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Comunidades, Comunidades - 2014

Comunidades

Por Julián Schvindlerman

  

Periodismo e militancia – 13/08/14

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Estimado editor de la sección Mundo:

Las personas tenemos opiniones. Y tenemos derecho a albergar y a expresar tales opiniones. Pero tú sabes -o deberías saber- que hay unas pocas profesiones que imponen límites al ejercicio público de ese derecho. Por caso, Juez de Corte Suprema te obliga a ser objetivo. Secretario General de las Naciones Unidas te obliga a ser equilibrado. Periodista te obliga a ser neutral. Los jueces, los secretarios-generales y los periodistas tienen sus propios puntos de vista tal como el resto de los mortales, pero ellos más que ningún otro tienen el imperativo de ser objetivos, equilibrados y neutrales. Si fracasan en ejercitar esas cualidades, fracasan como profesionales.

Ya adivinas a donde voy con esta introducción elemental. Pues sí, creo que tu trabajo como informador de internacionales durante el primer mes de la guerra en Israel y en Gaza ha sido lamentable. No es que la tarea sea demasiado dura; algunos colegas tuyos efectivamente han honrado los principios del rubro y se han comportado como auténticos profesionales. Pero muchos otros, entre los que tú te encuentras, han traicionado los valores nobles asociados a tu labor de informador. Y lo han hecho de manera escandalosa.

Permíteme darte unos pocos ejemplos. Los hechos fueron claros: un movimiento terrorista fundamentalista agredió a una democracia liberal a la que ha jurado exterminar. El asunto no es muy complicado y debieras poder reportar los hechos con simplicidad. Informar, por el contrario, como has hecho hasta el cansancio, que Israel atacó Gaza, detallar la devastación y sólo hacia el final de tu reporte indicar que eso fue en respuesta a un ataque inicial de Hamas, bueno, eso es una canallada. Lisa y llana. Si sabes que Hamas ha empleado mezquitas como centros de comando, escuelas como custodios de arsenales y subsuelos de hospitales como guaridas de terroristas, entonces publícalo, y publícalo con la relevancia que el caso amerita. No en página última, sino de manera destacada. Tu criterio te indica que eso es una gran noticia periodística. No la dejes pasar. Vamos con otro. Egipto, la ONU y Estados Unidos propusieron al menos cinco treguas durante la contienda. Israel las aceptó a todas ellas, Hamas las rechazó o las aceptó pro forma pero las violó velozmente. Siendo este el caso, no informes que “las partes” quebraron el cese de fuego. No te hagas el bobo, conoces muy bien el desarrollo de los hechos. Repórtalos tal como fueron. Esa es tu tarea, para eso has elegido la profesión de periodista. Y por favor, ya no insistas con que hay un “ciclo de la violencia” cuando sabes perfectamente que una de las partes no ha estado más que respondiendo al fuego de quién la agrede y comenzó la guerra en primer lugar. ¿Sabes que sucedería si Hamas baja las armas? Se terminaría la guerra. ¿Sabes que sucedería si Israel lo hiciese? Se terminaría Israel. Piénsalo esta noche con la almohada.

Ahora bien, si tu sientes que tus opiniones son muy fuertes, que eres un apasionado de las cosas y que no puedes dejar tus pareceres de lado, está bien. No tienes porqué desesperarte. Hay muchas otras ocupaciones para ti. Puedes hacerte conductor de orquesta, como Daniel Barenboim, jugarla de humanista adolorido, hacer equivalencias morales entre agresores y agredidos y predicar sobre las complejidades de reconocer al otro en su singularidad. (Al hacerlo, asegúrate de anular los hechos incómodos de la realidad). Puedes hacer el papel del artista indignado, como Roger Waters y Elvis Costello, y anunciar con pompa que planeas boicotear a Israel, que jamás dignarás a esa tierra de hebreos violentos con tu pacífica presencia. Puedes dedicarte a actor de cine, como Javier Bardem y Penélope Cruz, y firmar solicitadas por las 1800 muertes palestinas en Gaza pero quedarte mudo cuando 1800 palestinos son masacrados en Siria. Puedes hacerte oficial de la Comisión de Derechos Humanos de la ONU, como Navy Pillay, y adoptar resoluciones tendenciosas que castiguen a Israel sin mencionar los crímenes de Hamas. Puedes hacerte presidente latinoamericano, como Cristina Fernández, y sermonear a los judíos -a setenta años del Holocausto- que “no se puede exterminar a todo un pueblo”, o actuar como Dilma Rouseff, tachar a Israel de genocida y retirar a tu embajador de Tel-Aviv, a la vez que apenas enfadarte cuando nueve mil niños pierden la vida en la vecina Siria o disidentes son torturados en el teocrático Irán. O puedes hacerte jurista respetado, como Richard Goldstone, y prestar tu buen nombre a la causa de la difamación de Israel; tendrás oportunidad años más tarde de arrepentirte y publicar notas en el New York Times y el Washington Post diciendo que de haber sabido entonces lo que supiste luego no hubieras escrito lo que has escrito. Incluso si tu vocación es el periodismo puedes hacerte valer en la página de opinión de tu diario: ése es el espacio justo para expresar puntos de vista. Deberás abandonar el rol de periodista y hacerte comentarista, pero te mantendrás en el gremio. Nada grave.

De modo que, como ves, hay muchas ocupaciones respetables a las que puedes dedicarte si lo tuyo es el anti-sionismo. Hay sólo unas pocas, poquísimas, en las que no deberías incurrir si tienes tales sentimientos. Periodismo es una de ellas. Haz lo correcto y dedícate a otra cosa. Créeme, muchísimos lectores te lo agradecerán.

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Periodismo y militancia (13/08/2014)

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Estimado editor de la sección Mundo: Las personas tenemos opiniones. Y tenemos derecho a albergar y a expresar tales opiniones. Pero tú sabes -o deberías saber- que hay unas pocas profesiones que imponen límites al ejercicio público de ese derecho. Por caso, Juez de Corte Suprema te obliga a ser objetivo. Secretario General de las Naciones Unidas te obliga a ser equilibrado. Periodista te obliga a ser neutral. Los jueces, los secretarios-generales y los periodistas tienen sus propios puntos de vista tal como el resto de los mortales, pero ellos más que ningún otro tienen el imperativo de ser objetivos, equilibrados y neutrales. Si fracasan en ejercitar esas cualidades, fracasan como profesionales.

Ya adivinas a donde voy con esta introducción elemental. Pues sí, creo que tu trabajo como informador de internacionales durante el primer mes de la guerra en Israel y en Gaza ha sido lamentable. No es que la tarea sea demasiado dura; algunos colegas tuyos efectivamente han honrado los principios del rubro y se han comportado como auténticos profesionales. Pero muchos otros, entre los que tú te encuentras, han traicionado los valores nobles asociados a tu labor de informador. Y lo han hecho de manera escandalosa.

Permíteme darte unos pocos ejemplos. Los hechos fueron claros: un movimiento terrorista fundamentalista agredió a una democracia liberal a la que ha jurado exterminar. El asunto no es muy complicado y debieras poder reportar los hechos con simplicidad. Informar, por el contrario, como has hecho hasta el cansancio, que Israel atacó Gaza, detallar la devastación y sólo hacia el final de tu reporte indicar que eso fue en respuesta a un ataque inicial de Hamas, bueno, eso es una canallada. Lisa y llana. Si sabes que Hamas ha empleado mezquitas como centros de comando, escuelas como custodios de arsenales y subsuelos de hospitales como guaridas de terroristas, entonces publícalo, y publícalo con la relevancia que el caso amerita. No en página última, sino de manera destacada. Tu criterio te indica que eso es una gran noticia periodística. No la dejes pasar. Vamos con otro. Egipto, la ONU y Estados Unidos propusieron al menos cinco treguas durante la contienda. Israel las aceptó a todas ellas, Hamas las rechazó o las aceptó pro forma pero las violó velozmente. Siendo este el caso, no informes que las partes» quebraron el cese de fuego. No te hagas el bobo, conoces muy bien el desarrollo de los hechos. Repórtalos tal como fueron. Esa es tu tarea, para eso has elegido la profesión de periodista. Y por favor, ya no insistas con que hay un «ciclo de la violencia» cuando sabes perfectamente que una de las partes no ha estado más que respondiendo al fuego de quién la agrede y comenzó la guerra en primer lugar. ¿Sabes que sucedería si Hamas baja las armas? Se terminaría la guerra. ¿Sabes que sucedería si Israel lo hiciese? Se terminaría Israel. Piénsalo esta noche con la almohada.

Ahora bien, si tu sientes que tus opiniones son muy fuertes, que eres un apasionado de las cosas y que no puedes dejar tus pareceres de lado, está bien. No tienes porqué desesperarte. Hay muchas otras ocupaciones para ti. Puedes hacerte conductor de orquesta, como Daniel Barenboim, jugarla de humanista adolorido, hacer equivalencias morales entre agresores y agredidos y predicar sobre las complejidades de reconocer al otro en su singularidad. (Al hacerlo, asegúrate de anular los hechos incómodos de la realidad). Puedes hacer el papel del artista indignado, como Roger Waters y Elvis Costello, y anunciar con pompa que planeas boicotear a Israel, que jamás dignarás a esa tierra de hebreos violentos con tu pacífica presencia. Puedes dedicarte a actor de cine, como Javier Bardem y Penélope Cruz, y firmar solicitadas por las 1800 muertes palestinas en Gaza pero quedarte mudo cuando 1800 palestinos son masacrados en Siria. Puedes hacerte oficial de la Comisión de Derechos Humanos de la ONU, como Navy Pillay, y adoptar resoluciones tendenciosas que castiguen a Israel sin mencionar los crímenes de Hamas. Puedes hacerte presidente latinoamericano, como Cristina Fernández, y sermonear a los judíos -a setenta años del Holocausto- que «no se puede exterminar a todo un pueblo», o actuar como Dilma Rouseff, tachar a Israel de genocida y retirar a tu embajador de Tel-Aviv, a la vez que apenas enfadarte cuando nueve mil niños pierden la vida en la vecina Siria o disidentes son torturados en el teocrático Irán. O puedes hacerte jurista respetado, como Richard Goldstone, y prestar tu buen nombre a la causa de la difamación de Israel; tendrás oportunidad años más tarde de arrepentirte y publicar notas en el New York Times y el Washington Post diciendo que de haber sabido entonces lo que supiste luego no hubieras escrito lo que has escrito. Incluso si tu vocación es el periodismo puedes hacerte valer en la página de opinión de tu diario: ése es el espacio justo para expresar puntos de vista. Deberás abandonar el rol de periodista y hacerte comentarista, pero te mantendrás en el gremio. Nada grave.

De modo que, como ves, hay muchas ocupaciones respetables a las que puedes dedicarte si lo tuyo es el anti-sionismo. Hay sólo unas pocas, poquísimas, en las que no deberías incurrir si tienes tales sentimientos. Periodismo es una de ellas. Haz lo correcto y dedícate a otra cosa. Créeme, muchísimos lectores te lo agradecerán.

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Infobae

Por Julián Schvindlerman

  

Cómo llegó Hamas a controlar Gaza – 09/08/14

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Tal como el proverbial cuento del hombre que pierde sus llaves en una zona oscura del barrio pero las busca en el patio de su casa sólo porque allí hay un faro de luz que le permite ver bien, la atención mundial sobre el último round bélico entre Hamas e Israel se ha vertido sobre los aspectos usuales que la prensa internacional ha destacado, a expensas de otras cuestiones que por no estar bajo el foco de luz mediático han quedado relegadas de la mirada global. Bien vale la pena echarles un vistazo pues ellas dicen mucho a propósito de la naturaleza de este conflicto, de la conducta de los combatientes y de la cultura de estos pueblos enfrentados.

Esta nueva confrontación -la tercera desde que Israel abandonó Gaza- no surgió de la nada; tuvo un hecho disparador y un actor responsable. El 12 de junio tres adolescentes israelíes fueron secuestrados y asesinados en Cisjordania. Sus ejecutores cantaron luego de matarlos. Pasarían tres semanas hasta que sus cuerpos serían hallados. En ese lapso y a modo de celebración, grupos jihadistas comenzaron a lanzar cohetes desde Gaza hacia poblados de Israel. Un gesto se popularizó en la calle palestina: una mano con tres dedos elevados, simbolizando a los tres jóvenes secuestrados y anunciando la esperanza de un nuevo intercambio como el de Gilad Shalit, soldado israelí secuestrado antaño por Hamas y recuperado a cambio de la liberación de 1027 terroristas que habían matado, en conjunto, a 569 israelíes. Cuando la policía israelí informó del arresto de dos sospechosos en el crimen, la madre palestina de uno de ellos declaró: “Estaré orgullosa de él hasta el día del Juicio Final… El objetivo de mis hijos es el triunfo del Islam”.

Al poco tiempo, en injustificada represalia, seis ultranacionalistas israelíes secuestraron y asesinaron a un adolescente palestino. Prácticamente toda la sociedad israelí se mostró consternada y el gobierno condenó enérgicamente el crimen. La madre de uno de los chicos israelíes asesinados denunció el acto de venganza y un tío hizo llegar sus condolencias personales a la familia de la víctima palestina. Estas respuestas moralmente dispares a crímenes similares no tuvieron el subrayado que merecían en la cobertura de medios.

El arresto de islamistas en Cisjordania y el crimen del joven palestino elevaron la determinación de Hamas de atacar a Israel. Cuando la cantidad y regularidad de misiles lanzados desde Gaza se tornaron intolerables, los israelíes respondieron con ataques aéreos. Los medios masivos de comunicación se ocuparon de mostrar las fotos de las víctimas palestinas: niños, mujeres, ancianos, familias enteras diezmadas en los bombardeos de la aviación hebrea; lo cual es trágico. Pero fracasaron en informar cabalmente sobre los diametralmente opuestos comportamientos militares de los contrincantes. Típicamente, Hamas escondió militantes y arsenales en zonas densamente pobladas de civiles. Para evitar o minimizar víctimas civiles palestinas, el ejército israelí llamó telefónicamente a los habitantes de los edificios en los que miembros de Hamas se ocultaban para advertirles que ese edificio sería próximamente atacado. A continuación la fuerza aérea disparaba un misil sin carga explosiva que, al impactar en el objetivo, servía de alerta a los residentes para que se diesen a la fuga. Recién entonces era lanzado el misil real. Esta técnica lleva por nombre “golpe en la puerta” en la jerga castrense israelí. En los anales de la historia militar es difícil hallar ejemplo semejante de sensibilidad hacia una población enemiga. Y sin embargo, la noticia apenas fue divulgada por la prensa internacional. Tristemente, tampoco recibió demasiada cobertura, si alguna, la reacción de Hamas, cristalizada en este comunicado de su Ministerio del Interior, publicado en la prensa gazatí: “El Ministerio de Interior advirtió a los habitantes a no prestar atención a los mensajes que las Fuerzas de Defensa israelíes transmiten a través de teléfono a los ciudadanos según los cuales deben desalojar sus viviendas inmediatamente [antes de los bombardeos]… El Ministerio solicita a los ciudadanos no prestar atención a esos mensajes y no abandonar sus hogares”. Los palestinos obedecieron a Hamas. Las fotos de sus cadáveres hicieron titulares de prensa críticos de la represalia militar israelí.

Tampoco fue lo suficientemente notado en los cables de prensa el hecho de que Hamas disparó cohetes contra Ashdod, donde está alojada la central eléctrica desde la cual Israel provee de energía a Gaza (aún durante la contienda); contra Jerusalem, lugar de residencia de las mezquitas más sagradas para el Islam y en cuyo nombre en el pasado los palestinos han lanzado intifadas contra los israelíes; y contra el centro atómico en Dimona, ubicado a pocos kilómetros de Gaza, cuya explosión presuntamente detonaría una carga radioactiva que afectaría no solamente a israelíes sino a masas de palestinos, egipcios, jordanos y según soplen los vientos quien sabe a quién más. ¿No debiera esta actitud genocida ser noticia de interés para la prensa internacional?

Boko Haram, ISIS, Al-Qaeda y los talibanes instantáneamente despiertan una mirada escéptica por parte de la opinión pública mundial. No así Hamas. A pesar de ser un movimiento fundamentalista islámico idénticamente comprometido con el desprecio hacia -y la lucha contra- los infieles, reina una cierta complacencia en la actitud periodística hacia él. Eso no es mérito de este grupo integrista. Es sencillamente suertudo: tiene por enemigo a una nación que la prensa ama odiar.