Comunidades, Comunidades - 2007

Comunidades

Por Julián Schvindlerman

  

Ingobernabilidad Palestina – 06/06/07

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Los cruentos choques entre Fatah y Hamas constituyen, a primera vista, una batalla por el poder político del gobierno autónomo palestino y por el control militar de la calle palestina. De manera más esencial, sin embargo, estos dos movimientos están luchando por el liderazgo del nacionalismo palestino.

Desde finales de los años sesenta, cuando la facción Al-Fatah de Yasser Arafat tomó las riendas de la Organización para la Liberación de Palestina (OLP) establecida por Egipto en 1964, el movimiento nacionalista palestino ha estado gobernado por esta agrupación nacionalista secular. La OLP siempre ha sido una organización paraguas que ha albergado a diversos grupos terroristas los cuáles muchas veces han cooperado y otras tantas veces peleado entre sí, pero Fatah ha mantenido su liderazgo y ha sido la principal responsable en lo relativo a las decisiones políticas, económicas y militares adoptadas por dicha organización.

Desde finales de los años ochenta, cuando el movimiento de resistencia islámico (Hamas) fue creado en Gaza, Fatah vio en éste un competidor por las simpatías populares palestinas. Al estallar la primera intifada en 1987, el Hamas ganó adeptos mediante un activo asistencialismo social y adoctrinamiento religioso, brindando soluciones a una población palestina prácticamente abandonada por líderes entonces exiliados en la distante Túnez, quienes se habían auto-proclamado como los “únicos y legítimos” representantes del pueblo palestino. Mientras que Arafat y su séquito desde un rincón del Medio Oriente predicaban perseverancia en la lucha contra los sionistas, el jeque Ahmed Yassin, fundador de Hamas, proveía servicios básicos y brindaba cobijo espiritual a los palestinos necesitados más de pan y un techo que de exaltadas pancartas nacionalistas. Preocupada por este desarrollo, la OLP adoptó un mayor involucramiento en la administración de la intifada palestina, la que en sus comienzos había surgido de forma espontánea, pero que a partir de entonces fue manipulada al servicio de los intereses olpistas.

La posición de Fatah en esta puja por el liderazgo palestino fue afianzada en 1993 a través de los Acuerdos de Oslo, los que establecieron a la Autoridad Palestina (AP) como ente gobernador del pueblo palestino asentado en Cisjordania y la Franja de Gaza. Durante el denominado proceso de paz, Hamas ofició de movimiento opositor a dichos acuerdos, llevando adelante el trabajo sucio que el Fatah -por obligaciones contractuales con el Estado de Israel- ya no podía realizar. Durante estos trágicos años, el Hamas perpetró cientos de atentados terroristas, en numerosas ocasiones bajo la luz verde de una AP liderada por nacionalistas palestinos leales a los objetivos históricos de la OLP, pero siempre actuando como grupo opositor dentro de la arena política palestina.

Esta situación sufrió un vuelco mayúsculo al ganar democráticamente Hamas las elecciones legislativas a principios del año 2006. Por primera vez en casi veinte años de contienda con Fatah, el movimiento islamista alcanzó el poder y lo hizo por la voluntad libre del pueblo palestino. Esto es algo que Fatah nunca pudo aceptar y al poco tiempo las tradicionales pujas internas palestinas cobraron una magnitud mucho mayor tanto en intensidad como en repetitividad. Ataques y contra-ataques feroces rápidamente se sucedieron, y ni los acuerdos para formar un gobierno de unidad nacional ni las varias treguas negociadas lograron frenar estas violentas luchas internecinas. Las presiones internacionales derivadas de la intransigencia del Hamas, cuya cosmovisión islamista radical le impide reconocer al estado judío y así ha estado trabando la generosa ayuda económica mundial, han acentuado la exasperación de Fatah y reforzado su determinación a recuperar el espacio perdido. Tal es el estado de anarquía en las calles palestinas, tal la arbitrariedad de las matanzas, tal la vulnerabilidad de la vida del ciudadano medio, que comenzaron a surgir cada vez más seguido tímidas voces palestinas expresando nostalgia por los “buenos viejos tiempos” de la ocupación israelí. Los insistentes ataques con cohetes lanzados desde las zonas palestinas contra poblados israelíes tienen el preciso propósito de provocar una reingreso israelí y así aglutinar a los guerreantes palestinos tras el enemigo común. De continuar estos lanzamientos de cohetes, es posible que este escenario se materialice, dado que la pasividad ante la agresión externa nunca ha sido una opción defensiva para Israel; y menos aún en tiempos en los que la capacidad de disuasión militar israelí ha quedado cuestionada durante la última guerra en El Líbano contra el Hizbullah.

El nacionalismo palestino está atravesando una de sus peores crisis históricas y la entidad palestina demuestra ser -una vez más- ingobernable, corrupta, violenta e inestable. Un editorial del diario Al-Quds al-Arabi afirmó que “la anarquía cruza todas las fronteras (…) parece que los derechos civiles son una baja prioridad (…) Las cosas van de mal en peor en los territorios controlados por la AP, y apenas se vislumbra un rayo de esperanza en el horizonte que anuncia una mejoría en la situación”. Estas líneas fueron escritas por un editorialista árabe en abril del año 2000. Siete años y muchas nuevas tragedias después, poco parece haber cambiado en la cultura política palestina.