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Comunidades, Comunidades - 2007

Comunidades

Por Julián Schvindlerman

  

Las fotografias no premiadas – 27/02/07

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A mediados de febrero fue publicado mundialmente el resultado del certamen World Press Photo 2007, posiblemente el más prestigioso de su clase, cuya edición número 50 acababa de completarse. En el mismo participaron 4460 fotógrafos de 124 países que presentaron 78.083 imágenes, de las cuáles el jurado galardonó tan solo a 60 de ellas y en donde solamente una recibió el premio principal como la mejor foto del año que terminó. ¿Y adivine sobre que trató la foto ganadora de este hipercompetitivo concurso global? Por supuesto, sobre la infinita maldad israelí. La mejor fotografía del 2006 fue aquella que retrató la devastación de Beirut luego de los bombardeos israelíes durante la última guerra en El Líbano.

El jurado, presidido por una editora del New York Times e integrado por fotógrafos profesionales, editores de imagen y representantes de agencias de prensa de varios países, definió diez categorías diferentes las que a su vez estaban subdivididas en dos secciones. De las seis categorías relevantes a los propósitos de este artículo (vale decir, desconsiderando las categorías no políticas tales como “naturaleza”, las dos asignadas a “deportes”, y la de “arte y entretenimiento”), en cuatro de ellas hubo fotografías premiadas referentes a Israel. De esas cuatro categorías, en tres de ellas los primeros premios fueron para fotos que abordaban temática sobre Israel. En la única categoría en la que Israel estuvo presente sin haber obtenido el primer premio, la mitad de las fotografías seleccionadas eran relativas a ella. A su vez, una de las dos únicas fotografías receptoras de una “mención de honor” era sobre Israel. En otras palabras, de un total de 38 imágenes galardonadas en las categorías relevantes a asuntos políticos actuales, siete de ellas referían a Israel. Quiere decir que casi una quinta parte de estas fotos destacadas -previamente seleccionadas de entre más de 78.000 fotografías presentadas desde los cuatro puntos cardinales- estaban vinculadas al estado judío.

Esto nos muestra, una vez más, la atención desproporcionada que recibe Israel en nuestro planeta y su mala imagen a escala global. Invariablemente, las únicas dos situaciones retratadas en las fotografías en cuestión eran mayoritariamente sobre los estragos derivados de la incursión israelí a El Líbano y, en menor medida, sobre la retirada israelí de la Franja de Gaza. Ciertamente hubo fotos galardonadas que abordaron otras y muy diversas temáticas contemporáneas también: desde la violencia contra la mujer en Guatemala hasta la crisis humanitaria del Sudán, y desde las protestas en Nepal hasta la injusticia social en México. Incluso un tercer premio en una de las categorías fue para una imagen del asesinato a sangre fría de un palestino acusado de colaboración con las autoridades israelíes, efectuado por militantes palestinos en la vía pública.

Aún así, no deja de llamar la atención que tantos premios en tan variadas categorías hayan sido reservados para Israel y su presunta violencia. Los temas subyacentes en las fotografías relativas a Israel son los clásicos del género: el uso desproporcionado de su fuerza militar y la victimización árabe (los libaneses parecen haber desplazado a los palestinos en este caso). El foco está puesto en el sufrimiento libanés, y aquí advertimos una acentuada selectividad. Dejando de lado la inexistencia de fotos premiadas a propósito del daño y las muertes provocadas por los más de 4000 misiles disparados por Hizbollah contra los israelíes en 33 días, es dable recordar que durante la misma guerra terroristas del Hizbollah usurparon hogares de civiles indefensos libaneses para instalar plataformas lanza-misiles y los usaron como escudos humanos ante la esperada represalia israelí. Más no hubo fotos galardonadas sobre este acto de barbarie (asumiendo que algún fotoperiodista se haya molestado en tomarlas).

Es más, precisamente el año pasado -es decir, durante el período cubierto por el certamen- más de 600 palestinos fueron asesinados en Bagdad solamente y otros 100 fueron secuestrados y no se sabe nada de ellos. Los perpetradores son milicianos chiítas que resienten el buen trato brindado a éstos por Saddam Hussein. Conforme al relato de testigos, chiítas extremistas detienen en la calle a transeúntes y les exigen sus documentos de identidad, si comprueban que se trata de un palestino lo fusilan inmediatamente. Esta persecución ha fomentado un éxodo palestino de Irak hacia Siria y Jordania, países que “han impuesto fuertes restricciones al ingreso de refugiados, dejando a muchos de ellos atascados en la frontera en condiciones crueles e inhumanas” según el Jerusalem Post. Quizás haya sido difícil para un fotógrafo captar el momento exacto de las matanzas. ¿Pero por qué razón no hemos visto una sola foto de estos miserables palestinos perseguidos por chiítas iraquíes y abandonados sin misericordia en tierras de nadie por los alawitas sirios y sunitas jordanos? ¿Por qué tiene uno la sospecha que de haber sucedido esto mismo en Cisjordania hubiéramos visto incontables testimonios visuales de la tragedia, dentro y fuera del marco de concursos fotográficos? (Con galardones, desde ya). Este certamen viene desarrollándose casi anualmente desde 1955. En tres oportunidades anteriores la “foto del año” estuvo referida a los palestinos: en 1976 (imagen de refugiados palestinos en Beirut), en 1982 (masacre de palestinos en Sabra y Shatila), y en 1993 (niños palestinos blandiendo armas de juguete en Gaza). ¿Por qué su dolor no ha quedado documentado en imágenes masivamente distribuidas esta vez? ¿Podría ser que el sufrimiento de los palestinos sea ignorado cuando éste no pueda ser directa o indirectamente vinculado a Israel?

En su website, World Press Photo explica sobre el concurso que “éste ofrece un panorama de cómo los fotógrafos lidian con su trabajo en todo el mundo y de cómo la prensa nos da las noticias, juntando fotos de todas partes del globo para reflejar tendencias y desarrollos en el fotoperiodismo”. A la luz de esta selección, parece que tales tendencias y desarrollos son muy evidentes.

Comunidades, Comunidades - 2007

Comunidades

Por Julián Schvindlerman

  

¿Eilat también? – 10/01/07

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Quien creyera que los únicos reclamos territoriales foráneos que pesan sobre Israel en la actualidad se restringen a la Franja de Gaza y Cisjordania (por parte de los palestinos), los Altos del Golán (por parte de lo sirios), las granjas Sheba (por parte de Hizbollah), y Jerusalém (por parte del mundo entero prácticamente), bien haría en leer el artículo noticioso del Jerusalem Post del 24 de diciembre último conspicuamente titulado “Canciller egipcio: Eilat permanecerá israelí”. En efecto, parece que hay un debate en la sociedad egipcia a propósito de la propiedad de dicha ciudad.

No mucho tiempo atrás, un grupo llamado El Frente del Pueblo para la Liberación de Umm Rashrash ha sido establecido en Egipto. “¿Umm qué?” se preguntará Ud. Le explico: siglos atrás, los peregrinos que partían de Egipto hacia la Meca solían descansar en un pueblo llamado Bet El Hujaj que con el tiempo pasó a ser conocido como Umm Rashrash hasta que los sionistas arrebataron este trozo de tierra a los egipcios durante la Guerra de la Independencia de 1948/49 y lo rebautizaron con el nombre de Eilat. Los otomanos en 1906 afirmaron la propiedad egipcia sobre esta localidad en un decreto en el que la frontera entre Egipto y Palestina fue creada. Mapas y documentos de la época hallados en los archivos de la Liga Árabe confirman todo ello. Ésta es la verdadera historia, al menos si fuéramos a creerles a los aspirantes a la liberación de Eilat de manos israelíes.

¿Un movimiento marginal? Quizás. Aunque fue fundado por un parlamentario, y uno que además porta un nombre muy simbólico: Tala´at Sadat, sobrino de Anwar Sadat, el asesinado presidente egipcio que entabló el primer acuerdo formal de paz entre una nación árabe y el estado judío. Apenas una generación después, de su propia familia, emerge un disidente nacionalista opositor a la paz con Israel que sustenta su rechazo mediante un reclamo territorial extravagante. A pesar de estar encarcelado por representar “un peligro a las fuerzas de seguridad egipcias”, a las que acusa de haber matado a su tío Anwar, Tala´at ha anunciado que iniciará una colecta de un millón de firmas para presionar por la devolución de Eilat a Egipto y ha logrado instalar el tema como agenda de debate en el Comité de Asuntos Exteriores del parlamento dónde varios diputados opositores ya  han exigido la creación de un comité especial para “estudiar” el caso.

Al tratarse de una iniciativa proveniente de la oposición al presidente Hosni Mubarak, uno podría hallar consuelo en la certeza de que este asunto no es oficial. De hecho, durante el debate acaecido en el parlamento egipcio, el Ministro de Relaciones Exteriores para Asuntos Judiciales, Abdel-Azíz Seif El-Nasr, aclaró que la frontera internacional con Israel fue estipulada en el acuerdo de paz de 1979 entre ambos estados y que la frontera permanente entre los dos países es la establecida durante el Mandato Británico que nunca consideró a Eilat parte de Egipto. Desafortunadamente, al enfatizar el punto ante los parlamentarios opositores, El-Nasr mostró su propia (¿y acaso la del gobierno también?) hilacha: Eilat, dijo, “es territorio palestino, no egipcio”. De regreso a foja cero.

¿Qué tan relevante es este asunto? Es difícil de predecir. Puede que sea un delirio pasajero que abandona la escena sin huella ni impacto, tal como el caso humorístico de 1997 en que dos yemenitas presentaron una querella legal contra la NASA por violación de propiedad privada alegando que ellos habían heredado el planeta rojo de ancestros antiguos y que, en consecuencia, la agencia aeroespacial norteamericana debió haberles solicitado permiso antes de enviar una nave a Marte. O puede que devenga en el éxito de Fatah, una agrupación fundada en Kuwait, inicialmente marginal y ocasionalmente perseguida por los propios dirigentes árabes y que sin embargo llegaría a gobernar al pueblo palestino décadas más tarde. Lo que sí ya sabemos es que es un reflejo del ánimo político reinante aún en naciones signatarias de acuerdos formales de paz con Israel con la que mantienen relaciones relativamente pacíficas.

Desconozco como se dice Herzlia en árabe. Pero tengo la rara sensación de que en el futuro algún personaje árabe nos lo informará…en el nombre de un movimiento pujante por su “liberación”.

Agenda Internacional

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Por Julián Schvindlerman

  

La negación del holocausto en el mundo Arabe/Musulman – Enero-Marzo 2007

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“¿Qué es peor: el Sionismo o el Nazismo?”. Tal fue la pregunta presentada en el website de la cadena de televisión satelital árabe Al-Jazeera el Día de la Independencia de Israel en el año 2001. Más de 12.000 partícipes árabes de esta encuesta cibernética compartieron su impresión: el 84.6% opinó que el sionismo era peor que el nazismo, el 11.1% sostuvo que el sionismo era igual al nazismo, y apenas el 2.7% afirmó que el nazismo era peor que el sionismo.1 Según una encuesta realizada a mediados de 1999, de un total de 1600 palestinos, libaneses, sirios y jordanos, el 82.3% dijo no sentir pena alguna por las víctimas judías del Holocausto. Cuando se les preguntó el motivo, el 53% respondió que la razón era que el Holocausto nunca ocurrió.2

Evidentemente, el asesinato sistemático de alrededor de seis millones de judíos durante la Segunda Guerra Mundial perpetrado por el estado nazi-alemán y sus colaboradores (genocidio conocido como “Holocausto”, o “Shoá” en hebreo) ocupa un lugar problemático en la cultura árabe e islámica contemporánea. Las actitudes de árabes y musulmanes respecto de este hecho histórico varían desde la minimización (“no hubo más de 400.000” judíos muertos entre 1939 y 1945, conforme a un conductor televisivo palestino)3 hasta la negación (el Holocausto ha sido un “mito” según el actual presidente iraní)4 y desde la relativización (“yo se que al pueblo judío no le gusta la comparación, pero todo el mundo tiene su propio holocausto” en la opinión de un diplomático saudita)5 hasta la glorificación (“En defensa de Hitler”, tal el título de una nota escrita por un clérigo de la universidad egipcia Al-Azhar)6.

La manifestación más pública de las arriba citadas ha sido la instancia negacionista. Dos iniciativas del tipo llevadas a cabo en el año 2006 en Teherán, han ubicado en la actualidad a la República Islámica de Irán como la nación líder en el mundo musulmán en este campo. La primera de ellas ganó notoriedad en febrero del año pasado, cuando el régimen iraní anunció un concurso internacional de caricaturas sobre el Holocausto; el mismo era una suerte de “respuesta” a la previa publicación en el periódico danés Jyllands Posten de doce caricaturas sobre Mahoma, consideradas ofensivas por los musulmanes. Doscientas caricaturas fueron exhibidas – seleccionadas de entre 1.200 recibidas- en el Museo de Arte Contemporáneo de Teherán, de las que finalmente doce fueron elegidas como las ganadoras. En noviembre del 2006 Irán otorgó el primer premio (de u$s 12.000) a un marroquí, el segundo fue compartido por un brasilero y un francés, y el tercero lo obtuvo un iraní. El curador de la exhibición, Masoud Shojai, indicó que el concurso sería llevado a cabo anualmente. “De hecho, continuaremos [organizándolo] hasta la destrucción de Israel”, enfatizó.7 Ni bien finalizó el certamen de caricaturas, comenzó una conferencia titulada “Revisión del Holocausto: Visión Global” que reunió en Teherán a musulmanes judeófobos, supremacistas blancos cristianos, y a ultraortodoxos judíos antisionistas en un singular festival de odio racial. Durante dicha conferencia, una entidad fue fundada con el propósito de “estudiar” más profundamente el tema, bajo el nombre de “Fundación Mundial para Estudios del Holocausto”. Un indicio de a que tipo de conclusiones la flamante fundación arribará luego de sus “estudios” podemos ya verlo en una aseveración efectuada por su secretario-general, Mohammad Alí Ramin, a la sazón asesor presidencial, cuando afirmó que Hitler había sido judío, que las políticas del Fuhrer habían tenido como objetivo la creación del Estado de Israel y que Gran Bretaña cooperó con el esfuerzo nazi para deshacerse de los judíos de Europa.8 Por más lunática que suene la idea, lo cierto es que los iraníes no están creando precedente con esta afirmación despampanante. El actual premier palestino Mahmoud Abbas (Abu Mazen) -quién a su vez firmó la Declaración de Principios en Washington en 1993 que inauguró el proceso de paz entre israelíes y palestinos- dedicó un libro entero al desarrollo de la “teoría” de que los judíos cooperaron con los nazis en su supuesto auto-exterminio. Escrita como tesis académica para una universidad soviética en 1982, el trabajo se titula “La otra cara: la conexión secreta entre el sionismo y el nazismo”. Dos años más tarde, la tesis fue publicada en lengua árabe en Jordania y desde entonces se ha convertido en un trabajo ampliamente citado por estudiantes y propagandista árabes en la región.* Análogamente, Radio Damasco emitió esto a fines de 1998: 

“Varios autores e investigadores alrededor del mundo han concluido que todas las historias al respecto fueron exageradas e inventadas, dado que varios oficiales judíos sirvieron en el comando nazi, entre los cuáles varios eran cercanos a Hitler.”9

El negacionismo no es un fenómeno nuevo en la región. “Nadie, ni siquiera el más simple de los hombres, toma seriamente la mentira respecto a los seis millones de judíos que fueron asesinados. ¿Cómo pueden ustedes?” preguntó en 1964 el presidente egipcio Nasser al editor del Deutsche Soldaten und Nazional Zeitung.10 Una generación después, el legado de Nasser puede apreciarse en Egipto: el articulista Muhammad Abd Al-Mun´im, escribiendo en el diario cairense Al-Akhbar, tildó al entonces Secretario de Estado norteamericano Colin Powell de poseer el “cerebro de un pájaro” por haber visitado en Israel el museo del “falso Holocausto de los judíos en la Segunda Guerra Mundial“ en ocasión de su viaje por Medio Oriente en Marzo de 2001.11 La moda está ampliamente esparcida. Los “judíos han inventado la leyenda del Holocausto” sostiene el líder del Hizbollah Hassan Nasrallah. El genocidio judío durante la Segunda Guerra Mundial es “un cuento inventado sin base alguna” dice el website oficial del Hamas. “Ni idea de cómo ni cuantos fueron asesinados” dijo el presidente sirio Bashar al-Assad a un entrevistador.12 

Pero aún para los estándares regionales, el debate acontecido en la sociedad palestina sobre el Holocausto a principios del actual milenio merece un señalamiento especial. En Abril de 2000 -cuando el proceso de paz entre israelíes y palestinos estaba aún en curso- un simposio fue organizado en Nicosia, Chipre, bajo el lema “como afianzar la paz a través de la educación” con la participación del ministro de educación israelí y el sub-secretario palestino de planeamiento y cooperación internacional. En dicha ocasión, Anis Al-Qaq, el representante palestino, expresó su disposición a incluir la temática del Holocausto en la currícula educativa. La prensa palestina no publicó nada respecto al evento, con la excepción de un único diario que omitió las declaraciones de Al-Qaq. Pero sus declaraciones sí fueron tomadas por la prensa del mundo árabe y rápidamente se esparció la noticia de que la AP estaba discutiendo con Israel la posibilidad de adoptar el Holocausto como tema de estudio. La reacción por parte de legisladores, profesores, historiadores, intelectuales y figuras religiosas palestinas fue reveladora. El Dr. Musa Al-Zu´but, presidente del Comité de Educación del Consejo Legislativo Palestino (CLP) dijo que “no habrá tal intento de incluir la historia del Holocausto en el currículum palestino…el consejo en general, y el comité educativo en particular, siguen [de cerca] lo que es enseñado en el currículum, y evalúan si algo contradice o daña la historia palestina”, y agregó: “nosotros no tenemos ningún interés en enseñar el Holocausto”.13 Otro miembro del CLP y líder del Fatah, Hatem Abd Al-Qader, afirmó que enseñar sobre el Holocausto en escuelas palestinas “es un gran peligro al desarrollo de la mentalidad palestina” y enfatizó que “nos opondremos a cualquier experimento que pueda perjudicar la mente, identidad o raíces históricas de los palestinos”.14 El historiador Issam Sisalem, quién en el pasado había negado la existencia de las cámaras de gas, dijo que el Holocausto era un evento ampliamente exagerado y que no merecía atención.15 El intelectual palestino Abdallah Horani desechó la sugerencia de Al-Qaq  sobre la base de que Israel no necesita “los esfuerzos de los palestinos en esparcir la falsa historia sobre el Holocausto”.16 Por su parte, el jeque Nafez Azzam, líder del movimiento Jihad Islámica Palestina en Gaza, atribuyó proporciones cósmicas al asunto, señalando que “la intención de enseñar el Holocausto en escuelas palestinas contradice el orden natural del universo”.17 Obviamente, bajo este tipo de atmósfera nada que se aproxime a un tratamiento objetivo del tema podría ser incluido en los programas educativos palestinos. El Holocausto no es enseñado.

De hecho, el Holocausto no es enseñado en absolutamente ningún país árabe. Muy por el contrario, el oficialismo de varias naciones árabes y musulmanas promueve la negación o relativización del Holocausto. En cualquier caso, la incomodidad que suscita este tema en círculos árabes puede apreciarse en las reacciones egipcias y jordanas a la adopción (sin votación), por parte de la Asamblea General de las Naciones Unidas, del Día Internacional de Conmemoración anual en memoria de las víctimas del Holocausto. Durante el debate que acompañó la adopción de esta resolución en el recinto de la ONU en noviembre del año 2005, el delegado egipcio Maged Abdelfattah Abdelazziz no expresó objeción alguna a la designación del día de recordación, pero dijo tener reservas sobre los párrafos operativos Nos. 2 y 6 de la resolución; justamente los párrafos en los que se insta a los estados-miembro “a que elaboren programas educativos que inculquen a las generaciones futuras las enseñanzas del Holocausto…” (párrafo No.2) y en los que se pide al secretario-general “que establezca un programa de educación titulado ´El Holocausto y las Naciones Unidas´ y que adopte medidas para movilizar a la sociedad civil en pro del recuerdo del Holocausto y la educación sobre esa tragedia…” (párrafo No.6).18 El delegado jordano Zeid Ra´ad Zeid Al-Hussein definió al Holocausto como un crimen de proporciones colosales y luego agregó una infeliz referencia al conflicto palestino-israelí al afirmar que, desafortunadamente, “´Nunca Más´ fue también a veces usado como una forma de justificación moral para la implementación de algunas políticas, cuyo efecto fue la continua dominación de un pueblo por otro”. Estas fueron las acotaciones de los únicos dos países árabes que han entablado una paz formal con el estado judío en toda la región.

Efectivamente, el genocidio judío de hace sesenta años provoca sensaciones extrañas en el mundo árabe y musulmán. Los registros del Holocaust Memorial Museum de Washington, D.C. muestran que tan solo un líder árabe ha visitado oficialmente el museo en sus trece años de vida.19 En algunos países de la región la película “La Lista de Schindler” fue prohibida, en tanto que la negación del Holocausto está ampliamente difundida y aceptada en la literatura, la prensa, la cultura popular e intelectual y el discurso político árabe y musulmán.

¿Por qué? Básicamente, porque les es psicológicamente necesario y políticamente útil. Desde el punto de vista árabe/musulmán, la creación del Estado de Israel se debió a los acontecimientos del Holocausto judío. Al negar la veracidad de este hecho creen poner en tela de juicio la legitimidad de la secuela indeseada. En palabras del ministro de relaciones exteriores iraní, Manoujehr Mottaki: “Si la versión oficial del Holocausto es puesta en duda, entonces la identidad y naturaleza de Israel será puesta en duda”.20 Más allá del apego milenario del pueblo judío con la Tierra de Israel y de que históricamente el sionismo precede al estallido de la Segunda Guerra Mundial en al menos medio siglo, en la cultura árabe e islámica abunda esta noción vinculante entre Holocausto y fundación del Estado de Israel. Además, pareciera estar presente una resistencia colectiva a pintar a los judíos (léase israelíes) como víctimas sufrientes. Daría la impresión de existir una suerte de “competencia” unilateral árabe por el monopolio del sufrimiento para conformar la imagen del israelí como ocupador (y así justificar la “resistencia”). En ese esquema, la idea del judío como víctima que el Holocausto conlleva ha de ser suprimida. Tal como escribiera Elias Khalil en el semanario del partido político árabe-israelí “Balad”:

“Nuestro interés nacional como un pueblo es separar, lo más posible, los problemas acuciantes de nuestro pueblo del sufrimiento de los judíos en otras partes en el mundo, cuyo ápice fue el Holocausto europeo. Es nuestra obligación desprender el conflicto palestino-israelí del peso del Holocausto nazi en Europa, de manera que nuestros problemas no serán empequeñecidos detrás de su Holocausto”.21

A su vez, debemos advertir la presencia de un sentimiento antijudío, dado que la negación del Holocausto es una forma contemporánea de antisemitismo. Y finalmente, podría también estar en juego una intención deliberada de borrar un capítulo infame de la propia historia árabe; una historia de admiración filo-nazi y de activa colaboración, en ciertos casos, con el Eje nazi-fascista. Puesto que si bien el Holocausto ha sido un fenómeno eminentemente europeo, éste ha impactado también en las tierras árabes y musulmanas del Medio Oriente, y el papel que éstos han jugado durante este período negro de la historia moderna dista mucho de poder ser calificado de digno.

El «Nacional-socialismo del Gran Mufti de Jerusalén

La simpatía con la que las naciones árabes vieron a la Alemania nazi estuvo ciertamente basada en aspectos nacionales e intereses políticos, tales como resentimiento hacia Francia e Inglaterra así como oposición a la inmigración judía a Palestina. Después de todo, el exterminio colectivo de los judíos pondría término, radical y definitivamente, a las aspiraciones sionistas de crear un Hogar Nacional Judío en Palestina. Sin embargo, el fuerte nexo entre el nazismo y el mundo árabe trascendió los dictados de la realpolitik; basándose en valores y actitudes comunes hacia los judíos. En palabras de Haj Amín al-Husseini -por aquél entonces Gran Mufti de Jerusalém, Presidente del Consejo Supremo Musulmán, y Presidente del Alto Comité Arabe- en otras palabras, la más prominente figura religiosa y política de la época en el Medio Oriente: “Hay una similitud definitiva entre los principios del Islam y los principios del Nazismo”.22 Dicha “similitud” quedó claramente plasmada en la práctica. El Tercer Reich invirtió considerable capital en las actividades del mufti y otros dignatarios árabes pro-nazis. Una porción del presupuesto de la cancillería alemana y las SS de Himmler estaban asignadas a financiar actividades árabes pro-nazis, entre otras, las revueltas árabes que el mufti orquestó en 1936 en Palestina. En 1941, al-Husseini fue recibido en Roma y en Berlín, respectivamente por Mussolini y Hitler. En general mantuvo regulares contactos con los nazis en Alemania, los fascistas en Italia y los japoneses, convirtiéndose de facto en el 4to integrante del Eje. A principios de la década del 40 estableció una escuela para líderes religiosos musulmanes en Alemania, así como un “instituto para la investigación en torno a la cuestión judía en el mundo musulmán”, basado en un modelo alemán. En Berlín se albergó en una gran casa en la calle Klopstock, la que hasta 1939 había sido una escuela hebrea. 23 Desde su base en Alemania, el mufti supervisó las políticas de propaganda, operaciones de espionaje, actos de sabotaje, y el reclutamiento de musulmanes a milicias pro-nazis en países ocupados por el Eje en el Norte de Africa y Rusia. Tenía a su disposición estaciones de radio en Berlín, Zeissen, Bari, Roma, Tokio y Atenas, desde las cuales conducía la propaganda pro-nazi hacia el Medio Oriente. El mufti regularmente difundía mensajes por radio “y sus emisiones estaban entre los pronunciamientos pro-Eje más violentos alguna vez generados”.24

Ya en 1939 era publicado en Berlín un periódico en lengua árabe, Barid al-Sharq, para ser distribuido en el Medio Oriente.25 Los cuarteles del mufti en Ginebra y Estambul le permitían propagar sus actividades de espionaje a lo largo de todo el Medio Oriente, dónde tenía agentes en Palestina, Siria e Irak además de mantener contactos con agentes de inteligencia alemanes en Turquía. En 1940 solicitó a Alemania que “resuelva la cuestión de elementos judíos en Palestina y otros países árabes en concordancia con los intereses nacionales y raciales de los árabes y en líneas similares a aquellas empleadas para resolver la cuestión judía en Alemania e Italia”(enfasis agregado).26 A un oficial nazi le dijo que los judíos debían irse de Palestina; “están libres de irse al infierno” acotó.27 En varias oportunidades al-Husseini instó al Tercer Reich que bombardee Tel-Aviv y Jerusalém en un “ataque [que] debe ser efectuado con una gran fuerza para que tenga un efecto duradero” tal como sostiene un reporte (por aquél entonces secreto) del Comando de la Fuerza Aérea Alemana del 29 de Octubre de 1943.28 Cuando las tropas de Rommel ingresaron a Nord Africa, amenzando el Medio Oriente, el mufti no ocultó su agrado. En una carta fechada 4 de Julio de 1942, al-Husseini escribió:

“Permítame, Fuhrer, expresarle la sincera alegría del pueblo árabe y mis mejores deseos en la ocasión de la victoria del Eje en Nord Africa…El pueblo árabe continuará luchando a su lado contra el enemigo común hasta la victoria final”.29 

Alemania correspondió la cortesía del mufti. En una carta con fecha Noviembre 2 de 1943, Heinrich Himmler elogiaba la “alianza natural que existe entre el Nacional-Socialismo de la Gran Alemania y los musulmanes amantes de la libertad de todo el mundo”.30 Haj Amín al-Husseini no limitó su apoyo al Fuhrer a la esfera declarativa solamente. Unos pocos meses luego de su arribo a Berlín, el mufti comenzó a reclutar a estudiantes árabes en Alemania, prisioneros de guerra árabes e inmigrantes, a una Legión Árabe pro-nazi. Un destacamento germano-árabe ya había sido formado con voluntarios árabes en Alemania, los que vestían el uniforme alemán portando un emblema con la frase “Frei Arabien”.31 El  mufti aspiraba a reclutar 500.000 soldados marroquíes, tunecinos y argelinos. No se limitó tampoco a árabes étnicos sino que apeló a los musulmanes, especialmente en Bosnia y la Unión Soviética; solamente en los Balcanes reclutó decenas de miles a la Wehrmacht.32 En momentos en que el único refugio posible de los judíos europeos era Palestina, el mufti no escatimó esfuerzos en bloquear este único escape posible. Desde Berlín, entre 1942 y 1944, al-Husseini trabajó sin cansancio para impedir el rescate de judíos de Hungría, Rumania, Bulgaria y Croacia. Wilhelm Melchers durante los Juicios de Nurenberg dijo que “El mufti era un enemigo fiero de los judíos y no ocultó [el hecho de que] le gustaría verlos a todos liquidados”.33 La comunidad judía mundial intentó (en vano) en 1947 someter al mufti ante el Tribunal de Nurenberg bajo cargos de criminal de guerra a partir de su involucramiento en los planes genocidas hitlerianos. Haj Amín al-Husseini murió como hombre libre, por muerte natural, en Beirut en el año 1974.

La admiración árabe-islámica hacia el Nazismo

No fue al-Husseini, sin embargo, el único simpatizante árabe del Tercer Reich. La admiración árabe hacia Hitler estalló con entusiasmo en el Medio Oriente en cuanto el Fuhrer subió al poder en 1933, tal como atestiguan los varios telegramas de felicitación enviados desde varias capitales árabes. La escena se repitió al año siguiente cuando el partido nazi promulgó las Leyes de Nurenberg. Ya en 1937 Goebbels aduló la “concientización nacional y racial” de los árabes notando que “en Palestina flamean banderas nazis y decoran sus casas con swastikas y retratos de Hitler”.34 A su vez, partidos creados a semejanza del Nacional-Socialismo y organizaciones juveniles pro-germanas, así como unidades de batalla, aparecieron en el mundo árabe, notablemente en Siria, Irak, Marruecos, Túnez y Egipto. Por ejemplo, alrededor de un tercio de la Phalange Africaine (también conocida como la Légion des Volontaires Francaise de Tunisie), organizada por oficiales del régimen de Vichy en Túnez, eran árabes. La brigada Nord Africaine, íntegramente formada por voluntarios árabes argelinos, era liderada por un ex oficial francés llamado Mohamed el-Maadi que tenía el apodo de “SS Mohamed”. En 1942, los nazis crearon el Batallón de Entrenamiento Árabe-Germano al que se sumaron voluntarios desde Egipto, Arabia Saudita y la región del Levante. La Deutsche-Arabische Legión (también denominada Sonder Verbande 287), otro batallón, fue quizás la más famosa formación árabe en el ejército alemán. Además, una unidad de unos cien árabes expertos en demolición fue creada en Túnez. Compuesta por tunecinos, marroquíes, argelinos, sirios, egipcios e iraquíes, recibió entrenamiento en Berlín y fue posteriormente regresada a Túnez para luchar contra las tropas aliadas. Un observador militar estimó en 13.000 el número de árabes que se ofrecieron a servir en el ejército alemán o en la Francia colaboracionista. Aún cuando su contribución militar pueda haber sido menor en el marco mayor de una guerra mundial, no deja de ser indicativo de las proclividades pro-fascistas y pro-nazis de los nativos de la región y de su disposición a asistir al esfuerzo bélico alemán. 35

El sentimiento pro-nazi se materializó con violencia en Baghdad en Junio de 1941 cuando un pogrom pro-nazi estalló luego del fallido golpe de estado liderado por Rashid Ali al-Khilami (con asistencia del mufti) en el que casi 180 judíos fueron asesinados y cerca de mil heridos, 242 niños quedaron huérfanos, libros de rezos judíos fueron profanados, 576 negocios pertenecientes a judíos fueron saqueados, y 991 casas judías y sinagogas fueron destruidas.36 Muchas de las leyes antijudías del régimen nazi fueron aplicadas en África del Norte. Así, en Marruecos, el pashá de Marrakesh impuso un alto impuesto a los judíos del ghetto (denominado “mellah”). El pashá de Salé emitió un edito que prohibía a los judíos contratar a musulmanes. En Beni-Mellal, el gobernador musulmán local y el controlador civil francés conjuntamente decretaron que cualquier europeo tenía el derecho de alojarse en las casas de propietarios judíos. El-Belag, un periódico árabe argelino, propuso en diciembre de 1940 a las fuerzas ocupantes de Vichy que adoptaran medidas raciales nazis tales como la de obligar a los judíos a usar ropajes distintivos. En las zonas rurales de Túnez, los judíos debían públicamente usar una Estrella de David en sus ropas.37 Más de cien campamentos de trabajo forzado fueron establecidos en tierras árabes por los nazis alemanes, los franceses colaboracionistas y los italianos fascistas en los que árabes sirvieron como guardias, empleados, policías, y torturadores.38

Las modalidades militares nazis fueron imitadas a tal nivel que incluso slogans nazis fueron traducidos al árabe. Una canción popular en voga en el mundo árabe a finales de la década del 30 decía así:

“No más Monsieur, no más Mister
En el cielo Allah, en la tierra Hitler”.39

Otra tarareaba: “Vamos, vamos, desearía estar contigo, Hitler”.40 Adolf Hitler, por su parte, fue “islamizado” adquiriendo la nueva apelación de Abu Alí.41 Adulación al nazismo se esparció por el Medio Oriente como un encanto hechizante. Entre los varios simpatizantes del nazimo en la región se encontraban Ahmad Shukairi (primer titular de la OLP), Gamal Abdel Nasser, Anwar Sadat (ambos posteriorment presidentes egipcios), líderes fundamentalistas islámicos, y los fundadores del panárabismo socialista Ba´th, actualmente en el poder en Siria y hasta el año 2003 en Irak. Uno de los líderes bat´histas, por ejemplo, describió así este hecho:

“Eramos racistas, admirando el nazismo, leyendo sus libros y las fuentes de su pensamiento…Fuimos los primeros en pensar en traducir Mein Kampf. Quien haya vivido en este período en Damasco apreciaría la inclinación del pueblo árabe hacia el nazismo, dado que el nazismo era el poder que podía actuar como su campeón…”.42

Ahmad Shukairi relató de esta forma en sus memorias cuál era el ánimo en la calle árabe por aquellos años:

“Las noticias sobre victorias alemanas en Europa llenó nuestros corazones con gran esperanza…Yo solía sentarme frente al mapa, lapicera en mano, oyendo los comunicados militares de la radio Berlín, regocijándome sobre los triunfos alemanes…He celebrado el nuevo año, 1942, con las noticias de grandes victorias del Eje en Europa y Nord Africa. No hemos hablado de otra cosa sino de Rommel, y [estabamos] esperando el arribo de su ejército victorioso a Egipto y Palestina”.43

Antun Saada, el fundador de un partido fascista en Siria, se enorgullecía en llamarse “Fuhrer de la nación siria”. La plataforma de su partido aducía que los sirios eran “una raza distinta y naturalmente superior”. El Dr. Maruf al-Dawalibi, descrito por un oficial de las SS como “nuestro hombre de confianza” fue Primer Ministro en Siria en 1950.44 El futuro Rey Khaled de Arabia Saudita cenó con Hitler la noche de la capitulación de Checoslovaquia, oportunidad en la que brindó en honor del evento.45 A principios de la década del 40, el Príncipe de Egipto, Mansour Daoud, se unió a las SS. El general Aziz Alí al-Masri, del partido nazi egipcio, formó y lideró una red de espionaje que operaba para la inteligencia alemana.46 Cuando el ejército alemán tomó posiciones próximas a Alejandría en 1942, slogans pro-nazis fueron pintados en las paredes mientras que estudiantes egipcios cantaban en las calles “¡Adelante Rommel!”. El mismo año, el escritor popular egipcio Abbas Mahmud al-Aqqad armaba coplas con los nombres de Hitler, Napoleón y Mahoma, aludiendo a ellos como genios militares.47 Algunos árabe se habían unido tan fielmente a los nazis que terminaron escapando con ellos ante el avance aliado en África del Norte. Entre otros, Rashid Driss, líder de la Jeunesse Musulmane, una agrupación juvenil musulmana pro-nazi; Hamadi Boujemaa, un comerciante fuertemente ligado a las autoridades de ocupación alemanas que halló refugio en Suiza; y el gobernador provincial de Gabes así como el magistrado local.48

El sentimiento de la posguerra

Líderes y personalidades árabes han expresado públicamente admiración por Hitler, aún luego de su muerte. Por ejemplo, en Septiembre de 1953 circuló el rumor por el mundo árabe de que el líder nazi estaba vivo, escondido en Brasil. El semanario del Cairo Al-Musawwar preguntó a varias figuras públicas egipcias qué le escribirían a Hitler, si las noticias resultaran verdaderas. Entre quienes respondieron figuraba Anwar Sadat, quién en una carta abierta publicada el 18 de Septiembre de 1953, se dirigió en estos términos hacia el Fuhrer (para entonces los horrores del infierno nazi eran bien conocidos):

“Estimado Hitler: Lo bendigo con todo mi corazón…El mismo hecho de haberse convertido en inmortal en Alemania es suficiente motivo de orgullo. Y nosotros no nos sorprenderemos en verlo nuevamente en Alemania, o a un nuevo Hitler en su lugar”.49

Al visitar Jerusalém en 1977, Sadat vistió una corbata cuyo motivo de diseño consistía en pequeñas cruces esvásticas. Esta adulación por Hitler no menguó con el correr del tiempo. En la revista francesa Les Temps Modernes escribió en 1965 un comentarista marroquí al respecto: “Un mito hitleriano es cultivado a nivel popular. La masacre de los judíos por Hitler es alabada. Incluso se cree que Hitler no está muerto. Su arribo es esperado…”.50 En 1973 un destacado escritor egipcio, Anis Mansour, defendió la política de exterminación de Hitler sobre la base de que los judíos “están interesados en destruir todo el mundo” y lamentó la inconclusa tarea del Fuhrer: “¡ojalá hubiera terminado!”.51 Este sentimiento popular aún no ha desaparecido. A mediados de 2001, un columnista del diario Al-Akhbar  (esponsoreado por el gobierno egipcio) escribió estas líneas:

“Gracias a Hitler, de bendita memoria, quién en nombre de los palestinos, vengó por adelantado, contra los criminales más viles en la tierra. Aunque tenemos una queja contra él dado que su venganza contra ellos no fue suficiente”.52

Dos meses más tarde, el sindicato de prensa egipcio premió a este columnista con su más alta distinción.53 Y cuando el premio Nobel de literatura Gunter Grass confesó en agosto del año pasado haber sido miembro de la Waffen SS en su juventud, “un número de intelectuales árabes se apresuraron a exteriorizar su apoyo” al laureado escritor, según el historiador Fawwaz Traboulsi.54

Por su parte, la Organización para la Liberación de Palestina (OLP) ha tenido fuertes vínculos con agrupaciones neo-nazis, tales como el grupo “Cuerpos Libres de Adolf Hitler” liderado por el neonazi Udo Albrecht, la “Acción Germana” de Manfred Roeder, “Deportes de Guerra” de Karl Heinz Hoffman, “Acción Socialista Nacional” de Michael Kuhnen, y el V.S.B.D., todos los que recibieron entrenamiento en campamentos terroristas de la OLP en el Medio Oriente.55 Además, la organización palestina gozaba de los servicios de otras varias figuras estelares del mundo neo-nazi, tales como Johann Schuller (un ex oficial nazi que le vendió armas y reclutó instructores militares para la OLP en Roma); Jean Tireault (secretario de la agrupación “La Nation Europpeenne” y coordinador de actividades terroristas en Bruselas, se convirtió en asesor de la OLP); Francois Arnoud (uno de los fundadores del partido neo-nazi suizo y presidente del  Banco Comercial Arabe en Ginebra, pasó a ser el banquero de la OLP en Europa); y Karl van der Put (un neo-nazi belga activo en reclutar voluntarios para la OLP).56 Las simpatías filo-nazis del movimiento nacional palestino de antaño se manifestaron una vez más con la conformación de la Autoridad Palestina (AP) en los años noventa. Durante la graduación de policías de la Autoridad Palestina en Jericó, en Agosto de 1995, los graduados tomaron juramento de lealtad con los brazos extendidos en saludo nazi. Tan aceptada es la figura de Hitler que –además de ser Mein Kampf best-seller en los territorios autónomos palestinos -Fawzi Salim al-Mahdi, un oficial de “Fuerza 17” (la guardia presidencial del ahora difunto Yasser Arafat), conocido como “Abu Hitler”, nombró a sus hijos Eichmann y Hitler. No es esto excepcional, en casi todas las facciones de la OLP activistas palestinos han adoptado “Hitler” y “Rommel” como nommes de guerre.Por su parte, Arafat –se recordará, pariente de Haj Amín al-Husseini -ha hecho referencias públicas a la estima y orgullo que sentía por éste. “La OLP”, declaró Arafat en 1985, “continúa el sendero marcado por el Mufti”.57 Por último, mientras que prácticamente todo el mundo occidental estalló indignado y protestó, a principios del año 2000, ante el gobierno austriaco por la inclusión del nacionalista Joerg Haider en la coalición (a partir de su pasado de simpatías nazis), Arafat le envió una carta de felicitación.58

Luego de la finalización de la Segunda Guerra Mundial, oficiales nazis cómodamente encontraron refugio en el mundo árabe. Egipto recibió a Alois Moser y Oskar Dirwanger, responsables por el asesinato de cientos de miles de judíos ukranianos (Dirwanger se convirtió en guardaespaldas del presidente Nasser); a Leopold Gleim, jefe de la Gestapo en Polonia; a Hans Eichler, sirvió en Buchenwald; y a Heinrich Willerman, un médico que experimentó con humanos en Dachau. Entre los criminales de guerra que hallaron refugio en Siria se encontraron Alois Brunner, quién envió a la muerte a 150.000 judíos y supervisó el transporte de 340 huérfanos judíos a Aushwitz en 1944; Franz Rademacher, jefe del departamento de la cancillería alemana que lidiaba con los judíos; y Otto Ernst Remer, gobernador militar de Berlín. Estos y otros cientos de nazis fueron empleados por los egipcios y los sirios para el desarrollo de su industria misilística y aérea, así como para asistir a la policía secreta en propaganda anti-judía.59 En otras palabras, estos nazis desde países árabes pudieron continuar su inconclusa guerra contra el pueblo judío. Asimismo, la captura en la Argentina y el juicio en Israel de Adolf Eichmann a comienzos de los años sesenta despertó olas de apasionamiento en todo el mundo árabe. Las expresiones públicas en la prensa condenaron a Israel por el acto y elogiaron a Eichmann por su gesta.

En tanto que varios criminales de guerra nazis han sido bien recibidos en el Medio Oriente árabe/musulmán, también lo han sido los negadores del Holocausto. El francés converso al  Islam Roger Geraudy fue tratado como un héroe durante su gira por el mundo árabe en 1996. En El Líbano fue recibido por el primer ministro, en Siria por el vice-presidente y otros varios ministros. Dictó conferencias, fue entrevistado por la prensa local y participó en encuentros con figuras del mundo literario. En Egipto y Jordania no fue recibido oficialmente pero despertó cálidos elogios en círculos intelectuales. La Unión de Artistas Árabes (auspiciada por el gobierno egipcio) lo nombró “miembro honorario”; el primero desde que la misma fue fundada más de veinte años atrás. El principal editor del periódico oficial Al-Ahram le confirió un premio periodístico por el “aire fresco” que contribuyó al “debate” sobre el Holocausto. Geraudy incluso fue invitado a escribir una serie de diez  artículos para un  semanario árabe publicado en Londres por el servicio en árabe de la BBC.60 El juicio de Geraudy en 1998 en Francia (donde tal como en muchos países occidentales, la negación del Holocausto es considerada una ofensa criminal) generó intensas reacciones en el mundo árabe. En Gaza, se organizó una manifestación en muestra de solidaridad con Geraudy en la que participaron el Ministro de Comunicaciones de la AP, Imad Falouji, y el Secretario General del gabinete palestino, Ahmed Aadel-Rahman. Además, el libro del negador francés fue publicado en el website oficial de la Autoridad Palestina. Mientras que los defensores del revisionista francés en occidente basaron sus argumentos sobre la base del derecho a la libertad de expresión, sus simpatizantes árabes, tal como observó un comentarista en Al-Hayat, evidenciaron poco interés en la libertad de expresión; más bien, fueron sus ideas lo que defendieron.61 En el año 2002, el gobierno libio otorgó a Geraudy el oximorónico “Premio Muammar Qaddafi a los Derechos Humanos”. El caso de Roger Geraudy lejos está de ser excepcional. Otro negador, Wolfgang Frolich, encontró refugio en la embajada iraní en Viena luego de haber sido juzgado por las cortes austríacas en Mayo de 2000. El suizo Jurgen Graf huyó a Teherán en Noviembre de 2000 luego de que sus apelaciones a una sentencia de 1998 por incitación al odio racial fueron rechazadas. Además, notables figuras del movimiento revisionista, tales como Mark Weber y Ernst Zundel, habitualmente han encontrado una plataforma para la difusión de sus doctrinas en la radio iraní.62 En mayo de 2001 en Ammán, en agosto de 2002 en Abu Dhabi, y en diciembre de 2006 en Teherán y El Cairo, conferencias internacionales negacionistas han sido celebradas; la primera bajo auspicios de la asociación de escritores jordanos, la segunda organizada por un centro de investigación de la Liga Árabe, la tercera por iniciativa del gobierno iraní, y la cuarta convocada por el Partido Socialista Árabe de Egipto. Incluso la “Conferencia Mundial contra el Racismo, la Discriminación Racial, la Xenofobia y otras formas de Intolerancia” llevada a cabo por las Naciones Unidas en Durban, Sudáfrica, en septiembre de 2001, fue prácticamente copada y completamente politizada por estados árabes y musulmanes, los cuales en el marco de sus tradicionales actividades antisionistas y antijudías incorporaron variantes minimizadoras y relativizadoras del Holocausto en la agenda del evento.

En busca del «Schindler árabe»

Musulmanes han salvado a judíos perseguidos durante la Segunda Guerra Mundial en Turquía, Bosnia y Albania, y por sus esfuerzos desinteresados han sido reconocidos como “justos entre las naciones” por Yad Vashem, el museo del Holocausto de Israel. Bajo la iniciativa del experto estadounidense en asuntos mesoorientales Robert Satloff, el primer árabe ha sido recientemente nominado a la distinguida categoría: se trata de Khaled Abdelwahhab, quien escondió a varias familias judías en su casa durante el período de ocupación alemana de Túnez.63 Según Satloff, han existido encomiables excepciones a la marea filo-nazi y filo-fascista en el Medio Oriente, también. Su esfuerzo de cuatro años de investigación ha resultado en el hallazgo de unos pocos casos de oposición al nazismo y hasta quizás de marginal heroísmo, aunque como el mismo autor insinúa en su relato, no todos los casos serían 100% comprobables y en muchos de ellos los propios descendientes de los supuestos héroes se muestran reacios al reconocimiento. En otros casos, la ayuda brindada a los judíos habría sido parcial, aunque aún así merecería elogio dada la dureza de las circunstancias. Moncef Bay de Túnez, el sultán Muhammad V de Marruecos, el jeque Taieb el-Okbi de Argelia, por nombrar algunos, habrían, según este investigador, ayudado de alguna manera, con mayor o menor impacto, a la minoría judía residente en sus países. Incluso en el corazón de Europa, la Gran Mezquita de París habría dado certificados y refugio a judíos fugitivos.** En Argelia, enterado de los planes de un grupo fascista francés de lanzar un pogrom contra los judíos, el-Okbi emitió una prohibición formal a los musulmanes de participar en agresiones contra los judíos a la vez que imanes en mezquitas argelinas instruyeron a sus feligreses a no tomar ventaja financiera del sufrimiento judío en manos de colonialistas franceses. En Marruecos, el sultán Muhammad V se distanció del sentimiento pro-nazi de las elites árabes de entonces y, si bien consintió la aplicación de las leyes anti-judías que las autoridades francesas habían impuesto en sus dominios de ultramar, logró contener parcialmente el impacto de las mismas en su nación. En Túnez, Moncef Bey, a pesar de haber sido depuesto y exiliado por los “Franceses Libres” en 1948 por su supuesta colaboración con los alemanes, ha gozado de la simpatía de la comunidad judía durante las décadas posteriores en función al apoyo moral que habría dado a los judíos tunecinos durante la guerra.64 

Más cerca de nuestros tiempos, dos proyectos invitan mención por su audacia. El primero de ellos ha sido la visita en mayo del 2003 de una delegación de 250 israelíes –la mitad de ellos árabes, la otra mitad judíos- a Auschwitz, organizada por Emil Shofani, un cura griego-ortodoxo árabe-israelí, cuyo objetivo era sensibilizar a los árabes ante el trauma judío del Holocausto. El segundo ha consistido en la apertura, en abril del 2005, del Instituto Árabe para la Investigación y Educación sobre el Holocausto –el primer “museo árabe del Holocausto” según su fundador, el abogado palestino Khalid Mahameed- en la ciudad de Nazareth, con el propósito de que los palestinos entiendan la necesidad histórica de un hogar seguro para los judíos. Ninguna de las iniciativas escapó a la controversia. Mahameed ha sido criticado por los visitantes,  insultado en público y marginado por su propia familia. Sofani fue ridiculizado por el ex vocero de la iglesia ortodoxa de Jerusalén que prometió organizar una peregrinación de palestinos musulmanes y cristianos a Sabra y Shatila en El Líbano (locación en la que a comienzos de los años ochenta milicianos cristianos masacraron a refugiados palestinos durante la incursión israelí a aquél país), “como un mensaje al mundo de que la verdadera tragedia es la del pueblo palestino”.65 Dada la atmósfera política reinante en el Medio Oriente, y dada la propia manera árabe y musulmana de retratar el Holocausto en los últimos años, es dable esperar actitudes renuentes a iniciativas del tipo recién descritas. Pero la única forma de comenzar a educar a árabes y musulmanes a propósito de este asunto es justamente intentando quebrar los varios mitos construidos alrededor de este evento singular de la historia moderna. En este sentido, ha de ser celebrada la afirmación del ex presidente iraní Mohammed Khatami, hecha a un diario israelí, dicha pocas semanas después de la finalización de la conferencia revisionista iraní: “La Shoá contra el pueblo judío fue el ataque más grave contra la humanidad en nuestra época”.66 Otro caso de resistencia a la negación del Holocausto aconteció a principios del 2001 cuando la protesta pública de treces prominentes intelectuales árabes precipitó la cancelación de una conferencia negacionista a ser celebrada en Beirut (la que finalmente tuvo lugar unos meses después en la capital jordana). También cabe mencionar la condena efectuada por jeques del Movimiento Islámico en Israel contra la conferencia negadora del Holocausto organizada por Irán, así como la intención de Mahameed de  confrontar a los negadores en dicho evento (las autoridades iraníes le negaron la visa de entrada). Demás está señalar que estas protestas han ido insuficientes. Tal como preguntó la feminista secular musulmana Ayaan Hirsi Alí: “¿Por qué no hay una contra-conferencia en Riyadh, Cairo, Lahore, Kartúm o Jakarta? ¿Por qué permanecen en silencio los 57 [estados]  miembros de la Organización de la Conferencia Islámica?”.67 Solo con una renovada y firme determinación oficial de los gobiernos de la región de abandonar los prejuicios y temores que suscita el Holocausto, sustentada en el apoyo de periodistas, artistas, académicos e intelectuales, podrá surgir una más saludable postura árabe/islámica acerca de un hecho histórico tan horrendo y contemporáneamente relevante. 

El sinuoso sendero de las contradicciones

La actitud pública árabe hacia los acontecimientos de la Segunda Guerra Mundial luego de 1945 atravesó un proceso de cambio gradual. Tal como observó el académico Joseph Nevo,68 en los años inmediatos a la finalización de la guerra, la asociación árabe con los nazis fue explicada, por voceros árabes, mediante argumentos que subrayaban la naturaleza pragmática de la relación, apelando al conocido cliché “el enemigo de mi enemigo es mi amigo” (los nazis, tal como los árabes, eran enemigos de Gran Bretaña y Francia así como de los judíos), de esta forma negando que haya existido reconocimiento alguno a la ideología nazi y fascista. Análogamente fue explicada la cooperación del mufti con el Eje; sus actividades fueron justificadas sobre la base de que eran válidas acciones en el contexto de la lucha contra el sionismo. Los árabes incluso argumentaron en su favor que la política anti-judía alemana indirectamente favoreció, a partir de 1945, la causa sionista al brindarle simpatía mundial y facilitar de esta forma el establecimiento del Estado de Israel en 1948. ¿Cómo podrían las naciones árabes haber apoyado semejante cosa? Con esta lógica pretendían líderes árabes rechazar el alegato de que el exterminio judío fue visto con buenos ojos en no pocos rincones del Medio Oriente. El paso de los años distendió los sentimientos de culpa que hubiere en la región y ello dio lugar a una masiva exaltación del nazismo y de su líder. Fue solamente a partir de la penetración rusa en la región –y la nueva orientación pro-soviética de la política exterior árabe -que el epíteto “nazi” cobró una connotación negativa en la retórica mesooriental. El término pasó a representar una categorización generalizada de abuso, desprovista de su significancia anti-judía. 69 De esta forma, un cambio perverso tuvo lugar en el discurso árabe. Puesto que si ahora el nazimo era algo malo, entonces el mismo podía ser usado para describir la conducta de los judíos. Esto dio lugar al “extraño espectáculo en el que los entusiastas aliados de Hitler atacan a las víctimas supremas de Hitler llamándolas nazis y racistas”, en la apta observación del orientalista Bernard Lewis.70 Paralelamente, el Holocausto judío es banalizado al nivel de ser transformado en el motor de una catástrofe árabe-palestina, y como tal conmemorada el día de la fecha de la independencia israelí como un día de luto nacional. Así, desde 1945 el Medio Oriente se ha convertido en la única región del planeta donde negar, minimizar y trivializar el Holocausto es algo culturalmente aceptable; y cabe señalar que esto no es llevado a cabo por lunáticos o fanáticos marginales, sino por los propios regímenes oficiales en el poder y con el apoyo entusiasta de gran parte de la intelligentsia. El objetivo, como hemos visto, es doble: cuestionar la legitimidad del establecimiento del estado israelí y negar cualquier vestigio de sufrimiento al pueblo judío. Y quizás, inconsciente o deliberadamente, árabes y musulmanes estén también intentando negar su propio pasado vergonzante. En cualquier caso, ellos han realizado un logro sorprendente: el de haber transformado al Holocausto -es decir, al paradigma del sufrimiento judío en la modernidad- en un arma al servicio de su incesante batalla política contra Israel.

LLAMADAS* Años atrás, al poco tiempo de asumir Abbas como Primer Ministro de la Autoridad Palestina, sugerí en una columna publicada en un diario estadounidense que él debía repudiar públicamente su tesis negacionista. Hasta donde yo sé, Abbas nunca lo ha hecho. Ver Julián Schvindlerman, “Four steps to become the Palestinian Sadat”, The Miami Herald, 9/5/03.

** Parecen ser más las dudas que las certezas sobre este episodio. Según un artículo publicado en la revista de los veteranos franceses Almanach du Combattant, Si Kaddour Benghabrit, por aquellos tiempos líder de la mezquita de Paris, habría dado cobijo dentro de la misma a judíos además de haberles brindado falsos certificados de identidad musulmana. La historia de los certificados ha sido corroborada, y la del refugio desmentida, por el actual rector de la mezquita, Dalil Boubakeur, en tanto que en sesenta años desde la finalización de la guerra, ningún judío o gentil ha dado testimonio positivo del relato del refugio. Al mismo tiempo, existe evidencia de que los alemanes sospechaban que Benghabrit estaba ayudando a los judíos. Ver Satloff, Among the Righteous, capítulo 7.

REFERENCIAS

1 Al-Jazeera, 15/5/01, traducido por MEMRI, Special Dispatch Series No. 225, 6/6/01, www.memri.org.

2 Hilal Khashan, “Arab Attitudes toward Israel on the Eve of a new Millenium”, datos presentados ante la conferencia “Beyond 2000: Changing Dynamics in the Middle East”, 22-24 de Octubre 1999, Lansdowne Conference Center, Leesburg, Virginia, USA.

3 De la televisión oficial palestina, 25/8/97, citado en el informe “A Compendium of Hate”, p. 9, Israel Government Press Office.

“Iranian leader: Holocaust ´a myth´,” CNN, 14/12/05. www.cnn.com.

5 “Saudi diplomat slams Holocaust denial”, The Jerusalem Post, 1/2/07.

6 Al-Akhbar, 27/5/01. Traducido por MEMRI en “The Egyptian Government Paper Al-Akhbar Once Again Defends Hitler”, 20/6/01, Special Disptach Series, No. 231.

7 “Morrocan wins Holocaust cartoon contest”, USA Today, 1/11/06.

8 Entrevista con el website Batzab, 28/12/06. Ver MEMRI, “Mohammad Ali Ramin, Advisor to Ahmadinejad: ´Hitler Was Jewish´,” Special Dispatch Series, No. 1408, 3/1/07.

9 Radio Damasco, 7/11/98, citado por Anti-Defamation League (ADL), Anti-Semitism in the Syrian Media, February 1999.

10 Citado por Harkabi, Yehoshafat. Arab Attitudes to Israel, (Jerusalén: Israel Universities Press), 1971, p. 277.

11 Citado por Richard Cohen, “The Ugly Arab Press”, The Washington Post, 13/3/01.

12 Citados por Robert Satloff. “The Holocaust´s Arab Heroes”, The Washington Post (Outlook section), 8/10/06.

13 Al-Risala, 13/4/00, citado por MEMRI, Special Dispatch No. 187: “Palestinians Debate including the Holocaust in the Curriculum”, 21/2/01.

14 Al-istiqlal, 20/4/00, en Ibid.

15 Al-Risala, 13/4/00, en Ibid.

16 Al-istiqlal, 20/4/00, en Ibid.

17 Al-istiqlal, 20/4/00, en Ibid.

18 Del texto de la Resolución A/RES/60/L.12, 1/11/05.

19 Satloff, Robert. “The Holocaust´s Arab Heroes”, The Washington Post (Outlook section), 8/10/06.

20 Citado en “Iran´s Israel denial”, The Jerusalem Post, 11/12/06.

21 Faisal Al-Maqal, 7/3/03, traducido por MEMRI, “An Israeli Arab Initiative to Visit Auschwitz”, Inquiry and Analysis Series, No. 136, 25/4/03.

22 Citado por Stav, Arieh. Peace: The Arabian Caricature, (Jerusalén: Gefen Publishing House), 1999, p. 115.

23 Green, Elliot. “Arabs and Nazis—Can It Be True? Midstream Vol. XXXX, No. 7, (October 1994), p. 10.; y Sarah Honig, “Fiendish hypocrisy II—the man from Klopstock St.”, The Jerusalem Post, 6/4/01.

24 Schechtman, Joseph B. The Mufti and the Fuhrer, (NY: Thomas Yoseloff, Publ.), 1965, p. 127.

25 Pryce-Jones, David. Closed Circle: An Interpretation of the Arabs, (London: Weidenfeld and Nicolson), 1989, p. 201.

26 Citado por Peters, Joan. From Time Immemorial, (Chicago: J.KAP Publishing), 1985, p. 37.

27 Citado por Schechtman, The Mufti and the Fuhrer, p. 157.

28 Ver “The Record of Collaboration of King Farouk of Egypt with the Nazis and Their Ally, The Mufti”, Memorandum Submitted to the United Nations, (NY: The Nation Associates), June 1948, p. 8.

29 Citado por Schechtman, The Mufti and the Fuhrer, p. 132.

30 Ver carta en Peters, From Time Immemorial, pp. 439-441.

31 Pryce-Jones, Closed Circle, p. 205.

32 Green, p. 10, y Schechtman, The Mufti and the Fuhrer, pp. 131-139.

33 Melchers en Nuremberg, Agosto 6, 1947, citado por Schechtman, The Mufti and the Fuhrer, p. 156.

34 Citado por Sarah Honig, “Fiendish hypocrisy I—Whom Goebbels praised”, The Jerusalem Post, 30/3/01.

35 Satloff, Robert. Among the Righteous: Lost Stories from the Holocaust´s Long Reach into Arab Lands, (New York: Public Affairs), 2006, pp. 86-87.

36 Levin, Itamar. “Confiscated Wealth: The Fate of Jewish Property in Arab Lands”, Institute of the World Jewish Congress, Jerusalem, 2000, p. 7; y Norman Stillman, The Jews of Arabs Lands in Modern Times (Jewish Publication Society), 1991, p. 119.

37 Satloff, Among the Righteous, pp. 76,78,97.

38 Idib. pp. 7 y 79.

39 Pryce-Jones, The Closed Circle, p. 202.

40 Citada en Satloff, Among the Righteous, p. 74.

41 Pryce-Jones, David.  The Closed Circle, p. 201.

42 Citado por Bernard Lewis. Semites and Anti-Semites, (NY: Norton & Company), 1986, pp. 147-148.

43 Citado por Joseph Nevo, “The Attitude of Arab Palestinian Historiography Toward the Germans and the Holocaust”, en Remembering for the Future, Theme II, (Oxford: Pergamon Press), 1988, p. 2242.

44 Pryce-Jones, The Closed Circle, p. 201 y p. 207.45 Netanyahu, Benjamin. A Place Among the Nations, (New York: Bantam Books), 1993, p. 190.

46 Lewis, Semites and Anti-Semites, p. 149.

47 Pryce-Jones, The Closed Circle, p. 204.

48 Satloff, Among the Righteous, p. 91.

49 Citado por Lewis, Semites and Anti-Semites, p. 161, y Stav, Peace, p. 119.

50 Citado por Pryce-Jones, The Closed Circle, p. 194.

51 Citado por Peters, From Time Immemorial, p. 37.

52 Ahmad Ragab en Al-Akhbar, 18/4/01, citado por MEMRI: “Thanks Hitler”, 20/4/01. El periódico egipcio reprodujo esta columna por segunda vez el 25/4/01.

53 Ver ADL press release, “ADL Calls Egyptian Press Syndicate Honoring of Anti-Semitic Columnist ´Outrageous´”, 31/5/01.

54 Traboulsi, Fawwaz. “We the Arabs, the Holocaust, and Palestine”, as-Safir, 14/12/06, traducido por Assaf Kfoury.

55 Netanyahu, A Place Among the Nations, p. 195, nota al pie.

56 Sterling, Claire. The Terrorism Network, (New York: Berkley Books), 1981, pp. 116-117; John Laffin, The P.L.O. Connections, (London: Transworld Publishers), 1982 p. 100.

57 Citado por Netanyahu, A Place Among the Nations, p. 188.

58 “El presidente bendijo al canciller austríaco”, Al-Hayat al-Jadeeda, 14/2/00, traducido del árabe por Palestinian Media Watch.

59 Ver Dennis Prager & Joseph Telushkin, Why the Jews, (New York: Simon & Schuster), 1985, p. 211; Jeff Jacoby, “Golan for Peace: A reckless gamble”, The Boston Globe, 23/12/99; Stav, Peace, p. 121.

60 Ver Bernard Lewis, “Muslim Anti-Semitism”, The Middle East Quarterly, (June 1998), p. 47.

61 Ibid., p. 48.

62 Ver “Holocaust Deniers To Convene in Lebanon”, comunicado de prensa de la Anti-Defamation League (ADL), 11/2/01.

63 Ver “Yad Vashem nominates first Arab as ´Righteous Gentile´,” The Jerusalem Post, 30/1/07.

64 Para mayor información sobre estos casos puntuales y otros ver Robert Satloff, Among the Righteous: Lost Stories from the Holocaust´s Long Reach into Arab Lands, especialmente los capítulos 5, 6 y 7.

65 “An Israeli Arab Initiative to Visit Auschwitz”, MEMRI, 25/4/03, Inquiry and Analysis Series, No. 136.

66 Citado en “Para Khatami, el Holocausto es ´indudable´,” La Nación, 27/1/07.

67 Ayaan Hirsi Alí, “Why they Deny the Holocaust”, Los Angeles Times, 16/12/06.

68 Nevo, Joseph. “The Attitude of Arab Palestinian Historiography Toward the Germans and the Holocaust”, en Remembering for the Future, Theme II, (Oxford: Pergamon Press), 1988.

69 Lewis, Semites and Anti-Semites, pp. 162-163.

70 Ibid., p. 163.

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Por Julián Schvindlerman

  

El mito de la centralidad Israelí – 27/12/06

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Tiempo atrás, el compositor griego Mikis Theodorakis creó cierta conmoción internacional  al afirmar que “los judíos son la raíz de todo el mal”. Una variante políticamente correcta de esta aseveración judeófoba ha estado presente por un buen tiempo ya en el discurso diplomático en lo relativo al Medio Oriente. A saber, la noción de que Israel es la raíz de todo el mal en dicha región. Solamente en las últimas semanas, esta idea ha sido declarada -en léxico diplomático- por dignatarios y políticos tales como el francés Jacques Chirac, el español José Luis Rodríguez Zapatero, el británico Tony Blair, el ganés Kofi Annan, y los estadounidenses James Baker III y Lee Hamilton, entre tantos otros.

Según estos interlocutores, hemos de concluir que las matanzas entre sunitas y chiítas en Irak, el genocidio en Sudán, el avance del fundamentalismo islámico en Somalía, la guerra civil en Argelia, el programa nuclear iraní, la represión política en Siria, la supresión de la mujer en Arabia Saudita, la pobreza en Egipto, y mucho más, tienen su razón de ser en la inexistencia de paz entre israelíes y palestinos. La propuesta es tan absurda que nos cuesta creer que gente bien informada e inteligente pueda suscribir a una impresión tan irracional y reduccionista de la realidad mesoriental. De no ser porque está ganando cada vez más terreno, ella debería ser ignorada con desdén. Pero como en los asuntos del Medio Oriente son las distorsiones las que tienen mas adeptos, cuestionar esta falacia se impone.

 La disputa palestino-israelí (o si se prefiere la ampliación, la árabe-israelí), ha sido uno de los conflictos menos letales en la historia moderna de la contienda bélica. Tal como Binyamín Netanyahu ha documentado en su libro A Place Among the Nations años atrás, y Ben-Dror Yemeni lo ha hecho recientemente en las páginas de Maariv, la cantidad de árabes y palestinos muertos en las guerras e intifadas contra Israel totaliza unos 60.000 en un período de casi seis décadas. En ese mismo lapso de tiempo unos 5.000.000 de árabes y  musulmanes fueron asesinados en diversas guerras civiles e interestatales en la región. Así se revela una sucesión de tragedias humanitarias abismal: la invasión egipcia al Yemen provocó 250.000 muertes, la guerra civil argelina se cobró 1.000.000 de vidas, la guerra civil libanesa otras 130.000, la incursión libia a Chad generó 100.000 víctimas fatales, las dos guerras civiles en Sudán costaron alrededor de 2.500.000 vidas, la guerra civil somalí mató a medio millón, y la guerra entre Irán e Irak se cobró otro millón más. Estos guarismos desconsideran represiones internas que derivaron en miles de muertes tales como la de jordanos contra palestinos en 1970/71, la de sirios contra musulmanes radicales en 1982, e iraníes khomeinistas contra ciudadanos disidentes en los últimos 27 años.

Nada de esto ocurrió porque los palestinos no hayan tenido un estado propio o porque Israel haya construido asentamientos. La obsesión con la realidad palestino-israelí no permite que el mundo se avoque a la resolución de crisis humanitarias exorbitantes y quienes más sufren por ello son las víctimas de esas masacres. “Israel paga en imagen. Ellos [los árabes] con sangre” señala Yemeni.

El giro actual de esta actitud postula que si tan solo Israel cediera los Altos del Golán a Siria y otorgara la soberanía a los palestinos, entonces Irán renunciaría a su ambición atómica y, junto con Siria, dejaría de promover violencia en Irak. Si tuviera algo de mérito, cabría dar lugar al debate a propósito de la sensatez y la justicia de presionar a un pequeño estado asediado desde siempre con la esperanza de alcanzar la estabilidad en otras áreas. Pero como en todo caso este concepto no tiene gollete, este exceso de atención sobre el meollo entre israelíes y palestinos pasa a ser extremadamente imprudente en tanto distraerá a la familia de las naciones de atender los peligros reales contemporáneos. Ni Irán ni Siria están fomentando una guerra civil en Irak para que los palestinos sean independientes. Los promotores de esta falsedad deben reevaluar sus premisas. Esta vez su error no se traducirá en tragedia para los mismos árabes (cuyo destino en realidad a estos adalides de la ingenuidad nunca les importó) sino para ellos mismos: un Irán nuclear será una amenaza para todo Occidente y no solamente para Israel y la región.   

 El prospecto de un Irán nuclear acarrea la semilla de dos demonios: el efecto dominó sobre futuros aspirantes al club atómico y el escenario pesadillesco del terrorismo nuclear. Conforme a la visión de Carlos Escudé: “El mundo se nuclearizará, y con ello tendremos la certeza de que casi cualquiera podrá llevar a cabo extorsiones nucleares, escalando el potencial del flagelo terrorista hasta extremos dantescos”. En efecto, si accedemos a convivir con un Irán nuclear, deberemos aceptar la posibilidad de ver algún día un hongo atómico sobre Tel-Aviv o la destrucción de la Capital Federal -ya no sólo la del edificio de la AMIA- como objetivo de un tercer atentado. Estos serán los riesgos. El momento de actuar para evitarlos es hoy, y lo primero que debemos entender es que lo último que ha tenido en mente el régimen iraní -desde el distante 1979 cuando Khomeini tomó el poder por la fuerza en nombre de Allah hasta el presente 2006 cuando Ahmadinejad procura enriquecer uranio- ha sido la causa palestina.

 Con la misma vehemencia con que hemos denunciado la calumnia de Theodorakis oportunamente, debemos cuestionar ahora esta nueva versión políticamente más correcta y mucho más peligrosa.

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Por Julián Schvindlerman

  

Abdicación papal en Turquía – 13/12/06

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Quien haya visto favorablemente el discurso valiente que el Papa Joseph Ratzinger pronunciara en Alemania a mediados de septiembre, no podrá menos que sentir una gran desazón al observar el desenlace de su visita a Turquía de finales de noviembre. La claudicación política de Roma ante la moderna Constantinopla ha sido tan total, que a uno tan solo le cabe esperar que hayamos presenciado una efímera rendición de la diplomacia vaticana más que un dramático presagio de lo que será el papado de Benedicto XVI frente al Islam.

La visita del sumo pontífice de la Iglesia Católica a un país musulmán es un acontecimiento política y religiosamente relevante. Más aún si se trata de la primera visita de un nuevo Papa, y más todavía cuando ésta ocurre con el trasfondo de un clima ríspido entre el Islam y Occidente. El desarrollo de las relaciones entre dos grandes religiones que, en conjunto, abarcan alrededor de dos mil trescientos millones de fieles (nada menos que cerca del 40% de la población mundial) es siempre un asunto de importancia vital. La ansiedad universal con este viaje papal en particular tenía a su vez raíz en la inquietud a propósito de cómo sería recibido Benedicto XVI en una nación islámica a menos de tres meses de haberse él voluntariamente instalado en el centro de la tormenta interreligiosa al sugerir que había un vínculo entre la violencia y el Islam que reclama urgente atención. Pero la tensión inicial se fue disipando a medida que aumentaban los gestos conciliatorios vaticanos. Al expresar apoyo al ingreso de Turquía a la Unión Europea, al rezar en una mezquita histórica en dirección a la Meca, y al caracterizar al Islam como una religión de amor y tolerancia, el sumo pontífice ha sido sin lugar a dudas magnánimamente generoso, y con este sorprendente giro en U en su discurso, Ratzinger ha logrado revertir las aprehensiones  suscitadas en torno a su supuesta intransigencia e incapacidad para conducir sensiblemente el diálogo interreligioso. Sin embargo, con estos mismos gestos, el Papa ha demostrado ser  profundamente contradictorio, también.

El simbolismo nunca escapa a la diplomacia vaticana, y el discurso de Benedicto XVI en Ratisbona no ha sido una excepción, comenzando por la fecha misma (12 de septiembre de 2006), justo un día después del quinto aniversario de los atentados contra las Torres Gemelas en Nueva York. La alusión papal a un comentario de un emperador bizantino de antaño -según el clérigo Richard John Neuhaus- pudo haber querido sugerir que las fricciones entre el Cristianismo y el Islam no son nuevas. El discurso plasmó una preocupación justificada acerca de la realidad actual: el creciente secularismo en Occidente en oposición al creciente fanatismo religioso en el Medio Oriente. Este Papa ha sido un duro crítico del relativismo moral imperante en Occidente, y al contrastarlo con el dogmatismo férreo del Islam fundamentalista él estaba alertando, con total mérito, acerca de una debilidad interna occidental frente a un enemigo decidido e indiferente a toda restricción moral.

Las reacciones de unos y otros confirmaron la certeza de la reflexión papal: mientras que los musulmanes enardecidos cometían actos violentos para protestar la sugerencia indirecta  (si bien brusca) entre Islam y violencia, los occidentales apaciguadores mostraron su falta de coraje moral al abandonar al líder espiritual del catolicismo en un momento tan crucial. Aclaraciones y correcciones se sucedieron en las semanas siguientes al polémico discurso, pero en ninguna ocasión Benedicto XVI se disculpó. Esta actitud dio lugar a especulaciones a propósito de futuros desarrollos en las relaciones entre el Catolicismo y el Islam, las que aumentaron a medida que se aproximaba el primer viaje de este Papa a un país musulmán. ¿Mantendría Ratzinger su postura de señalar las falencias del Islam radical, propiciando así un postergado debate en la contemporaneidad? ¿O cedería ante la presión internacional con la esperanza de evitar una mayor confrontación, fomentando así la ilusión de una falsa convivencia?

 Al optar por la segunda de las alternativas, Benedicto XVI claudicó. Seguramente esto se ha debido más al aislamiento en el que se encontraba que a una decisión personal, y no debemos olvidar la responsabilidad compartida por este lamentable desarrollo de aquellos que eligieron la corrección política en lugar de la firmeza moral y crearon una atmósfera de presión irresistible. Pero independientemente de las razones, tal actitud tuvo consecuencias: al dar marcha atrás en sus pronunciamientos sobre la naturaleza del Islam, el Papa pecó del mismísimo relativismo moral que tan intensamente cuestiona. Después de todo, el Islam no puede ser una religión inhumana y violenta y amorosa y tolerante a la vez. Es menester señalar que pasos orientados hacia un genuino entendimiento entre las religiones y entre las naciones han de ser celebrados. Es solo que en la coyuntura presente, y con el trasfondo de un conflicto irresuelto, la visita papal a Turquía ha dado la impresión de que lo ceremonioso primó por sobre lo dolorosamente necesario.

 Evaluada en la inmediatez del momento, puede que el Papa haya adoptado una actitud responsable -y quizás, la única posible, políticamente- en el contexto de un acontecimiento diplomático muy especial que demandaba un enfoque componedor. A largo plazo, empero, el precedente de un Papa indeciso y una diplomacia vaticana zigzagueante no contribuirá a insuflar determinación en el Occidente católico ni fortalecerá el poder de disuasión necesario ante un Oriente musulmán fanatizado.

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La «diplomacia Activa» de Venezuela e Irán en la Argentina – 29/11/06

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La República Argentina está atravesando un momento mesoriental. Desde que el juez federal Rodolfo Canicoba Corral emitió un pedido de captura internacional contra un ex presidente iraní y otros altos ex funcionarios iraníes, apoyándose en las conclusiones de la unidad fiscal liderada por Alberto Nisman y Marcelo Martínez Burgos, los sistemas de seguridad del país se han reforzado fuertemente. ¿La razón? El temor, completamente fundamentado, a la posibilidad de represalias iraníes contra la Argentina. Después de todo, quién ya ha golpeado dos veces en esta tierra, podría hacerlo una tercera vez.

Extrañamente, el fiscal general de la república islámica en cuestión, Qorbanali Dorri-Najafabadi, anunció que Teherán pediría a INTERPOL el arresto y extradición del ex juez Juan José Galeano (no del juez actual que dictaminó la orden de captura) y de solo uno de los dos fiscales (Nisman, de religión judía) que identificaron a Irán como autor del atentado contra la AMIA en 1994. “Cualquier extranjero que encontrándose en el exterior cometa un delito contra la república islámica puede ser perseguido”, sentenció el fiscal iraní. Al provenir esta amenaza, como es el caso, de un régimen que años atrás pronunció una fatwa contra un escritor disidente exiliado, forzándolo a vivir el resto de sus días a escondidas, y habiendo sido atacados a puñaladas y a tiros los traductores de la obra al italiano y al noruego respectivamente, y habiendo sido asesinado el traductor japonés del libro en cuestión, Los versos satánicos de Salman Rushdie, ciertamente existen motivos para tomar con total seriedad la advertencia iraní; tal como las amenazas de muerte anónimas que han recibido desde entonces jueces y fiscales argentinos. Curiosamente, el presidente Nestor Kirchner -usualmente tan dispuesto a entrometerse personalmente por ofensas de menor calibre- permaneció escandalosamente callado frente a esta inusitada respuesta iraní, hasta que la actitud imprudente de un funcionario/piquetero lo obligó a romper su mutismo auto-impuesto.

Según informes de la prensa local, la visita del ahora ex subsecretario de Tierras para el Hábitat Social, Luis D´Elía, a la embajada iraní en medio del meollo, fue estimulada por el embajador venezolano en la Argentina, Roger Capella; hombre de fuertes vínculos con agrupaciones de la extrema izquierda nacional y supuesto mentor de la contracumbre de Mar del Plata. El enviado de Hugo Chávez ya había visitado a Nilda Garré, actual Ministra de Defensa y ex embajadora argentina en Caracas, para suavizar la situación de tensión entre Teherán y Buenos Aires. Tal como el encargado de negocios de Irán en Buenos Aires, Moshen Baharvand, que ha disertado últimamente en diversas universidades del país, y que posee estrechos vínculos con el así llamado Movimiento Patriótico Revolucionario Quebracho (vaya patriotismo ponerse al servicio de una nación foránea acusada de asesinar compatriotas), otro tanto ha estado haciendo el representante venezolano, “habitué de charlas universitarias organizadas por centros de estudiantes”, según el diario La Nación, y cuyas actividades de extensión diplomática incluye el otorgamiento de becas de estudio, programas de alimentación y planes de salud para sectores populares e intercambios comerciales para cooperativas y pymes. Viajes a Venezuela para interiorizarse en los muchos “logros” de la revolución bolivariana complementan este tour de force ideológico al que no le falta como souvenir de despedida a los invitados bolsos con la cara de Chávez. (Pobre Guevara…). Tal es el involucramiento chavista en asuntos domésticos que hasta motivó una protesta del Consejo Argentino de Oftalmología por la presencia de enviados venezolanos y cubanos en el conurbano bonaerense y en el interior del país ofreciendo cirugías oculares a realizarse en Venezuela, Cuba o Bolivia.

De esta forma, revolucionarios bolivarianos y khomeinistas han estado ganando adeptos en las calles y universidades argentinas. Las delegaciones venezolanas e iraníes -hermanadas como nunca antes desde el ascenso de Hugo Chavez y Mahmoud Ahmadinejad- han prácticamente copado el terreno propagandístico entre estudiantes y militantes callejeros argentinos. A estos jóvenes los une un arrebatado sentimiento anti-imperialista y anti-capitalista que, con la hábil asistencia de los adoctrinadores foráneos, queda licuado en una visceral hostilidad a los Estados Unidos, Israel y los judíos. Caracas inicialmente negó su intervención en los asuntos internos de la Argentina pero luego ordenó a su enviado reducir sus actividades públicas, primeramente, y luego (al momento de escribir estas líneas) lo hizo regresar a Caracas. Conforme al diario venezolano El Universal, Venezuela había  culpado a Washington de montar una estrategia para dañar a Chávez. Tal como los iraníes, que pretenden presentarse como las víctimas de un “complot sionista-imperialista” en la causa AMIA. La posición iraní es tan insostenible que apela a descabelladas teorías conspirativas para distraer a la opinión pública de la realidad de su extremismo. Aspira a la santificación moral un régimen teocrático y fundamentalista que -al mismísimo momento de escribir estas líneas- está patrocinando terrorismo en Irak, Afganistán, El Líbano y la Franja de Gaza cuando menos.

El líder venezolano le es funcional a un régimen islámico en busca de apoyo político mundial. Al presentar la oposición occidental a su programa nuclear como un asunto en el que las potencias nucleares privan a una nación en vías de desarrollo del progreso tecnológico, opina Fareed Zakaria en la revista Newsweek que Teherán está ganando simpatías tercermundistas: 118 naciones han expresado su apoyo durante el último encuentro de los países no-alineados en La Habana. Y al mostrarse al menos tan anti-norteamericano como la República Islámica de Irán, Chávez se posiciona cada vez más solidamente como un auténtico líder anti-imperialista de estatura internacional.

En la era de la globalización, a la Argentina hoy le toca encontrarse en el tablero de un juego mucho mayor.

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Por Julián Schvindlerman

  

La obsesión anti-Israelí – 15/11/06

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“Tenía el alma encogida. Llevaba menos de tres horas en Palestina y ya me sentía asfixiada por Israel”

María Messa en “El Puntal” de Río IV, 1/10/06.

En mi experiencia profesional como historiador del conflicto palestino-israelí he estado expuesto a diversos textos tendenciosos y prejuiciosos por parte de observadores supuestamente neutrales y objetivos, y ciertamente la nota de María Messa -“Palestina: sin derecho a réplica”- es un claro exponente de esta corriente. Por razones de espacio sería imposible refutar punto por punto cada una de sus disparatadas difamaciones (su referencia a los “protocolos” y al shekel israelí como supuesta evidencia del expansionismo hebreo así como su aseveración de que Israel tiene como meta la eliminación de todos los palestinos del mundo, son verdaderas gemas en el arte de la propaganda moderna) con lo cuál quisiera solamente focalizarme en el maniqueísmo que plaga su columna, puesto que éste es revelador de una intencionalidad inexcusable.

 La caricatura es tan obvia que linda con lo patético. Los palestinos, según la autora, “son gente excepcional, personas amables y de buen corazón”. Su chofer palestino resultó ser “un hombre de cara amable y barba blanca”. Ramallah “es una ciudad alegre” y sus habitantes son “amables, alegres y hospitalarios”. Y, a pesar de sus penurias, “en Palestina la gente ríe”. En contraste, no hallaremos en su nota una sola caracterización remotamente positiva hacia los israelíes. Los soldados que protegen sus fronteras posen “mirada inquisidora”. Israel se comporta “como un vulgar ladrón” y con la “paranoia de quien se sabe criminal”. Los líderes del estado “son sin duda criminales de guerra de la talla de Hitler, Himmler, Goering [y] Eichman”. Los sionistas “matan indiscriminadamente”, la valla de seguridad antiterrorista pasa a ser en los ojos de la autora un “muro de apartheid”, y cruzar las puertas de hierro de los checkpoints, en su impresión, “era como pasar por los anillos del infierno”. Si uno necesitara un caso de estudio de absolutismo periodístico, la nota de María Messa sería todo un paradigma.

Esta articulista, sin embargo, no opera en el vacío. Su cosmovisión es compartida por muchos. Lejos de ser un caso aislado, refleja un patrón. La simpatía reinante hacia el pueblo palestino es evidente. Y no hay nada de malo en ello per se. Es solo que hurgando un poco en las razones de esa simpatía es que nos adentramos en las verdaderas motivaciones -no siempre santas- de muchos de estos leales seguidores. ¿Será empatía con las percibidas víctimas en general las causas del sentimiento pro-palestino? Puede ser, pero en cualquier caso resulta llamativo que verdaderas situaciones de opresión y genocidio (Sudán, Mauritania, Congo, Ruanda, etc) no hayan despertado equivalente compasión, por no decir atención y dedicación de artículos, por parte de estas almas sensibles. ¿Será entonces indignación frente al cercenado derecho a la auto-determinación de los palestinos? Puede ser, pero resulta extraño entonces la ausencia de denuncias similares dada la supresión del nacionalismo de tibetanos, kurdos, vascos, irlandeses, etc. ¿Será entonces preocupación puntual por la tragedia palestina? Puede ser, pero en ese caso luce exótico el hecho de que cuando los palestinos han sufrido en manos de sus propios hermanos árabes (sea la represión durante el septiembre negro jordano a principios de los años setenta o la expulsión en masa de cientos de miles de trabajadores palestinos de Kuwait y Arabia Saudita a comienzos de los años noventa) haya sido inaudible la protesta de estos adalides de los desposeídos. Daría la impresión de que, en realidad, los palestinos estarían siendo manipulados como vehículo para la exteriorización de un sentimiento hostil a Israel.

 A excepción quizás de los Estados Unidos de George W. Bush, ningún país es tan regularmente tildado de nazi, fascista, imperialista, colonialista, expansionista, genocida y segregacionista como Israel lo es. Influyentes intelectuales han transformado en el campo de la opinión pública al estado judío en una entidad repugnante y peligrosa comparable a la Alemania nazi o a la Sudáfrica del Apartheid, pasando así de la crítica a la condena y de allí a la demonización de toda una nación. Al hacerlo, le adicionan saña a la ya dañina tendenciosidad. Nuestro desafío yace en distinguir la crítica razonable del ataque odioso. Obviamente, criticar determinadas políticas israelíes es juego limpio. No es solamente legítimo, sino necesario, dado que Israel es una nación perfectible. El asunto es que todas las naciones lo son, y tomar solo al estado judío para el escrutiñio moral de entre una pluralidad de naciones imperfectas es un acto discriminatorio.

Quisiera ser claro en esto: sería incorrecto, desde ya, vincular automáticamente toda crítica a Israel al prejuicio o al odio. No obstante, sería igualmente equivocado ignorar el hecho de que a veces el nexo efectivamente existe. Cuando la condena a Israel es tan impiadosa, selectiva, desproporcionada y absoluta como en la nota de María Messa, cuando una nación entera, y no tal o cuál política, es puesta en el banquillo de los acusados, entonces inadvertidamente o no, la fina línea divisoria que separa la crítica válida de la condena prejuiciosa ha sido cruzada. Y los observadores imparciales deberían poder reconocer que lejos de estar solidarizándose con los palestinos, Messa & Cía. están, de hecho, usándolos.