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Varios

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Por Julián Schvindlerman

  

Entrevista con Vis-a-Vis – 04/10/16

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“El conflicto con los palestinos no representa una amenaza existencial a la supervivencia física de Israel, Irán si”

Entrevistó Damian Szvalb

En esta entrevista para Vis a Vis, el analista de política internacional, Julian Schvindlerman, analiza la compleja situación en Medio Oriente: desde el rol de Estados Unidos y Rusia en la guerra en Siria hasta si Israel puede involucrase en un enfrentamiento armado con el ejército de Al Asad. También se mete de lleno en la actualidad del conflicto entre israelíes y palestinos.

-¿Cómo evalúas la escalada en la tensión entre Israel y Siria de los últimos días? ¿Crees que Israel podría involucrarse militarmente en el conflicto sirio?

En el marco de la gran guerra civil e internacional que azota a Siria, se vieron choques entre el ejército sirio y los grupos rebeldes en zonas próximas a Israel. Los Altos del Golán han padecido efectos colaterales intensos, con ocho proyectiles de mortero cayendo en la zona el último mes, lo que provocó varios ataques de represalia de la aviación israelí sobre la artillería del régimen de Assad y Siria lanzó dos misiles tierra-aire a aviones israelíes que estaban dando respuesta a una agresión. Todo esto sugiere que el riesgo de una confrontación directa más amplia es real, pero a la vez, no creo que Israel o Damasco deseen enredarse en una guerra inter-estatal. Esta ha sido una de las fronteras de Israel más calmas en décadas, a diferencia de la que limita con Gaza o el Líbano, o Cisjordania misma. El gobierno sirio recuerda el resultado de sus guerras anteriores con Jerusalem, es sólo que en esta coyuntura convulsionada los combates han derrapado hacia el estado judío, forzándolo a responder de manera focalizada. Existe a la vez un canal de diálogo entre Jerusalem y el Kremlin para minimizar, o mejor aún evitar, que las luchas sirias se desvíen hacia Israel.

-Teniendo en cuenta las gestiones de Moscú para realizar una cumbre entre Bibi y Abbas, ¿crees que Putin quiere ocupar el papel que durante décadas ostentó EEUU en el conflicto entre Israel y los palestinos?

Ciertamente Moscú pretende eso. La Rusia de Vladimir Putin puja por recuperar el espacio geopolítico perdido en el Medio Oriente tras el desmoronamiento de la URSS en 1989 y el espacio palestino-israelí es focal para la región. Dudo que Estados Unidos ceda su papel dominante en la arena palestino-israelí, pero luce probable que Putin quiera ese rol para sí mismo. Hace poco trascendió que el presidente palestino Mahmoud Abbas fue un espía soviético en Siria durante los años de la Guerra Fría, lo cual adiciona un condimento político picante al triángulo Rusia-AP-Israel. De cualquier forma, el gobierno israelí confía más en Washington que en Moscú para este rol mediador, inclusive con un ocupante en la Casa Blanca tan ideológicamente hostil a Israel como lo es el presidente Barack Obama.

-¿Cómo interpretás el rol que está jugando Rusia en la región en general?

Como sugerí, Rusia quiere renacer geopolíticamente y el Medio Oriente le ofrece un área de injerencia importante. Sus lazos con Irán, a quien ha vendido el más avanzado sistema de misiles tierra-aire, y su involucramiento militar en el territorio sirio, para preservar al régimen anti-occidental de Assad, dan cuenta de la política asertiva de Rusia en la región. Moscú ha tomado nota del repliegue político y militar norteamericano de la zona y aspira a ganar la mayor influencia política allí. Sus invasiones de Georgia y Ucrania de años pasados evidencian una pulsión imperial preocupante que trasciende las fronteras del Medio Oriente.

-¿Cómo ves la estabilidad política de Bibi? En las últimas semanas hubo algunas crisis que pusieron en tensión su coalición.

Siempre ha habido crisis en las coaliciones de gobierno en Israel. Por eso legendaria -y exageradamente- alguien ha dicho que Israel no tiene política externa, sino interna. Bibi ha casi gobernado ya por más tiempo que ningún otro líder en la historia del país y seguramente sabrá maniobrar en las aguas turbulentas de la política local. Las crisis son parte de la vida política israelí. Igualmente, gobiernos han caído en el pasado y eso podría volver a ocurrir.

-¿Cómo imaginas las políticas de Trump y Clinton hacia el Medio Oriente? ¿Crees que van a continuar «desenganchándose» de la región?

Trump es impredecible. Si bien tiene gruesos puntos de diferenciación con la política de la Administración Obama hacia el Medio Oriente, también comparte una visión reacia en torno al involucramiento militar de su país allí. Trump declara no querer enviar tropas a la región, lo que lo acerca a Obama, pero se aleja al criticar la gestión del actual presidente en Siria, Libia e Irak. Trump, imagino, desacelerará la desconexión norteamericana del Medio Oriente -y de hecho, del mundo- pero él es una incógnita como candidato en múltiples áreas, incluso en esta.

-Desde que asumió en 2009, Bibi siempre dijo que su prioridad era Irán, el verdadero peligro existencial para Israel. ¿Crees que después del acuerdo entre Irán y EEUU, Bibi debería insistir en esa estrategia o tendría que cambiar ese enfoque y centrar su atención en, por ejemplo, el tema palestino?

Creo que el premier israelí considera que el Irán de los ayatolás sigue siendo la principal amenaza existencial que enfrenta Israel y que la disputa con los palestinos es secundaria en letalidad. El Pacto Nuclear entre las potencias e Irán ha aislado a Israel en su protesta contra el mismo y ha abierto las puertas a la legitimación del teocrático, patrocinador de terrorismo y fanático Irán en la comunidad internacional. A la vez, ha acercado a Israel al mundo árabe sunita, un desarrollo inesperado y auspicioso, como consecuencia del empoderamiento de Irán. Esto potencialmente puede revertir las premisas de la negociación: resolver el conflicto con los palestinos como antesala a la normalización de lazos con el mundo árabe. Ahora podría perseguirse el camino inverso, quizás. En lo concerniente al pacto existente, Netanyahu debería seguir insistiendo en que haya una verificación sólida en la implementación del acuerdo nuclear y en asegurarse que las penalidades contempladas sean impuestas a Irán en caso de violaciones.

El conflicto palestino-israelí es intractable, vale decir, irresoluble, al menos en los términos en que ha estado planteado desde su advenimiento: el repudio psicológico árabe-palestino a la existencia de un estado judío en aquél lugar del orbe. Aun hoy día el gobierno palestino se niega a renunciar al llamado “derecho” al retorno palestino y reúsa aceptar a Israel como un estado judío. Tras casi un cuarto de siglo de diplomacia y apuesta al diálogo inaugurado en los Acuerdos de Oslo de 1993, la situación sigue estancada. Y si bien es una disputa grave que requiere una solución, no representa una amenaza existencial a la supervivencia física de Israel. Ergo, poner la atención en esto a expensas de la verdadera amenaza, que es un Irán en camino al arma nuclear, me parecería un desacierto. Aun así, creo que Israel deberá lidiar con ambos problemas en simultáneo.

-El año que viene se cumplen 50 años de la guerra del 67. ¿No considerás que la no resolución del conflicto con los palestinos puede poner en tensión a Israel como Estado judío y democrático?

Esta es una espada de Damócles que ha pendido sobre los israelíes por largo tiempo. La nación aspira a mantenerse democrática y judía a la vez, y podrá ser ambas cosas como ha podido hasta ahora, sólo que la irresolución del conflicto con los palestinos atentará contra el equilibrio buscado. Obviamente sería ideal que se hallase una solución pacífica a este conflicto longevo, por la paz en sí misma, y por las consideraciones demográficas, pero realmente se requieren dos para bailar el tango y yo estoy convencido que la ausencia de la paz ha sido históricamente más una responsabilidad palestina que israelí.

La denominada “bomba demográfica” es real, sin embargo, las últimas cifras dadas por la Oficina Centra de Estadísticas de Israel ofrecen un mapa no tan desolador. En la última década, las tasas de natalidad entre las poblaciones judías y árabes de Israel han llegado cerca de la paridad, muy lejos de la gran brecha de hace una década, de acuerdo a los datos oficiales publicados en noviembre del año pasado. Los guarismos mostraron que, para finales de 2014 y en promedio, se podía esperar que las mujeres judías israelíes dieran a luz a 3.11 hijos, en comparación con 3.17 hijos entre las mujeres árabes-israelíes. A principios de la década de 2000 las cifras se situaron en 4.3 hijos en promedio para las mujeres árabes-israelíes y solo 2.6 para las mujeres judías israelíes. Esto minimiza la dimensión del problema demográfico en Israel.

Pero el factor demográfico en Cisjordania (ya no en Gaza pues Israel se retiró de ahí) inclina todavía la balanza para el lado palestino. Lo que queda claro es que no se puede pedir a Israel que encoja el tamaño de sus fronteras y acepte a millones de refugiados palestinos según piden los gobernantes palestinos. Ese reclamo debe ser removido de la ecuación y debe estudiarse solamente la situación de los israelíes y los palestinos en Cisjordania como está hoy día, sin los nubarrones de una invasión popular masiva. Sólo entonces podrán los israelíes considerar más concesiones territoriales.

Mundo Israelita

Mundo Israelita

Por Julián Schvindlerman

  

Jihad, terror y boicot bajo la tutela del estado benefactor Europeo – 23/09/16

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Las ayudas sociales son parte y parcela del estatismo europeo, y los inmigrantes suelen beneficiarse de las mismas. Algunos jihadistas, también. Tiempo atrás, la publicación española Libertad Digital ofreció llamativos ejemplos. Posiblemente el más emblemático sea el de Mohamed Emwazi y su familia, quienes abandonaron Kuwait tras la Guerra del Golfo, asentándose en Gran Bretaña en 1996. Todo el clan recibió asistencias sociales del estado británico que cubrieron los alquileres durante dos décadas, llegando a rozar los seiscientos mil euros en el período. Emwazi es más conocido por su apodo Jihadi John, el tenebroso islamista angloparlante del ISIS que decapitó a varios rehenes para su posteo en youtube. Uno de los terroristas que participó de los atentados en Paris en noviembre del año pasado, Bilal Hadfi, también recibió ayuda social para pagar su alquiler, en tanto que el belga Ibrahim Abdeslam -quien se inmoló en la sala Bataclan de la capital francesa y cuya ex esposa dijo de él que “apenas trabajaba, se dedicaba a dormir, ver películas, conectarse a internet, escuchar música rap y fumar marihuana”- recibía un subsidio para solventar el alquiler de la vivienda además de mil euros al mes. El diario El Mundo lo describió como “fiestero, divorciado, porrero hasta niveles preocupantes” y dueño de una empresa familiar que llegó a facturar cien mil euros anuales; cuando las autoridades cancelaron la ayuda oficial, “Ibarhím enloqueció y agredió a un consejal”.

Al considerar que en Europa residen cerca de diez millones de musulmanes, uno puede verse tentado de aducir que este puñado de casos no pasa el umbral de una muestra. Aun así, alerta a propósito de un problema real que requiere atención. Lo cual se agrava al recordar el lamentable récord europeo en el campo del patrocinio de organizaciones radicales, que puede verse cristalinamente en lo concerniente al conflicto palestino-israelí.

Francia, por ejemplo, respaldó económicamente a tres ONGs pro-Boicot Desinversión y Sanciones (Association France Palestine Solidarité, The International Federation for Human Rights, Catholic Committee Against Hunger and for Development-Terre Solidaire), las que promovieron un boicot contra la compañía telefónica Orange en Israel y triunfaron. Francia es dueña del 25% de Orange, lo que significa que Paris financió un boicot contra sus propios intereses. Algo parecido ocurrió con Holanda cuando ONGs patrocinadas por el estado holandés fomentaron un boicot a la Compañía de Agua de Israel, Mekorot. El pico de la ofensiva de estas ONGs pro-BDS ocurrió el mismo mes en que Holanda firmó un acuerdo de cooperación de desarrollo con Israel. España ha financiado a una serie de ONGs pro-BDS, como Al-Haq, el Comité para la Ayuda Agrícola Palestina y País Valencia, las que promovieron un boicot a Israel que España oficialmente rechaza.

También está el notorio caso de World Vision, una ONG caritativa cristiana global cuya sede en la Franja de Gaza desvió millones de dólares de donantes internacionales -varios de ellos países europeos- hacia las arcas del grupo terrorista Hamas, opositor a la paz entre israelíes y palestinos. La propia agencia de las Naciones Unidas para la protección de los refugiados palestinos de 1948 en adelante, UNRWA, es un emblema absurdo de esta realidad: durante las guerras de Hamas contra Israel, sus hospitales y escuelas se convirtieron en plataformas de lanzamiento de misiles y cohetes contra ciudades israelíes, sus ambulancias se transformaron en vehículos para transportar terroristas y sus jardines de infantes fueron usados como refugios para esconder a los combatientes palestinos. UNRWA es sostenida financieramente por los aportes de estados-miembro de la ONU, muchos de ellos europeos comprometidos con el proyecto de la paz palestino-israelí.

Nadie espera que Europa anule al Estado Benefactor que sin lugar a dudas ha asistido a grandes cantidades de inmigrantes honrados, ni que renuncie a su generosidad frente a organizaciones humanitarias que hacen el bien a diario, ni que deje de aportar a un organismo de la ONU que cuida a millones de refugiados palestinos criminalmente abandonados a su suerte por sus propios hermanos más de medio siglo atrás. Pero, ¿es mucho pedirle que no extienda su caridad a jihadistas decididos a conquistarla? ¿Ni a ONGs extremistas que sabotean la coexistencia palestino-israelí? ¿O que se asegure que sus donaciones no caigan en manos de militantes fundamentalistas? Si el pasado ha de ser una guía hacia esta respuesta, desafortunadamente parece que eso es mucho pedir.

Página Siete (Bolivia)

Página Siete (Bolivia)

Por Julián Schvindlerman

  

Jihad, terror y boicot bajo la tutela del estado benefactor Europeo – 21/09/16

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Las ayudas sociales son parte y parcela del estatismo europeo, y los inmigrantes suelen beneficiarse de las mismas. Algunos jihadistas, también. Tiempo atrás, la publicación española Libertad Digital ofreció llamativos ejemplos. Posiblemente el más emblemático sea el de Mohamed Emwazi y su familia, quienes abandonaron Kuwait tras la Guerra del Golfo, asentándose en Gran Bretaña en 1996. Todo el clan recibió asistencias sociales del estado británico que cubrieron los alquileres durante dos décadas, llegando a rozar los seiscientos mil euros en el período. Emwazi es más conocido por su apodo Jihadi John, el tenebroso islamista angloparlante del ISIS que decapitó a varios rehenes para su posteo en youtube. Uno de los terroristas que participó de los atentados en Paris en noviembre del año pasado, Bilal Hadfi, también recibió ayuda social para pagar su alquiler, en tanto que el belga Ibrahim Abdeslam -quien se inmoló en la sala Bataclan de la capital francesa y cuya ex esposa dijo de él que “apenas trabajaba, se dedicaba a dormir, ver películas, conectarse a internet, escuchar música rap y fumar marihuana”- recibía un subsidio para solventar el alquiler de la vivienda además de mil euros al mes. El diario El Mundo lo describió como “fiestero, divorciado, porrero hasta niveles preocupantes” y dueño de una empresa familiar que llegó a facturar cien mil euros anuales; cuando las autoridades cancelaron la ayuda oficial, “Ibarhím enloqueció y agredió a un consejal”.

Al considerar que en Europa residen cerca de diez millones de musulmanes, uno puede verse tentado de aducir que este puñado de casos no pasa el umbral de una muestra. Aun así, alerta a propósito de un problema real que requiere atención. Lo cual se agrava al recordar el lamentable récord europeo en el campo del patrocinio de organizaciones radicales, que puede verse cristalinamente en lo concerniente al conflicto palestino-israelí.

Francia, por ejemplo, respaldó económicamente a tres ONGs pro-Boicot Desinversión y Sanciones (Association France Palestine Solidarité, The International Federation for Human Rights, Catholic Committee Against Hunger and for Development-Terre Solidaire), las que promovieron un boicot contra la compañía telefónica Orange en Israel y triunfaron. Francia es dueña del 25% de Orange, lo que significa que Paris financió un boicot contra sus propios intereses. Algo parecido ocurrió con Holanda cuando ONGs patrocinadas por el estado holandés fomentaron un boicot a la Compañía de Agua de Israel, Mekorot. El pico de la ofensiva de estas ONGs pro-BDS ocurrió el mismo mes en que Holanda firmó un acuerdo de cooperación de desarrollo con Israel. España ha financiado a una serie de ONGs pro-BDS, como Al-Haq, el Comité para la Ayuda Agrícola Palestina y País Valencia, las que promovieron un boicot a Israel que España oficialmente rechaza.

También está el notorio caso de World Vision, una ONG caritativa cristiana global cuya sede en la Franja de Gaza desvió millones de dólares de donantes internacionales -varios de ellos países europeos- hacia las arcas del grupo terrorista Hamas, opositor a la paz entre israelíes y palestinos. La propia agencia de las Naciones Unidas para la protección de los refugiados palestinos de 1948 en adelante, UNRWA, es un emblema absurdo de esta realidad: durante las guerras de Hamas contra Israel, sus hospitales y escuelas se convirtieron en plataformas de lanzamiento de misiles y cohetes contra ciudades israelíes, sus ambulancias se transformaron en vehículos para transportar terroristas y sus jardines de infantes fueron usados como refugios para esconder a los combatientes palestinos. UNRWA es sostenida financieramente por los aportes de estados-miembro de la ONU, muchos de ellos europeos comprometidos con el proyecto de la paz palestino-israelí.

Nadie espera que Europa anule al Estado Benefactor que sin lugar a dudas ha asistido a grandes cantidades de inmigrantes honrados, ni que renuncie a su generosidad frente a organizaciones humanitarias que hacen el bien a diario, ni que deje de aportar a un organismo de la ONU que cuida a millones de refugiados palestinos criminalmente abandonados a su suerte por sus propios hermanos más de medio siglo atrás. Pero, ¿es mucho pedirle que no extienda su caridad a jihadistas decididos a conquistarla? ¿Ni a ONGs extremistas que sabotean la coexistencia palestino-israelí? ¿O que se asegure que sus donaciones no caigan en manos de militantes fundamentalistas? Si el pasado ha de ser una guía hacia esta respuesta, desafortunadamente parece que eso es mucho pedir.

Comunidades, Comunidades - 2016

Comunidades

Por Julián Schvindlerman

  

Silencio en Auschwitz-Birkenau – 21/09/16

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Enviado especial de Radio Jai a cubrir la visita papal a Auschwitz-Birkenau. Autor de “Roma y Jerusalem: la política vaticana hacia el estado judío” (Debate).

Es mi primer viaje a Polonia y mi primera visita a Auschwitz-Birkenau, y quedará rodeada de la catolicidad que impregna la atmósfera. Polonia es anfitriona de la Jornada Mundial de la Juventud y alrededor de dos millones de católicos han llegado al país, que es de por sí muy católico y ha dado un Sumo Pontífice al mundo. El Papa Francisco ha anunciado que irá a los campos de la muerte y se esperan mil invitados y cientos de periodistas, entre los que me cuento. Esto no es Marcha por la Vida: hay muy pocos judíos a mí alrededor y el periplo no concluirá en Israel.

En el autobús de prensa que me transporta desde Cracovia a Oswiecim, el pueblo que alberga a Auschwitz-Birkenau, pienso en la parada final, pero nada me prepara para el impacto visual de la primera imagen de Birkenau. Esa amplia entrada de ladrillos con su torre de control, vista en mil fotografías, atravesada por esas vías metalizadas vistas en mil documentales, se antepone frente a mí con una presencia poderosa e inquietante. Detrás veo las alambradas otrora electrificadas; horribles, espeluznantes. A lo lejos, las barracas, donde tantas lecturas han retratado el hacinamiento de los condenados, y a su alrededor lo que queda de las chimeneas donde sus cuerpos fueron cremados. Birkenau apesta a muerte, aunque no se huela nada. Me perturba el color intensamente verde de su pasto. No hay derecho, pienso, a que la vida crezca aquí. Y el sol, tan pleno, brillando desde lo alto, me resulta un insulto al pasado negro que hiere a esta tierra profanada.

Mientras espero el arribo del Papa, mi mente recuerda. Con la mirada fija en el monumento creado por el régimen comunista en 1967, recreo las visitas de Juan Pablo II -inédita para el Papado- en 1979, y la de Benedicto XVI, en 2006. El memorial está asentado sobre las ruinas de las cámaras de gas y los crematorios y sus piedras oscuras simbolizan tumbas y las chimeneas de los crematorios. Delante de esta escultura hay placas en veintitrés idiomas diferentes que aluden a las identidades nacionales de las víctimas: “Que por siempre sea este lugar un grito de desesperación y una advertencia a la humanidad, donde los nazis asesinaron alrededor de 1.5 millón de hombres, mujeres y niños, principalmente judíos, de varios países de Europa”.

El Papa polaco caminó delante de estas placas, pero se detuvo sólo frente a dos de ellas, las que llevaban las inscripciones en polaco y en hebreo. Ello fue interpretado como un mensaje estudiado acerca de a quién él consideraba las víctimas centrales en este gran cementerio. El Santo Padre destacó la victimización polaca allí: durante su discurso no mencionó explícitamente a los judíos y habló de los “seis millones de polacos que perdieron sus vidas durante la Segunda Guerra Mundial: la quinta parte de la nación”, omitiendo remarcar que al menos tres millones de esos polacos fueron judíos, alrededor del 90% de la población judía polaca de la época. Juan Pablo II anunció: “He venido y me arrodillo sobre este Gólgota del mundo moderno…”. Al comparar a Auschwitz-Birkenau donde judíos y gentiles fueron exterminados, con la colina de Jerusalem donde Jesús fue crucificado, el Papa había asignado un significado puramente religioso al genocidio nazi y presentado a su víctimas como coderos expiatorios por los pecados de la humanidad, algo que reiteró al visitar Mauthaussen en 1988 al decir que los muertos habían sido “un regalo al mundo”. Una controversia judeo-católica rápidamente emergió. En ocasión de la visita del Papa alemán otro contrapunto quedó instalado cuando pareció que Benedicto XVI minimizó el papel jugado por el pueblo alemán durante el Holocausto al atribuirlo a “un grupo de criminales que alcanzó el poder mediante falsas promesas”.

De manera que estaba yo expectante -como periodista, como historiador y como judío- de los gestos de Francisco. El Papa argentino decidió no hablar durante su visita a los campos de la muerte, una actitud que inicialmente celebré en un artículo publicado en Infobae. Creí ver allí una actitud prudente a la luz de las pasadas polémicas, y sabia, dado que su sola presencia simbolizaría un tributo más potente que cualquier palabra. “Al fin de cuentas”, escribí en la línea final de aquella nota, “filosóficamente hablando, ¿qué puede decirse en Auschwitz?”. Pero eso lo había escrito antes de arribar a Polonia y, más pertinentemente, antes de pisar Birkenau. Cuando esa misma tarde, ya retornado a Cracovia, en una entrevista radial con un periodista argentino, éste refirió a ese silencio papal y me preguntó si no cabía aprovechar la oportunidad para alertar al mundo acerca del antisemitismo y el negacionismo desde esa tumba de la humanidad, reveo mi postura y concedo: sí, Francisco debió haber dicho algo. Aprecio la visita pontificia, y comprendo los riesgos políticos de un discurso público que no podrá satisfacer jamás a católicos y judíos por igual. Y aun así, me convenzo de que el Papa tenía que hablar. Pero es sólo al colgar el teléfono, cuando yazco en soledad, al atardecer de un día emocionalmente agitado, que me invade una duda. Al permanecer en silencio en Auschwitz y en Birkenau, ¿no estaría Francisco sutilmente validando a Pío XII, quien “permaneció en silencio” durante la Shoá? ¿No sería esa, acaso, una manera elegante y cuidadosa de justificar a un Santo Padre cuestionado sin nombrarlo? Debo confesar que no tengo una respuesta definitiva al respecto. El Papa es un gran amigo del pueblo judío. Pero es también el líder espiritual de la Iglesia Católica Universal y Jefe de Estado del Vaticano, y en esa doble capacidad debe respetar -y defender- su pasado.

Lo cual nos lleva al nudo, y cierre, de esta reflexión. Las relaciones judeo-católicas están en su mejor momento en siglos, y encaminadas hacia una más plena y mutua comprensión. El presente y futuro de esta delicada relación estará siempre afectado por su pasado. Conocer ese pasado a fondo, entonces, será esencial para poder encauzar este vínculo importante hacia una convivencia en respeto y en armonía.

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silencio en auschwitz-birkenau – 21/09/2016

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Enviado especial de Radio Jai a cubrir la visita papal a Auschwitz-Birkenau. Autor de Roma y Jerusalem: la política vaticana hacia el estado judío» (Debate).

Es mi primer viaje a Polonia y mi primera visita a Auschwitz-Birkenau, y quedará rodeada de la catolicidad que impregna la atmósfera. Polonia es anfitriona de la Jornada Mundial de la Juventud y alrededor de dos millones de católicos han llegado al país, que es de por sí muy católico y ha dado un Sumo Pontífice al mundo. El Papa Francisco ha anunciado que irá a los campos de la muerte y se esperan mil invitados y cientos de periodistas, entre los que me cuento. Esto no es Marcha por la Vida: hay muy pocos judíos a mí alrededor y el periplo no concluirá en Israel.

En el autobús de prensa que me transporta desde Cracovia a Oswiecim, el pueblo que alberga a Auschwitz-Birkenau, pienso en la parada final, pero nada me prepara para el impacto visual de la primera imagen de Birkenau. Esa amplia entrada de ladrillos con su torre de control, vista en mil fotografías, atravesada por esas vías metalizadas vistas en mil documentales, se antepone frente a mí con una presencia poderosa e inquietante. Detrás veo las alambradas otrora electrificadas; horribles, espeluznantes. A lo lejos, las barracas, donde tantas lecturas han retratado el hacinamiento de los condenados, y a su alrededor lo que queda de las chimeneas donde sus cuerpos fueron cremados. Birkenau apesta a muerte, aunque no se huela nada. Me perturba el color intensamente verde de su pasto. No hay derecho, pienso, a que la vida crezca aquí. Y el sol, tan pleno, brillando desde lo alto, me resulta un insulto al pasado negro que hiere a esta tierra profanada.

Mientras espero el arribo del Papa, mi mente recuerda. Con la mirada fija en el monumento creado por el régimen comunista en 1967, recreo las visitas de Juan Pablo II -inédita para el Papado- en 1979, y la de Benedicto XVI, en 2006. El memorial está asentado sobre las ruinas de las cámaras de gas y los crematorios y sus piedras oscuras simbolizan tumbas y las chimeneas de los crematorios. Delante de esta escultura hay placas en veintitrés idiomas diferentes que aluden a las identidades nacionales de las víctimas: «Que por siempre sea este lugar un grito de desesperación y una advertencia a la humanidad, donde los nazis asesinaron alrededor de 1.5 millón de hombres, mujeres y niños, principalmente judíos, de varios países de Europa».

El Papa polaco caminó delante de estas placas, pero se detuvo sólo frente a dos de ellas, las que llevaban las inscripciones en polaco y en hebreo. Ello fue interpretado como un mensaje estudiado acerca de a quién él consideraba las víctimas centrales en este gran cementerio. El Santo Padre destacó la victimización polaca allí: durante su discurso no mencionó explícitamente a los judíos y habló de los «seis millones de polacos que perdieron sus vidas durante la Segunda Guerra Mundial: la quinta parte de la nación», omitiendo remarcar que al menos tres millones de esos polacos fueron judíos, alrededor del 90% de la población judía polaca de la época. Juan Pablo II anunció: «He venido y me arrodillo sobre este Gólgota del mundo moderno «. Al comparar a Auschwitz-Birkenau donde judíos y gentiles fueron exterminados, con la colina de Jerusalem donde Jesús fue crucificado, el Papa había asignado un significado puramente religioso al genocidio nazi y presentado a su víctimas como coderos expiatorios por los pecados de la humanidad, algo que reiteró al visitar Mauthaussen en 1988 al decir que los muertos habían sido «un regalo al mundo». Una controversia judeo-católica rápidamente emergió. En ocasión de la visita del Papa alemán otro contrapunto quedó instalado cuando pareció que Benedicto XVI minimizó el papel jugado por el pueblo alemán durante el Holocausto al atribuirlo a «un grupo de criminales que alcanzó el poder mediante falsas promesas».

De manera que estaba yo expectante -como periodista, como historiador y como judío- de los gestos de Francisco. El Papa argentino decidió no hablar durante su visita a los campos de la muerte, una actitud que inicialmente celebré en un artículo publicado en Infobae. Creí ver allí una actitud prudente a la luz de las pasadas polémicas, y sabia, dado que su sola presencia simbolizaría un tributo más potente que cualquier palabra. «Al fin de cuentas», escribí en la línea final de aquella nota, «filosóficamente hablando, ¿qué puede decirse en Auschwitz?». Pero eso lo había escrito antes de arribar a Polonia y, más pertinentemente, antes de pisar Birkenau. Cuando esa misma tarde, ya retornado a Cracovia, en una entrevista radial con un periodista argentino, éste refirió a ese silencio papal y me preguntó si no cabía aprovechar la oportunidad para alertar al mundo acerca del antisemitismo y el negacionismo desde esa tumba de la humanidad, reveo mi postura y concedo: sí, Francisco debió haber dicho algo. Aprecio la visita pontificia, y comprendo los riesgos políticos de un discurso público que no podrá satisfacer jamás a católicos y judíos por igual. Y aun así, me convenzo de que el Papa tenía que hablar. Pero es sólo al colgar el teléfono, cuando yazco en soledad, al atardecer de un día emocionalmente agitado, que me invade una duda. Al permanecer en silencio en Auschwitz y en Birkenau, ¿no estaría Francisco sutilmente validando a Pío XII, quien «permaneció en silencio» durante la Shoá? ¿No sería esa, acaso, una manera elegante y cuidadosa de justificar a un Santo Padre cuestionado sin nombrarlo? Debo confesar que no tengo una respuesta definitiva al respecto. El Papa es un gran amigo del pueblo judío. Pero es también el líder espiritual de la Iglesia Católica Universal y Jefe de Estado del Vaticano, y en esa doble capacidad debe respetar -y defender- su pasado.

Lo cual nos lleva al nudo, y cierre, de esta reflexión. Las relaciones judeo-católicas están en su mejor momento en siglos, y encaminadas hacia una más plena y mutua comprensión. El presente y futuro de esta delicada relación estará siempre afectado por su pasado. Conocer ese pasado a fondo, entonces, será esencial para poder encauzar este vínculo importante hacia una convivencia en respeto y en armonía.

Varios

Varios

Por Julián Schvindlerman

  

Cuando los Rolling Stones sacudieron Varsovia: El concierto de 1967 en el palacio de Stalin – 09/16

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Artículo publicado en Revista Amijai

Mientras caminaba por Varsovia en abril de 1967, el crítico de música polaco Wieslaw Weiss se topó con un pequeño y poco atractivo afiche pegado a un poste: “The Rolling Stones, Sala del Congreso, 13 de abril de 1967”. ¿Una rebelde banda de rock del Occidente decadente en el Bloque Oriental? ¿En plena Guerra Fría? ¿Y en el hall usado para los congresos plenarios del Partido Comunista? Pensó que se trataba de una broma, lo ignoró y siguió su camino.

Dos semanas más tarde los Stones aterrizaron en la capital polaca. Escoltados por la policía, se trasladaron del Hotel Europejski a la Sala del Congreso dentro del edificio más alto del país, cuyo nombre oficial es: Palacio de la Cultura y la Ciencia en Nombre de Josef Stalin. Los 2700 asientos estaban ocupados y había gente de pie en los pasillos y en los balcones. Afuera, una multitud forcejaba por ganar acceso, con algunos fans colgados de árboles y subidos a estatuas. Las primeras filas estaban reservadas para oficiales del Partido Comunista y sus familiares, quienes, vestidos de gris pasaron buena parte del concierto con sus dedos sobre sus oídos para resguardarse del sonido envolvente y estruendoso de la banda de rock británica. Los verdaderos fans estaban en las últimas filas; bailando, gritando y sacudiendo sus sacos. Fastidiado por la pasividad de los burócratas VIP, Keith Richards tomó el micrófono y les gritó: “¡Maldito montón! ¡Váyanse al carajo de aquí y dejen a los bastardos de atrás arrimarse!”. Mick Jagger no se quedó atrás. Alcanzó un ramo de flores que algún comunista le había arrojado, masticó algunas flores y las escupió, a la par que hizo gestos obscenos a los policías que custodiaban la sala y a los invitados de las primeras filas.

La multitud que no pudo entrar estaba exaltada. Algunos lanzaron objetos contra la policía, rompieron faroles y dañaron automóviles. Las autoridades dispersaron a vándalos y fanáticos con perros, cañones de agua y gases lacrimógenos. Según ciertas versiones, incluyendo la de las guías oficiales del Palacio de Stalin, cuando los Rolling Stones se enteraron, recorrieron las calles de Varsovia arrojando por las ventanillas de su auto discos propios cada vez que veían un grupo de jóvenes. Pero eso parece ser una leyenda urbana. De cualquier forma, fue tal la alteración del orden en la usualmente anodina capital polaca, que al otro día la prensa comunista se preguntó si un huracán había golpeado a Varsovia durante la noche. Representantes soviéticos que habían estado presentes en el concierto prohibieron a la banda de rock regresar a tocar a la Unión Soviética. Los Stones pudieron volver a Polonia recién tres décadas más tarde, en 1998, casi una década después de la caída de la Cortina de Hierro. A propósito de por qué motivo las autoridades polacas permitieron ese histórico concierto transgresor en primer lugar, eso todavía requiere un completo esclarecimiento.

Me enteré de este acontecimiento durante una reciente visita guiada al Palacio de la Cultura y la Ciencia y aunque busqué un registro en CD de esta performance inaudita por las disquerías más renombradas de Varsovia, no di con ella. En youtube puede verse un noticiero de la época (en polaco) que ofrece unas míseras, si bien valiosas, imágenes del evento, con algunas jóvenes gritando de emoción y algunos otros en trance mientras Jagger canta I can´t get no satisfaction. Lastimosamente, de hecho hay pocos registros en vivo de la banda de los años sesenta.

Si el concierto fue un suceso extraordinario en sí mismo, no menos lo fue por el lugar donde ocurrió. Conocido simplemente como el Palacio de Stalin, el edificio de 45 pisos es imponente por donde se lo mire y se destaca visualmente desde prácticamente cualquier punto de Varsovia. Fue construido por orden del mandamás soviético en apenas tres años (fue oficialmente inaugurado en julio de 1955) bajo la dirección del arquitecto ruso Lev Rudniev. Tres mil quinientos obreros rusos fueron llevados especialmente para su construcción, 16 de ellos murieron en accidentes de trabajo. Su fachada, originalmente blanca, se ve hoy enteramente gris por el efecto de la polución urbana. Su interior alberga más de tres mil habitaciones, teatros, salas de cine, cafés y restaurantes, museos, una pileta de natación, oficinas administrativas y la Sala del Congreso.

El Palacio es apreciado arquitectónicamente tanto como es odiado simbólicamente: representa un bastión de la represión estalinista que los polacos anhelan dejar atrás. El gobierno debió declararlo monumento nacional para evitar su demolición. Contiene los excesos estéticos de la burguesía estalinista: lámparas de techo impresionantes, candelabros de cristales enormes, escaleras caracol de mármol importado que responden a las consignas arquitectónicas del Realismo Socialista. Su exterior ofrece esculturas monumentales del astrónomo Copérnico, del poeta Adam Mickiewicz, de la física Marie Curie y una de trabajadores que sostienen un libro al estilo de los Diez Mandamientos con los nombres de Marx, Engels, Lenin y Stalin (este último fue removido tras su muerte).

La influencia bizarra que esta estructura tuvo en la gente de Varsovia puede verse en las cartas enviadas a la Administración: un profesor que pide un departamento en el piso más alto para poder estudiar los relámpagos, un enfermo que solicita ser alojado por años en uno de sus cuartos, niños convencidos de que Papá Noel reside en la cúspide y una mujer que culpa a la radiación de la antena del edificio por los sueños eróticos que tiene. El primer suicida en saltar desde su terraza lo hizo en 1965 y el Palacio recibió a varios ilustres: al primer cosmonauta Yuri Gagarin, a la actriz y cantante Marlene Dietrich, a un desfile de moda de Pierre Cardin y al mago David Copperfield. Aunque nada puede competir con el electrizante concierto de los Rolling Stones de abril de 1967.

Salvo quizás -arriesgo- un discurso político ininteligible que el Secretario General del Comité Central del Partido Comunista de la Unión Soviética, Leonid Brezhnev, dio allí cómicamente alcoholizado. Sólo que aquella vez con seguridad los burócratas de las primeras filas habrán tenido la prudencia de no taparse los oídos.

El autor fue enviado especial de Radio Jai a cubrir la última visita papal a Polonia.

Comunidades, Comunidades - 2016

Comunidades

Por Julián Schvindlerman

  

La UTDT: ¿de universidad a oficina de agitación y propaganda? – 31/08/16

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Es una forma de acelerar el socialismo, que tarde o temprano nos quitará todo» – Torcuato Di Tella sobre el Instituto cultural que llevó su apellido.

El pasado mes de junio, el Departamento de Cultura de AMIA propuso a la Universidad Torcuato Di Tella realizar un panel sobre temática internacional, con énfasis en asuntos del Medio Oriente, ofreciendo a dos analistas políticos: Damián Szvalb (magíster en relaciones internacionales por la UTDT) y quien escribe (magíster en ciencias sociales por la Universidad Hebrea de Jerusalem). Nuestras posturas sobre asuntos globales pueden ser definidas como progresista y conservadora respectivamente, de manera que el panel es plural. El ofrecimiento -que comprende la inclusión de al menos un profesor de la universidad anfitriona en la mesa- fue hecho a otras casas de estudio también y ya aconteció en la Universidad del Salvador y la Universidad de San Andrés.

La UTDT se negó a dar lugar al mismo, y lo negó con descortesía. La Sra. Ana María Mustapic, directora del Departamento de Ciencia Política y Relaciones Internacionales de la casa, rechazó la propuesta sobre la base de que ninguno de los expositores sugeridos podía ser considerado un «académico» o un «experto» digno de ser recibido por la universidad y afirmó que ese panel era adecuado para el centro de estudiantes. Sorprendido por el rechazo de la propuesta y la descalificación de los analistas, el director del Departamento de Cultura de AMIA hizo saber su malestar al rector de la universidad, Dr. Ernesto Schargrodosky, quien respaldó a su empleada.

Siendo que Damián Szvalb es graduado de la UTDT, el ninguneo fue casi un acto de auto-sabotaje, y siendo que él es docente en la UBA, carecía de todo sustento. En cuanto a mí, soy autor, entre otros, de dos libros de quinientas páginas cada uno sobre el conflicto palestino-israelí y las relaciones Vaticano-Israel y he dictado conferencias en cerca de una docena de universidades de América Latina, además de haber sido entrevistado en varias ocasiones por CNN en español y otros varios reputados medios del Hemisferio Occidental, que han considerado mi palabra lo suficientemente experta como para escucharla. Pero puestos a «evaluar» los grados de academicidad -cosa que me incomoda y lo hago sólo forzado por la actitud antiprofesional de la directora del Departamento de Ciencia Política y Relaciones Internacionales de la Di Tella- señalemos nomás que soy graduado de una universidad que es listada en el puesto 178 del reconocido Times Higher Education World University Rankings 2015-2016, mientras que la UTDT simplemente no figura; ni en el ranking mundial (reúne a ochocientas universidades del globo) ni en el latinoamericano (reúne a las cincuenta mejores de la región).

Hasta acá estaban mal las cosas pero, pudiendo ser empeoradas, así fue hecho. La semana pasada me enteré de que a la par que el Departamento de Ciencia Política y Relaciones Internacionales se negó recibirnos a mi colega y a mí en la UTDT para un único evento, sí dio lugar a la realización en la sede de la universidad de un ciclo de conferencias sobre el centenario del acuerdo Sykes-Picot auspiciado conjuntamente por el Club Sirio Libanés, el que ha contado con la participación, entre otros, de Hamzeh Dawalibi, embajador de la República Árabe Siria; Husni Abdel Wahed, embajador de la Autoridad Palestina; Saad Chedid, ex presidente de la Fundación Argentino-Árabe y actual profesor de la Cátedra Edward Said de Estudios Palestinos de la Facultad de Filosofía y Letras de la Universidad de Buenos Aires; Gabriel Sivinian, docente de la misma cátedra; Marcelo Cantelmi, editor de la sección Mundo del diario Clarín; y que contó con Jodor Jalit, columnista del Diario Sirio-Libanés, como moderador. La señora Ana María Mustapic inauguró presencialmente el ciclo. Entre los temas abordados: «Resistencia pacífica y violenta a la ocupación y colonización de Palestina» y «presencia del Estado de Israel y politización de la región». Se capta la onda, ¿cierto? Entonces cabe preguntar al rector y a la directora involucrados: ¿Es que no tienen vergüenza? ¿Qué clase de educación promueven en sus claustros? ¿Acaso es aceptable semejante exhibición de intolerancia ideológica y dogmatismo académico? Para docentes formados en los Estados Unidos y en Inglaterra, cabe interrogarles si es que han aprendido algo de los valores que han hecho grandes y libres a esas dos naciones: la diversidad, el pluralismo, la democracia y un genuino respeto por la diferencia. Y yo que me había alegrado por el cierre de la Secretaria de Coordinación Estratégica para el Pensamiento Nacional.

La UTDT tiene la prerrogativa de elegir a quienes les abre, y a quienes les cierra, las puertas de su casa. Y su alumnado y toda la sociedad tienen derecho a saber eso, también. Y por sobre todo, a tomar nota de que en este desafortunado episodio el diálogo y el debate han sido obstruidos para favorecer una única línea de conocimiento, y que así los valores más fundamentales que una universidad debe servir han sido traicionados. Este no es el camino hacia la excelencia académica, sino hacia la transformación de un importante claustro de estudios en un digno émulo del agit-prop soviético.

ABC Color (Paraguay)

ABC Color (Paraguay)

Por Julián Schvindlerman

  

Francisco ante el Islamismo – 29/08/16

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El siglo XX obligó a dos sumos pontífices de la Iglesia católica a enfrentar los dos grandes males de la época: el nazismo y el comunismo. El siglo XXI ha arrojado sobre un nuevo papa otro desafío: el islamismo. Francisco tiene ante sí una bifurcación muy clara a propósito de qué senda transitar, tomando como referencia las divergentes conductas de sus predecesores.

Eugenio Pacelli fue la figura católica central del periodo de la Segunda Guerra Mundial. En marzo de 1939, a los pocos días de ser consagrado Papa, envió una carta de salutación “Al ilustre Herr Adolf Hitler” en la que anunciaba: “Al comienzo de nuestro pontificado deseamos asegurarle que seguimos comprometidos con el bienestar espiritual del pueblo alemán confiado a su liderazgo…”. Eso fue pos-Kirstallnacht y leyes raciales de Nuremberg. Una vez comenzada la guerra, Pío XII no denunció abiertamente la invasión alemana a Polonia ni a otras naciones, no condenó públicamente las atrocidades nazis, no pronunció en público la palabra “judíos” o “judaísmo” durante todos los años de la guerra, ni firmó la declaración aliada de 1942 contra el genocidio en curso. Tampoco rompió relaciones diplomáticas con el Reich ni excomulgó a los jerarcas nazis católicos.

Su mensaje más osado ocurrió la Noche Buena de 1942, durante la lectura de un sermón de veintiséis páginas sobre la doctrina social de la iglesia. Para cuando llevaba hablando unos cuarenta y cinco minutos, el Papa declaró: “La humanidad debe este compromiso a cientos de miles de personas que, sin haber cometido ninguna falta y solamente a causa de su nacionalidad o raza, han sido condenados a la muerte o a la extinción progresiva”. A esta débil frase arribó luego de numerosos exhortos, pedidos, ruegos y presiones para que, finalmente, dijera algo. Hubo otros dos pronunciamientos públicos en los que Pío XII aludió a los judíos durante el Holocausto, en junio de 1943 y en junio de 1944. En ninguno de estos tres discursos nombró explícitamente a las víctimas o a sus victimarios. Y en ningún caso condenó los crímenes aberrantes de los nazis.

Karol Wojtyla asumió el Trono de Pedro cuando el comunismo estaba en expansión. Para cuando él fue electo, como recordó Charles Krauthammer, la Unión Soviética invadió Afganistán, Vietnam conquistó Camboya –acentuando la influencia rusa en Indochina–, Nicaragua cayó en manos de los sandinistas –aliados de Moscú en Latinoamérica–, e incluso la diminuta isla de Granada fue tomada por revolucionarios marxistas. Juan Pablo II enfrentó al régimen soviético en su tierra natal. Cuando aterrizó en Polonia en 1979, las campanas de las iglesias del país lo saludaron. Dio 32 sermones en 9 días en los que alentó a la iglesia local y motivó a millones de ciudadanos con el poder de la fe y su humanismo. “No teman” dijo a las multitudes que se congregaron en aquella oportunidad. No fue una coincidencia que “Solidaridad” (el primer movimiento sindical anticomunista, liderado por Lech Walesa) naciera un año más tarde. “El Papa no estuvo en las trincheras” notó Anne Applebaum del Washington Post, pero “le había mostrado al pueblo cómo saltar por sobre ellas”. Avivó las llamas de la libertad en Polonia y en Europa Oriental, no con fuerza bruta, sino con fuerza moral. Empleando su carisma personal y convicción espiritual puso en marcha una corriente que –con la indispensable asistencia de Ronald Reagan y Margaret Thatcher– culminaría en el colapso de la Unión Soviética. Nada mal para un sacerdote que había ascendido como arzobispo auxiliar de Cracovia con el apoyo de los comunistas.

Tal como Jane Barnes y Helen Whitney observaron en Frontline: “Tomó su tiempo; requirió el apoyo del Papa de Roma, a veces de manera financiera. Demandó varios viajes más, en 1983 y 1987. Pero la llama se encendió. Ardería y parpadearía antes de quemarse desde un extremo de Polonia al otro. Millones de personas propagaron la revolución, pero esta comenzó con el viaje del Papa en 1979 a su patria”.

Tras el nazismo y el comunismo, emergió el islamismo como la renovada y potente amenaza a las democracias liberales. Esta es la hora de Francisco. ¿Y cómo está actuando? Si tomamos el reciente y espeluznante acontecimiento yihadista en Saint-Étienne-du-Rouvray como vara, bastante mal. A fines de julio, dos islamistas leales al Estado islámico ingresaron a una iglesia de provincia en Francia, hicieron arrodillar al cura octogenario que oficiaba la misa matinal y lo degollaron delante de tres monjas y dos feligreses. Así respondió el Papa: “No debemos temer a decir la verdad, el mundo está en guerra porque ha perdido la paz. Cuando hablo de guerra hablo de guerras por intereses, dinero, recursos, no religión. Todas las religiones quieren paz, son los otros los que quieren guerra”. ¿Puede uno concebir una respuesta más enteramente fuera de foco? ¿Más tercermundistamente ingenua?

Esta reacción se inscribe en la línea de previos pronunciamientos papales desacertados, tales como el del año pasado cuando, entre la masacre en Francia y los atentados en Mali, ofreció Francisco: “Por todas partes hay guerra hoy día, hay odio… Y tanto dinero en los bolsillos de los traficantes de armas. ¡Malditos!”. Luego de que periodistas fueron acribillados en las oficinas de la revista satírica-anticlerical Charlie Hebdo, El Sumo Pontífice condenó la agresión pero acotó: “No se puede provocar, no se puede insultar la fe de los demás. No se le puede tomar el pelo a la fe. No se puede” y agregó que si alguien dijese “una mala palabra en contra de mi mamá, puede esperarse un puñetazo… ¡Es normal!”.

Francisco tiene ante sí dos modelos muy diferentes. A Pío XII, quien dañó la imagen moral de la iglesia, y a Juan Pablo II, quien la iluminó. Uno sucumbió ante el desafío de su época; el otro lo enfrentó y contribuyó a su derrota. Francisco tiene que elegir qué legado querrá dejar en la lucha contemporánea entre libertad y sumisión, entre progreso y Medioevo, entre la luz y la oscuridad. Sus opciones no podrían ser más cristalinas.

La Prensa (Panamá)

La Prensa (Panamá)

Por Julián Schvindlerman

  

Francisco ante el Islamismo – 28/08/16

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El siglo XX obligó a dos sumos pontífices de la Iglesia católica a enfrentar los dos grandes males de la época: el nazismo y el comunismo. El siglo XXI ha arrojado sobre un nuevo papa otro desafío: el islamismo. Francisco tiene ante sí una bifurcación muy clara a propósito de qué senda transitar, tomando como referencia las divergentes conductas de sus predecesores.

Eugenio Pacelli fue la figura católica central del período de la II Guerra Mundial. En marzo de 1939, a los pocos días de ser consagrado papa, envió una carta de salutación “Al ilustre Herr Adolf Hitler” en la que anunciaba: “Al comienzo de nuestro pontificado deseamos asegurarle que seguimos comprometidos con el bienestar espiritual del pueblo alemán confiado a su liderazgo…”. Eso fue post-Kirstallnacht y leyes raciales de Nuremberg. Una vez comenzada la guerra, Pío XII no denunció abiertamente la invasión alemana a Polonia ni a otras naciones, no condenó las atrocidades nazis, no pronunció en público la palabra “judíos” o “judaísmo” durante todos los años de la guerra, ni firmó la declaración aliada de 1942 contra el genocidio en curso. Tampoco rompió relaciones diplomáticas con el Reich ni excomulgó a los jerarcas nazis católicos.

Su mensaje más osado ocurrió la Noche Buena de 1942, durante la lectura de un sermón de 26 páginas sobre la doctrina social de la iglesia. Para cuando llevaba hablando unos 45 minutos, el papa declaró: “La humanidad debe este compromiso a cientos de miles de personas que, sin haber cometido ninguna falta y solamente a causa de su nacionalidad o raza, han sido condenados a la muerte o a la extinción progresiva”. Hubo otros dos pronunciamientos públicos en los que Pío XII aludió a los judíos durante el Holocausto, en junio de 1943 y en junio de 1944. En ninguno nombró explícitamente a las víctimas o a sus victimarios. Y en ningún caso condenó los crímenes aberrantes de los nazis.

Karol Wojtyla asumió el trono de Pedro cuando el comunismo estaba en expansión. Para cuando él fue electo, como recordó Charles Krauthammer, la Unión Soviética invadió Afganistán, Vietnam conquistó Camboya –acentuando la influencia rusa en Indochina–, Nicaragua cayó en manos de los sandinistas –aliados de Moscú en Latinoamérica– e incluso la diminuta isla de Granada fue tomada por revolucionarios marxistas. Juan Pablo II enfrentó al régimen soviético en su tierra natal. Cuando aterrizó en Polonia en 1979, las campanas de las iglesias del país lo saludaron. Dio 32 sermones en 9 días en los que alentó a la iglesia local y motivó a millones de ciudadanos con el poder de la fe y su humanismo. No fue una coincidencia que Solidaridad (el primer movimiento sindical anticomunista, liderado por Lech Walesa) naciera un año más tarde. “El papa no estuvo en las trincheras” notó Anne Applebaum de The Washington Post, pero “le había mostrado al pueblo cómo saltar por sobre ellas”. Avivó las llamas de la libertad en Polonia y en Europa Oriental, no con fuerza bruta, sino con fuerza moral. Empleando su carisma y convicción espiritual puso en marcha una corriente que –con la indispensable asistencia de Ronald Reagan y Margaret Tatcher– culminaría en el colapso de la Unión Soviética. Nada mal para un sacerdote que había ascendido como arzobispo auxiliar de Cracovia con el apoyo de los comunistas.

Tras el nazismo y el comunismo, emergió el islamismo como la renovada y potente amenaza a las democracias liberales. Esta es la hora de Francisco. ¿Y cómo está actuando? Si tomamos el reciente y espeluznante acontecimiento yihadista en Saint-Étienne-du-Rouvray como vara, bastante mal. A fines de julio, dos islamistas leales al Estado islámico ingresaron a una iglesia de provincia en Francia, hicieron arrodillar al cura octogenario que oficiaba la misa matinal y lo degollaron delante de tres monjas y dos feligreses. Así respondió el papa: “No debemos temer a decir la verdad, el mundo está en guerra porque ha perdido la paz. Cuando hablo de guerra hablo de guerras por intereses, dinero, recursos, no religión. Todas las religiones quieren paz, son los otros los que quieren guerra”. ¿Puede uno concebir una respuesta más enteramente fuera de foco?

Esta reacción se inscribe en su línea de previos pronunciamientos desacertados, como el del año pasado cuando, entre la masacre en Francia y los atentados en Mali, ofreció: “Por todas partes hay guerra hoy día, hay odio… Y tanto dinero en los bolsillos de los traficantes de armas. ¡Malditos!”. Luego de que periodistas fueron acribillados en las oficinas de la revista satírica-anticlerical Charlie Hebdo, El sumo pontífice condenó la agresión pero acotó: “No se puede provocar, no se puede insultar la fe de los demás. No se le puede tomar el pelo a la fe. No se puede” y agregó que si alguien dijese “una mala palabra en contra de mi mamá, puede esperarse un puñetazo… ¡Es normal!”.