De Villa Fiorito a Teherán hay un largo camino…y Diego Armando Maradona parece decidido a transitarlo. El espectacular viaje ideológico del “Diez” incluye un abrazo al General Galtieri en la década del setenta cuando, de adolescente, ingresó al fútbol profesional; asesoramiento futbolístico a Saadi Al-Gaddafi, el tercero de siete hijos del Coronel libio Muammar Gaddafi; buenas relaciones con el Presidente Carlos Menem durante los años noventa; vínculos estrechos con el Comandante Fidel Castro, loas a Hugo Chavez, identificación con el Che Guevara; insultos a George W. Bush, ofensas a Juan Pablo II y comparaciones propias con Jesús. En este colorido viaje ideológico, apenas sorprende que el palacio presidencial de la República Islámica de Irán pueda ser un próximo destino para el talentoso y polémico ex futbolista y conductor televisivo devenido en semi-actvista político.
El incidente ocurrió en fecha cercana a la Navidad, luego de un partido de fútbol entre la Argentina y Brasil donde Maradona fue presentado al encargado de negocios de Irán en Buenos Aires, quién invitó al astro del fútbol a visitar su país. Encantado, Maradona respondió: “Ya conocí a Chávez y a Fidel. Ahora sólo me falta conocer a su presidente. Quiero conocer a Ahmadinejad”. Y agregó: “Estoy con los iraníes de todo corazón, de verdad lo digo. Lo digo porque lo siento: estoy con el pueblo de Irán”. Maradona no alcanza a comprender que su preocupación por el pueblo iraní lo debería llevar a condenar -y no a saludar- al régimen que lo somete, lo reprime y lo hostiga en una de las dictaduras más prolongadas (desde 1979) y más crueles de la contemporaneidad. Pero “El Diego” es un gran futbolista, no un gran pensador, y sus decisiones parecen surgidas más de la espontaneidad del sentimiento que de la frialdad de la razón.
Unos pocos días antes, Maradona había anunciado su intención de tatuarse la imagen de Hugo Chavez en su cuerpo, replicando las que ya tiene de Fidel Castro en una pierna y de Ernesto “Che” Guevara en un brazo. El romance con el líder bolivariano nació casi tres años atrás durante una visita a Caracas en el año 2005. Al salir de una reunión con Chávez del Palacio de Miraflores, Maradona exclamó: “A mí me gustan las mujeres, pero salí enamorado de Chávez”. Y continuó: “Me parece que Chávez le hace bien al mundo. Es un número 10…es un gigante, un monstruo”. Ese mismo año, Maradona participaría de la Cumbre de los Pueblos que el Kirchnerismo organizó extraoficialmente en Mar del Plata en repudio a Estados Unidos y su presidente, a quién Maradona había definido de “basura humana”. Antes había viajado en el Tren del ALBA junto a Hugo Chávez, Evo Morales y el cineasta Emir Kusturica, quién asimismo estaba deseoso de realizar una película sobre el ex campeón de fútbol. A mediados de este año, Maradona viajó otra vez a Venezuela, esta vez a inaugurar la Copa América, frente a un estadio que lo ovacionó.
Aparentemente, su interés por la política internacional afloró en Cuba, durante el período de internación de varios años en la isla comunista para tratar su adicción a las drogas luego de que una sobredosis de cocaína casi lo matara en el año 2000. Todo tipo de relatos sobrevolaron su estancia cubana, alimentando las noticias amarillas de un público ávido de información sobre la vida de su ídolo. Según el diario británico The Independent, en el año 2004, un periódico mexicano publicó fotografías tomadas de un video presuntamente filmado durante una fiesta en La Havana, que supuestamente mostraba a Maradona manteniendo relaciones sexuales con su novia cubana frente a sus amigos. En otra fiesta, aparentemente la de su cumpleaños, Maradona apareció disfrazado de Osama Bin-Laden, armado con una metralleta de juguete. Se le atribuye haberse lanzado a la pileta vestido, en ocasiones en las que Boca Juniors hiciera un gol y él lo viera vía conexión satelital.
Su gusto por la vida global ya se había manifestado con anterioridad. En 1999, Maradona viajó a Trípoli invitado por la Federación Libia de Fútbol, presidida por Saadi Al-Gaddafi, multimillonario hijo del presidente libio y él mismo un futbolista profesional. En Ezeiza, antes de partir rumbo a Libia, dio una conferencia de prensa en la que criticó a los Estados Unidos y elogió a Libia. Tiempo tenía de sobra: había llegado tarde al aeropuerto y había perdido el vuelo de Lufthansa que le había regalado su admirador árabe. Dos años más tarde, Maradona participaría como invitado de honor del casamiento de Al-Gaddafi. En 1985 se trenzó en un curioso episodio que involucraba al entonces Sumo Pontífice de la Iglesia Católica. Luego de una visita al Vaticano trascendió el malestar de Maradona con Juan Pablo II por un asunto relativo a los rosarios que el Papa le diera, algo que el ícono del fútbol consideró que era una “falta total de respeto”. Posteriormente, Maradona diría: “Estuve en el Vaticano y ví los techos de oro. Y después escucho al Papa diciendo que la Iglesia estaba preocupada por los pibes pobres. ¿Y? ¡Vende los techos viejo! ¡Hacé algo!”. Para entonces, conforme ha revelado el escritor británico Martin Amis, Maradona tenía ingresos anuales por u$s 7 millones del Nápoli, u$s 3 millones de la televisión italiana, y u$s 5 millones de Hitachi.
Muchos años después él lanzaría su propio programa televisivo, La Noche del 10. “Si Jesús tambaleó, entonces por qué no debería yo también” preguntó conmovido a su audiencia de millones de televidentes. Nada pudo contra el ráting de aquél programa esa noche; ni la emisión de un film de Harry Potter por parte de un canal competidor, ni la de un show del famosísimo Marcelo Tinelli, en otro. Diego Armando Maradona conmociona. Millones de fans lo adoran. En ciertos sectores, él forma opinión pública. Y ello explica probablemente porqué los iraníes lo quieran a su lado. “Dieguito” puede ser un activo valioso en una campaña de relaciones públicas.