One of the historians involved commented: “In October 2000, our group presented a preliminary
report to Rome asking for the opening of the archives so that we could continue more fully with
our work. Since then there has been complete silence from the Vatican Secretary of State.” 8 In
June 2001, in a letter sent to these historians, the Vatican responded that the “Vatican archives
are accessible only until 1923” and that nothing else could be done “due to technical reasons.” 9
The following month the team of historians suspended their work. Cardinal Walter Kasper,
President of the Commission for Religious Relations with Jews, tried to minimize the fiasco by
saying that “The Catholic Church is not afraid of historical truth… and the lack of success by a
group of historians… cannot be nor will it be the end of serious historical research on this
subject.“ 10 In February 2002, the Holy See announced that 2003 onwards it would open portions of
its archives relating to Germany from 1922 to 1939. Access to the period of the Second World War
still remained blocked.
In 2000, Pope John Paul II visited Yad Vashem as part of his historic journey to Israel. The Pope
began his speech with a paragraph of four lines in which four times he mentioned the word
“silence.” In the context of his message it looks unobjectionable. But in light of the controversial
past “silence” of Pius XII, the repeated mention sounded strange. Here is the paragraph in
question:
“In this place of memories, the mind and heart and soul feel an extreme need for silence. Silence
in which to remember. Silence in which to try to make some sense of the memories which come
flooding back. Silence because there are no words strong enough to deplore the terrible tragedy of
the Shoah.” 11
Prime Minister Ehud Barak said in response: “Your Holiness, mine is a nation that remembers. And
the silence was not only from heaven.” 12 In 2005 a new, renovated Holocaust Museum was
established in Israel. In its permanent exhibition, under a photograph of Eugenio Pacelli and the
title “Pope Pius XII and the Holocaust,” the inscription that was placed read in part:
“Pius XII’s reaction to the murder of the Jews during the Holocaust is a matter of controversy…
Even when reports about the murder of Jews reached the Vatican, the Pope did not protest either
verbally or in writing. In December 1942, he abstained from signing the Allied declaration
condemning the extermination of the Jews. When Jews were deported from Rome to Auschwitz,

the Pope did not intervene.” (A few years later Yad Vashem changed the original text to give room
to both critics and defenders points of view). 13
In 2007, the Congregation for the Causes of Saints approved the proclamation of Pius XII ´s “heroic
virtues”. 14 On the occasion of the 50 th Anniversary of the death of Pius XII, the official Vatican daily
and Benedict XVI publicly defended the Pope´s conduct during the Second World War. In a solemn
mass held in October 2008 before a crowd of Cardinals and Synod Fathers in Rome at the World
Synod of Bishops, and after having prayed at Pacelli's tomb, Benedict XVI said “we pray that the
cause of beatification of the Servant of God Pius XII will continue happily.” 15 For the first time in
the history of a Synod of Bishops, a Jew participated in it. It was the Chief Rabbi of Haifa She'ar
Yashuv Cohen, as a special guest of the Pope. In his speech he alluded to Pius XII without naming
him: “It hurts us but we cannot approve that such a leader of the Church now be honored.” 16
Benedict XVI traveled to Israel in May 2009. Predictably, he went to Yad Vashem. To avoid further
friction, it was decided that the Pope would participate in a ceremony at the Remembrance Hall
but would not go into the Museum per se, thus avoiding the thorny issue of Pius XII´s plaque. In his
speech, as John Paul II had done previously, Benedict XVI stressed the importance of silence: “My
dear friends, I am deeply grateful to God and to you for the opportunity to stand here in silence: a
silence to remember, a silence to pray, a silence to hope.” 17
Later, in December 2009, the Pope signed decrees corresponding to one martyrdom, ten miracles
and ten heroic virtues; a usual pontifical procedure that would have gone unnoticed by the Jewish
world if not for the fact that among the latter the Pope included Pius XII, effectively unlocking his
beatification. In an act designed to soften potential reactions, Benedict XVI venerated John Paul II
and Pius XII simultaneously. 18 He previously held a meeting with members of the Congregation for
the Causes of Saints and congratulated them for giving the parishioners role models for Christian
life: “Each beatification and canonization is for Christians a strong incentive to live intensely and
with enthusiasm the path of Christ towards the completeness of Christian existence and the
perfection of charity.” 19 Father Gumpel said he was “delighted” with the Pope´s decision; the
global Jewish community not so much. When, three weeks later, Benedict XVI visited the
Synagogue in Rome, in his welcoming speech, the leader of the Italian Jewish community
reminded the illustrious guest that “The silence of Pius XII during the Shoah hurts us as an act of
omission.” 20 When Francis visited Yad Vashem in 2014, he made no reference to this silence. 21
The controversy over the role of Pius XII during the Holocaust has already lasted longer than the
duration of the war and his pontificate combined. In the context of this unresolved debate, the
Vatican's efforts to beatify him aim at closing off any discussion about the Church´s past. Endowing
Pacelli´s limited efforts to assist the persecuted Jews of Europe with a halo of heroism, will
eventually lead to him being declared holy. The opening of the Vatican archives concerning Pius
XII´s pontificate will shed much needed light on his role during the Second World War –as long as
the opening will be absolute and access to historians, unrestricted.
Professor John Cornwell, who gained access to the Vatican Secret Archive on Pius XII more than
any other lay scholar, observed:

“Eugenio Pacelli was not a monster; his case is far more complex, more tragic than that… His is not
a portrait of evil, but of fatal moral dislocation –a separation of authority from Christian love. The
consequences of that rupture were collusion with tyranny, and ultimately violence.” 22
After March 2020, the debate about Pius XII will reach new heights. A year of burning anxiety
awaits us.

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Note: Some of the quotes presented above have been taken from Spanish sources and were
translated into English by the author.

About the Author:
Julian Schvindlerman is a writer and journalist specializing in Middle East affairs. He is a columnist
for Infobae (Argentina) and Libertad Digital (Spain), and a blogger at The Times of Israel. He is the
author of Rome and Jerusalem: Vatican Policy toward the Jewish State; The Hidden Letter: A
History of an Arab-Jewish Family; Triangle of Infamy: Richard Wagner, the Nazis and Israel; and
Land for Peace, Land for War. He has an MA in Social Sciences from the Rothberg International
School, Hebrew University of Jerusalem, and lectures on World Politics at the University of
Palermo in Buenos Aires.

References:

1 Address of his Holiness Pope Francis to Officials of the Vatican Secret Archive, March 4, 2019;
http://w2.vatican.va/content/francesco/en/speeches/2019/march/documents/papafrancesco_20190304_a
rchivio-segretovaticano.html
2 Sergio Centofanti, “Mons. Pagano: la apertura de los archivos mostrará a todos la grandeza de Pío XII”,
Vatican News, Marzo 4, 2019 en https://www.vaticannews.va/es/papa/news/2019-03/mons-pagano-
apertura-archivos-mostrara-todos-grandeza-pioxii.html
3 John Cornwell, Hitler´s Pope: The Secret History of Pius XII, (Penguin Books, 2000), preface.
4 Peter Gumpel with Antonio Gasparri, “Justice for Pius XII!”, Inside the Vatican, (junio 1997); cited by James
Carroll, Constantine´s Sword: The Church and the Jews (Houghton Mifflin Company, 2001), p. 530.
5 “Actes et documents du Saint-Siège relatifs à la période de la Seconde Guerre Mondiale” ;
http://www.vatican.va/archive/actes/index_fr.htm
6 In Eugene Fischer y Leon Klenicki (eds.), Spiritual Pilgrimage: Texts on Jews and Judaism 1979-1995 (NY:
Crossroad, 1995).
7 “We Remember: A reflection on the Shoah”, March 16, 1998;
http://www.vatican.va/roman_curia/pontifical_councils/chrstuni/documents/rc_pc_chrstuni_doc_1603199
8_shoah_sp.html
8 Robert Wistrich, “The Vatican and the Shoah”, Modern Judaism 21 (Oxford University Press: 2001), p. 101.

9 Moshe Aumann, Conflict & Connection: The Jewish-Christian-Israel Triangle (Israel: Gefen Publishing House,
2003), pp. 64-65.
10 Ibid., p. 65.
11 Speech of John Paul II, Visit to The Yad Vashem Museum, Jerusalem, March 23, 2000;
http://w2.vatican.va/content/john-paul-ii/en/speeches/2000/jan-mar/documents/hf_jp-
ii_spe_20000323_yad-vashem-mausoleum.html
12 Cited in "The Visit of Pope John Paul II to Yad Vashem, Jerusalem" (Yad Vashem: 2000), pp. 19-21.
13 “Israel's Yad Vashem Holocaust Memorial Softens Stance on Pius XII”, Haaretz, July 1, 2012.
14 “El Papa insiste en beatificar a Pío XII”, La Nación, October 11, 2008.
15 “Pío XII, discutido por su rol ante los nazis, elogiado por el Papa”, Clarín, Octubre 11, 2008.
16 Isi Leibler, “A corageous rabbi talks to the Catholic synod”, The Jeruslem Post, October 15, 2008.
17 Visit to Yad Vashem Memorial, Address of His Holiness Benedict XVI, Jerusalem, May 11, 2009;
http://w2.vatican.va/content/benedict-xvi/en/speeches/2009/may/documents/hf_ben-
xvi_spe_20090511_yad-vashem.html
18 “Juan Pablo II y Pío XII, más cerca de la santidad”, La Nación, December 20, 2009.
19 “Pope Pius XII on way to beatification”, Jerusalem Post, December 19, 2009.
20 “Benedicto XVI pidió que se sanen las heridas del antisemitismo”, La Nación, January 18, 2010.
21 Visit to Yad Vashem Memorial, Address of Pope Francis, Jerusalem, May 26, 2014;
http://w2.vatican.va/content/francesco/en/speeches/2014/may/documents/papa-
francesco_20140526_terra-santa-memoriale-yad-vashem.html
22 John Cornwell, Hitler´s Pope: The Secret History of Pius XII, (Penguin Books, 2000), preface.

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[Versión en español]

EL ARCHIVO SECRETO VATICANO Y PIO XII

El Archivo Secreto Vaticano y Pío XII
Por Julián Schvindlerman
The Jerusalem Center for Public Affairs – 24/3/19
http://jcpa.org/article/the-vatican-secret-archive-and-pius-xii/


El pasado 4 de marzo, al exponer ante los 75 funcionarios del Archivo Secreto Vaticano, el
Papa Francisco declaró que la Iglesia “no tiene miedo de la historia”, sino que al contrario,
“la ama, y quiere amarla más y mejor, como Dios la ama”. En coincidencia con el ochenta
aniversario de la elección de Eugenio Pacelli al trono de San Pedro, informó que dentro de
un año el Vaticano abrirá a los investigadores el archivo secreto relativo al pontificado de
Pío XII. “Con la misma confianza que mis predecesores, abro y confío este patrimonio
documental a los investigadores” indicó. Al justificar su decisión histórica, Francisco
aseguró:
“Tomo esta decisión con un espíritu sereno y confiado, seguro de que la investigación
histórica seria y objetiva podrá evaluar a su debido tiempo, con la crítica adecuada, los
momentos de exaltación de aquel Pontífice y, sin duda, también los momentos de grave
dificultad, de decisiones atormentadas, de la prudencia humana y cristiana, que para
algunos podía parecer reticente, y que en cambio eran intentos, humanamente incluso
muy duros, de mantener encendida, en tiempos de densa oscuridad y crueldad, la llama
de las iniciativas humanitarias, de la diplomacia oculta pero activa, de la esperanza en las
posibles buenas aperturas de los corazones”. 1
Por décadas, historiadores han estado pidiendo al Vaticano la apertura de estos archivos.
En la medida en que la iniciativa del Papa sea completa -y no editada selectivamente con
el fin de arrojar luz exclusivamente sobre los aspectos positivos del pontificado de Pío XII-
este paso dado por Francisco merece ser aplaudido y considerado un punto de inflexión
histórico. Sin embargo, hay bases para el escepticismo, pues Roma lleva varios años ya
intentando beatificar a Eugenio Pacelli, para disgusto de la comunidad judía mundial y la
comunidad de expertos en el Holocausto. Pues al pretender absolver a Pío XII, en rigor,
Roma aspiraría a alcanzar su propia absolución. Cabe notar que los sucesores de Pacelli –
Juan XXIII (1958-1963), Paulo VI (1963-1978) y Juan Pablo II (1978-2005)- ya fueron
canonizados.
Monseñor Sergio Pagano, Prefecto del Archivo Secreto Vaticano, publicó un artículo en
L’Osservatore Romano el día del anuncio del Papa que puede ilustrar sobre la intención
vaticana:

“En ese triste y terrible escenario, tanto antes de la última guerra como durante su trágico
curso, y después de ella, destaca con sus propias connotaciones la gran figura de Pío XII,
demasiado superficialmente juzgada y criticada por algunos aspectos de su pontificado,
que ahora, gracias también a la reciente apertura deseada con confianza por el Papa
Francisco, creo que puede encontrar entre los historiadores alguien que sepa investigarla,
ahora sin prejuicios, pero con la ayuda también de nuevos documentos, en todo su
realismo y riqueza”. 2
Su apelación a “encontrar entre los historiadores alguien que sepa investigarla, ahora sin
prejuicios” bien podría referir al incidente John Cornwell, investigador del Jesus College de
la Universidad de Cambridge y autor del celebrado libro de 1999 El Papa de Hitler: La
verdadera historia de Pío XII. Este historiador se benefició del acceso a porciones
reservadas del archivo vaticano concernientes a Eugenio Pacelli dado su “ánimo
benévolo” -como él mismo lo caracterizó- en torno a la figura del Papa. Comenzó su
investigación con el fin de denostar, de una buena vez, “la leyenda negra” que pesa sobre
aquél pontífice. En lugar de ello, las fuentes vaticanas lo dejaron expuesto a una verdad
muy distinta. “A mediados de 1997, cuando me aproximaba al fin de mi investigación, me
encontraba en un estado que sólo se puede calificar de shock moral”, escribió Cornwell en
el prefacio de su obra, “el material que había ido reuniendo, que suponía la investigación
más amplia de la vida de Pacelli, no conducía a una exoneración, sino por el contrario a
una acusación aún más grave contra su persona”. 3
El proceso de beatificación de Pío XII comenzó en 1964 en el seno de un conflicto interno
entre progresistas y conservadores. Eran tiempos del Concilio Vaticano II, y los primeros
quisieron canonizar a Juan XXIII mediante un acto de aclamación. El Papa Pablo VI decidió
elevar a consideración de la Congregación para la Causa de los Santos al polémico Pío XII
junto al propuesto Juan XXIII. A los jesuitas les fue asignado el primero de los procesos y a
los franciscanos el segundo, y se designó a los sacerdotes Peter Gumpel y Paolo Molinari
para liderar, respectivamente, la empresa. El sacerdote Gumpel declaró en su momento:
“Después de haber estudiado todas las deposiciones de todos los testigos en la causa de
Pío XII, puedo decir que muy raramente he hallado evidencia tan persuasiva de virtud
heroica…la causa avanza, y los prospectos de la beatificación de Pío son excelentes”. 4 En
septiembre de 2000 y ante cien mil peregrinos reunidos en la Plaza de San Pedro, Juan
Pablo II beatificó simultáneamente a Juan XXIII y a Pío IX. La comunidad judía aplaudió la
beatificación del primero y lamentó la del segundo. Como se recordará, durante su largo
pontificado (1846-1878) Pío IX confinó a los judíos al gueto de Roma, públicamente se
refirió a éstos como los “perros hebreos”, y aprobó el secuestro del niño judío Edgardo
Mortara.

A principios de los años sesenta, el Papa Pablo VI conformó un equipo de sacerdotes de
diversos países con el objeto de seleccionar para publicación documentos diplomáticos
del período de la guerra en posesión de la Santa Sede. El proyecto pretendía contrarrestar
las acusaciones relativas al silencio de la Iglesia Católica durante la Segunda Guerra
Mundial, y en consecuencia era defensivo en su naturaleza. El resultado de esa iniciativa
fue la publicación, entre 1965 y 1981, de Actes et Documents du Saint Siège Relatifs á la
période de la Seconde Guerre Mondiale, compuesto de once volúmenes de documentos
publicados en el idioma original, con comentarios en francés. 5
En 1986, Juan Pablo II visitó la sinagoga de Roma. En su discurso en una ceremonia que
duró ochenta minutos, tuvo la delicadeza de no nombrar explícitamente a Pacelli y
recordó el sufrimiento de los judíos romanos, pero ignoró el silencio público de Pío XII
mientras aquellos eran enviados a Auschwitz. En respuesta a las palabras del Papa,
Giacomo Saban, presidente de la comunidad judía italiana, reconoció el gesto
trascendental del pontífice pero no pudo dejar de acotar que “Lo que estaba pasando en
una de las orillas del Tíber no pudo no haberse sabido del otro lado del río, ni pudo lo que
estaba pasando en otras partes del continente europeo”. 6
En marzo de 1998, el vaticano publicó Noi Ricordiamo, un largamente esperado
pronunciamiento sobre el Holocausto, en el cual defendió la conducta de Pío XII entre
1939-1945, atribuyéndole haber salvado cientos de miles de vidas judías, sea por
intervención personal o por delegación de gestiones. 7 Ese guarismo fue severamente
disputado por académicos especializados en estudios del Holocausto.
En 1999, la Santa Sede conformó una comisión histórica de seis renombrados académicos
(tres judíos y tres católicos) para determinar la verdad de los hechos por su papel en la
Segunda Guerra Mundial. Previamente, Juan Pablo II había expandido el período de
apertura de los archivos secretos que regía hasta 1891 y lo estiró hasta 1922; el período
relevante seguía inaccesible para los investigadores. El proyecto no prosperó. Uno de esos
historiadores comentó: “En octubre del 2000, nuestro grupo presentó un informe
preliminar a Roma que pedía la apertura de los archivos para que pudiéramos continuar
con nuestro trabajo más acabadamente. Desde entonces ha habido un completo silencio
de la Secretaría de Estado del Vaticano”. 8 En junio de 2001, en una carta enviada a los
historiadores, el Vaticano respondió que “Los archivos vaticanos están accesibles sólo
hasta 1923” y que nada más podía hacer “por razones técnicas”. 9 Al mes siguiente el
equipo de historiadores suspendió su trabajo. El cardenal Walter Kasper, Presidente de la
Comisión para las Relaciones Religiosas con los Judíos, pretendió relativizar el fiasco al
decir que “La Iglesia Católica no teme a la verdad histórica…y la falta de éxito de un grupo
de historiadores…no puede [ser] ni será ser el fin de la investigación histórica seria sobre
este tema”. 10 En febrero de 2002, la Santa Sede anunció que desde el año 2003 abriría
porciones de sus archivos relativos a Alemania desde 1922 hasta 1939. Acceso al período
de la Segunda Guerra Mundial permanecía bloqueado.

En el año 2000, el Papa Juan Pablo II visitó Yad Vashem en el marco de su viaje histórico a
Israel. El Papa comenzó su discurso con un párrafo de cuatro renglones en el que cuatro
veces mencionó la palabra “silencio”. En el contexto de su mensaje, cuyo primer párrafo
citaremos a continuación, luce inobjetable. Pero a la luz del pasado controvertido
“silencio” de Pío XII es llamativa la reiterada mención. He aquí el párrafo en cuestión:
“En este lugar de recuerdos, la mente y el corazón sienten un necesidad extrema de
silencio. Silencio con el que recordar. Silencio con el que intentar dar sentido a los
recuerdos que nos inundan. Silencio porque no hay palabras lo suficientemente fuertes
para deplorar la tragedia terrible de la Shoá”. 11
Que los reclamos históricos no estuvieron ausentes aún en un encuentro plagado de
respeto podemos verlo en parte de la ponencia del Primer Ministro Ehud Barak, quién,
diciendo “Su Santidad, la mía es una nación que recuerda”, encontró adecuado señalar: “Y
el silencio no fue sólo de los cielos”. 12 En el año 2005 un nuevo, renovado Museo del
Holocausto fue establecido en Israel. En su exhibición permanente, bajo una fotografía de
Eugenio Pacelli, parte de la inscripción que fue ubicada dice:
“Aun cuando informes sobre la matanza de judíos llegaron al Vaticano, el Papa no
protestó sea verbalmente o por escrito. En diciembre de 1942, se abstuvo de firmar la
declaración Aliada que condenaba el exterminio de los judíos. Cuando los judíos fueron
deportados de Roma hacia Auschwitz, el Papa no intervino”. (Unos años después, Yad
Vashem cambió el texto original para dar espacio a los puntos de vista de los críticos y los
defensores). 13
En 2007, la Congregación para las Causas de los Santos aprobó la proclamación de las
“virtudes heroicas” de Pío XII. 14 En ocasión del cincuenta aniversario del fallecimiento de
Pío XII, el diario vaticano y Benedicto XVI defendieron públicamente su gestión durante la
Segunda Guerra Mundial. En una misa solemne realizada en octubre de 2008 ante una
multitud de cardenales y los padres sinodales presentes en Roma para el Sínodo Mundial
de Obispos, y luego de haber rezado en la tumba de Pacelli, Benedicto XVI dijo “oramos
para que prosiga felizmente la causa de beatificación del Siervo de Dios Pío XII”. 15 Por
primera vez en la historia de un Sínodo de Obispos, un judío participaba de ella. Se trataba
del Rabino principal de Haifa She´ar Yashuv Cohen, invitado especial del Papa. Cuando dio
su discurso aludió críticamente a Pío XII sin nombrarlo: “Nos duele pero no podemos
aprobar que semejante líder de la Iglesia sea ahora honrado”. 16

Benedicto XVI viajó a Israel en mayo de 2009. Como era de esperar, fue a Yad Vashem.
Para evitar nuevos roces, se decidió que el Papa participaría de una ceremonia en la Sala
de Recordación pero no recorrería el Museo, evitando así el espinoso asuntos de la placa
sobre Pío XII. En su discurso, al igual que Juan Pablo II hiciera anteriormente, Benedicto
XVI subrayó la importancia del silencio. “Queridos amigos, estoy profundamente
agradecido de estar aquí, en silencio: un silencio para recordar, un silencio para orar, un
silencio para esperar”. 17 Posteriormente, en diciembre de 2009, el Papa firmó decretos
correspondientes a un martirio, diez milagros y diez virtudes heroicas; un procedimiento
pontificio habitual que hubiera pasado desapercibido para el mundo judío de no ser
porque entre estas últimas incluyó a Pío XII, destrabando así su beatificación. En un acto
diseñado para suavizar las reacciones, Benedicto XVI hizo venerables simultáneamente a
Juan Pablo II y a Pío XII. 18 Antes mantuvo una reunión con miembros de la Comisión para
las Causas de los Santos y los felicitó por dar a la feligresía modelos para la vida cristiana:
“Cada beatificación y canonización es para los cristianos un estímulo fuerte para vivir
intensamente y con entusiasmo el sendero de Cristo hacia la completitud de la existencia
cristiana y la perfección de la caridad”. 19 El reverendo Gumpel se manifestó “encantado”
con la determinación papal, la comunidad judía global no tanto. Cuando tres semanas más
tarde Benedicto XVI visitó la Sinagoga de Roma, en su discurso de bienvenida, el líder de la
judería italiana recordó al ilustre invitado que “El silencio de Pío XII ante la Shoá nos duele
como un acto de omisión”. 20 Cuando Francisco visitó Yad Vashem en 2014, no hizo
referencias a este silencio. 21
El debate sobre la conducta de Pío XII durante el Holocausto ya se ha prolongado por más
tiempo que la duración de la guerra y su pontificado combinados. En el marco de este
debate irresuelto, los esfuerzos vaticanos por beatificarlo lucen orientados a cerrar toda
discusión sobre su pasado al pretender dotar las limitadas gestiones de Pacelli en pos de
los judíos perseguidos con un halo de heroicidad, que podría a su vez ser premiado
eventualmente con la santidad. La apertura de los archivos vaticanos relativos al
pontificado de Pío XII echará una muy necesaria luz sobre su comportamiento durante la
Segunda Guerra Mundial; siempre y cuando la apertura sea absoluta y el acceso a los
investigadores, irrestricto.
El historiador John Cornwell, quien accedió más que otros académicos laicos al archivo
vaticano sobre Pío XII, observó:
“Eugenio Pacelli no era un monstruo; su caso es mucho más complejo, más trágico… El
suyo no es un retrato del Mal, sino de una fatal fractura moral, una separación extrema
entre la autoridad y el amor cristiano. Las consecuencias de esa escisión fueron la colusión
con la tiranía, y en último término la complicidad con su violencia”. 22

A partir de marzo de 2020 el debate en torno a Pío XII será potenciado. Nos espera un año
de ardiente ansiedad.
Sobre el Autor:
Julián Schvindlerman es escritor y periodista especializado en asuntos de Medio Oriente.
Es columnista en Infobae (Argentina) y Libertad Digital (España), y bloguero de The Times
of Israel. Es autor de Roma y Jerusalem: La política vaticana hacia el estado judío; La carta
escondida: historia de una familia árabe-judía; Triángulo de la infamia: Richard Wagner,
los nazis e Israel; y Tierras por paz, Tierras por guerra. Tiene una maestría en Ciencias
sociales por la Escuela International Rothberg de la Universidad Hebrea de Jerusalem.

Referencias:
1 María Cecilia Mutual, “Papa: dentro de un año la apertura de los archivos sobre Pío XII”, Vatican News,
Marzo 4, 2019 en https://www.vaticannews.va/es/papa/news/2019-03/papa-apertura-a-la-consulta-de-
documentacion-sobre-pio-xii.html.
2 Sergio Centofanti, “Mons. Pagano: la apertura de los archivos mostrará a todos la grandeza de Pío XII”,
Vatican News, Marzo 4, 2019 en https://www.vaticannews.va/es/papa/news/2019-03/mons-pagano-apertura-
archivos-mostrara-todos-grandeza-pioxii.html
3 John Cornwell, El Papa de Hitler: La verdadera historia de Pío XII, (Barcelona: Planeta, 2000), p. 10.
4 Peter Gumpel con Antonio Gasparri, “Justice for Pius XII!”, Inside the Vatican, (junio 1997); Citado por
James Carroll, Constantine´s Sword: The Church and the Jews (Houghton Mifflin Company, 2001), p. 530.
5 “Actes et documents du Saint-Siège relatifs à la période de la Seconde Guerre Mondiale” ;
http://www.vatican.va/archive/actes/index_fr.htm
6 Citado en Eugene Fischer y Leon Klenicki (eds.) Spiritual Pilgrimage: Text son Jews and Judaism 1979-
1995 (NY: Crossroad, 1995).
7 “Nosotros recordamos: una reflexión sobre la Shoah”, Marzo 16, 1998,
http://www.vatican.va/roman_curia/pontifical_councils/chrstuni/documents/rc_pc_chrstuni_doc_16031998_s
hoah_sp.html.
8 Robert Wistrich, “The Vatican and the Shoah”, Modern Judaism 21 (Oxford University Press: 2001), p. 101.
9 Moshe Aumann, Conflict & Connection: The Jewish-Christian-Israel Triangle (Israel: Gefen Publishing
House, 2003), pp. 64-65.
10 Ibid., p. 65.
11 Del discurso de Juan Pablo II en Yad Vashem, Marzo 23, 2000 incorporado en la publicación “The Visit of
Pope John Paul II to Yad Vashem, Jerusalem” (Yad Vashem: 2000), p. 14.
12 Del discurso del premier Ehud Barak, Ibid, pp. 19-21.
13 “Israel's Yad Vashem Holocaust Memorial Softens Stance on Pius XII”, Haaretz, July 1, 2012.
14 “El Papa insiste en beatificar a Pío XII”, La Nación, octubre 11, 2008.
15 “Pío XII, discutido por su rol ante los nazis, elogiado por el Papa”, Clarín, Octubre 11, 2008.
16 Isi Leibler, “A corageous rabbi talks to the Catholic synod”, The Jeruslem Post, Octubre 15, 2008.
17 “Visita al Memorial de Yad Vashem: Discurso de Santo Padre Benedicto XVI”, Mayo 11, 2009;
http://w2.vatican.va/content/benedict-xvi/en/speeches/2009/may/documents/hf_ben-xvi_spe_20090511_yad-
vashem.html
18 “Juan Pablo II y Pío XII, más cerca de la santidad”, La Nación, Diciembre 20, 2009.
19 “Pope Pius XII on way to beatification”, Jerusalem Post, Diciembre 19, 2009.
20 “Benedicto XVI pidió que se sanen las heridas del antisemitismo”, La Nación, Enero 18, 2010.
21 Address of Pope Francis at Yad Vashem on May 26, 2014; https://www.yadvashem.org/pope-
visits/francis/speech.html.
22 Cornwell, El Papa de Hitler, pp.10-11.

The Jerusalem Center for Public Affairs Blog (Israel)

The Jerusalem Center for Public Affairs Blog (Israel)

Por Julián Schvindlerman

  

The Vatican’s path toward official recognition of Israel – 18/12/18

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By Julian Schvindlerman
The Jerusalem Center for Public Affairs Blog (Israel) – 18/12/18
http://jcpa.org/the-vaticans-path-toward-official-recognition-of-israel/

(Más abajo versión en español)

The idea of a Jewish state challenged the Vatican psychologically, theologically and politically. The notion that the Jewish people could have a right to self-determination – and even more so in the Holy Land – was anathema to Vatican understanding of the role of the Jew in history. Arising in the context of emerging nationalisms and in an atmosphere of growing secularism, liberalism, and modernism (all currents that were questioning the established clerical order), Zionism was destined to irritate the Papacy.

Civiltá Cattolica, a newspaper founded with the support of Pope Pius IX, offered one of the first Catholic reactions to Jewish nationalism. A few months before the First Zionist Congress in 1897, the paper invoked the theory of displacement and the preaching of dispersion to support its repudiation of the national aspirations of the Jews. Similarly, as Hebrew University of Jerusalem historian Sergio Minerbi has documented, during the first audience given by a pontiff to a Zionist leader in 1904, Pius X appealed to religious doctrine to deal with the nationalist yearnings of the Jews. The Pope gave a theological answer to a political proposition, thus closing all possibility of a meeting of minds. The Jews had not recognized Jesus Christ, the Pope told Theodor Herzl, ergo the Church could not recognize the Jews.

With the consolidation of Zionism and the Great Powers’ growing international acceptance of it, the Holy See focused its concern on the destiny of the holy places and on the Christian presence in the Holy Land. The Vatican held an unfavorable view of the Balfour Declaration and the creation of the British Mandate in Palestine and instigated diplomatic efforts contrary to the interests of the Zionists. The Papacy viewed the Jewish nationalists as anti-religious Bolsheviks and feared that their way of life would result in the desecration of the Holy Land. There were apprehensions about Zionism’s modernism and liberalism, combined with the possibility that a Hebrew government would be in charge of Christian sacred sites, a position encapsulated in this statement by the Latin Patriarch of Jerusalem, Monsignor Luigi Barlassina: “Let Palestine be internationalized rather than some day be the servant of Zionism.”1

The Vatican maintained its rejection of Jewish nationalism even during World War II. Against the background of the ongoing genocide of European Jews and with the countries of the Free World reluctant to receive Jewish refugees, senior officials of the Holy See expressed their opposition to the idea of establishing a Jewish state in Palestine. These sentiments are documented in letters sent between 1943 and 1944, when the Papacy was fully aware of the existence of the Holocaust. As a case in point, the Holy See Secretary of State Cardinal Luigi Maglione wrote to the apostolic delegate in Washington, D.C.: “If Palestine fell under the power of the Jews, it would create new and grave international problems, it would annoy all the Catholics of the world, it would provoke the justified protests of the Holy See, and it would be a poor response to the charitable concerns that the Holy See has shown and is showing towards non-Aryans.”2

The decades following the end of the Second World War witnessed a very positive change in the attitude of the Papacy toward the Jewish people. Events that would have been unthinkable a short time before became habitual. Popes visited concentration camps and synagogues, a concert in memory of the Holocaust was held in Vatican City, and anti-Semitism was unequivocally condemned. The Catholic Church promoted religious relations with the Jews, papal audiences to Jewish delegations became regular, and an extraordinarily cordial dialogue was adopted. This was possible thanks to the revolutionary dogmatic revision prompted by the Second Vatican Council, called for by John XXIII, continued by Paul VI and honored by all their successors. In particular, the Nostra Aetate Declaration represented the theological turning point for the advent of a new era of reconciliation. It was attacked by ultraconservative Catholic sectors and by Arab delegates, resulting in a minimization of its centrality and a final, less auspicious version than the original draft. Even so, Nostra Aetate was a religious landmark and remains the most important Catholic document regarding church relations with the Jewish people. Subsequently, the Guides (1974) and the Notes (1985) supplemented their positive teachings.

But the most significant symbol of the new Vatican approach to the Jewish people was Vatican recognition of the State of Israel in 1993. With the leadership of John Paul II, this transformational diplomatic event marked a turning point in bilateral relations. Getting to this point was not easy, however. The initial Vatican response to the establishment of Israel was publicized in an article in L’Osservatore Romano, published the day Israel proclaimed its independence, in May 1948. “Modern Zionism is not the true heir of Biblical Israel,” said the Vatican organ, “Christianity [is] the true Israel.” The Vatican made an effort to characterize the Jewish state as a purely political phenomenon, devoid of any religious connotation. This allowed it to recognize the State of Israel diplomatically without having to deal with the associated theological challenge. But this did not please Jews who viewed that as a negation of the spiritual basis of the Zionist movement, as a scholar noted.

Once the State of Israel was born, the fate of Jerusalem and the holy places continued to be an issue of Vatican concern, together with the evolution of the Arab-Israeli conflict, the fate of Christian communities in the Middle East, and the question of recognition or non-recognition of the new state. As Vatican expert Henry Bocala pointed out, the Holy See viewed the question of Jerusalem as a religious issue (protection of the holy places) with a political dimension (the legal status of the city). Here, Rome saw itself as a party to the dispute and, consequently, not only asked for a resolution but also demanded a say over the outcome. Initially, it asked for the internationalization of Jerusalem and the holy places, and from 1967 onwards modified its position in pursuit of an internationally guaranteed special status. The Arab-Israeli conflict was seen as a political problem (a clash between two nationalisms) with a religious component (the diminished Christian presence in the Holy Land). Here, Rome saw itself in the role of a conciliator and asked for a resolution without proposing details for it.3

This did not prevent the Papacy from adopting a pro-Palestinian position. The Holy See propagated the idea that the Palestinians were the main victims of the conflict, that the Israelis were responsible for their condition, as well as the notion that without a solution to their cause there could be no peace in the region. Rome’s stand on the Arab-Israeli conflict was reflected in this phrase by the President of the Pontifical Mission for Palestine, Monsignor John Nolan: “If the Palestinians have no voice, we are their voice.”4
Rome’s endorsement of Palestinian national aspirations did not echo its lack of support for Jewish national yearnings before 1948, and once the Jewish state was established it took the Vatican decades to establish diplomatic ties. An Israeli official based in Rome expressed Jerusalem’s annoyance thus: “Our position was clear: we are always ready. If you truly wish to normalize relations, you have only to say the word. Our address is the same as it was 2,000 years ago.”5
As the first Israeli ambassador to the Holy See, the late Shmuel Hadas, observed, early recognition of Israel could have been a historic opportunity for the Catholic Church to rectify – albeit partially – its past hostility toward Jews and its silence during the Holocaust.6 Rome chose to see things in a different way. Only after the PLO agreed to formally recognize Israel in September 1993 did the Holy See decide to do the same, two months later. By then, the State of Israel had lived through forty-five years of sovereign life.

In December 1993, the Fundamental Agreement was signed between the parties and in June 1994, Israel and the Holy See exchanged ambassadors. A new horizon in relations between the two emerged, and the bond between Rome and Jerusalem was finally normalized.

* * *
Notes
1 Minerbi, Sergio I. The Vatican and Zionism: Conflict in the Holy Land 1895-1925 (Oxford: Oxford University Press, 1990), p. 141.
2 Conway, John S. “Catholicism and the Jews During the Nazi Period and After”, in Kulka, Otto, Dov. & Paul R. Mendes-Flohr, Judaism and Christianity Under the Impact of National Socialism (Jerusalem: The Historical Society of Israel and the Zalman Shazar Center of Jewish History, 1987), p. 448.
3 Bocala, Henry. Diplomatic Relations between the Holy See and the State of Israel: Policy Basis in the Pontifical Documents, 1948-1997 (Roma: Pontificia Università Della Santa Croce, 2003), pp. 10-11 and 95-97.
4 Kreutz, Andrej. Vatican Policy on the Palestinian-Israeli Conflict: The Struggle for the Holy Land(Westport: Greenwood Press, 1990), p. 160
5 The quote is attributed to Yitzhak Shoham, attaché to the Israeli embassy in Rome for relations with The Holy See. See Cremonesi, Lorenzo, “The Stages of Diplomatic Negotiations” in Breger, Marshall J. (Editor) The Vatican Israel Accords: Political, Legal and Theological Contexts (Indiana: University of Notre Dame Press, 2004), p. 33.
6 Interview with the author in Jerusalem on August 26, 2008.

_____________________
[Versión en español]

25 Aniversario del Acuerdo Fundamental entre la Santa Sede y el Estado de Israel

El recorrido histórico del Vaticano hacia el reconocimiento formal de Israel

La idea de un estado judío desafió al Vaticano psicológica, teológica y políticamente. Para la Iglesia de mediados del siglo XIX, la noción de que el pueblo judío podía tener derecho a la autodeterminación -y más aún en Tierra Santa- era anatema a su entendimiento del papel del judío en la historia. Por surgir (inevitablemente) en el contexto de emergentes nacionalismos y en una atmósfera de creciente secularismo, liberalismo, y modernismo, y por beneficiarse de todas esas mismas corrientes cuestionadoras del orden clerical establecido, el sionismo estaba destinado a irritar al Papado.

El periódico Civiltá Cattolica, fundando con apoyo del Papa Pío IX, brindó una de las primeras reacciones al nacionalismo judío. Unos meses antes de la realización del Primer Congreso Sionista en 1897, invocó la teoría del desplazamiento y la prédica de la dispersión para sustentar su repudio a las aspiraciones nacionales de los judíos. De manera similar, conforme documentó el historiador de la Universidad Hebrea de Jerusalem Sergio Minerbi, durante la primera audiencia dada por un Pontífice a un líder sionista unos años después, en 1904, Pío X apeló a la doctrina religiosa para lidiar con la propuesta liberadora de los judíos. El Papa dio una respuesta teológica a un planteo político, cerrando así toda posibilidad de acuerdo. Los judíos no habían reconocido a Jesucristo, indicó el Papa a Theodor Herzl, ergo la Iglesia no podía reconocer a los judíos.


Con la consolidación del sionismo y la creciente aceptación internacional del mismo por parte de las grandes potencias, la Santa Sede centró su preocupación en el destino de los Lugares Santos y en la presencia cristiana en la Tierra Santa. El Vaticano vio desfavorablemente a la Declaración Balfour y a la creación del Mandato Británico sobre Palestina y desarrolló esfuerzos diplomáticos contrarios a los intereses de los sionistas. El Papado veía a los nacionalistas judíos como bolcheviques anti-religiosos y temía que su modo de vida resultara en la profanación de la Tierra Santa. Tenía aprehensiones respecto de su modernismo y liberalismo y albergaba un fuerte temor derivado de la incertidumbre de un posible gobierno hebreo sobre los sitios sagrados de los cristianos, lo que quedó encapsulado en esta aseveración del Patriarca Latino de Jerusalem, Monseñor Luigi Barlassina: “Que Palestina sea internacionalizada antes que algún día ser la sirviente del Sionismo”. (1)


El Vaticano mantuvo su rechazo al nacionalismo judío durante la Segunda Guerra Mundial. Con el trasfondo del genocidio de los judíos europeos en curso y con los países del mundo libre renuentes a recibir refugiados judíos, oficiales de alto rango de la Santa Sede se manifestaron contrarios a la idea de crear en Palestina un estado judío. Diversas declaraciones expresadas en cartas enviadas entre 1943 y 1944, cuando el Papado tenía pleno conocimiento de la existencia del Holocausto, dan cuenta de ello. Por ejemplo, el Secretario de Estado de la Santa Sede, el Cardenal Luigi Maglione, escribió al delegado apostólico en Washington, DC: “Si Palestina cayera bajo el poder de los judíos, crearía nuevos y graves problemas internacionales, molestaría a todos los católicos del mundo, provocaría las protestas justificadas de la Santa Sede, y sería una mala respuesta a las preocupaciones caritativas que la Santa Sede ha mostrado y está mostrando hacia los no arios”. (2)


Las décadas siguientes al fin de la Segunda Guerra Mundial presenciaron un cambio muy positivo en la actitud del Papado hacia el pueblo judío. Hechos que lucían impensados poco tiempo atrás pasaron a ser recurrentes. Papas visitaron campos de concentración y sinagogas, un concierto en memoria del Holocausto fue efectuado en la propia Ciudad del Vaticano, y el antisemitismo fue duramente condenado. La Iglesia Católica estimuló las relaciones religiosas con los judíos, audiencias papales a delegaciones judías pasaron a ser cotidianas, y un vocabulario extraordinariamente cordial fue adoptado. Esto fue posible gracias a la revisión dogmática revolucionaria del Concilio Vaticano II, convocado por Juan XXIII, continuado por Pablo VI y honrado por todos sus sucesores. En particular, la Declaración Nostra Aetate representó el punto de inflexión teológico indispensable para el advenimiento de la nueva era de reconciliación. Ella fue agredida por sectores católicos ultraconservadores y por delegados árabes, lo que derivó en una minimización de su centralidad y en una versión final menos auspiciosa que la incorporada al borrador original. Aun así, Nostra Aetate fue un hito religioso y permanece como el documento católico más importante en lo que a los judíos concierne. Posteriormente, las Guías (1974) y las Notas (1985) suplementaron sus enseñanzas positivas.


Pero el símbolo más significativo del nuevo enfoque vaticano hacia el pueblo judío fue el reconocimiento del Estado de Israel, en 1993. Con el liderazgo de Juan Pablo II aconteció este hecho diplomático transformador que marcó un antes y un después en el vínculo bilateral. Llegar a este punto no fue sencillo. La respuesta vaticana inicial al establecimiento de Israel quedó contenida en un artículo de L´Osservatore Romano publicado el día en que Israel proclamó su independencia en mayo de 1948. “El Sionismo moderno no es el verdadero heredero del Israel bíblico” decía el órgano vaticano, el “Cristianismo [es] el verdadero Israel”. El Vaticano hizo un esfuerzo en caracterizar al estado judío como un fenómeno meramente político, desprovisto de connotación religiosa alguna. Ello le permitió reconocer al Estado de Israel diplomáticamente sin tener que lidiar con el desafío teológico a él asociado. Pero esto no agradó a los judíos que vieron eso como una negación de las bases espirituales del movimiento sionista, como señaló un académico.


Una vez que Israel nació, el destino de Jerusalem y los Lugares Santos siguieron siendo tema de preocupación vaticana, junto con el devenir del conflicto árabe-israelí, la situación de las comunidades cristianas en el Medio Oriente, y la cuestión relativa al reconocimiento o no del nuevo estado. Tal como el vaticanista Henry Bocala señaló, la Santa Sede veía a la cuestión de Jerusalem como un asunto religioso (protección de los lugares santos) con una dimensión política (status jurídico para la ciudad). Aquí Roma se veía como parte en la disputa y en consecuencia no sólo pidió por una resolución del asunto sino que exigió qué formato debía tener dicha solución. Inicialmente pidió por la internacionalización de Jerusalem y los Lugares Santos, y a partir de 1967 alteró su postura en pos de un estatuto especial internacionalmente garantizado. Al conflicto árabe-israelí lo veía como un problema político (un choque entre dos nacionalismos) con un componente religioso (la disminuida presencia cristiana en Tierra Santa). Roma se veía a sí misma en el papel de un conciliador y pidió por una resolución sin proponer detalles para la misma. (3)

Esto no impidió que adoptara una posición pro-palestina. La Santa Sede propagó la idea de que los palestinos eran las principales víctimas del conflicto, que los israelíes eran los responsables de su condición, así como la noción de que sin una solución a su causa no podría haber paz en la región. El posicionamiento de Roma en el conflicto árabe-israelí quedó plasmado en esta frase del Presidente de la Misión Pontificia para Palestina, Monseñor John Nolan: “Si los palestinos no tienen voz, nosotros somos su voz”. (4)

El respaldo de Roma a las aspiraciones nacionales palestinas no tuvo eco en análogo respaldo a las aspiraciones nacionales judías antes de 1948, y una vez que el estado judío fue establecido, el Vaticano demoró décadas en entablar lazos diplomáticos. Un oficial israelí asentado en Roma expresó el fastidio de la cancillería hebrea así: “Nuestra posición era clara: siempre estamos listos. Si ustedes realmente desean normalizar relaciones, tan sólo deben decir la palabra. Nuestra dirección es la misma desde hace 2000 años”. (5)

Según ha observado el primer embajador israelí ante la Santa Sede, Shmuel Hadas (oriundo de la Argentina), el reconocimiento temprano a Israel podría haber sido para la Iglesia Católica una oportunidad histórica de rectificar -aunque sea parcialmente- su pasado de hostilidad hacia los judíos y su silencio durante el Holocausto, pero Roma eligió ver las cosas de un modo diferente. (6) Sólo después que la OLP consintió en reconocer formalmente a Israel en septiembre de 1993, la Santa Sede decidió hacer lo mismo, dos meses más tarde. Para entonces el Estado de Israel había cumplido cuarenta y cinco años de vida soberana.

En diciembre de 1993 el Acuerdo Fundamental fue firmado entre las partes y en junio de 1994 Israel y la Santa Sede intercambiaron embajadores. Un nuevo horizonte en las relaciones entre ambos estados emergió, y el vínculo entre Roma y Jerusalem quedó normalizado.

Notes:

1 Minerbi, Sergio I. The Vatican and Zionism: Conflict in the Holy Land 1895-1925 (Oxford: Oxford University Press, 1990), p. 141.

2 Conway, John S. “Catholicism and the Jews During the Nazi Period and After”, in Kulka, Otto, Dov. & Paul R. Mendes-Flohr, Judaism and Christianity Under the Impact of National Socialism (Jerusalem: The Historical Society of Israel and the Zalman Shazar Center of Jewish History, 1987), p. 448.

3 Bocala, Henry. Diplomatic Relations between the Holy See and the State of Israel: Policy Basis in the Pontifical Documents, 1948-1997 (Roma: Pontificia Università Della Santa Croce, 2003), pp. 10-11 and 95-97.

4 Kreutz, Andrej. Vatican Policy on the Palestinian-Israeli Conflict: The Struggle for the Holy Land(Westport: Greenwood Press, 1990), p. 160

5 The quote is attributed to Yitzhak Shoham, attaché to the Israeli embassy in Rome for relations with The Holy See. See Cremonesi, Lorenzo, “The Stages of Diplomatic Negotiations” in Breger, Marshall J. (Editor) The Vatican Israel Accords: Political, Legal and Theological Contexts (Indiana: University of Notre Dame Press, 2004), p. 33.

6 Interview with the author in Jerusalem on August 26, 2008.

Foreign Affairs Latinoamérica

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Por Julián Schvindlerman

  

Las negociaciones secretas del Vaticano e Israel – 22/03/19

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A 25 años del Acuerdo Fundamental

En diciembre de 1993, la Santa Sede y el Estado de Israel firmaron el Acuerdo Fundamental que allanó el camino hacia la plena normalización del vínculo bilateral, cristalizado en el establecimiento de relaciones diplomáticas unos meses después. ¿Cómo alcanzaron las partes este acuerdo trascendental?

La historia comienza entrada la década de 1990. A la luz de la apertura de diálogo entre israelíes, palestinos y algunos países árabes en el marco de la Conferencia de Paz de Madrid, y una incipiente y promisoria nueva realidad en el Medio Oriente, la diplomacia papal hacia el Estado judío fue revisada. Contactos preliminares comenzaron a tener lugar entre las partes, principalmente representadas por el monseñor Andrea Cordero Lanza di Montezemolo, Delegado Apostólico en Jerusalén desde abril de 1990, y Avi Pazner, Embajador ante Italia a partir de octubre de 1991. El 21 de mayo de 1992, el Jerusalem Post publicó la primicia acerca de los primeros contactos secretos, y el 28 de julio el Corriere della Sera anunció la inminente creación de una Comisión Bilateral integrada por expertos bajo la supervisión de Claudio María Celli por la Secretaría de Estado y Yossi Beilin por la Cancillería israelí.

Ellos contaron con la mediación de David Jaeger, portador de una peculiar historia personal. Judío e israelí por nacimiento, converso al cristianismo y ordenado sacerdote por elección, era un experto en Derecho canónico y en la historia de los lugares santos en la Tierra Santa. Su familiaridad con la sociedad israelí, por un lado, y su conocimiento de los modos del Vaticano, por el otro, lo convirtieron en un puente entre las partes.

El 28 de agosto de 1993, Haaretz informó que en la cancillería israelí “se cree ampliamente que el Vaticano no normalizará las relaciones diplomáticas hasta que haya progreso en el sendero hacia la paz”. El 13 de septiembre, Israel y la Organización para la Liberación de Palestina firmaron el Acuerdo de Oslo en una ceremonia en la Casa Blanca, e inmediatamente la Comisión Bilateral entre Israel y el Vaticano retomó sus tareas. En octubre, el papa Juan Pablo II recibió al Ministro de Relaciones Exteriores, Shimon Peres, y ese mismo mes comenzó a realizarse la traducción del Acuerdo Fundamental de inglés a hebreo. El 10 de diciembre quedó completada y se decidió que el 30 de diciembre sería firmado en conjunto.

Para los israelíes, el pacto tenía un elevado valor simbólico y representaba el advenimiento de una nueva era en las relaciones entre ambas religiones. Estos comprendían que estaban firmando un documento jurídico y político, pero le asignaban una dimensión teológica también. La Santa Sede lo veía meramente como un tratado diplomático enmarcado en el ámbito de las relaciones internacionales.

Las diferencias de perspectiva entre Israel y la Santa Sede habían surgido desde el inicio de las tratativas. Tal como observó el periodista italiano Lorenzo Cremonesi, no solamente tenían posiciones diferentes en torno a los asuntos a negociar, sino que la propia naturaleza del acuerdo era percibida de modos distintos. Israel consideraba que los contactos debían conducir a la normalización de las relaciones y, posteriormente, las preocupaciones de la Santa Sede serían discutidas. Por su parte, el Vaticano pretendía que los contactos (además de permitir su ingreso a la Conferencia de Madrid) sirvieran para resolver temas bilaterales pendientes, y después podrían ser normalizadas las relaciones. Las partes acordaron que darían inicio al diálogo en aras de lograr acuerdos parciales en los temas de agenda, una preferencia vaticana. A su vez, Roma estuvo dispuesta a admitir, aunque de manera hipotética, que las negociaciones podrían resultar en relaciones diplomáticas plenas si las circunstancias lo permitieren.

Las partes, a su vez, tenían aproximaciones jurídicas diferentes. El Vaticano tomaba como modelo sus concordatos con otros países pero los israelíes no estaban lo suficientemente familiarizados con la ley canónica o con la Iglesia. “Debimos crear desde las bases un alfabeto de comunicación”, señaló Jaeger. Se determinó que las relaciones diplomáticas plenas serían establecidas a más tardar a 4 meses de ratificado el Acuerdo Fundamental. En enero de 1994, el Vaticano designó a Montezemolo como su enviado ante el Estado judío, e Israel designó a Shmuel Hadas (nacido en Argentina) como su representante especial ante la Santa Sede. En marzo, el Acuerdo Fundamental fue ratificado, y en junio relaciones diplomáticas fueron entabladas. La nunciatura fue ubicada en el viejo monasterio franciscano de San Pedro, sitio en la localidad de Jaffa (lindante con Tel Aviv). Habían transcurrido 45 años desde el nacimiento del Estado de Israel.

Para entonces, la Santa Sede ya tenía relaciones diplomáticas con más de cien Estados. En algunos casos, tales como con Estados Unidos, Italia, México y Polonia, la formalización de relaciones había tomado periodos prolongados. Pero resultaba claro que el vínculo con el Estado judío era singular y que temas que no eran políticos estaban en juego. Este hecho no escapaba a la atención de católicos ni de judíos. “Lo que está pasando ahora”, dijo Peres, “no es un acto diplomático, sino un acto histórico”. El cardenal John O´Connor, Arzobispo de Nueva York, subrayó que “uno de los mayores eventos en la historia no debe ser trivializado al reducirlo a lo superficialmente político”. El propio Acuerdo Fundamental mencionaba la “naturaleza singular de la relación entre la Iglesia católica y el pueblo judío” así como el “histórico proceso de reconciliación y crecimiento en mutuo entendimiento y amistad entre católicos y judíos”.

Los lazos entre Jerusalén y Roma no estuvieron exentos de altibajos o incluso de fuertes discrepancias. Pero aquél 30 de diciembre de 1993, con la firma de este acuerdo especial, una cuenta pendiente de proporciones históricas fue saldada.

Comunidades, Comunidades - 2019

Comunidades

Por Julián Schvindlerman

  

El Archivo Secreto Vaticano, Pío XII y Francisco – 20/03/19

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Por décadas, historiadores han estado pidiendo al Vaticano la apertura de sus archivos secretos relativos al pontificado de Pío XII. El pasado 4 de marzo el Papa Francisco informó que dentro de un año el Vaticano los abrirá. “Con la misma confianza que mis predecesores, abro y confío este patrimonio documental a los investigadores” indicó.

En la medida en que la iniciativa del Papa sea completa -y no editada selectivamente con el fin de arrojar luz exclusivamente sobre los aspectos positivos del pontificado de Pío XII- este paso dado por Francisco merece ser aplaudido y considerado un punto de inflexión histórico. Sin embargo, hay bases para el escepticismo, pues Roma lleva varios años ya intentando beatificar a Eugenio Pacelli, para disgusto de la comunidad judía mundial y la comunidad de expertos en el Holocausto. Cabe notar que los sucesores de Pacelli -Juan XXIII (1958-1963), Paulo VI (1963-1978) y Juan Pablo II (1978-2005)- ya fueron canonizados.

El proceso de beatificación de Pío XII comenzó en 1964 en el seno de un conflicto interno entre progresistas y conservadores. Eran tiempos del Concilio Vaticano II, y los primeros quisieron canonizar a Juan XXIII mediante un acto de aclamación. El Papa Pablo VI decidió elevar a consideración de la Congregación para la Causa de los Santos al polémico Pío XII junto al propuesto Juan XXIII. A los jesuitas les fue asignado el primero de los procesos y a los franciscanos el segundo. En septiembre de 2000 y ante cien mil peregrinos reunidos en la Plaza de San Pedro, Juan Pablo II beatificó simultáneamente a Juan XXIII y a Pío IX, supuestamente en reemplazo de Pío XII. La comunidad judía aplaudió la beatificación del primero y lamentó la del segundo. Como se recordará, durante su largo pontificado Pío IX confinó a los judíos al gueto de Roma, públicamente se refirió a éstos como los perros hebreos», y aprobó el secuestro del niño judío Edgardo Mortara.

A principios de los años sesenta, el Papa Pablo VI conformó un equipo de sacerdotes de diversos países con el objeto de seleccionar para publicación documentos diplomáticos del período de la guerra en posesión de la Santa Sede. El proyecto pretendía contrarrestar las acusaciones relativas al silencio de la Iglesia Católica durante la Segunda Guerra Mundial, y en consecuencia era defensivo en su naturaleza. El resultado de esa iniciativa fue la publicación, entre 1965 y 1981, de Actes et Documents du Saint Siège Relatifs á la période de la Seconde Guerre Mondiale, compuesto de once volúmenes de documentos publicados en el idioma original, con comentarios en francés.

En marzo de 1998, el vaticano publicó Noi Ricordiamo, un largamente esperado pronunciamiento sobre el Holocausto, en el cual defendió la conducta de Pío XII entre 1939-1945, atribuyéndole haber salvado cientos de miles de vidas judías, sea por intervención personal o por delegación de gestiones. Ese guarismo fue severamente disputado por académicos especializados en estudios del Holocausto.

En 1999, la Santa Sede conformó una comisión histórica de seis renombrados académicos (tres judíos y tres católicos) para determinar la verdad de los hechos por su papel en la Segunda Guerra Mundial. Previamente, Juan Pablo II había expandido el período de apertura de los archivos secretos que regía hasta 1891 y lo estiró hasta 1922; el período relevante seguía inaccesible para los investigadores. El proyecto no prosperó.

En el año 2000, el Papa Juan Pablo II visitó Yad Vashem en el marco de su viaje histórico a Israel. El Papa comenzó su discurso con un párrafo de cuatro renglones en el que cuatro veces mencionó la palabra «silencio». En el contexto de su mensaje lucía inobjetable. Pero a la luz del pasado controvertido «silencio» de Pío XII fue llamativa la reiterada mención. «Su Santidad, la mía es una nación que recuerda», replicó el Primer Ministro Ehud Barak, «Y el silencio no fue sólo de los cielos».

En 2007, la Congregación para las Causas de los Santos aprobó la proclamación de las «virtudes heroicas» de Pío XII. En ocasión del cincuenta aniversario del fallecimiento de Pío XII, el diario vaticano y Benedicto XVI defendieron públicamente su gestión durante la Segunda Guerra Mundial. En una misa solemne realizada en octubre de 2008 ante el Sínodo Mundial de Obispos, y luego de haber rezado en la tumba de Pacelli, Benedicto XVI dijo «oramos para que prosiga felizmente la causa de beatificación del Siervo de Dios Pío XII». Por primera vez en la historia de un Sínodo de Obispos participaba un judío, el Rabino principal de Haifa She´ar Yashuv Cohen, invitado especial del Papa. «Nos duele» dijo a colación, «pero no podemos aprobar que semejante líder de la Iglesia sea ahora honrado».

Benedicto XVI viajó a Israel en mayo de 2009. Como era de esperar, fue a Yad Vashem. En su discurso, al igual que Juan Pablo II hiciera anteriormente, Benedicto XVI subrayó la importancia del silencio. «Queridos amigos, estoy profundamente agradecido de estar aquí, en silencio: un silencio para recordar, un silencio para orar, un silencio para esperar».

Posteriormente, en diciembre de 2009, el Papa firmó decretos correspondientes a un martirio, diez milagros y diez virtudes heroicas; un procedimiento pontificio habitual que hubiera pasado desapercibido para el mundo judío de no ser porque entre estas últimas incluyó a Pío XII, destrabando así su beatificación. En un acto diseñado para suavizar las reacciones, Benedicto XVI hizo venerables simultáneamente a Juan Pablo II y a Pío XII. Cuando Francisco visitó Yad Vashem en 2014, no hizo referencias a este silencio.

Los esfuerzos vaticanos por beatificar a este polémico pontífice lucen orientados a cerrar toda discusión sobre su pasado al pretender dotar las limitadas gestiones de Pacelli en pos de los judíos perseguidos con un halo de heroicidad, que podría a su vez ser premiado eventualmente con la santidad. La apertura de los archivos vaticanos relativos al pontificado de Pío XII echará una muy necesaria luz sobre su comportamiento durante la Segunda Guerra Mundial; siempre y cuando la apertura sea absoluta y el acceso a los investigadores, irrestricto. Si así fuere, la determinación del Papa Francisco será recordada como un paso muy valiente.

Ensayos breves

El otro eje del mal. Antinorteamericanismo, Antiisraelismo y Antisemitismo.

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Editorial Milá – 2004.

32 páginas.

Es innegable que la mezcla de un progresista occidental y un fanático musulmán conforman un cóctel ideológico extraño y profundamente incongruente. Sin embargo, es cada vez más usual el deplorable espectáculo de identificación -ya no solo política sino afectiva- existente entre unos y otros.

O más bien, de enamoramiento unilateral progresista con el Nuevo Hombre Islámico; ese hijo martirizado descendiente del Che Guevara y de Robin Hood según la curiosa teoría evolutiva darwainiano/izquierdista.

Ambos habitan un mismo planeta en el cuál la adhesión al dogma ortodoxo, la supresión del pensamiento crítico, y el fervor por la ideología totalitaria, son elementos vitales para ellos tal como el aire lo es para los terráqueos. Y es justamente en estos dos campos de militancia radical donde encontramos hoy en día la matriz del odio trillizo del antinorteamericanismo, antiisraelísmo y antisemitismo.

Este breve ensayo explora las razones del desprecio global hacia los Estados Unidos de América y las similitudes que dicho antagonismo posee con el odio al estado judío y a los judíos. El autor sostiene que sería incorrecto atar automáticamente toda crítica a Israel al prejuicio, pero advierte que sería igualmente equivocado ignorar el hecho de que el nexo a veces realmente existe. En estas páginas, el lector hallará un diagnóstico lúcido e implacable respecto de un tema de enorme relevancia contemporánea.

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Perfil, Perfil - 2019

Perfil

Por Julián Schvindlerman

  

Antisemitismo, tan vigente como siempre – 03/03/19

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En Charlottetown, una bandera nazi fue izada en una propiedad privada y flameó por días en el paisaje democrático canadiense hasta que fue bajada. En Buenos Aires, siete personas ingresaron de madrugada a la casa del Rabino Principal de la comunidad judía de la Argentina y lo golpearon salvajemente hasta dejarlo inconsciente. En Londres, un joven de cabeza rapada preguntó a un anciano en la calle si era judío y cuando éste respondió afirmativamente le dio un trompazo en la cara, provocándole una sangría. En Paris, una escuela hebrea recibió una carta anónima que decía: “Los países árabes habrían vivido en paz si Adolf Hitler hubiera terminado de exterminar a todos los judíos”. En Lima, el ex presidente peruano Alan García, que enfrenta un proceso judicial por causas de corrupción, dijo ser perseguido por “una mafia judía” que incluye al “financista internacional Soros”. Estos hechos ocurrieron esta misma semana. En cinco países diferentes y en pocos días, los judíos fueron víctima de hostigamientos y agresiones dispares.

Si ampliamos el marco un poco más atrás en el tiempo nos toparemos con otros casos. Tumbas del cementerio judío de San Luis fueron profanadas. Grafitis hostiles en negocios y hogares de judíos aparecieron en Polonia, España y Grecia. En Lyon, una procesión de los chalecos amarillos insultó a feligreses al pasar frente a una sinagoga; uno de ellos orinó en una de sus paredes. El prominente filósofo Alain Finkielkraut fue agredido en una de estas manifestaciones en la capital francesa. “Judío sucio vas a morir”, “sionista sucio”, Vuelve a Tel-Aviv” fueron algunos de los epítetos que recibió antes de que la policía gala debiera intervenir para resguardarlo de la turba. En Alsacia, alrededor de ochenta lápidas de un cementerio judío fueron pintarrajeadas con cruces gamadas. Solamente en Francia hubo un aumento de casi el 75% en los incidentes antisemitas el año pasado. Desde el 2005, al menos diez franceses de religión judía fueron asesinados por islamistas en suelo francés; entre ellos el joven Ilán Halimi, quien fuera secuestrado, torturado y abandonado, moribundo, atado a un árbol. La placa que lo recuerda sufrió vandalismo en dos ocasiones ya.

En Alemania, una nación líder en la lucha contra el antisemitismo y que incesantemente lleva adelante campañas de concientización sobre los crímenes del Holocausto, el panorama es sombrío. El año pasado se registraron cerca de 1700 incidentes motivados por el odio a los judíos y hubo un aumento del 60% en ataques violentos, según cifras oficiales. La afluencia masiva de refugiados e inmigrantes musulmanes a partir de 2015 impulsó el surgimiento del partido de extrema derecha Alternativa para Alemania (AfD), que desde finales de 2017 es el mayor grupo opositor en el parlamento. Algunos de sus miembros han minimizado el Holocausto. Uno de los

líderes partidarios, Alexander Gauland, tildó al genocidio nazi como una “pizca de caca de pájaro en más de 1.000 años de exitosa historia alemana”. Otro referente, Bjoern Hoecke, criticó al memorial del Holocausto en Berlín como un “monumento de la vergüenza”. (Esta negación/minimización del Holocausto también se ha expresado en los grupos políticos Amanecer Dorado en Grecia, Jobbik en Hungría y el Frente Nacional en Francia).

A la par, hubo un aumento en los ataques antisemitas perpetrados por inmigrantes árabes y musulmanes. En un caso destacado el año pasado, un joven sirio agredió con un cinturón a un paseante israelí que llevaba un solideo mientras le gritaba “yahudi” (judío en árabe).

En Gran Bretaña el antisemitismo se ha colado en las más altas esferas de la política nacional. El Partido Laborista bajo el liderazgo del extremista Jeremy Corbyn se ha transformado en una caricatura de lo que supo ser antaño. Recientemente, unos diez parlamentarios laboristas (judíos y no judíos) abandonaron el partido invocando su preocupación por los vientos antisemitas y antisionistas que soplan en su seno (además de citar disidencias por el Brexit). Invitado frecuente en Press TV de Irán y Al-Jazeera de Qatar, Corbyn convocó años atrás al parlamento a representantes de movimientos jihadistas, como el palestino Hamas y el libanés Hezbollah, los que claman públicamente por la destrucción de Israel. Durante una visita a Túnez, en 2014, rindió tributo ante las tumbas de integrantes del Septiembre Negro, el grupo responsable de la matanza de once atletas israelíes en las Olimpíadas de Múnich, en 1972.

¿Puede uno respaldar a quienes aspiran a aniquilar al estado judío y eludir el mote de ser un enemigo de los judíos?

Incluso Estados Unidos, un histórico bastión liberal filo-judío, ha sido manchado por episodios antijudíos en años recientes. Simbología nazi emergió en varios espacios públicos. En 2017 un hombre fue arrestado en Carolina del Sur mientras planeaba bombardear un templo hebreo. En 2018, un neonazi acribilló a once personas en una sinagoga en Pittsburgh. Cientos de

lápidas fueron profanadas en el cementerio judío de Missouri. En Charlottesville, un año y medio atrás una aglomeración de ultranacionalistas marchó cantando consignas evocadoras del tercer Reich, sin que ello motivara un repudio cabal del presidente Donald Trump, que tiene nietos judíos.

En el Partido Demócrata -que recibe habitualmente el 70-80% del voto judío- ha habido desarrollos inquietantes. Las congresistas musulmanas Ilhan Omar y Rashida Tlaib defienden abiertamente el movimiento antisionista Boicot, Desinversión y Sanciones, conocido por sus siglas BDS, que aspira a aislar internacionalmente a Israel, y sólo a Israel. En un mundo en el que China arresta a miembros de la minoría musulmana Uigur sin rendir cuentas, en que el régimen sirio masacró impunemente a medio millón de sus propios ciudadanos, en que Irán ahorca públicamente a homosexuales, estas dos congresistas han mostrado preocupación sólo por las políticas del estado judío. Omar en el pasado tuiteó: “Israel ha hipnotizado al mundo, que Alá despierte a la gente y los ayude a ver las malas acciones de Israel”. Al referirse a los congresistas judíos que quieren crear una ley contra el boicot antiisraelí, Tlaib apeló a una canallada antisemita popular que sostiene que los judíos tienen doble lealtad: “Olvidaron a qué país representan”.

Este es el panorama para la judería mundial, hoy. Amenazados por el antisemitismo tradicional de la ultra derecha, el antisemitismo moderno (léase antisionismo) de la ultra izquierda y por ambas vertientes desde el islamismo radical, los judíos se encuentran en un lugar incómodo. No todo es desolación, desde ya. Las comunidades judías están quizás mejor integradas que nunca en su historia a las naciones que las acogen y muchos judíos son referentes locales y mundiales en sus profesiones u oficios, lo que es un reflejo de su aceptación social general. Pero el ascenso del antisemitismo es real y, a apenas unas pocas décadas del fin de la Segunda Guerra Mundial donde seis millones de ellos fueron diezmados, estamos obligados a no bajar la guardia ante las alarmas.

Y las alarmas están sonando. En Europa, en América Latina, en Medio Oriente y en Norteamérica, se vislumbran demasiados indicios preocupantes. Se acumulan a una velocidad sorprendente. Y atemorizante. Una de las lecciones esenciales de la Shoa es que lo que empieza con los judíos, nunca termina sólo con los judíos. Que la retórica intolerante debe ser contenida antes de que su maliciosa y combustible chispa queme a toda la sociedad. Que, como alguien señaló, lo que sucedió una vez, puede suceder dos veces. Que el combate contra el antisemitismo es una tarea de todos, judíos y no judíos. Aprendamos aquello que tan bien dijo Edmund Burke en su tiempo: que sólo basta la pasividad de los buenos para que triunfen los malvados. Y recordemos -siempre- la advertencia moral de Elie Wiesel: que la indiferencia no es una opción; que ante el Mal, la neutralidad sólo favorece al victimario, nunca a la víctima.

En fin, que al antisemitismo -en todas sus expresiones- no hay más alternativa que combatirlo.

Infobae, Infobae - 2019

Infobae

Por Julián Schvindlerman

  

Los posibles destinos orientales de Maduro – 15/02/19

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Estos últimos días corrió el rumor en pasillos diplomáticos y medios de prensa de que el presidente ilegítimo de Venezuela, Nicolás Maduro, estaba contemplando destinos potenciales para su eventual huida. Se mencionó de manera destacada a Rusia, Turquía, México y, desde ya, Cuba. Imaginaba Andrés Oppenheimer que Maduro «se va a Cuba, donde comienza una nueva vida como presentador de un show en la cadena Telesur, en el que toca el tambor, canta, baila y despotrica contra el imperialismo yanqui».

No estaría mal, salvo que Cuba podría no ser un lugar apto para Maduro, a juzgar por lo que sabemos de la diplomacia norteamericana. John Bolton, el asesor de Seguridad Nacional de la Casa Blanca, le recomendó públicamente al chavista «una bonita playa lejos de Venezuela». Analicemos la frase con detenimiento. Aparentemente, la administración Trump quiere a Maduro fuera del poder, y del país. Propone para ello un destino con «playa», lo cual acota los refugios posibles a países marítimos, que sea «bonita», lo que restringe un poco más el espectro, y que esté ubicada «lejos de Venezuela», lo que complica decididamente la cosa.

Veamos. Cuba no está exactamente lejos del paraíso socialista bolivariano, así es que chau, Cuba. Ídem México. Si alguien imaginó a Maduro pasando su tiempo libre bebiendo mojitos en La Habana o tequila en Cancún, puede ir descartando esas fantasías. Rusia parece mejor candidato: está lejos y bordea ostentosamente con doce mares y tres océanos. ¿Pero tiene playas bonitas? La belleza está en el ojo del observador, claro. Con seguridad que tiene playas hermosas y también tiene vodka para reemplazar al mojito y al tequila. Y ni que hablar del ajedrez, deporte que Maduro, con su inteligencia filosa, podría aprender con maestría velozmente. Me abstengo de mencionar el plus que representa el atractivo de las mujeres rusas al asumir que Maduro viajaría con su esposa Cilia Flores, presuntamente la ideóloga de su fuga futura. De cualquier modo, algo no cierra con Rusia. Pues hemos de suponer que cuando Bolton habló de playas bonitas, tenía en mente algo más cálido, más a tono con el país caribeño, algo menos traumático, geográficamente hablando, para el líder socialista.

El restante destino citado, Turquía, entonces luce mejor. Me han dicho que Anatolia ofrece lindas playas, especialmente en el verano, y está a distancia prudencial de Caracas. El tradicional café turco es imbatible y sus narguiles pueden ser tentadores. Incluso Erdogan llamó a Maduro «mi hermano» en una reciente conversación telefónica. El único problema aquí es el temperamento del mandamás turco: caprichoso y un poco dado al exceso. Tras una intentona golpista arrestó a medio país. Vacacionaba con la familia Assad hasta el estallido de la guerra en Siria, ahora es un acérrimo enemigo. No es confiable. Además, todavía no ha estropeado por completo sus lazos con Washington. ¿Alguien podría asegurarle al fugitivo Maduro que él será eternamente protegido en esa nación musulmana gobernada por un neootomano inestable? Nadie podría. Ni Cilia.