Comunidades, Comunidades - 2009

Comunidades

Por Julián Schvindlerman

  

Quo vadis Obama? – 30/09/09

Imprimir

La última sesión de la Asamblea General de las Naciones Unidas fue un sobrio recordatorio (no es que hubiera necesidad de alguno) de hasta que punto este organismo se ha transformado en una plataforma global para la puesta en escena de las más absurdas y extremas posturas por parte de líderes mundiales estrafalarios. El coronel libio Mohamar Khadafy dio la nota inicial con un discurso de una hora y media repleta de desvaríos que fueron desde los complots para matar a John F. Kennedy y a Martin Luther King hasta la supuesta conspiración farmacéutica detrás del virus de la gripe A», según relató un cronista desde Nueva York. El presidente iraní Mahmoud Ahmadinejad tuvo la oportunidad de difundir su propia versión aggiornada de los Protocolos de los Sabios de Sión al decir: «Ya no es aceptable que una pequeña minoría que domina la política, la economía y la cultura de las partes más importantes del mundo… y establece una nueva forma de esclavitud, dañe la reputación de otras naciones… para alcanzar sus ambiciones racistas». El líder venezolano Hugo Chávez usó el podio para proclamar que «el imperialismo se debe acabar» y anunciar que «El socialismo es el camino a la salvación de este planeta», no sin privarse de bromear: «No me vaya a lanzar un zapato alguien aquí». La ONU en todo su esplendor.

Fuera del ámbito de este foro multilateral las cosas no parecían lucir menos incoherentes. Unos días antes del inicio de la mega-reunión de la ONU, Zbigniew Brzezinski, quien fuera asesor de seguridad nacional de Jimmy Carter y consejero de Barack Obama durante la campaña electoral, sugirió durante una entrevista que Estados Unidos debería derribar aviones israelíes si éstos cruzaran el espacio aéreo iraquí en ruta a Irán sin autorización debida. «¿Qué pasaría si ellos vuelan de todos modos?» preguntó el periodista del website Daily Beast. «Bueno, debemos ser serios respecto de negarles ese derecho… Si vuelan, uno sube y los confronta». El comentarista James Taranto vio en esta aseveración un reductio ad absurdum de la política exterior de la Administración Obama: «La administración se ha esforzado en ser conciliadora hacia enemigos y adversarios (Irán, Corea del Norte, Rusia) mientras que ha adoptado una línea dura con aliados de EE.UU. (Israel, la República Checa, Polonia, Honduras, posiblemente Afganistán). Pero incluso la Administración Obama no ha atacado militarmente a un aliado para proteger a un enemigo».

Piadosamente, esto no ha ocurrido, sin embargo el presidente estadounidense ha realmente tensado la relación con varios aliados de Washington en un breve período de tiempo. Ha tenido roces con Colombia por el Tratado de Libre Comercio, con México y Canadá por cuestiones comerciales, con Israel por los asentamientos, con Japón al lidiar con Pyongyang, y con Honduras por el meollo Zelaya. En este contexto de desavenencias, la decisión del presidente Obama de cancelar el programa misilístico defensivo de la era-Bush en Polonia y la República Checa, posiblemente haya sido la más gravemente desacertada y potencialmente dañina de las opciones políticas adoptadas. Con un notable espíritu chamberlainiano, Praga y Varsovia fueron traicionadas nuevamente, esta vez por Washington para apaciguar a Moscú. Ello ocurrió en coincidencia con el 70 aniversario del inicio de la Segunda Guerra Mundial (invasión alemana a Polonia en septiembre de 1939, luego del Pacto de Munich de 1938 que abandonó a Praga ante los designios Hitlerianos) y el mismo día en el cuál, setenta años atrás, la Unión Soviética invadió Polonia luego de la firma del Pacto Molotov-Ribbentrop con la Alemania Nazi. Nadie está sugiriendo que la referencia histórica sea prístina, pero ciertamente no está fuera de lugar.

La Casa Blanca justificó el cambio alegando, entre otras cosas, que nueva inteligencia demostró que Teherán no tiene sus capacidades misilísticas de largo alcance tan desarrolladas como se creía; una apreciación difícil de conciliar con el lanzamiento exitoso hecho por Irán el pasado mes de mayo de su misil Sejil que tiene un rango estimado de 1560 millas; suficiente para enviar una bomba de una tonelada a Varsovia, según ha informado The Wall Street Journal. Aunque Washington negó que la decisión fuera parte de un quid pro quo con Rusia por la cuestión iraní, inmediatamente el presidente Dimitry Medvedev afirmó: «Nuestra tarea es mantener un sistema de incentivos que permita a Irán usar energía nuclear pacífica, pero no permitiremos la creación de armas nucleares». De mantenerse, bienvenida la nueva postura rusa vis-a-vis Irán. Pero, como el autor Mark Helprin ha observado, haber concedido a Moscú poder de veto sobre las decisiones defensivas de competencia soberana de EE.UU. seguramente tendrá reverberaciones hoy no anticipadas. Incluso si Rusia ha sido cooptada a favor de la contención iraní, China todavía mantiene poder de veto en el Consejo de Seguridad, y su Ministro de Relaciones Exteriores afirmó después de conocida la decisión norteamericana: «Nosotros creemos que las sanciones y ejercer presión no son los caminos para resolver problemas y no son conducentes para los esfuerzos diplomáticos actuales sobre el tema nuclear de Irán».

A los pocos días, el 24 de septiembre, el Consejo de Seguridad adoptó por unanimidad una resolución sobre armamento nuclear en la cuál Moscú y Beijing se opusieron a una propuesta francesa de mencionar por nombre a Irán y a Corea del Norte. Al día siguiente, Teherán reveló la existencia de una nueva planta de enriquecimiento de uranio en su territorio. La semana previa, el Organismo Internacional de Energía Atómica había adoptado una resolución que pedía a Israel que permitiera a la OIEA controlar su programa nuclear. Este «triunfo, momento glorioso», según Irán, fue posible gracias a una iniciativa árabe y a los votos de naciones subdesarrolladas más los de Rusia y China.

Si Obama quiere darle algún significado serio a su afirmación mediática «la ley internacional no es una promesa vacía» deberá comprender que el apaciguamiento no es el sendero adecuado. Bien haría en escuchar atentamente al presidente francés Nicolás Sarkozy: «Hay tiempos en los que los hechos tercos nos compelerán a tomar una decisión si queremos un mundo sin armas nucleares». El interrogante es si se tomará la decisión correcta y necesaria.