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La Prensa (Panamá)

La Prensa (Panamá)

Por Julián Schvindlerman

  

Pacientes Palestinos en Israel – 18/09/17

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Causó bastante sorpresa entre los israelíes la reciente noticia de que el alto dirigente palestino Saeb Erakat había solicitado ser puesto en la lista de espera para someterse a un trasplante de pulmón en Israel. Y provocó cierto desconcierto el hecho de que las autoridades aceptaron su pedido. La calidad de la medicina israelí es superior a la de Cisjordania, por lo que el requerimiento de Erakat era racional, y, políticamente, al gobierno israelí le hubiera sido difícil negarle atención humanitaria a quien es, técnicamente, un socio en el proyecto de la paz de Oslo. Lo que no parece lógico es que un hombre que lleva largo tiempo criticando y difamando a Israel ante los medios de comunicación, la diplomacia internacional, las Naciones Unidas y cualquier plataforma posible, haya elegido al “enemigo sionista” para ser tratado médicamente, en lugar de, por ejemplo, naciones más amigables a la causa palestina como Qatar o Suecia.

No obstante, no ha sido Erakat el único dirigente palestino en elegir los hospitales israelíes para recibir tratamiento médico personal o para sus familiares. El presidente Mahmoud Abbas —quien apenas en marzo pasado recibió en sus oficinas con un abrazo a Osama Zaidat, un adolescente palestino que intentó apuñalar a israelíes en una parada de autobús cerca de Kiryat Arba— envió a hospitales en Israel a su esposa para una operación, a su hermano para un tratamiento de cáncer y a su cuñado para una cirugía de corazón. Incluso líderes del movimiento fundamentalista islámico Hamas —grupo que ha cavado túneles terroristas en la frontera de Gaza con Israel, que ha lanzado miles de misiles contra poblados israelíes, que ha secuestrado soldados de Israel y que ha llevado a cabo grandes cantidades de atentados suicidas en ciudades israelíes— han enviado a sus parientes a recibir cuidado médico al “ente sionista”.

La hermana de Moussa Abu Marzouk, una de las máximas autoridades de Hamas, recibió tratamiento por cáncer en Israel en el 2014; apenas dos meses después del fin de la tercera guerra lanzada por Hamas desde que capturó la Franja de Gaza. Dos semanas antes aun, la hija de Ismail Haniyeh, líder de Hamas en Gaza, ingresó a la sala de emergencias de un hospital de Tel-Aviv. Haniyeh también envió a hospitales de Israel a su nieta por una infección aguda, a su cuñado por un ataque cardíaco y a su suegra por un cáncer. Una cosa es la Jihad y otra la salud.


Según la Agencia Coordinadora de las Actividades del Gobierno israelí en los territorios, el año pasado, solo desde Gaza más de treinta mil palestinos se fueron a Israel para ser curados. Para lograrlo, el paciente debe ser referido a un especialista por un doctor palestino quien lo deriva a Israel y el Ministerio de Salud en Cisjordania debe autorizarlo y comprometerse a cubrir los gastos. Por momentos, la Autoridad Palestina negó o redujo significativamente tales pedidos en el marco de su campaña de presión política contra Hamas, que ha incluido también su rechazo a abonar las facturas de la energía que Israel provee a la Franja de Gaza o a pagar los salarios de los empleados públicos allí.

El gobierno de Mahmoud Abbas también dejó caer una propuesta para crear un mecanismo de transporte desde Gaza hacia hospitales israelíes, algo indispensable para los pacientes palestinos empobrecidos por un liderazgo que prefiere invertir en infraestructura terrorista en vez de en salud pública.

He aquí una paradoja. Mientras que los israelíes están dedicados a salvar vidas palestinas, a pesar de los obstáculos creados por los propios líderes palestinos, la opinión pública mundial los ve como genocidas. [Ha llegado la hora de que su vocación humanista —inalterada por ciclos de guerras, intifadas, cohetes y atentados— sea finalmente reconocida. ]

El autor es analista político internacional.

La Prensa (Nicaragua)

La Prensa (Nicaragua)

Por Julián Schvindlerman

  

Palestinos en hospitales de Israel – 18/09/17

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Causó bastante sorpresa entre los israelíes la reciente noticia de que el alto dirigente palestino Saeb Erakat había solicitado ser puesto en la lista de espera para someterse a un trasplante de pulmón en Israel. Y provocó cierto desconcierto el hecho de que las autoridades aceptaron su pedido. La calidad de la medicina israelí es superior a la de Cisjordania, por lo que el requerimiento de Erakat era racional, y, políticamente, al gobierno israelí le hubiera sido difícil negarle atención humanitaria a quien es, técnicamente, un socio en el proyecto de la paz de Oslo. Lo que no parece lógico es que un hombre que lleva largo tiempo criticando y difamando a Israel ante los medios de comunicación, la diplomacia internacional, las Naciones Unidas y cualquier plataforma posible, haya elegido al “enemigo sionista” para ser tratado médicamente, en lugar de, por ejemplo, naciones más amigables a la causa palestina como Qatar o Suecia.

No obstante, no ha sido Erakat el único dirigente palestino en elegir los hospitales israelíes para recibir tratamiento médico personal o para sus familiares. El presidente Mahmoud Abbas —quien apenas en marzo pasado recibió en sus oficinas con un abrazo a Osama Zaidat, un adolescente palestino que intentó apuñalar a israelíes en una parada de autobús cerca de Kiryat Arba— envió a hospitales en Israel a su esposa para una operación, a su hermano para un tratamiento de cáncer y a su cuñado para una cirugía de corazón. Incluso líderes del movimiento fundamentalista islámico Hamas —grupo que ha cavado túneles terroristas en la frontera de Gaza con Israel, que ha lanzado miles de misiles contra poblados israelíes, que ha secuestrado soldados de Israel y que ha llevado a cabo grandes cantidades de atentados suicidas en ciudades israelíes— han enviado a sus parientes a recibir cuidado médico al “ente sionista”.

La hermana de Moussa Abu Marzouk, una de las máximas autoridades de Hamas, recibió tratamiento por cáncer en Israel en el 2014; apenas dos meses después del fin de la tercera guerra lanzada por Hamas desde que capturó la Franja de Gaza. Dos semanas antes aun, la hija de Ismail Haniyeh, líder de Hamas en Gaza, ingresó a la sala de emergencias de un hospital de Tel-Aviv. Haniyeh también envió a hospitales de Israel a su nieta por una infección aguda, a su cuñado por un ataque cardíaco y a su suegra por un cáncer. Una cosa es la Jihad y otra la salud.


Según la Agencia Coordinadora de las Actividades del Gobierno israelí en los territorios, el año pasado, solo desde Gaza más de treinta mil palestinos se fueron a Israel para ser curados. Para lograrlo, el paciente debe ser referido a un especialista por un doctor palestino quien lo deriva a Israel y el Ministerio de Salud en Cisjordania debe autorizarlo y comprometerse a cubrir los gastos. Por momentos, la Autoridad Palestina negó o redujo significativamente tales pedidos en el marco de su campaña de presión política contra Hamas, que ha incluido también su rechazo a abonar las facturas de la energía que Israel provee a la Franja de Gaza o a pagar los salarios de los empleados públicos allí.

El gobierno de Mahmoud Abbas también dejó caer una propuesta para crear un mecanismo de transporte desde Gaza hacia hospitales israelíes, algo indispensable para los pacientes palestinos empobrecidos por un liderazgo que prefiere invertir en infraestructura terrorista en vez de en salud pública.

He aquí una paradoja. Mientras que los israelíes están dedicados a salvar vidas palestinas, a pesar de los obstáculos creados por los propios líderes palestinos, la opinión pública mundial los ve como genocidas. [Ha llegado la hora de que su vocación humanista —inalterada por ciclos de guerras, intifadas, cohetes y atentados— sea finalmente reconocida. ]

El autor es analista político internacional.

The Times of Israel, The Times of Israel - 2017

The Times of Israel

Por Julián Schvindlerman

  

PM Netanyahu in Argentina – 11/09/17

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By Julian Schvindlerman
The Times of Israel – 11/9/17

http://blogs.timesofisrael.com/pm-netanyahu-in-argentina/

Today, Prime Minister Binyamin Netanyahu lands in Argentina. Official Israeli trips to this country can be traced back to 1951, when Golda Meir came here, inaugurating a succession of future visits that included those of Abba Eban, Levy Eshkol, David Ben-Gurion, Isaac Rabin and Shimon Peres.
Netanyahu’s visit comes at a new political moment in Argentina. A few weeks ago the Vice President of the United States Mike Pence was here. Previously we were visited by Barack Obama. President Mauricio Macri met with Donald Trump in Washington DC. Macri and Netanyahu had a meeting in Davos, and the former, when he was mayor of Buenos Aires, visited Israel. The Buenos Aires legislature declared the Israeli premier an “illustrious visitor”.

All this is new for Argentines accustomed to twelve years of Kirchnerismo, which associated itself with diplomatic enthusiasm with nations like Cuba, Venezuela, Libya and Iran, and supported the Palestinian cause at the United Nations. During her tenure, President Cristina Fernández de Kirchner traveled to Libya, where she praised Muammar Gadaffi, applauded Hugo Chavez and the Castro brothers, and embraced Ahmadinejad’s Iran, with whom she signed a Memorandum of Understanding that sought to exonerate the perpetrators of the AMIA bombing in 1994. She is currently being investigated by the justice and could be accused of complicity with Iran and possibly indicted for treason.
So the Netanyahu trip can be seen as a mark of support for this South American country´s new international orientation. Unsurprisingly, hostile voices have emerged from the usual quarters: Islamic radicals, local Palestinians, anti-Zionist militants and left-wing Jews.

Thus, a leftist parliamentarian presented a draft declaration in the Chamber of Deputies that blames Israel for being a “genocidal”, “colonialist” and “artificial” state. The Islamic Organization of Argentina issued a statement that defines the Jewish state as “terrorist, criminal and usurper.” The head of the Federation of Argentine-Palestinian Entities told Efe that Netanyahu “is fundamentally a criminal, product of a colonizing ideology that has to do with Zionism and that has also kidnapped Judaism.” A group called The Committee for the Expression of Peoples organized a press conference to protest against bilateral relations between the two countries. Argentine Jews, some of them residents of Israel, published in the opposition newspaper Página12 an open letter to Macri and Netanyahu demanding the release of documents pertaining to relations between the two countries in the period of the Argentine dictatorship, 1976-1983. The Argentine Committee of Solidarity with the Palestinian People called for a protest-march in front of the Israeli embassy, ​​which garnered the support of the Permanent Assembly for Human Rights, the Mothers of Plaza de Mayo Founding Line, the Military Center for Democracy in Argentina and other groups that behind the mask of human rights promote an anti-liberal and Third-World agenda. A group of anti-Zionist Jews allied with Kirchnerismo repudiated Netanyahu’s visit and the strengthening of Israel’s relations with Argentina, Mexico and Colombia -the other stops of the journey- because they seek to promote “closer partnerships with neoliberal governments that privilege policies decidedly anti-popular” and condemned the security accords to be signed for -“undoubtedly”- aiming at “the repression of the social struggles of the most humble sectors of our continent.” Che Guevara still lives here.

Given this avalanche of hostile protestations, a handful of Argentine Jewish intellectuals took the initiative to publicly declare ourselves in favor of this visit and gave our personal welcome to the Israeli premier. We also stated: “We believe that the meeting between the leaders of two vibrant democracies should be applauded, not protested, and we are pleased that Argentina in the last year and a half has chosen to approach the free nations of the world, leaving aside the strange fascination that the previous government had shown for totalitarian regimes.” We know that we reflect the feelings of the majority of the Jews of Argentina.
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[Versión en español]

Netanyahu en la Argentina

Por Julián Schvindlerman
The Times of Israel – 11/9/17

Hoy aterrizó en la Argentina el Primer Ministro Binyamin Netanyahu, viaje que se inscribe en una línea que se remonta a 1951, cuando Golda Meir vinó aquí, inaugurando una sucesión de futuras visitas que incluyó a Abba Eban, Levy Eshkol, David Ben-Gurion, Isaac Rabín y Shimon Peres.

La visita de Netanyahu ocurre en un nuevo momento político argentino. Hace unas pocas semanas estuvo aquí el Vice Presidente de Estados Unidos Mike Pence. Anteriormente nos visitó Barack Obama. El Presidente Mauricio Macri se reunión con Donald Trump en Washington DC. Macri y Netanyahu compartieron un encuentro en Davos y el primero, cuando era alcalde de Buenos Aires, visitó Israel. La legislatura porteña declaró al premier israelí “visitante ilustre”.

Todo esto es novedoso para los argentinos acostumbrados a doce años de Kirchnerismo, que se relacionó con entusiasmo diplomático con naciones como Cuba, Venezuela, Libia e Irán y apoyó la causa palestina en las Naciones Unidas. Durante su mandato, la Presidente Cristina Fernández de Kirchner viajo a Libia, donde alabó a Muammar Gadaffi, aplaudió a Hugo Chávez y a los hermanos Castro, y abrazó al Irán de Ahmadinejad, con el cual firmó un Memorando de Entendimiento que buscó exonerar a los perpetradores del atentado contra la AMIA en 1994. Actualmente está siendo investigada por la justicia y podría ser acusada de complicidad con Irán y posiblemente por traición a la patria.

De manera que este viaje de Netanyahu puede leerse como un apoyo a la nueva orientación internacional de este país sudamericano. Como era de esperar, emergieron voces hostiles a esta visita por parte de los sospechosos usuales: radicales islámicos, palestinos locales, militantes anti-sionistas y judíos izquierdistas.

Así, un diputado de izquierda presentó un proyecto de declaración en la Cámara de Diputados que tacha a Israel de ser un estado “genocida”, “colonialista” y “artificial”. La Organización Islámica Argentina emitió un comunicado que define al estado judío como “terrorista, criminal y usurpador”. La titular de la Federación de Entidades Argentino-Palestinas dijo a Efe que Netanyahu “es fundamentalmente un criminal, producto de un ideario colonizador que tiene que ver con el sionismo y que ha raptado también al judaísmo”. Un grupo llamado Comité para la Expresión de los Pueblos organizó una conferencia de prensa para protestar contra las relaciones bilaterales entre ambos países. Judíos argentinos, algunos residentes en Israel, publicaron en el diario opositor Página12 una carta abierta a Macri y a Netanyahu reclamando la entrega de documentos sobre las relaciones entre ambos países en el período de la dictadura argentina, 1976-1983. El Comité Argentino de Solidaridad con el Pueblo Palestino convocó a una marcha de protesta frente a la embajada de Israel, a la que adhirieron la Asamblea Permanente por los Derechos Humanos, las Madres de Plaza de Mayo Línea Fundadora, el Centro de Militares para la Democracia Argentina y otras agrupaciones que tras la máscara de los derechos humanos promueven una agenda anti-liberal y tercermundista. Una agrupación de judíos anti-sionistas aliados al Kirchnerismo repudió la visita de Netanyahu y el fortalecimiento de las relaciones de Israel con la Argentina, México y Colombia -las otras escalas del viaje- porque promueven “el estrechamiento de alianzas con gobiernos neoliberales que privilegian políticas decididamente antipopulares” y condenó los acuerdos militares en ciernes a los que vio orientados -“sin dudas”- a “la represión de las luchas sociales de los sectores más humildes de nuestro continente”. El Che Guevara aún vive aquí.

Ante esta avalancha de manifestaciones hostiles, un puñado de intelectuales judeo-argentinos tomamos la iniciativa de manifestarnos públicamente a favor de esta visita y dimos nuestra bienvenida personal al premier israelí. También declaramos: “Creemos que el encuentro entre los líderes de dos democracias vibrantes debe aplaudirse, no protestarse, y vemos con agrado que la Argentina en este último año y medio haya optado por acercarse a las naciones libres del mundo, dejando de lado la extraña fascinación que por regímenes totalitarios había mostrado el previo gobierno”. Sabemos que reflejamos el sentir de la mayoría de los judíos de la Argentina.

Varios

Varios

Por Julián Schvindlerman

  

Comunicado de intelectuales judíos a favor de la visita del premier Netanyahu a la Argentina – 08/09/17

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Artículo en Vis-á-Vis – 08/09/17

Ante descaradas agresiones a la figura del Primer Ministro del Estado de Israel, Benjamín Netanyahu, y al Presidente de la República Argentina, Mauricio Macri, a la luz de su próximo encuentro en Buenos Aires, los abajo firmantes declaramos nuestro apoyo a esta importante visita y damos la bienvenida al premier de Israel. Creemos que el encuentro entre los líderes de dos democracias vibrantes debe aplaudirse, no protestarse, y vemos con agrado que la Argentina en este último año y medio haya optado por acercarse a las naciones libres del mundo, dejando de lado la extraña fascinación que por regímenes totalitarios había mostrado el previo gobierno.

Firman: Marcos Aguinis, Federico Andahazi, Marcelo Birmajer, Alejandro Borensztein, Diana Cohen Agrest, Santiago Kovadloff, Fanny Mandelbaum, Daniel Sabsay, Julián Schvindlerman, David Stalman.

Infobae cubrió la noticia aquí:

Comunicado publicado en:

Cartas de La Nación
Vis-a-Vis
Radio Jai
Iton Gadol
 

Leído por Alfredo Leuco en su programa Le doy mi palabra

Varios

Varios

Por Julián Schvindlerman

  

Entrevista con Vis-á-Vis – 24/05/17

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Donald Trump en Israel

El analista político internacional, Julián Schvindlerman, dialogó en exclusiva con La Cadena Judía de Información Vis á Vis acerca de lo que dejó la visita del presidente de los Estados Unidos, Donald Trump, al Estado de Israel, y se refirió al proceso de paz que busca encarar el mandatario norteamericano para acercar las posiciones entre israelíes y palestinos. Además, hizo hincapié en la iniciativa de paz que promueve Arabia Saudita, por la cual el Estado Judío tiene mucha prudencia al respecto.

– ¿Qué significado tiene que un presidente de los Estados Unidos incluya en su gira la visita a Israel?

– Es muy relevante de por sí, pero más aún al ocurrir tras dos mandatos de Barack Obama, que mostró hostilidad hacia Israel. Donald Trump quiso dejar en claro que hubo un cambio y que él considera al Estado Judío un aliado importante. Es la primera vez, además, que un presidente norteamericano en ejercicio visita el Muro de los Lamentos, lo que es un repudio indirecto a las resoluciones de UNESCO que niegan los lazos judíos con la Tierra de Israel. En sus discursos, Trump remarcó la conexión judía con el área al decir que “los vínculos del pueblo judío con esta Tierra Santa son antiguos y eternos”, y dio amplias señales de cordialidad y cercanía hacia sus anfitriones israelíes. No anunció que movería la embajada de Tel-Aviv a Jerusalén como muchos esperaban dados los anuncios altisonantes durante la campaña electoral, pero tampoco habló de una división de la ciudad. Parece haber dejado satisfechos a la mayoría de los israelíes. Su viaje fue un reaseguro de la relación necesaria, dados los actuales desafíos regionales para Israel y el pasado agitado con la Administración Obama.

– El Gobierno de Netanyahu pareciera cómodo en la posición de este status quo existente con la Autoridad Palestina, ¿cuánto en la práctica puede beneficiar a Israel la posición de Trump para una negociación de paz?

– El presidente Trump puede estar cayendo en el error, común en los políticos novatos, de creer que él triunfará donde todos los demás fracasaron. Eso puedo llevarlo a albergar expectativas desbordadas acerca de un acuerdo de paz definitivo. Un buen ejemplo de esto es el caso del Papa Francisco, que ni bien consagrado convocó a Roma a una oración tripartita a líderes israelíes y palestinos, musulmanes y judíos, sólo para verse forzado a tomar distancia de un problema complicado posteriormente. Me parece encomiable el intento de acercar a las partes y buscar una resolución definitiva de este conflicto añejo, sólo espero que el enfoque sea realista, lo que requiere remover premisas oxidadas y fantasías preexistentes. De modo inteligente, Trump fue genérico, no habló de los detalles de la disputa: no mencionó a la idea de los dos estados, ni a los asentamientos, ni al status de Jerusalén, ni el tema de los refugiados. Sí habló, en cambio, de la necesidad de cesar la incitación antisionista y recompensa a los terroristas que lleva adelante la Autoridad Palestina. Como dijo en Belén: “La paz nunca puede arraigarse en un ambiente donde la violencia es tolerada, financiada e incluso recompensada. Debemos estar decididos a condenar tales actos en una sola voz unificada”. Esto sugiere una mirada fresca, más realista y bien enfocada a los desafíos genuinos de la paz.

– De los presidentes estadounidenses que visitaron Israel, el único que logró un tratado de paz fue Bill Clinton. ¿Está dado el panorama político-internacional para gestar un acuerdo de paz? ¿Por qué?

– Bill Clinton no logró un tratado de paz, sino un acuerdo orientado a tal fin. El Acuerdo de Oslo sólo puso en marcha un proceso que debía conducir a la paz, no la selló con su mera firma. Alcanzar esa paz demandará, fundamentalmente, un cambio de actitud psicológica y política en el pueblo y liderazgo palestino. Es alucinante creer que esa paz será posible mientras la parte palestina incita contra los judíos y los israelíes y premia a quienes los asesinan. El máximo error de los negociadores y defensores de Oslo fue ignorar este asunto crítico. Recuerdo que una vez escuché en Jerusalén a Shimon Peres presentar ante un auditorio de periodistas judíos de todo el mundo su visión de la paz regional. Cuando le pregunté por esta incitación, Peres respondió sintéticamente “eso es escandaloso” y pasó a la siguiente pregunta. Afortunadamente, Trump ya dio señales de que él no dejará pasar este tema. Pero no todo es genial para Israel. Un desafío yace en una reversión conceptual que percibo. Netanyahu sostiene la lógica de que primero las naciones árabes deben forjar la paz con Israel y que eso presionará a los palestinos a cerrar su propio acuerdo con Israel. Pero Trump dijo que la paz entre israelíes y palestinos “comenzará un proceso de paz en todo Oriente Medio”, y no que culminará ese proceso. Quizás estemos ante dos enfoques diferentes. Está pendiente dilucidar también con qué tanto énfasis, si alguno, Trump promoverá la Iniciativa de Paz Árabe de Arabia Saudita, a la que el gobierno israelí ve con mucha prudencia.

– ¿Qué significa que se haya realizado el primer vuelo directo de Arabia Saudita a Israel?

– Marcó un momento y quizás ayude a romper un tabú diplomático. Como dijo con esperanza el premier Netanyahu: “Espero que un día un primer ministro israelí pueda volar de Tel-Aviv a Riyadh”. Debemos notar, sin embargo, que líderes estadounidenses ya habían volado ese trayecto en el pasado. Según informó el Washington Post, el presidente George W. Bush viajó de Tel-Aviv a Riyadh a bordo de Air Force One en mayo de 2008. En 1998, el vicepresidente Al Gore voló desde Israel a una base aérea saudí cerca de Jiddah durante un viaje a la región, mientras que la secretaria de Estado Condoleezza Rice voló de Arabia Saudita a Israel en 2007. Esta vez se le dio amplitud al hecho.

Comunidades, Comunidades - 2017

Comunidades

Por Julián Schvindlerman

  

Palestinos en hospitales Israelíes – 06/09/17

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Causó bastante sorpresa entre los israelíes la reciente noticia de que el alto dirigente palestino Saeb Erakat había solicitado ser puesto en la lista de espera para someterse a un trasplante de pulmón en Israel. Y provocó cierto desconcierto el hecho de que las autoridades aceptaron su pedido. La calidad de la medicina israelí es superior a la de Cisjordania, por lo que el requerimiento de Erakat era racional, y, políticamente, al gobierno israelí le hubiera sido difícil negarle atención humanitaria a quien es, técnicamente, un socio en el proyecto de la paz de Oslo. Lo que no parece lógico es que un hombre que lleva largo tiempo criticando y difamando a Israel ante los medios de comunicación, la diplomacia internacional, las Naciones Unidas y cualquier plataforma posible, haya elegido al enemigo sionista» para ser tratado médicamente. Apenas un año atrás, en una columna en Newsweek, el Secretario del Comité Ejecutivo de la Organización para la Liberación de Palestina acusó a Israel de cometer «crímenes y violaciones sistemáticas de la ley internacional». Ha apoyado al movimiento BDS, que busca aislar mundialmente a los israelíes. Con saña, en el año 2002 endilgó a Israel haber matado a «más de quinientos» palestinos y falsamente clamó que se habían cavado fosas comunes para trescientos de ellos. La prensa rápida e infundadamente llamó a la operación «la masacre de Jenín», por la localidad palestina a la que el ejército israelí debió ingresar para erradicar avisperos terroristas en el contexto de la Intifada al-Aqsa. (Fatah admitió unas semanas después que el número de palestinos muertos había sido 56; 23 soldados israelíes también murieron en ese combate). De modo que fue raro que Erakat haya optado por ser atendido en hospitales israelíes en lugar de, por ejemplo, naciones más amigables a la causa palestina como Qatar o Suecia.

No obstante, no ha sido Erakat el único dirigente palestino caradura en elegir los hospitales israelíes para recibir tratamiento médico personal o para sus familiares. El presidente Mahmoud Abbas -quien apenas en marzo pasado recibió en sus oficinas con un abrazo a Osama Zaidat, un adolescente palestino que intentó apuñalar a israelíes en una parada de autobús cerca de Kiryat Arba- envió a hospitales en Israel a su esposa para una operación, a su hermano para un tratamiento de cáncer y a su cuñado para una cirugía de corazón. Incluso líderes del movimiento fundamentalista islámico Hamas – grupo que ha cavado túneles terroristas en la frontera de Gaza con Israel, que ha lanzado miles de misiles contra poblados israelíes, que ha secuestrado soldados de Israel y que ha llevado a cabo grandes cantidades de atentados suicidas en ciudades israelíes- han enviado a sus parientes a recibir cuidado médico al «ente sionista». La hermana de Moussa Abu Marzouk, una de las máximas autoridades de Hamas, recibió tratamiento por cáncer en Israel en el 2014; apenas dos meses después del fin de la tercera guerra lanzada por Hamas desde que capturó la Franja de Gaza. Dos semanas antes aun, la hija de Ismail Haniyeh, líder de Hamas en Gaza, ingresó a la sala de emergencias de un hospital de Tel-Aviv. Haniyeh también envió a hospitales de Israel a su nieta por una infección aguda, a su cuñado por un ataque cardíaco y a su suegra por un cáncer. Una cosa es la Jihad y otra la salud.

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Según la Agencia Coordinadora de las Actividades del Gobierno israelí en los territorios, el año pasado, solo desde Gaza más de treinta mil palestinos entraron a Israel para ser curados. Para lograr ello, el paciente debe ser referido a un especialista por un doctor palestino quien lo deriva a Israel. El Ministerio de Salud en Cisjordania debe autorizarlo, obtener un permiso especial de Israel, dar con el hospital adecuado y comprometerse a cubrir los gastos. Por momentos, la Autoridad Palestina negó o redujo significativamente tales pedidos en el marco de su campaña de presión política contra Hamas, que ha incluido también su rechazo a abonar las facturas de la energía que Israel provee a la Franja de Gaza o a pagar los salarios de empleados públicos allí. Por ejemplo, el pasado mes de junio, tres bebés gazatíes murieron en la Franja luego de que el gobierno de Ramala no autorizó su desplazamiento a Israel. La vocera de la ONG israelí Médicos por los Derechos Humanos, Dana Moss, dijo al Times of Israel que el promedio mensual de autorizaciones de la AP el año pasado fue 2041, y que dicho promedio cayó a 300 por mes entre mayo y junio de este año. El gobierno de Mahmoud Abbas también dejó caer una propuesta para crear un mecanismo de transporte desde Gaza hacia hospitales israelíes, algo indispensable para los pacientes palestinos empobrecidos por un liderazgo que prefiere invertir en infraestructura terrorista en vez de en salud pública.

En respuesta a esa realidad, nació una agrupación israelí que ofrece a los palestinos movilidad. Cada mañana, voluntarios israelíes se acercan a los cruces de Gaza y Cisjordania para transportar sin costo a los pacientes palestinos, principalmente niños, hacia los centros de salud en Israel. Camino a la Recuperación fue creada por Yuval Roth, cuyo hermano fue asesinado por terroristas de Hamas en 1993. Entre los voluntarios se cuentan a Buma Inbar, cuyo hijo cayó en El Líbano en 1995, y Amram Mitzna, ex alcalde de Haifa y ex presidente del Laborismo. Cuenta con aproximadamente 600 voluntarios.

Además de estos esfuerzos, médicos israelíes han curado a miles de heridos de la guerra en Siria, en hospitales de campaña ubicados en la frontera o dentro del país, y médicos y psicólogos israelíes pueden hallarse donde sea que haya golpeado una catástrofe, desde Texas hasta las islas Fiji.

He aquí una paradoja. Mientras que los israelíes están dedicados a salvar vidas palestinas, a pesar de los obstáculos creados por los propios líderes palestinos, la opinión pública mundial los ve como genocidas. Ha llegado la hora de que su vocación humanista -inalterada por ciclos de guerras, intifadas, cohetes y atentados- sea finalmente reconocida.

Libertad Digital, Libertad Digital - 2017

Libertad Digital

Por Julián Schvindlerman

  

La conspiration de silence en France – 10/08/17

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El 3 de abril último, un joven oriundo de Mali llamado Kobili Traoré regresó a su casa parisina tras haber pasado una tarde fumando marihuana con amigos. Estaba tan alterado que su madre lo echó puertas afuera en medio de la noche. Una familia vecina, también de Mali, lo acogió, pero al rato debió encerrarse en una habitación y llamar a la policía a la luz del comportamiento violento del invitado. En cuestión de minutos, tres policías arribaron al lugar, otros tres los hicieron más tarde. Al escuchar sus recitaciones de versos coránicos asumieron que se trataba de un potencial terrorista, llamaron al cuerpo de elite y quedaron a la espera de los refuerzos. Traoré cruzó al balcón de al lado, rompió la ventana y atacó a una mujer de 65 años. Se llamaba Sarah Halimi, era una médica judía y el africano la conocía, habiéndole gritado en el pasado “sucia judía”. El intruso la atacó con tal ferocidad que le provocó veinte fracturas en su cara y cuerpo. La torturó horriblemente durante un tiempo mientras proclamaba versos coránicos, decía “alá u akbar” y la acusaba de ser un diablo. Luego la arrojó por el balcón de un tercer piso. Aunque los gritos desgarradores de la víctima resonaron por todas partes, la policía no intervino. Tampoco lo hicieron los vecinos. Para cuando la unidad elite llegó a la escena, cincuenta minutos después, Sarah Halimi yacía muerta en el patio del edificio. Kobili Traoré, en tanto, estaba en la casa de sus vecinos de Mali, recitando calmadamente suras del Corán y alardeando “maté al vecino Sheitán” (diablo).

El asesino fue arrestado y enviado a un hospital psiquiátrico. El fiscal de Paris tardó diez días en iniciar la investigación y se negó a incluir en los cargos una motivación antisemita. En un caso previo en que un musulmán (Adel Amastibou) asesinó a un vecino judío (Sébastien Selam), en 2003, y admitió “maté a un judío, iré al paraíso”, también fue enviado a un instituto mental, donde pasó unos años, y nunca fue juzgado por su crimen. Ídem con Mohamed Lahouaiej Bouhlel, el tunecino que en julio de 2016 atropelló con un camión y mató a 86 personas en la Promenade des Anglais en Niza. Fue declarado “insano” y enviado a un psiquiátrico. Es decir, para las autoridades Francia está bajo ataque de dementes, no de islamistas. Y esos musulmanes que andan matando judíos por ser judíos aparentemente tampoco tienen un motivo antisemita. En 2006, la autodenominada “banda de los bárbaros” liderada por Yussuf Fofana, de Costa de Marfil, secuestró y torturó con saña espeluznante durante tres semanas a un joven judío llamado Ilán Halimi. Lo abandonaron moribundo, maniatado con cinta aislante a un árbol, y murió en un hospital. La policía se rehusó a tratar el caso como uno de antisemitismo, atribuyendo la causa en su lugar a una pelea entre bandas juveniles. Fofana se fugó a África pero fue extraditado a Francia y condenado a cadena perpetua. “Los judíos son mis enemigos” gritó durante el juicio. En una variante rítmica del tema, vecinos del 11 arrondissement gritaron “muerte a los judíos” contra quienes participaron en una marcha silenciosa en tributo a Sarah Halimi el domingo siguiente a su muerte.

Con el estamento policial y jurídico minimizando las raíces antisemitas del ataque, la comunidad judía esperó contar con el apoyo de la prensa nacional. Sin suerte: los periodistas no investigaron el incidente ni lo reportaron. Una cortina de silencio descendió sobre los principales medios de comunicación franceses al punto que al cabo de siete semanas del crimen, el hermano de Sarah dijo con amargura a i24News: “El absoluto silencio que rodea el asesinato de mi hermana se ha tornado intolerable”. El crimen ocurrió entre la primera y la segunda vuelta de las elecciones nacionales en Francia y la prensa progresista pareció haber tomado la decisión de no publicar nada que alentase el mensaje alertador del Frente Nacional de Marine Le Pen (incidentalmente, según indicó Luis Rivas en El Confidencial, ella fue la primera y única política local en condenar esta agresión). Le Monde, Liberation y los demás medios de izquierda llevan años ya pontificando que el islam es una religión de paz y, en su visión, mencionar la identidad religiosa de los agresores equivale a estigmatizar a toda la feligresía mahometana, además de que socavaría la inocencia proclamada. La corrección política impide hablar de un crimen religioso. Ergo, mientras el cadáver de Sarah Halimi yace en un cementerio, su historia es sepultada por la prensa bien pensant.

Tres meses después del asesinato de Sarah Halimi, alrededor de cien intelectuales musulmanes de Francia publicaron una carta abierta en el Journal de Dimanche con el título “Nosotros, franceses-musulmanes, estamos listos para asumir nuestras responsabilidades”. Sólo que no lo hicieron. Pedían por “una batalla cultural contra el islam radical”, clamaban por una reflexión islámica a la luz de la seguidilla de atentados perpetrados por musulmanes en nombre de su fe y listaban los incidentes: la matanza de periodistas de Charlie Hebdo, los atentados de Bataclán, el atropellamiento en Niza, el apuñalamiento fatal de dos policías casados frente a su pequeño hijo en las afueras de la capital y el degollamiento de un sacerdote en una iglesia en Étienne-du-Rouvray. Excluyeron toda mención a los ataques dirigidos contra blancos judíos: los cuatro que fueron matados por Amedy Coulebady en el supermercado kosher en Paris, la ejecución de un rabino y tres niños en Toulouse por Mohamed Merah y la violación de una joven en la casa de una familia judía en Creteil por parte de agresores musulmanes (no un acto terrorista pero sí antisemita: los delincuentes eligieron ese hogar porque, dirían posteriormente, “los judíos tienen siempre mucho dinero”). Salvo un puñado de intelectuales y líderes judíos que reaccionaron, a la sociedad francesa no pareció molestarle demasiado la omisión.

El ocultamiento y la minimización del componente antijudío en el asesinato bestial de una mujer judía en Paris a manos de un fanático musulmán obediente de Alá por parte de las autoridades policiales, judiciales, medios de prensa y reformistas musulmanes es un signo de la Francia actual, y por extensión de Europa. Tal como escribió en The Times of Israel la novelista norteamericana residente en Paris Nidra Poller, “Sarah Halimi es una imagen de nuestra civilización: indefensa porque los agentes de la ley no actúan, las autoridades engañan, la prensa enmudece, y aquellos que dicen la verdad son perseguidos y procesados”. 

Infobae, Infobae - 2017

Infobae

Por Julián Schvindlerman

  

La conspiration du silence en France – 07/08/17

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El 3 de abril último, un joven oriundo de Mali llamado Kobili Traoré regresó a su casa parisina tras haber pasado una tarde fumando marihuana con amigos. Estaba tan alterado que su madre lo echó puertas afuera en medio de la noche. Una familia vecina, también de Mali, lo acogió, pero al rato debió encerrarse en una habitación y llamar a la policía a la luz del comportamiento violento del invitado. En cuestión de minutos, tres policías arribaron al lugar, otros tres los hicieron más tarde. Al escuchar sus recitaciones de versos coránicos asumieron que se trataba de un potencial terrorista, llamaron al cuerpo de elite y quedaron a la espera de los refuerzos. Traoré cruzó al balcón de al lado, rompió la ventana y atacó a una mujer de 65 años. Se llamaba Sarah Halimi, era una médica judía y el africano la conocía, habiéndole gritado en el pasado “sucia judía”. El intruso la atacó con tal ferocidad que le provocó veinte fracturas en su cara y cuerpo. La torturó horriblemente durante un tiempo mientras proclamaba versos coránicos, decía “alá u akbar” y la acusaba de ser un diablo. Luego la arrojó por el balcón de un tercer piso. Aunque los gritos desgarradores de la víctima resonaron por todas partes, la policía no intervino. Tampoco lo hicieron los vecinos. Para cuando la unidad elite llegó a la escena, cincuenta minutos después, Sarah Halimi yacía muerta en el patio del edificio. Kobili Traoré, en tanto, estaba en la casa de sus vecinos de Mali, recitando calmadamente suras del Corán y alardeando “maté al vecino Sheitán” (diablo).

El asesino fue arrestado y enviado a un hospital psiquiátrico. El fiscal de Paris tardó diez días en iniciar la investigación y se negó a incluir en los cargos una motivación antisemita. En un caso previo en que un musulmán (Adel Amastibou) asesinó a un vecino judío (Sébastien Selam), en 2003, y admitió “maté a un judío, iré al paraíso”, también fue enviado a un instituto mental, donde pasó unos años, y nunca fue juzgado por su crimen. Ídem con Mohamed Lahouaiej Bouhlel, el tunecino que en julio de 2016 atropelló con un camión y mató a 86 personas en la Promenade des Anglais en Niza. Fue declarado “insano” y enviado a un psiquiátrico. Es decir, para las autoridades Francia está bajo ataque de dementes, no de islamistas. Y esos musulmanes que andan matando judíos por ser judíos aparentemente tampoco tienen un motivo antisemita. En 2006, la autodenominada “banda de los bárbaros” liderada por Yussuf Fofana, de Costa de Marfil, secuestró y torturó con saña espeluznante durante tres semanas a un joven judío llamado Ilán Halimi. Lo abandonaron moribundo, maniatado con cinta aislante a un árbol, y murió en un hospital. La policía se rehusó a tratar el caso como uno de antisemitismo, atribuyendo la causa en su lugar a una pelea entre bandas juveniles. Fofana se fugó a África pero fue extraditado a Francia y condenado a cadena perpetua. “Los judíos son mis enemigos” gritó durante el juicio. En una variante rítmica del tema, vecinos del 11 arrondissement gritaron “muerte a los judíos” contra quienes participaron en una marcha silenciosa en tributo a Sarah Halimi el domingo siguiente a su muerte.

Con el estamento policial y jurídico minimizando las raíces antisemitas del ataque, la comunidad judía esperó contar con el apoyo de la prensa nacional. Sin suerte: los periodistas no investigaron el incidente ni lo reportaron. Una cortina de silencio descendió sobre los principales medios de comunicación franceses al punto que al cabo de siete semanas del crimen, el hermano de Sarah dijo con amargura a i24News: “El absoluto silencio que rodea el asesinato de mi hermana se ha tornado intolerable”. El crimen ocurrió entre la primera y la segunda vuelta de las elecciones nacionales en Francia y la prensa progresista pareció haber tomado la decisión de no publicar nada que alentase el mensaje alertador del Frente Nacional de Marine Le Pen (incidentalmente, según indicó Luis Rivas en El Confidencial, ella fue la primera y única política local en condenar esta agresión). Le Monde, Liberation y los demás medios de izquierda llevan años ya pontificando que el islam es una religión de paz y, en su visión, mencionar la identidad religiosa de los agresores equivale a estigmatizar a toda la feligresía mahometana, además de que socavaría la inocencia proclamada. La corrección política impide hablar de un crimen religioso. Ergo, mientras el cadáver de Sarah Halimi yace en un cementerio, su historia es sepultada por la prensa bien pensant.

Tres meses después del asesinato de Sarah Halimi, alrededor de cien intelectuales musulmanes de Francia publicaron una carta abierta en el Journal de Dimanche con el título “Nosotros, franceses-musulmanes, estamos listos para asumir nuestras responsabilidades”. Sólo que no lo hicieron. Pedían por “una batalla cultural contra el islam radical”, clamaban por una reflexión islámica a la luz de la seguidilla de atentados perpetrados por musulmanes en nombre de su fe y listaban los incidentes: la matanza de periodistas de Charlie Hebdo, los atentados de Bataclán, el atropellamiento en Niza, el apuñalamiento fatal de dos policías casados frente a su pequeño hijo en las afueras de la capital y el degollamiento de un sacerdote en una iglesia en Étienne-du-Rouvray. Excluyeron toda mención a los ataques dirigidos contra blancos judíos: los cuatro que fueron matados por Amedy Coulebady en el supermercado kosher en Paris, la ejecución de un rabino y tres niños en Toulouse por Mohamed Merah y la violación de una joven en la casa de una familia judía en Creteil por parte de agresores musulmanes (no un acto terrorista pero sí antisemita: los delincuentes eligieron ese hogar porque, dirían posteriormente, “los judíos tienen siempre mucho dinero”). Salvo un puñado de intelectuales y líderes judíos que reaccionaron, a la sociedad francesa no pareció molestarle demasiado la omisión.

El ocultamiento y la minimización del componente antijudío en el asesinato bestial de una mujer judía en Paris a manos de un fanático musulmán obediente de Alá por parte de las autoridades policiales, judiciales, medios de prensa y reformistas musulmanes es un signo de la Francia actual, y por extensión de Europa. Tal como escribió en The Times of Israel la novelista norteamericana residente en Paris Nidra Poller, “Sarah Halimi es una imagen de nuestra civilización: indefensa porque los agentes de la ley no actúan, las autoridades engañan, la prensa enmudece, y aquellos que dicen la verdad son perseguidos y procesados”.