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Infobae, Infobae - 2018

Infobae

Por Julián Schvindlerman

  

La indignación moral selectiva de Roger Waters – 21/11/18

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Para Roger Waters, la provocación es parte del show. Actuando en Estados Unidos el año pasado, durante sus conciertos proyectó imágenes enormes de Donald Trump con capucha del Ku Klux Klan y la frase “F**k Trump”. Durante su gira sudamericana -que arrancó el 9 de octubre en Brasil y finalizará el 9 de diciembre en México, habiendo pasado por Uruguay, Argentina, Chile, Perú, Colombia y Costa Rica- el músico inglés ya brindó cierta dosis.

En plena performance en Brasil, tildó de “fascista” al presidente electo Jair Bolsonaro. En Uruguay participó de un acto pro-palestino en la Central Obrera. Para su show en la Argentina convocó de telonero a un conjunto mapuche llamado Puel Kone (“Los Guerreros del Este”) que es parte de un colectivo minoritario que alberga reclamos territoriales. “Nuestro pueblo busca vivir en paz en un Estado plurinacional” aseguró el guitarrista y vocalista mapuche Lefxaru Nawel.

El antisemitismo también es parte de sus shows. En un concierto en los Países Bajos en 2013, vistió un atuendo tipo nazi en el escenario: un tapado de cuero negro con un brazalete rojo en un brazo y cargó una ametralladora alemana MP40 Schmeisser, usada por los soldados alemanes durante la Segunda Guerra Mundial. Durante el concierto, voló por sobre las cabezas de los fanáticos un gran cerdo inflable adornado con palabras y símbolos, entre ellos una Estrella de David. En Alemania, algunos de sus conciertos fueron cancelados dada la imaginería nazi y antisemita de la que él se ha rodeado. Declarar que un “poderoso lobby judío” controla a la prensa o que el gobierno israelí es “nazi” no lo ha beneficiado mucho, tampoco. Menos aún que el supremacista blanco David Duke lo haya aplaudido públicamente.

En Sudamérica Waters tuvo mejor suerte. La Legislatura de la Ciudad de Buenos Aires lo declaró “Huésped de Honor” y la Alcaldía de Montevideo lo reconoció como “Visitante Ilustre”. La Bnai Brith Latinoamérica en Montevideo y el Centro Simon Wiesenthal en Buenos Aires rápidamente elevaron sus quejas, advirtiendo la ironía de otorgar estos reconocimientos oficiales en coincidencia con la conmemoración del 80 Aniversario de la Kristallnacht. Después de todo, como exponente del movimiento BDS, el músico inglés es un continuador de las políticas de boicot y marginación contra los judíos que los nazis inauguraron en los años treinta en Alemania. Con la diferencia de que él busca aplicarlas exclusivamente contra los judíos que viven en Israel.

Roger Waters no es apenas un adherente al BDS sino uno de sus miembros más prominentes. No solamente ha tomado una postura personal de no ir a tocar al estado judío, sino que también ha presionado a otros músicos para que desistan de tocar allí. Boicotear a Israel es su propia gesta personal. Así, queda en compañía de judíos antisionistas como Ilán Pappe, Naomi Klein y Judith Butler y de conocidos islamistas como el clérigo sirio Omar Bakri, el titular de Electronic Intifada Alí Abunimah y el Líder Supremo de Irán Alí Khameini, entre muchos otros.

Buena parte de la opinión pública occidental posiblemente vea a Waters y los de su tipo como un clan de humanistas y pacifistas bien intencionados. En realidad, él es un referente de un movimiento extremista y antisemita que se escandaliza sólo contra Israel. El famoso músico de Pink Floyd todavía tiene que montar una campaña de marginación contra Irán por ahorcar homosexuales o contra China por encarcelar musulmanes. Su indignación moral selectiva lo deja al descubierto.

Perfil, Perfil - 2018

Perfil

Por Julián Schvindlerman

  

80 años de la noche de los cristales rotos – 11/11/18

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Cuando los nazis pusieron en marcha el horror antisemita

Tras recorrer en taxi las calles de Berlín la noche del 9 de noviembre de 1938, Erich Kästner observó: «Sonaba como si la ciudad entera consistiese de nada más que vidrios rotos. Fue como manejar a través del sueño de un loco». Esa noche, integrantes de organizaciones nazis destruyeron alrededor de 1.400 sinagogas, así como miles de negocios, casas y cementerios judíos, mataron a cientos de ellos y deportaron a más de treinta mil a campos de concentración. Conocido como Kristallnacht, este pogromo marcó el primer ataque organizado contra la judería alemana y austríaca por parte del liderazgo nazi y fue un preludio al Holocausto posterior que consumiría las vidas de seis millones de judíos en la Europa ocupada.

Los diplomáticos acreditados en Alemania y Austria fueron testigos presenciales de los acontecimientos de la «Noche de los cristales rotos». Sus reportes no estaban sujetos a la censura alemana y, en consecuencia, ofrecen una ventana fiel a la percepción extranjera ante estos hechos. Unos años atrás, la Cancillería alemana consignó una investigación que puso el foco en estos reportes diplomáticos. El resultado fue la publicación, en alemán e inglés, del libro Desde adentro hacia afuera: Los pogromos de 1938 en los reportes diplomáticos desde Alemania.

El caso de Noruega ilustra ello cabalmente. En 1936, el Comité del Nobel de la Paz (asentado en Oslo) premió al publicista alemán Carl von Ossietzky, un pacifista perseguido por los nazis. En abril de 1940 Alemania invadiría Noruega. No obstante, el enviado de Oslo a Berlín en 1938 era Ulrich Stang, quien el mismo año de la ocupación alemana de su país se unió al partido nazi (por lo cual fue condenado a trabajos forzados en 1948). Su cable del 10 de noviembre de 1938 no negó los acontecimientos de violencia antijudía, pero adoptó la narrativa nazi de que el pogromo había sido espontáneo, precipitado por el asesinato de un diplomático alemán en París a manos de un refugiado judío cuyos padres polacos habían sido deportados, y dio crédito a los reportes de la prensa alemana que alegaban que el ataque en Francia había sido parte de una conspiración judía en vez de la acción de un solo individuo indignado.

Los cables de los enviados de dos naciones aliadas a Berlín, Italia y Japón, son también instructivos.

El delegado italiano en Innsbruck, Guido Romano, informó sobre «grupos de rufianes armados con palos de metal, cuchillos y dagas» que agredieron a las familias judías y dijo que éstos invadieron su propia residencia para poder acceder a la casa de unos vecinos judíos, pero defendió el rol de la policía, la que «echó sus manos sobre los restantes judíos y los puso bajo arresto en prisión para protegerlos de la furia correcta del populacho». El embajador japonés, Hiroshi Oshima, informó sobre «manifestaciones masivas anti-judías», que las ventanas de los negocios judíos habían sido rotas «sin excepción» y que las sinagogas habían sido incendiadas.

Dos países latinoamericanos –Brasil y Colombia– son citados en la monografía.

El delegado brasileño Themistocles da Graça Aranha llevaba apenas tres semanas apostado en Berlín cuando estalló la Kristallnacht. «Cosas terribles les fueron hechas a los judíos indefensos en todas partes», escribió, “los diplomáticos están profundamente preocupados, y su pesimismo crece cada día”. Descartó la noción de que el pueblo alemán hubiera sido un observador pasivo al afirmar que «nadie admitirá el hecho de que miles fueron cautivados por el espectáculo bestial» y refutó los alegatos oficiales de que la policía simplemente no pudo controlar a la turba enardecida. «Mientras esto sucedía, la policía seguía mirando benignamente. Incidentalmente, ésta era la policía más poderosa, mejor organizada, más perfectamente equipada y más brutal del mundo, con los mejores atributos para suprimir inmediatamente cualquier sublevación». Vale recordar que Alemania había invitado a Brasil a unirse al Eje junto con Italia y Japón y que Brasilia rehusó el convite.

Los representantes de Colombia, Rafael Rochan Schloss y Jaime Jaramillo Arango, tomaron fotografías de la destrucción y fueron arrestados debido a ello por las autoridades alemanas, lo que provocó un incidente diplomático. El primero calificó al pogromo como «el más grande ejemplo de vandalismo jamás experimentado en la era moderna» y el segundo habló de “imágenes que el propio Dante no podría haber concebido”. Alemania había llegado a ser el segundo socio comercial de Colombia antes de la guerra; el país latinoamericano cortó lazos con el Reich cuando Estados Unidos entró a la contienda.

El enviado de Irlanda a Berlín, Charles Bewley, era abiertamente antisemita y llegó a dar información a las autoridades alemanas sobre su propia nación. En la década del 50 escribió una biografía elogiosa de Hermann Göring. Su informe –enviado un mes después del pogromo, lo que debió haberle dado perspectiva– refleja un desprecio por los judíos a la par que el de los nazis. En su misiva, aseguraba que durante la Primera Guerra Mundial «la vasta mayoría [de los judíos] actuó contra los intereses de Alemania», protestaba contra la “influencia desmoralizadora [de los judíos] sobre las comunidades en las que viven”, les atribuía control por el «tráfico internacional de esclavos» y los culpaba de “si no causar, al menos explotar” la “inconcebible degradación moral” de Alemania antes de 1933. Se manifestaba contrario a justificar «casos de crueldad deliberada»del oficialismo contra la comunidad judía local, “pero” –aseguraba– “yo no estoy al tanto de tal cosa contra los judíos por parte el gobierno alemán”.

Por su parte, el nuncio vaticano, Cesare Orsenigo, un filo-germano que representaría fielmente la posición de pretendida neutralidad de Pío XII durante la guerra, mostraba una posición objetiva al informar a Roma acerca del “odio ciego de la población” que atacó a los judíos y rechazó el carácter espontáneo del pogromo que la propaganda alemana estaba proponiendo: “Es claro que las instrucciones o el permiso para actuar deben haber venido de altos mandos de por cierto. El alegato de Goebbels, de que esta ‘reacción antisemita’ fue un acto del ‘pueblo alemán’ parece no hacer justicia a la verdad”.

El Chargé d’Affairs de Francia en Berlín durante la Kristallnacht, Hugues Barthon de Montbas, reflejó la magnitud de la tragedia que «evoca a Babilonia y Nínive» y observó que los disturbios «alcanzaron un nivel de brutalidad solo excedido en la historia por las masacres armenias de inicios del siglo XX». El representante inglés, George Ogilvie-Forbes, dio visas de salida a todos los judíos que pudo y sus cables a Londres reflejaron su consternación personal. Las persecuciones a los judíos fueron «de una escala y severidad sin precedentes en tiempos modernos» y marcaron “una orgía de destrucción y terror”, escribió. Denunció el “barbarismo medieval” de los nazis y lamentó que “la civilización moderna claramente no ha cambiado a la naturaleza humana”. Vaticinó que “los judíos de Alemania no son ciertamente un problema nacional sino mundial que si no es atendido contiene las semillas de una venganza terrible”.

Desde adentro hacia afuera contiene una cita de Joseph Goebbels pronunciada cuando la Kristallnacht finalizó que, vista en retrospectiva, es deprimente. «Esperamos las repercusiones internacionales. Hasta ahora hay silencio. Pero la protesta vendrá». Tres días después, Estados Unidos llamó a consultas a su representante en Berlín, convirtiéndose así en el único país en retirar de manera permanente a su embajador en Alemania. Menos de un año más tarde comenzaba la Segunda Guerra Mundial y el reinado de violencia que anticipó este pogromo feroz alcanzaría proporciones inconmensurables.

The Times of Israel, The Times of Israel - 2018

The Times of Israel

Por Julián Schvindlerman

  

The Peculiar World Tours of The New York Times – 30/10/18

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By Julian Schvindlerman
The Times of Israel – 30/10/18

The New York Times Journeys is the international travel program of the eminent New York newspaper. It offers guided tours by experts to various places in the world, ranging from the mundane to the exotic: “Trends and Flavors of Bohemian Budapest;” “Arts, Food and Markets of Mexico City;” “Andalusia: Center of Judaism, Christianity and Islam;” “Unlocking the Mysteries of Indochina;” and the striking “Chasing the Sun, Moon and Stars in South America”, among many others. Middle East-wise it offers, among others, “Secrets of Marrakesh;” “Egypt: To the Land of the Pharaohs;” “History and Current Events in Jordan and Lebanon;” and “Conflict, Culture and History: The Israeli-Palestinian Conundrum”, with a nine-day itinerary by experts and correspondents of the newspaper, which promotes itself as “a leader in its evenhanded coverage of Israel, Palestine and the Middle East”. I suspect that the editors of The Times and I would disagree about what constitutes an evenhanded coverage.

It also promotes tourist trips to the Islamic Republic of Iran, a dictatorial theocracy that sponsors terrorism on a global scale, carries out illegal financial activities, is developing a controversial nuclear program, is under sanctions from Washington, and that US and Canadian Courts have found responsible for killing Americans. For USD 7,895 The Times can take you to Tehran, Kermanshah, Borujed, Khomein, Isfahan, Yazd and Shiraz on a thirteen-day tour. “Though Iran often rejects Western ways and is frequently under fire for its positions on human rights, its nuclear program and Israel”, the add goes, “its role as a birthplace of civilization cannot be denied”. Whoever wishes to sign up for the “Iran: Tales of Persia” program must hurry: the next departure is on November 10 … And Donald Trump is about to announce new and vast sanctions against the Ayatollah regime.


Fortunately for The Times, it was not offering trips to Venezuela when the Bolivarian secret service threw a political dissident out of a tenth-floor-window, a few weeks ago. But to its discomfort, it was promoting ten-day tours to Saudi Arabia with accommodation in five-star hotels at a starting price of USD 11,995 per person, with the name “Saudi Arabia and the Emirates: the past and future of oil,” when someone in Ryhad ordered to strangle, dismember and bury in some unknown place in Turkey The Washington Post contributor Jamal Khashoggi. After some protesting, The New York Times canceled the next three trips to the House of Saud.

That was the right decision. Since the disappearance of Khashoggi at the Saudi Consulate in Istanbul, this newspaper devoted seven severe editorials to the subject. The titles and subtitles were sufficiently eloquent:

-“Find Jamal Khashoggi. Saudi Arabia must do everything in its power to help locate the missing Washington Post journalist” (Oct. 5).

-“Saudi Arabia Must Answer for Jamal Khashoggi. If the Saudi journalist in exile was abducted and murdered, as many fear, a full accounting is needed” (Oct. 8).

-“The World Needs Answers on Jamal Khashoggi. And President Trump should lead the way in demanding them” (Oct. 11).

-“The Saudi Cover-Up Crumbles. Evidence mounts of a ghastly crime in the Saudi Consulate in Istanbul. President Trump still seems inclined to buy the kingdom’s lame denials” (Oct. 16).

-“Trump Says Jamal Khashoggi Is Dead. What Next? Now is not the time to back down” (Oct. 18).

-“A Saudi Prince’s Fairy Tale. The Crown Prince, Mohammed bin Salman, issues another incredible explanation for the death of Jamal Khashoggi” (Oct. 20).

-“What Is Turkey’s Game? President Recep Tayyip Erdogan sees the Jamal Khashoggi case as a chance to hobble Saudi Arabia, a regional and religious rival” (Oct. 23).

So The Times actually had no choice. It could not lecture the Trump Administration from a pedestal of high morality and simultaneously profit from tourist trips to Saudi Arabia. By canceling these tours, however, the newspaper found itself in a dilemma of inconsistency, and -as The Algemeiner´s Ira Stoll pointed out- some observers called The Times to task. “Question for @nytimes: concern for fate of @JKhashoggi notwithstanding, by what rationale are you suspending tourism to #SaudiArabia but proudly advertising money-making ‘Journey’ tours to #Iran, world’s leading sponsor of terrorism?” queried Robert Satloff of the Washington Institute for Near East Policy. “The @nytimes decides it can’t run its Saudi Arabia tour for $11,995 because it has killed #JamalKhashoggi” tweeted Canadian human rights activist Kaveh Shahrooz. “The $7,895 trip to Iran is still OK though. Because Iran doesn’t kill dissidents, apparently,” he added wryly.

I wonder if The Times will get a pass for its “Extreme Cuisine in China” tour at a time when the UN Committee on the Elimination of Racial Discrimination has denounced that “up to one million Uighurs” (a Muslim minority) are being detained in re-education camps in Xinjiang province, in western China.

“Introduce your taste buds to new flavors, from fried scorpion and silkworm chrysalis in the stalls of the Wangfujing night market to the delicate seahorse soups of Yangshuo. With a New York Times expert and local aficionados, discover types of food you never knew existed”. How about a visit to the imprisoned Uighurs so that tourists could discover types of human rights violations that they never knew existed?

It isn´t worth looking for how many outraged editorials The New York Times has published about China. By now we know of what material the editorial integrity of this newspaper is made of.

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[Versión en español]
 

Los peculiares paquetes turísticos del New York Times

Por Julián Schvindlerman
The Times of Israel – 30/10/18

The New York Times Journeys es el programa de viajes internacionales del eminente diario neoyorquino. Ofrece visitas guiadas por expertos a diversos lugares del mundo, que varían desde lo mundano a lo exótico: “Tendencias y Sabores de la Budapest Bohemia”, “Artes, Comida y Mercados de la Ciudad de México”, “Andalucía: Centro del Judaísmo, Cristianismo e Islam”, “Descifrando los Misterios de Indochina” y el llamativo “Persiguiendo al Sol, la Luna y las Estrellas en Sudamérica” entre muchos otros. Del área de Medio Oriente ofrece, entre otros, “Los Secretos de Marrakesh”, “Egipto: A la Tierra de los Faraones”, “Historia y Eventos Actuales en Jordania y el Líbano” y “Conflicto, Cultura e Historia: El Acertijo Israelí-Palestino”, con un itinerario de nueve días a cargo de expertos y corresponsales del diario, que se auto-promociona como “líder en su cobertura equilibrada de Israel, Palestina y el Medio Oriente”.
Sospecho que los editores del Times y yo discreparemos a propósito de qué constituye una cobertura equilibrada.

También promueve travesías turísticas a la República Islámica de Irán, una teocracia dictatorial que patrocina terrorismo a escala global, que lleva adelante actividades financieras ilegales, que desarrolla un controvertido programa nuclear, que se halla bajo sanciones de Washington y que Cortes de Estados Unidos y Canadá han hallado responsable de matar estadounidenses. Por USD 7.895 el Times puede llevarlo a conocer Teherán, Kermanshah, Borujed, Khomein, Isfahan, Yazd y Shiraz en un periplo de trece días. “Aunque Irán habitualmente rechaza los modos occidentales y está frecuentemente bajo fuego por sus posturas sobre los derechos humanos, su programa nuclear a Israel”, aclara la publicidad del tour, “su rol como un lugar de nacimiento de la civilización no puede ser negado”. Quienquiera anotarse en el programa “Irán: Cuentos de Persia” debe apurarse: la próxima partida es el 10 de noviembre… Y Donald Trump está por anunciar nuevas y vasta sanciones contra el régimen ayatolá.

Afortunadamente para el Times, no ofrecía viajes a Venezuela cuando el servicio secreto bolivariano arrojó por la ventana de un décimo piso a un disidente político unas semanas atrás. Pero para su incomodidad, estaba promoviendo tours de diez días a Arabia Saudita con alojamiento en hoteles de cinco estrellas a un precio inicial de USD 11.995 por persona, con el nombre de “Arabia Saudita y los Emiratos: el pasado y el futuro del petróleo”, cuando alguien en Ryhad ordenó estrangular, descuartizar y enterrar en algún lugar desconocido de Turquía al periodista crítico y colaborador del Washington Post, Jamal Khashoggi. Tras algunos cuestionamientos, el New York Times canceló los próximos tres viajes a la Casa de Saud.

Esa fue la decisión correcta. Desde la desaparición de Khashoggi en el consulado saudí en Estambul y hasta el momento de escribir estas líneas, este diario dedicó siete editoriales severos al tema. Sus títulos y subtítulos fueron suficientemente elocuentes:

-“Encuentren a Jamal Khashoggi: Arabia Saudita debe hacer todo lo posible por ayudar a localizar al periodista desaparecido del Washington Post” (Oct. 5).
-“Arabia Saudita debe responder por Jamal Khashoggi: Si el periodista saudí en el exilio fue secuestrado y asesinado, como muchos temen, se necesita una rendición de cuentas completa” (Oct. 8).
-“El mundo necesita respuestas sobre Jamal Khashoggi: Y el presidente Trump debería liderar el camino para exigirlas” (Oct. 11).
-“El encubrimiento saudita se desmorona: Evidencia de un crimen espantoso en el consulado de Arabia Saudita en Estambul. El presidente Trump todavía parece inclinado a comprar las negativas cojas del reino” (Oct. 16).
-“Trump dice que Jamal Khashoggi está muerto. ¿Qué sigue?: Ahora no es el momento de dar marcha atrás” (Oct. 18).
-“El cuento de hadas de un príncipe saudí: El príncipe heredero, Mohammed bin Salman, da otra increíble explicación sobre la muerte de Jamal Khashoggi” (Oct. 20).
-“¿Cuál es el juego de Turquía?: El presidente Recep Tayyip Erdogan ve el caso de Jamal Khashoggi como una oportunidad para entorpecer a Arabia Saudita, un rival regional y religioso” (Oct. 23).

De manera que en realidad el Times no tenía alternativa. No podía sermonear a la Administración Trump desde un pedestal de alta moralidad y simultáneamente lucrar con viajes turísticos a Arabia Saudita. Al cancelar los próximos tours allí, sin embargo, el diario se encontró en un dilema de inconsistencia, y -tal como Ira Stoll de The Algemeiner ha notado- algunos observadores se lo hicieron saber. “¿Bajo qué lógica están ustedes suspendiendo turismo a Arabia Saudita pero orgullosamente publicitando ´viajes´ generadores de dinero a Irán, el líder mundial en patrocinio de terrorismo?” cuestionó Robert Satloff del Washington Institue for Near East Policy. “El @nytimes decide que no puede llevar adelante su tour de USD 11.995 a Arabia Saudita porque mató a Jamal Khashoggi”, tuiteó el activista de derechos humanos canadiense Kaveh Shahrooz. “El viaje a Irán por USD 7.895 aún está OK no obstante. Porque Irán no mata disidentes, aparentemente” agregó con ironía.

Me pregunto si el Times zafará por su tour “Cocina Extrema en China” en momentos en que el Comité de la ONU para la Eliminación de la Discriminación Racial ha denunciado que “hasta un millón de uigures” (una minoría musulmana) estarían detenidos en campos de re-educación en la provincia de Xinjiang, al oeste de China.

“Presente a sus papilas gustativas nuevos sabores, desde el escorpión frito y la crisálida del gusano de seda en los puestos del mercado nocturno de Wangfujing hasta las delicadas sopas de caballitos de mar de Yangshuo. Con un experto del New York Times y aficionados locales, descubra tipos de comida que nunca supo que existían”. ¿Qué tal una visita a los uigures apresados para que los turistas descubran tipos de violaciones a los derechos humanos que nunca supieron que existían?

No vale la pena buscar cuantos editoriales indignados lleva publicados el New York Times sobre China. A estas alturas, ya advertimos de qué fibra está hecha la integridad editorial de este diario.

The Times of Israel, The Times of Israel - 2018

The Times of Israel

Por Julián Schvindlerman

  

Ambassador Henry Morgenthau: A Voice that Cried Out in the Desert – 12/10/18

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By Julian Schvindlerman
The Times of Israel – 12/10/18

Marking the Armenian Remembrance Day in 2016, then-President Barack Obama called it the “first mass atrocity of the 20th century.” A prominent personality did not agree with such lukewarm characterization: “Moral leadership is impossible when crimes against humanity are met with euphemisms.” The man who said that was Robert Morgenthau, grandson of the American ambassador to the Ottoman Empire at the beginning of the 20th century, Henry Morgenthau Sr.

One hundred years ago to the month, on October 1918, Ambassador Morgenthau published Secrets of the Bosphorus, a book that called out the Turks´ treatment of their Armenian minority. The ambassador pioneered the effort to expose the Ottoman Empire´s evil deeds and sought to shake the world into action on behalf of the Armenians. He wrote about “wholesale butcheries of defenseless men and women which the Turks had always found so congenial.” He described how the extermination process ensued. First, the Turks killed as many able-bodied Armenian men as possible by firing squads, hangings or marching them through the desert, were Kurdish and Turkish tribesmen would pour down on these starved, exhausted and unarmed men, to murder them “in order that they might gain merit in Allah´s eyes that comes from killing a Christian.” Morgenthau tells about instances in which Turkish torturers nailed horseshoes to the feet of their Armenian victims and nailed their hands and feet to pieces of wood, in a cruel imitation of the crucifixion. “Now let your Christ come and help you!” they were told. The American ambassador confides that a Turkish official told him that they even delved into the records of the Spanish Inquisition to obtain ideas for torture.


Once most men were dealt with, the remaining Armenian elderly, women and children were thus rendered an easy prey. They were forced to cross desolate, sun-scorching deserts in the harshest conditions. “From thousands of Armenian cities and villages these despairing caravans now seth forth; they filled all the roads leading south; everywhere, as they moved on, they raised a huge dust, and abandoned debris, chairs, blankets, bedclothes, household utensils, and other impediments marked the course of the processions.” Young girls were especially exposed to ill-treatment. Turkish and Kurdish tribesmen fell upon them and took them to their villages as sex slaves. Some of them died from these experiences, others survived only to remain “ravingly insane.” Morgenthau tells about mothers who would rather abandon their babies behind a bush, left to die in peace, to keep them from the savagery of their Muslim enemies. “I have by no means told the most horrible details”, writes Morgenthau, “for a complete narration of the sadistic orgies of which these Armenian men and women were the victims can never be printed in an American publication.”

Morgenthau ascribed religious fanaticism to the Kurdish and Turkish rabble that “slew Armenians as a service to Allah,” but he pointed out that the Turkish leaders that carried out this barbarism were mostly atheists “with no more respect for Mohammedanism than for Christianity.” For them, it was a matter of “cold-blooded, calculating state policy,” he concludes.

At one point, Interior Minister Talaat Pasha asked him: “Why are you so interested in the Armenians anyway? You are a Jew; these people are Christians. . . . Why can’t you let us do with these Christians as we please?” In a 2015 Wall Street Journal op-ed, Gordon Crovitz educates as about Morgenthau´s reply: “I am not here as a Jew, but as American ambassador. My country contains something like 97 million Christians and something less than three million Jews. So, at least in my ambassadorial capacity, I am 97% Christian. But after all, that is not the point. I do not appeal to you in the name of any race or religion, but merely as a human being.” And he added: “Our people will never forget these massacres. They will always resent the wholesale destruction of Christians in Turkey.” When the Turks threatened to pressure Washington to recall him, Morgenthau said: “I could think of no greater honor than to be recalled because I, a Jew, have done everything in my power to save the lives of hundreds of thousands of Christians.”

In 1915, Morgenthau was already recruiting American philanthropists to form the American Committee for Armenian and Syrian Relief, which distributed posters with the tagline “Give or We Perish” and solicited donations from across the U.S. Crovitz informs us that Americans contributed $100 million, equivalent to almost $2.5 billion today.

On October 1918, Secrets of the Bosphorus issued a desperate call to humanity´s conscience. A century later, it is worth remembering the brave man whose voice cried out from Constantinople to the entire world.

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[Versión en español]
 

Embajador Henry Morgenthau: Una voz que clamó en el desierto

Por Julián Schvindlerman
The Times of Israel – 12/10/18

https://blogs.timesofisrael.com/ambassador-henry-morgenthau-a-voice-that-cried-out-in-the-desert/

Al celebrar el Día de la Memoria de Armenia en 2016, el entonces presidente Barack Obama habló de la “primera atrocidad masiva del siglo XX”. Una personalidad prominente no estuvo de acuerdo con una caracterización tan tibia: “El liderazgo moral es imposible cuando los crímenes de lesa humanidad se topan con eufemismos”. El hombre que dijo eso fue Robert Morgenthau, nieto del embajador estadounidense ante el Imperio Otomano a principios del siglo XX, Henry Morgenthau.

Cien años atrás este mismo mes, en octubre de 1918, el embajador Morgenthau publicó Secretos del Bósforo, un libro que denunció a los turcos por el trato de su minoría armenia. El embajador fue pionero en el esfuerzo por exponer las acciones malvadas del Imperio Otomano y trató de hacer que el mundo entrara en acción en nombre de los armenios. Escribió sobre “carnicerías al por mayor de hombres y mujeres indefensos que los turcos siempre habían encontrado tan agradables”. Describió cómo se produjo el proceso de exterminio. Primero, los turcos mataron a tantos hombres armenios capaces como les fue posible por fusilamientos, ahorcamientos o haciéndolos desfilar por el desierto, donde kurdos y turcos tribales atacaban a estos hombres hambrientos, exhaustos y desarmados, para asesinarlos “para ganar el mérito ante los ojos de Alá que proviene de matar a un cristiano”. Morgenthau cuenta sobre casos en que los torturadores turcos clavaron herraduras a los pies de sus víctimas armenias y clavaron sus manos y pies en pedazos de madera, en una cruel imitación de la crucifixión. “¡Ahora, deja que tu Cristo venga y te ayude!», les dijeron. El embajador estadounidense confiesa que un funcionario turco le dijo que incluso habían profundizado en los registros de la Inquisición española para obtener ideas para las torturas.

Una vez que se lidió con la mayoría de los hombres armenios, los restantes ancianos, las mujeres y los niños se convirtieron en una presa fácil. Fueron obligados a cruzar desiertos desolados y abrasadores en las condiciones más duras. “De las miles de ciudades y aldeas armenias, ahora surgen estas caravanas desesperadas; llenaron todos los caminos que llevaban al sur; En todas partes, a medida que avanzaban, levantaron un enorme polvo y escombros, sillas, mantas, ropa de cama y utensilios domésticos abandonados marcaron el curso de las procesiones”. Las jóvenes estaban especialmente expuestas a los malos tratos. Turcos y kurdos rurales cayeron sobre ellas y las llevaron a sus aldeas como esclavas sexuales. Algunas murieron a causa de estas experiencias, otras sobrevivieron solo para quedar “terriblemente locas”. Morgenthau relata sobre las madres que preferían abandonar a sus bebés detrás de una zarza para que pudiesen morir en paz, y evitar así el salvajismo de sus enemigos musulmanes. “No he contado de ninguna manera los detalles más horribles”, escribe Morgenthau, “pues una narración completa de las orgías sádicas de las que estos hombres y mujeres armenios fueron víctimas nunca se podría imprimir en una publicación estadounidense”.

Morgenthau atribuyó el fanatismo religioso a la turba kurda y turca que “mató a los armenios como un servicio a Alá”, pero señaló que los líderes turcos que llevaron a cabo esta barbarie eran en su mayoría ateos “sin más respeto por el mahometismo que por el cristianismo”. Para ellos, fue una cuestión de “calculada política estatal a sangre fría”, concluye.

En un momento dado, el ministro del Interior, Talaat Pasha, le preguntó: “¿Por qué está tan interesado en los armenios de todos modos? Usted es un judío; estas personas son cristianos… ¿Por qué no puede dejar que hagamos con estos cristianos lo que queramos?” En un artículo de opinión del 2015 en The Wall Street Journal, Gordon Crovitz educa sobre la respuesta de Morgenthau: “No estoy aquí como judío, sino como embajador estadounidense. Mi país contiene algo así como 97 millones de cristianos y algo menos de tres millones de judíos. Entonces, al menos en mi capacidad de embajador, soy 97% cristiano. Pero después de todo, ese no es el punto. No apelo en nombre de ninguna raza o religión, sino simplemente como un ser humano”. Y agregó: “Nuestro pueblo nunca olvidará estas masacres. Siempre resentirá la destrucción total de los cristianos en Turquía”. Cuando los turcos amenazaron con presionar a Washington para que lo llamara a consultas, Morgenthau dijo: “No se me ocurre mayor honor que el de ser retirado porque yo, un judío, he hecho todo lo posible en mi poder para salvar las vidas de cientos de miles de cristianos”.

En 1915, Morgenthau ya estaba reclutando filántropos estadounidenses para formar el Comité Americano para el Alivio de Armenia y Siria, que distribuyó carteles con el lema “Den o pereceremos” y solicitó donaciones a lo largo de todo Estados Unidos. Crovitz nos informa que los estadounidenses aportaron 100 millones de dólares, equivalente a casi USD 2.5 mil millones hoy.

En octubre de 1918, Secretos del Bósforo hizo un llamado desesperado a la conciencia de la humanidad. Un siglo después, vale la pena recordar al hombre valiente cuya voz gritó desde Constantinopla al mundo entero.

Clarín

Clarín

Por Julián Schvindlerman

  

Secretos del Bósforo: Centenario de un libro crucial – 08/10/18

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En octubre de 1918 fue publicado un libro titulado Secretos del Bósforo. Su autor era quien fuera embajador estadounidense ante el Imperio Otomano entre 1913-1916, Henry Morgenthau. Fue testigo presencial de los padecimientos de los armenios en manos de los turcos en aquella época, y volcó su espanto e indignación en un texto que se convertiría con los años en una de las denuncias más poderosas -y pioneras- del primer genocidio del siglo XX.

Un capítulo dentro del libro se titula “El asesinato de una nación”. Leer sus páginas es adentrarse al horror. Morgenthau revela el motivo de las atroces deportaciones de la minoría armenia en la vasta extensión desértica del Oriente: “El propósito real de la deportación era el robo y la destrucción; verdaderamente representó un nuevo método de masacre”. Primero narra cómo las comunidades armenias fueron desarmadas y sus hombres removidos del ejército para ser asesinados sin piedad: ahorcados o fusilados por las autoridades, o bien linchados por las hordas turcas. Los ancianos, niños y mujeres fueron entonces forzados a transitar indefinidamente. En sus palabras: “Durante la mayor parte de los seis meses de abril a octubre de 1915, prácticamente todas las carreteras de Asia Menor estaban atestadas de estas bandas sobrenaturales de exiliados. Podían verse serpenteando dentro y fuera de cada valle y trepando casi cada montaña; moviéndose sin parar, apenas sabían adónde, excepto que cada camino llevaba a la muerte”.

Las desventuras horripilantes de estas caravanas son difíciles de asimilar. El autor se centra aleccionadoramente en la suerte de dos convoyes que se dirigían a Alepo, desde Harpoot y Sivas, compuestos por dieciocho mil armenios. Los gendarmes que escoltaban a estos desdichados se comportaron más como torturadores que como guardianes. Quienes caían extenuados eran pateados y forzados a continuar; incluso mujeres que habían recién parido. Las jóvenes eran coto de caza de los aldeanos turcos y kurdos de la zona, quienes las tomaban como esclavas sexuales, llegando a tatuarlas en seña de propiedad. Escribe Morgenthau: “Cualesquiera que sean los crímenes que inventen los instintos más perversos de la mente humana, y cualesquiera los refinamientos de persecución e injusticia que la imaginación más degradada pueda concebir, se convirtieron en las desgracias diarias de esta gente devota”.

Tras setenta días de caminata, de los dieciocho mil armenios que iniciaron la travesía, apenas ciento cincuenta mujeres y niñas arribaron vivas a destino. Similar suerte tuvieron muchos otros convoyes. “El tratamiento dado a las caravanas claramente muestra que el exterminio fue el propósito real”, señala Morgenthau. Cerca de un millón y medio de armenios fueron muertos.

El centenario de la publicación de Secretos del Bósforo ofrece una oportunidad especial para sumergirse en la lectura de un libro históricamente crucial y moralmente ineludible. Y también, para conocer el temple de un hombre que obstruyó el futuro esfuerzo turco en minimizar los hechos.

La Ilustración Liberal

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Por Julián Schvindlerman

  

El papel de Noruega en los Acuerdos de Oslo – Otoño 2018-Invierno 2019

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Por Julián Schvindlerman
Artículo publicado en La Ilustración Liberal (España)

Un académico noruego llamado Terje Roed Larsen arribó en 1989 a Israel y a los territorios administrados con el objeto de llevar a cabo un estudio sobre las condiciones de vida de los palestinos en Gaza, la Margen Occidental y Jerusalén Oriental. Larsen había estado viviendo junto con su esposa, Mona Juul, en El Cairo, donde ella trabajaba en la embajada noruega. Egipto había sido la primera asignación de la joven diplomática, y su marido decidió aprovechar la oportunidad para investigar la posibilidad de realizar estudios sociales sobre el Medio Oriente. Larsen a su vez era director de FAFO, el Instituto de Ciencias Sociales Aplicadas, que él fundó en 1981. En El Cairo, la pareja noruega contactó con un hermano de Yaser Arafat, el doctor Fathi Arafat, presidente del Cuarto Creciente Palestino y director del Hospital Palestino en El Cairo, quien sugirió que FAFO realizara la investigación sobre las condiciones socioeconómicas en los territorios. Los fondos para la financiación del proyecto fueron suministrados por el Ministerio de Relaciones Exteriores noruego.

En el país nórdico, la comunidad académica y diplomática están estrechamente enlazadas. El entonces canciller era Thorvald Stoltenberg y el viceministro, un joven académico llamado Jan Egeland, quien había trabajado para Amnesty International y la Cruz Roja en Ginebra. Mona Juul era amiga de Egeland y fue elegida por el canciller como su asistente. La hija del canciller, Camilla Stoltenberg, trabajaba con Larsen en FAFO. La coautora del estudio de Larsen fue Marianne Heiberg, una socióloga casada con Johan Jorgen Holst, entonces ministro de Defensa noruego y ulterior sucesor de Stoltenberg. Cuando Holst falleció, en 1993, fue sucedido por Bjorn Tore Godal, exministro de Comercio. En un país de apenas cuatro millones de habitantes, no es raro encontrar tal cercanía entre las elites políticas e intelectuales. Pero el interés de este grupo en asuntos palestinos excedía lo meramente académico. Estas elites representaban la nueva orientación filosófica presente en la política exterior noruega desde principios de la década de los setenta. Uno de los aspectos más curiosos del canal secreto de Oslo radica precisamente en el hecho de que Noruega, un país tan cultural y geográficamente alejado del Medio Oriente y relativamente marginal en la arena de la política internacional, haya logrado dar forma y luego mantener un canal secreto entre nada menos que dos de los actores más centrales en la historia política contemporánea del Medio Oriente. El hecho es que Noruega no era un novato en la región. En las cuatro décadas precedentes había mantenido fluidas relaciones con Israel y durante las dos últimas había cultivado fuertes y cercanos nexos con la OLP.

Noruega mantuvo cálidas relaciones con Israel desde el establecimiento mismo del Estado judío, algo que quedó reflejado en la política exterior del país escandinavo durante las primeras dos décadas de la existencia israelí. Israel era percibida como una nación pacifista en un estado de permanente amenaza existencial, a punto tal que en varias ocasiones el Partido Laborista noruego lanzó campañas proisraelíes con el elocuente eslogan “Dejen vivir a Israel”. Asimismo, la orientación socialista original de Israel, expresada en el movimiento kibutziano (granjas agrícolas socialistas), despertó admiración y simpatía en la calle y el poder noruegos. Pero a partir de finales de la década de los sesenta esta situación comenzó a cambiar. Luego de la Guerra de los Seis Días, la actitud noruega se tornó más crítica respecto de Israel, sobre todo entre los miembros de la nueva generación de políticos de izquierda, quienes veían la causa palestina con mayor simpatía. Especialmente vocal en este sentido fue la organización juvenil del Partido Socialista (AUF), en la cual participaban muchos de quienes en 1992 serían instrumentales en la creación del canal secreto entre israelíes y palestinos. Algunos de ellos eran apasionados defensores de la doctrina de la OLP. Por ejemplo, Bjorn Tore Godal, futuro ministro de Exteriores, en su capacidad de presidente de la AUF aprobó en 1971 el siguiente comunicado:

La AUF apoyará las fuerzas que luchan por la liberación social y nacional del pueblo palestino. La condición para una paz duradera debe ser que Israel deje de existir como Estado judío y que se establezca un Estado palestino progresista, donde todos los grupos étnicos puedan vivir lado a lado en completa igualdad.

Terje Roed Larsen, quien sería luego el padre del canal secreto de Oslo, escribió por su parte en 1977, como miembro del comité editorial de Palestine News:

No a una solución de dos Estados (…) apoyamos la batalla para la liberación de toda Palestina.

Mientras que la tradicional posición proisraelí cedía ante la emergente orientación propalestina, las relaciones con la OLP se expandieron gradual pero significativamente. Durante la primera mitad de la década de los setenta habían acontecido contactos informales con la OLP, pero a partir de la segunda mitad de dicha década fueron activamente promovidos. Especialmente diligente en crear lazos con la jerarquía de la OLP fue Hans Willhelm Longva, desde 1978 embajador noruego en Beirut y posteriormente embajador en Kuwait. Desde su posición en Beirut, Longva estableció contacto con Yaser Arafat, desarrolló una buena relación con el líder palestino y participó en los futuros esfuerzos de mediación. En 1974 Noruega votó a favor de invitar a Arafat a disertar ante la ONU, aunque meses más tarde votó en contra de brindar estatus de observador a la OLP ante el organismo (esto se debió al negativo impacto doméstico que tuvo la primera decisión). A fines de la década de los setenta la tendencia propalestina era visible: políticos, diplomáticos y militares noruegos mantenían reuniones con oficiales de alto rango de la OLP. Hasta tal punto tenía Noruega la intención de cuidar su relación con la organización palestina que cuando, hacia fines de la década de los setenta, en el contexto de las negociaciones entre israelíes y egipcios en Camp David, frente a una demanda de la Administración norteamericana respecto de si Noruega estaría dispuesta a garantizar suministros de petróleo a Israel como alternativa a Irán, la cancillería escandinava instruyó a su embajador en Beirut para que discutiera el tema con Arafat para averiguar cuál era su posición.

Para principios de los ochenta, Noruega estaba firmemente encaminada en el sendero marcado por otros partidos socialistas europeos, especialmente Austria y Suecia, en lo relativo a la modalidad de relaciones con la OLP. El titular del Partido Laborista, Reiulf Steen, se reunió con Arafat en diciembre de 1982. Dos semanas después, una delegación oficial laborista visitó Túnez. Entre quienes pasaron el año nuevo en 1982 junto al titular de la OLP estaban Knut Frydenlund, excanciller, y Thorvald Stoltenberg, futuro canciller. En abril de 1983 Arafat viajó a Estocolmo, donde se reunió con la entonces primera ministra noruega, Gro Harlem Brundtland, quien posteriormente se refirió al titular de la OLP de la siguiente manera: “Encuentro en Arafat una persona interesante y conocedora. No me he topado con un extremista”. En enero de 1989 Stoltenberg realizó la primera visita oficial de un ministro noruego de Exteriores a Túnez, donde residían los dirigentes de la OLP. Desde entonces los vínculos se potenciaron. En vista de estas muestras públicas de propalestinismo, no es sorprendente que cuando, en 1991, el partido socialista sueco perdió las elecciones, el canciller saliente, Sven Anderson, hombre con fuertes nexos con la OLP, le dijo a Egeland que Suecia le estaba pasando la antorcha a Noruega. Tampoco sorprende que Arafat haya aprobado la participación noruega en el canal secreto, ni que prominentes figuras palestinas, como Abu Mazen y Abu Ala, “se hayan expresado de manera lírica en sus halagos sobre los noruegos”.

Con todo, Noruega era bien considerada no solo por la OLP, también en círculos diplomáticos israelíes. De hecho, fue en gran medida la imagen de imparcialidad atribuida a su política exterior lo que permitió a la nación escandinava desempeñar el rol de mediador entre israelíes y palestinos e iniciar el canal secreto de Oslo. Noruega no tenía ambiciones globales, en consecuencia no sería vista como un competidor por los Estados Unidos, de quien era un aliado. Su pertenencia a la OTAN le brindaba prestigio, en tanto que su no pertenencia a la Unión Europea aumentaba su imagen de imparcialidad ante los israelíes, en contraste con la actitud generalmente hostil del bloque europeo hacia el Estado judío. Noruega además buscaba promover su imagen como mediador de paz. Anecdótico quizás sea el hecho de que Jan Egeland, ex vicecanciller, escribiera en sus tiempos de estudiante una tesis que abordaba el tema de cómo pequeñas naciones pueden ser exitosas en la facilitación de negociaciones allí donde las potencias fracasan. El anhelo de promover la reputación internacional de una nación está siempre presente en la filosofía política de los Estados, pero el ahínco con el que los mediadores noruegos se volcaron en la construcción, mantenimiento y posterior afianzamiento del canal secreto de Oslo, llevándolo hasta su exitosa conclusión, es un testimonio de la profundidad de sus convicciones.

El origen del canal secreto de Oslo puede remontarse al 28 de febrero de 1992. Aquel día, Abu Ala, responsable de las finanzas de la OLP, se encontraba en Oslo. La situación financiera de la OLP históricamente había estado cubierta por un grueso velo de secrecía tejido por el propio Arafat, pero para principios de 1992 ya era vox populi su precariedad. Para Abu Ala especialmente, eso no era ningún secreto. El oficial palestino se encontraba en Europa presentando un documento en el que esbozaba su visión de la cooperación económica regional en el Medio Oriente. En otras palabras, el plan de salvataje financiero de la OLP.

En junio de 1994 Terje Roed Larsen fue nombrado coordinador especial de la ONU en los Territorios Ocupados por el entonces secretario general, Butros Butros-Ghali. Posteriormente se convirtió en el enviado de la ONU para el proceso de paz. Su esposa, Mona Juul, fue designada embajadora noruega en Israel.

Egeland y Juul quedaron bien impresionados por el documento del financista palestino. Esa misma tarde, Juul telefoneó a su marido a su oficina de FAFO: “Terje, habla Mona; tienes que encontrarte con este hombre que acaba de venir al ministerio. Se llama Abu Ala, de la OLP en Túnez, y yo simplemente sé que ustedes tendrán un montón de cosas en común”. Terje Larsen informó al oficial olpista de su proyecto de investigación y de su interés en desarrollar relaciones entre israelíes y palestinos. De reflejos rápidos, Abu Ala instó al académico noruego a que persuadiera a los israelíes asegurándole que contaría con el apoyo de la OLP. En menos de tres meses, Larsen se encontraba almorzando en Tel Aviv en un restaurante hindú con un joven diputado del Partido Laborista israelí, el Dr. Yosi Beilin. Tal como su par noruego, Beilin era un académico que había fundado su propio centro de investigaciones, la Fundación de Cooperación Económica, dedicada a la promoción de vínculos económicos entre israelíes y palestinos. Larsen explicó al diputado israelí que los palestinos estaban cansados de la intifada y que la OLP estaba dispuesta a tomar contactos con los israelíes. A continuación ofreció su asistencia para crear un canal discreto de contactos entre Israel y la OLP, y señaló que si las próximas elecciones llevaban al laborismo al poder, la oportunidad no debería desperdiciarse. Beilin respondió favorablemente y contactó a Larsen con Yair Hirshfield, profesor de la Universidad de Haifa e investigador en la fundación de Beilin. Larsen facilitó un encuentro entre Beilin y Faisal Huseini en el American Colony Hotel, en Jerusalén oriental, donde discutieron la posibilidad de crear un canal de negociaciones paralelo a las tormentosas tratativas de Washington.

Tres días más tarde, el laborismo ganó las elecciones en Israel. Isaac Rabín asumió como primer ministro, nombró a Simón Peres ministro de Relaciones Exteriores y Yosi Beilin, vicecanciller. Larsen rápidamente restableció contacto con Beilin, y en septiembre el vicecanciller noruego visitó oficialmente Israel acompañado por Mona Juul. El 12 de septiembre, Larsen, Juul y Egeland se reunieron discretamente con Beilin e Hirshfield en un hotel de Tel Aviv, donde acordaron una secreta reunión en Oslo entre Beilin y Huseini. Este encuentro debió ser postergado, y análoga suerte corrieron otros. Túnez los estaba bloqueando, y de esa forma marcaba su presencia (Huseini, se recordará, pertenecía al liderazgo palestino local). Noruegos e israelíes decidieron incluir seriamente a la OLP en el show. Pero en Israel existía una ley que prohibía contactos entre israelíes y miembros de la OLP; en consecuencia, Beilin trabajó detrás de las cortinas para que fuera revocada y el 2 de diciembre de 1992 la primera lectura de su propuesta fue aprobada por el Parlamento israelí.

Técnicamente la ley aún estaba vigente, con lo cual Beilin no podía oficialmente participar en reuniones con representantes de la OLP, pero sí podían Yair Hirshfield y un colega y exalumno de este último, Ron Pundak, profesor de la Universidad Hebrea de Jerusalén. Mediante los oficios de Hanan Ashrawi (la vocero oficial de la delegación palestina en Washington), Hirshfield se reunió con Abu Ala y Afif Safieh (el representante de la OLP en Londres) el 4 de diciembre a las 10 am en el hotel Cavendish, cerca de Picadilly Circus. El mismo día, a las 8 pm, nuevamente se reunieron Hirshfield y Abu Ala, esta vez en el hotel Ritz, y allí la idea de entablar un canal secreto de contactos en Oslo cobró más forma. Abu Ala regresó a Túnez y presentó un breve informe a Arafat. Si bien Hirshfield aclaró que el encuentro no era oficial, que él era un académico sin autoridad para hablar en nombre de nadie y que sus palabras no comprometían a Israel ante nada, la OLP razonó que difícilmente estuviera actuando por su propia y exclusiva iniciativa y que algún grado de autorización oficial debía de haber recibido. Al tanto de las conexiones de Hirshfield con Beilin, la OLP descartó la posibilidad de estar tratando con un profesor universitario en busca de conocimiento y decidió dar curso al diálogo exploratorio. “No había riesgos para nosotros”, escribió Abu Mazen, director del Departamento de Relaciones Nacionales e Internacionales de la OLP y el segundo en la jerarquía de la organización. “Si el diálogo resultaba ser fructífero, obtendríamos algo que estábamos buscando, y si resultaba ser solamente un diálogo informal con un académico, no podía dañarnos. Así es que no podíamos perder nada”, concluyó. Dos semanas más tarde, Larsen viajó a Túnez a reunirse con Arafat y Abu Ala, quienes dieron el visto bueno para la inauguración del canal secreto en Oslo. Los noruegos telefonearon a Beilin para darle las buenas noticias y él confirmó su disposición a entablar contactos con miembros de la OLP, pero en esta fase solo por medio de los académicos israelíes. Beilin advirtió de que el secreto debía ser absoluto y de que, en caso de que hubiera filtraciones a la prensa sobre los encuentros, él lo negaría todo.

El primer encuentro se produjo al amparo de un encuentro académico organizado por FAFO entre el 20 y el 22 de enero de 1993 en Noruega. La Cancillería noruega se ocupó de solventar los gastos de alojamiento en una mansión de la localidad de Sarpsborg. A esas alturas los únicos que sabían del encuentro eran Yaser Arafat, Abu Ala, Abu Mazen, Hasán Asfur y Maher al Kurd, por parte de la OLP (los dos últimos, acompañantes de Ala); y Yosi Beilin, Yair Hirshfield y Ron Pundak por la de Israel, así como el equipo de académicos y diplomáticos noruegos (la primer ministro y el canciller noruegos habían aprobado la iniciativa). El secreto era un factor crucial para el progreso de las negociaciones. La experiencia de Madrid y Washington era un ejemplo apropiado de cómo un alto nivel de exposición periodística podía llevar todo el emprendimiento al fracaso. Las tratativas iniciadas en Madrid y continuadas en Washington estaban siendo conducidas ante la permanente atención de los medios de comunicación. Cada declaración pública de algún oficial demandaba una retractación o confirmación de sus superiores y una reacción de la otra parte. Una vez que israelíes y palestinos habían hecho públicas sus posiciones, era muy difícil modificarlas posteriormente, lo que derivó en un endurecimiento de las posturas negociadoras y terminó estancando el ejercicio diplomático, al reducirlo al nivel de circo periodístico. Para evitar esta situación, la discreción era fundamental. Un día antes del primer encuentro secreto, el 19 de enero, el Parlamento israelí anuló la ley que prohibíalos contactos con la OLP. La cautela de Beilin en cuanto a mantener el canal informalmente generó ansiedad entre los negociadores palestinos, quienes no lograban determinar hasta qué punto los académicos israelíes representaban al establishment político de su país y temían que, cualquiera fuere el acuerdo alcanzado, sería vetado por el Gobierno israelí sobre la base de que las palabras de los académicos nunca habían sido oficialmente autorizadas. Los palestinos recordaban muy bien el precedente del Acuerdo de Londres de 1987, alcanzado entre el rey Husein y Simón Peres posteriormente vetado por el socio de Peres en el Gobierno, Isaac Shamir, del partido Likud.

La sospecha palestina aumentaba en función de la generosidad de los académicos israelíes, quienes ya en el primer encuentro expresaron su disposición a negociar el estatus de Jerusalén, algo inadmisible para la cultura política israelí en 1993. Durante el segundo encuentro, llevado a cabo el 11 de febrero, la buena predisposición de los académicos israelíes alcanzó proporciones insólitas. Dijo Hirshfield: “Aquí debo aclarar algunos de los trazos de nuestra nueva política hacia ustedes: se concentra en la necesidad de mejorar las condiciones en la Margen Occidental y Gaza incluso si genera efectos negativos sobre la economía israelí”. Para asegurarse de que sus colegas palestinos comprendieran bien el punto, Pundak insistió: “Otro aspecto de la nueva política se concentra en dar una oportunidad al desarrollo de la economía allí [en los territorios] sin considerar las repercusiones sobre nuestra economía”. Desacostumbrados a tales muestras de generosidad en el Medio Oriente, los negociadores palestinos concluyeron que ese era el marco ideal para la elevación de todas sus demandas. Tal como escribió Abu Mazen: “Notamos que las líneas rojas israelíes apenas habían sido definidas, hecho que permitiría a nuestro equipo plantear todos los temas que consideráramos necesarios en los siguientes encuentros…”. Pero la OLP entendía que si las ofertas israelíes no contaban con apoyo oficial, todo el diálogo sería una pérdida de tiempo, ergo demandaron que el mismo fuera oficializado.

Recién en el sexto encuentro, el 21 de mayo, se unió al canal secreto el primer oficial israelí: Uri Savir, director general del Ministerio de Relaciones Exteriores. Para entonces el canal secreto contaba con el beneplácito del canciller Simón Peres. Para no despertar sospechas, Savir voló de Tel Aviv a París, visitó al embajador israelí en Francia, cumplió con las formalidades diplomáticas e informó al embajador de que no necesitaría escolta diplomática por los siguientes dos días, dado que acudiría al festival de Cannes. Luego se dirigió a la habitación de su hotel, desacomodó las sábanas de la cama, tiró un par de toallas al piso, dejó parte de su equipaje, colgó el cartel de Ne pas dérangez S.V.P. en la puerta y se marchó hacia el aeropuerto Charles De Gaulle a tomar un vuelo hacia Oslo vía Copenhague.

Para cuando Savir se incorporó a las negociaciones, cuatro meses habían transcurrido y un borrador de un acuerdo había sido redactado. La falta de experiencia en negociaciones diplomáticas de los profesores, así como su interés en la economía, más que en aspectos de seguridad, quedó reflejado en el texto del borrador con referencias a proyectos de cooperación económica y joint-business ventures. Rápidamente Savir descubrió que los aspectos de seguridad habían sido completamente ignorados y preparó un informe para Simón Peres. Antes de que Savir regresara a Israel, se decidió que Larsen actuaría de nexo entre Túnez y Jerusalén y se estableció un código de comunicaciones: Arafat era “el padrino”; Abu Mazen, “el fantasma sagrado”; Abu Ala, el “número uno”. Etc. Otro tanto del lado israelí: Rabín era “el padrino”; Beilin, “el hijo”; Savir, el “número uno”, etc.

En Jerusalén, Peres presentó a Rabín el informe armado por Savir, y el premier reaccionó con gran escepticismo. Al tanto de que los académicos no habían recibido entrenamiento como negociadores y de que Savir nunca había participado en negociaciones entre israelíes y árabes, Rabín decidió solicitar la opinión del abogado Yoel Singer, un excoronel del Ejército israelí que trabajó en el departamento legal del Ministerio de Defensa. Singer había participado en las negociaciones con los egipcios en 1979, había trabajado para Rabín cuando éste fue ministro de Defensa y además poseía una formidable reputación de ser firme en las negociaciones. Singer fue contactado en Washington DC, donde trabajaba para el prestigioso estudio legal Sidley & Austin, e inmediatamente tomó un vuelo a Israel para examinar un documento “muy confidencial”, tal como le dijeron. “¿Qué se supone que es esto?”, gritó Singer luego de ver el documento y de arrojarlo contra la mesa. “¡Esto no es el borrador de un acuerdo! ¡Es una pizca de cruda sensiblería!”. Al recordar aquel momento, Singer escribió en 1998:

El borrador de Oslo había sido escrito de manera poco profesional, y en un inglés pobre. Algunas de las ideas me parecían confusas, y otras estaban demasiado inclinadas hacia los palestinos. Yo tenía respeto por Peres, Beilin y sus asistentes, pero temía que, en su entusiasmo por obtener un acuerdo, se hubieran extralimitado. No estaba particularmente impresionado por sus historias de química entre las partes en Oslo. Desde mi punto de vista, la química tenía que ser combinada con la física, es decir, había que posicionar los intereses israelíes lo más firme posible. Así es que les advertí, en los términos más francos, de que no firmaran semejante documento.

Como resultado de las recomendaciones de Singer, Rabín ordenó a Peres detener las negociaciones secretas. Sin embargo, el ministro de Exteriores logró convencer al primer ministro de que revertiera su decisión y, con la condición de que Singer se uniera al club Oslo, Rabín aceptó. “Quiero oír de tus propios labios si la oferta de la OLP es real. Debes ir a Oslo”, dijo Rabín a Singer. El séptimo encuentro en Oslo, el 13 de junio, contó con la presencia de Singer. Al siguiente encuentro Singer presentó los requisitos básicos que deberían preceder a la firma de cualquier acuerdo entre Israel y la organización palestina: que la OLP reconociera el derecho a la existencia del Estado de Israel; que la OLP reconociera las resoluciones de la ONU 242 y 338; que la OLP renunciara al terrorismo y que la OLP proclamara inoperativos los artículos de la Carta Nacional Palestina que contradijeran el espíritu del proceso de paz. Estos puntos fueron introducidos por primera vez el 27 de junio, es decir, cinco meses después del inicio del canal secreto. Fue a partir de este momento que los negociadores palestinos comprendieron que, después de todo, Israel sí tenía sus líneas rojas. Las negociaciones continuaron sobre estos y otros temas a lo largo de otras cuatro reuniones; hasta que en el duodécimo encuentro, el 14 de agosto, una seria crisis estalló y la posibilidad de que el canal secreto cerrara emergió en el horizonte. Peres decidió lanzar una operación de salvataje y el 17 de agosto viajó a Estocolmo a reunirse con Joahn Joergen Holst, el canciller noruego. Las negociaciones continuaron por teléfono con Holst, Peres y Singer en Estocolmo, Rabín en Tel Aviv y Arafat, Abu Ala, Hasán Asfur y Yaser Abd Rabo (un nuevo integrante del club) en Túnez. Después de siete horas y nueve llamados entre Túnez y Estocolmo, más un número similar de llamados entre Estocolmo y Tel Aviv, las restantes diferencias fueron superadas.

Tres días más tarde, el 20 de agosto, el día que Peres cumplió 70 años, el acuerdo fue completado y firmado en Oslo. Para la ceremonia, los mediadores noruegos (con el consentimiento de Peres) trajeron especialmente de un museo la mesa de roble sobre la cual se había firmado la secesión noruega de Suecia, en 1905. El servicio secreto noruego filmó el acto, que comenzó a las 2:45 am. El mismo día, nueve soldados israelíes habían muerto a manos del Hezbola, lo que llevó a Peres a solicitar que la ceremonia tuviera un perfil bajo. “La sangre y el champán no encajan”, señaló solemnemente. Los dictados de la discreción y el secreto, tan cruciales para el éxito de las tratativas, representaron una carga extra para los miembros del club Oslo. Para mantener los encuentros clandestinos lejos de la atención de la prensa y del cuerpo diplomático acreditado en Oslo, los mediadores noruegos modificaban continuamente los lugares de reunión. A su vez, para eludir a los servicios de inteligencia asentados en Europa, los negociadores israelíes y palestinos triangularon sus vuelos y emplearon rutas menos usuales, evitando Fráncfort y Londres, por ejemplo. Se pergeñaron excusas para el caso de que se toparan con algún conocido inesperado. En el Ministerio de Exteriores israelí, los viajes frecuentes al extranjero de Uri Savir fueron explicados aduciendo que estaba negociando discretamente asuntos económicos con gobernantes del Golfo Pérsico. Cuando Savir y Singer viajaron juntos por primera vez a Oslo en junio, el vicecanciller noruego, preocupado, los recibió con un informe de France Presse que decía que se estaban realizando reuniones secretas entre oficiales de la OLP y de Israel en Noruega. Afortunadamente, ese mismo fin de semana escritores israelíes y palestinos estaban reunidos en Oslo, y los mediadores noruegos hábilmente desviaron la atención periodística hacia aquel acontecimiento. En otras oportunidades, algunas indiscreciones de los miembros del club provocaron inquietud. A finales de junio Simón Peres anunció públicamente que era inminente un acuerdo entre israelíes y palestinos, cuando el canal paralelo de Washington no mostraba otra cosa que estancamiento. La OLP expresamente pidió a Peres que controlara su excitación, pues sus declaraciones estaban despertando sospechas en círculos árabes y forzando a la OLP ya no a abstenerse de difundir la noticia, sino a negarla totalmente. Peres respondió argumentando que él necesitaba ir preparando a la opinión pública israelí. El temor a las filtraciones obligó a la OLP a prescindir de asesoría legal a lo largo de todo el proceso. Taher Shash fue el primer abogado en revisar el documento… durante la última sesión en Oslo. Sobre la OLP pendía un delicado dilema: por un lado debía mantener en secreto el canal de contactos para evitar intromisiones de la prensa y, más importante aún, minimizar reacciones hostiles dentro de su propia organización, y en el mundo árabe y musulmán en general; pero, por otro lado, la OLP necesitaba generar el apoyo político regional que garantizara el éxito de las negociaciones.

Aquí la OLP también comenzó a lidiar con algunas de las secuelas de haber generalizado su causa en el pasado. Tal como explicó Abu Mazen: “Al haber considerado la cuestión palestina un tema de [preocupación para] todos los árabes y musulmanes, cualquier facción árabe o musulmana, de cualquier importancia, podía demandar su porción en el proceso de toma de decisiones palestino”. De común acuerdo entre ambas delegaciones, Israel informó a los Estados Unidos y la OLP a Egipto. Por su cuenta, la OLP discretamente puso al tanto de los contactos secretos a Túnez, Arabia Saudita, Marruecos y Rusia. Los rusos protestaron eventualmente la falta de cortesía israelí de haberlos mantenido ignorantes del canal secreto, y los israelíes hicieron saber su desagrado a los palestinos por su falta de tacto diplomático. Quien se sintió verdaderamente ofendido por no haber sido informado fue el monarca de Jordania, a quien ni israelíes ni palestinos hicieron mención alguna del canal secreto. Considerando que casi cien personas sabían del mismo –entre noruegos, israelíes, palestinos, norteamericanos, rusos, egipcios, marroquíes, tunecinos y saudíes–, fue un verdadero milagro que los medios de comunicación no se enteraran de las negociaciones por un período de casi nueve meses… por no hacer mención a los varios servicios de inteligencia estacionados en Europa y el Medio Oriente.

Al contrario de lo tradicional en negociaciones internacionales, en las que un Estado define su agenda y envía luego a sus emisarios a negociarla, los Acuerdos de Oslo sufrieron un proceso inverso: tanto el liderazgo de la OLP como el israelí fueron prácticamente tomados por sorpresa. El secreto significó para Israel que ningún experto en seguridad participara o fuera informado del canal de contactos. Ningún oficial del Mosad, la inteligencia militar o cualquier otra agencia participó en la confección del acuerdo más crucial de toda la historia de la joven nación. Hasta que Singer se incorporó a las discusiones, Isaac Rabín no tuvo el beneficio de una asesoría imparcial, dado que Peres, Beilin, Savir y los académicos eran conocidos por sus tendencias en pro del diálogo con los palestinos, y es razonable asumir que su propio entusiasmo influyera en su comportamiento. Dore Gold, exembajador israelí ante la ONU, lo expresó así:

Para cualquiera de ellos, tras las consultas iniciales, la conclusión de que había que interrumpir el contacto con Arafat hubiera significado enterrar una de las cuestiones de fe más importantes para la izquierda israelí.

Como resultado de una excesiva dependencia de académicos que no tenían experiencia diplomática y que avanzaron posiciones que contravenían la filosofía tradicional de la política exterior israelí, una vez que las discusiones fueron elevadas a nivel oficial los negociadores israelíes debieron pasar los siguientes cuatro meses haciendo concesiones tan solo para desconocer algunos de los puntos que los palestinos y los profesores israelíes ya habían acordado. El temor a que información sobre el canal secreto trascendiera a la esfera pública creó una presión adicional por finalizar el documento. “Estábamos histéricos por las filtraciones”, dijo Uri Savir. El apuro quedó reflejado en el acuerdo. Luego de ver el borrador, el primer abogado israelí en estudiarlo acotó: “Lo lógico hubiera sido tirarlo y empezar todo de nuevo”. Pero Singer recibió instrucciones de no hacer modificaciones significativas: “Tal como me explicaron en la cancillería, las negociaciones se habían prolongado durante seis meses y los palestinos estaban ansiosos por firmar en uno o dos encuentros. Si yo introdujera cambios sustantivos, dijeron, todo el proceso podría colapsar”. Revelador de este hecho es el siguiente diálogo mantenido durante la sesión final del canal secreto, el 20 de agosto de 1993. Aquí Singer intentó, en vano, lograr que la OLP emitiera un llamamiento público a la interrupción de la intifada.

El diálogo tuvo lugar once horas después de que las iniciales hubieran sido puestas sobre la Declaración de Principios (el documento firmado, en inglés DOP):

–Singer: Respecto a los siete puntos, sé que el texto está en árabe ¿tiene un texto en inglés?
–Abu Ala: Bueno, tenemos una traducción no oficial.

–Singer: ¿Puede pasarnos el texto traducido?
–Abu Ala: Será mejor que lo lea [leyó lentamente].

–Singer: Entiendo, a partir de su conversación con Savir e Hirshfield, que ustedes rechazan nuestra demanda de que detengan la intifada, que ustedes no pueden garantizar que será detenida.
–Abu Ala: La intifada no puede ser detenida con una decisión. Mire lo que está sucediendo en Egipto. El Estado toma decisiones, pero hay grupos que trabajan en su contra. Por ende, no se trata de un tema de decisiones. Es necesario que trabajemos juntos para ganar el favor del pueblo; pero no tomar una decisión que nos ponga en confrontación con el pueblo. Esto no servirá a la paz que estamos buscando. Y, tal como usted notó en el texto que leí, hay una clara mención a la seguridad y a la paz. La intifada es una forma de resistencia a la ocupación y a la injusticia. Las razones por las que la intifada estalló deben ser removidas.

– Singer: No estamos autorizados a discutir ahora el texto o sus borradores, ergo tan solo podemos reflexionar. ¿Hay una fecha específica en la cual la intifada pueda terminar?
–Abu Ala: Cuando haya progreso práctico y genuino que consolide el proceso de paz, la gente misma cambiará de conducta, pero no puede ser detenida por una decisión. La intifada no es un feriado.

–Singer: ¿Puede Túnez emitir una proclama que llame al fin de la intifada?
–Abu Ala: No, eso no es posible. La intifada continúa porque sus causas continúan y, a menos que haya progreso tangible, continuará.

–Singer: ¿No puede la OLP pedir al pueblo que sea positivo y ponga término a la intifada por otros medios? ¿Decirles que vayan a trabajar en lugar de cargar piedras y reemplace la violencia con la cooperación?
–Abu Ala: No hay lugar para eso en el comunicado. El comunicado menciona el terrorismo, al que nos oponemos, y la seguridad, que apoyamos. El progreso debe estar en la práctica. Permítame hacerle una pregunta: ¿quieren a una OLP débil o fuerte?

–Singer y Savir: La queremos fuerte.
–Abu Ala: Bien, pongámonos de acuerdo con el comunicado que contiene vuestras garantías. Cuando haya progreso en la práctica, automáticamente pediremos a nuestro pueblo que se oriente hacia lo constructivo.

–Singer: ¿Puede decir que la continuación de la intifada es incompatible con la DOP que hemos acordado?
–Abu Ala: La intifada no es un edificio que pueda ser demolido, pero podemos agregar al comunicado que estamos entrando en una nueva fase, por ejemplo.

–Singer: Quedé muy bien impresionado por su discurso de apertura. Contiene palabras y expresiones que pueden ser mencionados en el comunicado. La DOP está llena de expresiones que significan paz y cooperación. ¿Por qué no puede la OLP decir: “Detengan la intifada”?
–Abu Ala: La DOP es un paso fundamental hacia la paz y refleja el cambio en la política de la OLP. En consecuencia, el actual comunicado y el documento son suficientes.

–Singer: Usted ha mencionado a Uri Savir el borrador de otro comunicado que incluye puntos sobre estos temas y cuestiones que hemos planteado. ¿Puedo tener una copia?
–Abu Ala: Lo leeré [leyó el comunicado]. Estas son las ideas de nuestra parte. Espero que tengan presente que ustedes no quieren solamente un pedazo de papel, ni presionar a la OLP. Ustedes necesitan una OLP fuerte. El test real es nuestra cooperación y la implementación de la Declaración de Principios.

La excitación de los negociadores con las tratativas y la premura por obtener un acuerdo con los palestinos restringieron el margen de maniobra de Singer. “Si alguien que no es un médico está practicando una operación de apéndice y en medio de la misma se la pasa a uno, uno no puede simplemente empezar desde el principio”, explicó Singer, ilustrando la razón por la cual la DOP tiene tantos agujeros legales, al punto de que el propio Rabín admitió que se parecía a un queso suizo. Las minutas recién citadas también exponen una táctica palestina, ya presente durante las negociaciones, que pendería luego sobre todo el proceso de paz durante la fase de implementación: el uso de la amenaza de violencia como carta de negociación (en este caso, no detener una revuelta violenta “hasta que haya progreso tangible”, como dijo Abu Ala). Al mismo tiempo, la delegación palestina no podría haber accedido al pedido israelí de frenar la intifada, dado que hubiera sido el equivalente a una admisión de responsabilidad en la administración de la revuelta popular. Solo si presentaba la intifada como un levantamiento espontáneo, no artificial y de perpetuación podía la OLP evitar dañar la naturaleza genuina de la “guerra de las piedras”, a la vez que mantenerla como una carta de negociación.

El 29 de agosto de 1993 –luego de catorce encuentros clandestinos y varios borradores de la DOP–, la prensa israelí publicó la noticia del canal secreto. Israel estaba en shock. En Túnez, Arafat ajustó su seguridad personal y convocó una agitada reunión del Comité Ejecutivo de la OLP. En Gaza y la Margen Occidental, el rumor empezó a circular y los palestinos comprendieron que su futuro cambiaría radicalmente. En Oslo, Holst y Egeland dieron una conferencia de prensa para informar sobre el canal secreto ante un azorado público. En Washington, las delegaciones palestina e israelí recibieron la noticia con asombro y con igual cuota de furia; habían estado conduciendo un circo en las principales capitales del mundo mientras las negociaciones reales eran llevadas a cabo en los bosques de Noruega.

El canal de Oslo fue un éxito fabuloso en la historia de la diplomacia secreta. El 30 de agosto Rabín presentó el acuerdo ante el asombrado Gabinete israelí y aclaró que ningún tipo de modificación podía ser efectuada. Una de las voces más escépticas fue la del jefe del Estado Mayor Conjunto, general Ehud Barak (años más tarde se convertiría en primer ministro), que argumentó que lo de proteger a los colonos israelíes mientras al tiempo que se cedía territorio a los palestinos iba a ser una empresa difícil. El servicio secreto perdería margen de maniobra, y si el experimento fracasaba la reacción internacional impediría a Israel retomar las zonas cedidas a la OLP.

Al final, salvo dos abstenciones, todo el Gabinete votó a favor del acuerdo. La autoridad que desprendía la figura de Rabín contribuyó significativamente a la favorable recepción del mismo. Tal como observó el analista David Makovsky, su pragmatismo y sus credenciales militares lo convertían quizás en el único líder capaz de vender la DOP al Gabinete y al público israelíes. A su derecha, políticos como Benjamín Netanyahu tenían credibilidad, pero no la voluntad para reconocer a la OLP y realizar concesiones territoriales. A su izquierda, políticos como Shimón Peres tenían la voluntad, pero no gozaban de la credibilidad. Rabín poseía ambos atributos.

Mientras tanto, la OLP e Israel aún debían discutir los términos del reconocimiento mutuo. Durante los primeros días de septiembre, los negociadores se reunieron en París para ultimar detalles. Israel reconocería a la OLP sí y solo sí la organización palestina reconociera el derecho a la existencia israelí en paz y seguridad, revocaba los artículos de su Carta Nacional que llamaban a la destrucción de Israel, aceptaba las resoluciones 242 y 338 de la ONU, renunciaba al terrorismo y ponía término a la intifada. Ninguna de estas cuestiones había sido acordada en la DOP. Respecto al primer punto, la OLP respondió que reconocería el derecho a la existencia de Israel en “fronteras seguras y reconocidas”. Israel protestó por la ausencia de la palabra paz e insistió en que fuera incorporada. En cuanto al segundo punto, la OLP no aceptó la formulación en el sentido de que la Carta “no está en efecto y no es operativa” y se limitó a conceder: “No está en efecto”. “¡Es lo mismo!”, dijo Abu Ala. “La Carta no ha estado operativa por años, y ciertamente no está en efecto. Hemos decidido reconocer a Israel en 1988”. Los israelíes no comprendían la razón de la actitud palestina. Si era lo mismo, ¿por qué no decirlo, simplemente? (Se recordará además que en la declaración de 1988 Israel fue definida como colonialista, racista y fascista, un reconocimiento no del todo convincente). Los palestinos adujeron además no tener una copia en inglés de la Carta, con lo cual no podrían conjuntamente determinar qué artículos específicos debían ser anulados. Los israelíes presentaron copias en inglés de la misma y finalmente la OLP accedió a la demanda israelí y se comprometió a modificar la Carta a futuro. La OLP aceptó las resoluciones de la ONU, renunció formalmente al terrorismo y Arafat prometió llamar a su pueblo a orientarse en el sendero de la normalización de las relaciones con los israelíes, pero sin nombrar la palabra intifada.

Dennis Ross, diplomático norteamericano muy involucrado en negociaciones de paz entre israelíes y árabes, recomendó que la carta en la que la OLP declarara su renuncia al terrorismo incluyera una frase de que aquella no solo renunciaba a la violencia, sino que disciplinaría a los individuos o grupos que recurrieran a ella, algo que estaría en concordancia con el Acta Antiterrorista norteamericana. Singer rápidamente abrazó la sugerencia. La OLP, por su parte, demandó correspondencia en el reconocimiento y además quería un compromiso israelí de que instituciones palestinas en Jerusalén Oriental no serían cerradas. Israel accedió al primer pedido y aceptó el segundo con la condición de que dichas instituciones tuvieran un carácter no político y no estuvieran asociadas a la OLP o la Autoridad Palestina (el organismo creado para gobernar a los palestinos). Peres dio el visto bueno, pero pidió que esta promesa israelí no fuera hecha pública. Abu Ala exigió un compromiso escrito, el cual se materializó en una carta enviada por Peres a Holst, que Abu Ala aceptó no publicar.

Se escribieron cuatro cartas que especificaban estos asuntos, y que legalmente complementan a la DOP: el reconocimiento del Estado de Israel por parte de la oLP (en una carta de Arafat dirigida a Rabín), el reconocimiento de Israel a la OLP (en una carta de Rabín dirigida a Arafat), el llamamiento de Arafat al pueblo palestino a renunciar a la violencia (en una carta de Arafat dirigida a Holst) y un compromiso israelí de no cerrar instituciones palestinas no vinculadas a la OLP en Jerusalén Priental (en una carta de Peres a Holst, luego revelada por Arafat en un discurso en Johannesburgo). Con indicaciones de Rabín, Arafat debía firmar sus cartas como “Titular de la OLP” y no como “Presidente de Palestina”, tal como acostumbraba hacer desde 1988. Además, Rabín indicó que no había necesidad de agregar la palabra estimado en la correspondencia israelí hacia Arafat. Arafat decidió hacer otro tanto.

La Administración norteamericana anunció que la ceremonia formal de la firma de los acuerdos sería efectuada en la Casa Blanca el 13 de septiembre. Peres lo haría en nombre del Estado de Israel. La contraparte palestina, Faruq Qadumi, se oponía a los acuerdos, ergo no los firmaría. Este atisbo de complicación diplomática cobró mayores magnitudes cuando Arafat dejó saber que él quería participar en la ceremonia, lo que demandaría que Rabín esté también presente. Luego de intensos contactos a 48 horas de la ceremonia, ambos fueron invitados. Abu Mazen fue seleccionado como el oficial que firmaría el acuerdo en representación de la OLP.

El 12 de septiembre, la delegación israelí partió de Tel Aviv rumbo a Washington, mientras que el contingente palestino abordó un avión de Túnez con destino a la capital norteamericana. A último momento Arafat decidió que su esposa no lo acompañaría. Abu Mazen temía que Suha capturara la atención de la prensa norteamericana a expensas de Arafat y compartió esta inquietud con su jefe, quien determinó que Suha viera la ceremonia por televisión desde Túnez.

A las 5 am del 13 de septiembre –a seis horas del inicio formal de la ceremonia de tres mil invitados, con personalidades del mundo diplomático, político y cultural, y millones de televidentes–, el teléfono sonó en la habitación de Aviv Gill, secretario de Simón Peres. Al otro lado de la línea estaba Hasán Asfur, quien le informaba de que Arafat no firmaría el acuerdo a menos que se introdujera un “cambio cosmético”. Arafat quería borrar el párrafo en que su agrupación era referida como parte de la “delegación palestino-jordana”, y también que la expresión “equipo palestino” fuera sustituida –a lápiz– por las iniciales “OLP”. Ahmed Tibi, ciudadano israelí asesor de Yaser Arafat que actuaba como intermediario, trasladó la respuesta israelí a la OLP: la primera demanda fue rechazada, la segunda aceptada. Dado que Israel había reconocido a la OLP, Rabín había decidido mencionar a la OLP como signataria del acuerdo, pero solamente al final del documento. Como Peres explicó, el Gabinete israelí había aprobado la DOP letra por letra, por ende era imposible efectuar cambios. Arafat notificó su desagrado y ordenó a Tibi informar a Peres de que regresaba a Túnez. “Si ese es el caso”, respondió Peres, “déjennos saber cuándo se marchan, así también nos vamos nosotros”.

A las 8:45 am los miembros de la delegación palestina se reunieron en la suite de Arafat para discutir el tema. A las 9:35 am Hanan Ashrawi señaló que se estaba haciendo tarde para llegar a tiempo a la Casa Blanca. Al final, Peres dijo a Tibi que las iniciales de la OLP serían insertadas en el documento. Luego Tibi se las ingenió para extraer una concesión más: que la corrección fuera tipeada en lugar de ser escrita con lápiz. A las 10:10 am Tibi telefoneó a Arafat para informarle de la “buena nueva”, a lo que el titular de la OLP respondió enviando dos besos, uno para Tibi y uno para Peres.

La comitiva palestina arribó a la Casa Blanca media hora antes del inicio de la ceremonia, y Arafat y Abu Mazen fueron introducidos en un hall. Mientras, Hayel al Fahum, miembro de la delegación palestina, bajo instrucciones de la OLP solicitó al jefe de protocolo ver el texto del documento. Para su sorpresa, los cambios acordados no habían sido implementados, las iniciales de la OLP no figuraban en ninguna parte. El oficial palestino informó al asesor legal norteamericano de que tenía estrictas instrucciones de no presentar la DOP a Abu Mazen si no incluía las modificaciones. El asesor legal consultó a Simón Peres, quien confirmó la autenticidad del cambio y sugirió que Abu Mazen tachara “delegación palestina” y la reemplazara con las iniciales de la OLP antes de firmar el documento. Los palestinos aceptaron, indicando que en ese caso Peres debería firmar el documento después que Abu Mazen para que la modificación quedase legalmente aprobada, pero el asesor legal norteamericano respondió que, según las normas del protocolo, Peres debía firmar primero. Al final, la última página de la DOP fue velozmente retipeada y agregada a todos los originales, en tanto que el cambio fue hecho a mano en el preámbulo, y las iniciales de Yoel Singer y Hayel al Fahum, agregadas al margen.

A las 11:10 am, con una demora de diez minutos, la ceremonia de la firma del primer y ultrafamoso acuerdo palestino-israelí comenzó.

Bibliografía

Abbas, Mahmoud (Abu Mazen). Through Secret Channels (Lebanon: Garnet Publishing Ltd., 1995).

Aggestam, Karin. “Two-Track Diplomacy: Negotiations Between Israel and the PLO Throught Secret and Open Channels”, Davis Papers on Israel’s Foreign Policy No. 53, Nov. 1996, The Leonard Davis Institute for International Relations, The Hebrew University of Jerusalem.

Corbin, Jane. Gaza First: The Secret Norway Channel to Peace between Israel and the PLO (Londres: Bloomsbury Publishin, 1994).

Gold, Dore. “Where is the Peace Process Going?”. Commentary, August 1995.

Makovsky, David. Making Peace with the PLO: Rabin´s Road to Oslo (Denver: Westview Publ. with The Washington Institute for Near East Policy, 1996).

Peres, Shimon. The New Middle East (NY: Henry Holt and Company, 1993).

Savir, Uri. The Process: 1.100 Days that Changed the Middle East (Nueva York: Vintage Books, 1998).

Waage, Hilde Henriksen. “Norwegians? Who needs Norwegians?”. The International Peace Research Institute in Oslo (Sept. 2000).

Danas (Serbia)

Danas (Serbia)

Por Julián Schvindlerman

  

El ascenso de los grupos ultra derechistas es inquietante – 23/09/18

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Entrevistó Vladimir Matkovic

-La carta escondida es su primera novela, o como usted dice novela biográfica. ¿Qué le inspiró a escribirla?

-Fui invitado a hacerlo por la principal protagonista. Recibí un llamado de una mujer que quería que yo narrase su historia familiar en clave de novela. Como soy ensayista e historiador, y no había escrito una novela hasta entonces, me reuní con ella con suma prudencia. La conocí, escuché su historia y me convencí que debía escribir sobre eso. Leila, como la he dado en llamar en mi novela, es hija de un matrimonio mixto entre un musulmán libanés y una judía lituana, ella nació en Uruguay. De manera que eso sólo ya ofrecía una buena base a para la ficción, pero la historia tiene mucho más de agregados, variantes personales y una gran cantidad de matices emocionales. También escribí sobre la generación previa, la que se fugó de la Europa nazi, por el lado de la madre, la que abandonó el Líbano para forjarse una vida mejor en América Latina, por el lado del padre. Una epopeya de emigrados que salieron, presionados o por libre decisión, a buscar su propio refugio en el mundo.

-En el libro vemos como el padre Fawwaz y su hija Leila especialmente exploran su propia identidad. Él se convierte en judaísmo, y ella descubre sus raíces árabes, en ese contexto, ¿cree que hay el espacio para el diálogo entre dos culturas, especialmente al saber que durante toda historia, las relaciones entre judíos y árabes eran correctas hasta 1948?

-Árabes y judíos han convivido en el Medio Oriente por siglos, así como en otros países de la diáspora. Esa convivencia fue positiva al compararla con la más complicada vinculación del Cristianismo con el Judaísmo, en Europa durante la Edad Media especialmente. Pero hay que reconocer que los judíos, al igual que los cristianos, tenían el estatus de “minoría tolerada” en las tierras donde el Islam gobernaba. No existió nunca la plena igualdad de derechos civiles, políticos o religiosos entre judíos, cristianos y musulmanes en el Medio Oriente en siglos previos. El nacimiento del moderno estado de Israel en 1948 potenció, pero no creó, las tensiones preexistentes entre árabes y judíos. Es cierto que adicionó el componente político que había estado ausente con anterioridad.

-En el libro usted menciona algunos puntos comunes importantes en torno a la memoria colectiva israelí, como es la historia personal de Eli Cohen, el espía israelí a quien los sirios capturaron y ejecutaron, o la vida en los Kibutzim. ¿Cómo ve usted todas complejidades de la sociedad moderna israelí, que es por un lado marcada con libertades de todo tipo y por otro lado marcada con la fe?

-Israel puede ser definida como una democracia religiosa. Hay libertad de credo para todas las minorías, desde ya, pero es claro que el judaísmo tiene un espacio preponderante. Loskibutzim, como se conocieron a las granjas colectivas pioneras de inicios del siglo XX en Palestina, eran de extracción socialista y laica, como el sionismo político en general, pero ambos estaban imbuidos de la historia religiosa judía: el Retorno de los Exilios, la Reconstrucción de Jerusalem, la conexión entre Tierra y Pueblo. Esta interacción entre secularismo y religión convive en la vida cotidiana social, política y cultural de Israel. También hay tensiones entre laicos y ultra-ortodoxos, pero la coexistencia, si bien por momentos es difícil, prospera.

-¿Actualmente en Israel se debate sobre la ley de Estado nacional judío, ¿qué piensa sobre este tema?

-Israel se define a sí mismo como un estado judío y democrático. Existen 15 leyes básicas que rubrican la dimensión democrática del país, ahora se agregó una nueva ley básica que asegura el carácter judío del estado. Esta nueva ley básica no deroga ninguna previa ley, de manera que la igualdad y respeto a las minorías no judías del país siguen resguardadas. La propia Declaración de la Independencia proclama los lineamientos de paz e igualdad que han guiado el destino de la nación. Si el juego democrático lo requiere a futuro, será derogada por medio de una votación. O no. En cualquier caso, la democracia israelí no está en riesgo. Israel acaba de anunciar lo que ya estaba estipulado en la Resolución 181 de las Naciones Unidas (1947) que dio cobijo jurídico al establecimiento del país: que Israel es un estado judío.

-En el libo también usted se refiere al antisemitismo en América latina. ¿Cómo es vivir en Argentina como judío, si sabemos que Argentina y algunos otros países de América Latina fueron refugio seguro para los criminales nazis?

-Sudamérica especialmente fue muy generosa con criminales de guerra nazis fugados de Europa tras la conclusión de la guerra. Mengele, Eichmann, Priebke y tantos otros asesinos escaparon hacia un destino seguro aquí. Fueron protegidos por gobiernos pro fascistas como el de Juan Domingo Perón y aun es una herida abierta para los judíos y los humanistas de la región. El Vaticano también los asistió con una ruta de escape, bajo el liderazgo de Pío XII, un Papa muy cuestionado por no haber hablado en público a favor de las víctimas judías de los nazis durante el Holocausto. En la actualidad, las cosas han cambiado y los gobiernos sudamericanos combaten legalmente el antisemitismo y la negación del Holocausto, como también lo hace en el plano moral el Vaticano.

-Uno de sus libros trata acerca de las relaciones del Vaticano y la Iglesia Católica con los judíos, ¿puede el papel de Jorge Mario Bergoglio, como primer Papa latinoamericano ser crucial para el dialogo?

-Francisco ha tenido amigos judíos en la Argentina desde antes de ser consagrado pontífice. Se ha vinculado con rabinos, ha hecho programas de televisión con ellos y ha escrito libros a cuatro manos con ellos. Él tiene una simpatía evidente por el pueblo judío y ha promovido los lazos con el judaísmo desde su rol de Santo Padre. Al igual que Benedicto XVI y Juan Pablo II ha continuado con la senda trazada por Juan XXIII en el Concilio Vaticano II, que ha reseteado las relaciones de la Iglesia Católica con el pueblo judío. La política hacia Israel, como una relación entre dos estados soberanos, sin embargo, es otra cosa. En esta área en general la Santa Sede ha sido pro palestina. Hay que recordar que Roma estableció lazos diplomáticos con Israel recién en 1994, fue así uno de los últimos estados occidentales en hacerlo. Aquí también el Papa Francisco ha continuado con la tradición vaticana.

-Usted también escribió un libro sobre Richard Wagner y su antisemitismo. Cuéntenos al respecto.

-Richard Wagner fue un compositor de música sublime y un antisemita ardiente al mismo tiempo. Es una contradicción simbólica que lo acompañó toda su vida, y tras su muerte, generó adhesiones y rechazos por igual. Muchos músicos judíos lo adoran y han querido instalar su obra en el estado de Israel. Sobrevivientes del Holocausto, historiadores y el público en general tienden a repudiarlo. Ergo, persiste un acalorado debate en el estado judío acerca de la representación pública de sus óperas allí. No hay ley alguna que prohíba a Wagner en Israel. Una democracia no puede hacer tal cosa con liviandad. Sí existe una tradición asentada de no permitir que las radios, televisión u orquestas estatales promuevan su música. Pues chocan dos símbolos: Wagner como símbolo cultural del nazismo y un gran antisemita él mismo, y los símbolos culturales del estado judío como son sus orquestas estatales. A nivel privado, quien quiera escuchar a Wagner en Israel puede hacerlo con libertad y los músicos israelíes que quieran tocar sus óperas pueden hacerlo en Viena, Bayreuth o donde quieran. Sólo se les pide que si su orquesta recibe auspicio público no lo hagan en Israel.

-El ascenso de los grupos ultra derechistas en Alemania es evidente. ¿Qué opina usted sobre esa tendencia actual?

-El ascenso de los grupos ultra derechistas en Alemania es un desarrollo inquietante que puede explicarse como espejo del fracaso de los gobiernos tradicionales en dar una respuesta efectiva a los desafíos de la inmigración masiva proveniente de África y el Medio Oriente. Años atrás, Angela Merkel abrió las fronteras del país a una masa de emigrados que en buena medida no se ha adaptado al multiculturalismo alemán, eso ha creado una presión demográfica, social y cultural muy fuerte, y una parte de la población germana reaccionó dando su apoyo a movimientos anti globalización, nacionalistas e incluso racistas. No todas las expresiones políticas de derecha en Alemania son neonazis, sólo una parte de ellas lo son, pero el ascenso de este segmento radical a la escena política es atemorizante, especialmente en un país que se comprometió con el “nunca más” a los extremismos.

-Los serbios aquí se ven a sí mismos como víctimas, y se comparan con los judíos. ¿Cómo analiza usted esas comparaciones de otros pueblos en general, que por sus razones comparan su sufrimiento con la Shoa de los judíos?

-Los judíos no reclamamos la exclusividad del sufrimiento humano, sabemos que otros pueblos han padecido atrocidades indescriptibles. Incluso durante la Segunda Guerra Mundial fueron perseguidos, encarcelados y asesinados gitanos, homosexuales, prisioneros de guerra cristianos, minusválidos y opositores alemanes, entre otras víctimas. Tan sólo buscamos ser cuidadosos en no universalizar el genocidio judío en manos de los nazis por considerar que tuvo una dimensión particular de saña con el pueblo judío. Fue contra los judíos que Hitler montó la Solución Final y fueron los judíos el foco de sus obsesiones. En su frenesí destructivo arrasó con muchos otros también. La Shoa fue algo único, y uno puede denunciar otros genocidios sin necesidad de compararlos con ella.

Compromiso

Compromiso

Por Julián Schvindlerman

  

Entrevista a Nicolás Sabuncuyan 12/17

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Año 11. No. 68

Nicolás Sabuncuyan es Director para la Argentina del Consejo Nacional Armenio de Sudamérica

-¿Qué se entiende por genocidio armenio?

El genocidio contra el pueblo armenio puede considerarse como el punto culminante de un proceso acumulativo de matanzas colectivas instrumentadas como política de Estado, que profundizaron el proceso de “marcaje” y el deterioro de las condiciones de existencia de los armenios en el Imperio Otomano desde el siglo XIX. A comienzos del siglo XX, esta política fue retomada a una escala más vasta por dos regímenes políticos sucesivos, y su resultado final sería el exterminio de un millón y medio de armenios, y cerca de 700.000 desplazados.


El primer régimen fue el gobierno del Comité Unión y Progreso (CUP), también conocido como Jóvenes Turcos, que tomó el poder en 1908. Entre 1915 y 1918, en el contexto de la Primera Guerra Mundial, los líderes del decadente Imperio Otomano proyectaron deshacerse de la llamada “Cuestión Armenia”, pueblo al que veían como una prolongación interna del enemigo externo, aniquilando a la población de forma sistemática. En su proyecto de expansión hacia el este, conformando un imperio panturquista con otros pueblos túrquicos de Asia, el exterminio era un paso necesario. El método más emblemático fueron las “caravanas de la muerte”, caminatas interminables por el desierto en donde morían en el trayecto mujeres, ancianos y niños, borrando la mayor parte de los rastros.


Tras la capitulación otomana, Mustafá Kemal retomó la bandera del nacionalismo turco y continuó con el plan sistemático de aniquilación de los armenios hasta la fundación de la República de Turquía en 1923. La fecha simboliza el “fin” del proceso de liquidación física (aunque no de hechos de violencia a lo largo de la historia moderna) junto a la implementación como política del negacionismo y de esfuerzos en diversos planos para erradicar todo recuerdo de la presencia étnica y cultural armenia en Anatolia.


-¿Cómo respondió la comunidad internacional en aquél entonces?

El genocidio armenio fue un hecho documentado en gran medida por diplomáticos y corresponsales de países de peso en la comunidad internacional como EEUU, Reino Unido, Rusia, Francia y Alemania. La actitud de los Aliados no fue uniforme durante todo el proceso, sino que varió de acuerdo a los intereses estratégicos en cada momento. Las potencias vencedoras de la Primera Guerra Mundial presionaron para que se realizara un juicio, que se concretó entre 1918 y 1919, sin que el Estado ejecutara las sentencias dado que la amplia mayoría de los perpetradores había buscado refugio en otros países, con la anuencia de los gobernantes.


El Imperio, que devendría en República, no quedó bajo ocupación total Aliada, ni sujeto a procesos efectivos de desmovilización militar y desarme. Ante el avance bolchevique en el Cáucaso, las potencias evitaron insistir en la cuestión, y a falta de intervención externa y de instrumentos internacionales para su juzgamiento, los perpetradores del genocidio gozaron de impunidad en términos jurídicos, siendo este el origen de que un sector político del pueblo armenio se organizara para hacer efectivo el cumplimiento de las sentencias con sus propias manos, habiendo agotado todas las instancias existentes.

-¿La Convención sobre Genocidios de las Naciones Unidas aplica a las masacres de los armenios a manos de los turcos a comienzos del siglo XX? ¿Ha definido la ONU posición al respecto?

El primer aspecto que debemos recordar es que el propio término genocidio fue acuñado por el jurista polaco judío Rafael Lemkin, según sus propias palabras, en función de lo ocurrido con los armenios a partir de 1915 y con las prácticas del nazismo. Jurídicamente, la noción fue incorporada en la Convención para la Prevención y Sanción del Delito de Genocidio en 1948. Sin embargo, debe aclararse que dicha Convención no fue constitutiva de un nuevo delito sino declaratoria de un crimen preexistente en el Derecho Internacional.

De este modo, entendemos, debe aplicarse retroactivamente, tanto porque este delito es considerado de lesa humanidad, como para poder cumplir con el objetivo de la prevención. La Subcomisión de prevención de discriminaciones y protección a las minorías de la ONU en 1985, a pesar de las fuertes presiones de la diplomacia turca y en gran medida con el invaluable aporte de Leandro Despouy, enviado por el presidente Alfonsín, aprobó el informe realizado por Benjamin Whitaker, que incorporaba el genocidio armenio a esta categoría.

-¿Qué alega Turquía para rechazar la designación de genocidio a la matanza perpetrada?

Puesto que el negacionismo es una política de Estado turca casi centenaria, ha ido atravesando distintas etapas. Dado que no puede ocultar el hecho de haber aniquilado a una porción de la población del imperio, ni invisibilizar la destrucción o la apropiación de su patrimonio, intenta no solamente relativizar el número de víctimas, sino contextualizar esas muertes en el marco de enfrentamientos o de medidas de reubicación desesperadas que llevaron a resultados trágicos en el marco de la Primera Guerra Mundial. Además, sostienen que no se puede aplicar la Convención de Genocidio a pesar de la derrota diplomática que sufrieron en 1985, y que están dispuestos a tender puentes de reconciliación, aunque la frontera con la República de Armenia fue cerrada unilateralmente por la Guerra de Nagorno Karabaj, y el discurso anti-armenio es una constante.

Esto hace difícil que los armenios puedan aceptar, por ejemplo, las condolencias de Erdogan ofrecidas para el Centenario del Genocidio, y que fueran más quienes lo leyeran como un oportunismo cínico que como un avance. En el siglo XXI es inadmisible que la máxima aspiración de la Causa Armenia sea que el presidente turco ofrezca condolencias por los muertos, como si el genocidio hubiera sido un accidente que no tiene consecuencias en la actualidad.

-¿De qué manera responde la comunidad Armenia a la negación turca?

La comunidad armenia tiene en la causa por el reconocimiento del genocidio por parte de su perpetrador su principal punto de acuerdo en todo el mundo. Dada la diversidad de contextos en los que se instalaron las comunidades, la lucha contra el lobby negacionista se expresa de maneras diversas, pero en cada contexto se intenta accionar en los ámbitos académicos, políticos, culturales, deportivos, religiosos, educativos y de beneficencia, con distintas herramientas. Me atrevo a decir que es muy difícil encontrar una actividad de cualquier comunidad armenia que no presente en una de sus aristas un contenido de esta lucha. Si bien las demostraciones de mayor masividad se producen los 24 de abril, fecha que rememora el inicio del genocidio, en cada acto escolar, en cada actuación de un equipo deportivo y en cada festival de danzas también se va a encontrar el reclamo permanente.

-En la actualidad, ¿qué países reconocen el genocidio del pueblo armenio como tal?

Argentina es el caso más significativo, ya que los tres poderes del Estado (Ejecutivo, Legislativo y Judicial) lo han reconocido. Este año se cumplieron diez años de la promulgación de la Ley Nacional 26.199, que declara el 24 de Abril de todos los años como el “Día de Acción por la Tolerancia y el Respeto entre los Pueblos”, en conmemoración del genocidio del que fue víctima el pueblo armenio. A su vez, Uruguay tiene la virtud de haberlo reconocido en 1965, con motivo del Cincuentenario.

Además de los mencionados, han existido reconocimientos por parte de Alemania, Bélgica, Bolivia, Canadá, Chile, Chipre, Francia, Grecia, Italia, Líbano, Lituania, Holanda, Paraguay, Polonia, República Checa, Rusia, Eslovaquia, Suecia, Suiza, Uruguay, el Vaticano y Venezuela. En Estados Unidos, salvo cuatro Estados todos tienen resoluciones al respecto, pero el gobierno federal se opone sistemáticamente a dar pasos en este sentido. También debe destacarse que organismos regionales como el Parlamento Europeo y el Parlamento del Mercosur se han pronunciado al respecto.

-Entrando en el plano de las relaciones internacionales, Israel no reconoce oficialmente a las matanzas como un genocidio. Su opinión por favor.

El reconocimiento del genocidio armenio por parte de los Estados genera siempre una reacción por parte de Turquía, principalmente de amenazas, que en general no puede cumplir por tratarse de una potencia regional que no puede prescindir de determinadas relaciones. Sin embargo, en el caso de Israel entiendo que sus relaciones con Turquía, que no atraviesan momentos de calma precisamente, son de las pocas que ha podido sostener durante décadas con el mundo islámico, y esto le otorga un valor especial. Es por ello que cada año cuando en el Knéset se discute el tema, y los parlamentarios los aprueban en comisión, entendemos que al no aprobarse no está vinculado con la cuestión histórica sino con las posibilidades geoestratégicas de generar un factor de discordia con Turquía. No tiene otros motivos de peso como Estado para no avanzar en la resolución, ya que es innegable la amistad y solidaridad entre los pueblos armenio y judío a lo largo de la historia.

-Armenia mantiene buenas relaciones diplomáticas con la República Islámica de Irán, cuyo gobierno oficialmente niega la existencia del Holocausto judío acaecido durante la Segunda Guerra Mundial. ¿Qué comentario le merece esto?

En línea con la respuesta anterior, la República de Armenia está situada en una región donde mientras uno de sus vecinos es Turquía, quien cerró su frontera unilateralmente, otro, Azerbaiyán, es uno de los contendientes en la Guerra de Nagorno Karabaj. Por lo que sus únicos vecinos con los que puede establecer relaciones son Georgia e Irán, siendo este último de un peso insoslayable para Armenia, especialmente en lo económico, además de la importante comunidad armenia que allí reside. Es difícil pensar que en estas circunstancias Armenia incorpore el tema de la Shoá en diálogo con Irán, pero el tipo de vínculo no es condicionante para que deba condicionar su posición al respecto. Entiendo que Armenia no puede hoy cambiar la posición de Irán, pero la postura de Ereván es clara al respecto.

-¿Cómo definiría la relación de las comunidades armenias y judías en la diáspora?

La relación entre las comunidades suele ser de mutuo respeto y de búsqueda permanente de trabajar en conjunto, esto en término de las instituciones. Como ejemplo, existe un convenio firmado entre DAIA y CNA desde 2011, y es habitual ver que distintas organizaciones expresen sus buenas relaciones a través de actividades y de la solidaridad, como es el caso de la posición de la comunidad judía en Argentina frente al genocidio armenio. A la vez, como grupos humanos que han atravesado una tragedia y a la vez han sido integrados a un esquema multicultural en Argentina, sin perder su identidad, los elementos en común son un factor de unidad permanente, más allá de las instituciones, y esto se ha transmitido a las sucesivas generaciones.

-Cuéntennos sobre las campañas de concientización y educación que realiza el Consejo Nacional Armenio-Argentina para Sudamérica en nuestra región.

El trabajo de concientización sobre el genocidio y los otros temas de la agenda de la Causa Armenia lo desarrollamos en el ámbito político, educativo y para la población en general. En el primero, es a través del contacto permanente con las autoridades nacionales y provinciales, con legisladores y dirigentes, que en general nos reciben con buena predisposición y nos acompañan en el desarrollo de nuestra agenda. En el ámbito educativo, a través del desarrollo de talleres destinados a la educación inicial y media, la capacitación de docentes y la organización y participación en Congresos y Cátedras alusivas a la materia. Hacia el público en general, nos dirigimos a través del trabajo con la prensa nacional y local, y el auspicio y promoción de actividades culturales vinculadas a la temática.

-Ha llegado a los cines una película (La Promesa) que retrata para una audiencia masiva las penurias de los armenios en Turquía durante los momentos previos y durante el genocidio. ¿Considera que se ha hecho un retrato fidedigno de los hechos?

La Promesa tiene la virtud de ser una película orientada a la audiencia masiva, y como tal, construye una narración donde une acontecimientos muy significativos de la población que sufriría el genocidio a través de los mismos protagonistas. Si bien es improbable que las mismas personas atravesaran todos ellos, cada uno está narrado con una fidelidad conmovedora, ya que no es tal vez lo que caracterice a la industria hollywoodense. Para quienes no conocen la cuestión, algunos hechos pueden parecerle excesivamente truculentos, pero son tal vez los más fieles a los relatos de los testigos. También el reflejo de la vida de los armenios en el Imperio previo al genocidio es un gran aporte.

El momento más épico de la película alude a un episodio de resistencia retratado en la novela histórica de Franz Werfel “Los cuarenta días de Musa Dagh”, donde un grupo de armenios decide resistir ante la avanzada genocida y lo logra exitosamente. Esta novela, según el crítico literario Marcel Reich-Ranicki, fue uno de los libros más leídos del Gueto de Varsovia, en el que estuvo junto a su familia hasta su escape en 1943. Así como no puedo evitar pensar en esa novela sin rememorar este hecho, espero que La Promesa cumpla una función en la lucha contra el negacionismo que la trascienda.

-Una reflexión final por favor.

En 1921 Soghomon Tehlirian le disparó frente a una gran cantidad de testigos en Berlín a Talaat Pashá, uno de los máximos responsables del genocidio armenio, que había huido a Alemania para escapar de la condena a muerte. El tribunal que juzgó a Tehlirian, luego de escuchar su propio relato y el de prestigiosos testigos que habían observado de primera fuente lo que había ocurrido en el Imperio Otomano, se quedó sin base moral para juzgarlo, y decidió dejarlo en libertad, alegando demencia.

La República de Weimar lo absolvió. Años después, en 1943, el “Tercer Reich” definió enviar el cuerpo del genocida Talaat para que fuera enterrado con honores en Estambul. Es innegable que ambos procesos genocidas están vinculados no solo en sus estructuras sino por los vínculos de los perpetradores. En innumerables ocasiones se menciona que Hitler les dijo a sus oficiales antes de invadir Polonia “¿quién se acuerda de los armenios?”. Más allá de discutir acerca de la fidelidad histórica de la cita, lo cierto es que los procesos genocidas se entrelazan y su impunidad incentiva la repetición. La complicidad y el aprendizaje que tuvieron los perpetradores, solo puede ser combatida con una respuesta a la altura del lado de las víctimas y de quienes defienden los Derechos Humanos.

The Algemeiner

The Algemeiner

Por Julián Schvindlerman

  

The Oslo accords, blame it on Norway – 13/09/18

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One of the most intriguing aspects of the Oslo Accords saga lies in the fact that it was Norway — a country culturally and geographically remote from the Middle East and relatively marginal in the arena of international politics — that managed to shape and lead a secret channel between two historical enemies of the Middle East.

Jane Corbin´s book Gaza First, and Hilde Henriksen Waage´s extensive monograph Norwegians? Who needs Norwegians?, offer a detailed account of Norway’s ties with Israel and the PLO, both before and during the secret negotiations that culminated in the Oslo agreement.

During the preceding four decades, this Nordic nation had maintained fluid relations with Israel, and during the previous two decades it had cultivated close links with the PLO. Initially, Norway saw the Jewish state as a pacifist country in a state of permanent existential threat, to the point that on several occasions, the Norwegian Labor Party launched pro-Israeli campaigns with the eloquent slogan «Let Israel live.»

Likewise, Israel’s original socialist orientation expressed in the kibbutz movement aroused admiration and sympathy in the Norwegian people and political establishment.

But after the Six-Day War, Norway became more critical of Israel, especially so the new generation of left-wing politicians, who viewed the Palestinian cause more sympathetically. Particularly vocal in this sense, was the Youth Organization of the Labor Party (AUF), whose members would later be instrumental in the creation of the secret channel between the Israelis and Palestinians.

Some of the AUF members were passionate defenders of PLO doctrine, as documented in a book authored by Haakon Lie, a former Secretary of the Norwegian Labor Party.

For example, Bjorn Tore Godal, a future Foreign Minister, in his capacity as president of the AUF, approved the following statement in 1971: «The AUF will support the forces fighting for the social and national liberation of the Palestinian people. The condition for a lasting peace must be that Israel cease to exist as a Jewish state and that a progressive Palestinian state be established where all ethnic groups can live side by side in complete equality.»

Terje Rod Larsen, who would later have a central role in the secret Oslo channel, wrote in 1977, as a member of the editorial committee of The Palestine News: «No to a two-state solution … we support the battle for the liberation of all Palestine.»

As the traditional pro-Israeli position yielded to the emerging pro-Palestinian orientation, Norway’s relations with the PLO expanded gradually but appreciably. During the first half of the 1970s, there were informal contacts with the PLO; afterwards, they were actively promoted.

Especially diligent in establishing ties with the hierarchy of the Palestinian organization was Hans Willhelm Longva, Norwegian ambassador to Lebanon in 1978, and later ambassador to Kuwait. From his post in Beirut, Longva established contact with Arafat, developed a good relationship with the Palestinian leader, and was involved in future mediation efforts.

In 1974 Norway voted in favor of inviting Yasser Arafat to speak at the United Nations, although months later, it voted against granting observer status to the PLO (this was partly due to the negative impact at home of the first decision). By the end of the 1970s, a pro-Palestinian trend was clear: Norwegian politicians, diplomats, and military men were having meetings with high-ranking PLO officials.

By the early 1980s, Norway was firmly on the path marked by other European socialist parties, especially in Austria and Sweden, in terms of relations with the PLO. The head of the Norwegian Labor Party, Reiulf Steen, met with Arafat in December 1982. Two weeks later, an official Labor delegation visited Tunisia. Among those who spent time with Arafat were Knut Frydenlund, a former chancellor, and Thorvald Stoltenberg, a future chancellor.

In April 1983, Arafat traveled to Stockholm to meet with Scandinavian Social Democratic leaders, among them then Norwegian Prime Minister Gro Harlem Brundtland. She later said: «I have found in Arafat an interesting and knowledgeable person. I have not met an extremist.» In January 1989, Stoltenberg made the first official visit by a Norwegian Foreign Minister to Tunisia, where the PLO headquarters were located. Since then, relations have flourished.

In light of such public displays of pro-Palestinian sympathies, it is not surprising that when the Swedish Socialist Party lost the election in 1991, the outgoing Chancellor, Sean Anderson, a man with strong ties to the PLO, told the Norwegian State Secretary Jan Egeland that Sweden was passing the torch to Norway. Nor is it surprising that Arafat green-lighted Norwegian participation in the secret backchannel talks, or that prominent Palestinian figures involved, such as Abu Mazen and Abu Ala, «talked in lyrical fashion while flattering the Norwegians,» as one author put it.

In the early 1990s, Norway was deeply involved in the creation of one of the most significant agreements in contemporary Middle East diplomacy. A quarter century later, Israelis and Palestinians are still suffering its consequences.
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[Versión en español]

Acuerdos de Oslo, la culpa es de Noruega

Por Julián Schvindlerman

The Algemeiner (NY) – 13/9/18

https://www.algemeiner.com/2018/09/13/the-oslo-accords-blame-it-on-norway/

Uno de los aspectos más curiosos de la saga de los Acuerdos de Oslo radica en el hecho de que fue Noruega, un país cultural y geográficamente alejado del Medio Oriente y relativamente marginal en la arena de la política internacional, quien logró dar forma y llevar a su conclusión exitosa un canal secreto entre dos enemigos históricos del Medio Oriente.

Jane Corbin en su libro Gaza primero (Bloomsbury, 1994) y Hilde Henriksen Waage en su extensa monografía ¿Noruegos? ¿Quién necesita noruegos? (Instituto Internacional para la Paz en Oslo, 2000), ofrecen un panorama muy rico en detalles acerca de los lazos de Noruega con Israel y la OLP antes y durante las negociaciones secretas que culminaron en el Acuerdo de Oslo.

Durante las cuatro décadas precedentes, esta nación nórdica había mantenido fluidas relaciones con Israel y durante las dos décadas previas había cultivado cercanos nexos con la OLP. Inicialmente, Noruega vio al estado judío como una nación pacifista en un estado de permanente amenaza existencial, a punto tal que en varias ocasiones el Partido Laborista noruego lanzó campañas pro-israelíes con el elocuente eslogan “dejen vivir a Israel”. Asimismo, la orientación socialista original de Israel expresada en el movimiento kibutziano despertó admiración y simpatía en la calle y el establishment noruegos.

Pero luego de la Guerra de los Seis Días la actitud noruega se tornó más crítica respecto de Israel, sobre todo entre los miembros de la nueva generación de políticos de la izquierda, quienes veían la causa palestina con mayor simpatía. Especialmente vocal en este sentido, fue la organización juvenil del Partido Laborista (AUF), en la cual participaban muchos de quienes en 1992 serían instrumentales en la creación del canal secreto entre israelíes y palestinos. Algunos de ellos eran apasionados defensores de la doctrina de la OLP, tal como documentó en un libro de su autoría Haakon Lie, ex Secretario del Partido Laborista noruego. Por ejemplo, Bjorn Tore Godal, futuro ministro de relaciones exteriores, en su capacidad de presidente de la Organización Juvenil del Partido Laborista, aprobó en 1971 el siguiente comunicado: “La AUF apoyará las fuerzas que luchan por la liberación social y nacional del pueblo palestino. La condición para una paz duradera debe ser que Israel deje de existir como un estado judío y que un estado palestino progresista sea establecido donde todos los grupos étnicos puedan vivir lado a lado en completa igualdad”. Terje Rod Larsen, quien tendría un papel central en el canal secreto de Oslo, escribió por su parte, en 1977, como miembro del comité editorial del Palestine News: “No a una solución de dos estados… apoyamos la batalla para la liberación de toda Palestina”.

Mientras que la tradicional posición pro-israelí cedía ante la emergente orientación pro-palestina, las relaciones con la OLP se expandieron gradual pero apreciablemente. Durante la primera mitad de la década de los setenta hubo contactos informales con la OLP; a partir de la segunda mitad de dicha década fueron activamente promovidos. Especialmente diligente en crear lazos con la jerarquía de la organización palestina fue Hans Willhelm Longva, desde 1978 embajador noruego en El Líbano y posteriormente embajador en Kuwait. Desde su posición en Beirut Longva estableció contacto con Arafat, desarrolló una buena relación con el líder palestino y participó en los futuros esfuerzos de mediación. En 1974 Noruega votó a favor de invitar a Yasser Arafat a disertar ante la ONU, aunque meses más tarde votó en contra de brindar status de observador a la OLP ante el organismo (esto se debió al negativo impacto doméstico que tuvo la primera decisión). A fines de la década de los setenta la tendencia pro-palestina era visible: políticos, diplomáticos y militares noruegos mantenían reuniones con oficiales de alto rango de la OLP.

Para principios de los ochenta, Noruega estaba firmemente encaminada en el sendero marcado por otros partidos socialistas europeos, especialmente en Austria y Suecia, en lo relativo a la modalidad de relaciones con la OLP. El titular del Partido Laborista, Reiulf Steen, se reunió con Arafat en diciembre de 1982. Dos semanas después, una delegación oficial laborista visitó Túnez. Entre quienes pasaron el año nuevo en 1982 junto al titular de la OLP estaban Knut Frydenlund, ex canciller, y Thorvald Stoltenberg, futuro canciller. En abril de 1983 Arafat viajó a Estocolmo a una reunión con líderes demócratas socialistas, entre ellos la entonces Primer Ministro noruega, Gro Harlem Brundtland. Posteriormente dijo: “Encuentro en Arafat una persona interesante y conocedora. No me he topado con un extremista”. En enero de 1989 Stoltenberg realizó la primera visita oficial por parte de un ministro de relaciones exteriores noruego a Túnez, donde residían los cuarteles de la OLP. Desde entonces los vínculos se potenciaron.

A la luz de semejantes muestras públicas de simpatías pro-palestinas, no es sorprendente que cuando en 1991 el partido socialista sueco perdió las elecciones, el saliente canciller -Sven Anderson, un hombre con fuertes nexos con la OLP- dijo al Secretario de Estado noruego Jan Egeland que Suecia le estaba pasando la antorcha a Noruega. Tampoco sorprende que Arafat haya aprobado la participación noruega en el canal secreto, ni que prominentes figuras palestinas involucradas, tales como Abu Mazen y Abu Ala, “se hayan expresado de manera lírica en sus halagos sobre los noruegos” en palabras de una autora.

A inicios de los años noventa, Noruega se implicó profundamente en la confección de uno de los acuerdos más significativos de la diplomacia del Medio Oriente contemporáneo. Un cuarto de siglo después, israelíes y palestinos siguen padeciendo sus consecuencias.

La Carta Escondida - Reseñas

Danas (Serbia) – 13/09/18

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Por Vladimir Maktovic
Danas (Serbia) – 13/9/18

https://www.danas.rs/kolumna/vladimir-matkovic/skriveno-pismo/

A los libros verdaderos los encuentras de alguna manera casual. No hay grandes campañas publicitarias, no hay titulares sensacionalistas que nos informan que ese es el libro del año, ni hay similares trucos de marketing. Los libros verdaderos encuentran a sus lectores de manera tímida y silenciosa. Eso exactamente me pasó a mí, cuando llegó a mis manos el libro de un serio analista de política internacional, el argentino Julián Schvindlerman. (Todo lo que el señor Schvindlerman hace puede verse en su sitio oficial www.julianschvindlerman.com.ar). Él escribió varios libros sobre la problemática de Medio Oriente, que es su especialidad particular. Recientemente, la editorial uruguaya Linardi & Risso publicó su primera novela La carta escondida; esperemos que no sea la última.

La protagonista principal, Leila, pidió al autor que en forma de novela contase la verdadera historia de su vida y de su familia mixta árabe-judía a la que pertenece. Leila por casualidad, leyendo una de los cartas de su padre se enteró que éste seguía siendo un musulmán, [a pesar de] que se había casado con una judía y se convertido al judaísmo. A sus suegros, el padre de Leila prometió que los niños iban a ser educados como judíos, pero él nunca renunció al islam, y lo prácticó en secreto. Todo se complica más porque él nunca, desde que emigró a Uruguay, anunció a su familia libanesa que se convirtió al judaísmo. Leila y sus hermanos fueron educados como judíos ortodoxos.

Esta historia es híper-textual y hay varios niveles de narración, hábilmente mezcla una historia familiar con el contexto político-social en que acontece. Leila está arraigada a la fe de su madre, en varias ocasiones partió desde Uruguay a Israel y, a su manera individual, contribuyó con la consolidación de Israel como estado del pueblo judío. Las descripciones de su labor en los kibutzim y su percepción de la fe están narradas de manera estupenda y muy interesante. Leila también viaja al Líbano para conocer a la parte árabe de su familia, a quienes no puede revelar su verdadera, propia identidad. Descubre que su tío era un terrorista y uno de los miembros prominentes de Hezbolá. Los parientes árabes de Leila le muestran con alegría y orgullo el Museo de Hezbolá. Por otro lado, es contada la historia de los abuelos de Leila que sobrevivieron el genocidio del Nacional-Socialismo y alcanzaron a salvarse al escapar hacia América Latina.

En 300 páginas, el autor nos cuenta esta historia tensa y difícil, pero al mismo tiempo no juzga, sino que intenta explicar y entender. Respeta la dignidad de la persona que quería contarle su historia. Surgen una multitud de cuestiones sobre la identidad, la fe, la pertenencia a un pueblo, a una nación, a un colectivo, y a la vez sobre la emigración, el exilio y la responsabilidad histórica. El escritor combina la narrativa, el ensayo, los acontecimientos personales y los datos históricos. El autor es exitoso en algo más, que suele acontecer en general cuando se escribe este tipo de sagas familiares: escapó a lo redundante y evitó lo patético. A los lectores les contó una historia que es árabe, que también es judía, pero que es por sobre todo universal. Y nos interpela a nosotros mismos, que hemos sobrevivido [en Serbia] todo tipo de situaciones similares, en esta, nuestra parte del mundo, en las últimas décadas.

Este libro nos enseña cómo se puede escribir sobre este tipo de cosas.