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La Nación (Argentina)

La Nación (Argentina)

Por Julián Schvindlerman

  

Valeria Shapira cita a Julián Schvindlerman en La Nación – 21/10/24

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https://www.lanacion.com.ar/opinion/una-construccion-colectiva-nid21102024

Una construcción colectiva

“¿Qué tiene que ver el antisemitismo con una obra en construcción? ¿Es un edificio para una institución judía?”. Una usuaria de X despotricaba hace unos días en la red social y ensayaba conspiraciones después de pasar por un emprendimiento inmobiliario porteño donde un cartel reza: “Construyamos un país sin antisemitismo”. No hay allí nada oculto: el Foro Argentino Contra el Antisemitismo (FACA) –integrado por judíos y no judíos– lanzó una campaña a la que se sumaron y se suman argentinos para decirle no al antisemitismo en el país.

Mientras la usuaria de X desperdicia un espacio valioso en el que sería mejor aplaudir el compromiso de quienes entienden que se trata de una causa urgente, un desarrollador de real estate no judío hace lo contrario: pide el archivo del cartel, lo imprime, lo cuelga en su obra en construcción y dice, emocionado: “Es necesario que lo hagamos todos, porque este es un tema de toda la sociedad”. Una joven arquitecta judía hace lo propio y avisa: “Es mi primer proyecto, y siento que tengo el deber de colgarlo”. Ambos son la contracara de lo que indican las preocupantes cifras sobre el incremento del antisemitismo explícito, del silencio y de la indolencia que el profesor Julián Schvilderman relató hace unos días en estas mismas páginas.

Por haber padecido el nazismo, nuestros abuelos probablemente no hubieran imaginado lo que vimos hace pocos días, un año después de la masacre terrorista más sangrienta desde la Shoá: la bandera de Israel y la inscripción Bring them home now iluminando la Puerta de Brandemburgo, en Berlín. Contra todo pronóstico desalentador, las sociedades democráticas están haciendo flamear esas banderas, escribiendo el mensaje en sus carteles, para que el mundo entienda que la judeofobia sólo nos vuelve a lo más oscuro.

En la Argentina hay antisemitismo. Pero también hay principios, como se demostró el 7/10 cuando miles –judíos y no judíos– pidieron por los secuestrados sobre la avenida Estado de Israel. Desde el sur del sur se le dijo al mundo que vamos a volver a bailar, y se alzó la voz para acompañar a ese soldado argentino-israelí que escribió en una pared de Gaza un mensaje a los hermanos Iair y Eitan Horn, todavía en manos de Hamás: “Gordos, los seguimos buscando”.

Enarbolar un mensaje contra el antisemitismo (en una obra en construcción, en el pecho, en los medios) es casi un imperativo que interpela a todos los argentinos. Si la mayoría es silenciosa, indiferente o cómplice habrá que seguir educando contra el prejuicio y la ignorancia. La conspiración no amedrenta y la convicción es férrea: no vamos a parar.

La Nación (Argentina)

La Nación (Argentina)

Por Julián Schvindlerman

  

Antisemitismo en la Argentina y el mundo después del 7 de octubre – 16/10/24

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https://www.lanacion.com.ar/opinion/el-antisemitismo-en-la-argentina-y-el-mundo-despues-del-7-de-octubre-nid16102024

El pasado mes de agosto, el Foro Argentino Contra el Antisemitismo lanzó una campaña pública de concientización con la consigna “Construyamos un país sin antisemitismo”, que consistió en colgar carteles con ese lema en obras en construcción del AMBA. La iniciativa visualmente creativa no fue meramente simbólica; realmente responde a una realidad de auge del prejuicio antijudío -tanto a nivel nacional como internacional- muy preocupante. Tres informes de reconocidas organizaciones dedicadas al monitoreo del antisemitismo dan cuenta del fenómeno, el cual se ha exponenciado globalmente desde la invasión bárbara de Hamas del 7 de octubre del año pasado.

La Liga Antidifamatoria (conocida por sus siglas en inglés, ADL), asentada en Estados Unidos, publicó una encuesta el último mes de junio que sondeó las actitudes antisemitas y antiisraelíes en los siete países que contienen las más grandes comunidades judías fuera de Israel: Estados Unidos, Francia, Canadá, Gran Bretaña, Argentina, Australia y Alemania. Gran Bretaña y Canadá brindaron los promedios nacionales más bajos de creencias antisemitas, mientras que Francia y Argentina mostraron los más elevados. Datos registrados en nuestra república resultaron preocupantes.

El 23% de los argentinos dijo apoyar la noción de que “los judíos son responsables de la mayoría de las guerras del mundo”, siendo el guarismo más alto entre los encuestados (el más bajo se dio en Gran Bretaña, con un 9%). Esto ya es alarmante en sí mismo, pero se ve agravado por el crecimiento del estereotipo: cinco añas atrás, sólo el 13% de los argentinos afirmaba eso. La encuesta también halló que el 56% de los encuestados en las siete naciones consideró a los judíos ser más leales a Israel que a sus países de origen, con porcentajes que oscilan de una base del 51% de los encuestados en los EE.UU. hasta llegar al inquietante 64% en Alemania y la Argentina. Además, la encuesta reveló que el 66% de los argentinos cree que “los judíos todavía hablan demasiado sobre lo que les sucedió en el Holocausto”. A su vez, el 15% de los argentinos considera que los judíos exageran la cantidad de víctimas judías exterminadas durante el genocidio nazi de la Segunda Guerra Mundial (aquí también marcó el porcentaje más elevado de las muestras). A la par, el 17% de la población encuestada en la Argentina manifestó no haber oído nada sobre el Holocausto. Un dato positivo es que la negación del Holocausto fue minúscula en los países estudiados (nula en Canadá y 1% en el resto de los países, el nuestro incluido).

A propósito de la mirada sobre el conflicto Hamas-Israel, la ADL halló que el 70% de los encuestados argentinos opinó que Israel está perpetrando un genocidio contra civiles palestinos en Gaza, porcentaje sólo superado por los encuestados británicos (71%). El 43% de los argentinos se expresó a favor de la aseveración “Si los israelíes se salen con la suya, vivirían en un mundo donde todos los palestinos serían matados”, ubicándose solamente debajo de iguales opiniones de los australianos y británicos encuestados. Al interrogante “Generalmente hablando, ¿cómo ve a Hamas?”, el 19% de los argentinos consultados respondió favorablemente, siendo la posición más alta entre las poblaciones de los siete países encuestados. Recordemos que Hamas es un movimiento jihadista visceralmente antioccidental.

El pasado septiembre, la representación política de la comunidad judía en la Argentina (DAIA), publicó su informe anual sobre antisemitismo en nuestra república del año 2023. Notó que hubo un aumento anual de denuncias mayor al 44% respeto del año previo, totalizando casi 600 hechos, y que “el 57% de los casos exteriorizados en 2023 sucedieron durante el período octubre-diciembre”, es decir tras el estallido de la guerra Hamas-Israel. Durante el año 2023, el 40% de los hechos antisemitas denunciados correspondieron a la categoría “Medio Oriente”, que implicó un incrementó del 380% respecto del 2022 y constituyó el más relevante caudal de denuncias. El informe consigna que la guerra acogió al 56% de los casos denunciados durante los meses posteriores al ataque palestino y que las denuncias en ámbitos educativos crecieron un 15% a partir del 7 de octubre de 2023. Asimismo, aumentaron las agresiones contra instituciones comunitarias, prevaleciendo “en todos los contextos la retórica antisionista y los cuestionamientos al derecho de existencia y/o defensa del Estado de Israel”. La DAIA reportó que el 65% de las manifestaciones antisemitas se dieron en el espacio digital, en tanto que el 35% restante, en el espacio presencial.

Finalmente, el Observatorio Web -programa conjunto del Congreso Judío Latinoamericano (CJL), AMIA y DAIA- publicó su informe sobre antisemitismo en internet (2023) en lengua española, que analiza los posteos en la red social X, comentarios en Facebook, videos de YouTube, resultados de búsquedas en Google y comentarios de usuarios en medios digitales. El balance es mixto. Encontró que en el motor de búsqueda de Google “se observó una disminución del contenido antisemita, siendo el año con menor nivel de antisemitismo desde que se comenzó el análisis (2015)”. De modo similar, en YouTube se redujo el antisemitismo “y 2023 es el año con el nivel más bajo de este tipo de discursos desde el comienzo de la serie analizada (2018-2023)”. La plataforma X brinda otro panorama: el año pasado registró el mayor nivel de odio hacia los judíos del último lustro. En cuanto a los comentarios en las fan pages de Facebook de los medios de América Latina y España, a partir de octubre del año pasado, “el contenido antisemita representa el 88,64% del total anual reunido”.

Estas estadísticas sugieren que la imagen de los judíos en las naciones en las que viven está deteriorada, en gran parte debido a las percepciones sobre los acontecimientos bélicos en Medio Oriente. Pero esta situación no atañe solamente a los judíos. Estos tres informes sobre antisemitismo son alertas rojas acerca de la salud moral de nuestras sociedades. Confrontar estos prejuicios ubicuos es una misión universal.

Perfil, Perfil - 2024

Perfil

Por Julián Schvindlerman

  

El sendero de Yahya Sinwar hacia el 7/10 – 0/10/24

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https://www.perfil.com/noticias/opinion/el-sendero-de-yahya-sinwar-hacia-el-710.phtml

El 6 de abril de 2018, el líder de Hamas en Gaza, Yahya Sinwar, decía esto sobre los israelíes: “¡Derribaremos la frontera y arrancaremos sus corazones de sus cuerpos!”. Al mes siguiente, el 9 de mayo, arengó a una multitud de palestinos: “¡Estamos listos para morir, y decenas de miles morirán con nosotros!”. Poco más de seis años después, hará realidad ambas afirmaciones. El baño de sangre del 7 de octubre de 2023 que él mismo planeó y ejecutó –y cuyo primer aniversario ahora se está conmemorando–, fue siniestro en sí mismo. Pero hay un trasfondo inmensamente trágico en la historia de su vínculo con su némesis, el Estado judío. Pues fue Israel quien, tras arrestarlo bajo cargos de asesinato, le brindó una educación universitaria, le salvó la vida médicamente y eventualmente lo dejó en libertad.

Sinwar nació en 1962 en el campo de refugiados de Khan Younis, en Gaza, entonces bajo control egipcio. Se graduó en estudios árabes en la Universidad Islámica de Gaza, la cual fue fundada en 1978 por dos hombres que una década después crearían Hamas. Se ganó la confianza de uno de ellos, el jeque Ahmed Yassin, e inició así su carrera dentro del movimiento. Junto a dos colegas fundó una organización encargada de erradicar a colaboradores palestinos de Israel; tal su celo en la misión que se ganó el apodo de “Carnicero de Khan Yunis”. Había sido arrestado en 1982 y 1985, y en 1988 nuevamente, esta vez por secuestrar y asesinar a dos soldados israelíes y a cuatro palestinos a los que acusó de ser colaboradores del sionismo. Al año siguiente fue condenado a cuatro cadenas perpetuas.

Parte de sus años en prisión, Yahya Sinwar realizó estudios académicos a través de la Universidad Abierta, aprovechando una oportunidad ofrecida por las autoridades israelíes. El ahora líder de Hamas dedicó siete años a aprender sobre la historia del pueblo judío, el sionismo, el Holocausto y la sociedad israelí, en un intento práctico por conocer a su enemigo. A juzgar por sus calificaciones, con un promedio de 90/100, parece haber tomado el desafío académico con seriedad.

En una reciente columna en The Jerusalem Post, Jacky Hugi, comentarista de asuntos árabes de la radio del ejército israelí, notó que desde su celda Sinwar completó 15 cursos en los departamentos de humanidades y ciencias sociales. Financió sus estudios con el estipendio mensual que la Autoridad Palestina proporciona a los palestinos que atentan contra, o matan a, israelíes. Tenía buen manejo del hebreo y lo perfeccionó con el tiempo, al punto que llegó a traducir al árabe las autobiografías de dos exjefes del contraespionaje israelí: Matar o morir, de Yaakov Peri, y Shin Bet: Entre las grietas, de Carmi Gillon.

Hugi exploró el currículo al que accedió Sinwar. Algunos de sus cursos fueron: “Jerusalén a través de los tiempos”, que traza la historia de la ciudad desde sus primeros días como asentamiento jebuseo, pasando por los períodos hasmoneo, romano, musulmán, otomano y británico; “Del exilio a la soberanía”, sobre la historia del pueblo judío durante la antigüedad, desde el imperio persa hasta las eras griega, romana y bizantina, incluyendo la revuelta de los macabeos. “La historia del pueblo judío durante el período del Primer Templo” y “Judea y Roma”, le permitieron introducirse en la historia del pueblo hebreo durante el imperio romano. También cursó “Entre judíos y cristianos: judíos y cristianos en Europa occidental hasta la era moderna temprana”, que cubría debates teológicos, persecuciones, libelos de sangre y el fenómeno de los marranos. “En los días del Holocausto”: estudió la vida judía en Europa, el ascenso de los nazis y su plan de exterminio. La calificación más alta la logró con el curso “Entre Sión y el sionismo 1881-1914”, y también tomó “Patrones de la sociedad en Israel”, que examinó las raíces de la sociedad israelí y las relaciones entre sus segmentos. En “Gobierno y política en Israel” se familiarizó con la democracia israelí, la separación de poderes, los partidos políticos, el sistema electoral y sus minorías.

Hugi señala que Sinwar no obtuvo su título, aun cuando le faltaban solo unos pocos cursos. “Tenía el tiempo y los fondos para continuar, pero su objetivo no era obtener un título de una universidad israelí. Su objetivo era extraer el conocimiento que necesitaba”, indicó.

Además de brindarle una educación de grado durante su encarcelamiento, Israel le salvó la vida. Corría el año 2004 cuando Sinwar manifestó un dolor persistente en la nuca, temblaba y caminaba erráticamente. El médico penitenciario que lo revisó concluyó que el paciente podía estar sufriendo un ACV provocado por un tumor cerebral de riesgo mortal. “Tiene que ser hospitalizado de inmediato” aconsejó. Fue trasladado al Centro Médico Soroka de Beersheba, al sur del país, donde fue operado durante dos horas, tras lo cual sobrevivió. Judith Miller, experiodista del New York Times en El Cairo, narró esta anécdota enorme en la revista Tablet y agregó que en la cárcel, junto a una banda de hermanos islámicos, imponía reglas, daba órdenes y formó un consejo gobernante de Hamas. Establecieron una red de comunicaciones entre sí y con otros militantes fuera de la cárcel a través de pequeños teléfonos móviles de plástico que eran contrabandeados por los abogados, esposas y aun en los pañales de los bebés que los visitaban.

Sinwar era un recluso peligroso, pero la suerte estaba de su lado. En 2006, Hamas secuestró al soldado israelí Gilat Shalit. Bajo mediación alemana y egipcia, cinco años más tarde Israel y la milicia fundamentalista palestina acordaron intercambiar a Shalit por 1.027 prisioneros palestinos, entre ellos más de 300 que cumplían cadena perpetua por crímenes violentos. Yahya Sinwar estaba en la lista. A los pocos días de su liberación, sin embargo, criticó públicamente el acuerdo (pues no había alcanzado a toda la población carcelaria terrorista, cómo él pretendía) y llamó a los palestinos a secuestrar a más soldados para asegurar la liberación de sus hermanos musulmanes en prisión.

El 7 de octubre del año pasado, sus hombres entraron a Israel, masacraron a más de 1.200 personas y secuestraron a 251 soldados y civiles en la agresión más atroz que Israel experimentó en su historia. El premier Benjamin Netanyahu dijo entonces que Sinwar era un “muerto ambulante”. En la arena palestina, como observó Jacky Hugi, Yahya Sinwar se convirtió en el mayor enemigo de Israel desde Yasser Arafat. Y uno podría agregar, en su enemigo más ingrato.

Seúl

Israel contra todos – 06/10/24

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Al revés de lo que se dice, el esfuerzo del Estado hebreo por reducir las víctimas colaterales en Gaza no tiene precedentes. Si el mundo no le ata las manos, el triunfo será definitivo.

Por Julián Schvindlerman

A las 6:29 am del 7 de octubre del año pasado, el primer ministro de Israel, Benjamín Netanyahu, fue informado de que la frontera sur del país había sido vulnerada. Aproximadamente 3.500 palestinos participaron en la incursión, de los cuales cerca de 2.000 eran miembros de la milicia islamista Hamás y los 1.500 restantes, civiles gazatíes. Tomaron por sorpresa a la población en plena madrugada de un sábado, coincidiendo con la festividad de Simjat Torá, y masacraron alevosamente a más de 1.200 personas.

Familias enteras fueron asesinadas con brutalidad extrema. Ejecutaron a padres delante de sus hijos y viceversa. Violaron a mujeres y luego las mataron. Incendiaron casas, autos y personas, bebés incluidos. Arrojaron granadas dentro de los refugios, donde personas desarmadas y desesperadas se habían ocultado. Con especial saña se enfocaron en un festival de jóvenes convocado con una consigna de paz: les dispararon a quienes pudieron, atraparon y torturaron a otros, y violaron a jóvenes de ambos géneros. Una hoja hallada en el uniforme de un terrorista abatido contenía instrucciones para violar, ofreciendo la traducción del árabe al hebreo de la orden “sacate los pantalones”. Los actos depravados y la perversión sexual exhibida por los atacantes son indescriptibles. La atrocidad fue tan absoluta que se hicieron comparaciones con el Holocausto judío de la Segunda Guerra Mundial y con los pogroms de siglos previos en Europa.

Los primeros cuatro minutos del ataque de Hamás fueron cruciales para el éxito de su operación. Cuatrocientos cohetes fueron lanzados desde Gaza contra poblados de Israel, dando cobertura a la invasión inminente. Conforme al protocolo de seguridad, cuando suenan las alarmas, los israelíes se resguardan en refugios especiales. Drones cargados de explosivos golpearon las cámaras de seguridad fronterizas, cegando así a quienes monitoreaban la frontera electrónicamente. Los terroristas ingresaron por vía terrestre, aérea y marítima: en camionetas y motos, parapentes y lanchas. Además de masacrar, secuestraron a 251 israelíes, vivos y muertos. El mayor tenía 85 años y el menor, un bebé argentino-israelí llamado Kfir Bibas, contaba con apenas ocho meses. Circularon imágenes de civiles gazatíes transportando secuestrados en motocicletas, y milicianos de Hamás llevando jóvenes mujeres –algunas ensangrentadas, otras semidesnudas y moribundas– en sus pick-ups blancas, mientras gritaban eufóricamente Ala-u-akbar (“Dios es grande”). En Gaza, fueron recibidos con vítores. La euforia y el clima celebratorio eran totales.

Israel fue tomado por sorpresa y pagó un precio muy alto por eso. La nación entera estaba conmocionada, esforzándose en procesar la magnitud del odio visceral del pueblo palestino que acababa de quedar expuesto. Dos encuestas palestinas de los meses siguientes pusieron guarismos: el 75% de los palestinos de Gaza y Cisjordania respaldaban la masacre de Hamás. La Autoridad Palestina, presuntamente la parte moderada de la ecuación, nunca repudió esa incursión sádica. La penetración islamista en la sociedad gazatí ha sido tan completa, que hasta maestros de las escuelas de la UNRWA, la agencia de las Naciones Unidas para los refugiados palestinos, participaron de las matanzas. Los fotógrafos palestinos sabían que debían estar en la frontera aquella madrugada para documentar lo que consideraban una gran hazaña. Increíblemente, uno de ellos, Yasser Qudih, fue galardonado con el premio Pulitzer como parte del equipo de Reuters, a pesar de haber colaborado con una organización terrorista.

Secuestrados intercambiados o liberados (117 de los secuestrados regresaron a Israel con vida) narraron que fueron alojados en casas particulares; otros contaron que médicos palestinos les removieron balas de sus cuerpos sin usar anestesia o que les arrojaron ácido en las heridas abiertas. Evidencia forense probó que una joven israelí herida fue tiroteada en el hospital Al-Shifa y otros seis jóvenes fueron ejecutados a sangre fría en un túnel por dos terroristas al advertir la proximidad de soldados israelíes. ¿Y cómo no recordar aquel inconcebible llamado telefónico que hizo un atacante palestino a sus padres para relatarles orgullosamente que había matado a diez israelíes con sus propias manos? La reacción de sus progenitores no fue menos abismal: la madre lloró emocionada, el padre le agradeció a Alá.

Un desafío para el Ejército

Las Fuerzas de Defensa de Israel respondieron a la agresión de Hamás con una combinación de campaña aérea e incursión terrestre. Según estimaciones militares, antes del 7 de octubre Hamás tenía entre 30.000 y 40.000 combatientes en la Franja de Gaza, divididos en cinco brigadas regionales, 24 batallones y unas 140 compañías. En su reciente discurso ante la Asamblea General de la ONU, Netanyahu declaró: “Las Fuerzas de Defensa de Israel han matado o capturado a más de la mitad de estos terroristas, han destruido más del 90% de su arsenal de cohetes y han eliminado los segmentos clave de su red de túneles terroristas”.

En el transcurso de un año, el ejército israelí atacó 35.000 objetivos terroristas, superando lo alcanzado por Estados Unidos durante toda su campaña en Afganistán, según un alto oficial israelí, y eliminó a 23 de los 24 batallones de la milicia palestina. Mató a su líder, Ismail Haniya, en Teherán; al elusivo Mohamed Deif, el comandante del ala militar de Hamás, en Khan Younis, junto a su subalterno Rafaa Salameh; y a Saleh al-Arouri, enlace de Hamás con Irán, en Beirut, entre otros. El mes pasado, el ejército hebreo estimó que Hamás fue derrotado militarmente en toda la Franja de Gaza y que ahora es sólo un grupo guerrillero.

Estadísticamente, esto significa que Israel ocasionó la muerte a alrededor de un civil por cada terrorista eliminado. No hay otro ejército en la historia universal que haya alcanzado este nivel mínimo de bajas colaterales.

El desafío militar para las FDI ha sido monumental. Enfrentó un escenario bélico de alta complejidad, inédito en la historia de las guerras modernas. El teatro de operaciones fue un centro urbano poblado con casi 2,5 millones de civiles, entre los cuales se escondían decenas de miles de terroristas. Existía una verdadera ciudadela subterránea conformada por un sistema de túneles de más de 500 kilómetros de extensión, más grande que la red de subterráneos de Londres o Nueva York. Hamás ocultó explosivos, armamento y personal en edificios particulares, en escuelas de la ONU, en mezquitas, en campos de refugiados, en zonas humanitarias designadas y empleó estas mismas instalaciones –así como cementerios– para lanzar decenas de miles de cohetes y emboscar a soldados israelíes. El líder de la organización palestina, Yahya Sinwar, presuntamente se desplaza bajo tierra rodeado de secuestrados para evitar ser atacado.

El Ministerio de Salud de Gaza, controlado por Hamás, aseguró a la prensa occidental que más de 40.000 personas resultaron muertas hasta ahora, sin distinguir entre civiles y combatientes (amén de que la cifra es inverificable). Tampoco diferencia entre palestinos muertos por Israel y aquellos que murieron por cohetes defectuosos de Hamás (4.000 cayeron dentro de Gaza). Israel informó que mató a unos 18.000 combatientes (17.000 en Gaza y 1.000 dentro de Israel el 7 de octubre). Estadísticamente, esto significa que Israel ocasionó la muerte a alrededor de un civil por cada terrorista eliminado. No hay otro ejército en la historia universal que haya alcanzado este nivel mínimo de bajas colaterales y mucho menos en semejante escenario bélico donde la población civil es usada como escudo humano.

El triunfo moral de Israel

Esto es resultante de una eficaz política de prevención. Según cifras provistas por fuentes israelíes, el ejército realizó seis millones de llamadas pregrabadas, envió cuatro millones de mensajes de texto, hizo 20.000 llamadas telefónicas y lanzó un millón y medio de panfletos desde el aire a los gazatíes para advertirles que se desplazaran de zonas que serían atacadas. Israel instaló 14 hospitales de campo. Envió o permitió el ingreso de 51.500 camiones con alrededor de 700.000 toneladas de alimentos, lo que supone más de 3.000 calorías diarias para cada hombre, mujer y niño palestino. Coordinó con la ONU una campaña de vacunación contra la polio en Gaza que alcanzó al 90% de la población a la que estaba dirigida. Al día de hoy continúa proveyendo agua y electricidad a la Franja de Gaza. Estas consideraciones con la población civil de una entidad hostil en medio de una guerra iniciada por sus gobernantes no tienen precedentes.

John Spencer, quién sirvió durante 25 años como soldado de infantería y dos períodos en Irak y es titular de estudios sobre guerra urbana en el Instituto de Guerra Moderna de West Point, escribió en una columna para Newsweek en marzo:

En mi larga carrera estudiando y asesorando sobre guerra urbana para las fuerzas armadas de Estados Unidos, nunca he conocido a una institución que tome tantas medidas para atender a la población civil del país enemigo, especialmente mientras combate simultáneamente en los mismos edificios. De hecho, según mi análisis, Israel ha implementado más precauciones para prevenir daños a civiles que cualquier otra fuerza en la historia, superando con creces lo que exige el derecho internacional y más de lo que hizo Estados Unidos en sus guerras en Irak y Afganistán.

La guerra contra Hamás no ha terminado. Muchos secuestrados permanecen en horripilante cautiverio. Sinwar aparentemente sigue vivo. El futuro político de Gaza y su potencial impacto sobre Israel son inciertos. No obstante, y a pesar de las presiones diplomáticas y las difamaciones globales, Israel ha triunfado moralmente y lo está haciendo militarmente. Si la familia de las naciones no le ata las manos, todo indica que a futuro lo hará definitivamente.

Mundo Israelita

Mundo Israelita

Por Julián Schvindlerman

  

Facebook legitima un histórico lema absolutista del nacionalismo palestino – 09/24

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En los seis meses posteriores a la invasión palestina del 7 de octubre del año pasado, Facebook vio una multiplicación exponencial en el uso de la frase “desde el río hasta el mar” y en consecuencia convocó a su Junta de Supervisión para que opine al respecto. Fuera de las redes, el slogan es coreado en manifestaciones propalestinas, especialmente en los campus universitarios de Occidente, donde aparece escrito en pancartas sostenidas por jóvenes que visten la Keffiyeh, otro símbolo palestino (Yasser Arafat la popularizó al usarla en una estética que, el mito decía, daba forma al mapa de Palestina).

La Junta de Supervisión de Facebook está compuesta por expertos y abogados que monitorean la administración de contenidos de Facebook e Instagram. Opera de forma independiente, pero está financiada por la empresa de Mark Zuckerberg. Tras estudiar el asunto, determinó que el lema era políticamente aceptable. Indicó Shlomo Levin en su blog en The Times of Israel que el pasado 4 de septiembre la Junta decidió que la frase en tanto expresión de solidaridad con los palestinos podía ser empleada, siempre y cuando no estuviera acompañada de llamamientos a la violencia o elogios a grupos terroristas. Adujo que la frase tiene varios significados, ergo no sería en sí misma violenta, ofensiva o discriminatoria.

La Junta reconoció que la frase es polémica y que resuena mal entre los israelíes, los judíos de la diáspora y sus aliados. Pero también sostuvo que admite interpretaciones distintas:

“La frase […] ha sido adoptada por varios grupos e individuos y su significado depende del hablante, el oyente y el contexto […] muchos entienden la frase como un llamado a la igualdad de derechos y la autodeterminación del pueblo palestino. A veces se utiliza para indicar el apoyo a uno o más objetivos políticos específicos: un único estado binacional en todo el territorio, una solución de dos estados para ambos grupos, el derecho al retorno de los refugiados palestinos o entre otros objetivos el fin de la ocupación militar israelí de los territorios palestinos ocupados en la guerra de 1967. En otros contextos, la frase es una simple afirmación de un lugar, un pueblo y una historia sin objetivos políticos ni tácticas concretas”.

Es difícil aceptar los significados pacíficos que la Junta le concede a este lema. Históricamente estuvo asociado a la retórica extremista del nacionalismo palestino, pues refiere eufemísticamente a la liberación de toda el área que va desde “el río” (Jordán) “al mar” (Mediterráneo). Quien se moleste en ver un mapa de la zona, notará que entre el río Jordán y el mar Mediterráneo está Israel. En otras palabras, la frase es un grito de guerra a favor de la eliminación del estado de Israel.

El lema original completo en árabe Min al-nahr ila al-bahr, Filastin sa-takun hurrah, significa “Desde el río hasta el mar, Palestina será libre”. Emergió en las filas de la Organización para la Liberación de Palestina (OLP) en la década de 1960 y fue luego adoptado también por el Movimiento de Resistencia Islámico (Hamas) décadas después. Veamos algunos pronunciamientos relevantes que ilustran la intención inequívoca de la frase:

“La marcha victoriosa continuará hasta que la bandera de Palestina se ice sobre Jerusalén y sobre toda la zona de Palestina desde el río hasta el mar” –Yasser Arafat, líder de la OLP, en 1980.

“Desde su mar hasta su río… es nuestra” –posteo en Facebook de la principal organización palestina Fatah, en 2015.

“No existe Israel, toda la tierra es nuestra, desde el mar hasta el río” –palabras del ministro de la Autoridad Palestina (AP) Marwan Awratani en una escuela secundaria para niñas de Qalquilya, en 2021.

“Palestina todavía está ocupada y Hamás no detendrá la guerra santa hasta la liberación de toda Palestina desde el río hasta el mar” –el jeque Ahmad Yassin, fundador de Hamás, en 1997.

“Hamás rechaza cualquier alternativa a la liberación total y completa de Palestina, desde el río hasta el mar” –de la Constitución de Hamas de 2017.

Precisamente basándose en este último dato, una opinión minoritaria de la Junta señaló que la frase equivale a una “glorificación de Hamás”. No obstante, “el contexto es crucial”, dijo la copresidenta de la Junta de Supervisión Pamela San Martín. Lo mismo había alegado una de las tres presidentas de Harvard, U. Penn y MIT en su testimonio ante el Congreso de EE.UU. cuando se le preguntó si sus estatutos permitían llamados a la comisión de un genocidio contra los judíos en su campus, que se estaban coreando a viva voz. Desde entonces, dos de ellas perdieron sus puestos por esa permisividad insostenible, como así también tiempo después la presidenta de la Universidad de Columbia por el manejo subóptimo de la situación antisionista allí.

Al igual que las distinguidas académicas estadounidenses, lo que la mayoría de los miembros de la Junta de Supervisión de Facebook falla en entender es que hay una línea divisoria entre apoyar la estatidad palestina y pedir por la eliminación de Israel. Quienes han empleado este eslogan históricamente, tal como se ha citado anteriormente, no han querido ni quieren establecer un estado palestino al lado de Israel; sino encima de Israel. En cualquier caso, “el 7 de octubre, Hamás demostró lo que significa en la práctica desde el río hasta el mar, independientemente de lo que signifique en teoría para algunos” señalaron Ahmad Sharawi y David Adesnik de la Fundación para la Defensa de las Democracias.

En un ensayo de mi autoría publicado por la editorial Milá en 2004 dedicado a analizar la interconexión entre antisemitismo, antiisraelísmo y antinorteamericanismo, al observar la propagación de slogans y narrativas históricas palestinas en círculos de la elite global, anoté: “Lo que estamos presenciando aquí es esencialmente un proceso de palestinización del discurso intelectual occidental”. Dos décadas más tarde, el fenómeno ya no es sólo ámbito de las elites de las Naciones Unidas o de la intelligentsia académica, sino que se ha popularizado.

La aceptación y validación del lema absolutista “Desde el río hasta el mar, Palestina será libre” ha sido tan total que hasta Facebook lo ha aprobado como argumento legítimo en el discurso popular. Yasser Arafat estaría encantado. Yahia Sinwar lo está. ¿Qué nos dice eso acerca de esta decisión?